ESTRADA Y AYALA DE RAMÍREZ AURORA

POETA.- Nació en la casa de la hacienda “Juana de Oro” vecina al pueblo de San Juan, Cantón Puebloviejo, Provincia de los Ríos, el 17 de Noviembre de 1903. Hija de Rodolfo Estrada Ampuero nacido en Guayaquil en 1842 corredor de bienes raíces, hijo legítimo de José Antonio Estrada (Quito 1802 – Guayaquil 1867) y de Josefa Ampuero Macías. A su vez hijo de José Antonio Roca Rodríguez sacerdote en Pujilí y hermano entero del Presidente Vicente Ramón Roca y de Ursula Estrada y Montanero de quien tomó el apellido Estrada, y de Natalia Ayala de la Guerra, tierna y bondadosa dama natural de Puebloviejo, hija de Plutarco Ayala Cabanilla y Jesús Guerra Marticorena. Tuvo una sola hermana llamada Haydeé, con quien siempre se llevó muy bien.

La zona era por esos años un grandioso emporio de riqueza: un millón de árboles de cacao de arriba que era la mejor variedad por su exquisito aroma, miles de cafetos y frutales, así como enormes potreros que reflejaban su potente vida vegetal en el río.

Su padre era una persona mayor, leía mucho y tenía por costumbre ingerir por las noches una poma de esencia de café, que bebía por copitas como si fuera licor. Era inseparable compañero de Aurora, a la que mimaba porque sus primeros cinco hijos habían muerto con diversas enfermedades infantiles. Una tarde, en la que habían salido a pasear por los alrededores, encontraron un tronco caído y el grabó con su navaja las siguientes palabras latinas Ego sum que en castellano significan Yo Soy. La niña preguntó el significado y él le contestó ¡Algún día lo sabrás! así modelaba su carácter. I tuvo una niñez feliz, rica en experiencias.

Diariamente concurría del brazo de su madre a la escuelita de San Juan, de cinco años había aprendido a leer y a escribir así como las cuatro reglas y desde entonces su padre le obsequiaba libros infantiles y la incitaba a leer. En cierta ocasión le regaló un espejito adornado con flores, ella se emocionó, buscó un papel y escribió con mano aún temblorosa su primer poema que dedicó a las rosas. “No sé donde encontré la poesía” diría, porque desde siempre la llevaba dentro.

En 1911 regresaron a Guayaquil e ingresó a una escuela pública con su hermana Haydee. Su padre tenía sesenta y nueve años de edad, había enfermado del corazón y comenzaba a asfixiarse. Al poco tiempo murió y Aurora se hizo triste y vagarosa, leía mucho, hablaba poco, siempre con voz dulce, delicada, leía novelas como “María” de Jorge Isaac y “Cumandá” de Juan León Mera y terminó la primaria donde la Srta. Rita Lecumberri. Su madre adquirió una casita de madera en Vélez entre 6 de Marzo y Pedro Moncayo, subsistiendo con bordados y costuras y merced a la ayuda económica de su hermano Octavio Ayala de la Guerra que administraba en Puebloviejo la hacienda “La Cordero.”

Entonces ingresó a la sección femenina del colegio Vicente Rocafuerte pero continuó siendo una niña especial. Rara por su modestia, invisible por su timidez, frágil por su bulto, mejorando sus poemitas iniciales con otros más elaborados hasta que el verso se le hizo algo natural.

Cuando tenia quince años enseñó su producción al gran poeta Francisco J. Falques Ampuero, primo hermano de su padre, que se deleitó con su lectura pues la poesía de esta niña mujer era delicada y ardiente, sin rencor hacia nadie, sin énfasis. Esa madrugada, a las dos de la mañana, alguien tocó a la puerta. Su madre se despertó sobresaltada y abrió la ventana del departamento en que vivían, para inquirir qué pasaba Era el poeta que había regresado y pedía unas tijeras. Con ellas en mano cruzó la calle, cortó en el recién inaugurado parque del Centenario unas rosas y regresando dijo: “Déjame subir, quiero ser el primero en coronar a Aurora”. La buena señora siguió la chanza y lo invitó a pasar Falques trenzó los tallos, sacó las espinas, confeccionó su corona y despertando a Aurora musitó “Te corono primero pero después lo harán otros” y se fue como había venido dejando a todos emocionados. Ese bello gesto le auguraba triunfos a la joven poetisa.

