HUMANISTA. Nació en Quito el 11 de Julio de 1894 en la casa materna de la plaza de San Francisco y por arreglos circunstanciales en la biblioteca de su tío el Presbítero Manuel María Pólit Lazo mientras se reparaban otras habitaciones.
Nací entre libros, solía decir, con esa, su mirada picara y fueron sus padres legítimos el Dr. Aurelio Espinosa Coronel, quiteño, abogado en 1883, político conservador desde la época del garcianismo, dueño de la hacienda “La Armenia” en el valle de los Chillos, profesor de la Universidad Central desde 1885, autor de una corona fúnebre de García Moreno en 1886, Concejero Municipal en 1888, Diputado por el Carchi en 1890, Secretario del Concejo Cantonal en 1891, Subdirector de Estudios del Pichincha entre 1893 y el 94 y de Cornelia Pólit Lazo, hermana del que luego sería Arzobispo de Quito.
En 1895 el Dr. Espinosa viajó con su familia a Bélgica huyendo de la revolución liberal y para educar a sus hijos en Colegios Católicos. Aurelio fue matriculado a fines de siglo en el Colegio St. Michel de los padres Saint Viateur, en la Ecole Libre que en Friburgo (Suiza) mantienen los Hermanos de las Escuelas Cristianas y desde 1901 estuvo en Namur, Bélgica, en el Colegio de Notre Dame de la Paix, habiendo interrumpido el curso de 1904 – 05 que lo hizo en Mount St. Mary’s College de Spinkhill, Derbyshire, Inglaterra.
En 1921 se graduó de Bachiller e ingresó a la Compañía de Jesús. Fue destinado al Noviciado del Colegio Máximo de Granada y el Padre Ignacio Errandonea dirigió sus estudios clásicos en griego y latín. Fruto de esos primeros años fueron dos libros publicados en ese mismo año en Madrid, trabajados por los estudiantes del Noviciado, entre los cuales se contaba Espinosa Pólit, titulados “Berchmans o la Vocación de un santo” y “El Ángel de la Vocación” ensayo dramático en verso, en 86 y 83 págs. Poco después completó su formación religiosa en el Colegio de Seglares de Chamartin En 1922 tradujo en tercetos castellanos y en honor al centenario del nacimiento de García Moreno, un soneto basado en el pasaje del Conde Ugolino de la Divina Comedia, en 15 págs. En diciembre se ordenó sacerdote en Sarlat, Francia, de manos de su tío el Arzobispo quien estaba de paso hacia Roma, fiel a la línea de la Iglesia que se orientaba en esos tiempos del fascismo italiano hacia el pasado clásico de Roma más que al modernismo que hallaban peligroso. El día 31 de ese mes celebró su primera misa en Barcelona. En 1927 viajó a Inglaterra a fin de obtener su especializaron en Humanidades Clásicas y se matriculó en la Universidad de Cambridge. Dominaba el griego y el latín, hablaba con fluidez inglés, francés, español e Italiano.
En 1928 regresó a Quito y asumió la dirección del noviciado de la Compañía de Jesús en Cotocollao, enseñando filosofía y griego y “prodigándose como maestro, guía y confesor de los jóvenes.” Ese año publicó “Compendium de Métrica Latina”, obra de juventud escrita en Granada siete años atrás.
Para el bimilenario del nacimiento de Virgilio que se celebró en 1930, editó en Quito “En el Bimilenario” en 13 págs. primero de sus estudios sobre dicho poeta romano, clásico de las letras de occidente. Esta obra hizo figurar al Ecuador en el concierto de las naciones cultas que conmemoraron dicho acontecimiento, entregando Espinosa Pólit su rico acervo en el cultivo de las disciplinas clásicas. Luego vendrán otras obras y traducciones tan importantes como unos estudios virgilianos en 245 págs. que apareció con el título de “Virgilio” en 1931 como un trabajo en conjunto con los alumnos de la Compañía de Jesús en el Ecuador.
En 1930 instaló una Biblioteca de Autores Nacionales en tres modestos estantes del Colegio jesuita de Cotocollao, que con el paso de los años se transformará en la gigantesca Biblioteca de Autores Nacionales que ahora ostenta su nombre y es uno de los más importantes centros de estudios del país.
En 1932 dio a la luz “Virgilio el poeta y su misión providencial” en 546 págs. y prólogo de Remigio Crespo Toral, considerada su obra más lograda y el mayor aporte cultura en lengua española realizado con motivo de tales celebraciones. Sobre este mismo tema regresará en 1933 con tres sonetos propios en “La Ascensión espiritual de la crítica Virgiliana” en 31 págs. con versos latinos en decasílabos ingleses y “Musicalismo en Virgilio” con cuatro versos de las Geórgicas en 9 págs. y en 1936 “La idea madre de las Geórgicas” en 1 págs.
