POETA CORONADO. – Nació en Manta el 28 de Noviembre de 1896 en una casa esquinera entre las calles América y Montalvo. Hijo legítimo de Carlos Egas Rodríguez y de su segunda esposa Rosalía Miranda Alarcón, de Santa Ana, Manabí, fallecida cuando el futuro poeta tenía solamente cuatro años de edad.
En 1902 sus tías maternas las Miranda lo trajeron a vivir en Guayaquil, a un departamento alquilado en Sucre entre Pichincha y Pedro Carbo y en 1907 – dado el etilismo de su padre – trajeron a sus dos hermanos menores (Miguel Augusto y Lola después señora de Sandoval) y estudiaron la primaria en la escuela fiscal que dirigía el profesor Leonardo R. Aulestia, ubicada en 10 de Agosto y Boyacá.
En 1909 ingresó al “Vicente Rocafuerte”, a los pocos meses concursó en un Certamen de Poesía con su composición “Patria” y obtuvo el Primer Premio por tratarse de un soneto perfecto, conforme lo acreditaron los asombrados miembros del jurado que no podían explicarse cómo un jovencito sin estudios de preceptiva literaria, hubiera podido descubrir los misterios de la musicalidad y de la métrica.
En 1912 colaboró en la revista mensual “Letras” de Quito de Isaac J. Barrera. En Octubre de 1913 escribió en “El Telégrafo Literario” bajo el pseudónimo de “Dorian Gray”. Dicha publicación apareció cuatro meses hasta Enero del 14. Ya era amigo de los poetas de la ciudad (Wenceslao Pareja, José Antonio Falconí Villagómez, Miguel Angel Granado y Guarnizo, Manuel Eduardo Castillo, José Joaquin Pino de Ycaza).
En 1914 hizo amistad con Medardo Angel Silva. El 5 escribió en el diario “El Guante” y su poesía “Marina” le abrió las puertas de la fama. Desde entonces hizo una intensa vida intelectual. El 16 fundó con José Antonio Falconí Villagómez la revista literaria “Renacimiento” con el objeto de revelar la poesía moderna en el Ecuador, la publicación tenía un tiraje de trescientos ejemplares, se imprimía donde Uzcátegui pero sólo duró tres años. Su profesor vicentino don José Eduardo Molestina le obsequió una suscripción a la revista española Cervantes editada en Madrid. Se bachilleró a los veinte años de edad comenzó a estudiar jurisprudencia, y realizó un corto viaje a Quito, que aprovechó para conocer a los jóvenes intelectuales de la capital, especialmente a los poetas y a su ídolo Ernesto Noboa y Caamaño, con quien se carteaba de contínuo desde varios meses atrás.
En Febrero del 17, al conocer la muerte de Rubén Darío, se vistió de luto por tres días. Ese año editó en la revista “Patria” numerosas poesías y durante unas vacaciones en Riobamba compuso “Arias Intimas” en honor a un primer amor. El poema fue musicalizado y se convirtió en una pieza clásica nacional. El 19 colaboró en la revista “Juventud Estudiosa.” Su amigo el también poeta Medardo Angel Silva en un artículo aparecido en el diario “El Telégrafo” bajo el título de Nosotros, le dijo: Egas, en la torre más alta de sus abstracciones, ponía como (Juan Ramón) Jiménez, su maestro fraterno, el más vivo anhelo de su espíritu en tejer rimas aéreas suspirantes de delicadeza femenina, parecidas a un collar de lágrimas ensartadas perla a perla en el hilo frágil de un juguetón rayito de luna.
Con otros jóvenes solía reuinirse por las noches en casa de su compañero de estudios universitarios Lautaro Aspiazu Carbo, la casa estaba situada en la esquina de las calles General Córdova y 9 de Octubre.
El lunes 10 de Junio le visitó Silva en procura de un retrato de Oscar Wilde para la crónica literaria del día jueves, a las seis y media de la tarde le encontró casualmente en una botica de la esquina de Luque y Chimborazo y tras conversar hasta las ocho se despidieron. Egas fue a la casa de Aspiazu y una hora más tarde su amigo Adolfo Hidalgo Neváres le gritó desde la calle “Poeta, baje, que Silva se ha matado.
Este suicidio le impresionó muchísimo y al día siguiente martes 11 de Junio pronunció una Oración Fúnebre en el cementerio durante las exequias, manifestando que la muerte había sido un gesto más bien teatral, cuando en realidad era un acto primo pero meditado desde hacía mucho tiempo atrás, agravado por la morfinomanía de Silva, quien ya se había iniciado en el vicio a pesar de sus cortos veinte y un años de edad. Su muerte “representó un claro punto de viraje en la poesía ecuatoriana. Muchos de quienes no lo habían leído nunca, conmocionados con la enfermiza lealtad con los preceptos que repersentaba su suicidio, aceptaron a los modernistas románticos como a seres especiales, predispuestos a ser algo como un puente entre Eros y Tanatos. I las revistas literarias florecieron en todo el Ecuador, las señoras encontraron de buen gusto dejarse seducir por los versos altisonantes de unos pretendientes llorosos y perpetuamente estremecidos y los jóvenes se dedicaron con disímil éxito a escandir versos, en su mayor parte de dudosa raigambre y bien notorias influencias foráneas.”
En Octubre de 1919 triunfó en los Juegos Florales promovidos por el Centro Universitario de Guayaquil con motivo del Centenario de la independencia con “Plegaria Lírica”, que recitó en el antiguo teatro Olmedo obteniendo la Flor natural y arrebatando de entusiasmo a la audiencia que lo sacó en hombros y paseó por el bou leva rd hasta la esquina del salón Fortich donde se iniciaron interminables brindis al grito de “Viva el Poeta,” por eso se ha dicho que esa noche algo desconocido pasó en el viejo teatro, haciendo que sobre la alta burguesía comercial y bancaria flotara un hálito de poesía pura y transformadora.
