EGUIGUREN ESCUDERO JOSE ANTONIO

II OBISPO DE LOJA.- Nació en Loja el 21 de Abril de 1867, sexto de los diez hijos del matrimonio formado por Federico Eguiguren Lequerica, Abogado, y su prima Amalia Escudero Eguiguren, lojanos.

Creció entre la casa y la hacienda familiar donde disfrutó de las delicias del campo, siguiendo la primaria en su ciudad natal y la secundaria en el Seminario hasta recibirse de Bachiller en 1885, destacando en matemáticas. El Obispo de Loja, José Maria Masiá y Vidiela, le dio la tonsura y pasó al Seminario Mayor de Quito con el ánimo de consagrarse a las ciencias eclesiásticas. Recibidas las cuatro Ordenes menores y las tres mayores, el 11 de Junio de 1892 fue ordenado por monseñor Pedro Schumacher, Obispo de Portoviejo.

Entre el 92 y el 96 fue profesor en el Seminario Menor de Quito y Maestro de Ceremonias en la Catedral. Se hacía querer de todos por su afabilidad y virtudes, aunque su carácter introvertido, poco amigo de la oratoria, le impedía brillar. Bajito de estatura, miope y trigueño de rostro, usaba lentes, llevaba el pelo corto y era lo que se dice insignificante y feo, pero sus profesores y compañeros le apreciaban por su carácter dócil, las buenas maneras de su comportamiento y una paz interior que irradiaba en todos sus actos. De salud y complexión débil a consecuencia de una pleuresía sufrida en la infancia, trataba de fortalecer su cuerpo con ejercicios al aire libre realizados en las mañanas soleadas, por eso jamás salía de noche ni siquiera a visitas de cumplimiento y se cuidaba mucho de las corrientes de aire.

Monseñor Pedro Rafael González Calisto le cobró gran estimación y entregó varias funciones de responsabilidad. En 1896 fue Ecónomo de la Curia Arzobispal donde luchó para que el gobierno no le arrebate las rentas a la iglesia, tras lo cual dirigió las Colecturías de ambos Seminarios y la de Censos. El 99 fue Tesorero de la Arquidiócesis y Secretario de la Junta de Temporalidades en tiempos asaz difíciles para la iglesia, cuando el triunfante Partido Liberal mantenía una línea anticlerical y trataba de limitar el poder político y económico que seguía manteniendo la iglesia, sobre todo en la sierra. “En cada uno de esos cargos supo manejarse con sobra de tino, de discreción, de honradez, de actividad y de lucimiento.”

Al Concilio Plenario convocado en Roma por León XIII, entre el 28 de Mayo y el 9 de Julio de 1899, asistieron trece Arzobispos y cuarenta Obispos de la América Latina, para estrechar vínculos y planificar políticas en tiempos de crisis y acompañó a González Calisto con otros sacerdotes ecuatorianos. En Roma logró que la Congregación de Ritos apruebe el nuevo Calendario Perpetuo que había trabajado en Eguiguren ratos de ocio y como mera diletancia. Tras las discusiones del Concilio, en la Audiencia privada que concedió el Pontífice a los asistentes, se acercó más que ninguno y quedó como estático y de rodillas a sus pies. El Papa sonrió y en gesto insólito le puso la mano en la cabeza y se la dejó durante largo rato, mientras exhortaba paternalmente al resto de la concurrencia, que estaba admirada de tan peregrina como absurda situación.

Al regreso de Europa por la vía sur del continente González Calisto aprovechó para visitar en Lima a Monseñor Masiá que se encontraba refugiado en el convento de los frailes descalzos tras haber huido de Loja a causa de la revolución liberal y éste, mirando fijamente al joven Eguiguren, predijo claramente que sería su sucesor pues todo así lo indicaba.

De Lima siguió a Loja por el desierto de Suyana y permaneció en la casa familiar. En Noviembre de 1902 González Calisto le designó Administrador de la Diócesis de Loja. En 1904 volvió a Quito en compañía de su tía Dolores Escudero que acababa de enviudar de Miguel Riofrío Valdivieso sin descendencia. Ella había decidido radicar en la capital, realizaron el viaje en mulas como era lo usual antes del ferrocarril y se demoraron tres meses en llegar. Les acompañaba su deudo el sacerdote Fernando Lequerica Riofrío. “Los dos curas fueron a pasar vacaciones en la hacienda Chaupicruz, José Antonio se dedicó a sembrar árboles de variedades que había llevado de Loja, arupos, cholanes, buganvillas, bálsamos, hortensias, etc. y Fernando hizo árboles genealógicos, saliendo a Quito para investigar y completar las ramas quiteñas de las familias lojanas.”

