DILLON CABEZAS LUIS NAPOLEÓN

IDEOLOGO DE LA REVOLUCION JULIANA.- Nació en la hacienda de su abuela materna situada en Cotocollao cerca de Quito el 19 de Agosto de 1875 y fue bautizado en la parroquia de Santa Barbara el 2 de Septiembre siguiente. Hijo legítimo del Dr. Napoleón Dillon Bahamonde, médico riobambeño que peleó en 1883 contra la dictadura de Veintemilla formando parte del ejército Restaurador y de Dolores Cabezas Polanco, quiteña de la Parroquia de Santa Bárbara.

Estudió las primeras letras con su madre, la primaria en el colegio de los Hermanos Cristianos del Cebollar y dos años de secundaria en el Seminario de San Ignacio de Loyola en Guayaquil. Dos años más tarde regresó a Quito y se graduó de Bachiller en 1894 en el San Gabriel; la agitación del momento político que vivía el país le distrajo y sólo pudo iniciar la carrera de Ingeniería en la Escuela de Ciencias de la Universidad Central el 96 pero el gobierno la cerró y tuvo que cambiar a Derecho, egresando seis años después, pero no le atrajo titularse.

En Febrero del 96 había comenzado a escribir en el periódico “El Cinco de Junio”, donde su pluma de activista liberal dejó algunos artículos trascendentes. Ese año fundó y presidió la sociedad “Fígaro” que funcionó a través de veladas a las cuales concurría la elite de la juventud capitalina y editó la revista de ese nombre, acogiéndose al recuerdo del periodista español Mariano Larra, en un reencuentro del romanticismo inicial y decimonónico que para esa época ya constituía una línea aberrante en las bellas letras con las nuevas formas modernistas a lo Rubén Darío.

En Fígaro aparecieron apuntes jurídicos, poesías, documentos y colaboraron Quintiliano Sánchez, Roberto Espinosa, Vicente Nieto O, Leonidas Pallares Arteta, Mercedes González de Moscoso, Miguel Ángel Albornoz, Teodomiro Duarte Cueva, Miguel Ángel Corral Salvador.

En Junio fue designado secretario del General Emilio Maria Terán, Comisionado por el gobierno para el estudio de la Deuda Externa. En Noviembre del 97 fue profesor de matemáticas del Instituto Nacional Mejía. A principio del 98 Secretario General de Policía. En Agosto publicó algunas tradiciones y aparecieron sus primeros estudios sociales en el periódico “El 10 de Agosto”, fue designado profesor del Instituto

Nacional Mejía, donde dictó varias cátedras hasta 1900. Con Miguel Angel Corral S. fundó “El Album Literario”, revista literaria mensual y utilizó los seudónimos de “Lamparilla”, “L” y “XXX”, este último en “La Tribuna”, y en El Album Literario apareció su cuento “El león de la montaña”. En Marzo del 99 comenzó a enviar artículos a “El Progreso” y fue nombrado Jefe de Sección del Ministerio de Instrucción Pública. En 1900 escribió para “El Diario” y poco después para “El Cinco de Junio” que había vuelto a aparecer. “El Diario”, en cambio, dejó de salir el 12 de Septiembre de 1901 a la subida del General Leonidas Plaza al poder. Allí colaboraban con Dillon sus amigos Enrique Escudero y Julio Arboleda.

Su labor periodística era muy variada pues iba de los temas vernáculos e históricos hasta los serios y políticos, perfilándose cada vez más en lo social sobre las bellas letras y el economista en detrimento del literato, mas su temperamento impulsivo comenzaba a manifestársele causándole agrias y enojosas discusiones.

En Enero del 98 pasó a ser Jefe de Sección de Justicia e Inmigración y en Noviembre le dieron las cátedras de Algebra, Geometría y Trigonometría en el Instituto Nacional Mejía de reciente creación.

Entre 1900 y 1901 desempeñó la Secretaría de la Cámara de Diputados y al advenimiento del primer gobierno placista ejerció la Subsecretaría del Ministerio de Hacienda por cortos meses, acompañando a Juan Francisco Game Balarezo en dicha cartera, quien le obtuvo el nombramiento de Cónsul General del Ecuador en Hamburgo.

Estando en Roma el 27 de Marzo de ese año juró románticamente a la usanza de Bolívar y sobre el monte Aventino, con sus amigos Miguel Angel Albornoz Tabares y Pedro Pablo Traversari Salazar, luchar en su Patria el Ecuador por el imperio de las libertades públicas.

Después recorrió Bélgica y Holanda, en Alemania se interesó por la industria y al enterarse de los graves sucesos promovidos contra los estudiantes el 25 de Abril de 1907 se solidarizó con la juventud capitalina, renunció y siguió viajando por su cuenta.

De regreso a la capital hablando idiomas ocupó la dirección y la jefatura de redacción del diario “La Prensa”, combatió reciamente al alfarismo y a través de una sociedad secreta quiso hacer una revolución pero el asunto se supo, el diario fue clausurado y su director guardó cinco días de prisión. Como miembro activo de la Sociedad Jurídico Literaria también hizo vida cultural y contrajo matrimonio el 29 de Julio de 1909 con Lucila Calisto Mestanza, tuvieron una vida feliz y cinco hijos.