// PLEGARIA LIRICA. // Tu siglo se muere de un mal imprevisto. / Tu siglo está loco, Señor Jesucristo! / Ya no hay alma, verso, ni luz, ni oración. / I por eso elevo mi plegaria santa / que desconsolada llegará a tu planta / desde el incensario de mi corazón! // Bien sé que el arquero dispara su flecha, / que Ariel se ha dormido, Calibán acecha, / los cisnes se mueren, se agosta el rosal. / Pero Tú lo puedes, Rabí Narzareno! / (Lo puedes por Grande, por Dulce, por Bueno) / Ruega por el santo país del ideal! // Ruega por la estirpe de Apolo celeste, / por la lira santa y el carrizo agreste. / Ruega por el verso, que es eternidad! / Por los que trajeron un don de armonía / y bordan con oros de tu fantasía / los harapos tristes de la realidad. // Ruega por el alma, Señor! a quien diste / la gracia inefable de sentirse triste / ante una mirada, un beso, una flor…/ y por los vedados de toda fortuna / que en el imposible telar de la luna / hilvanan su santa quimera de amor. //
De allí en adelante, considerado el heredero de la lira de Medardo Angel Silva y sin los peros raciales de aquel, menudearon las invitaciones a fiestas y saraos y escribió sus poemas en todos los abanicos “como discípulo del religioso Amado Nervo fundido en la métrica del divino Rubén Darío”. Plegaria Lírica salió en casi todos los periódicos del país, incluso hasta en los de menor tiraje.
Egas era un cristiano fervoroso y devoto dentro de la ortodoxia católica pero jamás llegó al misticismo de Nervo ni a misticismo alguno, pues en esta primera época fue un poeta sensualista dentro de una religiosidad permanente. Su Plegaria tiene más bien un sabor pagano bajo la invocación a Jesucristo. “A él se dirige el poeta para pedirle que salve a los cisnes moribundos y a Ariel dormitante,” en un momento de suprema angustia, cuando el proletariado occidental vivía la dolorosa crísis económica de la postguerra con su secuela de tragedia y de miseria y al mismo tiempo los burgueses felices por el fin de la Gran Guerra se encontraban listos a disfrutar de los excesos propios de los dorados y locos años veinte, divirtiéndose en medio de la peor inflación que registra la historia mundial.
“Plegaria Lírica” alcanzó renombre continental y figura en casi todas las Antologías de las cien mejores poesías escritas en lengua castellana por su tono de airada protesta y de denuncia.
Ese año su amigo José Joaquin Pino de Ycaza se burló en el periodiquito “La Campana,” del todopoderoso Gobernador del Guayas, Enrique Baquerizo Moreno con una parodia de Plegaria Lírica; pero fue llamado por dicha autoridad a excursarse en el despacho, pasando el joven Pino un mal rato.
En Diciembre de 1920 apareció en la revista “Caricatura” de Quito su poema Líndica y desde entonces se convirtió en la poesia más popular y repetida del país.
LINDICA.- // I se llamaba Líndica…. gitana / de ojos bandidos y de faz morena, / que, en el cortejo de su caravana / pasó por los eriales de mi pena. // Me dijo frases truncas… de la muerte, / del amor, de la vida y del arcano, / descifrando misterios de la suerte / en las líneas absurdas de mi mano…// Quise hablarle de amor. I de repente / se estremeció su corazón de Oriente / con mi devota ingenuidad cristiana. // I en ese instante, con unción secreta, / fundí mi raza blanca de poeta / en su raza maldita de gitana.
En 1921 viajó a Quito a estudiar en la Universidad Central, se relacionó con los círculos modernistas y “hasta se aproximó a la bohemia aunque sin perder rasgos característicos muy especiales en vida y obra”, pues se “exhortaba de misterio y le envolvía un halo de fantasía mística”, así fue como escribió su famoso poema “El verso imposible”, cantando a las cosas inalcanzables, a los ideales puros y revelando un corazón henchido de amor a Jesús.
Junto a Noboa y Caamaño y a Humberto Fierro figuró en la primera línea de la poética del país. Nuevos males de amor le hicieron escribir “Vaso de Lágrimas” y “Estancias de Amor” y del 23 es su “De Profundis”.
Ese año apareció en los Gráficos Nacionales el poemario “Unción” con su hermosísima producción inicial y fue nuevamente el poeta de moda, ahora en los principales salones sociales capitalinos pues todos le reconocían un halo raro, una ambivalencia extrema, que iba de lo alto, lo excelso y lo contemplativo hasta la humana bohemia, que sin embargo en Egas jamás llegó a desbordarse ni a ser obsesiva y los compositores se peleaban musicalizar sus poemas, al punto que surgieron en poco tiempo más de una docena de piezas clásicas y maravillosas que enriquecieron la cultura del país.
Por su amistad con Carlos Alberto Arroyo del Río fue designado ese año Introductor de Embajadores durante la presidencia de José Luis Tamayo. A principios de 1925 el gobierno de Gonzalo S. Córdova le designó Enviado especial a la trasmisión de mando en Santiago de Chile y recibió la condecoración Bernardo OHiggins.
De regreso a Guayaquil fue designado Visitador Escolar, funciones que ejerció poco tiempo a causa de la revolución Juliana y le ocurrió que cierta mañana, al visitar un Colegio Fiscal en Guayaquil, todo fue que entró a la primera clase y una de las chiquillas – Isabel Herrería Herrería, después esposa de Pedro Saad – rompió inconsolablemente a llorar. Averiguado el asunto, resultó que la quinceañera había contado a sus amiguitas que el joven poeta era su enamorado cuando en realidad ni siquiera se conocían y al verle entró en pánico temiendo ser descubierta en la mentira; pero todo quedó arreglado cuando el bondadoso Visitador se le acercó y abrazó paternalmente, creyendo en su sencillez que los lloros se debían a la emoción que había provocado su presencia súbita y sin anuncio alguno en una de sus múltiples admiradoras platónicas, cuando en realidad eran de una niña crecidita, mentirosita y asustadita.