A la muerte de González Calisto le sucedió en el Arzobispado de Quito Federico González Suárez, quien le apreciaba bien y considerando la situación anómala por la que atravesaba la iglesia en Loja, lo solicitó para II Obispo de esa Diócesis a finales de 1906. El 8 de Marzo de 1907 fue preconizado por Pío X, la noticia llegó el 18 de Abril a Quito y el propio González Suárez le consagró el 28 de Julio, sirviendo de padrino su tío materno el Dr. Octavio Escudero y Eguiguren. El 8 de Septiembre tomó posesión a través de su apoderado el Canónigo Nicanor Riofrío y el 13 hizo una solemne entrada, acompañado de numerosa cabalgata que lo fue a encontrar hasta el cerro Villonaco, situado a una distancia considerable de la ciudad.

En la iglesia de Santo Domingo le esperaba casi toda la población y bajo palio fue conducido a la Catedral. Los ritos de pontifical se celebraron con música de órgano a fuelle y cantos de coro de monjas, tras lo cual un inmenso gentío fue a dejarlo en la casa familiar donde vivían sus hermanos y hermanas, que desde entonces pasó a ser Palacio Episcopal, mientras tocaban en las calles los bombos, las flautas y las chirimías, todo a la antigua usanza colonial; pues, en la Loja de principios del siglo XX nada había cambiado, a no ser la luz, que ya era eléctrica, aunque muy débil y solo existía en unas pocas calles, pero las gentes seguían apegadas a sus costumbres ancestrales y el ambiente social era inmovilista. Los miembros de las principales familias, generación tras generación se casaban solo entre ellos, de manera que la endogamia fue causa de que se dieran numerosos casos de débiles mentales y hasta de sordomudos, sobre todo de esto último lo cual constaté personalmente durante mi primer viaje a esa ciudad en 1,958.

El Obispado no disponía de rentas y por eso tuvo que gastar íntegramente los 40.000 sucres a que ascendía su herencia, en mejorar la Catedral y otras iglesias. También ayudó al Seminario y al Cabildo eclesiástico, protegió a la escuela de niñas del Hospital, al Colegio de las madres Marianas y al Asilo de huérfanas.

Llevó consigo a seis Hermanos Cristianos para fundar una escuela pagando el viaje y el ajuar, lo cual importó dos mil sucres. Abrió sus puertas la escuela en Octubre de 1907 en una casa y solar contiguos, comprados en siete mil sucres, pero enseguida comenzó la construcción de un nuevo y mejor edificio y les sostuvo desde la llegada con dos cientos sucres mensuales de renta.

Pidió tres campanas muy sonoras a Cincinatti, cuyo importe ascendió a un mil trescientos sucres y con trescientos más hizo fundir dos que estaban medio rotas para forjar una grande también para la Catedral. Arregló el solio con cortinas amarillas y azules que le costaron mil seiscientos sucres. En mil doscientos adquirió unas tantas barandillas de metal para las gradas del Presbiterio y por seis hermosas arañas de cristal pagó seiscientos sucres. La instalación de la luz eléctrica en la Catedral costó ochocientos sucres, pagando a la Empresa de Luz el consumo mensual.

Mandó a componer los ornamentos de la Sacristía y adquirió en Quito un conjunto de ornamentos pontificales en colores blanco y azul. Solo el blanco costó setecientos sucres. De Paris trajo en cuatro mil tres cientos veinte sucres una umbela, una custodia metálica y un precioso palio blanco para ser usado en las procesiones de Corpus del Santísimo. Consiguió un hermoso sagrario para el Santísimo. La parte exterior de madera hizo trabajar en Quito y la interior de hierro vino de Paris. Ambas fueron doradas e importaron seis cientos sucres. En seis cientos sucres adquirió en Cuenca las imágenes de San José y Mariana de Jesús.

