ESTEVEZ DE TORAL REMIGIO

OBISPO DE CUENCA. – Nació en Quito el 23 de Junio de 1814 y fueron sus padres legítimos Rudecíndo Estévez de Toral y Mora, natural de Paute, egresado de Jurisprudencia en el Colegio de San Fernando de Quito; hallándose de paso por Riobamba tomó parte activa en el pronunciamiento de esa ciudad en 1820; perseguido, se refugió en Cuenca con su familia, donde ocupó cargos y la secretaría de la Intendencia del Azuay en tiempos del General Ignacio Torres, y de Francisca Sánchez de la Flor y Grande-Suárez, quiteña.

Tuvo tres hermanos y dos hermanas y todos se educaron en Cuenca. El niño Remigio demostraba poseer un buen carácter y cursó sus estudios dócil e inteligentemente.

En 1829 pasó al Seminario de Quito y tras seguir teología y filosofía recibió la unción sacerdotal 1837 de manos del Arzobispo Nicolás Joaquín de Arteta y Calisto.

De vuelta a Cuenca obtuvo el curato de Tixán donde permaneció hasta 1841 que pasó a trabajar en la parroquia de San Blas en Cuenca. En 1845 comenzó a enseñar en el Seminario y al elegir el Cabildo eclesiástico el reemplazo del Dr. Mariano Vintimilla, pues este había perdido la canongía en razón de su floreanismo, empató la votación con el Dr. José Miguel Camón y Valdivieso. El Gobernador de Cuenca, Jerónimo Carrión intimó al Deán José María Torres para que influya sobre sus colegas contra Toral, por cuanto este “había pertenecido a la sociedad que se estableció para sostener la Constitución y Leyes de la Convención del 43 – Carta de la Esclavitud – y era primo segundo de Vintimilla por tener dos abuelas hermanas”. Finalmente los Canónigos prefirieron a Carrión, que no se posesionó y terminó recomendando a un tercero, sacerdote de poca luces.

En 1854 alcanzó el rectorado del Seminario y escogió al joven Nicanor Corral y Banderas para Regente de Estudios diciéndole “Yo quiero que tu hagas reinar la piedad en mi Seminario”.

El 55 fue Capellán de las Monjas del Convento de la Concepción y tuvo oportunidad de tratar a fray Vicente Solano, quien le llegó a apreciar mucho, pues su virtud era recomendable.

Por entonces vivía rodeado de sus hermanas casadas y solteras en hermosa unión, cuidando de ellas desde que en 1850 había fallecido su padre. Su familia estaba compuesta de sus hermanas solteras Regina, Virginia y Josefa, de sus hermanas casadas Rafaela de Betancourt, Carmen de Maldonado, Mercedes de Crespo, Rosa de Sánchez y de sus hermanos casados; pero también le rodeaban algunos de sus sobrinos. El predilecto y ahijado llamaba Remigio Crespo Toral, que había comenzado a figurar en política y escribía hermosas poesías.

En 1860 Solano le promocionó ante varios miembros de la Convención Nacional; quienes, en virtud de las facultades del Real Patronato, pidieron su nombramiento para el obispado de Cuenca. A principios del 61 el presidente García Moreno solicitó su designación a Roma. En Junio fue preconizado Obispo gracias a la acción enérgica del Gobernador Manuel Vega Garrido, ya que el Cabildo eclesiástico se oponía en razón de que las Bulas recibidas en copias no eran originales, y recibió la consagración episcopal el 28 de Septiembre en Quito.

En 1862 estableció en la Catedral la piadosa práctica de dedicar cada mes de Mayo a la virgen María. En junio ordenó solemnes sufragios por los patriotas peruanos fallecidos el 2 de Mayo defendiendo la causa americana contra la vandálica expedición española, recibió a las primeras religiosas de Picpus (Adoración Perpetua y a las de los Sagrados Corazones) y como la Municipalidad no concurrió al Corpus, protestó con el Cabildo eclesiástico y hasta presentó un alegato Jurídico. Poco después asignó doscientos cincuenta libras esterlinas y dos peniques como ayuda económica al Papa Pió IX y a finales del año concurrió al Concilio quítense.

En Marzo del 63 llegaron los Hermanos Cristianos franceses. El 66 protestó cuando el gobierno de Jerónimo Carrión desconoció el Concordato, después consagró a Ignacio Checa y Barba como primer Obispo de la Diócesis de Riobamba, y felicitó a fray José María de Jesús Yerovi por su preconización para el arzobispado de Quito; éste le envió de auxiliar al ex Arzobispo José María Riofrío. quien no permaneció en Cuenca pues prefirió residir en Loja, alejado totalmente del cesarismo garciano.

En Marzo apoyó abiertamente la candidatura presidencial del Dr. Francisco Xavier Aguirre Abad, liberal guayaquileño de reconocidas ejecutorias en todo el país. Toral formaba parte de un valioso grupo de cuencanos que preconizaban un catolicismo liberal. Tenía de Secretario de la Curia a Antonio Borrero y Cortázar y formaba grupo con José Rafael Arízaga, Luis Cordero, Miguel Heredia. En Agosto dispuso la celebración de honras por los caídos en el terremoto de Ibarra. Entonces quedó vacante el arzorbispado de Quito por muerte de Yerovi y como Toral era el Obispo más antiguo, la designación debió recaer sobre él, pero García Moreno y el Nuncio prefirieron a Ignacio Checa y Barba, joven Obispo de Riobamba.