En 1935 publicó “Las poesías Latinas del padre Manuel José Proaño” en 30 págs. y con motivo de cumplirse el bimilenario de Horacio, poeta y escritor “más moderno” y popular que Virgilio escribió “En el bimilenario Horaciano” en 11 págs. y un año después “Una nueva traducción horatiana” en 9 págs. ensayo escrito sobre la traducción del Dr. Ismael Enrique Arciniegas de cincuenta odas escogidas de Horacio, que salió en las memorias de la Academia ecuatoriana de la Lengua.
En 1937 volvió con “Olmedo y Horacio, las dos águilas” en 12 págs. comentando la Oda a Miñarica del primero y la “Cualém Ministrum” del segundo. El 49 insistirá sobre Horacio en “Doce Odas de Horacio”, traducciones al español y en verso, calificadas de ejemplares.
Otro aspecto acerca de su versatilidad intelectual constituyó la representación en Cotocollao de varias tragedias clásicas con el esplendor propio de esta clase de actos escénicos. En 1935 representó el “Edipo Rey” de Sófocles, en versos castellanos, traducción que le costó varios años de trabajo y que también editó ese año en 135 págs. la música coral fue compuesta por Belisario Peña Ponce y el dramatismo se obtuvo con la intervención masiva de la muchedumbre y el coro. Su “Edipo Rey” vio una segunda edición en 1945 en 159 págs.
En 1936 editó varias obras pías tales como “Coloquios con Jesús en el Santísimo Sacramento” en 480 págs. El 37 prologó y tradujo del inglés “Siete poesías sagradas de Florence Bennett Anderson” en 9 págs. y “Edipo en el Colono y el Colegio de Cotocollao”, tragedia en cuatro episodios, escrita en 27 págs.
Hasta entonces Espinosa Pólit había sido un traductor de clásicos, un motivador hacía esos estudios, pues otros literatos, a su empuje, habían incursionado también en esos temas como Nicolás Clemente Ponce y Belisario Peña Ponce en Quito, Remigio Crespo Toral y Octavio Cordero Palacios en Cuenca, y Alfredo Baquerizo Moreno en Guayaquil De allí en adelante trataría de intervenir directamente en la vida cultural del país. Fruto de ello fueron cuatro tomos de poesías propias aparecidas entre 1938 y el 44: “Alma Adentro” en 1 25 págs. con versos de carácter religioso dedicados a la memoria de su padre fallecido, “En el mismo laúd” texto de poesía dedicado a su madre, “Estaciones y Cristofanías” y “La Fuente Intermitente” que probaron su dominio sobre “los matices más delicados y propios de la lengua” y su profunda religiosidad y paz interior. También incursionó en temas pedagógicos con “La Cooperación de los padres en la educación” en 21 págs. y “Los Clásicos de la Literatura ecuatoriana” en 33 págs. conferencia que leyó en la Universidad Central.
En 1940 sorprendió al país con una hermosísima obra “La dicha en que vivimos” en 225 págs. que viera una segunda edición en 1944 y constituye un canto triunfal a la vida religiosa, traducida y publicada al inglés y al francés. La versión en español conoció dos ediciones más en el exterior. Un libro bellísimo para un mundo convulsionado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
En 1943 fue designado Miembro fundador de la Academia Cultural Ecuatoriana transformada a los dos años en Casa de la Cultura Ecuatoriana. En 1946 fundó la Pontificia Universidad Católica con Julio Tobar Donoso y el Arzobispo Carlos María de la Torre. Fue el primer Rector en Quito y enseñó griego y literatura griega, materias que para entonces ya eran consideradas un anacronismo en el Ecuador.
En 1947 editó “Formación de la Juventud” en 42 págs. y “Dieciocho clases de Literatura” en 256 págs. preparadas el 45 para el curso intensivo de verano que dictó a profesores de castellano y literatura de colegios oficiales y particulares.
Es necesario relievar su defensa de la letra original de nuestro Himno Nacional, que Víctor Manuel Rendón y otros más quisieron modificar en 1922 y en 1923 por lesivos contra España, en razón de los vínculos que habíamos contraído con la Madre Patria. El 48 Espinosa emprendió una campaña a nivel del Ministerio de Educación para evitar que se cambiara la letra original puesto que el Himno constituía un símbolo de nuestra nacionalidad.
El 21 de Julio de 1948, como miembro del Consejo Nacional de Educación, conjuntamente con su amigo Juan León Mera Iturralde (hijo del autor de la letra del Himno Nacional del Ecuador) presentaron al Ministro de Educación, José Miguel García Moreno, los antecedentes de nuestro Himno Nacional. El Ministro respondió solicitando un Decreto que declarara el texto oficial y definitivo del Himno.
