CUCALON Y APARICIO JOSE MARIA

MILITAR.- Nació en Cartagena de Indias el 8 de Septiembre de 1786. Hijo legítimo del Coronel Bartolomé Cucalón y Villamayor, Gobernador de Guayaquil (1803-10) Brigadier de los Reales Ejércitos, electo Presidente de la Audiencia del Cusco en 1810 y de Vicenta Martínez de Aparicio y Tatis, naturales de Ayerve en Aragón y de Cartagena de Indias, respectivamente.

Recibió sus primeras letras en Cartagena, muy joven perdió a su madre e ingresó a los doce años a las Milicias de España. En 1800 aún era Cadete en el Regimiento de Infantería de Línea de Nápoles con sede en Cádiz y actuó en la guarnición de San Lúcar de Barrameda durante la epidemia que asoló a las provincias andaluzas. Luego fue ascendido a Subteniente de fijo en Cartagena de Indias y regresó a América siendo destinado en 1801 bajo las órdenes de su padre, que a poco fue nombrado Gobernador de Guayaquil y con él vino al puerto desempeñando varias comisiones y campañas de mar entre 1803 y el 4. En el incendio del convento y hospital de San Juan de Dios junto a otros tres compañeros se comportó con denuedo y luchó contra las llamas. Por ese importante servicio se le dieron las gracias en Real Orden del 15 de Agosto de ese año.

Seguidamente fue destinado como Ayudante del Comandante de Ingenieros para levantar planos y otros trabajos técnicos. En 1804 fue primer Capitán del puerto de Guayaquil, se dedicó a enamorar y tuvo cuatro hijos (tres con Antonia de Chorrosco y Echenique y una con Carmen de Marcos y Crespo) A fines de 1805 se embarcó en la fragata de guerra Astrea e hizo un servicio de más de siete meses de campaña, luego se encargó del mando de dos lanchas cañoneras con las que salió de Guayaquil el 20 de Abril de 1807 en persecución de la goleta angloamericana Topacio que armada en guerra hacía el contrabando, logró ahuyentarla y en la lucha que se entabló para proteger su retirada murió uno de los contrabandistas y nueve quedaron prisioneros en poder de Cucalón. Entonces asumió el mando de toda la División de lanchas de Guayaquil y salió con ellas a contener al navío de guerra Cornwales, impidiéndole que pasara más allá de la isla de Santa Clara.

En Julio de 1809 viajó a Quito designado Ayudante del presidente de la Audiencia Conde Ruiz de Castilla; el cual, a pesar de su corta edad, le confirió misiones de responsabilidad y encargó colaborar en el arreglo del servicio de la plaza con funciones de Sargento Mayor.

Al estallar la revolución del 10 de Agosto de 1809 se hallaba de Teniente en Quito y en vías de salir a España con licencia del Virrey de Santa Fe; mas, los acontecimientos políticos se lo impidieron, pues fue apresado con guardias en su propia casa, pero se dio mañas para entrar en conversaciones con el Marqués de Selva Alegre, con quien convino en enviar una carta a su padre el Gobernador de Guayaquil pidiéndole que apoye a la Junta y así pudo recobrar el día doce de Agosto su libertad.

Desde ese instante se mostró “medio adicto al nuevo orden de cosas animando a los insurgentes en sus intentos, tanto para descubrir en ellos sus planes y proyectos como para que a la postre le diesen facilidades para marcharse a Guayaquil” y obtuvo pasaporte para su agente secreto el portugués Francisco Pérez, a quien despachó con la carta de Montúfar y con otra secreta que envió a su padre y que Pérez se la puso entre las suelas de las botas y a pesar de que lo revisaron escrupulosamente en el camino, cumplió su cometido y entregó ambas el 23 de Agosto, luego de nueve días de viaje.