En 1926 se graduó de Abogado y en la imprenta Municipal de Guayaquil salió su tesis doctoral titulada “El principio del Uti Posidetis americano y nuestro litigio de fronteras con el Perú” que apareció en 149 paágs. en la imprenta de la Municipalidad de Guayaquil y despertó elogios por tratar sobre un tema de actualidad nacional.
En 1927 fue profesor de la Universidad de Guayaquil y colaboró en la revista guayaquileña “Voluntad.” Entre el 27 y el 30 lo hizo para la revista modernista quiteña “Espirales” de Pedro Gómez. En 1929 instaló su estudio. El 31 contrajo matrimonio en Guayaquil con Lola Rivas Vergara, considerada una de las más bellas mujeres del país y lo fue hasta de edad provecta, abnegada y leal compañera, tuvieron siete hijos. Ese año fue miembro fundador del Centro de estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil.
Otra faceta de su vida constituye la musicalización de su producción que se inició en la década de los años veinte y se intensificó en los treinta con el nacimiento de la industria fonográfica en el país. “Arias Intimas”, “El Verso imposible”, “Vaso de Lágrimas”, “Invernal”, “Estancia de amor” y el más conocido de todos, el inmortal “Líndica”, calificado como la más alta expresión estética popular de la poesía ecuatoriana del siglo XX. Todos ellos aún son escuchados como letras de hermosos pasillos y música de Nicasio Safadi, Segundo Cueva Celi y Miguel Angel Casares, entre otros célebres compositores del país.
“Arias Intimas” salió con música de Miguel Angel Casares Viteri, cantado por Carlota Jaramillo, que lo grabó y popularizó en Quito para la marca Rondador, de Fadisa.
“El Verso Imposible” con música de Nicasio Safadi, interpretado por el dúo de Beatriz Parra y Olga Ruiz Estrada en disco de larga duración de la marca Orión, fabricado por Ifesa. Lleva ese mismo título con arreglos, dirección y acompañamiento del maestro Héctor (manito) Bonilla.
“Vaso de Lágrimas” con música del notable compositor y pianista lojano Segundo Cueva Celi, interpretado por las hermanas Mendoza Sangurima, grabado en Guayaquil para la marca Onix, fabricado por Fedisco. También ha sido grabado por varios artistas en diferentes épocas para otros sellos disqueros del país y del exterior y a veces con letras algo diferentes a las del poeta Egas.
También sus poesías han sido musicalizadas como valses. El Himno a la Escuela de Derecho de la U. de Guayaquil y otros poemas suyos fueron grabados como simples recitaciones. El declamador argentino Juan Carlos Pacheco grabó con fondos musicales del pianista manabita Oscar L. Castro Intriago un disco de larga duración fabricado por Ifesa bajo el título de “Vientos de pampa sobre el Guayas” para la marca Orión. La presentación de la contraportada corrió a cargo de Alejandro Román Armendáriz.
En 1932 actuó profesionalmente en las reclamaciones judiciales de su amigo el profesor Luis Felipe Huaraca – Duchicela como heredero del trono del Imperio de los Incas (Tahuantinsuyo) Su estudio se acreditaba por las buenas relaciones con el elemento obrero sindicalista de la ciudad pero una inveterada costumbre a gastar más de la cuenta le mantenía en situación de constante apremio económico.
Ya no escribía como en su primera época aunque seguía gozando de fama y sus composiciones eran recitadas y cantadas por todas las capas sociales; sin embargo, la crisis del cacao (baja de producción ocasionada por las pestes y el precio internacional a causa de la caída de la bolsa en Wall Street y la recesión mundial) mantenía a todos en gravísima pobreza, casi bordeando la miseria, y tras un desventurado suceso originado en un cheque post fechado cuyo monto no pudo ser cubierto a tiempo tuvo que salir hacia 1938 a Lima, donde se instaló con su familia.
En 1940, al conocer el triunfo electoral de su protector Arroyo del Río regresó a Quito y desplegó una intensa labor profesional especializándose en asuntos relacionados con pasaportes y visas para los ciudadanos judíos que lograban escapar de la barbarie nazi de Europa.
Fue una época de grandes realizaciones. Ganó mucho, dió espléndidas fiestas porque decía que el dinero hacía daño. Gozaba de la preferencia presidencial (Arroyo se solazaba con su amistad, siempre que podía se hacía ver a su lado, retratandose con el poeta, de manera que era uno de los hombres fuertes del régimen)
En 1941 y tras dieciocho años de prolongado silencio sacó “Unción y otros poemas”, recopilación de “Unción”, “Arias Intimas” y “La Senda Florida” en 116 págs. en los Talleres Gráficos del Ministerio de Educación pero el libro despertó comentarios negativos del padre Aurelio Espinosa Pólit S. J. que no aceptó la religiosidad romántica y mundana – más de salón que de interioridades – reflejada en esas composiciones y hasta llegó a calificarlas de adefesios. I no andaba tan desacertado el ortodoxo crítico al rechazar dichos poemas porque la religiosidad de Egas – según lo anotó César Andrade y Cordero – era lo morboso de Baudelaire derivando hacia la beatitud.
Para la revolución del 28 de Mayo de 1944 estuvo escondido algunas semanas pero era tan grande su popularidad que nadie se atrevió a perseguirle. De allí en adelante, vuelto nuevamente a su estudio profesional, y ocupando funciones burocráticas menores, vivió en pobreza casi franciscana, alquilando porque no tenía ni siquiera una modesta vivienda que ofrecer a su dilatada familia. En 1946, tras el golpe dictatorial del presidente Velasco Ibarra, que disolvió al Congreso para convocar a elecciones y formar uno nuevo con el apoyo de los diputados conservadores, fue designado abogado de la Caja del Seguro. El 47 asistió en Cuenca a una de las Fiestas de la Lira, el público le reconoció y recitó “Líndica” y luego otras muchas poesías suyas, siendo aclamado incesantemente pues la lista de peticiones se hacía interminable y también las libaciones, hasta que se retiró dejando un imborrable recuerdo. “Líndica” seguía siendo el poema más popular del país y no era raro que en las casas los niños la aprendieran de memoria.