A los pocos meses, en 1919, ocurrió el suicidio del joven Medardo Ángel Silva y Guayaquil se interesó en conocer la producción de los poetas modernistas; sin embargo, ya existían otros valores formando una generación nueva que empezó a reunirse en casa de Aurora a leer y a conversar. El núcleo se integró por un poema de Aurora entregado a Rubén Irigoyen, quien lo mostró a varios amigos y decidieron reunirse para hablar de arte y belleza. Las reuniones se celebraban en casa de la madre de la joven y el grupo comenzó con Alfonso Rubén Irigoyen, Luís Albizuri, Francisco Rodríguez Maridueña que era el erudito del grupo y Enrique Segovia, luego se unieron José Joaquín Pino de Ycaza, Miguel Angel Barona, Sergio Núñez, Miguel Angel Granado y Guarnizo, Gustavo y Solón Ramírez Pérez y Antonio del Campo. El benjamín fue Leopoldo Benítes Vinueza quien recibió el espaldarazo literario de los mayores, pero a la mayor parte les faltó obra y perduración.

Cenáculo de almas tristes y locas que tomó el nombre de “Los Hermes” y dieron vida el 9 de Octubre de 1920 a una revista del mismo nombre que lamentablemente duró solo tres números. Allí se identificaron con sus producciones Sergio Núñez en su tono de filosófica hondura, José Joaquín Pino de Ycaza con la elegancia de sus sonetos, Miguel Augusto Egas Miranda y sus poemas dadaístas, Enrique Segovia Antepara con el verso de cruel adivinación y sangrante angustia, Alfonso Rubén Irigoyen – el hermano mayor – en sus cuentos y en sus comentarios de libros, Luis Albizuri, Leopoldo Benítes Vinueza escribía sonetos augurales, Zaida Letty Castillo, Antonio del Campo, Solón y Gustavo Ramírez Pérez, Olmedo del Pozo, Miguel Ángel Granado y Guarnizo y su poesía intensa y amarga, Miguel Ángel Barona con la delicadeza sutil de sus poemas, Rafael Coronel, Luis Aníbal Sánchez y Jorge Carrera Andrade de paso por Guayaquil.

Desaparecida la revista al tercer número el grupo no se dispersó y después de las veladas en la casa de Aurora se iban al salón “El Búho”, situado al lado de “El Telégrafo” donde formaban una peña literaria o recitaban en el cementerio frente a la tumba de Silva en noctámbulas sesiones que dieron mucho que decir.

Ella diría después “El paso de nuestra promoción por las letras patrias significó el cumplimiento de una misión dentro del destino del arte nacional” y es que “Los Hermes” se habían propuesto como lema renovarse o morir, frase de Gabriel D’Anuncio que todos cumplieron al punto que en 1.921 Hugo Mayo y Rubén Irigoyen fundaron la revista “Singulus” con Leopoldo Benítes Vinueza como secretario de redacción e iguales ideales arielistas, que también tuvo corta duración..

Como Hugo Mayo era el intelectual irreverente y revolucionario frente a la corriente literaria modernista y rubendariana, “El introductor del Ultra entre nosotros,” recibió las mayores críticas, numerosos escépticos lanzaron sus dardos asaetados y hubo uno que escribió “Sablazos y estocadas” y bajo el pseudónimo de “Mac” pidió desde el diario “El Universo” el linchamiento de los Hermes, calificados de forajidos de la poesía, o por lo menos su ingreso al manicomio, pero estos respondieron republicando el artículo “Sablazos y estocadas” en Singulus bajo el epígrafe de “La opinión de los eternos nadie” y con una famosa Epístola al idiota escrita por Remigio Romero y Cordero.

En Enero de 1922, el mismo mes y año de la desaparición de Singulus, Aurora fundó y dirigió con los mismos escritores de Los Hermes y Singulus la revista mensual de artes y letras “Proteo”, cuyo solo nombre acusa una decisiva influencia del uruguayo José Enrique Rodó autor de “Ariel” y de “Los motivos de Proteo”. Dicha publicación era mensual, aparecía en la Imprenta Municipal y costaba cuarenta centavos el ejemplar dejando de circular al tercer número en Julio de ese año; pero como se leyó en diversos países le abrió a Aurora fraternales horizontes pues su material no solo estaba dirigido a las Letras si no también a la Información y divulgación artística. La portada del primer número fue trabajada por Julio Arévalo, las dos restantes por Antonio Bellolio. La exquisita Zaida Letty Castillo a) Djenana estuvo entre los colaboradores nacionales junto a Carrera Andrade, Mayo, Irigoyen y Falqués Ampuero y contó con las crónicas literarias de la educadora uruguaya Luisa Lisi y las poesías de la chilena Gabriela Mistral.

