ECHEVERRÍA PROAÑO JOSÉ DARÍO

MEDICO Y CIRUJANO.- Nadó en Cotacachi, provincia de Imbabura, en 1834. Hijo legítimo de José Custodio Echeverría y de Ignacia Proaño Terán, en cuya familia había dos médicos naturales de esa jurisdicción. Fue el sexto de ocho hermanos.

Estudió la primaria en su pueblo y la secundaria en el Colegio Teodoro Gómez de la Torre de Ibarra. Graduado de Maestro de Filosofía pasó a la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito y fue alumno del Profesor Dominique Domec (1) anatomista de la Universidad de Montpelier, que llegó al Ecuador contratado por el presidente García Moreno.

De estudiante fue asignado al leprocomio de Verde Cruz cerca de Quito. La comunicación que envió a la Academia de Ciencias de Paris, haciendo conocer la horrenda situación del leprocomio sirvió para alertar a las autoridades ecuatorianas, pues se difundió a través del Capítulo III del Libro que publicaron en Francia, los doctores Gayraud y Domec, en el capítulo que trata de la lepra en Quito.

(1) Domec estuvo dos veces en Quito. La primera entre 1874 y el 78 y La segunda entre el 82 y el 84 que murió. Casó en Quito y fue un exponente valioso del Vitalismo de la Escuela Médica de la Universidad de Montpelier, producto de las teorías positivistas expuestas por el filósofo francés Augusto Compte.

Licenciado y Médico en 1875 e interesado vivamente en la Anatomía y disección de cadáveres, con varios compañeros, entre los cuales menciona a Mariano Campuzano, Elías Gallegos, Manuel Jarrín, Juan José Páez, Genaro Rivadeneira y Rafael Serrano, fundó la Escuela de Anatomía Práctica y Privada, con el objeto de adelantar cada día más en el estudio de esas materias que ya se enseñaban en el Anfiteatro del Hospital de la Caridad. Ese año se doctoró, inició una Exposición de Trabajos de Disección en el salón de la Facultad de Medicina que funcionaba en una vieja casa arrendada. El Rector Miguel Egas dio un discurso y concurrieron profesores y autoridades civiles y eclesiásticas. En 1876 fue designado Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Anatomía, siendo el primer ecuatoriano en enseñar esta ciencia.

En Febrero del 78, al reorganizarse la Universidad Central, fue nombrado Profesor de Anatomía Descriptiva. En 1880 el periódico oficial publicó un Aviso titulado “Escuela Práctica de Anatomía”, ofreciéndose Echeverría para dictar clases orales y prácticas en su propia casa y con una pensión módica para los alumnos. En Marzo solicitó a la Universidad la instalación de una Escuela de Anatomía y que se le cubrieran los gastos para el pago de un sirviente. En 1882 fue Cirujano de la sección hombres del Hospital de San Juan de Dios. En 1883, finalmente le designaron Profesor de Anatomía de la Facultad de Medicina y se ofreció al Decano para dirigir una Escuela de Anatomía gratuita ayudado por sus principales alumnos José Joaquín Pólit, Luis A. Terán, Juan José Eguez. etc. En 1884 también dictó clases de Clínica Quirúrgica, de suerte que tenía a su disposición ejercer la práctica hospitalaria y la teoría docente por lo que consiguió experiencia y formó una nutrida clientela.

En 1888 como Inspector de Boticas insistió ante la Facultad para publicar una Farmacopea Nacional. El Ministro de Instrucción Pública le contrató para dictar clases de Anatomía Práctica, Medicina Operatoria, Clínica Quirúrgica y Oftalmología en el Hospital de San Juan de Dios por cien pesos mensuales durante seis años. I como el Anfiteatro Anatómico se encontraba en estado deplorable de descuido y falta de servicios por la ausencia de los Doctores Domec y Acevedo, de manera conjunta con el Rector Carlos Rodolfo Tobar, solicitó al Presidente Antonio Flores Jijón que hiciera construir otro nuevo, adecuado para las clases, edificio que recién se levantó tres años más tarde contando con la ayuda de los últimos implementos pedidos a Francia. Los estudiantes de Medicina Manuel A. Jijón, Mariano Peñaherrera y Alejandro Bastidas suscribieron un Voto de Gratitud, que circuló en Hoja Impresa.