Vivía en Guayaquil y en 1950 había ido a visitar en Quito a su amigo el padre Aurelio Espinosa Pólit a quien enseñó un manojo de versos, fruto de su última producción. El poeta se confesó con su voz bajita, susurrante, melódica y llena de armonías, que tanto le distinguía y hasta recitó “El Milagro”, que causó un gratísimo impacto emocional en el austero crítico jesuita, quien le escuchó conmovido, recibió los poemas y tras leerlos detenidamente los aprobó porque en esta segunda etapa de su producción se había podado los antiguos vergeles quedando unicamente el viejo anhelo del poeta, que finalmente encontraba al Jesús “verdadero” en su camino de poesía comprimida y no tan bella como la anterior pero en epifanía esplendorosa por eso se ha dicho que el poeta se ofreció en esta última etapa de abundancia y facilidad formal, con expresividad franca que buscaba caminos más directos y cordiales que los refinados, suntuarios y sutiles del modernismo ambiente, todo ello a costa de la gran belleza de su primera y bellísima producción.
El propio Espinosa, en el prólogo que escribió para el libro, dijo: Un día, por 1950, me vino trayendo el poeta, el manojo escogido de la nueva cosecha, pidiéndome las palabras que lo bendijeran. Fui duramente franco con él, le dije que prologar sus versos era un compromiso grave para los dos; para mí, porque era hacerme responsable de su verdad; para él, porque sería un rompimiento con su pasado; que para comprometerme necesitaba saber toda su verdad y que no quería averiguarla de boca ajena. Me abrió el corazón como sólo se hace con el sacerdote y para acabar de persuadirme, me recitó a media voz, con ese temblor amoroso típico de él cuando recita, la primera de sus nuevas composiciones, la que debía dar el nombre al nuevo librito. En 1954 apareció este nuevo poemario con el título de “El Milagro” en solo 39 págs. y prólogo de Espinosa Pólit, pero despertó vivas polémicas. El Cardenal Carlos Maria de la Torre le felicitó.
Hernán Rodríguez Castelo ha escrito que constituyó un gravísimo error que hubiere abandonado los campamentos ricos de maravillas estéticas y verbales del modernismo para ir en busca de cosas por simples caminos y por eso opinó que “una nueva plenitud no será ya una plenitud lírica sinó mera emoción religiosa. En este momento se perdió para la lírica ecuatoriana de la segunda mitad del siglo XX ese gran poeta que José María Egas fue. La crítica literaria tuvo en mucho la culpa del infeliz suceso. Sobretodo un critico que en medios católicos del tiempo tenía un peso inmenso. Sólo una valoración del fenómeno, más religiosa que literaria, explica que el padre Aurelio haya saludado el paso del poeta de Unción a poemas edificantes como Fides, La Clave, Confesión, Exhortaciones. Habló el jesuíta de la mayor verdad ontológica de su nueva poesía y lo que formula tan sonora venía a decir, no era si no una poesía de más directa y franca ortodoxia católica”.
Otros críticos como Leopoldo Benítes Vinueza en cambio, opinaron que con este poemario Egas se colocó a traves de una sincera expresividad, en un alto sitial dentro de la poesía devota hispana, a través de una ansiosa búsqueda de Dios con desgarramientos del alma para encontrarlo, y devoción alquitarada. I añade: No hallo en la poesía ecuatoriana alguien que como él haya expresado su devoción con tanta pureza y con tanta inspiración dentro de un camino de purificación y sentimiento. De manera que es un caso único en nuestra literatura por su sinceridad y valentía. Como consecuencia de esta actitud religiosa la muerte no es aniquilamiento y olvido, ni desgarradora angustia, ni gusto por ella. Es todo lo contrario, es anhelo de liberación de la envoltura carnal para obtener la paz definitiva. Creyente y por lo tanto esperanzado, José Maria Egas piensa que la muerte es un acercamiento a la bondad perdonadora de Dios.
Vivía nuevamente en Quito electo miembro del Tribunal Supremo Electoral, al amparo del Presidente Velasco Ibarra volvieron a salir sus poemas principales en la Imprenta Municipal de Guayaquil y mientras la derecha le felicitaba, la izquierda consideraba la temática religiosa como aberrante en las letras nacionales pues se vivían años de denuncia social y hasta de cartel político, pero el público seguía fielmente al poeta, lo aclamaba en cada ocasión que se presentaba y su producción era materia de estudio en escuelas y colegios confesionales.
Con el ascenso al poder en 1956 del Presidente conservador Camilo Ponce Enríquez conoció nuevas posiciones burocráticas. Ese año fue designado Miembro del Tribunal Supremo Electoral con sede en Quito, luego ascendió a Ministro Juez de la Corte Suprema ejerciendo tan altas funciones entre el 58 y el 60, año en que retornó al puerto principal donde publicó su “Canto a Guayaquil” verso fácil y algo artificial, no por falta de voluntad de cantar o de amor a la urbe si no porque ese tipo de composiciones estaban fuera de su línea más bien religiosa. La municipalidad se lo publicó.
El 61 G. humberto Mata escribió “Revisión del poeta José María Egas” defendiendo a Ileana Espinel que había opinado que la poesía de Egas era religiosa y no mística, siendo respondida groseramente por el jesuita Jorge Chacón, en total desacuerdo con tal acerto. Mata insultó a Chacón diciéndole “sacerdo.”
El 64 fue nombrado Ministro de la Corte de Apelaciones en materia agraria. El 65 recibió la Medalla al Mérito Literario de la Municipalidad de Guayaquil. Los gobiernos de España y Chile le otorgaron sendas preseas. De allí en adelante fue encegueciendo paulatinamente a causa de una pertinaz glaucoma y hasta dejó de salir a la calle, optando por la jubilación con una pensión tan exigua que no le era suficiente para vivir con decencia. Sus últimos años fueron azarosos y tristes pero todo lo aceptó con amor y hasta con alegría “porque eran pruebas que le mandaba Dios.”