En Marzo envió sus poemas a “Philelia” revista mensual literaria cuencana dirigida por Rafael Romero y Cordero a) Rapha. Ese año fue presentada en “El Guante” con un artículo elogioso firmado por un escritor amigo, entonces contrajo matrimonio con Gustavo Ramírez Pérez (1900-1967) su compañero generacional, izquierdista sincero que estudiaba leyes en la Universidad de Guayaquil, pero tenía el carácter fuerte, por eso sus amigos le conocían como “El Buitre”. Tendrán cinco hijos (Edgar, Agni, Alsino, Lil e Isabel)

En 1923 escribió para la revista “Orientación” de Buenos Aires de la que era representante, se carteaba con la escritora argentina y vanguardista Teresa Maccheroni directora del rotativo “La Madre” cuyo ideario abrazaba los postulados revolucionarios y alcanzó la fama literaria en los primeros Juegos Florales auspiciados por la Federación Universitaria filial de Quito con sus poemas “Cuando vuelvas sin mi” y “Poema de la Casa en ruinas” que obtuvieron los dos primeros premios respectivamente, la Flor natural en Lira de Oro y la Medalla de Oro, desde ese instante fue saludado el nacimiento de una gran poetisa y Antonio Bellolio reprodujo su efigie en la Página Literaria del diario “El Guante” de Guayaquil.

En 1924 demostró poseer un hermoso estilo literario al ganar el Premio Único en el Concurso auspiciado por la Municipalidad de Guayaquil para el mejor artículo sobre las efemérides de Octubre. Entre 1924 y el 26, año en que fue clausurado el Diario “El Guante”, dirigió su sección literaria.

Ese año editó el periódico semanal y universitario “La Idea” con Antonio Parra Velasco, Colón Serrano Murillo y Teodoro Alvarado Olea I cuando Parra llegó a ocupar una concejalía del Cantón, le pidió sus poesías para hacerlas publicar de la Municipalidad. Así nació “Como el Incienso” fino poemario lírico de 78 págs. aparecido a fines de ese año con cuarenta y un composiciones escritas al influjo de las grandes poetisas del sur como las uruguayas Delmira Agustini y Juana de Ibarbouru, la argentina Alfonsina Storni, la chilena Gabriela Mistral, que le valió sinceros elogios. María Piedad Castillo de Levi dijo: “Ante esta nueva poetisa las demás cedemos el paso” y generosa como era la visitó y desde entonces fueron grandes amigas, pero no faltó la crítica absurda. Un periodista escribió que el poemario era “un escándalo social porque había tratado temas vedados al buen gusto del bello sexo.”

“Como el Incienso” consta de numerosos poemas, algunos de antología “El hombre que pasa”, “el divino Cáliz”. “El poema de la casa en minas”. “El poema del árbol” y “Yo tengo un poeta pálido” de su primera producción lírica rubendariana y modernista, cantos a las fuerzas biológicas de la especie que iban contra los convencionalismo victorianos y hasta rompían tabúes sexuales y todo eso lo hacía su autora “con la timidez propia de una adolescente modesta que odiaba la publicidad, que por su temperamento se mantenía apartada del ruido y que vivía suave, silenciosa, serenamente el matrimonio y la maternidad, además era una poetisa espiritualmente bella y su cuerpo fino, lánguido, de proporciones perfectas, gustaba de la caricia del llanto de la lluvia “ Era, según ella misma, una mujer y nada más. Por eso se ha dicho que 1925 fue el año de su consagración definitiva.

