EGAS MIRANDA MIGUEL AUGUSTO

POETA.- Nació el domingo 24 de Noviembre de 1895 en Manta, provincia de Manabí, Hijo legítimo de Carlos Egas Rodríguez, profesor de Escuela, Presidente del Concejo Cantonal de Santa Ana, espíritu sensible y cultísimo escritor, dueño de una bien provista biblioteca y ejecutivo en la casa comercial de su cuñado José Filamir Miranda, y de su segunda esposa Rosalía Miranda Alarcón, naturales de Quito y Santa Ana.

Él la amaba muchísimo y cuando ella falleció en 1900, de un ataque de eclampsia y tras de perder a su cuarto hijo, se deprimió y entregó a la bebida. Por lo Egas les venía descender de gente culta. Su tío abuelo el Dr. Miguel Egas Cabezas fue médico, ocupó el Rectorado de la Universidad Central, polemizó por la prensa con Juan Montalvo y llegó a miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y a rector de la Universidad Central.

Los Egas Miranda fueron tres: Miguel Augusto, José María y Lola. El mayor fue Miguel Augusto, comenzó a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Manta pero al fallecer su padre en 1908 pasó con sus hermanos a vivir en Guayaquil, en el departamento que arrendaban sus cuatro tías paternas, casa de la familia Drouet Rucabao, calle Sucre entre Pichincha y Pedro Carbo. Las tías eran pobres y subsistían de la preparación de dulces, en lo que eran expertas.

Ese año terminó la primaria en la escuela “Olmedo” del profesor Leonardo R. Aulestia, lo matricularon en el “Vicente Rocafuerte”. En 1914 se graduó de Bachiller y entró a la Facultad de Jurisprudencia pero se retiró en el quinto curso a consecuencia de un incidente baladí con uno de sus maestros pues tenía el carácter rebelde que lo distinguiría siempre, al revés de su hermano José Maria, que todo lo aceptaba pues era muy dado a la religión.

En 1915 fue designado profesor del quinto curso de primaria de la Escuela Municipal “Manuel María Valverde” donde laboró hasta 1923 con ochenta sucres mensuales.

Su hermano José María y José Antonio Falconí Villagómez fundaron en 1916 la Revista Literaria “Renacimiento” de aparición mensual en la imprenta “Gutemberg” de Eliseo Uzcátegui pero nunca en más de trescientos ejemplares y duró casi tres años.

Por entonces arribó de Europa el poeta Wenceslao Pareja y Pareja y se incorporó al cenáculo de “Renacimiento” donde Miguel Augusto

  • que aún no era conocido como poeta
  • servía de secretario de Redacción y era un fervoroso lector de los poetas Parnasianos, Simbolistas y Modernistas franceses, movimientos literarios que ya se habían agotado en Europa para dar paso a nuevas tendencias que concedían mayor importancia a la metáfora que otorga profundidad al verso aún a riesgo de perder sonoridad y belleza, por eso empezó a frecuentar otras lecturas.

Mucho influyó en su formación las obras del rebelde Víctor Hugo halladas en la biblioteca de su padre y las poesías del uruguayo Julio Herrera y Reisig, célebre autor de “La Torre de los Panoramas”, simbolista obsesionado por el campo y el primero en infiltrar en América las nuevas corrientes surgidas del modernismo. Así pues, un buen día, queriendo colaborar con algo nuevo, envió a “Renacimiento” un par de composiciones firmadas bajo el seudónimo de “Hugo Mayo,” que formó de las palabras “Hugo” por Víctor Hugo y “Mayo” por el mes de la primavera en Europa. I esto lo hizo por tímido, siempre lo sería hasta en sus últimos tiempos cuando ya era un reconocido poeta y por neurótico displicente, lo que también fue.

Reunidos los poetas alrededor de Pareja, que era el mayor y hacía de jefe, se sorprendieron al encontrar en esas misteriosas composiciones la presencia de elementos tratados en las nuevas y alucinantes tendencias recién iniciadas en París, por cuya razón no las publicaron, pensando que eran copias de poemas célebres enviados con el nombre de un poeta inexistente, para escandalizar y causar el desprestigio de la revista.

Poesías lacónicas casi automáticas pues para explicar lo que es un cisne decía: “Un cirrus aterrizado, una burbuja de éter, una flor que despetala, un suspiro aviador”. Sobre el laconismo casi automático de aquellos versos se vislumbraba un vuelo poético latinoamericano que prefería la metáfora a la rima.

Por entonces José Eduardo Molestina Sotomayor, profesor de Contabilidad del Vicente Rocafuerte, le obsequió a su hermano José María una suscripción a la revista literaria “Cervantes” que publicaba el poeta Rafael Cansinos Assens en Madrid y distribuía en Guayaquil la Librería Janer. En uno de sus números Miguel Augusto leyó el “Manifiesto Ultra” así llamado por estar ubicado más allá del modernismo, intento de los jóvenes poetas españoles para asimilar las formas vanguardistas extranjeras cuya aspiración suprema era la creación de una “poesía libre de todo lo convencional y ajena al poeta mismo, que descuidaba el tema, la rima y el ritmo por imágenes plásticas”, reacción contra el modernismo, que paradójicamente, por esos años, hacía furor en nuestro país con Medardo Ángel Silva y otros más.