En 1911 ocupó la presidencia de la “Sociedad Pedagógica de Pichincha”, fue designado Director de Estudios en la administración del encargado Francisco Andrade Marín, en reemplazo del Coronel Nicolás F. López a) El Manco. Tenía la sana costumbre de visitar diariamente las escuelas para informarse de sus necesidades que trataba de solucionar, reglamentó el trabajo de los Visitadores Escolares, estableció la obligatoriedad de la educación física y organizó la estadística escolar.

En Agosto, durante la corta presidencia de Emilio Estrada, fue Subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores pero decidido a viajar al exterior, el 25 de Octubre recibió el nombramiento de Cónsul del Ecuador en Río de Janeiro. A su regreso a Quito en 1912 ocupó el Ministerio de Instrucción Pública laborando intensamente casi dos años. En 1913 publicó un proyecto de Ley de Instrucción Primaria y dictó la Ley Orgánica de Instrucción Publica, contratando la venida al Ecuador de la primera Misión pedagógica alemana compuesta por Walter Hilmelmann, Otto Sharnow, Elena Sholer, Eleonora Neumann, Franz Warzawa y por el Dr. August Rubber que introdujo el método neo herbatiano de los pasos formales. Igualmente el año 13 se encargó interinamente del Ministerio de Relaciones Exteriores y le correspondió suscribir el tratado Dillon – Uribe con el Ministro colombiano Carlos Uribe, que trata sobre las reclamaciones pecuniarias propuestas por varios ciudadanos de esa nación.

El 14 renunció a ambas carteras y viajó a Europa de Interventor del Saneamiento de la Deuda Pública en Londres. El Presidente Leonidas Plaza le hizo entregar la cantidad de veinte y cinco mil sucres en letras de cambio para ser descontadas en el comercio, lo que no pudo realizar en Quito ni tampoco en la banca capitalina por la poca confianza que se tenía en los documentos fiscales ya que se vivían los días de la guerra de Concha y el erario estaba en soletas. Entonces viajó a Guayaquil y tampoco tuvo éxito en el Banco Comercial y Agrícola, cuyo Gerente General Francisco Urbina

Jado se dice que hasta llegó a tratarle en forma asaz displicente. Este sería el factor desencadenante del odio de Dillon a Urbina, que se transformaría en el motivo principal de su política posterior contra toda la banca del puerto principal.

Empero en el Banco del Ecuador tuvo el apoyo de Eduardo Game Balarezo, hermano de su protector y amigo el Ministro de Hacienda Juan Francisco Game, que logró que la gerencia general aceptara un porcentaje de las letras y así fue como pudo reunir la cantidad requerida, viajó a Europa a finales del año, se posesionó del cargo y aprovechó la cercanía de París y Londres para tomar lecciones de Economía, Política y Finanzas.

Esa experiencia le hizo ver claramente que los gobiernos habían empezado a depender en lo político y en lo económico de Francisco Urbina Jado, Gerente del Banco Comercial y Agrícola, que fue quien le negó el descuento, ganandose su odiosidad.

Urbina era considerado el factotum del General Leonidas Plaza pues a causa de la Revolución de Marzo de 1913 del General Carlos Concha Torres en Esmeraldas, que había descalabrado a las finanzas internas del país, el Banco Comercial y Agrícola de su gerencia había aumentado descomunalmente los empréstitos que desde antes de dicha revolución venía concediendo a los gobiernos. Después, con Alfredo Baquerizo Moreno, José Luís Tamayo y Gonzalo F. Córdova, se aceptaba como algo normal que pusiera y quitara ministros y hasta señalaba cada cuatro años a los candidatos presidenciales. En 1916 volvió a Quito durante la presidencia de Alfredo Baquerizo Moreno, nuevamente colaboró en la revista de la Sociedad Jurídico Literaria y formó parte del Concejo Cantonal.

En 1919 fundó la Cámara de Comercio y la Caja o Compañía de Préstamos y Construcciones que después se transformaría en el Banco de Préstamo.

El 5 de junio de 1920 pronunció en el teatro Sucre el primero de sus fogosos discursos contra la oligarquía bancaria que dominaba la política del país. Dillon hacía una soterrada oposición al Presidente electo José Luís Tamayo, quien ejercía la dirección del Departamento legal del Banco Comercial y Agrícola, y esta conducta poco prudente le malquistó con los accionistas del Banco de Préstamo que Dillon habían fundado, al punto que fue desplazado de la gerencia, por sus propios consocios.

A finales de año participó en la fundación del Círculo Liberal Radical del Pichincha formado por jóvenes deseosos de lograr cambios en la política partidista y de mejorar la economía en el país, pues a consecuencia de la caída de las exportaciones del cacao y de la baja internacional de su precio el país se empobrecía a ojos vista, sin encontrar soluciones posibles a la crisis.