EL POEMA DE LA CASA EN RUINAS.- Para mi hermana Haydeé.- // La casa en ruinas, blanca como una niña anciana / que saliera a tomar el sol de esta mañana, / sobre el camino lacio, tristemente curvada, / se halla como de algún largo viaje cansada. // Sobre el tejado rojo inquieta enredadera / se extiende como un verde manto de primavera / y en la ventana un trozo de tela desteñida / finge una mano trémula en larga despedida. // Cuelga un nido vacío de errante golondrina/ en el alero roto que a la tierra se inclina, / i entre los corredores las pacientes arañas / con seda fina y suave tejieron sus marañas. // En el umbral soleado sigue la negra puerta / como pupila fija y enigmática abierta… / ascendamos, hermana, por la escala de piedra, / por la escala que adorna, ya marchita la yedra. // Semejando el lamento del que se encuentra herido, / Cómo cruje doliente el piso carcomido. // Escucha unciosamente. Como que huyeran alas / nuestros pasos leves por las desiertas salas. // I ríes de mis palabras i el surtidor sonoro / de tu garganta perla como fuente de oro. // La casa en ruinas, blanca como una niña anciana, / mi sueño sin aurora, bien cobijara hermana. // I nos vamos al fin por la senda florida, // tú alegre y sonrosada en plenitud de vida, / yo pálida, llevando mi primavera muerta / como si fuera el alma de la casa desierta. // Entre el 25 y el 27 colaboró en la revista ilustrada “Savia” de Guayaquil de José María Aspiazu Valdés y Luís Gerardo Gallegos donde escribió // Siempre fui triste / y me sentí extranjera en todas partes // El 26 Sixto María Durán le dedicó una partitura para piano de su autoría denominada Melodía publicada en la revista guayaquileña “Ecuador Ilustrado” de Guayaquil que consta junto a su retrato. Allí se dice: Ha escalado ya el alto pedestal de la gloria nacional. Ella está en la conciencia de todos cuanto piensan en alto y sienten hondo en el país.” I en los siguientes números aparecieron sus producciones junto a consagradas poetisas de otras latitudes del continente. En 1927 colaboró en la revista “Voluntad” de Jorge Pérez Concha y Demetrio Aguilera Malta y en “América” del grupo de intelectuales quiteños de ese mismo nombre, donde le editaron sus poemas “Los Cauces eternos”, “La Cita” y “La Marca”.

En 1928 obtuvo el Primer Premio en el Concurso en homenaje a la Fiesta de la Raza con su poema “España y el Ecuador” y fue coronada el 12 de Octubre en el paraninfo de la Universidad de Guayaquil como reina de la poesía por el Dr. Modesto Chávez Franco, cumpliéndose lo profetizado por Falques Ampuero. Con tal motivo “El Universo” la designó redactora de honor y colocó su retrato.

El 29 triunfó nuevamente en los juegos Florales auspiciados por la Federación Universitaria de Quito. Usaba en esos días los pseudónimos de “Ida”, “Paz, y “Elva”y pronunció su poema “Oración Lírica” en la inauguración del mausoleo de la gran poetisa guayaquileña Mercedes González de Moscoso.

“I vino el nuevo tiempo en que espiritualmente tenía que avanzar. Su convicción artística verifica el empalme entre dos generaciones literarias porque un día en el Ecuador los espíritus superiores tuvieron que completar su soledad y su dolor con los demás y comprender la angustia de las colectividades menesterosas.”

En 1929 fue asesinado en La Habana su amigo el exiliado venezolano Francis Laguado Jaimes nacido en 1899 en la población de San Antonio, Estado de Táchira, Venezuela, pasó su infancia en la finca pecuaria Tovar, antigua propiedad de los Condes de Tovar en las inmediaciones de Cúa, dedicada al cultivo del añil. Su pariente materno Juancho Gómez, hermano del dictador Juan Vicente, le financió los estudios secundarios en el Colegio San José de los Teques y los superiores en la U. Central. En 1917 fundó en Caracas la revista “Cervantino” pero el 20 renunció a la pensión, huyó a La Habana y se volvió uno de los activistas más importantes en la lucha contra la dictadura de Gómez. Dedicado al periodismo colaboró en El Tiempo de Bogotá y en El País y El Fígaro de La Habana así como en revistas de la Argentina y el Uruguay. Vargas Vila le felicitó, el 21 fundó el periódico habanero “Venezuela Libre” cuyo título cambió el 25 por el de “América Libre”. Fue amigo de Juan Antonio Mella, quien fundó el Partido Comunista Cubano y de varios jóvenes radicales venezolanos como Gustavo Machado, Luís Alfredo Méndez y Alberto Ravell que asistían a la U. Libre José Martí. A principios del 29 hizo publicar en Caracas un folleto en que invitaba al tiranicidio como solución para alcanzar la libertad de su Patria. A solicitud de las autoridades venezolanas y con anuencia del dictador Gerardo Machado de Cuba, fue apresado en Marzo y a los pocos días le llevaron en lancha al sitio denominado Pescante del Morro y con otros dos prisioneros le lanzaron inconsciente al agua para ser pasto de los tiburones. Derrocado el dictador Machado en 1933 se enjuició en La Habana, ante el Tribunal Nacional de Sanciones, a los funcionarios de policía involucrados en su asesinato.