Entonces publicó “Reseña histórica del Himno Nacional Ecuatoriano” en 95 págs. considerada la mayor investigación sobre los antecedentes de nuestras Canción Nacional, que complementó con “El Himno Nacional de Juan León Mera” en 17 págs. y “Olmedo en la Historia y en las Letras” en 214 págs. también publicó nuevamente la “Edición crítica de la vida de Santa Mariana de Jesús del P. Jacinto Moran de Butrón” en 600 págs. que dio lugar a otro libro suyo titulado “Santa Mariana de Jesús, hija de la Compañía de Jesús, estudio histórico ascético de su espiritualidad” en 410 págs. Estas obras constituyen muestras de su erudición.
Del 48 también fueron unas traducciones de “El lebrel del cielo,” de Francis Thompson, semblanza, versión poética y comentario de aquel famoso poeta inglés. “Un latinismo en el Quijote” que salió en la Revista de Filología Española y su ensayo “Fundamento y fin de la educación, derivados de la esencia del hombre”.
El 49 elaboró el texto “Resumen sintético de análisis gramatical y lógico”, el 50 prologó una obra de compromiso sobre Mariana de Jesús, señora de Indias, de la autoría de Germania Moncayo Monge, que como su título lo indica, desvariaba por los caminos del anacronismo.
El 51 presentó su Teoría sobre las partes de la oración durante el I Congreso de Academias de la Lengua Española que se llevó a cabo en México. También escribió una obra menor, la novena sobre Mariana de Jesús con indulgencias y un ensayo sobre “Catolicismo y Laicismo”. Del 52 es un prólogo para una pequeña biografía sobre el padre Julio Matovelle, escrita por Vicente Moreno Mora, autor cuencano, así como dos ensayos sobre Matrimonio Cristiano y, Matrimonio y virginidad, dentro de la línea ortodoxa de la iglesia anterior al Concilio Vaticano II que Espinosa Pólit no llegó a conocer.
Ese año mantuvo una extensa polémica por la prensa con varios escritores del diario “El Sol” sobre el derecho que tenían los ecuatorianos a la campaña anti protestante y en defensa de las Hojitas Dominicales que se repartían en las iglesias quiteñas los días domingo y que habían sido calificadas como muestras de intolerancia y brotes de fanatismo, lo cual refutó manifestando que durante cincuenta años el laicismo había tenido amordazados a los católicos ecuatorianos impidiéndoles defender sus convicciones y salvaguardar sus principios. El 53 escribió contra un articulista anónimo de “El Comercio” que había protestado porque un grupo de moradores en la plaza de su pueblo no dejaron bajar de la camioneta en que llegaban a los predicadores evangélicos, increpándoles porque ni los necesitaban ni los querían escuchar.
El 53 ingresó a la Academia Nacional de Historia, prologó el libro “La iglesia modeladora de la nacionalidad” de su amigo Julio Tobar Donoso. El 54 apareció “Temas Ecuatorianos” en 362 págs. recopilación de numerosos escritos suyos y tradujo la Antígona de Sófocles en versos castellanos. El 56 escribió “Roma y nuestro mundo americano”.
Desde ese año 56 dirigió la confección de la “Biblioteca Ecuatoriana Mínima” editada en México por el gobierno ecuatoriano, con motivo de la XI Conferencia Interamericana que no se llegó a realizarse en Quito. La Biblioteca Mínima es el mayor esfuerzo colectivo y cultural de su tiempo. En ella aparecieron sus ensayos sobre los padres Bastidas, Moran de Butrón,
Aguirre y los Jesuitas quiteños del extrañamiento, así como selecciones de obras de escritores nacionales, en particular quiteños y conservadores.
Entonces publicó “Alzando el velo del silencio, vida meditada, de San José” en 392 págs. e índice, dedicada a su hermana Mariana, religiosa benedictina, tratando de explicar la vida del Patriarca en la familia teológica y ello concitó más de un malintencionado comentario dada la novedad y el enfoque nada ortodoxo de tan controvertido tema. Controvertido por nimio y por antinatural, la continencia sexual en los varones; quizá por eso el libro tuvo efímera circulación y es uno de sus más olvidados.
En febrero de 1958 dictó en la U. Católica de Quito una conferencia sobre “José María Egas, una voz renovada en la poesía ecuatoriana”, publicada en 1963, pero se ha dicho que erró, erró el ilustre crítico equivocando rumbos por su ortodoxia, que le llevaba a caminos más religiosos que literarios opinaría Hernán Rodríguez Castelo. El asunto trajo cola y se sucedieron diversas polémicas entre la poetisa Ileana Espinel y el padre Jorge Chacón, S. J. y luego entre éste último y el terrible G. humberto Mata, quien despedazó prácticamente a Chacón, que no respondió a los insultos pues entre otros le dijo “sacerdo”.