Cuando se enteró de su postergación renunció al obispado pero el Nuncio y el Papa Pió IX le solicitaron que se quedara. Ese año se fundó la Conferencia de San Vicente de Paúl en Cuenca y fue el primer presidente el Dr. Mariano Cueva, que trajo a las hermanas de la Caridad para el cuidado del hospital. Por esos días hicieron su arribo a Cuenca los hermanos Redentoristas, casi todos ellos alemanes.

Ese año, juntó al Cabildo eclesiástico, y trasladó la parroquia del Sagrario a la antigua y ruinosa iglesia de la Compañía de Jesús, encargando a Rafael Villagómez Borja su restauración para convertirla en la nueva Catedral y se contrató al hermano redentorista Juan Bautista Stielhe, quien cobró doscientos pesos pero halló la cúpula peligrosamente cuarteada a consecuencia de varios temblores y opinó que amenazaba ruina y debía ser derrocada.

En Noviembre de 1867 celebró un Sínodo Diocesano y al conocer el fallecimiento del padre Amadeo Millán y de la Cuadra, mandó a ver a Narcisa de Jesús Martillo que le acompañaba desde Guayaquil y le pidió que se quedara a ayudar en la fundación de un nuevo monasterio contemplativo de Carmelitas que pensaba fundar, pero no hubo argumentos ni reflexiones que la convencieran.

A mediados de Septiembre del 68 Miguel León Garrido presentó un detallado informe sobre la imposibilidad del arreglo de la iglesia de la Compañía.

En Enero del 69 García Moreno derrocó sorpresivamente al gobierno del Presidente Javier Espinosa y una Convención ad-hoc le eligió por seis años. La opinión del país se volcó en su contra, especialmente en Cuenca, calificando el golpe revolucionario de inicuo cuartelazo militar.

En Mayo Toral viajó a Roma y en Agosto asistió a las sesiones del Concilio Vaticano, permaneciendo casi un año en Italia hasta Abril de 1870 que retornó a Cuenca. Poco después el Concilio suspendía sus sesiones ante la inminencia de un ataque de las fuerzas del Rey Víctor Manuel II de Saboya – Cerdeña, que ocupó la ciudad y unificó a Italia.

En Junio fue visitado Toral por Mercedes de Jesús Molina y Ayala, a quien solicitó que se hiciera Carmelitas, pero sin éxito. Enseguida fundó una Casa de Huérfanos con el Dr. Mariano Estrella y a base de una donación de Tadeo Torres.

En 1871 estalló finalmente la sorda lucha que libraban los liberales de Cuenca y su Obispo Toral contra el atrabiliario Gobernador del Azuay, Carlos Ordoñez Lazo, que hacía avanzar las obras del camino hacia Naranjal y la costa, atropellando a los indígenas moradores de los contornos, a los que hacía prestar servicios gratuitos en mingas en esas obras como si fueran esclavos.

Toral publicó una Pastoral que fue inmediatamente contestada. Entonces lanzó una fulminante excomunión contra los autores y editores, que no se retractaron.

En abril de 1872 se había celebrado su segundo Sínodo Diocesano y por esos días acogió bajo su protección al joven Federico González Suárez, recién salido de la Compañía de Jesús en Quito, a quien ordenó en un modo privado y oculto para no escandalizar, salvándole su carrera religiosa.

En 1873 designó Arcediano de Cuenca a Miguel León Garrido y tratando de limar asperezas con el tirano, con quien tenía prácticamente rotas sus relaciones epistolares y personales desde la revolución de Enero del 69 le escribió una carta en términos muy comedidos, pero fue contestado con exabruptos y acusaciones groseras de insinceridad por haber designado a su enemigo personal un Padre Carrasco, Cura interino de Azogues. La carta de García Moreno termina en tono amenazador indicando que aun había tomado medidas contra los hermanos del Obispo y diciéndole además lo siguiente “Vuelva su ilustrísima al buen camino, obedeciendo al Vicario de Jesucristo y separándose de los enemigos del gobierno…”

Así las cosas, el 21 de Julio de 1873, Pió IX reconvino a Toral en Breve Pontificio y este tuvo que achicarse, revocar la excomunión y deshacerse de su Secretario Antonio Borrero, a quien reemplazó con el Canónigo Antonio Piedra y hasta escribió a Roma dando cuenta de su nueva conducta; pero el 4 de Octubre García Moreno insistió en este asunto e hizo que el Ministro del Interior, Francisco Javier León, escribiera una nota al Secretario de la Santa Sede, Cardenal Rampolla, pidiendo la destitución del Obispo “para libertar definitivamente a la infortunada Diócesis de Cuenca de un pastor que la conduce a su ruina espiritual y temporal” y no contento con esto, en la Exposición del Ministerio del Interior y Relaciones Exteriores dirigida al Congreso a finales de ese año se dijo que el Obispo de Cuenca había abusado impunemente de la más tremenda censura contra el antiguo Gobernador de Cuenca (Carlos Ordóñez Lazo) lo que originó una nueva carta aclaratoria del prelado.