Libre de sus actividades en el banco, fundó en 1922 la “Sociedad de Crédito Internacional,’’ institución financiera que se inició con un capital de un millón de sucres y ayudó a la Municipalidad capitalina a financiar la planta eléctrica. A sus instancias trató de convertirse en Banco emisor y sin tener la debida aprobación del gobierno se dispuso a la “American Bank Note” la fabricación de los moldes que llegaron a Quito ese año para sus billetes hipotecarios de diez sucres cada uno, con el 4% de interés anual pagadero a un año plazo, a fin de que circulen entreverados con los de los bancos emisores por ser de igual tamaño y color y los hizo registrar ante un Notario de Quito.

El Presidente del Banco Comercial y Agrícola Francisco Urbina Jado protestó ante el Consejo de Estado, manifestando que los mencionados billetes hipotecarios constituían un peligroso proyecto inflacionario y que los tenedores de esas Cédulas se perjudicarían al percibir un interés bajísimo, muy inferior al 9% que producían las cédulas hipotecarias normales de quinientos y mil sucres de emisión y consiguió que se prohibiesen, asestando así, el golpe final, a la financiera de Dillon (la Sociedad de Crédito Internacional) que ante la imposibilidad de crecer transformada en banco emisor, tuvo que cerrar. Incansable como siempre, reunió fondos para la creación de una fábrica de textiles que llamó “La Internacional”, de la que fue nombrado Gerente provisional y viajó a Europa a contratar la compra de las maquinarias.

En Junio Dillon había pronunciado un vibrante discurso contra la dictadura bancaria de Francisco Urbina Jado, tratando de asustarlo para salvar sus Cédulas pero de nada le sirvió porque el entendimiento Urbina – Plaza de carácter político, se encontraba en su mejor momento.

Al poco tiempo reasumió la gerencia de la fábrica textil “La Internacional” y fue designado Presidente de la Cámara de Comercio, utilizándola para publicar una serie de artículos sobre la dictadura económica del Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil que dirigía Urbina Jado.

Para la Convención Nacional del partido Liberal celebrada en 1923 pronunció un certero discurso en el teatro Sucre propugnando abiertamente un cambio pues le movían sentimientos encontrados como liberal afiliado e insatisfecho al mismo tiempo.

Los jóvenes liberales le siguieron desde ese momento pues comprendieron que Dillon sentía hambre y sed de cambio y redención por su odiosidad contra Urbina Jado quien no conocía límites, al mismo tiempo Dillon parecía que tenía sentido y conciencia del trascendental momento histórico que se vivía en el país y que ameritaba todo esfuerzo posible para enrumbarlo por otras vías.

Los liberales maduros en edad eligieron una comisión de entre los miembros para reformar las bases doctrinarias y reestructurar sus cuadros y hasta parecía que los jerarcas del partido rectificarían rumbos en el gobierno; pero, el Presidente José Luis Tamayo no podía ceder pues gobernaba con determinados elementos conservadores colaboracionistas y el fisco debía millones al Banco Comercial y Agrícola. Mas aún, estaba obligado por el pacto político de 1920 a entregar el poder al Dr. Gonzalo S. Córdova Rivera; así pues, se formaron dos bandos opuestos en el interior del partido, los que mandaban y no querían reformas denominados “Nacionales” o de la línea gobiernista dura y los llamados “Idealistas” que seguían a Dillon tras su célebre Discurso en la Convención Nacional, y rotas las hostilidades y abierta amplia brecha ideológica, optaron por retirarse a conspirar o plegaron al naciente socialismo mundial bajo el membrete de Radicales socialistas y en 1926 fundaron ese partido político tras varios intentos bien intencionados de cambiar el nombre del tradicional Partido Liberal Radical por el nuevo de Radical Socialista, a lo cual José Peralta se negó, errando de buena fe, pues de haberse producido tal cambio, no habría sido necesaria la confrontación ideológico – política que se produjo en el Ecuador en los años treinta y cuarenta.

A consecuencia de su discurso los banqueros quiteños se malquistaron nuevamente con Dillon considerándole una amenaza para el sistema y empezaron a ejercer una serie de presiones económicas sobre la fábrica Internacional. Impotente ante el combate, tuvo que renunciar a esa gerencia y se volvió aún mas virulento, porque así era su carácter y había nacido señalado como un luchador nato. Por eso, en 1924, financió el periódico “La Antorcha”, primero de tendencia socialista en el país, que pronto cobró fama por su lucha en pro de las reivindicaciones programáticas del anarco – socialismo mundial.

Durante el tamayismo (1920-24) había sido partidario del Dr. Gonzalo S. Córdova pues creía como otros que solo un hombre de sus arrestos y contando con el apoyo del ejército, podía imponer rectificaciones profundas, pero al producirse el ascenso de Córdova tras un pacto de poder con Francisco Urbina Jado, Leonidas Plaza y Enrique Baquerizo Moreno, volvió Dillon a la oposición.

A principios de 1925 el nuevo presidente Córdova le propuso el ministerio de Hacienda en un sincero afán de llegar a reunificar al partido liberal, pero Dillon se excusó cortésmente pues sabía que no contaría con el apoyo político necesario para romper la dependencia del estado con el todopoderoso Banco Comercial y Agrícola y ya había comenzado el complot revolucionario, contando con la ayuda de varios militares jóvenes, casi anónimos, e inexpertos, del batallón Bolívar en Quito, admiradores en su mayor parte del fascismo del Duce Mussolini – y que habían fundado una Liga Secreta, que en último momento lograron la aceptación del General Francisco Gómez de la Torre en Quito y del Mayor Ildefonso Mendoza Vera en Guayaquil.

