EICHLER ARTURO

CONSERVACIONISTA.- Nadó en Berlín, capital de Alemania, el 27 de Marzo de 1911. Hijo legítimo de Bruno Eichler, empleado del Deustch Bank y de Albertina Berdt, naturales de Leipzig en Sajonia y de Thorn en la Prusia Oriental, respectivamente. Luterano él y ella católica, y ambos de situación económica acomodada.

El segundo de tres hermanos que vivían en una casa propia situada en la Lohmulen strasen de Berlín, En 1914 su padre se ausentó a pelear al frente ruso durante la I Guerra Mundial y el 17 fue trasladado al frente francés, donde fue herido y devuelto a casa, reintegrándose a sus funciones bancarias. Entonces volvieron a tener situación estable, a pesar que después ocurrió la terrible inflación de la postguerra.

Realizó su primaria en una escuela pública y en 1921 comenzó la secundaria en el colegio “Real Schulen Noukolen” de Berlín y se graduó de Bachiller en 1926 hablando inglés y francés con fluidez.

Durante las vacaciones visitaba la finca de un tío y una hacienda en Prusia, de propiedad de un amigo de su padre; pues desde muy joven amó la vida campestre y disfrutó de la naturaleza. Buen deportista, tenía un yate para pasear por los lagos de Berlín y durante los inviernos esquiaba en los Alpes del Tirol. También formaba parte de un equipo amateur de tennis, deporte que practicó por muchos años.

En 1926 entró de aprendiz a sueldo en la casa “Otto Elsner” y le enseñaron todo lo relacionado con el manejo de una imprenta, linotipos y litografías. Por las noches asistía a la escuela “Kurstgerwerbe Schulen” para aprender Composición, Dibujo artístico y otras artes menores, útiles a la litografía, pues se estaba preparando para ser un buen profesor en escuelas de Artes y Oficios.

En 1930 egresó y enseguida pasó a trabajar para varias empresas editoras componiendo y diagramando revistas ilustradas, para las que también escribía artículos de viajes y así, apoyado por sus padres, se mantuvo hasta Marzo, del 33, que ascendió Hitler al poder y comenzó la persecución de judíos y de alemanes disidentes.

Entonces le tocó presenciar numerosos abusos de fuerza en las calles y algunos de sus amigos y conocidos fueron hostilizados por no compartir el ideario nazi. También se organizaban grandes fogatas de libros en las plazas públicas, donde se quemaron miles de volúmenes escritos por judíos como Freud y Einstein.

Eichler jamás intervenía en política, pero no podía tolerar tamaños desmanes, por eso, prácticamente empujado por las circunstancias, integró un grupo cívico alemán que imprimía propaganda antinazi en forma clandestina y por demás peligrosa. Muchos de sus miembros fueron apresados por la Gestapo y nunca más se supo de ellos, otros pudieron salir en libertad pero muy golpeados y poco a poco la situación se fue tornando cada vez más opresiva, al punto que de acuerdo con sus padres decidió abandonar Alemania.

El 35 se le presentó la oportunidad, pues su equipo de tennis fue invitado a jugar en Basilea, Suiza. Así pues, se despidió de los suyos con gran dolor ya que no se sabía cuando podría volver a verlos (1) y una vez en Suiza, se separó del equipo y viajó a visitar a unos parientes.

De Suiza siguió a Génova, en el norte de Italia y habiendo sido recomendado por un amigo húngaro propietario de un Salón de Modas de Berlín, a una dama alemana traductora del Consulado ecuatoriano en esa capital quien tuvo la amabilidad de darle cartas de presentación al personal del consulado ecuatoriano en Génova, donde le extendieron la visa sin ningún problema y viajó en el trasatlántico “Oracio” de la “Compañía Italiana de Navegación” hasta Guayaquil, de allí pasó al Puyo, donde vivía Deszo Farkas hermano de un amigo húngaro, con cuatro alemanes y un austríaco, como simples colonos, realizando labores agrícolas.

(1) Sólo pudo regresar a Alemania veintiún años después, a tiempo para ver a su madre muy ancianita; su padre había fallecido el 45 en Berlín, al final de la II Guerra Mundial y en medio de la destrucción circundante. Entonces se enteró que el 35, con motivo de su salida de Alemania; por dos ocasiones la Gestapo había sometido a su padre a severos interrogatorios, acusándole de cómplice en la fuga, pero que luego los habían soltado.