Egas asimiló el Manifiesto porque lo encontró en consecuencia con sus anhelos, convirtiéndose en el primer poeta “Ultraísta” del Ecuador y ¿Qué era ser Ultraísta? “Era ser un poeta anhelante de una renovación estrepitosa de sensibilidades y de actitudes artísticas, pues los románticos y modernistas tardíos ya nada podían aportar. Por eso su mérito incuestionablemente está en la ruptura con las corrientes literarias de su tiempo, no en la creatividad, sino en la rebeldía frente a lo que estaba de moda, lo decadente. A sus primeros poemas, que tituló “Poemas Machos” y que merecieron tal repulsa de los críticos, que éstos pidieron para su autor el hospital Psiquiátrico o la Cárcel, luego advino su poesía social, pues escribió versos revolucionarios en homenaje a la clase obrera ecuatoriana. Por eso se ha dicho que su solidaridad elemental está testimoniada en su obra literaria

Fijado el año 1918 como el principio de su carrera poética, desde entonces comenzó a publicar en revistas especializadas del exterior cosechando numerosos triunfos, mientras en su Patria seguía siendo un desconocido incluso entre sus más allegados amigos, pues su carácter reservado, tímido y hasta retraído y displicente, le impedía tomar un lugar protagónico en las letras patrias. Esta política cautelosa se intensificó después de 1920, en razón del éxito inmediato alcanzado por su hermano José María, que ese año triunfó ampliamente con su poema “Plegaria Lírica” y le acompañaría siempre hasta su muerte. Por eso se le ha calificado de poeta serio, silencioso, enemigo del bullicio, de la pompa vana y del aplauso general de la popularidad.

“Su obra sencilla, metafórica, libre de frases medianeras, de nexos y adjetivos inútiles, sintetiza más de dos imágenes en una”. Directa, sin recargos modernistas, símbolos y palabras exóticas -náyades, crenchas, cítaras, mármoles, alabastros, vasos, búcaros, acantos, abanicos, etc.- Nada tampoco de imaginarios viajes a Citérea ni de evocaciones a lejanas Lutecias y mucho menos la presencia de Abriles, Carmines, Floras y Amarylis 0 de Pierrots, Arlequines y Colombinas, solo el juego metafórico que obliga a pensar. 1 Cuando sus poemas llegaban en revistas extranjeras al país, sus amigos se preguntaban: – ¿Será ese Hugo Mayo de España el mismo de Guayaquil? hasta que en una tertulia de poetas se dio a conocer y causó el asombro de todos. Falconí Villagómez, que firmaba con el anagrama de Nicol Fasejo, que no era partidario del anonimato y siempre ponía nombre y pseudónimo para evitar confusiones, lo tomó a cargo y difundió las creaciones de Hugo Mayo en diversas revistas ecuatorianas, mientras en la Europa de la post – guerra, ya la vanguardia se había dividido en “Ultraístas” y “Dadaístas”. Estos últimos negaban todo como reacción lógica ante el cuadro de desolación que presenciaban en el viejo continente (1) Al paso anotaremos que las nuevas corrientes también ganaban terreno en otros poetas como Medardo Ángel Silva, quien tentó el verso libre en su poemario “Trompeta de Oro” y de haber vivido algunos años más ¿Hasta qué punto habría evolucionado? Pues cuando ocurrió su muerte escribía en prosa literaria sobre el vivir cotidiano de su ciudad.

Por eso se ha dicho que los poemas de Hugo Mayo están dispersos en revistas extranjeras de la literatura vanguardista tales como “Poliedro”, “Greda”, “Cervantes”, “Creación”, “Ultra”, “Tableros”, “El Camino”, “Circunvalación” y su nombre apareció junto al de poetas de tanta valía como Pablo de Rokha, Vicente Huidobro, Jacobo Nazaré, Winelt de Rohka, Lorenzo Montes, Ada Schyling, Edarga Cadenzzi, Blanca Luz Brum, Fenelón Arce, Oscar Cerruto, Luisa Luisi.

En 1919 se conmovió con el suicidio de Silva pues eran buenos amigos. Silva visitaba asiduamente su hogar, les daba a conocer sus últimas producciones y hasta los deleitaba con intervenciones al piano. En reciprocidad Miguel Augusto escribió una sentida Oración que guardó silenciosamente en un
cajón de su escritorio y dice así: // Ahora / el romboide de tu vida / en el lago de la muerte // Las paralelas de tu camino / fueron curvas cerradas // Tu único ángulo / se ahogó en el triangulo / de amor / Ya tu palabra rimada / en un cuaderno de poesía / Dormías circunferencia / azabache / en el poliedro del absurdo. // Y tu pirámide / cayó en 2l pedazos / en 21 después para siempre. / sangre la tuya / en la copa de un octaedro / la roba monseñor Satán // Baudelaire te espera / con un pentágono / de Fleurs du Mal // Tus quevedos enfocan / desde un cañón acutángulo / un 32 recortado // Ya mis siete Avemarias / en un rectángulo en cruz / para que te libertes del infierno // También / por las cotangentes / que te abandonaron // Por lo cuerpos volumétricos / a tu memoria / Amén //

Hugo Mayo, sabiamente guardó este verso, porque sabía perfectamente que de haberlo publicado, hubiera cosechado la rechifla de los intonsos que siempre son mayoría.