Finalmente la Junta Militar de Quito quedó conformada de la siguiente manera: General Francisco Gómez de la Torre, Mayor Carlos A. Guerrero, Capitanes Carlos A. Franco, Humberto Alban y Guillermo Burbano, Tenientes Federico Struve, Agustín Patiño y Agustín Alban Borja. La de Guayaquil por el Sargento Mayor Ildefonso Mendoza Vera, Capitanes Diógenes Fernández, Manuel Maria Cevallos, Luís A. Rivadeneira, Tenientes Leonidas Salas, Manuel Martín Icaza Valverde, Luís Rodríguez y Miguel Efraín Castillo.

El movimiento revolucionario estalló en la tarde del 9 de Julio, en Guayaquil, fue incruento y alcanzó inmediato éxito en el resto del país. Esa noche renunció el presidente Córdova que permanecía prisionero en el Palacio, habiendo sido sorprendido en plena sesión con sus ministros. Urbina Jado se encontraba descansando en su casa tras una intensa jornada de labores en el banco, a las cinco de la tarde un piquete fuertemente armado irrumpió en la sala, lo apresó delante de su esposa e hijos y le condujo a bordo del vapor Cotopaxi surto frente al malecón de la ría. El General Leonidas Plaza fue llevado a Quito desde una de sus haciendas donde se encontraba y quedó preso hasta que pasó a la legación argentina y pudo salir del país con destino a los Estados Unidos con su esposa e hijos. Estaba pletórico y ya no era ni la sombra de lo que había sido. Definitivamente, su hora como político había pasado.

En Quito se formó la Junta Suprema Militar dirigida por el Teniente Coronel Luís Telmo Paz y Miño, quien confío el mando supremo a una Junta Provisional de gobierno plural, ensayo contra las pretensiones autoritarias de mando individual, que el día 13 quedó definitivamente estructurada pues los primeros ciudadanos consultados se habían excusado de intervenir pero dieron nombres de políticos jóvenes. De manera que al final esta primera Junta contó con las siguientes personas: Luís Napoleón Dillon, José Rafael Bustamante, Modesto Larrea Jijón, Francisco Gómez de la Torre, Francisco Arízaga Luque, Francisco Boloña Rolando y Pedro Pablo Garaycoa Cabanilla, los cuatro primeros miembros por Quito y los tres últimos por Guayaquil, de la que Dillon fue la voz tonante y se propuso alcanzar tres altos fines políticos y económicos.

1. – Terminar con la hegemonía política del grupo del General Leonidas Plaza Gutiérrez, 2.- Revisar los sistemas bancarios y fiscales y destruir el poder económico del Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, para lo cual mantuvo preso en el vapor “Cotopaxi” a su Gerente Francisco Urbina Jado hasta que el 8 de Octubre le obligó la Junta de Gobierno a salir del país, expulsado mejor dicho, pues su presencia se había vuelto altamente molestosa para la Junta, dado el desprestigio de ésta en Guayaquil.

(Urbina Jado falleció tres meses después en Valparaíso – el 21 de Enero de 1926 – a consecuencia de un fulminante infarto, pues su estado de salud ya no era bueno debido a varios cólicos nefríticos. I quienes hemos conocido al histórico vapor Cotopaxi sabemos que era una nave pequeñita, incómoda y herrumbrosa, con tres camarotes de 2 x 3 mtrs. sin ventanas, solo con ojos de buey o claraboyas, en uno de los cuales Urbina Jado permaneció desde el 9 de Julio hasta el 10 de Octubre, es decir, tres meses justos, en situación de extremo desaseo e incomodidad, pues no contaba con servicio higiénico ni suficiente aire y luz y

3.- Crear un criterio político nuevo que sirviera para superar la crisis económica general que agobiaba al país por la baja de las exportaciones. Así pues, la revisión de los sistemas bancarios y fiscales devino en el fin primordial de una tan compleja labor, que requirió mucho tiempo y numerosos estudios técnicos pero todo se malogró ante el odio intemperante de Dillon contra Urbina Jado, el banco Comercial y Agrícola en especial y la banca de Guayaquil en general, que le llevó a cometer excesos e injusticias propias de un tirano.

Las Juntas Militares de Zona encabezadas por la de Guayaquil formaron los Tribunales de Justicia Popular y trataron de corregir entuertos. La Junta de Gobierno dictó numerosas leyes, creando la Cédula de Identificación dactiloscópica, el descanso dominical obligatorio y numerosos Colegios y Escuelas de Artes y Oficios.

La prensa guayaquileña abrió campaña abiertamente contra Dillon el 1 de Enero del 26 con “Versos a Perversos” que aparecieron sin firma de responsabilidad en El Universo y dicen así: // Estas maleando al País / Luis, / Con tu bancaria obsesión, Napoleón / Que será tu perdición / Dillon; / Porque toda la Nación / De su estado lamentable / Te proclama responsable / Luís Napoleón Dillon. // Al día siguiente de aparecer la copla cuarenta y cinco oficiales del ejército opinaban por la prensa que la revolución del Nueve de Julio había fracasado rotundamente.