Un año y tres meses después, al darse cuenta del fracaso de ese proyecto, regresó a Guayaquil el 36, aquejado de paludismo pero hablando y escribiendo perfectamente el español; y por sus conocimientos en otros idiomas consiguió trabajo en el departamento de distribución de películas de Jaime Puig Arosemena con trescientos sucres mensuales de sueldo, como escritor de cartas comerciales y traductor del

inglés; el 38 pasó a la imprenta de Giovanny Moncagatta con seiscientos sucres y fue pionero en la impresión de cheques con fondos de seguridad y en otros trabajos de tramas similares.

Mientras tanto vivía en un departamento alto de la casa de los herederos de Jaime Puig Verdaguer en Víctor Manuel Rendón entre Pedro Carbo y Panamá y había adquirido una pequeña finca al pié del mar entre Data y Posorja y cuando ya pensaba seriamente en establecerse para siempre en Guayaquil, sufrió un grave ataque de paludismo pernicioso y el Dr. Herman Parker le ordenó viajar a la sierra.

Vendió sus bienes, se instaló en Quito y el Dr. Galo Ballesteros le trató con los nuevos productos salidos poco antes de la II Guerra Mundial, como la Atesina y la Plasmaquinina, hasta dejarlo totalmente sano.

El 39 suscribió un contrato con su amigo Manuel Mantilla, a quien había conocido en el negocio de las películas, adquirió las ediciones para provincias de El Comercio y Ultimas Noticias y las distribuía diariamente a través del tren, buses y aviones por todo el país, de suerte que manejó por muchos años el Departamento de Circulación de ambos periódicos.

Mientras tanto había proseguido su vida aventurera iniciada en Europa viajando por los rincones más apartados del Ecuador, escalando sus volcanes y nevados y escribiendo sobre ellos. En Julio del 47 coronó la cima del Chimborazo con Ricardo Wagner y Horacio López Uribe, fotógrafo colombiano mejor conocido por “Robinson” que se convirtió en su inseparable compañero y amigo. En Septiembre realizó un extenso recorrido por las selvas de Santo Domingo de los Colorados con López y con el fotógrafo Rolf Blomberg. El 48 fue el año de mayores logros pues escaló hasta muy cerca de la cumbre del lliniza con López, Blomberg y Frank Crosby, pero al regreso padeció de ceguera por los reflejos de la nieve. Luego estuvo entre los indios Jíbaros y Yumbos del Oriente con José Sandoval, Jorge Carrera, N. Pazmiño y N. Araujo, miembros del Club andinista “Nuevos Horizontes” que acababa de formarse en Quito. Con ellos y Blomberg, López, Crosby y Per Sorensen escaló el volcán Cotopaxi, y en compañía de Ángel Pérez llegó al cráter del Tungurahua. El 49 realizó una extensa gira por las islas del archipiélago de las Galápagos. El 50 ascendió por segunda ocasión al Tungurahua con Ángel Pérez y Jean Morawieki.

Su columna de viajes y aventuras en el diario “El Comercio” de Quito se había tornado muy popular y era seguida por una gran cantidad de lectores. El Dr. Bruno Moritz, propietario de la “Librería Científica” de Guayaquil, se interesó para que recopilara dichos artículos, adquirió los derechos de publicación y los editó bajo el título de “Nieve y Selva en Ecuador” La obra apareció el 1 de Diciembre de 1952, en 132 páginas y otras tantas con fotografías en blanco y negro, edición de lujo, papel grueso, portada a todo color de Guayasamín y apéndice con temas varios como el Terremoto de Ambato, las montañas de los Llanganatis y el drama de la baronesa Wagner de Bousquet en las islas del archipiélago de Galápagos.

En poco tiempo la edición de 5.000 ejemplares se agotó en el país. Posteriormente el 55, apareció en New York la versión traducida al inglés por su autor y López Uribe, titulada: “Ecuador, snow, peaks and jungles” y el 70 salió la tercera edición, bilingüe inglés y español, impresa en Alemania. Hoy el libro es un clásico de las letras ecuatorianas y es casi imposible su consecución.

De él dijo Gerardo Chiriboga Granizo en el prólogo, que era un libro destinado a reenfocar ciertos aspectos casi olvidados de la realidad del país/ y de su autor expresó que poseía un estilo extraordinariamente agradable, abarcando temas y episodios genuinamente ecuatorianos, identificándose con las cosas y los hombres de la tierra que le dio acogida. “Narrador ameno, espontáneo y comprensivo, nos acerca a sus pintorescas y sabrosas aventuras en ascensiones y viajes, relievadas por numerosas y magníficas ilustraciones aportadas por él y sus compañeros”.