En Octubre formó parte del grupo “Los Hermes”. Un año después José Joaquín Pino de Ycaza y Rubén Irigoyen publicaron la revista modernista de ese nombre en 48 págs. donde Miguel Augusto actuó de Secretario y Enrique Segovia de administrador. Ese año dedicó a su amigo peruano José María Eguren el verso simbolista “Sepelio del Papagayo K”, considerado su primer poema antológico, pues admiraba muchísimo a Eguren por sus “Simbólicas (1911) y por “La canción de las figuras” (1916)

En Abril de 1921 publicó “Espiral” en la revista “Proyecciones del Eden” de la Empresa de Cine Ambos Mundos, que dice así: Fragmento: // Automóviles con angustia / en un calor atómico de 177 a 33 / En la alidada de los faroles / se recepta un inalambrama / concéntrico al círculo sordo mundo // Se multiplica azul como plomo / en el jardín submarino / El túnel ha hospedado al sol / Las raíces nuevas vías de emigración / llevan maletas / y solo una estrella rezagada / forma parte del cortejo de los ojos / de la mediana a la paralela. //

Escribía en el diario “El Telégrafo” y Falconí Villagómez publicó allí dos poesías propias: “El Puerto” y “El tren en marcha”, con la siguiente aclaración: Al hermes vanguardista

Hugo Mayo, dedica zodiacalmente el autor.

En Octubre apareció la revista “Singulus” – Uno Solo – que sacó en sociedad con Rubén Irigoyen y Leopoldo Benítes Vinueza como secretario, con quienes paraba en los bajos de la casa de su padre el Dr. Benítes Torres en Rocafuerte y Roca. “Singulus” trajo voces femeninas como Zaida Letty Castillo y Aurora Estrada y Ayala. Miguel Augusto colaboró en varios de sus números; la revista fue comentada por los redactores del diario “El Universo” con un artículo muy fuerte titulado “Sablazos y estocadas” que apareció bajo el seudónimo de Mac, quien solicitó para los nuevos escritores la ley de Lynch o por lo menos que se los ingrese al manicomio, reproducido en Singulus bajo el epígrafe de “Opinión de los Eternos Nadie” y Remigio Romero y Cordero respondió con la “Epístola al idiota”.

También comenzó a enviar sus poesías a la revista mensual cuencana “Philelia” que dirigió Rafael Romero y Cordero a) Rapha. En Marzo salió su “Oda Gaseosa” dedicada al poeta Remigio Romero y Cordero a quien invitó a formar en las filas revolucionarias de la Nueva Cruzada de Belleza es decir de la anti poesía; pero menudeaban las críticas. Alejandro Andrade Coello, profesor de literatura del Instituto Mejía de Quito vapuleaba a más y mejor, Isaac J. Barrera, que había aceptado al principio la nueva poesía luego cambió. Rodrigo Pesantez Rodas ha dicho de esa época: Fue Falconí Villagómez quien lanzó el Manifiesto Dadaísta en el Ecuador por ser el teórico del grupo, pero correspondió a Egas aprisionar la atmósfera irreverente, destruir la candidez del lenguaje para adherirse dentro de las imágenes de acoplamiento sintáctico y dentro de ese vértice comulgó todos los ismos, sintiéndose más cercano al pictórico vibrar iconoclasta de Tristán Tzara que al automatismo psíquico de André Bretón, dos autores con dos escuelas diferentes que dieron al Ecuador dos grandes islas poéticas: Hugo Mayo en el Dadaísmo y Alfredo Gangotena dentro de Surealismo.

(1) Tristón Tzara (1896-1963) Famoso poeta francés de origen rumano nacido en Moinesti. Se le conoce por haber Iniciado el movimiento Dadaísta en París, tan importante en la literatura francesa. Escribió poemas épicos y dramáticos con estilo surealista. Autor de “L homme approximatif”. Su presencia en la poesía ecuatoriana se patentiza a través de la obras de Hugo Mayo sobre todo, en las de su primera época, aunque también en Loja se hizo presente en los Poemas Automáticos de Manuel Agustín Aguirre.

“Oda Gaseosa” Fragmento. – // Saturno invita un Simposium / la telepatía de las calles / en una films / por S/. 0,20 / en los café de penumbras / mientras la orquesta / en su biología / sueña

/ el X Capítulo del Génesis. // Nubes eterómanas / danzando como cuerpos aero métricos / forman los planos de ciudades futuras. // El baño de la luna / azoga las calles asfaltadas / anunciando el Hermes de Praxisteles. //

En 1922 escribió para la revista “Proteo” editada por Aurora Estrada y Ayala con dibujos de Julio Arévalo. Allí sacó versos con estructuras extrañas a la tradición, motivos nuevos “como gasolina, velocidad, locomoción, electricidad, cine, maquinismo, símbolos de la tecnología industrial de los países desarrollados y utilizó recursos tales como la falta de puntuación y el empleo efectivista de mayúsculas, nueva retórica, al igual que una voluntad de renovación técnica”. Egas ha confesado que tomó estos términos vanguardistas de otros poetas americanos más avanzados; pues, debido a sus contactos epistolares internacionales, se encontraba al día en el devenir de los ismos en el continente y daba los últimos toques a su poemario “El zaguán de aluminio” título que en una ciudad de madera escandalizaba como es fácil suponer. La obra contenía quince composiciones que envió a una imprenta de la ciudad, pero sucedió que por esos días Aurora Estrada y Ayala, sabiendo que estaba enfermo y queriendo levantarte el ánimo, le envió un poemario inédito de ella, escrito a mano, finamente empastado y con una dedicatoria cariñosa. Egas recién había sido operado de un ganglio, estaba en cama, adolorido y con fiebre, colocó el obsequio encima de su velador para leer con calma cuando mejorara. En eso recibió la visita de su amigo Jorge Carrera Andrade, quien se interesó por el poemario y lo pidió en préstamo, llevándoselo consigo al salón El Búho donde lo leyó entre amigos y como esa noche abusaron de la bebida, quedó olvidado en una silla hasta que a la mañana siguiente fue encontrado por uno de los saloneros, que lo recogió y devolvió a su autora. La dama no perdonó “el desaire”, fue a la imprenta y rompió los versos de Egas en actitud femenina y comprensible sin imaginarse que no existían copias. De esos quince poemas solamente seis han sido rescatados para la posteridad por Dalton Osorno, los nueve restantes permanecen en revistas de la época que Alejandro Guerra Cáceres acaba de encontrar.

