ESPINOSA RIVADENEIRA NICOLAS

POLITICO. Nació en Otavalo en Septiembre de 1813. Hijo de Miguel Jaramillo y de María Joaquina Espinosa Rivadeneira, madre pobre y soltera que se trasladó a Quito para atender la educación del niño porque desde temprana edad demostró singulares dotes; índole apacible, inteligencia clara y afición al estudio. (1) “Terminado el curso de Humanidades y el de filosofía empezó a estudiar medicina; mas, apenas corrido un año, comprendió que esta ciencia no se compadecía con su tendencia y carácter. Dio de mano aquel estudio y se dedicó a la Jurisprudencia”.

En 1832 formó parte del naciente Partido Nacional que agrupó a lo más granado de la juventud quiteña que seguía las ideas liberales del Coronel Francisco Hall y del famoso cura Francisco Clavijo, a quién se tenía por el oráculo de la juventud y publicaron
la hoja periódica titulada “El Quiteño Libre”, salvándose de morir la aciaga noche en que intentaban asaltar el Palacio Presidencial, debido a que, por su escasa edad, no le llevaron consigo.

En 1836 se graduó de Abogado y meses después contrajo matrimonio con Mercedes Albán y Calderón. El 43 hizo oposición al régimen floreano que había hecho aprobar una nueva Constitución que el pueblo dio en llamar “La Carta de Esclavitud”. Entonces ingresó a una sociedad secreta “Filotécnica” cuyos miembros intentaron llevar a efecto el asesinato del Presidente Juan José Flores. Descubierto el asunto sus principales tuvieron que emigrar a la Nueva Granada, donde el joven Espinosa permaneció hasta la caída del régimen tras la revolución guayaquileña del 6 de marzo de 1845.

Pasaba por uno de los espíritus más democráticos de la república pues vivía imbuido en las ideas de la revolución francesa que no se cansaba de repetir. A sus hijos había enseñado que si alguien les preguntaba el nombre, respondieran así: “Me llamo N.N. hijo del pueblo, de extracción plebeya, hombre de bien…” lo cual sonaba raro entonces y también sonaría ahora pero así era él de intransigente en la práctica de la buena doctrina, la liberal.

En 1846 apoyó al Presidente Vicente Ramón Roca desde la hoja “El Ecuatoriano” que fundó con su amigo el Doctor Francisco J. Montalvo para el desenvolvimiento de la libertad, el orden y la justicia.

Entre el 46 y el 48 colaboró como Secretario de la Corte superior de Quito, fue Redactor y tuvo a su cargo la publicación “La Gaceta de Gobierno”. En 1847 falleció su esposa de parto a los 28 años y quedo de padre y madre de sus numerosos hijos para los que fue todo, pues era excepcionalmente bondadoso y a la vez sencillo y enérgico, un carácter.

En 1848 fue electo Diputado por la Provincia del Pichincha, asistió al Congreso y destacó por su pensamiento de avanzada, desempeñando la secretaría de esa Cámara.

El 51, terminado “El Ecuatoriano”, fundó en tiempos del presidente José

María Urbina, otra hoja periódica bajo el título de “La Democracia”, muy acorde al saludable clima de paz que se vivía y al florecimiento de las sociedades democráticas como la “Miguel de Santiago” de Quito y la “Filantrópica del Guayas” de Guayaquil, donde coronaban a los poetas por sus composiciones y premiaban a los artistas por sus obras, estableciéndose escuelas para la educación del pueblo. “Los caballeros de viso dieron en usar unos levitones color café elaborados con burdas bayetas del país” (casimires nacionales se diría ahora) “Tal era, en aquello envidiables tiempos, el honrado fanatismo patriótico de nuestros mayores por semejarse en todo al pueblo llano, aunque en verdad los levitones eran feos y por demás chillones”.