Vale mencionar que entre el 13 de Julio del 25 y el 10 de Enero del 26 Dillon desempeñó la cartera de Hacienda con gran energía, fue el inspirador filosófico de la revolución, el hombre providencial que se multiplicaba, el economista clarividente a quien todos consultaban, pero al mismo tiempo tuvo su faceta oscura, la del terrible brazo ejecutor que reformó las leyes tributarias inspirado en el ensueño de la justicia pública aunque en la práctica dichas reformas constituyeron un grandísimo fracaso.

Dillon abusó de su poder omnímodo movido por el deseo de retaliación contra los bancos de Guayaquil, especialmente el         Comercial y Agrícola, sin darse cuenta que estaba destruyendo la endeble economía nacional,  bien es verdad que al revisarse las cuentas del banco se encontró que desde hacía muchos años existía una partida anual de dos cientos cincuenta mil sucres para gastos de Congreso, en otras palabras, esta cantidad era gastada en actos de corrupción en Quito (mantener Senadores y Diputados a sueldo para que compraran decisiones y votos)

Por eso lo aplaudían a Dillon en la sierra hasta que el país se dio cuenta que no se llegaba a nada positivo y que la crisis se agudizaba a diario y cuando se hizo público el proyecto, formulado años antes por el banquero Víctor Emilio Estrada, de fundación de una Caja Central y centralizadora de las rentas del país capitalizada con los fondos de los bancos, que en fin de cuentas eran de propiedad de los accionistas y cuenta correntistas, la gente dejó de creer en él.

Al mismo tiempo se cometían errores y abusos a través de los llamados Tribunales Populares, el cierre de la facultad de Jurisprudencia de la U de Guayaquil, las multas indiscriminadas e injustas a todos los bancos, que incidió sobre la escuálida economía popular, de manera que para el 10 de Enero del 26, fecha de su renuncia, la costa y especialmente Guayaquil le odiaban. La ciudad se hallaba sumergida en la miseria, el resto del país convulsionado y en pleno caos y como siempre empobrecido desde sus bases indígenas; por otro lado Dillon era atacado por la prensa, acusado de alterar el orden y la paz y crear una situación de hambre. Por eso se levantó la bandera de una franca rebelión contra la Junta de Gobierno (Dillon especialmente incluido)

Los bancos de emisión hablaban de liquidar sus negocios dada la falta de un marco jurídico estable a causa de las medidas obstruccionistas de la Junta de Gobierno, lo cual era una verdad meridiana, con la zozobra y natural angustia en el comercio nacional, asfixiado con el cierre de las operaciones, la cancelación de cuentas y el fulminante pago de toda deuda.

Tras el cierre del Comercial y Agrícola que había servido para financiar las cosechas en el último cuarto de siglo, la agricultura sufrió un grave golpe. Ese año 25 no hubo cómo realizar la cosecha de café que se perdió en su totalidad; mientras Dillon, desde su escritorio en Quito, tras esquilmar a los bancos, llegó al extremo de solicitarles que colaboraran y ayudaran al respecto.

Tarde piace, como dicen los italianos, el flamante economista estaba condenado en razón de sus numerosos abusos económicos; pues, al fortalecer al fisco y establecer la hegemonía capitalina, destruyó la economía de la costa, que en fin de cuentas era la que producía las divisas extranjeras fruto de las exportaciones del país. Se había probado una vez más que la teoría centralista aplicada a la política económica ecuatoriana, constituye siempre un abuso y solo lleva a la paralización y a la miseria. Los posteriores gobiernos militares cometerían los mismos errores económicos de Dillon y desaparecerían igualmente por ello, a corto plazo.

Pero no solo fue en Guayaquil donde Dillon cosechó repulsas, también fue injuriado por el socialismo en Quito, pero sin amilanarse atacó a todos dictando los decretos del 26 y 31 de Octubre del 25, que regularon los procedimientos a seguir en la liquidación del Banco Comercial y Agrícola.

Julio Estrada Icaza en su obra: “Bancos de siglo XIX”, indica que Dillon saldría triunfante en su propósito de destruir cuando menos al Banco Comercial y Agrícola pues en sus demás proyectos fue un fracaso. A éste Banco le cargaría con S/. 2.200.457 de multas por emisiones hechas en beneficio exclusivo del Estado; otros S/. 754.646 de multas sobre los billetes que fueron a dar a las arcas fiscales y no contento con estas multas, a toda vista injustas, todavía redujo la deuda del Gobierno en S/. 8.483.200 por reliquidación de intereses, pero el colmo se dio cuando la Junta se auto concedió un préstamo de S/. 200.000 de los fondos del Comercial y Agrícola, pues no había dinero ni siquiera para el pago de la burocracia nacional, ya que el país se encontraba paralizado.