Aurora estaba reponiéndose de una grave enfermedad que la tuvo tres meses en cama pero a pesar de su dolencia escribió el poema “A Francis Laguado Jaimes” publicado en la revista “América” de Quito y lanzó la promesa que consta en su poemario “Nuevo Canto”, de luchar por la justicia y la igualdad.

Entonces ocurrió que su esposo fue expulsado de la Universidad de Guayaquil al cursar el cuarto año de Derecho, por su activa militancia comunista en la “Fracción Universitaria de Izquierda” y su participación en la “Liga Antibélica” y tuvo que trasladarse a Quito, completó los estudios de Jurisprudencia y encontró trabajo en la Caja de Pensiones donde laboró hasta la jubilación. Aurora dejó en Guayaquil la estela cristalina de sus mejores años, entró de profesora al “Liceo Bolívar” y comenzó a estudiar en la Facultad de Letras de la Universidad Central.

En 1930 triunfó en el Concurso pedagógico promovido por el Día del Maestro. El 31 volvió a Guayaquil y la revista “Semana Gráfica” sacó su célebre poema “El hombre que pasa” que causó escozor en las mentes pudibundas pues encierra una gran sensualidad y al mismo tiempo avizora que en un futuro no lejano los proletarios generadores de trabajo y de riqueza fundirán sus vidas con la intelectual y burguesa representada por ella.

EL HOMBRE QUE PASA.- // Es como un joven Dios de la selva fragante / este hombre hermoso y rudo que va por el sendero; / en su carne morena se adivina pujante / de fuerza y alegría un mágico venero. // Por entre los andrajos su recio pecho miro: / tiene labios hambrientos y brazos musculosos / y mientras extasiada su bello cuerpo admiro / todo el campo se llena de trinos armoniosos. // Yo, tan pálida y débil sobre el musgo tendida, / he sentido al mirarlo una eclosión de vida / i mi anémica sangre parece que va ahogarme. // Formaríamos el tronco de inextinguible casa / si a mi raza caduca se juntara su raza, / pero el hombre se aleja sin siquiera mirarme. //

El 32 fue designada vocal del Comité organizado para conmemorar el primer centenario de la muerte de Numa Pompilio Llona y ganó el Concurso del Círculo “La Atalaya” de Ambato con su poema “A Montalvo”.

A mediados de Diciembre del 33 se despidió de Joaquín Gallegos Lara y su madre doña Emma. “Anoche llegaron a visitarme Aurora Estrada con el marido y uno de los guambritas. Dejé de escribir, estuvimos charlando algún rato. Qué mujer más inteligente y delicada es Aurora: en el hálito de pureza femenina y de dulzura es como tú. Le tengo a ella un grande y respetuoso afecto”

En esa época había comenzado su poesía social, apartada del arielismo de sus inicios y más compenetrada con la realidad nacional, por eso Hugo Alemán ha dicho que “Su arte desembocó en el encrespado océano del canto revolucionario. Alzó la cruz de la fatalidad en su verso y la mostró sangrante y pavorosa – como un símbolo de inútil sacrificio – a las atónitas miradas de los hombres.” Aurora, mujer solidaria con los sufrimientos de su pueblo, desde la década de los veinte cuando solamente tenía diecisiete años de edad y aún no se había realizado la matanza del 15 de Noviembre, gemía dolida. Su “Canto de las trabajadoras Navidad”, punto de partida de su adhesión al proletariado, dio paso a otros más del mismo género como “J. White y Co.” (1933) dedicado a la situación laboral de los trabajadores de esa empresa, que corresponden a una segunda época “y encierran un hondo mensaje de transformación social. Su voz rebasaba la línea de sectarismos y mediocridades y entonó el canto de la confraternidad y de la paz.”

El 33 pasó a Quito a enseñar en el Normal “Manuela Cañizares” llamada por su amiga la rectora María Angélica Idrovo, colaborando en las veladas artísticas con poemas recogidos en el folleto titulado “Justicia a una labor: 1933-34” en 7 págs. El 34 su amigo Joaquín Gallegos Lara le dedicó un estudio crítico a su obra. El 35 compuso “Para Adolfo, en la plenitud de su recuerdo” con motivo del suicidio de su amigo Adolfo Hidalgo Nevares en una pensión en Quito.