En 1974 la Junta Cívica de Guayaquil publicó una recopilación de su obra en 274 págs. bajo el título de “Poesías completas, poemas de Ayer y Hoy” obsequiándole la edición como ayuda económica.
El 30 de Mayo de 1975 se incorporó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua con un recital en la casa de Benalcázar. Hernán Rodríguez Castelo, que nunca le había escuchado, escribió al día siguiente “A José María Egas resulta muy difícil olvidar después de que se lo ha tenido cerca diciéndonos sus versos; él pertenece a la historia de la lírica ecuatoriana de este siglo como superviviente de su grupo y testigo de su hora lírica”.
Entonces surgió de todos los confines del país la idea de coronarle con laureles de oro porque Egas era un poeta modernista, surgido al rescoldo de los inicios del siglo XX cuando se coronaba a los poetas como en los tiempos de la Grecia clásica, es decir, a la antigua usanza. Como así lo expresó él mismo.Por eso, en mi condición de Concejal comisionado de Cultura de Guayaquil formé un Comité presidido por el internacionalista Antonio Parra Velasco y la Directora de la Biblioteca Municipal Violeta lturralde de Orrantia.
La costumbre de coronar a los poetas no era nueva en el país. Numa Pompilio Llona fue coronado en 1910 en el teatro Olmedo a instancias de un comité especial formado por los redactores del diario “El Grito del Pueblo”. Dolores Sucre recibió una Lira de Oro de manos de un Comité de señoras. En 1917 Nicolás Augusto González fue despedido en su viaje final a Buenos Aires con un Album y una Lira de Honor en el Colegio Vicente Rocafuerte no sin antes declarar heredero de su lira a Francisco J. Falques Ampuero, quien recibió una Corona de Oro en el Paraninfo de la Universidad de Guayaquil en 1930. En Cuenca se coronó en 1930 a Remigio Crespo Toral y con anterioridad se había coronado el busto de Luis Cordero Crespo en 1917 pues había fallecido. En Quito fueron coronados Remigio Romero y Cordero en la cima del Yavirac en 1933 y Pablo Hanibal Vela Eguez en 1951 cuando ya estaba ciego, de manos del Alcalde José Ricardo Chiriboga Villagómez
El 1 de Octubre de 1976 se colocó el busto en bronce de José María Egas, obra de la escultora Angela Name de Miranda, en el hall de la Biblioteca Municipal y el miércoles 6 a las 8 y 1/2 de la noche, empezó en el Salón de Honor del Palacio Municipal la apoteósica ceremonia de su coronación que el poeta vivió en toda su intensidad por ser presagio de su muerte y él lo sabía pues tenía setenta y ocho años de edad. El discurso de orden corrió a cargo de José Rumazo González, Presidente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, de la cual Egas era miembro de Número, quien leyó con voz casi inaudible durante más de media hora, cansando al auditorio, pues ya se encontraba muy viejecito y disminuido. El Poeta recitó “Amor y Gloria”, hermosísimo testamento lírico compuesto de trece estrofas y en su discurso dijo lo siguiente: “Laureles de oro sobre mis sienes y yo que soñaba con laureles divinos en mi corazón. Llegará el día del misterio profundo. Hoy me envuelve la gloria humana con solemnidades de belleza y esplendor. Los hombres me enaltecen, la vida se detiene. Siento besos en el alma. Hasta podrían peligrar mis anhelos de perfección con halagos de flaqueza y vanidad. Pero el hecho es que reviven grandezas espirituales. Surge con inefable intensidad el amor de mis padres y la intimidad de mis hermanos. Resalta el encanto y la hermosura de la mujer que me acompaña. Palpita una gracia sin nombre en el corazón de mis hijos que se estremecen ante el misterio del porvenir. I todo es bendición, asombro y maravilla. Devolver tanta belleza no es posible. El hontanar de mi lirismo se desborda pero no alcanza a llenar las grietas profundas que conmueven mi interior. Se queda en los umbrales del cántico. Por eso os traigo un poema con hogueras de amor y sueños de gloria, donde palpitan épocas que afectan el alma y siguen descorriendo velos de un tesoro escondido en el corazón. Oidlo”.
De “Amor y Gloria” se copian las últimas cuatro estrofas. // I lauros en la frente. I musa y flores / Júbilo, estruendos, vanidades mías. // Encanto y esplendores. / Cuando sé que el amor de mis amores / agoniza en la cruz todos los días. // Las grandes ironías / son verdades ignotas / que nadie alcanza a comprender. Teorías / sin fondo ni hilación. Llegan vacías / con las premisas rotas. // Pero me doy para entregarme iluso / a la voz que me canta y me corona / y es que bendigo, trémulo, confuso, / al corazón de la ciudad que puso / su estrella refulgente en mi corona. // Hay un juez que perdona / y cuando llegue el día / del misterio profundo. / Ya realizada la esperanza mía / Se quedará con Dios la poesía / y el eco de mis versos en el mundo. // El beso de gloria se presiente / Ya hay formas en la nada, / el destino no miente. / La inspiración es ráfaga sagrada. // I llegará el milagro sorprendente / cuando después, los laureles de la frente / reverdezca en mi alma iluminada! //
La corona le fue impuesta por su nieta Patricia Gómez Egas quien vistió un traje rosado de tela suave que le llegaba a los pies y sandalias doradas, todo a la usanza de los tiempos de Grecia.
Se ha dicho al respecto que el acto fue decadente y casi al borde de lo ridículo, que expresaba de modo cabal el espíritu de una sensibilidad que ya era tristona en 1920 pero resultaba grotesca más de cincuenta años después, lo cual es una verdad a medias; sin embargo, no lo era para el poeta, que revivió espiritualmente y pasó sus últimos años con tan felices recuerdos.
