PERIODISTA: Nació en Cuenca el 8 de octubre de 1928. Hijo legítimo del Dr. Luis Darío Espinosa Espinosa, natural de la población de Cañar, provincia de ese nombre, “los ojos verdes y muy pulcro, herencia de su madre. Generoso con los pobres, herencia de su padre. Católico y miembro de la Sociedad de Estudios Históricos y Geográficos del Azuay, pasaba los carnavales encerrado en retiros espirituales con los Redentoristas, en la iglesia situada frente a la casa de mi tía Encarnación que murió a los ciento ocho años. Estaba suscrito al periódico francés La Croix de la derecha nacionalista. Sostenía de su bolsillo una obra de regeneración de los presos de la cárcel en el parque de san Sebastián, en donde funciona ahora el Museo de Arte Moderno El miércoles 18 de Julio del 33 fue a la cárcel, donde había un brote de tifus exantemático, a ayudar a bien morir a un preso al que ningún sacerdote se prestó a asistir por miedo a un contagio. A la semana mi padre moría de tifus, atendido por su hermano menor el médico y guapísimo doctor José Justiniano Espinosa. Era de profesión abogado, laboraba en una escribanía y había recibido en herencia alguna parcela de tierras de pan llevar, lector empedernido y silencioso, me dejó un pequeñísimo puñado de recuerdos; y de Blanca María Cordero Crespo, cuencana de mucho humor y católica de Cofradías, hija del ilustre escritor, ingeniero e inventor Octavio Cordero Palacios, cuya biografía consta en este Diccionario.
Los Espinosa Cordero fueron tres mujeres y dos hombres (nuestro biografiado y un sacerdote en Cuenca) De las mujeres dos permanecieron solteras y una casada y madre del escritor Eliecer Cárdenas Espinosa, autor de la novela “Polvo y Ceniza”.
Huérfano antes de cumplir los cinco años, recibió las primeras letras en el Orfelinato de San Vicente de Paúl y en la pequeñísima biblioteca que había sido de su padre, compuesta de obras de historia y geografía se inició en la lectura, sobre todo le agradaba adivinar del francés a través del periódico La Croix.
Cursó la primaria en la escuela San José de los Hermanos Cristianos, saltándose el segundo grado porque “leía de corrido, bien y con sentido”, en la revista “Travesuras” de esa escuela publicó un artículo suyo cuando estaba en el sexto grado, titulado “La cúpula de la nueva Catedral”.
Siguió la secundaria en el pensionado Rafael Borja de los Jesuitas de Cuenca. Su tía Enriqueta, madre de Nela Martínez, le prestaba novelas Víctor Espinosa, con quien pasaba vacaciones, tenía la colección completa de Leoplan de la editorial Sopena, y acolitaba diariamente la misa en el orfelinato Miguel León de las madres de la Caridad por cinco sucres mensuales.
Desde el cuarto curso daba clases a quienes iban a ingresar al Colegio de los jesuitas en Cuenca e igualaba a estudiantes de primaria y de los primeros años de secundaria, empleando el dinero en adquirir libros, de manera que formó una pequeña biblioteca cuando se graduó de Bachiller a los diecisiete años en 1946 tras huronear en los libros y papeles históricos de su abuelo Cordero que estaban en su casa en poder de su madre, quien leía mucho y treinta años más tarde revisó el manuscrito de “Polvo y Ceniza” obra cumbre de su nieto Eliecer.
A la Compañía de Jesús ingresó motivado por el ejemplo de su padre pues cierto día, antes del grado, le dijo al Superior del Pensionado Borja que quería hacerse jesuita y fue embarcado en un avión de Panagra hacia Quito el 12 de septiembre. Su madre le había dicho: Si no te enseñas, volverás nomás.
En el Colegio San Ignacio de Loyola de Cotocollao realizó el Noviciado hasta el 48 en que tomó sus primeros votos. Hasta el 50 siguió el Curso de Humanidades Clásicas con el padre Aurelio Espinosa Pólit y permaneció en Cotocollao tres años más trabajando de profesor secundario en el Colegio Loyola, al frente de las cátedras de Gramática Castellana e Historia Universal y como Inspector en los primeros cursos. Del 53 al 56 estudió Filosofía en el Colegio Máximo de San Gregorio adscrito a la Universidad Católica de Quito que ya por entonces gozaba de una justa fama en toda Latinoamérica. Llevaba una vida metódica y de estudio, escribió un trabajo sobre el Quijote, hoy perdido, como disertación en un acto público. Tuvo entre sus compañeros a Fernando Cardenal de Nicaragua, a Ignacio Ellacuría el mejor teólogo centroamericano hasta su martirio y muerte, a Rutilio Grande cuyo asesinato en el Salvador conmovió tanto a Monseñor Oscar Romero, que motivó su conversión para abrazar la causa de los pobres.