Durante su etapa quiteña formó parte del “Grupo América” que en esa década estuvo formado por lo más alto de la intelectualidad nacional. En su Revista salieron numerosas composiciones suyas, tales como “Epístola al amado”, “Clarinada”, “Los cauces eternos”, “La Carta”, “La Marea”, “A Francis Laguado Jaimes”, “Chaco” sobre la criminal contienda entre dos países hermanos como son Bolivia y Paraguay, “URSS”, “El Retrato”, así como un breve estudio literario sobre su amiga la feminista quiteña Hipatia Cárdenas de Bustamante.

En 1936 salió su poema “Esperanza” en la revista “Base” fundada en Quito por Gallegos Lara y en las páginas del periódico “Arte” divulgó su célebre artículo “Misión de los artistas nuevos” adhiriéndose a la tesis de quienes sostenían que el arte y los creadores debían ponerse al servicio de la lucha política de clases. También escribió su tesis doctoral denominada “Veinte Gobelinos de Gabriela Mistral” pero fue cerrada la Facultad de Filosofías y Letras de la U. Central y reabierta como simple Instituto Pedagógico, por eso egresó el 37 con el título de Profesora de Lengua y Literatura, y Licenciada en Ciencias de la Educación.

En 1938 regresó a Guayaquil a despedirse de su madre, gravemente enferma con arterioesclerosis, Gabriela Mistral pasó por el puerto y vivió los meses de Agosto a Octubre en casa de su amiga Adelaida Velasco Galdós. Fue a visitar a Aurora, se encontraron y de rodillas se pusieron a llorar ¡Es el retrato de mi madre cuando estaba con la misma enfermedad! dijo Gabriela. Dña. Natalia de Estrada falleció meses después en casa de su hija Haideé.

Ese año apareció su poema largo “Vosotros que lloráis a vuestros muertos” publicado en el colectivo “Nuestra España, homenaje de los poetas y artistas ecuatorianos” con motivo de la Guerra Civil Española, Quito.

En 1942 formó parte del Comité pro homenaje al poeta Enrique Segovia Antepara. En 1943, tras largo madurar, pensar y escribir, publicó “Tiniebla, veinte trenos y una Canción de Cuna, poemas a mi madre que duerme en el lecho No. 1.551 del Cementerio de Guayaquil” calificado de “romancero empapado de ausencia, de gratitud y de lágrimas, dedicado en lo absoluto a la evocación de las diferentes etapas de la vida. Oblación lírica un poco sagrada, entregado a las intimidades del sepulcro.” Ese año salió “Pioneros” poema al Día del Oriente Ecuatoriano.

De esa época fue su poemario infantil “Cometas al viento”, la novela “Puente”, el poemario coreográfico “Evocación Shiri” cuya música, el libro en prosa “Retrato de Mujeres” y varios poemas sociales, todo lo cual se ha perdido.

En 1944 leyó su poema “Canto al Veintiocho de Mayo” en el Congreso de Trabajadores en Quito al que asistió como Delegada, entre Septiembre y Noviembre realizó una gira periodística por los Estados Unidos, invitada por la oficina de Coordinación Interamericana y por la primera dama Eleanor Rooselvelt y en una velada artística por el cincuentenario de la creación de los Normales se dramatizó su poema “El Grito” y sacó “U.R.S.S.” que dedicó a la heroica resistencia de las tropas soviéticas en el sitio de Stalingrado y que sirvió para contener el avance del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial..

Al fundarse el Colegio Nacional Veinte y Ocho de Mayo” para mujeres, ejerció una de sus cátedras. En 1950, a causa del fuerte carácter de su esposo regresó a Guayaquil con sus hijos y adquirió con hipoteca en el Seguro Social una villita en Avenida del Ejército y Urdaneta, barrio Orellana. El Ministerio de Educación le extendió su pase al Colegio Nacional “Aguirre Abad” y allí se mantuvo enseñando literatura por muchos años. El 51 se le unió su esposo ascendido a Subgerente de la Caja de Pensiones en Guayaquil.

Aurora seguía siendo más que una simpatizante comunista, era lo que se dice una activista, luego se afilió y realizó una gran labor proselitista concurriendo a Sindicatos y a Congresos y dando su voz de aliento a las masas de trabajadores.