Ese año colaboró intensamente en la revista “Iniciación” que editaba en Portoviejo Wilfrido Loor Moreira con Horacio Hidrovo Velásquez y José

Antonio Gómez González. En la sección Página Dadaísta salió una respuesta a los acres comentarios de los redactores del diario “El Comercio” de Quito, por su política anti vanguardista, pues pretendían que se suprima esa página y que se envíe a sus autores al manicomio o a la policía por el crimen literario de escribir en difícil. Después apareció una Aclaración. Los poetas de “Iniciación” admiraban el progreso, amaban la renovación a lo Walt Withman y rechazaban una literatura modernista enferma de opio y de morfina, amante del splint y despreciativa de todo lo sanamente burgués.

La poetisa uruguaya Edgarda Cardenazzi, que leía con emoción la poesía de Egas, hasta le propuso matrimonio, pero él prefirió casarse con Teresa Orellana Villavicencio, más cercana, pues vivía en Guayaquil.

Entre 1926 y el 30 representó en Guayaquil a José Carlos Mariátegui y su revista “Amauta” que aparecía en Lima y llegó al número treinta y seis. Para 1923 su compañero de andanzas dadaístas José Antonio Falcón Villagómez, había abandonado la poesía vanguardista y en general toda la poesía, porque habiendose graduado de Médico viajó a Europa a especializarse en la rama de pediatría y al regreso puso consultorio profesional, se acreditó como médico y pensó que ya no le convenía económicamente seguir en el arte poético, prefiriendo a su estimable clientela.

Dicho órgano ultraísta fue creado para “chocar con los antiguos moldes modernistas”, apareció hasta el cuarto número con colaboraciones de Humberto Mata Martínez y Camilo Andrade Ceballos que también seguían esas tendencias y con quienes se reunía Egas en su domicilio ubicado en un departamento bajo de Colón y Boyacá La crítica periodística la ignoró hasta que apareció su “Poemas Machos” y un redactor de la revista “Ecuador Literario” tuvo la tontería de burlarse del nombrecito Entre el 25 y el 27 colaboró en la revista “Savia” de su amigo Luís Gerardo Gallegos, donde mantuvo la columna “Periscopio Literario” y hasta polemizó con Augusto Arias.

En “Savia” sus poemas revelan clara disposición visual y espacial del mensaje poético, acusan un culto de la imagen, de la ausencia de rimas y conexiones, de una nueva sintaxis, de una tendencia hacia la fragmentación y la sugerencia. El uso de guarismos y neologismos colma la impresión de novedad y se proyecta como un desafío y alternativa frente al gusto en vigencia, según opinión del crítico Humberto E. Robles.

En 1926 ingresó de Revisor al Tribunal de Cuentas que en 1927 se transformó en la Contraloría General de la Nación y publicó en la revista “Creación” de Vicente Huidobro en Santiago de Chile y en la “Cervantes” de Madrid. Esa fue su época de poesía social, de sus cantos al trabajador proletario en versos libres, metafóricos y fuertes como “El Poema de la Revolución” y “El Poema de la Hora” y figuró en el “índice de la Nueva Poesía Americana” editado en Buenos Aires por Jorge Luís Borges y Alberto Hidalgo.

“Hugo Mayo seguía siendo más conocido fuera de su Patria, que le negó hasta el final el aplauso de las mayorías, poco diestras en paladear la belleza de sus difíciles símiles e imágenes. Sardónico, contestatario, no tuvo seguidores ni encabezó promociones, siempre fue una figura aislada y lo que es peor, inédita”.

Se carteaba con lo más florido de la poesía sudamericana de entonces. Era amigo de Blanca Luz Brum, Gastón Figueira Erkasti, Luisa Luisi, Esteban Pawletich, Germán List Arzubide, Salvador Gallardo, Arqueles Vela, Magda Portal, Julián Petrovich, Serafín Delmar, José Carlos Mariátegui, José María Eguren, etc.

Ese año apareció en el “Indice de la nueva poesía americana” editado por Jorge Luís Borges y Alberto Hidalgo en Buenos Aires, y estuvo entre los fundadores del partido socialista.

La revista “Savia”, con el respaldo de la “Sociedad Regional del Montubio” creada por Rodrigo Chávez González y presidida por Honorio Santistevan (Palacios Mendoza) organizó un Concurso Nacional de Poesía para cantar el doce de Octubre a la raza montubia de nuestro litoral.

Ese día ganó el Primer Premio con su “Canto al Montubio” presentado bajo el pseudónimo de “Agapito de Baba” e inspirado en los poemas vernáculos del uruguayo Fermín Silva Valdés que mereció un dije de Oro y los aplausos de más de ocho mil personas en el antiguo American Park.