Hizo entarimar una gran parte de la Catedral con tablas muy angostas de nogal y de romerillo machi hembradas y en aquella parte gastó nada menos que diez mil sucres, dirigiendo personalmente los trabajos de carpintería. En 1909 adquirió en Lima una prensa automática por un mil doscientos sucres y de Alemania hizo venir tres quintales de letras nuevas de plomo. Pidió a Europa los adornos para la Capilla y recibió unas telas lujosísimas y muy valiosas. De Filadelfia le llegó un cielo raso de acero laminado que le costó dos mil sucres.

Se desesperaba por reformar la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús que se halla inmediata al presbiterio de la Catedral, cuyas primeras tapias hizo levantar para que el tabernáculo del Santísimo tuviera la debida amplitud y para hacer dos bóvedas, una para él pues ya se sentía enfermo de tuberculosis y otra para su Vicario Nicanor Riofrío a quien varias veces dijo “Yo no seré Obispo por cuatro años porque pronto voy a morir y Ud. señor Vicario me ha de enterrar.”

En Febrero de 1910 debió guardar reposo en cama pues se sentía sin fuerzas pero pareció mejorar y quiso iniciar la visita a la Diócesis en Marzo. El primer lugar que visitó fue la parroquia de Quilanga, donde cometió la imprudencia de beber un vaso de leche fría que al poco rato le causó desmayos y como al día siguiente amaneció peor, canceló la visita y de vuelta a Loja se hizo conducir en andas ya que no podía sostenerse. La gente dio en decir que en Quilanga una misteriosa mujer vestida de negro le había dicho que no viviría un año, de donde salió la conseja que estaba embrujado o envenenado, que para la mentalidad mágica de entonces significaba lo mismo. En Loja tuvo paciencia y resignación para sobrellevar sus sufrimientos. En Agosto sufrió una súbita recaída pues aparte de su dolencia principal se le inflacó la apéndice y  sus hermanos le hicieron una Junta de Médicos con tres que fueron traídos urgentemente desde Cuenca, que diagnosticaron que ya nada se podía hacer pues tenía el apéndice supurado. Una tarde llamó a su hermano Carlos y le hizo prometer que concluiría el entablado de la Catedral, luego exclamó “Esta bien, ahora si muero tranquilo.”

En la madrugada del domingo 18 de Diciembre entró en agonía y falleció a las 9 de la mañana al reventarsele el estómago (sic.) así ledecían a la peritonitis. El clero nacional lamentó el deceso y su amigo Manuel Maria Pólit pronunció una Oración Fúnebre que tituló con toda justicia “Señor, yo he amado el decoro de tu casa”.

Mantuvo discrepancias con varios Canónigos envidiosos de su juventud y diligencia, como antes le había sucedido a Masiá y Vidiela, pero las cosas nunca pasaron a mayores. Su mausoleo en mármol fue construido años más tarde, es suntuoso, decimonónico y está en latín. Sus hermanos Carlos, Ramón y Francisco Eguiguren Escudero terminaron a finales de 1913 el entarimado de la Catedral de Loja, conforme lo prometido. La prensa comentó que dicho templo tenía un aspecto majestuoso, bellísimo y encantador.

En 1914 apareció su biografía impresa en Friburgo por su amigo Benjamín Endara, con un opúsculo sobre astronomía titulado “Los Planetas Habitados”, texto explicativo para estudiantes secundarios que puede ser considerado sino obra propia, el fruto de las conversaciones de Eguiguren con Endara, o un condensado de sus ideas en dicha materia.

La obrita constituyó en su tiempo el reconocimiento oficial de la iglesia ecuatoriana a la combatida tesis de la pluralidad de los mundos habitados por seres libres e inteligentes como en la tierra, enunciada cincuenta años atrás por el célebre astrónomo francés Camilo Flammarion. Dicha tesis había sido recibida en los círculos católicos con escándalo porque destruía el mito bíblico de Adan y Eva, al punto que en 1872 el Obispo de Guayaquil, José Antonio de Lizarzaburo Borja, logró la intervención del Presidente García Moreno ante su amigo personal el Dr. Alcides Destruge Maitín, para que no continúe explicandola en el trisemanario “La Prensa”, porque “podría corromper el criterio de las masas ignaras y se oponía al dogma de la Creación y al de la Redención, asi como a los Decretos de Urbano VIII del 5 de Junio de 1631”.