En 1952 ingresó como profesora a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil, fundó y presidió la “Unión de Mujeres del Guayas” para defender los derechos de la mujer, el niño y la paz y escribió sus composiciones líricas “Hora Cero” y “Fatum” aún inéditos.

Lanzada su candidatura a Senadora por la provincia de los Ríos, no triunfó. Su amiga María Ramona Cordero y León, a) Mary Corilé escribió sobre Aurora: Esta mujer tan mansa, tan buena, tan dulce en la convivencia intimista, en uno como desdoblamiento espiritual, con voces de verdad y palabras candentes, enrostra a los culpables la eterna injusticia de los hombres. Con su labor poética desperdigada en revistas y periódicos, fiestas escolares y recitales obreros, habría para llenar más de un volumen de lo más sincero y mejor escrito en Letras reivindicatorías de la justicia y el Derecho que reclaman imperativamente la depredada y sufrida mayoría universal.

El 54 viajó como Delegada a la primera Conferencia Latinoamericana de Mujeres celebrada en Río de Janeiro, donde resultó electa para una de las Vicepresidencias; el 55 asistió al I Congreso Mundial de Madres en Lausana, Suiza. Ese año la Municipalidad de Puebloviejo la declaró su Hija Predilecta. El 60 fue candidata a Diputada por la provincia del Guayas mas la izquierda no tenía por entonces la debida fuerza electoral como para hacerla ganar. El 62 recibió el homenaje de la Asociación Escuela de la Facultad de Filosofía de la U. de Guayaquil y publicó un estudio crítico titulado “La desolada poesía de David Ledesma Vásquez.”

Su salud había desmejorado notablemente a causa del mucho fumar. Tosía casi constantemente y un principio de enfisema pulmonar la aquejaba.

En 1963 compuso un poema original destinado al colectivo “Los poetas del Ecuador cantan a Cuba” editado en Guayaquil y en Julio la dictadura de la Junta Militar de Gobierno le arrebató su cátedra universitaria. El 64 la intelectualidad guayaquileña le ofreció “La Lira Poética” del Círculo de Periodistas del Guayas, en público desagravio. Leopoldo Benítes Vinueza dijo entonces: “Raro temperamento el de esta mujer, tan poeta, tan artista y tan humana”. Raro por sus multicidad, raro por su inquietud, raro en fin por la sensibilidad exquisita con que pule los contornos ásperos de la vida. Sufre, ama, piensa. Ella es así, su obra es como su espíritu, múltiple, proteiforme e ilimitado. El 66, caídos los militares ignominiosamente, le fue repuesta la cátedra. El pintor Juan Villafuerte, muy amigo de sus hijos, le hizo un hermosísimo retrato al óleo.

El 9 de Marzo de 1967 y mientras dictaba una Conferencia en el Café Concierto ubicado en el boulevard 9 de Octubre entre García Avilés y Boyacá sobre el Día Internacional de la Mujer, sufrió un derrame cerebral y perdió el conocimiento. Llevada de urgencia a la Clínica Crespo, que era la más cercana, no se recuperó y falleció tres días más tarde, el 12. Su viejo y romántico amigo y admirador en la juventud, el poeta Hugo Mayo, le dedicó su “Réquiem por Aurora”, bellísima despedida, canto a su dolorosa ausencia.

Tuvo una vida plena y “cuesta trabajo comprender cómo pudo tener tanta fuerza y pasión democrática y tanta voluntad de servir. Cómo se dio tiempo para luchar donde fuere necesario defender a los golpeados por la injusticia.” Benjamín Camón ha dicho “Hay en su poesía una honda preocupación por las fuerzas esenciales del hombre y de la especie y al mismo tiempo una ternura cálida y fecunda, que le ha dado la mano y le ha enseñado los caminos de la revolución, a la que ha ido primeramente sentimental, femenina, maternal, para luego enardecer el tono del campo proletario y darle médula de lucha y sonar de batalla.”