El día 10 de Enero de 27 apareció el primer y único número de su revista “Motocicleta” que anunciaba su aparición cada trescientas sesenta horas, como índice de poesía vanguardista. El título de la revista corresponde al famoso poema del peruano Juan Parra del Riego que vivía en Montevideo, solo era una hojita doblada en dos. Durante muchos años se creyó que sus pocos ejemplares habían desaparecido hasta que Rodrigo Pesantes Rodas logró descubrir un ejemplar y hasta reprodujo su portada en “Visión y revisión de la literatura ecuatoriana” editada en México.

En Octubre siguiente volvió a concursar con “Loa al Montubio” bajo el pseudónimo de “Juan Nai” y nuevamente obtuvo el Primer Premio, pero el Jurado compuesto de personas rígidas, al abrir el sobre y encontrar el nombre de Hugo Mayo creyeron que dicho personaje no existía y declararon ganador a “Perspectivas del trópico” de Telmo N. Vaca del Pozo. En cambio el Segundo Premio se sorteó entre Enrique Avellán Ferrés y Hugo Mayo, resultando triunfador el primero.

Egas concurrió la noche de gala, recitó como el año anterior y para que nadie volviera a ignorar su pseudónimo escribió “Me identifico”, poema que comienza así: // Soy Hugo Mayo, un poeta distinto / soy a mi manera / -Como temo intoxicaros, olvidad que soy poeta / les permito llamarme como quieran- // Al mundo llegué, según mis padres, el día domingo, / cuando apenas el alba se pintaba / Noviembre 24 señalaba el calendario / Mi cuna, un fondeadero, Manta / Manta entonces era pequeña y paupérrima / Hoy, puerto con rompe ola, ciudad que maravilla, / aunque le pese a cualquier otro puerto. / Mi rebeldía, como mi madre, la doy en tumbos / Poseo la reciedumbre del algarrobero / Mis primigenios: un bosque y un océano / Así, la engendración de savias y aguasal, / A no dudarlo, he sido, soy y sigo siendo. // Un día, resuelto, le torcí el cuello / al cisne de engañoso plumaje que cantaba / Los pato cuervos no me perdonaron / Buscaron en bandada atacarme en mi reducto, pero los desplumé y apenas si pudieron / No contentos me llamaron el verdugo del verso / Sin embargo, sigo siendo, Hugo Mayo, / Un poeta distinto, soy a mi manera / El primer hombre de nuestra más alta poesía” / dictamen de un Aedo. / Aún más, vadeando lo imposible, publiqué / “Motocicleta,” revista que proclamó la revuelta / Si miento, acaso, en varias Antologías / estoy de cuerpo entero. //

El público se puso asaz desabrido pues no aceptaba que Manta fuera más que Guayaquil ni que Hugo Mayo eclipsara a Medardo Angel Silva, de suerte que solo se escucharon aplausos aislados y no hubo pifias para no ocasionar el bochorno de los organizadores que escuchaban mudos y perplejos sin saber qué hacer.

Vale mencionar que para estos Concursos había evolucionado en su poesía. Que el Hugo Mayo de esta segunda etapa, imitativa del nativismo no es el mismo poeta dadaísta que abriera rumbos y novedades en “Singulus.” Leopoldo Benítes ha manifestado que Hugo Mayo es un poeta receptivo de tendencias extranjeras, sobre todo lo fue de la poesía dadaísta que fugaba de la realidad social y por eso fue considerada como extraña al medio cultural ecuatoriano. Hugo Mayo la difundió con maestría pero sin originalidad.

De 1928 es “Frente Unico” aparecida en “Savia, dedicada a los poetas de la revolución indo – mediterránea y en “Páginas Selectas” salió “Poema de la Hora” pues había pasado a una nueva etapa poética, la de la inclusión de los social.

En 1930 publicó en el periódico “El Espectador” de Guayaquil un Cartel escrito en burda ortografía, intencionalmente cargado de errores para llamar la atención, identificándose con la sensibilidad de las clases desposeídas, mayormente incultas, cundo no analfabetas. En Marzo de ese año fue entrevistado por el periodista Lavayen Flores para “El Telégrafo”.

Durante la campaña presidencial de 1933 trabajó pro Carlos Zambrano Orejuela y Ricardo Paredes, socialista y comunista respectivamente, fue redactor del periódico “Frente Unico” que dirigía Luís Maldonado Estrada, órgano de la coalición Socialista y Comunista y varias organizaciones clasistas y estudiantiles.

Ese año intervino en la primera Exhibición del Poema Mural organizado por la Asociación Alere Flamma con su “Poema de la revolución”.

El 34 se metió a político con Ignacio Cuesta Garcés y Carlos Palacios Sáenz luchando por la candidatura socialista de Pablo Haníbal Vela Egüez que fue derrotada, enfermó su esposa con algo que los médicos no pudieron diagnosticar y finalmente fue agravándose hasta que falleció de pulmonía el l de Enero de 1935. Entonces figuraba como miembro activo del grupo socialista “Acción” que funcionaba en Guayaquil.

En 1938 Benjamín Carrión publicó uno de los poemas de Egas y anunció la salida de su poemario “Osadía de la pupila rebelde” indicando que fue el primero en el Ecuador en torcerle el cuelo al cisne de engañoso plumaje. Lo cual constituía una necesidad más que una heroicidad. El 41 contrajo segundas nupcias con Genoveva Echeverría Hinostroza quien le acompañó más de treinta años con permanente amor y solidaridad.

En 1944 fue designado Secretario General de Aduanas, funciones que desempeñó hasta 1950. De allí pasó a la compañía de Auditores “Snar” pues era un competente revisor de contabilidades.

