PROCER DE LA INDEPENDENCIA – Nació en Guayaquil y fue bautizado en la iglesia Matriz el 8 de Septiembre de 1791. Hijo legitimo del Capitán de Milicias Juan Bautista de Elizalde y Echegaray, natural del lugar de Lecaroz en Viscaya, venido a Guayaquil donde fue Alcalde Ordinario y Regidor Perpetuo del Cabildo, Superintendente de Obras Públicas y Alcalde de la Santa Hermandad, y de la guayaquileña María Josefa de Lamar y Cortázar, hermana del Gran Mariscal José de Lamar y Cortázar, 1er. Presidente del Perú, y sobrina nieta del Dr. José Ignacio de Cortázar y Lavayen, Obispo de Cuenca. El tercero de una familia de seis hermanos. Poco se conoce sobre su educación, suponiéndose que debió estudiar en el Colegio Seminario de Guayaquil fundado por su pariente el Obispo Cortázar en 1817. Para la revolución del 9 de Octubre de 1820 tuvo una activa participación en la toma pacífica del cuartel con de los oficiales cuzqueños del batallón “Granaderos” y era de su propiedad la balandra que salió de Guayaquil hacia el norte llevando al mensajero que participó a Bolívar la grata nueva del movimiento revolucionario, de donde se desprende que Elizalde estaba dedicado al negocio de cabotaje entre los pueblos costeros del Pacífico. El 20 de Noviembre, combatió en la primera batalla de Huachi con el grado de Ayudante Mayor a las órdenes del Coronel Luis Urdaneta, donde cayó prisionero su hermano menor Antonio de Elizalde.
Tras la derrota elevó un parte a la Junta de Gobierno de Guayaquil, que condujo al enjuiciamiento de los Jefes y Oficiales y el puerto se aprestó a defenderse de una inminente invasión realista, que no se produjo por la pronta llegada de las lluvias en Diciembre.
Entretanto había sido destinado a las zonas fronterizas de Zapotal y Sabanilla, las de mayor peligro, pues por allí se suponía que debían bajar las tropas realistas de Quito y en tales circunstancias recibió la comisión del presidente de la Audiencia, para entregar un pliego al Dr. José Joaquín de Olmedo, ofreciéndole entrar en Tratados.
En la entrevista que sostuvo con Olmedo fue nominado para reemplazar al Sargento Sebastián Pinilla, que adiestraba a los campesinos y voluntarios de Manabí con el fin de remitirlos a Guayaquil como milicianos. Elizalde recibió el título de Comandante Militar interino, viajó a Portoviejo y consiguió cinco Sargentos para la práctica de los ejercicios militares obligatorios los domingos y días de fiesta y con buenas maneras y medidas menos drásticas elevó considerablemente al entusiasmo del elemento civil por la independencia; sin embargo, la situación no se presentaba favorable a los patriotas y el 25 de Agosto de 1821 surgieron en Portoviejo infundados rumores de que los realistas habían ocupado Babahoyo y Baba y amenazaban por la vía Zapotal y Palenque. Entonces Elizalde organizó las defensas urbanas y con las autoridades del lugar constituyó el batallón “Olmedo de los decididos de Portoviejo” y hasta consiguió algunas erogaciones para su manutención. Poco después cobró un tercer empréstito entre el vecindario y recibió trescientos fusiles de la Junta de Gobierno guayaquileña, armando al resto de la caballería con lanzas, como era usual por entonces.
En Noviembre envió una compañía a Daule y mantuvo pendencias a causa de un agravio que le infirió el Alcalde de Montecristi Domingo Romero, pero el incidente no prosperó debido a la enérgica actitud de Olmedo, que los amenazó por escrito con hacerlos juzgar por un Consejo de Guerra. Ya había alguna tropa colombiana en Portoviejo, enviada por Sucre. El 16 de Diciembre encabezó con el Cabildo y el Cura de Portoviejo Dr. Manuel Rivadeneyra, el movimiento militar que pidió en esa ciudad la incorporación a Colombia. El golpe fue secundado por las guarniciones de Montecristi y Jipijapa y por las tropas colombianas, pero Sucre dio pié atrás en Guayaquil debido a la incierta situación militar reinante por esos días y dicha revolución no prosperó.
En Enero de 1822 debía incorporarse a las tropas que subirían a combatir en la sierra y hasta fue reemplazado en la Jefatura por el Comandante Matías Tirapeguí, conocido por sus ideas peruanófilas; mas, a última hora, Bolívar decidió que se quedara para seguridad de los intereses colombianos.