En “Yo soy” se definió así. Fragmento // Soy fina y pequeña tu mismo lo dijiste / – ella es pequeña y fina como una ala en tensión – / y son mis ojos suaves, bajo mi frente triste, / a mis labios ardientes, una contradicción.//

Eminentemente religiosa aunque sin practicar religión alguna, canela, sensible, espiritual, dulce, femenina, y delicada. Pelo negro, ojos melados y boca fina; sin embargo, vivía como en guardia, pues se sentía débil y profundamente pesimista. Se la conoce más como eximia poetisa que como mujer de pensamiento y acción, de avanzada social, y fue ambas cosas al mismo tiempo, por eso Ezequiel González Más opinó: Pocas veces hemos visto su rostro en las veladas multicolores del arte, en la exhibiciones sonambúlicas del verso; mujer humilde y apartadiza, desdeñó la publicidad sonora del guacamayo y los contoneos absurdos del mandril, pero ilustró la condición latente del poeta: testigo de cargo, defensor de oficio, error de la naturaleza y apunte supremo de la humanidad futura.

CANTO DE LAS TRABAJADORAS. – Navidad. // Vengo de las calles donde la alegría de los felices florece como un rosal de oro. / Por las calles limpias como sendas de raso, / donde las sedas y las pieles avergüenzan los harapos de los pobres. / Donde son una ironía nuestros vestidos raídos, / nuestros rostros pálidos y el ansia de nuestras miradas. / De las calles donde todo brilla, / donde todo canta / donde todo ríe, / vengo henchida de llanto como un amargo fruto. // Hija mía, Flor de carne que dejo en mis brazos el triste amor de los desheredados. / Amor hecho de rabia y de hambre: tan hondo y tan amargo, / Estrella tibia y dulce, / lirio que palideces en el tugurio nuestro /duermes, duermes el sueño lento de los que nada esperan. / I habrá algo más triste que un niño

que no espera?….. / Ni una muñeca

rubia / ni un trompo de colores/ ni un oriental camello, cargado de presentes? / Que no mande a los ángeles sus mensajes ingenuos? // Esta tristeza existe y no se ha escrito en versos…/ Mirándote la sien crecer en mi alma, / Como crecen los trigos…./ Los hijos de los pobres ya no sueñan en ángeles…. / tienen solo hambre y frío y se duermen ceñudos…. / Tienen cual tú, un gesto vago en la carita pálida. / Sólo esperan el pan de las madres ausentes, / ausentes casi siempre de sus hogares fríos. // Duerme…. duerme tesoro mío….. / Traigo vacías las manos y el alma en cruz . ./ Sin que ronde tus sueños ni el ala de un ensueño // No sé echar de mis ojos el llanto que me quema, / del que mi alma está llena como un amargo fruto. / Aquí en el cuarto negro donde tú eres la única blancura, / pienso en las calles claras, como un mágico día. / I tiemblo, tiemblo,           tiemblo / Soy como un árbol bajó la tempestad. / No es el frio nocturno…. / No es el hambre trágica que roe mis entrañas…./ No es la miseria de mis ropas humildes /Es un recuerdo cruel como un clavo de hierro…/ que se engarfia en mi carne. // Pienso en las calles claras como un mágico día, / Lejanas como el cielo de los suburbios, donde / los pobres nos hacíamos en racimos sufrientes……. /

En tas vitrinas bellas, donde brillan tesoros / de maravillas como de Mil y una Noches…./ Allí hay joyas de ensueño, / cosas irreales, dignas del País de las Hadas…/ Cosas que harán trizas los niños más felices, / esos que nada saben de las noches con hambre, / y las manos tendidas acosas imposibles. // Duerme…. Duerme mi niña rubia, / duerme con las manos vacías / Mientras afuera canta la navidad / y hay rondas de alegres niños / frente a las vitrinas claras. //

INSOMNIO. // Cuántas cosas sin nombre flotan en la tiniebla / y qué leves rumores llenos de vaguedad. / Mis sentidos se hunden en una espesa niebla / y sin embargo siento con mayor claridad. // No sé si se proyecta -sensación indecible- / dentro de mi conciencia, la sombra inquietadora / o es que mi ser irradia como llama imposible / en el enigma mudo con ansia escrutadora. // Adormecen mi carne aladas ideaciones / y en éxtasis espero el formidable grito…/ Del abismo recojo las hondas vibraciones / como una sensitiva abierta al infinito. // Estoy lejos del mundo en un círculo extraño / entre rostros amigos aunque nunca los vi. / Mi psiquis está hundida en los siglos de antaño / en esos siglos bellos en que quizá viví. // La eternidad me cerca, el tiempo no prosigue. / Sobrecoge mi espíritu un helado temor / Un esfuerzo y acaso del barro se desligue / y en divina fuente apague su dolor//