En Agosto del 75, al conocer el asesinato de García Moreno, dispuso que se celebrara en la Catedral una Oración Fúnebre en su homenaje. El discurso corrió a cargo de González Suárez y como algunas personas dieron a mal sus palabras, le aconsejó que lo publicara para evitar cualquier suspicacia. Poco después apoyó decididamente la candidatura presidencial de su amigo Borrero, que triunfó por amplia mayoría de votos.

El 77 pidió un informe sobre la “Carta a los Obispos” editada en Quito por el joven liberal Manuel Cornejo Cevallos, quien exigía la libertad de conciencia, de prensa, la tolerancia en materia religiosa, etc.

Ese año designó a Julio Matovelle profesor del Seminario de Cuenca y como era el Obispo más antiguo del país, al morir el Arzobispo Checa le fue encargada la dirección de la Iglesia ecuatoriana.

Tantos trabajos pudiera decirse que habían terminado por minar su robusta salud, ya que no su imperiosa dignidad, conciencia segura y motor de sus acciones.

En 1880 adquirió la Casa de tres patios en la calle Bolívar, que había pertenecido a Bernardo Muñoz Ruilova, Ecónomo de la Catedral, fallecido sin entregar las cuentas. Se hizo un arreglo con su viuda y la Curia se encargó del edificio. También consiguió la venia del Cabildo cuencano para destinar los terrenos de la antigua iglesia de los jesuitas y levantar sobre ellos la nueva Catedral. Con dicho fin, mandó que el hermano Stielhe elabore los planos.

En 1881 protestó contra el gobierno italiano por ciertas medidas tomadas con los restos del Papa Pio IX. En 1882 impuso el Palio Arzobispal a Monseñor Ignacio Ordoñez Lazo. Ese fue su último acto Solemne pues ya se encontraba bastante debilitado.

“El anciano sencillo, sin doblez, que hablaba siempre de todos con el corazón, tan generoso en perdonar, a quien los dolores morales padecidos con callada resignación, que no los años, habían dado a su cabeza la corona de temprana ancianidad”, tras largas y dolorosa enfermedad, un cáncer, recibió los auxilios religiosos con asistencia de las comunidades, Instituciones docentes y niños y falleció el 9 de Mayo de 1883. Su cadáver fue depositado en la Cripta Episcopal del Presbiterio, junto a los restos de otros Obispos. Posteriormente fue exhumado y llevado al panteón de las Carmelitas del Monasterio que él fundó.

En la Diócesis le reemplazó momentáneamente el Canónigo Antonio Piedra hasta la designación de Miguel León Garrido.

Tuvo méritos excepcionales como educador y Obispo. Desde adolescente era respetado por sus padres mismos, luego templó su espíritu en el Seminario orando por largas horas y a la luz de los cirios que velaban los cadáveres en la vecina iglesia de la Compañía. Fue pues, de juventud modesta y seria, lo que iba perfectamente con su apariencia física.

“Tenía la talla esbelta, levantada la cabeza mostrando la amplitud de una frente de curva pensadora. Hercúleas las formas moviéndose pausadas y graves, el labio inferior saliente y el gesto desdeñoso sin afectación ni soberbia denunciaban el tipo de firmeza en el obrar. A primera vista parecía temible, quizá arrogante… “sinembargo, al tratarle, prontamente se adivinaba la nota de suavidad, la mirada de unos ojos tranquilos y profundos que denunciaban la mansedumbre de un espíritu ingenuo y sencillo. Fue de los Obispos menos fanatizados de su tiempo y aunque no dejó escuela, puede decirse que en su obrar actuaba como todo un liberal.

En lo físico era alto, robusto, ancho de espaldas y de color cetrino y pelo casi ensortijado. Más bien fue un hombre fuerte, bueno y feo, que dotó a la Curia de numerosas obras y modernizó la Ciudad. I como a todos los Obispos ecuatorianos de su tiempo le tocó sufrir atropellos, abusos y violencias del dictador García Moreno, a quien solo importaba ejercer su voluntad omnímoda y mandar hasta en el Clero, sin reparar que con ello estaba dividiendo a la República y vejando a las dignidades de la Iglesia. Monseñor Riofrío le renunció al Arzobispado, Checa declararía después del asesinato de García Moreno que sus relaciones con él habían sido como por el filo de una navaja. En 1865 y tras la invasión de Urbina, el tirano retó como a un muchacho a Monseñor José Tomás de Aguirre en su despacho de Guayaquil, creyéndole cómplice indirecto por proteger al Obispo Auxiliar Luís de Tola, quien tuvo que exiliarse en Lima, Monseñor Ignacio Ordoñez Lazo fue el único que se prestó a todo, desde su agente hasta confidente y asesor.