Entonces el Gobernador de Guayaquil declaró abiertas las hostilidades a la Junta Soberana de Quito y la situación de su hijo se tornó grave pues los patriotas empezaron a sospechar de él, ya que lejos de haber obtenido que su padre plegara al movimiento sedicioso de la capital, se veía claramente que el mayor enemigo era dicho Gobernador. Además el joven Cucalón se había rodeado de gente contraria a la causa patriota. Sus amigos más cercanos era el realista José Fernández-Salvador y López, el Fiscal de la Audiencia Aréchaga y el Oidor Fuertes Amar, que a pesar de ser enemigo del Gobernador de Guayaquil había depuesto todo rencor y conquistado la confianza del joven José María, quien también despachó un anónimo al Gobernador

Miguel Tacón, de Popayán, anónimo que pasó las barreras de seguridad bajo cubierta del Administrador de Tabacos de esa ciudad Francisco Diago.

Poco después fue conducido con Aréchaga al calabozo, escoltado por cuatro soldados, pero solo estuvo pocos días pues dio a entender a los insurgentes que había aceptado las proposiciones del Coronel Juan Salinas “quien le prometió que le pondría inmediatamente en libertad siempre que jurase contribuir con firmeza, influyendo en el ánimo de su padre, a que Guayaquil se uniese a Quito en la revolución. También el Presidente de la Junta le hizo iguales propuestas, añadiendo que serían remunerados sus servicios con el grado y sueldo de Coronel y el empleo de Teniente de la Plaza de Quito que haría que le confiriese la Junta Suprema. De esta manera, accediendo entusiasmado a tales ofrecimientos, apareciendo como convencido de las bondades de las innovaciones que se hacían en la capital, consiguió salir de Quito, principalmente con el objeto de libertar su vida, muy expuesta entonces, pues no hubiera sido raro que por algún secreto resorte se llegase a conocer su verdadero modo de pensar, además de que podía descubrirse el envío de las cartas secretas a Guayaquil y a Popayán”.

El 8 de Septiembre salió con los Comisionados de la Junta de Guayaquil, llevando a su consejero José Fernández-Salvador que portaba los pliegos reservados del Conde Ruiz de Castilla y que consistían en un Memorándum y una Carta confidencial al Virrey de Santa Fe de Bogotá, redactada por su sobrino el Oidor Fuertes Amar, bien escondidos en el fuste de sus sillas de montar. El viaje fue sin inconveniente y llegaron sanos y salvos a Guayaquil. En Diciembre regresó José María Cucalón con su padre a Quito, ciudad que ya había sido pacificada por el General Manuel Arredondo, recibiendo algunos desaires del Presidente Ruiz de Castilla, quien, por su avanzada edad dependía de Arredondo.

Poco después se enteró que su padre el Gobernador había sido removido de Guayaquil por disposiciones del Virrey del Perú y no teniendo nada que hacer en estos territorios, el joven José María siguió a Cartagena de Indias y allí reinició su vida de cuartel, participando de los disturbios promovidos con ocasión del reconocimiento de las Cortes de la Isla de León y luego en la asonada que dieron los realistas para volver al antiguo estado de cosas.

En Enero de 1812 se instaló la Convención de Cartagena y decidió arrojar a los realistas de Santa Marta. Cucalón estaba entre éstos últimos y sostuvo algunas campañas hasta 1815, que fue disuelto su Regimiento con la entrada de las tropas del General Pablo Morillo. Posteriormente ascendió a Capitán del nuevo Regimiento que llamó del Infante don Carlos y en 1817 se ausentó a España a defender el honor e intereses de su padre, litigando en los Consejos.

En Cádiz los ladrones entraron a su domicilio y lo despojaron de casi todas sus pertenencias. Entonces tuvo que apelar a la generosidad del comerciante Ildefonso Ruiz del Río, quien lo ayudó económicamente por haber sido amigo de su padre. En 1818 murió su padre en Madrid.

En 1820 pidió la Contaduría de las Reales Cajas de Manila, luego la Contaduría Mayor del Tribunal de Cuentas de Quito y en Enero de 1821 lo nombraron Contador de las Cajas Nacionales de Panamá, pero como estaba muy pobre no tuvo para el pasaje y solicitó un anticipo de dos mesadas para trasladarse a Cádiz y que uno de los buques de guerra lo transporte gratis a América, lo que así sucedió.

En Panamá solo pudo actuar un año y medio a causa de la independencia y entonces contrajo nupcias el 24 de Agosto de 1 823 con Manuela de Arce y Delgado y tuvo extensa sucesión. Falleció en Panamá en 1845 de cincuenta y nueve años de edad.