Vivía por entonces en una villita alquilada en la Avda. del Salado No. 404 y calle Sexta de la Ciudadela Miraflores, propiedad del Dr. Guillermo Game Ampuero. Estaba ciego y sin esperanza de recuperar la vista y él lo sabía. I así fue lentamente consumiendo su tiempo hasta que le llegó callada la muerte, cinco años después, la tarde del martes l6 de Febrero de 1982, sin enfermedad visible, se fue apagando su alto espíritu en alas de un gran amor a la divinidad. Tenía ochenta y cuatro años y con él terminaba la primera generación poética ecuatoriana del siglo XX que fue la mayor y más famosa.
De pequeña estatura, constitución delgada, tez muy blanca, pelo y bigote canos. Acostumbraba hablar quedo, con voz susurrante y cantarina que producía un extraño efecto en el auditorio, sobre todo cuando recitaba “Líndica”, que escuché muchas veces en distintas reuniones de sociedad pues la gente lo invitaba con su bella esposa, que fue bellísima hasta en sus años postreros. Al Poeta coronado se lo solicitaba.
De profunda religiosidad acentuada al final de su vida con pequeñas oraciones propias que musitaba en soledad. Sus hijos me han referido que rezaba mucho y en voz baja.
Jamás se quejó de nada ni habló mal de nadie. Un santo varón llamado por Dios para la santidad laica. Poeta de infinitos – religioso no místico – como equivocadamente fuera calificado. Dejó inédito un poemario titulado “El Tesoro escondido”.
Cuando le venía la inspiración recitaba con la vista en alto. Luego dejaba madurar los versos varias semanas en su memoria y finalmente hacía que alguien se los pase en limpio pues ya no veía. Por eso se ha dicho que fue un grande y raro literato, un alma iluminada y desgarrada de amor divino que se expresaba en forma poética, rasgo que le ha colocado en un lugar único en nuestra literatura.
ARIAS INTIMAS.- // Señor!… Si es la inicial de mi destino! /Si no puedo olvidarla!… Si es tan buena / como el azul de este paisaje andino! / Si es una hermana que salió al camino / como una bendición para mi pena! // Hecha de ritmos, aromas y cristales, / ella es quien hace despertar el día… / Por ella hay en la fuente madrigales, / amanecen con perlas los rosales / I tienen las alondras melodías! // Yo quiero hacer en mis ensueños vanos / dos hemistiquios de sus labios rojos, / y traer de mis líricos arcanos / alburas de marfil para sus manos / y nostalgias de mar para sus ojos! // Mi vocación azul se la ofreciera. / Le he dado toda mi melancolía, / por ella se agostó mi primavera, / y, sin embargo, en mi dolor quisiera / tener algo que darle todavía. //
ESTANCIAS DE AMOR.- // Quisiera ser más bueno. Señor! para mirarla / desde el humilde valle de mi resignación! / Si tu ley es tan dura que condena a olvidarla, / yo no sé lo que haría… Te pediré perdón…/ Mi culpa es la locura de querer engastarla / como piedra preciosa sobre mi corazón! // Culpa que hace más bueno, debe ser culpa santa. / Ya ves como en silencio, te bendigo. Señor! / I bendigo la nieve polar de su garganta, / I bendigo los pétalos de sus labios en flor, / ese rostro de virgen, esas manos de santa / y esos ojos nostálgicos, de otro mundo mejor! //
EN EL TEMPLO.- // Cuando va por el templo, tranquila y solitaria, / y cae ante el prodigio del altar de María, / y sus ojos románticos, con unción de plegaria, / se van como dos alas por la nave sombría; // Cuando junta sus manos de marfil y de rosa / y escapa de sus labios una oración furtiva, / y embriagada en el éxtasis de su fé religiosa / se recoge, temblando, como una sensitiva. // Cuando pliega los lises de su alba aristocracia / postrada ante la Virgen, toda llena de gracia; / ¿Dónde habrá más pureza de fontana o de estrella? / en la gracia inefable de la dulzura de ella? / o en la dulzura triste de la Virgen María? //
OBLACIÓN.- (Poema de Viernes Santo) // Ya no tengo qué darte, Jesús crucificado! / Mi juventud se ha muerto, mi dolor se ha agostado. / Ya no tengo qué darte, porque todo lo he dado. // I hoy que quisiera que todo por Tí sea, / el arrepentimiento mi corazón golpea, / sensitivo y romántico lirio de Galilea! // Yo tuve un gran amor… Fue una pasión sin nombre / que no la dije a nadie, para que a nadie asombre. / I queriendo ser niño me olvidé de ser hombre! // Fue una mujer que vino como un milagro…Bella / más
que toda la euritmia sentimental….. I
ella/ complicó mi destino, fatalizó mi estrella. // Le di todas mis rosas una noche de luna…/ En silencio se fueron muriendo una por una…./ I ves como el rosal ya no tiene ninguna! // Sólo queda una ofrenda: La vida me ha quedado. / (Piensa que todas las veces todo un cielo estrellado / no vale por la angustia de un corazón gastado) // Te daré, pues, mi pobre sarcófago vacío. / Tú has de poner calor donde hace mucho frío / I una flor en sus yermos arenales de hastío. // Tú que en pleno martirio santificaste el llanto, / y a tu padre pediste, con inefable encanto, / perdón por la tragedia de tu madero santo, // Haz que amor no resista y que mi fe se encienda. / Descorre de mis ojos esta mísera venda / que todo por Ti sea. / El arrepentimiento mi corazón golpea, / sensitivo y romántico lirio de Galilea!..//
EL MILAGRO.- / Este don que me embelesa / sólo de Dios puede ser! / Amor que canta y que reza! / Amor de Santa Teresa / que entiende sin entender.// Ya no se siente el camino. / Todo es vida y todo es luz… / Espíritu! Amor que vino / con ese efluvio divino / que hay entre el Padre y Jesús! // Amor seráfico y blando / que es entraña de mi fé!…./ (Tesoro que voy ganando / sin saber como ni cuándo, / ni porqué). // Lo que antes amor creía / era verso y fatuidad / Hoy es don; es poesía./ Es luz de sabiduría / y soplo de eternidad! // Ya no hay espinas ni rosas…/ Que todo es cumbre interior! / Cae un velo de las cosas…/ I hay rutas maravillosas / que van a Nuestro Señor! // Siempre temo pero ando / con otro, que es el que ve! (firmeza que voy ganando / sin saber cómo ni cuando, / ni porqué). //
UNCION.- // ¡Qué no diera, mi Dios, por merecerte! / ¡Qué no diera, mi Dios, por alcanzarte! / I coronar mi dicha de tal suerte / que ilusiones mi fe para quererte y aguces mi dolor para cantarte./ Si en lengua humana se pudiera hablarte / y estos ojos -¡Oh Dios!- pudieran verte / ya me faltara unción para adorarte / y corazones para aprisionarte / y vasos de piedad para beberte! // Qué no diera, mi Dios, para que un día / supiera de tu púrpura mi lodo / de tu música astral mi poesía, / y embeberme en tu santa eucaristía / el don de amar y comprenderlo todo! / que mientras aparece en mi recodo / tu luminosa lámpara que guía./ humildemente mis vergeles podo, / para ver si florece de algún modo / esta miseria de la carne impía! //
A GUAYAQUIL.- Fragmento.- // Heráldica ciudad / canto y proeza / dan alcurnia a tu fama, / linaje a tu grandeza¡ // Y con el mismo / corazón se inflama / con la misma pureza. // Silenciosa y humilde / cuando reza / o altiva y señorial / cuando reclama. //
FIGULINA (HOJA DE ÁLBUM)
Pasas con chic de aristocracia suma frívolamente sobre mis martirios. Pareces hecha con blancor de espuma o levedad finísima de lirios!
