422. Cronistas Vitalicios: Modesto Chávez

Cuando falleció Camilo Destruge en febrero de 1.926 Modesto Chávez Franco ya lo había reemplazado en la Dirección de la Biblioteca y Museo y también tenía a su cargo la Revista Municipal,  tomó la palabra a nombre del Cabildo en los funerales y ocupó su presencia espiritual en las letras citadinas, pues para entonces tenía publicadas numerosas Crónicas del Guayaquil Antiguo en periódicos y revistas y su categoría de hombre de letras más que de historiador propiamente dicho, era aceptada y aplaudida.

En Chávez se daba más la condición de literato que de historiador al revés de Camilo Destruge donde el brillo de la literatura se encuentra opacado por la riqueza de datos, por el peso de la disciplina para entregar veneros de información perdida.

Ese año Chávez publicó su novela “Expiación de su estatua o el secreto de mi triunfo” y cuando llegó el año 30 y el Ecuador conmemoró el Centenario de la República, intervino en el Concurso abierto por la Municipalidad y presentó un tomo de “Crónicas del Guayaquil Antiguo” premiado con Medalla y Diploma y mereció el honor de salir en la Imprenta Municipal. Entonces José Gabriel Pino, que estaba muy enfermo, también recopiló sus “Leyendas y tradiciones de Guayaquil” y por compromiso con sus numerosos amigos más que le rogaban que por deseos de hacerlo, las dio a la imprenta y compartió los honores del centenario con Chávez Franco en homérica disputa. Ambos fueron los cronistas de esa loable fecha, pero aquí viene lo curioso y fue que la muerte abatió a Pino a los pocos meses llevándolo al sepulcro y la vida hizo lo propio con Chávez Franco, que salió despedido de la Biblioteca en 1.932 cuando una administración de estultos lo reemplazó con Carlos Matamoros Jara, dignísimo maestro dauleño, cronista igualmente de la ciudad por haber escrito esa obra tan valiosa “Las calles de Guayaquil,” mas, los siguientes concejales  repusieron a Chávez en la Dirección en 1.934 y aquí no pasó nada.

Poco después y con el dibujante José Antonio Hidalgo Checa popularizó los motivos punáes e inició la publicación de la Biblioteca Guayaquil con “Selección de Obras de autores ecuatorianos”, loable esfuerzo que continúo por espacio de algunos años.

En 1.939 se editaron “Átomos Negros” o herejías contra el sentido común, con sus artículos aparecidos en El Guante bajo el título de “Síntesis sin tesis” y que tratan sobre fenómenos ocultistas y magnéticos, prácticas espiritistas y otras manifestaciones de la parapsicología a la cual Chavez Franco era muy dado y tanto, que de él se cuentan anécdotas verdaderamente regocijantes, como aquella que habiendo consultado a una afamada médium sobre la ubicación de las tumbas de los conquistadores, dicha señora lo mandó a que suba el cerro del Carmen y hasta le dio ciertas señas o derroteros y por más esfuerzos que hizo el Cronista no pudo encontrar.

Por esos tiempos era una manía en nuestros historiadores subir al cerro, Pino Roca en una de sus tradiciones habla de la cueva encantada que se abre y se cierra cada cien años y del pozo que se traga a las personas; es decir, toda una serie de leyendas que se repetían sobre nuestros cerros desde la colonia y que para 1.930 todavía existían vecinos que las conocían y contaban.

En 1.936 editó “Reflexiones para los encarcelados” y comenzó a escribir sobre el Cuerpo de Bomberos al que se sentía muy unido por el recuerdo afectuoso de su padre, legionario de otros tiempos que hasta llegó a comandarlo. Ya avizoraba su cercano fin y puso en orden varias necrologías que permanecían inéditas con el título de “Desde el andén o mis hasta luego a quienes tomaron trenes anteriores al mío,” su “Misceláneas” con producción teatral y literaria que pasó a poder de su hijo Raúl. El 38 la Asamblea Nacional Constituyente lo declaró “Ciudadano Ilustre de la Nación;” sin embargo, el viejito no cambió por ello sus costumbres y seguía saliendo a pie de su casa a su trabajo, saludado por todos, querido por muchos y no odiado ni envidiado por ninguno.

En 1.940 dio a luz “Biografías Olvidadas” salvando el recuerdo de varias vidas ilustres y para el 44, después del 28 de mayo que hubo una renovación en el ambiente y con la subida del Dr. Rafael Mendoza Avilés a la presidencia del Concejo Cantonal, se expidió una Resolución ordenando la publicación de las Crónicas, que aparecieron tres años después, el 47, en dos gruesos volúmenes conteniendo el primero las propiamente históricas y el segundo las literarias o periodísticas.

En 1.948 perdió a su esposa y comenzó a sufrir del corazón. Entonces dijo “Moriré con el auxilio de mi propia conciencia” pues sinceramente creía que el espíritu era una derivación de la materia. El 51 recibió achacoso la “Estrella de Octubre de Primera Clase” que le otorgó el Cuerpo de Bomberos en agradecimiento por haber escrito su Historia y habiéndose agravado su condición cardiaca, falleció tranquilamente y de casi de ochenta años, el 14 de mayo del 52, siendo su sepelio con Capilla Ardiente en el salón de la ciudad. El Concejo pagó los gastos pues ésa ha sido la costumbre de nuestra Municipalidad cuando mueren sus Cronistas. Pocos meses después salió su obra sobre el Cuerpo de Bomberos.

De joven había escrito versos decadentes, unos románticos, otros jocosos, sin faltar los de tinte social y por ello se le considera uno de los precursores del modernismo en el Ecuador, antes se había metido en líos políticos contra el progresismo siendo perdonado la primera ocasión por la mediación de Dolores Sucre, amiga de su padre, quien argumentó que era un chico de familia “antiquisima” en nuestra ciudad, años después sufrió una corta deportación al Perú. Feo de rostro pero gracioso en su trato y en sus escritos, alto, larguísimo y flaquísimo, ojos hundidos, amplia frente, gran inteligencia, estilo hermoso y nunca repetido, también dejó una “Gramática sin Maestros,” texto de enseñanza que no se ha publicado, aunque también sew le recuerda por malgenioso y hasta por migrañoso, ocasiones en que se encerraba en su cuarto con las cortinas bajas pues hasta la luz le mortificaba y el asunto duraba entre uno y dos días, pero al pasarle salía como si nada de su pieza y tan optimista como siempre.