ESPINOSA ESPINOSA JAVIER

PRESIDENTE DE LA REPUBLICA. Nació en Quito y fue bautizado en la iglesia de San Marcos el 2 de Diciembre de 1815. Hijo mayor del matrimonio formado por el Dr. Manuel Espinosa Ponce, notable abogado y de su prima Petrona Espinosa y Ortiz, quiteños de clase media alta.

Recibió las primeras letras en su casa y en la escuela de los padres mercedarios, después ingresó al Convictorio de San Fernando a cargo de los dominicanos y los finalizó en la Universidad Central donde se graduó de Abogado en 1838. Tras la revolución del 6 de marzo de 1845 se desempeñó como Oficial Mayor del Ministerio de Gobierno y Secretario de la Comisión permanente de Legislación.

En 1843 murieron sus padres y quedó a cargo de diez hermanos menores a quienes mantuvo con el producto de su esfuerzo y sacrificio y quizá por esa carga económica nunca contrajo matrimonio ni formó familia propia; el 49 desempeñó el consulado del Ecuador en Lima, actuando como Secretario de la Legación ante los gobiernos de Perú y Chile. Nuevamente en Quito, el 50 ocupó la Secretaría de las Cámaras Legislativas y de la Dirección de Crédito Público durante la corta administración del Vicepresidente Manuel Ascázubi Matheu.

En 1851 tomó partido por el Presidente José María Urbina, quien le designó Ministro del Interior y hasta se hizo cargo por pocos meses de la Cancillería, pero como católico practicante se vio precisado a renunciar para no firmar el decreto de expulsión de los padres jesuitas que en el anterior gobierno del presidente Diego Noboa Arteta habían ingresado procedentes de la Nueva Granada. El 53 escribió un artículo a la memoria de su amigo Agustín Yerovi Pintado recién fallecido a causa de la caída de un rayo y fue designado Ministro Juez de la Corte de Justicia de Guayaquil.

Estando en dicho desempeño le nombraron en 1855 Rector del Colegio San Vicente del Guayas pero no aceptó y regresó a su estudio profesional en Quito. El 61 volvió a la Corte Superior de Guayaquil. En 1865 fue Ministro Fiscal de la Corte Suprema de Justicia en el gobierno de Jerónimo Carrión y Palacio y cuando éste renunció a principios de noviembre del 67 a causa de la cerrada oposición del Congreso, el Vicepresidente encargado Dr. Pedro José Arteta y Calisto, convocó a elecciones. García Moreno se fijó en Espinosa, con quien le unían estrechos lazos de amistad, aparte que por su ingénita bondad no ofrecía ningún peligro a sus planes de dominación, por eso le auguró que sería el mejor presidente.

Por entonces los urbinistas o ministeriales se hallaban en el destierro en Lima y no gravitaban sobre la política nacional, los liberales que aún no se habían vuelto anticlericales eran dirigidos por Pedro Carbo y Francisco X. Aguirre Abad en Guayaquil y por Antonio Borrero en Cuenca y los conservadores por García Moreno en Quito, que por su política violenta y abusiva pasaba por terrorista.

De manera que al ser presentada su candidatura presidencial por García Moreno no tuvo oposición de ningún grupo y mencionado como católico y virtuoso por la prensa nacional, justo, inteligente, libre de odios y venganzas, prudente e ilustrado, resultó electo sin oposición, aunque es menester resaltar el hecho de que a veces se dejaba dominar de su confesor el italiano Cruciani de la Orden de Santo Domingo.

En el orden público era escrupuloso y observante de la ley, en lo personal tenía cincuenta y dos años de edad, el carácter austero y estaba solterón. Montalvo escribió “Hombre adecuado para las circunstancias, admitido por todos los partidos, servirá de lazo de unión y de concordia”.

El 20 de diciembre de 1867 tomó posesión de sus altas funciones en el interior de la Catedral. Mas, siendo un hombre de carácter suave pero integérrimo (Se le conocía como el Catón ecuatoriano)  no se prestó a servir de juguete a García Moreno que creía poder influenciar sobre él por ser el gran elector de esos tiempos. Por eso uno de sus primeros actos de gobierno fue designar Ministro del Interior a su protegido y primo segundo el Dr. Camilo Ponce Ortiz, para el de Hacienda a Julio Castro Bastús, Gobernador del Tungurahua fue nombrado el Dr. Francisco Javier Montalvo Fiallos su amigo y compañero de estudios y hermano mayor del polemista Juan Montalvo, lo cual disgustó sobremanera a García Moreno pues Juan Montalvo y Julio Zaldumbide le vapuleaban con talento, lógica e ironía.

En horas de la madrugada del 16 de agosto de 1868 se produjo un violento terremoto de origen tectónico en la provincia de Imbabura ocasionando la muerte de veinte mil personas y cincuenta mil quedaron sin hogar. Primero se sintió un fuerte remezón y pasado un minuto vino el segundo, que fue el desbastador. Ibarra, Otavalo, Cotacachi y otras poblaciones menores también fueron destruidas, las lluvias aumentaban la tragedia, la falta de sal se hacía sentir dada la obstrucción del camino a Salinas, los escombros eran saqueados por los indios que bajaban de los cerros.