Ese año redactó “Autores Españoles” en la Colección Biblioteca del Estudiante, con Darío Guevara y Arturo Hidalgo. Por esos días comenzó a sentir las molestias que le llevarían a la tumba, aquejado de una persistente diabetes, pero “guardaba su régimen alimenticio y trabajaba normalmente” y se dedicó a dirigir la selección de obras de autores ecuatorianos pues la Editorial Cajica, de Puebla, en México, acababa de firmar el contrato de publicación. Fue un año atareadísimo, que incidió en su ya mala salud y a fines de junio le operaron la próstata y aunque salió bien tuvo dificultades para la cicatrización y perdió mucha sangre. Debilitado, fue cayendo en una insuficiencia renal, se le empezó a subir la urea, renunció a dar misa diaria.
A principios de 1960, en su lecho de dolor publicó “El laicismo, la herejía del día” y accedió a una petición del padre Sánchez Astudillo y autorizó la segunda edición de sus estudios y traducciones de Virgilio, aparecidas con el título de “Síntesis Virgiliana” pocos días antes de su muerte. El 7 de agosto lo desahuciaron los médicos, pero al recibir los Sacramentos mejoró notablemente. Entonces le apareció una Cirrosis que antes no le había perturbado y falleció en Quito, a las 10 y 47 de la noche del 21 de enero de 1961, de sesenta y seis años de edad, dejando inconcluso su ensayo la Misa, mi vida, treinta y seis años de sacerdocio “Basado en anotaciones de su diario íntimo”, apreciándose en los capítulos finales su aceptación de la muerte, que veía cercana. La noticia de su muerte llegó a Guayaquil a las once de la mañana del día siguiente con la lectura del diario “El Comercio” y fue materia de numerosos comentarios en el sector céntrico de la ciudad, tal su fama de “Hombre de letras”.
De naturaleza amable y asequible, sencillísimo y hasta llano en el trato con los demás. Pasaba por sabio y efectivamente lo era en el estricto sentido de la palabra pues sabía lenguas vivas y muertas, traducía, hacia poemas, crítica literaria, ensayos, etc. y era muy versado en Literatura e Historia.
Como hombre de acción el país le debe la creación de la Biblioteca de Autores Nacionales, la fundación de la Universidad Católica de Quito y la edición de la Biblioteca Mínima Ecuatoriana. En su tiempo y bajo su dirección el Noviciado jesuita de Cotocollao se transformó en el centro de estudios humanísticos más importante de Latinoamérica.
De maneras naturalmente aristocráticas reveladoras de su timidez interior, tenía sin embargo fuerza de carácter y don de mando para imponerse con argumentos lógicos. Generoso con propios y extraños, amigo de enseñar sin egoísmos como sucede con los perfectos Maestros.
Su estatura más bien baja, rostro agradable, blanco sonrosado Conoció y comprendió a la humanidad a su manera distanciándose de la realidad nacional en la que jamás ahondó, pues fue un scholar de élites, ático, clásico, elegante, pulcro, distante.
Muy caritativo y piadoso, aunque imperativo y resuelto en todo lo concerniente a los dogmas de religión, donde a veces afloraba el fanático y hasta el sádico inquisidor como sucedió en un suculento sermón sobre los castigos del infierno, pronunciado en 1928 a los jóvenes estudiantes secundarios de un colegio católico de Cuenca, a quienes refirió como algo cierto y no esperpéntico, que a losréprobos se les vertía plomo derretido en sus gargantas por siempre en los infiernos, o como cuando le obligó a cambiar su poesía a José María Egas, que de un deslumbrante uso del idioma, pasó a una insulsa y mediocre catequesis religiosa, solo por agradar al ortodoxo crítico.
Su paso por las letras le significó ser el más importante religioso ecuatoriano del siglo XX en materia de cultura junto a González Suárez que lo fue del XIX. Indudablemente fue un ser superior, pues tuvo rasgos de creatividad casi geniales.
Uno de sus alumnos – el padre Ignacio Ellacuría – en un artículo publicado en la Revista de Estudios Centroamericanos, le describió en 1963 así: Lo que más resaltaba en su personalidad de maestro y formador era la combinación del trabajo intelectual serio y su eficacia pública inmediata. El haber preferido la educación a la erudición y las formas vitales a los contenidos materiales. La creatividad de sus clases en las cuales no usaba esquemas hechos, mostrando el qué, el porqué y el hacerse de las cosas. Sus clases eran una experiencia de creatividad viva y el hallazgo imprevisto. Los libros solo eran un instrumento útil que estaba a mano