Entre el 52 y el 60 fue Ministro Juez de la Corte Superior de Justicia de Quito y aunque sus fallos siempre se ajustaban a derecho, no le faltaron malquerientes injustos y hasta malos ratos. Una tarde que salía del despacho fue seguido por un hombre al parecer distinguido que acababa de perder un pleito y le insultaba torpemente. Espinosa nada contestaba a sus desaforados dicterios, cuando en eso se desencadenó súbitamente un torrencial aguacero que le obligó a buscar refugio en un zaguán y cuando pasó por allí su gratuito ofensor, le obligó a aceptar un paraguas que consigo llevaba, diciéndole estas insinuantes palabras. ¡Caballero! La casa de Ud. está distante y ha de mojarse, sírvase aceptar este paraguas.

(1) El Doctor Espinosa usó los apellidos de su madre por su condición de hijo natural. En la edad adulta nunca indicó la identidad de su padre. Esta se ha venido a conocer por la investigación realizada en los archivos de Ibarra por el Dr. Fernando Jurado Noboa, el mayor erudito nacional en esta clase de estudios.Fundado por el Presidente Vicente Rocafuerte durante su mandato, tras la aparatosa clausura del Real Convictorio de San Fernando que administraban los padres dominicanos desde los antiguos días de la colonia.

En 1853 volvió al Congreso como Diputado por Loja y sus colegas le eligieron Presidente de la Cámara. El 57 contrajo segundas nupcias, tras diez años de viudez, con Josefina Astorga Salvador y también tuvo hijos. Y cuando en Marzo del 59 asoló Quito y otras regiones del país el espantoso terremoto que dejó a la capital sin torres ni campanarios y se destruyó el edificio colonial donde vena funcionando el Colegio Nacional de San Fernando (2) se dedicó con todo esmero a repararlo para que allí pudiera inaugurarse el nuevo Colegio de la Unión. I fue tal el entusiasmo que puso en la dirección de las obras, que en solo veinte meses estuvo listo

el edificio para recibir a los alumnos, entre los cuales figuraron sus hijos mayores, pues siempre se preocupaba de darles la mejor educación, incluso en idiomas como el inglés y francés, que llegaron a hablar y a escribir a la perfección.

Ese año 59 se malquistó con García Moreno porque al producirse su revolución en Quito no se sumó a ella como hicieron algunos urbinistas por simple acomodo; quizá por eso, cuando en 1861 nuevamente fue designado Ministro Juez de la Corte Suprema, se excusó, dedicándose por entero al ejercicio profesional, en el que gozaba de nombradía y numerosa clientela.

“Durante este período soportó los abusos del déspota y de su policía secreta formada por facinerosos y soplones de la hez del pueblo”. Alguno de ellos fue donde García Moreno a contarle que existía una conspiración en marcha, capitaneada por el General Manuel Tomas Maldonado, quien había sostenido entrevistas secretas con los Drs. Nicolás Espinosa y Antonio J. Mata Viten, en la que también habían participado los hijos del primero, habiéndose concertado al golpe para muy pronto.

García Moreno creyó el embrollo porque sabía que los tres mencionados eran amigos íntimos y habían sido promitentes miembros del partido urbInista y decretó sus capturas, pues ha sido costumbre universal que todo déspota termine rodeándose solamente de cretinos, mentiroso, pícaros conveniencieros y adulones, ya que los tiranos no aceptan el trato entre iguales. Al General Maldonado, que gozaba de inmensa popularidad en todo el país, lo tomaron desprevino y llevado a Quito entró la noche del 29 de agosto de 1864 a un regimiento con guardia a la vista. Fue fusilado sin fórmula de Juicio al día siguiente en la plaza de Santo Domingo, cometiéndose la barbaridad de obligar a su joven y bella esposa, quien llevaba en brazos y de la mano a sus tiernos hijos, a presenciar tan criminal acto. Otro testigo fue el Dr. Juan Borja Lizarzaburo, a quien sacó del cuartel donde permanecía detenido con el tormento de la barra, la mandíbula desprendida y con intensos dolores, para que también asistiera al espectáculo.