Después de la batalla del Pichincha regresó a Guayaquil con permiso y el día 23 de Julio de 1822 estuvo entre los primeros seis firmantes de la petición al Cabildo para la incorporación a Colombia. Gozaba de la entera confianza del Libertador, quien le designó Juez Político de la Provincia de Portoviejo y ofreció ascenderle a Gobernador cuando se creare la provincia de Manabí en el Departamento de Guayaquil, lo que ocurrió por la Ley de División Territorial de Colombia del 25 de Junio de 1824. El Ministro del Interior José Manuel Restrepo, remitió al Intendente de Guayaquil General Juan Paz del Castillo, el nombramiento de Gobernador para Elizalde y el de Asesor vino en blanco, para que se llene con el nombre de la persona más apropiada, designación que recayó en el Dr. José Padilla.
Elizalde había procreado una hija natural en Portoviejo y cuando regresó el 22, lo hizo casado con la joven guayaquileña Tomasa de Vera y Mizpireta, nacida en 1805, quien prohijó y crió a esa criatura. De su matrimonio nacieron varios hijos destacando José Domingo Elizalde Vera, ilustre patricio, periodista y hombre público, que casó con Rosa Elvira Salcedo y Espinosa, de Guayaquil y no tuvo sucesión.
A principios de Diciembre de 1824 se posesionó de la Gobernación de Manabí y dictó un decreto para rematar los terrenos comunales con los que pensaba abonar los sueldos atrasados de la burocracia y la tropa. En Marzo del 25 practicó el reparto de los diez electores manabitas y realizó el primer censo en la provincia. En Mayo suprimió en Portoviejo el convento menor de La Merced que había quedado abandonado. Ese mes Jipijapa y Montecristi fueron elevadas a la categoría de Villas.
En Julio decretó regocijos por las victorias de Junín y Ayacucho y pidió que se reabriera el puerto de Manta al comercio con el norte del Perú y otros lugares del Pacífico, pero por falta de armonía con el gobierno central de Colombia renunció en Enero del 26, entregó las oficinas al Coronel Miguel Delgado el 16 de Abril siguiente y retornó a Guayaquil donde todo se aclaró favorablemente y procedió a posesionarse en las funciones de Juez Marcial, al poco tiempo volvió a Manabí y reasumió el mando, limada las asperezas que mantenía con las autoridades del puerto principal.
Ese año comenzó la dictadura de Bolívar, el General Páez la rechazó en Venezuela y la situación se tornó crítica, al punto que el Libertador debió trasladarse a Caracas donde se produjo la reconciliación de ambos Jefes, mientras la Vicepresidente Santander se ponía a la cabeza de la oposición en Bogotá.
En el sur de la Gran Colombia el partido bolivariano se empezaba a debilitar y el 26 de Enero de 1827 el Teniente Coronel José Bustamante se insurreccionó en Lima con la tercera División Colombiana y contando con el apoyo del gobierno peruano que quería desprenderse de esas tropas foráneas, y Bustamante preparó viaje a Guayaquil con el Batallón Rifles, dos Compañías del Caracas y un escuadrón de Caballería que también se sumaron pues sus miembros ambicionaban regresar a sus tierras nativas del norte.
En Guayaquil se recibió la noticia sin oposición pues los abusos de las tropas colombianas habían creado un mal ambiente al gobierno. El 20 de Noviembre Bustamante había logrado que los hermanos Francisco y Antonio de Elizalde plegaran al movimiento. Antonio sublevó a la guarnición de Guayaquil y tomó presos a algunos Jefes y Oficiales. Francisco abrió las puertas de la provincia de Manabí para que pudieran desembarcar las tropas en esas costas y junto a Bustamante se dirigió sin oposición alguna a Guayaquil, mientras su tío el General José de Lamar era designado por el Cabildo para Jefe interino del Gobierno de la Provincia, hasta que el poder ejecutivo nombrara otro en propiedad. El gobierno peruano apoyó el movimiento secesionista pensando que Guayaquil se anexaría al Perú, se ordenó el bloqueo del golfo y el comercio de la ciudad empezó a paralizarse. El 16 de Abril Francisco de Elizalde ocupaba el puerto principal con Bustamante, quien siguió rumbo a Cuenca con el grueso de las tropas y la ocupó sin resistencia. Esta división de fuerzas les sería con el tiempo fatal.