El 56 obtuvo el grado de Licenciado en Filosofía en la Universidad Católica y de allí en adelante estudió cuatro años de Teología en The Divinite School de la Universidad de San Luis, Missouri y en el St. Marys de Kansas. Ya era un polígloto pues hablaba inglés, francés, italiano, latín y su lengua nativa el español.
En 1960 viajó a Gante a seguir el segundo Noviciado y hasta sirvió dos meses una Capellanía en Alemania, de allí partió a Roma a sacar un doctorado en la U. Gregoriana sobre Teología Espiritual pero el 61 fue llamado a Quito de urgencia para reemplazar al padre Juan Espinosa Pólit en la cátedra de Filosofía, accidentado en una motocicleta y operado del cerebro. Por esa razón no pudo terminar su tesis sobre el interesante como erudito tema medioeval “Los símbolos místicos en San Pedro Damián”.
En Quito siguió un postgrado en Teología Ascética y Mística en la facultad de Filosofía de los jesuitas pues le estaban preparando para formar a los jóvenes estudiantes residentes en Quito y que provenían de las provincias de la Orden en Centroamérica, Venezuela, Bolivia y Ecuador, por eso llegó a convertirse en el paño de lágrimas y en el que daba los consejos y criterios y en esas prácticas empezó a auxiliarse con charlas y pláticas que escribía en seis páginas y a doble espacio dos veces al mes, para consumo de sus pupilos en el Colegio Máximo de San Gregorio, “que tengo recogidas pero no publicadas y totalizan unas mil páginas y a las enfermeras dí un curso de Deontología Médica durante ocho años”.
Era un Jesuita responsable y cumplidor pero en el lapso comprendido entre 1963 y el 69 ocurrieron cambios fundamentales en la Compañía y en el mundo católico en general, originados por las resoluciones del Concilio Vaticano II y en la Declaración de los Obispos en Medellín que habían desatado vientos huracanados de auto crítica y reflexión. “El trato con los jóvenes me fue enseñando que debía darles contactos con la gente pobre para que pudieran comprender el mundo y sus necesidades más inmediatas y empecé a cuestionar la falta de sentido histórico de la Compañía, pues estábamos formando jesuitas para la eternidad y no para el momento y la época, y los criterios que se aplicaban eran irreales por ser trasuntos de un pasado cada vez más lejano”.
“Entonces decidí llevar anualmente y en los meses de vacaciones, a cuarenta estudiantes a Guayaquil, a trabajar de obreros en diferentes fábricas del puerto y esto lo hice dos años, experimento que no fue bien visto por los padres antiguos. Enseguida ocurrió el incidente del padre Camaratta a quien había sancionado el Nuncio Ferrofino a salir del país. Unos estudiantes de la Universidad Católica lo escondieron sin que yo lo supiera en el Colegio de San Gregorio, pero después tuvimos que ayudarlo por caridad cristiana, pues Camaratta no contaba con medios para su manutención y cuando se conoció nuestra humilde participación en el asunto, se me acusó de quitar la fe a los jóvenes y hasta me retiraron del cargo. Yo pedí que me mandaran a trabajar a un suburbio pero en cambio me destinaron a confesar señoras en la residencia de los Jesuitas y allí estuve un año oyendo naderías. Luego pasé a la casa de al lado como Jefe de Redacción de la revista “Mensajero del Corazón de Jesús” de los jesuitas y con el padre Luis Eladio Proaño, después Director de la Ciespal, cambiamos los temas de piedad por otros de crítica social que gustaron más y hasta logramos un aumento considerabilísimo en la circulación, ardiendo Troya cuando publiqué “La monja ecuatoriana: lastre o esperanza” o cuando apareció otro sobre asuntos taurinos titulado “Dolorosa versus Jesús del Gran Poder” pero eso significó otro problema serio. Simultáneamente el padre Marco Vinicio Rueda me nombró Director de Planificación de los Jesuitas en el Ecuador, para aplicar las normas y preceptos del Vaticano II y tuve la pretensión de tratar de sacar parcialmente a los jesuitas del plano educativo y llevarlos al social, pero no me aceptaron los planteamientos y me retiré en 1972, a los cuarenta y cuatro años de edad y veintiséis en la Compañía de Jesús. El rompimiento fue muy duro pero se realizó con decencia y seriedad y con todos los permisos de ley, que me fueron concedidos generosamente para mi secularización”.
“Libre pero sin medios económicos ni experiencias, busqué trabajo en los Avisos Clasificados del Comercio y concursé para una de las siete plazas disponibles como profesor de Gramática de los miembros del Cuerpo de Paz y gané una de ellas con cinco mil sucres mensuales de sueldo. Allí permanecí nueve meses, hasta que Ricardo Muñoz Chávez me llamó porque estaba formando el Instituto de Crédito Educativo y Becas IECE a que trabajara como Director delDepartamento de Becas. Entonces, contando ya con un mejor sueldo, contraje matrimonio con Ana María Jalil Zapata, a quien conocía desde que había sido mi alumna en la Universidad y hemos tenido un matrimonio estable y feliz y dos hijos”.