Por esos días guardaban prisión los doctores Espinosa y Mata y los Comandantes Pedro Jaramillo, Lautaro Lamota y Vicente Gómez Cox, esperando el juicio que no les llegaba, hasta que una tarde como a la semana del fusilamiento anotado, se corrió la noticia que en la plaza de San Francisco levantaban un tablado para ajusticiarlos al día siguiente, que amaneció lluvioso y frío y se volvió tétrico cuando las campanas tocaban a muerte (3)

Esa mañana Espinosa recibió un misterioso paquete enviado por una pariente monja en el Convento de santa Clara y al abrirlo con curiosidad encontró que estaba lleno de rosarios, detentes y escapularios y no pudiendo contenerse le dijo a Mata ¡Las monjas nos han mandado pasaportes para el cielo…!

A las doce fueron sacados de la prisión. Iban primero Espinosa y Mata tomados del brazo como se acostumbrada en la sierra (4) sin cubrir las cabezas porque no se les permitió tomar sus sombreros.

Los demás presos seguían de dos en dos. Llegados a san Francisco se les obligó a subir al tablado, hallándose el ejército formado en batallones y congregada una inmensa cantidad de público curioso, se inició un vergonzoso sainete, calificado de escena grotesca y cruel, porque nadie sabía lo que iba a ocurrir y todos pensaban lo peor.

Los oficiales que hacían el tristísimo papel de verdugos despojaron a los Comandantes Jaramillo, Lamota y Gómez Cox de sus insignias ganadas en diferentes batallas, incluso en las dos aciagas guerras de García Moreno con la Nueva Granada, y las iban arrojando brutalmente contra el suelo, ante la sorprendida muchedumbre que jamás había imaginado tal desenlace, que terminó con la lectura de un irrito Edicto declarándoles traidores, tras lo cual fueron obligados a regresar a prisión. ¿Traidores a qué o a quién? 

Y de inmediato Espinosa, Mata, Jaramillo, Lamota y Gómez Cox, fueron obligados a volver por las calles a su prisión, para que experimentaran doblemente la vergüenza del ultraje. Al día siguiente las cinco víctimas fueron notificadas del confinio a pie hasta el Brasil, atravesando las inhóspitas regiones del Napo, lo
que prácticamente significaba una condena a muerte para personas poco acostumbradas al trópico y de más que mediana edad, debiendo partir en el término de tres días. El influjo de sujetos de viso, especialmente del señor Manuel Correa, amigo con García Moreno, alcanzó que se cambiara el destierro al Brasil por otro menos grave a Centroamérica y se aumentara el plazo de la partida.

Nuevas gestiones y más ruegos hicieron que García Moreno aceptara recibir a Espinosa en palacio, posiblemente para humillarlo como era su costumbre. De entrada le recriminó que conspirara con sus hijos contra el régimen y para su sorpresa fue respondido con altivez y elocuencia, de la siguientes manera: La única vez que he conspirado fue con su Excelencia por supuesto, cuando la sociedad Filotécnica. Mis hijos se encuentran hace ya muchos meses trabajando en Lima, como profesores internos de idiomas en el Colegio Inglés de Mr. Williams, lo cual también era verdad.

García Moreno comprendió que sus soplones le habían engañado, ordenó al Edecán que restituyera al detenido a prisión y al poco tiempo cambió el destierro por el confinio, que Espinosa soportó con estoicismo durante casi un año, en una apartada y solitaria hacienda de la familia Correa en las faldas orientales del Pasocha, donde el ilustre perseguido se vio compensado por la amable generosidad de sus anfitriones.

