Cuesta Ordoñez Agustín

Desde chiquito tuve inclinación por el arte. En la escuela de los HH.CC. de Cuenca se editaba la revista “Travesuras” que la dirigía Julio montesinos Malo, artista nato y padre de pintores renombrados de la Morlaquia. En esa revista se publicaron mis dibujos que causaron sensación, cuando el oso Noboa, el negro Lituma, Julio Vinueza Moscoso, Rafico Arizaga Vega, aparecían en toda su dimensión, con sus defectos y sus pocas virtudes. 
En 1932 mi papá me envió desde Quito una maquinita para proyector calcomanías, dibujos pintados en vidrio. Desde esa época fui “empresario de cine”, pues reunía en el patio de la casa a toda la muchachada del barrio a ver la que no sea el “cine mudo”, el oso Noboa, a viva voz, narraba la figura al estilo cañarejo. 
El cine no era gratis ni mas faltaba, cobrábamos un “cale” también llamado “cuartillo”, moneda fraccionaria que representaba dos centavos y medio. Con un “cale”, en la tienda de mama Miche comprábamos un mestizo (pan negro) con manjar y queso cañarejo. El que financiaba los gastos de la empresa era el negro Lituma. Desde niño se dedico a las altas finanzas.
Nos cobraba a los socios el valor de los vidrios, la tinta china que se utilizaba en los dibujos, sueldo por vender las entradas y un interés “módico” por su financiamiento. 
El negocio funciono bien especialmente cuando el “largo Donoso”, artista extraordinario, dibujaba en los vidrios caricaturas de todos los “guambras” del barrio y el oso les hacia los “ovillejos”. Después nos dedicamos al teatro y también organizamos peleas de boxeo y riña de gallos. En este rubro era especialista rafico Marquez, Lider actual de los “cefepistas honestos”. Sus tíos tenían gallos finos de pelea a quienes dedicaban todos sus desvelos. Una tarde, Rafico saco un gallo sin el consentimiento de sus tíos y le enfrentamos a un gallo “runas” que llevo Hernán Borrero. Era un gallo tosco, mal parado pero de un vocabulario cavernario. El “debate” entre los dos gallos era desigual el uno fino y refinado, con “pedigrí” buenos modales, el otro, ya se dijo grandote y burdo.
Para mala suerte de Rafico Márquez, el gallazo “runa” le dio dos “huaracazos” y acabo con Rfico, digo con el gallo.
Con  el fracaso de este desigual “debate” se acabo la empresa. Les cuento estos episodios únicamente por demostrarles que mi vida farandulera data ya de medio siglo y un poquito más ¿Y a nosotros que nos importa todo esto? Se preguntaran y con la razón. Pero aquí viene el meollo de este articulo. Quiero referirme al famoso Acuerdo 2368, que con toda diligencia tramito el Ministerio de Gobierno, propinando una esto cada de muerte al cine nacional.
Hagamos un poco de historia Gabriel Tramontana en Guayaquil y el suscrito que habla” en Quito desde hace más de cuarenta años nos dedicamos a producir películas nacionales. Se hicieron pocas cosas buenas y muchas malas, pero era el esfuerzo  el que contaba la lucha era de león con burro amarrado: el gobierno no miraba indiferente, nadie nos prestaba un sucre partido por la mitad. Yo tenía una filmadora con que alguna vez filmaron a Neron y el incendio de Roma y un proyector que en vez de foco se ponía una vela de cebo. Era de tal magnitud mi “raja”, que para comprar película, en el monte de Piedad empeñaba el proyector y cuando la película regresaba de Panamá ya revelada empeñaba la filmadora y sacaba el proyector. A Gabriel Tramontana le pasaba igual, y a pesar de las angustias, nunca desmayarnos.
Poco a poco nos fuimos emplumando y junto a nosotros revoloteaban jóvenes que secundaban nuestras locuras. El cine nacional iba tomando cuerpo. Nacían valores, con renovadas esperanzas. Podemos hablar de los hermanos Guayasamin, de Gustavo Corral. Ramiro Bustamante, Mónica Vásquez, Camilo Luzuriaga, el pecas Corral y muchos más. Modestia aparte, no puedo dejar de nombrar a Jaime Cuesta que sin desmayo me cogió la posta.
La Junta Militar dirigida por el almirante Poveda ayudo a los cineastas cosas de ripley. Los militares siempre han estado al lado de los intelectuales y los artistas. Los gobiernos civiles han suprimido toda ayuda a la cultura. Los militares ayudaron a formar “Asocine”, entidad que agrupa a los cineasta; se nos concedió exoneraciones de impuesto que ayudaron al financiamiento de más de cincuenta documentales “integrante nacionales”, ganadores de premios internacionales y fue gobierno democrático, el del doctor hurtado, el que suprimió toda ayuda al incipiente cine nacional y otra vez quedamos en la lona.
Y aquí viene lo increíble, otra vez un gobierno democrático quiere ayudar al fomento de la cultura, pero para esto hay que acabar con el cine nacional, columna vertebral para la divulgación de esta cultura. Entre gallos y medianoche se dicta un acuerdo con dedicatoria. Para ser cineasta y para fomentar el cine nacional se necesitan los siguientes requisitos: trabajar en el cine por lo menos 20 años, haber hecho por lo menos un largometraje y cinco documentales ya exhibidos en las salas de cine. Además de llevar certificados de buena conducta, de haber hecho la primera comunión, de llevarse bien con la suegra y ser partidario de Sixto, debe inscribirse en el Ministerio de Gobierno, donde el director Administrativo le otorgara un “diploma de productor”.