En 1959 al inaugurar el diario “El Universo” su Concurso Nacional de Poesía, compitió con “Caballo en desnudo”, obra influenciada por los poliritmos de Parra del Riego de la década de los años 20 al 30 y obtuvo el Tercer Premio. El primero fue para Hugo Salazar Tamariz con El Habitante amenazado y el segundo para César Dávila Andrade con Boletín y Elegía de las Mitas.

Para entonces su figura se había vuelto invisible pues llevaba treinta largos años de silencio y como jamás había llegado a publicar un libro, prácticamente era un desconocido para las nuevas generaciones.

El Premio le hizo bien, figuró al lado de otros grandes de la poética ecuatoriana de esos días y la opinión nacional se volcó curiosa hacia Hugo Mayo, el poeta que resucitaba, pero él no les respondió y siguió mudo.

En 1960, meses más tarde, hizo amistad con el poeta Rodrigo Pesantez Rodas que desde entonces se dedicó a estudiar su producción, y participó en un recital en la Universidad de Guayaquil.

En 1962 ingresó a la Jefatura Provincial de Recaudaciones como Jefe de Cartera, luego fue Jefe del Departamento de Control de Documentos y finalmente pasó a la Jefatura de Espectáculos, no era casualidad que sus funciones fueran disminuyendo, pues se le consideraba un ejemplar funcionario pero dada su avanzada edad, no le querían entregar responsabilidades mayores.

En 1970 figuró en el libro “Siete poetas del Ecuador” de Rodrigo Pesantez Rodas donde apareció su poesía y critica. Fue el primer homenaje formal recibido en su Patria.

En esa década sufrió dos golpes morales: la muerte de su único hijo del primer matrimonio el también poeta y abogado Miguel Augusto Egas Orellana que siempre tuvo una vida económicamente difícil aumentada por su homofilia y en 1974 la de su segunda esposa a causa de la diabetes. I como ella había sido su mayor admiradora y le había insistido en la publicación de sus obras, decidió darlas a la imprenta, más por su memoria que por otra razón.

En 1975, viviendo ya en un cuartito del primer piso alto en la villa de su hijo Gastón, cuartito que no tenía servicio higiénico, lo cual le ponía a veces de mal humor, pues debía  bañarse y hacer sus necesidades en la planta baja, salió “Regreso”, primero de sus libros con seis cantos dedicados a Manta; poesía sin mayor trascendencia pero de gran belleza, donde cuenta su vuelta tras larga ausencia a la tierra natal y su reencuentro con el mar, la sal, el yodo y la playa. Tenía entonces ochenta años pero estaba ágil, delgado, erguido y con sus ideas en perfecto orden y lucidez.

El 76, al realizarse la coronación de su hermano José María por parte de la Municipalidad de Guayaquil, un movimiento intelectual se forjó en el núcleo del Guayas de la CCE para rendirle un justísimo homenaje de solidaridad. Se realizó una campaña de prensa y hasta una emotiva Sesión Solemne con delegados de Manta que le obsequiaron un finísimo sombrero de paja tejudo en Montecristi. El viejo Miguel Augusto se alegró pero al mismo tiempo declaró que extrañaba a su esposa. Se sintió rejuvenecer y entregó sesenta y dos composiciones, entresacadas de sus poesías más antiguas, que aparecieron en el No.20 de la Colección Letras del Ecuador bajo el simple y lacónico titulo de “Poemas de Hugo Mayo”. El libro y el homenaje alcanzaron resonancia nacional y críticos de la talla de Hernán Rodríguez Castelo se interesaron en su evolución y trabajo poéticos. El 80 se carteó con el poeta Sergio Román Armendáriz residente en Costa Rica desde años atrás intercambiando poemas. El 81 fue entrevistado largamente por Carlos Calderón Chico.

En 1982 finalmente editó “Zaguán de Aluminio” con sesenta y tres poemas en 58 págs. que su amigo Dalton Osorno había podido encontrar en revistas y papeles viejos de biblioteca aparecidos en los años 20 al 50; poco después la Academia Ecuatoriana de la Lengua le candidatizó para el Premio Internacional “Miguel de Cervantes” en representación del Ecuador. Ese año recibió la Medalla Cultural de la Municipalidad de Guayaquil.

En 1984 volvió el Núcleo del Guayas a imprimirle otro libro, el tercero, titulado “Chamarasca”, que dejó asombrada a la crítica por la fuerza de su estro, las complicaciones de su lectura, barroca y entreverada pero de una profundidad y una sequedad esencial. Nada del desperdicio de palabras ni el uso de vocablos inútiles. El poeta había llegado a usar el lenguaje como si fueran fórmulas matemáticas; por eso el libro no gustó a las mayorías que ni siquiera lo entendieron y se necesitó de una serie de artículos explicativos en “Expreso” para que Rodríguez Castelo traduzca el mensaje exacto y descifre la intención última y precisa del autor. “Poetas que escriben así, no se han dado en varias generaciones en el Ecuador”.

En 1984 fue declarado “Doctor Honoris Causa” por la Universidad de Manta y el 86 “Ciudadano Distinguido” de la Municipalidad de esa bella ciudad. Entonces ofreció dar a la prensa lo inédito, escrito poco tiempo atrás y hasta mencionó los títulos: “Osadía de la pupila rebelde”, “A un Kilómetro otro horizonte” y su “Canto a Guayaquil”.