Para terminar definitivamente con Urbina Jado y el Banco Comercial y Agrícola vino el propio Ministro Dillon a Guayaquil a principios de Octubre del 25 y con fecha 1 0 de ese mes se expulsó a Urbina Jado del país. Esa fue su venganza personal, días después dictaría las medidas económicas draconianas contra el Comercial y Agrícola antes mencionadas.

Sobre lo dicho es necesario acotar que también se produjo la incautación de las reservas oro cuando el gobierno resolvió eliminar la facultad de los bancos de emitir billetes, lo cual constituyó otro abuso pues se pagó la onza oro a diez sucres cuando su costo era de veinte y el valor actual a 1925 ascendía a veinte y siete sucres. Cómo habrá sido el abuso que el Cónsul norteamericano en Guayaquil Harold D. Clum, protestó en Carta al Departamento de Estado de su país, manifestando que numerosos accionistas de nacionalidad norteamericana en los bancos guayaquileños, habían sido perjudicados por el gobierno ecuatoriano.

El 10 de Octubre arribó al puerto de La Libertad la Misión Financiera contratada para poner orden en las finanzas nacionales. La presidía el experto en finanzas, bancos, circulante y crédito público graduado en la Universidad de Princeton Edwin Walter Kemmerer. Durmieron en Salinas, al día siguiente pasaron a Guayaquil donde fueron agasajados por las autoridades – sin que estuviera presente ningún banquero guayaquileño – y al otro día partieron en tren a Quito. Los miembros eran: Kemmerer y su

esposa, Oliver C. Lockhart experto en Hacienda, H. N. Jefferson en Prácticas Bancarias, Joseph T. Byrne en Contabilidad, Administración Fiscal y Sistemas, Robert H. Voreld y señora, Administrador de Aduanas, Edward Feely y señora, Experto Comercial, B. B. Milner Administración Ferrocarrilera, Frank W. Fetter, Secretario particular de Kemmerer y como traductor el Dr. En Ciencias Políticas y Económicas Francisco Banda, de nacionalidad ecuatoriana.

En Quito el trabajo fue arduo, a puerta cerrada, sin horarios ni declaraciones a la prensa hasta que el sábado 6 de Noviembre empezaron a lanzarse boletines.

El 3 de Noviembre, Ricardo Jaramillo, dueño del diario “El Día”, le había solicitado a Dillon una serie de artículos de índole económica para información de la Misión del Economista Edwin W. Kemmerer. Misión que había sido solicitada por Víctor Emilio Estrada al principio de la década de los años veinte, sin éxito.

I fueron apareciendo en Diciembre del 25 y bajo el título de “Las cosas que Mr. Kemmerer debe conocer: la corta historia de una tiranía de once años” con información sobre el dominio de la banca privada en el Ecuador, que en Febrero de 1927 salió en un volumen recopilado por sus amigos bajo el título de “La Crisis económica financiera del Ecuador”, en 309 págs. que le sirvió para ser calificado como “la Voz del Pueblo”, aunque expresó conceptos tan discutibles como los siguientes.

“No dejaremos de gritar a voz en cuello, una y mil veces, para que lo entiendan los ilusos o ignorantes que celebran como adelanto del país la fundación de alguna nueva institución de crédito:          Señores, los bancos

nada producen. Podemos tener un banco en cada esquina que la nación quedará tan pobre o más pobre que antes”. Lo cual es una atroz falsedad pues la banca – entre otras muchas operaciones – emite Cartas de Crédito para importaciones sobre dineros del exterior, multiplicandolo sin ocasionar inflación.

Así las cosas, el panorama se cubrió aún más de sombras cuando la prensa internacional hizo conocer la existencia del Tratado secreto Salomón – Lozano suscrito entre Colombia y Perú, que nos perjudicaba ostensiblemente pues Colombia cedía al Perú la extensa zona del río Putumayo que el Ecuador le había concedido generosamente en 1922 por el Tratado Muñoz Vernaza – Suarez y rompimos relaciones con Colombia, es decir, se produjo una gravísima situación internacional que afectó aún más el poco prestigio que todavía le quedaba a esta primera Junta de Gobierno.