El gobierno organizó una colecta nacional en ayuda de las víctimas y designó a García Moreno para dirigir las obras de reconstrucción. Este se hallaba en la hacienda Guachalá propiedad de Juan Aguirre Montúfar en el valle de Cayambe, negociando su arriendo, cuando fue visitado por el Ministro del Interior Camilo Ponce Ortíz quien le propuso a nombre del gobierno el cargo. Este no dudó un instante y al día siguiente 20 de agosto se trasladó a San Pablo de Lago donde comenzó su misión destituyendo al Gobernador Manuel Zaldumbide por inoperante, impuso orden, inició los trabajos de reconstrucción, reabrió los caminos y comenzó el aprovisionamiento de comestibles para favorecer a las víctimas porque había granos y ganado en abundancia. A la semana ya estaban reabiertos los caminos y los asaltos habían cesado. Con el Arq. Tomás Reed inició la labor de reconstrucción de la nueva ciudad de Ibarra, éste trazó la planta y construyó la primera casa que resultó sencilla y sólida. La labor duró hasta mediados de octubre pero dejó superada la crisis. Mientras en el plano de la política nacional el Presidente Espinosa se mantenía imparcial pues solo ambicionaba lograr la paz y la unidad de todos los partidos.

Política tan moderada sin embargo causó la desazón de García Moreno, que veía alejarse su segundo mandato presidencial, dada su enorme impopularidad por los abusos y crímenes cometidos entre el 61 y el 65, años en que había gobernado al Ecuador con mano dura y alevosa, fusilando a mansalva, mandando a azotar a los viejos próceres de la independencia y en fin, llenándose de arbitrariedades, ridiculeces y desafueros, así como de errores en la conducción de la política internacional. Por ello su nombre ha pasado a la historia como sinónimo de maldad, por el sadismo de sus actos y por la verguenza que provocó en el país con sus dos desafortunadas guerras con la Nueva Granada, que terminaron en estruendosos fracasos. I convocadas las elecciones su candidatura se vio inmediatamente empalidecida por la del insigne liberal guayaquileño Dr. Francisco X. Aguirre Abad, quien contaba con el apoyo de una inmensa mayoría de electores en todo el país.

En efecto, desde octubre del 68 cuando Benigno Malo y otras cuarenta y dos personalidades azuayas habían propuesto a Aguirre Abad, su candidatura iba en aumento. Hombres de la valía del Dr. Antonio Borrero solicitaron a García Moreno que decline sus aspiraciones en aras de la unidad nacional pues ni los conservadores aceptaban a Pedro Carbo ni los liberales a García Moreno; pero éste último, lejos de escuchar tan patriótico consejo, como estaba acostumbrado a no reparar en los medios con tal de triunfar, pues le era usual apelar hasta al crimen con tal de lograr sus aviesos propósitos, contestó con frases evasivas y desde Noviembre se dedicó a la ingrata tarea de formar una Sociedad de acólitos llamada pomposamente del Anillo, porque sus miembros se distinguían por llevar tal aditamento en la mano derecha, y planificó un inicuo golpe de Estado contra Espinosa, induciendo a varios jefes militares a cometer traición, especialmente a los Generales Julio Sáenz Fernández – Salvador y Secundino Darquea Iturralde, Jefes de las plazas de Quito y Guayaquil respectivamente.

En el periódico “La Estrella de Mayo” García Moreno propalaba que la candidatura de Aguirre Abad era urbinista por ser concuñado, es decir, casados con dos hermanas. Luego aseveró que la revolución de Urbina era inminente y no faltaron cándidos que lo creyeran, sobre todo en Quito. Así trataba de justificar lo injustificable, es decir, el golpe de estado que preparaba en secreto. Inclusive, se llegó al afrentoso caso de que algunos parientes del Presidente se prestaron para su atropello: su hermano José Modesto Espinosa quien ya giraba en la órbita garciana le propuso al Presidente que debía renunciar para evitar dicha revolución, lo mismo hizo el Nuncio y el dominicano italiano que le servía de confesor, etc. y a todos dijo que no, tras lo cual García Moreno, el 15 de Enero de 1869 envió a sus amigos de toda confianza Carlos Aguirre Montúfar y Agustín Guerrero Lizarzaburo a solicitarle nuevamente al presidente de la República que renuncie. Espinosa no aceptó, por el contrario, se indignó mucho, pero cándido como era, no tomó medidas, como hubiera sido lo más conveniente, de manera que García Moreno tomó los cuarteles entre la noche del 16 y la madrugada del 17 de enero de 1869 y mandó a decir al Presidente que se considere prisionero en su domicilio, que por ningún motivo debía abandonar sin su permiso. Los liberales tuvieron que esconderse para evitar vejámenes. Juan Montalvo se asiló primero y luego marchó al destierro en Ipiales y un negro manto volvió a cubrir la República sofocando todas las libertades cívicas bajo la tiranía despótica de García Moreno.

Tantas penurias morales provocadas por una revolución mala por inmoral le provocaron al noble presidente un estado de permanente insatisfacción del que no lograba sobreponerse y tan avergonzado quedó por la traición de sus íntimos familiares, que su antigua debilidad cardiaca se le agravó enseguida y falleció a los diecinueve meses, en Quito, el 4 de septiembre de 1870, en medio de la consternación conciudadana.

Entonces se dijo que había sido ilustrado, íntegro y probo, cristiano, cabal, bondadoso y abnegado hermano. González Suárez calificó la vergonzosa revolución que le derrocó de “injusta medida en su contra”, pues privó al país de dos excelentes mandatarios: Espinosa que cesó y Aguirre Abad que no pudo ascender.