Esto de que las campanas tocaran a muerte era una sádica costumbre colonial que ponía los pelos de punta a los vecinos, sobre todo a los depresivos, hasta que cesó con el crecimiento de las ciudades, el triunfo del liberalismo y el advenimiento de la modernidad a fines del siglo XIX.(4)Esta costumbre persistió hasta bien nuestro siglo debido a que las subidas y bajadas de las calles de la ciudades serranas dificultaba el caminar, sobre todo a las personas mayores.

Tal inactividad malogró su salud y afectó su patrimonio, de por si disminuido por su munificencia con amigos y compadres, pues solo le quedaba su casa de Quito y una finca cercana para vacación pero no tenía metálico; mas, sus compatriotas, supieron premiarle enviándole nuevamente a la legislatura en 1865 y desde el 19 de Septiembre presidió la Cámara del Senado. Entonces, con tal calidad, dio posesión de la primera magistratura a Jerónimo Carrión y su Alocución en tan solemne ocasión fue del disgusto de García Moreno, que éste alcanzo de Carrión que no se publicara en la Gaceta de Gobierno como era lo usual, ni en ningún otro periódico de la República. Por eso se ha dicho que aún fuera de la presidencia García Moreno mandaba a través del terror que había sabido infundir a sus semejantes, sobre

todo en los espíritus más débiles como el pobre Carrión, cuya mayor felicidad era apostar y ser gallero.

Poco después, el 12 de febrero de 1866, fue atacado de gravísima pulmonía y a los siete días falleció de cincuenta y tres años de edad. Monseñor Tabanni, Delegado Apostólico en Quito, dijo en sus Honras Fúnebres: El Caballero que ha muerto era varón justo. Poseía todos los dones que pocas veces suele conceder a un hombre la bondad divina.

Cuando, ya moribundo, fue preguntando por un pariente sobre qué disponía respecto a sus hijos ausentes, contestó: Escríbales Ud. que muero pensando en ellos. Que les dejo una herencia moral de subidos precios: Un nombre limpio y el ejemplo de mi proceder sin tacha para que lo imiten.

El Gobierno dispuso exequias de primera clase con asistencia oficial porque el fallecido ocupaba la presidencia del Senado. Todo Quito concurrió a la iglesia de san Francisco y García Moreno, que no perdía oportunidad de pavonearse en tales acontecimientos, tuvo la osadía de asistir, denotando aires de compasión junto a las personas que formaban el duelo y no hubo uno solo que se atreviera a reprocharse su ingrata presencia, porque sus hijos mayores estaban ausentes y los menores eran criaturas que no comprendían aún el daño moral que este sátrapa le había ocasionado a su padre.

Espinosa fue uno de los abanderados del liberalismo ecuatoriano, tenía por los Libertadores Bolívar y Sucre una especie de culto. Sus retratos adornaban las paredes de su estudio, a sus hijos acostumbraba leer las Proclamas, describiendo en detalles las batallas más importantes de las gestas independentistas.

Parco en todo, hacía que los domésticos fueren tenidos por sus hijos como sus iguales y si alguna vez descubría actos de altanería o de soberbia, les humillaba haciéndoles ejecutar trabajos domésticos. Entre sus inocentes manías estaba lavarse las manos varias veces al día, sin motivo aparente, pues las tenía siempre limpias, blancas, suaves y bien cuidadas. Nunca le gustó montar a caballo y decía que no se llevaba bien con esos anímales, que no estaba hecho para ellos.

En 1900 su hijo Roberto Espinosa Albán, fino literato y traductor de obras del francés y el inglés, dio a la luz en Quito unos “Apuntes Biográficos” en 65 Págs. referentes a su padre, que le muestran de cuerpo entero en su parte moral y en lo físico le describió así: De estatura mediana, cuerpo bien conformado, la cabeza como de busto romano, frente espaciosa y levantada, convexa y color de mármol antiguo. Los ojos no muy grandes y de mirada apacibles. Azules y de un mirar profundo. La nariz bien delineada y en sus labios plácida sonrisa. Una barba sedosa, poblada y negra completaba su figura.