Se sentía bien de salud aunque casi no se alimentaba, diariamente a eso de las seis de la mañana salía sin desayunar, tomaba el bus en la esquina de la villa de su hijo ubicada en Urdesa Norte y se trasladaba al malecón a realizar largas caminatas, a las ocho concurría a la Jefatura de Recaudaciones ubicada en Boyacá y Urdaneta donde aún trabajaba a pesar de su edad. Allí todos le respetaban y querían. A la hora de almuerzo no le faltaba algún poeta joven, amigo de confianza o vecino del sector, que le acompañaba a algún restaurant cercano a servirse un frugal lunch, y habiendo sido preguntado cómo quería morir, contestó con mucha gracia: “Con Plata – caray – con Plata.” Su única debilidad era el café, que tomaba puro y sin azúcar cuando se le ofrecía la ocasión y podía hacerlo, de manera que – pienso yo – dado su magro sustento, debía estar desnutrido.

Era un sujeto aparte del mundo, de continuo duro para las demostraciones afectivas, nadie le había visto reír; difícil para abrazar, para dirigir una mirada tierna, vivía en casa de su hijo pero no compartía con su familia, de suerte que más que un abuelito querendón er una especie de huespec lejano y eso que tenía dos nietas y un nieto pequeñones, a los que hubiera podido abrazar y querer.

A mediados de Marzo del 88 se cayó en el interior de su dormitorio y sufrió la rotura de la cadera, internado de urgencia al hospital del IESS le operaron, mejoró un poco aunque con muchos dolores y dificultades, tenía una hernia inginal que le hizo enorme los escrotos y todo movimiento le provocaba dolor, pasó la semana santa lleno de mortificacione, solo le visitaba su amigo Carlos Lasso Cueva pues su hijo y familia se habían trasladado a Salinas, hasta que una imprevista complicación pulmonar le provocó la muerte en altas horas de la noche del lunes 4 de Abril cuando estaba acompañado únicamente por una enfermera. Tenía noventa y cuatro años de edad aunque no parecía que fuera tan viejo.

Al siguiente día se levantó una Capilla Ardiente en el Núcleo del Guayas, tomamos la palabra Miguel Donoso Pareja, Rodrigo Pesantez Rodas y yo. Entonces se dijo que había sido noble, fuerte y señorial en su pobreza y altivo frente a la cicatería del reconocimiento de la nación.

“Su Obra, no extensa, recoge setenta años de rebeldías intelectuales, de sensaciones visualizadas en imágenes metafóricas de insospechadas resonancias viscerales y a la vez psicológicas, plasmadas con un léxico sabio”.

De estatura más que regular, blanco curtido por el sol, delgado, musculado, nervudo(lo que se dice atlético) portando grandes lentes de carey y siempre de pantalón de acsimir negro, camisa blanca y corbata negra. En su vejez terminó seco, enteco, serio y rígido por enemigo de la sonrisa que nunca en su rostro dibujó, pues vivía preso de una aguda y pertinaz neurastenia que le vetaba tener amigos de confianza. Siempre parece que la había sufrido, pues fue un sujeto solitario, aparte, huidizo y socialmente insoportable.

Como dato curioso cabe mencionar que en sus años finales solía escribir sus poemas a solas, en su cuartito, usando lápiz y pequeñas hojas de papel periódico que arrojaba descuidadamente a una funda de yute que tenía depositada sobre el suelo  en una de las esquinas. Una vez muerto, su hijo no se tomó el trabajo de recoger la funda quizá por no penetrar al cuarto de su padre debido a que esto le traía el recuerdo de la soledad en que había vivido tantos años. Pasarían como seis meses y un día su nuera contrató a unos albañiles para que resanen las paredes y pinten el cuarto pues pensaba utilizarlo y sin considerar que la bolsa con los poemas en su interior debía seguir en uno de los rincones, cuando se acordó de ella, ya fue muy tarde, pues había parado con su valioso contenido en algún basurero, echada sin querer por los trabajadores. Así se perdieron varios años de trabajos.

Su voz grave, profunda, sus ademanes enérgicos y un tanto amables, porque no era un neurótico cualquiera, no señores, era un neurótico serio pero educado.

Rodríguez Castelo dijo al saber su muerte. Jamás transigió con los mediocres ni gustó de medias tintas, menos aún bajar la cabeza ante el poderoso. Parecía distante cuando en realidad no lo era. No anduvo con borduras ni ingeniosidades, tuvo el certero instinto para la forma y el tratamiento y en el antiguo oficio mágico de la analogía, para apresar lo cósmico, a veces se ceñía de modestísimos señuelos. Fue un caso singular. Me quemo – decía – en lo esencial. Finalmente cabe afirmar que siempre fue joven, desde cuando adolescente se enroló en las más audaces aventuras vanguardistas del tiempo, hasta una senectud alentada por hondo fuego interior, en que siguió haciendo la poesía más inquieta de estos últimos años y finalmente calló su voz pero nos quedó su poesía!.