La especialidad de la oftalmología había sido introducida en Quito por el Doctor Gayraud y correspondió a Echeverría reiniciarla. En 1890 publicó conjuntamente con el Dr. Rafael Arjona Silva, la Cartilla de Indicaciones Higiénicas para distribución popular, para hacer conocer las características y manera de combatir una epidemia de coqueluche, gripe y sarampión que asolaba Quito y sus comarcas. Dicha Cartilla contenía cuatro párrafos, el primero sobre Higiene en general, el segundo sobre los modos de combatir la gripe y el dengue, el tercero sobre como acabar con el coqueluche y sus convulsiones. La epidemia duró cuatro meses hasta Junio de ese año y la Cartilla comenzó a distribuirse en Mayo con el título de “Indicaciones Higiénicas Generales para la epidemias de dengue, gripe y coqueluche y tratamiento curativo para las gentes menesterosas afectadas de dichas enfermedades”.

En 1891, de cincuenta y cinco años de edad, casó con Virginia Avilés, con quien ya tenía tres hijos. El 94 era Cirujano Jefe del Hospital Civil y Anatomista. Vivía en la calle Bolívar y Cuenca, no creía en la existencia de los microbios y tampoco en las bondades del método del Dr. Luis Pasteur, de la asepsia y antisepsia, traído al Ecuador por sus maestros Domec y Gayraud, pero usó la anestesia al cloroformo para dormir a sus pacientes. Por eso pudo realizar operaciones largas aunque el éxito de estas intervenciones quirúrgicas se veía disminuido por el alto número de infecciones que sobrevenían a continuación, pero ni aún así se convencía.

Cuando operaba, no desinfectaba el instrumental ni los apósitos. En alguna ocasión – para burlarse de los que creían en microbios – sacó filo a la navaja utilizando el pasamano de madera de una escalera. Frente al paciente solía quitarse la levita de casimir negro y se arremangaba la camisa hasta el codo. No usaba blusa sino un delantal de color blanco desde la cintura para abajo.

Era médico de fama, cortaba y suturaba rápido, le gustaba exhibir su destreza y hasta fue teatral en gestos y hasta hacía gala de sus actitudes. Existen dos fotografías ampliadas donde se le admira junto al paciente y rodeado de discípulos. Era el médico de todos los Conventos quiteños, tanto de hombres como de mujeres. En uno de ellos operó a una monja de un tumor al seno que se creía era canceroso y como la paciente mejoró y sanó definitivamente, creció la fama del médico de boca en boca.

A veces era crudo en sus expresiones, enérgico y de una verticalidad que rayaba en la terquedad, pero al mismo tiempo ejercía la caridad y su modestia y estrictez le hacían de una moralidad profesional insospechable. En 1894 dejó sus actividades docentes tras once años de labores porque había contraído una dolencia molestosa pero no fatal.

Murió en 1899, según parece, de muerte violenta, dejando una hacienda en Cotocollao y una casa en Quito porque logró ser un hombre acomodado. Su estatura mediana, complexión robusta, corpulenta, rostro ancho, moreno y expresivo, de hermoso y ensortijado pelo negro, ojos pequeños, vivaces, móviles, escrutadores. La anchura de sus espaldas, lo abultado de su vientre, todo en él indicaba al alegre burgués, pero cuando tomaba en sus manos el bisturí, intervenía como un actor ante las cámaras. Sus alumnos le admiraban y todos alababan su maestría y destreza para operar.

Existen dos fotografías de grupo, muy raras por cierto, donde aparece operando una luxación de un pie en la una y amputando una pierna en la otra, decidoras de cómo andaba la medicina quiteña a fines del siglo pasado.