En Guayaquil las turbas salieron a las calles comandadas desde la Jefatura de Zona y desfilaron lanzando mueras al gobierno porque el Mayor Ildefonso Mendoza Vera había entrado en pugna con la superioridad militar de Quito, que recelaba de su popularidad sobre la tropa del batallón Marañón. El Ministro de Guerra nombró a Mendoza Jefe de la Zona Militar de Quito para tenerle controlado pero éste no aceptó el cambio, entonces decretó la salida del regimiento Marañón con destino a Ambato a fin de dejarle sin mando y acto seguido se trasladó al puerto y lo envió detenido a una hacienda en la isla Santay y de allí se lo expulsó con destino a Panamá. Todo porque Mendoza era un militar joven, un líder nato, de ideas más bien socialistas y por ende muy popular entre el pueblo, de manera que la atmósfera política en el puerto principal se envenenó aún más contra Dillon, a quien se acusaba de ser el artífice de todo lo malo que hacía la Junta, colocado en situaciones equívocas, atacado por regionalista, sin poder tomar medidas inmediatas por las dificultades técnicas de la cuestión económica y pasados los primeros momentos de entusiasmo y euforia revolucionaria, se vio obligado a pronunciar una célebre conferencia el 10 de Noviembre en el teatro Sucre, donde trató de explicar sus motivaciones y logros (las razones de la crisis económica, la creación del Banco Central como remedio a ella y la falta de una política económica adecuada de las pasadas administraciones) idea que no era nueva pues ya había sido expuesta en el siglo XIX por Pedro Carbo primero y por Antonio Flores Jijón años más tarde, pero ni aun así pudo salvarse de la situación dificilísima en que se hallaba, oportunidad que aprovecharon los banqueros del país para reunirse en Quito, convencer a los militares y lograr en Enero del 26 la formación de una segunda Junta de Gobierno que desplazó a la primera y fue conformada de la siguiente manera: Isidro Ayora Cueva, Homero Viten Lafronte, Humberto Albornoz Tabares, Julio Enrique Moreno, José Antonio Gómez Gault, Alberto Hidalgo Neváres y Pedro Pablo Egüez Baquerizo, los cuatro primeros de Quito y los tres últimos de Guayaquil, quienes otorgaron una amnistía política como primera medida de gobierno. Esta segunda Junta terminó prácticamente a capazos cuando a los pocos meses el Dr. Ayora asumió el mando único respaldado por los militares ante el fracaso de los gobiernos plurales.

La Misión Kemmerer – por su parte – abandonó el país el martes 15 de Febrero del 26 tras crear una nueva unidad de valor y aconsejar una reforma del sistema monetario y el consiguiente aumento de sueldos y salarios, así como veinte y cuatro proyectos de Leyes económicas.

Mas, el impulso dado por Dillon al movimiento reformista obligó a esta nueva Junta a crear en Mayo de 1926 la tan vapuleada “Caja Central de Emisión y Amortización” con sede en Quito, transformada un año después en Banco Central, del que Dillon formó parte como miembro del primer directorio en representación de las Cámaras de Quito.

Ese año 1826 Dillon vivía en la Venezuela y Sucre, justamente al lado de la histórica Casa Azul que había sido del Gran Mariscal de Ayacucho. Su hogar era un centro de reuniones patrióticas y políticas, escribía sin descanso para diversos periódicos y revistas donde mantenía sus puntos de opinión con una lucidez y percepción mental admirables. Había madurado luego de experimentar la voluptuosidad del fracaso, sin importarle odios ni resentimientos.

En Mayo del 27 se adhirió al nuevo partido Socialista que se acababa de crear meses antes, manifestándose convencido en la ruina de los partidos tradicionales (Liberal y Conservador) En Junio abrió sus operaciones el nuevo Banco Central y estuvo comisionado con Luís Alberto Carbo Noboa y con Federico Malo para facilitar las cuatro funciones esenciales de esta nueva entidad, a saber: la emisión y conversión de todos los billetes, la estabilización del cambio internacional, la regularización de los tipos de descuento y la ayuda a los bancos en emergencia.

A mediados de ese año comenzó a sentir molestias al riñón y se le descubrió un tumor. El presidente Isidro Ayora le aconsejó viajar a la Clínica Mayo en Rochester (USA) donde el 3 de Agosto lo operó su propietario el afamado doctor William Mayo; semanas más tarde regresó a Quito con pronóstico reservado y con la herida operatoria abierta pero mejoró en algo aunque tenía que usar una silla de ruedas pues no podía permanecer mucho tiempo de pie ni caminar normalmente, así recibía a sus parientes y amigos, siendo muy cariñoso con los niños.

Ayora le asistió como médico de cabecera hasta que falleció dando muestras de gran entereza ante los dolores que sufría, a causa de un cáncer declarado, el 31 de Marzo de 1929, a los cincuenta y cuatro años de edad y fue enterrado en el cementerio de San Diego como el honor manda y él lo había dicho en forma figurada: “Al pié del cañón y con la cara al sol”, es decir, dentro de su ley.

No creó escuela ni dejó discípulos bien es verdad que tampoco había ejercido la cátedra, pero terminó con una época sombría y dio comienzo a otra esperanzadamente, en tiempos asaz difíciles de hambre y miseria; etapa que tampoco nos condujo a nada, dada la decadencia de ls producción agrícola ocasionada por las pestes del cacao, agravada por la gran crisis financiera mundial que se desató en Noviembre del 29 con la caída de la bolsa newyorkina de Wall Street y que tuvo enorme repercusión en el comercio y las finanzas mundiales. Por eso se ha dicho que las medidas aplicadas por Dillon no crearon riqueza ni terminaron con la pobreza en la República y solo sirvieron para satisfacer sus rencores personales (su odiosidad transformada en monomanía contra Urbina Jado y por ende contra su Banco y contra las demás instituciones bancarias: banco del Ecuador, La Previsora, de Descuento, Pichincha)

De estatura mediana, tez blanca, ojos azules, pelo y bigote tirando a castaños, de maneras pulcras, de gestos sencillos y al mismo tiempo altivos. Fue un rebelde que tuvo la genialidad de vislumbrar el todo en su conjunto para la destrucción de lo que él estimaba malo pues poseyó en grado excelso la acción y la emoción necesarias para la lucha pero justamente por eso, por ser excesivamente febril y colérico, pasó por el panorama nacional con un rápido agotamiento y si de algo puede ser acusado, como bien lo señaló Oscar Efrén Reyes es de su peligrosa falta de tino al referirse sin hacer las distinciones necesarias a “los judíos de Guayaquil”, a “los ladrones de Guayaquil” como si fuere una sola masa, de manera que por esta mala costumbre suya de generalizar, terminó convertido en la “encarnación de todas las prevenciones regionales” lo cual aún hoy en día se recuerda con enorme desagrado. Finalmente, no le dio prosperidad a la nación, solamente centralizó el poder político y engrosó el tamaño de la burocracia del Estado, así de simple.