“El 74 renuncié en el IECE porque me llamó la Universidad Católica a dirigir la planificación General de Estudios bajo un proyecto auspiciado por la Organización de los Estados Americanos OEA, Luego me solicitaron que me quedara como Profesor a tiempo completo. El 77 el Dr. Rodrigo Espinosa me llevó a trabajar en las celebraciones del Cincuentenario de fundación del Banco Central del Ecuador y seguí a medio tiempo en la Universidad. El 78 fundamos el Centro de Investigación y Cultura del Banco Central del Ecuador como una prolongación de los planes del Banco en esa área de labores. El 83 fundé la revista Cultura que dirigí hasta el No. 13 y tuve numerosas experiencias y muchas satisfacciones como programador y realizador cultural”. Esta fue quizá su mejor época pues hizo obra tenaz y valedera.
“Desde el 81 el Dr. Espinosa me había llevado a dirigir el Suplemento dominical de El Comercio y el 83 decidí trabajar a tiempo completo en ese Diario, por eso renuncié al Central y me dediqué al periodismo; mas, al iniciarse la campaña electoral, tuve que salir de El Comercio tildado de anti Febres corderista y pasé al Diario Hoy, escribiendo tres veces a la semana dos artículos serios para la página del Editorial y uno medio en broma que he titulado Cajón de Sastre, con noticias de la actualidad política en tono entre serio y festivo y que ha adquirido una gran popularidad entre los lectores del país”.
“El mismo año 83 Abelardo Pachano me consiguió la Dirección de Publicaciones del CIC del Banco Central y poco después pasé a Comisión de servicio como Asesor de la presidencia de la República, donde di forma a la edición de los Discursos del presidente Dr. Oswaldo Hurtado, pues él no tenía tiempo para hacerlo personalmente”.
“En Enero del 84 fui sacado del Banco Central por retaliaciones políticas, pero el Tribunal Contencioso Administrativo falló a mi favor y fui legalmente resarcido del despojo”.
“En Abril del 85 empecé a dirigir la revista Chasqui, órgano del Centro Latinoamericano para estudios de
Comunicación Social de la UNESCO, y en la CIESPAL tomé a cargo la conducción de algunos cursos. En febrero del 88 el Consejo Latinoamericano de Iglesias Clai, organismo ecuménico de cien iglesias e instituciones protestantes que buscan la unidad cristiana, me trajo a sus oficinas en Quito.” Ese año escribió un tratado de Redacción Periodística para la Ciespal. (Centro Internacional de Periodismo para América Latina)
Fue designado Vicepresidente de la Asociación de Escritores Cristianos del Ecuador y continuaba dictando una cátedra en la Universidad Católica. En 1992 trabajó para la Editorial Norma “Escribir sonriendo” libro ortográfico en lenguaje cotidiano.
I cuando se creó la Comisión Anticorrupción formó parte de ella. El 2002 reunió su serie sobre los Presidentes del Ecuador aparecida en la Revista Vistazo y la editó en forma de libro, el 2004 sacó otra serie sobre grandes escritores de la Patria.
Durante el régimen absolutista del Presidente Correa se integró al movimiento “Ciudadanos para la Justicia” que trata de impedir los métodos fascistas. El 2011 fue coautor de la obra “Los más bellos cuentos del poeta”. El 2012 recopiló ciento veinte y cuatro artículos suyos publicados en la prensa capitalina desde 1988 y salió “Vine, vi y linché” título bastante pomposo pues el humorismo de Simón nunca ha sido ni chistoso ni contundente, debido a la carga de seriedad que pone en todas sus creaciones. No tiene vena de humorista.
En septiembre ascendió a miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, ya era Correspondiente desde el 2010 y las Escuelas Politécnicas del Ecuador le concedieron el doctorado Honoris Causa por sus escritos periodísticos de muchos años.
El 2014 editó un libro con sus mejores columnas. Era un escritor versado e interesado en todo lo concerniente al vivir diario del país, por eso sus escritos eran buscados, ilustraban y abrían nuevas vías al conocimiento de los hechos. Jamás se circunscribía solamente al comentario horizontal y despersonalizado, ni había puesto su pluma en almoneda para agradar a los déspotas. En ocasiones recurría al humor solamente para deleitar.
En septiembre del 2017 al fallecimiento de Hernán Rodríguez Castelo fue designado subdirector de la Academia de la Lengua.
Alto, macizo y corpulento, de tez tostada, amplio bigote y pelo lacio y negro. Se definía como un hombre tímido que al hablar usaba los términos con propiedad y pausadamente. Cargado de espalda pero ágil y de movimientos rápidos. Su carácter serio y al mismo tiempo franco y sus modales sencillos. La conversación sin reticencias, clara y versátil.
Su figura adquirió talla principalmente en Quito durante el gobierno de la Reconstrucción Nacional del Ing. León Febres Cordero a quien hizo activa oposición.