EL GUASMO : La moralidad de los espíritus

SUCEDIO EN EL GUASMO
LA MORALIDAD DE LOS ESPIRITUS

Mi hermano me refirió en cierta ocasión un caso raro y anecdótico sucedido en una casita del Guasmo donde comenzaron a sentirse ruidos extraños. 

Doña Isidra, porque no voy a dar nombres reales, tenía dos hijos; uno estudiante de medicina compañero de mi hermano y el otro declaradamente ocioso y hasta algo afeminado. El estudiante adquiría en la morgue hígados, riñones, huesos, canillas y todo los demás residuos de los cadáveres para estudiarlos en su cuarto por las noches y los mantenía en baldes con formol sin que faltaran por supuesto los corazones y los cerebros. En algunas veladas de estudio se juntaba con varios compañeros de curso y se quedaban hasta altas horas seccionando con afilados bisturíes y cuchillos y estudiando al microscopio las células y otros detalles. 

Mas, una noche, cuando afanaban un hígado con amebas, sintieron que una gruesa piedra les caía al techo y aunque buscaron afanosamente la causa no la pudieron hallar. Al día siguiente, mientras desayunaba, recibió muy cerca del rostro otra pedrada. Era como si los guijarros fueran lanzados únicamente para asustarlo. La madre, al principio no sospechó nada, pero al llegar esa tarde, de vuelta a casa, el estudiante la encontró muy preocupada y con tres piedras en la mano, que le habían llovido del cielo con grave peligro para su seguridad personal. Esa noche buscó en el techo pero no halló nada y las piedras siguieron zumbando cada vez más cerca de las personas. 

El otro hermano – Muñequito, como le decían en el Barrio – también recibía su parte, aunque nadie salía herido, que las piedras caían cerca, nunca en el cuerpo. En los siguientes días se volvió a repetir el asunto y empezaron a oírse ruidos extraños. Entonces la madre reunió a sus hijos y juntaron sus maletas yendo a pasar el fin de semana en casa de una hermana, pero el domingo tuvieron que regresar y fueron recibidos con dos pedradas que dieron contra la puerta de entrada. 

Mientras tanto la buena señora había consultado con sus familiares y hasta tenía palabreada a una médium del sector, que se prestó para convocar al espíritu burlón que tanto estaba atemorizando a la familia y como el asunto se presentaba peliagudo, decidieron ir inmediatamente a traer a la médium, que hizo su ingreso a pedrada limpia. 
Pocos minutos después y ya instalados en una mesita de sesión, sin clavos y pegada con cola, se procedió a llamar a los espíritus burlones de la casa. Enseguida se oyeron golpes en la mesa y la médium preguntó: 

  • Espíritu. ¿Quién eres? 
  • El que tira las piedras, fue la respuesta. 
  • ¿Por qué lo haces (silencio prolongado) 

La médium insistió. ¿Será acaso por los órganos que tiene (aquí el nombre del estudiante de medicina) guardados en los tarros de cloroformo para sus estudios de medicina? (Silencio prolongado)
Nuevamente insistió. 

– Conteste el espíritu y diga por qué tira las piedras. 

Entonces se oyó una voz cavernosa que gritó: ¡Tiro las piedras por que no me agradan los afeminados! 
Del susto, la médium casi cayó de la silla y la sesión se terminó a capazos. Desde entonces no han caído más piedras del techo ni se ha tenido noticia de que hayan vuelto los ruidos raros, claro está que el amigo de mi hermano y su madre siguen viviendo allí, pero solos. ¿Adivinen por qué? En cuanto a Muñequito, dicen que salió en una sola carrera hasta donde su tía y que allí pidió posada por algunas semanas, terminando por enrolarse en un batallón especial del Ejército, donde le quitaron lo afeminado a punta de patadas, como es costumbre inmemorial en los cuarteles de todo el mundo.