Eíchler, efectivamente se sentía ecuatoriano, no solamente porque nuestra geografía le tenía maniatado con sus encantos, sino también porque desde 1948 vivía felizmente casado con Isabel Iturralde Medina, con quien mantuvo un hogar modelo y feliz aunque sin hijos. Igualmente había adquirido en el barrio de La Floresta de Quito una hermosa villita que parecía de los Alpes Suizos. Todo, en fin, le llevaba a afirmar que el Ecuador era su novia y Alemania su madre, cuando he aquí que un grupo de amigos italianos le propuso expedicionar a la Guayana venezolana, que tenía una misteriosa selva virgen con indígenas que jamás habían entrado en contacto con el hombre blanco y la civilización. Así es que pidió permiso al diario El Comercio y viajó sólo a Venezuela.

La expedición duró desde Octubre del 53 hasta Marzo del 54 y fue todo un éxito, sus miembros recorrieron cientos de kilómetros de selvas impenetrables, hasta el sur del río Orinoco en la frontera con el Brasil.

En Marzo del 54 viajó su esposa a Caracas y allí se encontraron. Entonces un pariente de ella, Gustavo Forrero Tamayo, la presentó al presidente de la Comisión Nacional de Urbanismo de Venezuela, que le propuso a Eichler la planificación del sistema de parques nacionales y reservas naturales de ese país con todo el apoyo económico necesario para ello.

La oportunidad no podía ser más brillante y un extenso panorama de estudios y realizaciones prácticas se le abría por delante así es que no tuvo otra opción que aceptar, para lo cual viajó por tres ocasiones a Washington entre 1954 y el 57, las dos primeras para asistir a intensos adiestramientos en el Servicio de Parques Nacionales y la última en el Departamento de Agricultura.

El 56 regresó a Alemania y visitó a su madre, siguió a Varsovia y concurrió al Congreso de la “Unión Internacional para la conservación de la Naturaleza y de los Recursos naturales”. Posteriormente fue agraciado con funciones ejecutivas muy importantes en dicha organización, ha sido miembro de las siguientes comisiones: 1) De Planificación Ecológica, 2) De Suelos y Agricultura, 3) De Educación y 4) De parques nacionales, dictó conferencias magistrales en reuniones técnicas internacionales de alto nivel, para lo cual tuvo que ilustrarse mucho en esos temas, pero como siempre fue un lector e investigador incansable, con el paso de los años logró convertirse en autodidacta en materia de Conservación, ciencia que por su novedad e importancia constituye tema de enorme trascendencia para la sobrevivencia de la civilización en el planeta.

Entre el 54 y el 62 trabajó el proyecto de creación de los veinticinco parques Nacionales que originalmente tuvo Venezuela y aunque su oficina estaba en Caracas, viajaba mucho por el territorio de esa nación, como Asesor del Ministerio de Agricultura y Cría, y técnico en Parques Nacionales y Reservas Naturales, escribiendo al mismo tiempo numerosos artículos sobre la conservación del medio ambiente en “El Nacional” de Caracas.

En 1960 obtuvo el Premio Nacional de Conservación que anualmente otorga el gobierno venezolano, consistente en diez mil bolívares y diploma. Con dicho dinero viajó medio año por los parques nacionales de Ghana (antigua Costa de Marfil), Kenya, Tanzania (antes conocida como Tangañika), Etiopía y el Sudán. Durante esos meses llevó la representación de la “Unión Internacional por la Conservación” y de la “F.A.O” que es el Departamento de la ONU para la agricultura y la alimentación mundial. En Ghana le ofrecieron un contrato para realizar el censo de la fauna de sus parques Naturales, que lamentablemente no pudo aceptar por compromisos previos contraídos en Venezuela.

El 61 fue contratado por la Universidad de los Andes, situada en Mérida y editó “Nuestro país como naturaleza v obra humana” en 188 páginas y 5.000 ejemplares, considerada “la Biblia en materia de Conservación” por los estudiantes venezolanos, utilizada como texto en las Facultades de Ciencias Forestales de las Universidades de ese país. El libro recoge una serie de artículos que sobre Conservación del medio ambiente escribiera para la prensa.

El 62 publicó “La Historia de la Vida,” guía para la conservación de la Naturaleza como texto para los niveles de segunda enseñanza y comenzó a dictar la materia de Conservación y Ecología en la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Los Andes.

Entre el 65 y el 66 apareció también en Mérida la mejor de sus obras, titulada “Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales. Objetivos económicos, sociales y culturales. El pensamiento vivo del planeamiento ecológico. Sus principios y prácticas”, en dos volúmenes de 637 y 750 páginas respectivamente, en ediciones de 4.000 ejemplares cada tomo. La “Conservación” como ha dado en llamarse el libro, es su obra magna, clásica en esa ciencia pues el conservacionista norteamericano William Vogt ha dicho. “No he visto en ningún idioma un libro de Conservación tan completo”. Por eso desde el 65 había pasado a enseñar a la Facultad de Ciencias Económicas.