El General Juan José Flores había sucedido en la Jefatura Superior del Departamento Sur al General Gabriel Pérez, de inmediato movilizó sus tropas hacia Guayaquil y en el mes de Julio se dieron algunos combates en la región de Daule, que le fueron favorables. La mayoría de las familias guayaquileñas salieron hacia los campos comarcanos en busca de protección. Lamar, que se había desplazado con tropas hacia Daule se replegó a Guayaquil y fue llamado a Lima a asumir la presidencia de la República del Perú, pero antes de ir designó a Diego Noboa Arteta y a José Domingo de Santisteban como delegados ante Flores para pactar la paz y confidencialmente se convino con Flores en que continuarían en Guayaquil las autoridades seccionales designadas por la Municipalidad, que las tropas floreanas se retirarían a Quito y que en el caso de que la Convención de Ocaña acepte la renuncia de Bolívar, ambas fuerzas colaborarían para que el Departamento Sur de la Gran Colombia formase una República independiente. Entonces Flores bajó a Guayaquil y se entrevistó con Lamar que ya partía a Lima.
La Municipalidad convocó a una Asamblea de Ciudadanos y ésta acordó declararse por la forma del gobierno Federal, designó a Diego Noboa para las funciones de intendente del Departamento y confirmó al Coronel Antonio Elizalde en la dirección de las tropas. Juan Francisco, en cambio, siguió como Jefe de uno de los cuarteles y participó activamente en los sucesos que con posterioridad se produjeron, tales como el nuevo bloqueo del golfo de Guayaquil en Septiembre de 1828 por parte de la armada peruana, la ocupación de la ciudad en Enero de 1829 y su devolución a Colombia a fines de ese año, como consecuencia de la batalla de Tarqui y de la campaña de Buijo, que el Libertador dirigió personalmente desde su cuartel en Samborondón.
En 1832 vivía en Guayaquil y a la muerte de su tío el General José de Lamar heredó una parte de la gran hacienda Buijo en el cantón Samborondón. El 33 el Congreso ecuatoriano invistió al presidente Flores de las facultades extraordinarias y Elizalde se alejó a Lima con otros políticos y militares que fueron considerados de cierta peligrosidad. Allí vivió varios meses y casi a fines de año regresó de incógnito y tomó parte en la revolución de los Chihuahuas en favor de Vicente Rocafuerte. Posteriormente se trasladó al cuartel general en Puná y al producirse la captura de Rocafuerte y su pacto con Flores, se sintió defraudado por este hecho que consideró una traición y junto a otros Chihuahuas se pasó al bando rebelde de la sierra, acaudillado por José Félix Valdivieso y el General Isidoro Barriga.
En enero del 35 combatió en las pampas de Miñarica cerca de Ambato y salvó milagrosamente la vida pues fue perseguido muy de cerca por un grupo de lanceros del General Otamendi. Nuevamente en Guayaquil viajó de incógnito a Lima y cuando a fines de Septiembre su hermano Antonio reanudó las hostilidades por la frontera sur, en la zona de Santa Rosa, le acompañó en dicha aventura militar pero fueron derrotados cerca de Taura y tuvieron que repasar la frontera y reinstalarse en Lima..
En 1839 al finalizar el gobierno de
Rocafuerte, se acogió a un indulto general y regresó a Guayaquil. Estaba viudo, su esposa había fallecido en Guayaquil el 5 de Septiembre de 1832, a consecuencia de un mal parto, y con su economía destruida. Desde entonces compartió su tiempo entre la vida de la ciudad y el cultivo del campo en Buijo, de vez en cuando se le veía acoderar en el Malecón de la ría. Era un militar de porte marcial, de continente robusto, alto y enjuto, que en su trato cortés demostraba inteligencia y mucha dignidad.
En 1845 fue designado Administrador del ramo de sales de la República con domicilio en Babahoyo. En Marzo de 1847 concurrió en Lima – en representación de su familia – al traslado de los restos mortales de su tío el Mariscal Lamar a la iglesia de San Judas Tadeo del Callao, restos que posteriormente fueron depositados en el solemne mausoleo que el gobierno del Perú levantó en el cementerio Presbítero Maestre de Lima.
De pocas palabras, serio casi de continuo, se preocupó de la educación de su hijo José Domingo y le consiguió excelentes pedagogos. Así fueron sus últimos años, que los pasó tratando de reponer su economía. Poseía una casa solariega y espaciosa en el barrio del Bajo muy cerca de la iglesia y convento de la Merced, donde falleció el 16 de Junio de 1861, a la edad de sesenta y nueve años.
Uno de los medallones de bronce de la columna del Centenario de la Independencia tiene su busto y una parroquia de la Provincia del Guayas lleva su ilustre nombre.