Una serena majestad reviste tu vida espiritual que sufre y calla … Resumes toda la elegancia triste de una puesta de sol que se desmaya. ¡Mensaje blanco de las primaveras! … ¡Albura espiritual! … ¡Oh! figulina ¡de ponerte a exhibir en las vidrieras!
Porque eres grácil, impecable y fina; al tocarte parece que tuvieras fragilidad de porcelana china.
(De La senda florida)
CANCION GRIS Lluvia…
Melancolía!…
(En el balcón, tu cabecita rubia es como el sol de la mañana fría.) Lluvia… Melancolía!
Las campanas, enfermas de langor y dulzura
ponen su vieja nota gris.
El alma tiene santidad de albura como los pétalos de un lis.
El paisaje se duerme en su infinita serenidad…
Y la lluvia cae lenta, cae la lluvia infinita sobre las cosas, sin piedad.
La mañana
pone con dulce languidez de hermana la vaguedad de su matiz.
Y al apagar su débil
tono de luz, su tono de rosa, fluye más larga, flébil,
más dolorosa, la canción gris.
Lluvia… Melancolía!
(En el balcón, tu cabecita rubia es como el sol de la mañana fría.) ALMA
HABLANDO a media voz, sin que nadie la entienda,
Alma, la dolorosa virgen, va por la senda.
Tiene los bucles rubios, las miradas azules,
y es casi una ilusión hecha de finos tules.
Blanca, toda irreal, en éxtasis divino, va con los ojos muertos, fijos en el Destino …
Un mal aristocrático su belleza extenúa …
Se aleja como un símbolo por el viejo camino
donde cae en monótona vaguedad la garúa.
Un mal aristocrático su belleza extenúa.
espiritualizada, femenina, exquisita, con las miradas húmedas de emoción infinita,
Alma, la dolorosa, huella su triste vía con temblores de nervios y sudor de agonía …
La pobre tiene un gesto de perdón para todo.
Santificó su vida con celestes martirios; y de este fango humano de miseria y de lodo
ella resurge intacta con su veste de lirios!
Alma sueña… Se aleja como una distraída,
haciendo un gesto irónico de cansancio a la vida.
Y en éxtasis supremo huella la triste vía
con temblores de nervios y sudor de agonía …
(De La senda florida)
VAS LACRIMARUM
No te arrimes mucho sobre mi desgracia
ni afines tu oído para mi canción. Porque es tan dolida y humilde mi gracia
para las finuras de tu aristocracia y las maravillas de tu corazón!
Yo sé que me sigue tu cariño santo como una estrellita de felicidad.
A veces te lloro, y a veces te canto! Pero me da pena que te mires tanto sobre la fontana de mi soledad!
Mis invernaderos dañarán tus rosas… Grave y pensativa te hará mi laúd.
Yo soy un enfermo que tiene sus cosas…
Retira en silencio tus manos preciosas de la herida mala de mi juventud!
Yo soy un enfermo que tiene sus cosas.
No busques alivio para mi orfandad. Serás, con tus manos floridas de rosas y son tus unciones misericordiosas como una hermanita de la caridad. Pero yo no quiero que por mí desveles el sueño dorado de tu corazón.
Ni agotes tu néctar ni seques tus mieles…
Que ya puse al margen de mis horas crueles
la dulce ironía de mi salvación.
No sé qué destino te puso a mi vera…! ni qué bebedizo de magia sutil dejó que mi pobre ceguedad te viera pasar en las glorias de tu primavera como una infantina de cuento de Abril! No sé qué herbolario, ni qué hechicería, o qué libro malo me dio su licor … Pero, misterioso fakir, yo quería deslumbrar el Asia de mi fantasía con tu fabulosa leyenda de amor.
Y no sé qué alquimia doró mi desgracia
Y fue todo música y luna y canción!
Y soñé rondeles floridos de gracia para las finuras de tu aristocracia v las maravillas de tu corazón.
Pero ya sangraba la herida secreta. Ardía en silencio la llama fatal.
Y, cuando quisimos coronar la meta, triunfó la injusticia de nacer poeta, rondó mi celeste vendaje ideal…
Y sólo quedaron las alas marchitas, el libro soñado… lo que pudo ser!
Y algún misterioso temblor en mis cuitas
por tus inefables miradas benditas y tus pecadoras manos de mujer!
Algún escondido retazo de pena…, Algún idealismo y alguna inquietud. . .