El 68 dio a la luz un Plan de Enseñanza en materia de Conservación titulado “La Enseñanza de la Conservación de Venezuela” en 233 páginas, traducido al francés por disposición del gobierno de Haití y publicado en ese país como Plan oficial para primero y segundo nivel, en Quito sacó “El Problema del Medio ambiente” folleto ilustrativo para despertar el interés en el Ecuador por tan serio problema ecológico, que le sirvió para presentarlo como Ponencia sobre el Ecuador en el Congreso Internacional sobre el Medio ambiente celebrado ese año en Estocolmo. Eichler concurrió como miembro de la Delegación ecuatoriana presidida por el Lcdo. Leopoldo Benítez Vinueza.

En Junio del 73 sacó “Parques Nacionales y Reservas afines (política y planificación) en 21 páginas. Para entonces era la primera autoridad en materia de Conservación en Venezuela y su fama se había extendido a través de sus obras. La Universidad de los Andes, en retribución a sus esfuerzos por la conservación en ese país, le otorgó en 1975 el Doctorado Honoris Causa en Economía y un movimiento nacional se inició para rendirle otros honores. El Gobierno venezolano le concedió la Orden Nacional Veintisiete de Junio por méritos a la docencia y la Francisco Miranda por méritos Científicos. El Estado de Mérida le entregó la Orden Henry Pitier y la Orden de las Cinco Águilas Blancas; la primera por sus actividades botánicas y la segunda por su obrita conservacionista “Las Cinco Águilas Blancas”.

El 80 se jubiló de su cátedra y empezó a vivir tres meses en Mérida y tres en Quito, intermitentemente, pues en ambas ciudades mantenía buenas amistades. El 82 editó en Quito una guía turística: “Ecuador, un país, un pueblo, una cultura” en 8.000 ejemplares que se agotaron poco tiempo después y han dado paso a nuevas ediciones en español, inglés y alemán, por cuenta de Enrique Grosse- Luemern propietario de “Libri-Mundi”, que las hizo imprimir y distribuír. El mismo año 82 ayudó a fundar el movimiento ecológico “Tierra Viva” en Cuenca y dictó para sus miembros numerosas conferencias.

El 87 editó en Mérida “SOS Planeta Tierra” en aproximadamente 200 páginas, sobre el Medioambiente en relación con la economía. En diciembre del 90 concurrió al seminario para periodistas ambientales de Latinoamérica.

Había creado discípulos en varias universidades latinoamericanas y se le consideraba el fundador del movimiento ecológico en Venezuela. Aún mantenía su columna en El Nacional de Caracas que denominaba “Conservación y Ecología” y en El Hoy de Quito y era fama que el aula donde impartía sus clases en la Universidad de Mérida más bien parecía un club de estudiantes que se nutrían de su sana y sabia sabiduría.

En los años ochenta tradujo el célebre Manifiesto ecologista del Profesor Luzemberg que llevaba al poco tiempo varias ediciones agotadas.

Declaraba que partiendo de las ideas ecologistas de las Universidades francesas de principios del siglo XX había llegado a obtener conclusiones generales que recomendaba estudiar a fondo a la naturaleza y sus leyes, por eso informaba al gobierno venezolano que el problema agrario no se solucionaría con más suelos productivos si no con suelos más productivos. También advertía que en la lucha contra los insectos, al destruir a los indeseables, se destruye a los indispensables, pues si desaparecen los insectos también desaparecerían las plantas de flores, que no serían fecundadas y se terminaría con las frutas domésticas e industriales.

Se encontraba sano y con nuevos propósitos de vida, quería realizar programas de agricultura y biología sin utilización de abonos químicos; que, como buen ecologista, rechazaba. Consideraba que sus conocimientos científicos se habían originado por sus relaciones con expertos, concurría a Congresos Internacionales, a cursos de estudios en los Estados Unidos y a lectura de obras especializadas pero empezó a sentir los efectos de un mal cardiaco y falleció en Quito en Marzo de 1991 a los ochenta y un años de edad.

Alto, blanco, robusto, musculado, ojos claros y facciones regulares. Hablaba con sosiego y trataba los más variados temas científicos con gran dominio cultura y suma familiaridad.

Entre sus temas de siempre estaban la pérdida de la capa de ozono, los cambios climáticos, el peligro de usar plaguicidas la lluvia ácida, la micosis atómica o guerra nuclear, fue autor de aquella célebre frase: La tala del primer árbol marcó los inicios de la civilización humana, la tala del último marcará su fin.

Sostenía que la ecología y la economía son dos caras de la misma moneda.