EL ZAGUÁN DE ALUMINIO.- / Nino Amanolik / viejo dibujante de cosas raras /Nino Amanolik / Un día lo encontré / dormido como una garza real / le pregunté cuál era su país de origen / I aletargado, no pudo responderme./ No recordaba ni su propio apellido. // A Nino Amanolik/ lo visitaron nueve bellos colibríes / Le habían traído / nueve colores diferentes/ en sus plumajes./ / I Nino Amanolik / dibujó un zaguán, seguramente, / para portada de algún libro / Emocionado, expuso la figura / una noche de luna recortada. // A una caverna de voces armoniosas, / llevé a Nino Amanolik/ de puro susto se desmayó, / oyendo mis movimorfos poemarios / I robé el dibujo / que guardaba en uno de sus bolsillos, // I coloreé el dibujo / con tinta aluminífera. / De ese pintorreado nació / el nombre para el libro / que había escrito / con llaneza lo llamé: / El Zaguan de aluminio. // Nino Amanolik / viajó, después mal encarado, / a su país de origen: / el país de locas calaveras. // “Cómo me está golpeando / el recuerdo de Nino Amanolik! // Octubre de 1921

SEPELIO DEL PAPAGAYO  K.- A José María Eguren. // En la loma de los limoneros / ochenta y siete papagayos lo enterraron. / Yo también. // Por caminos torcidos de maizales secos, / con inquietadores asobios lejanos. / Yo también. // Entre ramas marchitas de jobos, caídas; / y el óxido cargado de la tarde. / Yo también. / Con la preñez clandestina de cabras morenas, / y el parpar de unos patos montunos. /Yo también. / En la loma de los limoneros / ochenta y siete papagayos lo lloraron. /Yo también. // Bajo una llovizna mojando, angustiada /

Oyendo chirridos de grillos salvajes. / Yo también. // Mientras dos caloyos huían, atontados: / y un rano, reviejo, miraba tristón. / Yo también. // Entre los humazos de unos pajonales / y el mugido fúnebre de un buey / Yo también. // Con el vientecillo que esconde la siembra. / Por entre senderos que abrió el leñador. / Yo también. // Trayendo el silencio del asno paciente. / Brindando hospedaje a un hondo pesar. / Yo también. // Con espinaduras de los cardoncillos. / Un guabo tendido en sombra negral. / Yo también. // A la loma de los limoneros/ Ochenta y siete papagayos van los martes. / Yo también. //1920 ? AMOROSA PALOMERA.- No hubo necesidad de un oftalmólogo./ Catarata es el agua que se lanza desde un precipicio,/ dicen todos los textos de geología,/ por eso los familiares prefirieron llamar a un geógrafo destacado.// para atender a la paciente./ La señora, en verdad, era corta de vista,/ pero divisaba cuando quería, hasta la misma panacea,/ Como llegó a ser amorosa palomera, nadie como ella/ para observar el vuelo de las aves con su izquierdo monóculo.// Usaba el telescopio para la telepatía/ y en el teleobjetivo ponía siempre toda su rigidez,/ por herencia obtuvo los quevedos de su abuelo; /sin embargo, no los usó en sus fantasiosos viajes/ que realizaba, de continuo, a París. / Muchos años antes había sentido intensa morriña al imprimir la Torre Eiffel.// Corno su gozo era ver sus rayos verticales/ que proyectaba el tragaluz de su alcoba, / hizo del tranquil su única tramontada. / Esto fue causa inmediata para que su unigénito / estudiara arquitectura en Italia. / A veces le hacían gracia los orzuelos que portaba, / pero los boticarios la regalaban con modernos colirios. / Una mañana, con catalejos de lunetas ahumadas, / vio pasar el diminuto sepelio de su amigo: el señor de la Ráfaga. / Comprendió que su mal había llegado a una tonelada / de indisposiciones, y resolvió curarse de manera definitiva, // Llamó aun matarife para que diera de puñaladas a cada niña de sus ojos. //

CINEMA. – Bajo la penumbra de Autocine / Luca della Robia en una mariposa / aterriza en la Galena Devamber / El Cupé Aéreo “OW” sombreros feminios en paquetes postales / como “Tek- pai” / Agni en las Ondas Hertzianas / Bailarinas con colorete de Ingram / cióse revive en un PATE DE FOIEGRAS / para una escuela de Aviación / El romance de Ershab Lapidowski / Júpiter Pitcher mundial de Base Ball / El Clown de la noche / por cuarto menguante / Nati la Bilbanita a 50 Dollars / en los rascacielos de la Grandrapids / Los Elke en el desfile de la electricidad / El Globo terráqueo se descompone / en 3/4 + 4/5 / los logaritmos fijan el Tipo de Cambio / en el Poco sur. //

POEMAS DE LA REVOLUCIÓN – / ¿Traigo el afiche de la miseria / junto al leño de mis rebeldías / esta vez / cien martillazos golpearon / la oración de los hombres libres / -ah tiene este mundo dormido en los graneros / algo de sí mismo- / yo robé / la desesperación proletaria de / muchos ojos / al iniciar en la cárcel el canto a la vida / pero ha mucho tiempo / que tragamos riendo un puñado de lágrimas // II // Los obreros / dejan su bostezo de cansancio / sobre la tarde de los días burgueses / Tosiendo su tuberculosis / un montón de hombres pasa cantando /el himno de sus rebeldías encade nadas / Se han colgado como angustias en silencio / los senos sin leche de las madres / el crepúsculos / ha traído promesas de incendio / y haremos de nuestros poemas dinamita / en las habitaciones proletarias / niños recién nacidos / trazan el panorama de una REVOLUCIÓN. //

Ahora

el romboide de tu vida en el lago de la muerte

Las paralelas de tu camino fueron curvas cerradas

Tu único ángulo se ahogó en el triángulo de amor

Ya tu palabra rimada en un cuaderno de poesía

Dormías circunferencia azabache

en el poliedro del absurdo

Y tu pirámide

calló en 21 pedazosen 21 después para siempre.