Y no sé qué dulce bondad nazarena para esta fatiga, para esta cadena del santo suplicio de mi juventud! Tengo, por extirpe, mi solar cristiano Mi heráldica sabe de la Flor de Lis Vibran abolengos al tender la mano …
Y va por la vida mi amor franciscano como un hermanito del Santo de Asís. Pero no te acerques con unción de gracia.
Ni afines tu oído para mi canción. Porque te pudiera tentar la desgracia de hacer corona de tu aristocracia con las maravillas de mi corazón.
(De Unción)
LA HORA MISTICA
(PARA J. EDUARDO MOLESTINA)
Hora en que deja el cautiverio
para cantar, el corazón… – Arturo
Borja
Una adorable castidad de rosas perfuma los crepúsculos en el mes de María.
El ángelus doliente sobre todas las cosas
pone un beso infinito de paz… Melancolía
que hace más buena la naturaleza Tristeza
honda y semidormida
que flota en el paisaje diáfano de la
vida! . . .
El sagrario
predispone a las santas devociones del rito.
Suena dolientemente la voz del campanario
y siento que me embriagan éxtasis de infinito …
La tarde deja una bendición nazarena.
Y hasta la piedra dura quiere sentirse buena.
Yo, con mi alma, podría
perfumar la inocencia de los pies de
María.
La oración
despierta y hace florecer la aurora místicamente purificadora de la Anunciación!
Una adorable castidad de rosas perfuma los crepúsculos en el mes de María! …
(De La senda florida)
EL AMOR
Deja que venga solo, deja que venga piano,
alegre, doloroso, como quiera venir. Que arome de silencios tu corazón cristiano
y pueble de luceros tu noche de zafir. Pero nunca te empeñes en forzar el arcano!
Amor es un tesoro que se cae de la mano …
Es arpa de los cielos que la tendrás que oír.
Deja que venga solo… Que llegará en un día
de sorpresa inefable para tu corazón; cuando traigas del valle de tu melancolía
humedad en los ojos y en los labios canción.
Pero nunca te empeñes con inútil porfía
Amor vendrá de suyo, como una Avemaría,
a tu madrugadora campiña de ilusión! (De Unción)
SONETOS DE LA TARDE I
Despacio… y como atentos a la voz del destino
diluida en el grave son de los campanarios,
íbamos silenciosos por el viejo camino donde se alzan escuetos árboles milenarios.
Lejos lloraba el ángelus desde la triste ermita.
Se desmayó la hora trémula en el ocaso.
Y tuvieron la angustia de esa tarde infinita
las hojas que caían muertas a nuestro paso.
Ella y yo por la senda triste… La fuente clara rimaba sonatinas como si fuesen para nuestro amor, para ella, que tenía en su frente
una vaga dulzura crepuscular dormida
Yo le dije un secreto triste como la vida
y ella cerró los ojos melancólicamente
II
Ingenuamente pones en tu balcón florido
la nota más romántica de esta tarde de lluvia.
Voy a hilar mi nostalgia de sol que se ha dormido
en la seda fragante de tu melena rubia. Hay un libro de versos en tus manos de luna.
En el libro, un poema que se deshoja en rosas…
Tiendes la vista al cielo… y en tus ojos hay una
devoción infinita para mirar las cosas. Tiembla en tus labios rojos la emoción de un poema.
Yo, cual viejo neurótico, seguiré con mi tema
en esta tarde enferma de cansancio y de lluvia.
Y siempre, cuando mueran crepúsculos de olvido,
hilaré mi nostalgia de sol que se ha dormido
en la seda fragante de tu melena rubia. (De La senda florida)
ULTRAVIOLETA
He llegado al más grave silencio religioso.
Despierto en un milagro fantástico de gemas. . .
Y el alma sigue urdiendo su telar misterioso
en el ritmo ideológico de las cosas supremas.
Escucharé mi dulce clavicordio sonoro. Soy el príncipe rubio de un castillo lejano…
Mi vida, como esquife sonámbulo de oro,
se perderá en el ultravioleta de lo arcano.
Sé que la Esfinge de ojos hieráticos y graves
responderá a mi angustia con sus eternas claves.
Pero así tendré el vértigo supremo de la altura,
el placer exquisito de sentir que estoy solo;
y como un refinado sacerdote de Apolo oficiaré en el viejo ritual de mi locura. (De La senda florida)
BAJO EL OTOÑO
El parque estaba húmedo, gris y convaleciente.
La tarde se hizo toda languidez femenina.
Y entre rosas de otoño, bajo la niebla fina,
iba por el sendero que enjoyaba el poniente …
Iba por un sendero de rosas… Lentamente
cubríala un ropaje de seda vespertina…
Y su elegancia regia de emperatriz latina
triunfó sobre mis mármoles de orfebre decadente!
Desde entonces prosigo mi viaje solitario
con los ojos abiertos sobre el devocionario
y el alma -con su niebla crepuscular- dormida.
Ella, como un recuerdo, sonámbula, se aleja…
Y una dulzura triste como de pena vieja
naufraga en los otoños celestes de mi vida…
(De La senda florida)
LA ULTIMA TARDE
La vida siempre igual! … Con su color de tedio,
con sus tardes lluviosas que estremecen de frío
y son como la angustia de este mal sin remedio
que nos va consumiendo de locura y hastío!
Dejar que el alma llore con su misma dolencia
y se pierda en canciones vagas y misteriosas …
Seguir viéndolo todo con esa indiferencia
del que sabe el amargo secreto de las cosas!
Ya no nos queda nada! . . . Ni aquellos ojos negros
que eran como el encanto de una noche dormida. . .
Ni aquella risa loca que iba fingiendo allegros
en ese pentagrama lírico de la Vida!
Y sentir un perfume como a novias lejanas…
Y el corazón llorando con un dolor eterno,
con ese dolor místico que tienen las campanas
que lloran al crepúsculo de una tarde de invierno.
La lluvia sigue hilando su canción de abandono.
Ha llegado la tarde final en que mi vida cantará sus tristezas, y con su mismo tono,
así, como una flauta, se quedará
dormida …
(De La senda florida)