Sus amigos han opinado que le faltó tiempo y poder para llevar a cabo su plan económico integral ideado con el fin de aliviar la crisis económica que agobiaba al país y en cuanto a la Revolución Juliana, se ha dicho que fue un movimiento modernizador del estado ecuatoriano, que careció de significado doctrinario y que a la larga inició el centralismo absorbente que padecemos desde entonces y que ocasiona tanto daño. Otra de las quejas esgrimidas contra su persona es que injustamente atacó a la banca guayaquileña, con la que se portó dolosa y encarnizadamente.

Quizá por eso su nombre despierta resquemores, odios y desconfianza no tanto por ser la figura cumbre de la revolución Juliana, hecha por jóvenes militares inspirados en un sueño de justicia más no de venganza, pues Dillon la ejecutó por su cuenta y riesgo.

Como hombre polifacético, ensayó cambios en la educación, fundó en Quito a la gran industria y figura entre los ecuatorianos más importantes del siglo XX.

Algunos románticos le han calificado de “trueno jupiteriano que cabalgó en el aire, hambriento de verdad y libertad” palabras que no pasan de ser simples expresiones retóricas sin mayor sentido; pues, como puede ser una persona hambrienta de verdad y libertad cuando odia y abusa, aparte que no fue profundo como economista, más bien fue un diletante que actuaba instintivamente y con pasión y su único libro (la Crisis económico financiera del Ecuador) no contiene doctrinas, diluyéndose en simples datos referenciales, en fórmulas magistrales tomadas de diferentes fuentes, algunas muy vagarosas, otras de aplicación inmediata, todo mezclado en un opus suigéneris, claro que Dillon nunca pensó en escribir un Manual de Economía Política siendo su objetivo “informar meramente a la Misión Kemmerer sobre ciertos hechos, pues él – mister Kemmerer – no ha menester de teorías ni de sugestiones técnicas.”

Por otra parte es necesario aclarar que el Ecuador atravesó una situación económica estable entre 1898 y 1913 pues no hubo una espiral inflacionaria a pesar que la Banca concedió varios préstamos a los gobiernos. La relación oro a emisión monetaria fue razonable, y en lo político – social no ocurrieron levantamientos populares. Las cosas comenzaron a cambiar a partir de la revolución de Carlos Concha en Esmeraldas iniciada en 1913 que desestabilizó la economía del país con ingentes gastos de guerra a los que el país no estaba económicamente preparado, lo que sumado a la caída de las exportaciones a causa de la I Guerra Mundial 1914 – 18 que disminuyó las importaciones e hizo bajar drásticamente los precios de las materias primas (en nuestro caso ecuatoriano el cacao) y a las peste y epidemias en las plantaciones de este fruto a partir de 1916, lo que provocó un excesivo endeudamiento de los gobiernos comenzando por el del políticamente desprestigiado General Leonidas Plaza, y la escasez de dólares en los mercados nacionales de Quito y Guayaquil.

De manera que ni el Banco Comercial y Agrícola, ni el Banco del Ecuador, que eran los mayores de la República, tuvieron culpa alguna en la grave crisis económica que trató de superar la revolución Juliana en 1925.

Poco después de su muerte se recogieron sus cuentos, un discurso y un ensayo breve, en el N° A de la pequeña biblioteca ecuatoriana de 1929.

Finalmente, haciendo un balance de la revolución solo queda agregar que al
unirse con los grupos tradicionales de Quito – interesados en utilizar la crisis del sector agro exportador costeño para adquirir poder y beneficios, determinó que la situación del agro continuara intacta bajo las viejas relaciones de producción y la misma estructura de tenencia de la tierra. En cuanto a sus protagonistas militares, inexpertos políticos que utilizaban una fraseología socialista cuando actuaban como consumados fascistas, fueron devorados por la propia revolución que les sepultó en el más absoluto anonimato, del que ahora se trata de recobrarlos aunque sin mayor éxito pues solo fueron personas de bajo grado cuando estuvieron en el ejército y anónimos ciudadanos de buena voluntad cuando salieron, de manera que a duras penas se conservan sus nombres en la memoria de los historiadores especializados.

En Guayaquil las medidas de tinte popular fueron de lo más desastradas, se prohibieron las riñas de gallos, se impuso la Ley Seca, se persiguió a las mujeres alegres en los barrios verdes y otras tantas tonterías pueblerinas propias de la mentalidad castrense del soldado raso ecuatoriano.