GOBERNADOR DE GUAYAQUIL- Nadó en la villa de Ayerve, Obispado de Huesca, Aragón y fue bautizado el 23 de Agosto de 1754. Hijo legítimo de Martín Cucalón y Vera y de Teresa de Villamayor y Garcés, hidalgos de la villa de Ayerve.
En 1766 fue matriculado en la Escuela de Milicias de Madrid. En Febrero del 72 ingresó de Cadete en el Regimiento de las Reales Guardias de Infantería de Córdoba y luego pasó a servir en el presidio de Ceuta. En Noviembre, con el rango de Teniente, le enviaron a Cartagena de Indias, pasó a Portovelo, a la campaña de auxilio en Río Hacha contra los indios guajiros y ascendió a Capitán. En 1778 había regresado a Cartagena y fue comandante del fuerte de San Fernando de Bocachica, cinco años después contrajo matrimonio con María Vicenta Martínez de Aparicio y Tatis, natural de esa ciudad.
En Diciembre del 85 solicitó el gobierno de Antioquia o Popayán y el 87 insistió en ocupar este último, sin resultados. En Marzo del 89 solicitó licencia a España por la insalubridad del clima de Cartagena y a fines de ese año, luego de haber servido doce, ascendió a Teniente Coronel y permaneció en dicha plaza amurallada.
En 1796 había quedado viudo y empezó a sufrir de empeines y hemorroides porque los intensos calores del Caribe le sentaban mal. En 1801 el Consejo de Indias lo ascendió a Gobernador político y militar de la provincia de Guayaquil, siendo ratificado el 6 de Enero de 1802 durante su viaje a Cádiz. El 5 de Diciembre de ese año ascendió a Coronel.
En Marzo de 1803 tomó posesión de sus altas funciones en Guayaquil, De Cartagena se había traído a doña Feliciana Palacios y aquí tuvo a su hija Maria en ella. Igualmente le acompañaba su hijo José María Cucalón y Aparicio, militar de profesión que ocupó la Capitanía del puerto de Guayaquil en 1804.
“El Gobernador Cucalón tenía el genio algo inquieto y arbitrario y no cayó del todo bien desde el principio” sin embargo de ser activo y trabajador y de haber arreglado el estero de Carrión y las extremidades del malecón. El 24 de Febrero de 1804 actuó decididamente en el incendio del hospital “y tuvo que multiplicarse en la labor de salvamento para reemplazar al Director fray Juan Romero que había rodado escalera abajo y no solo lo hizo en el hospital sino también en la amenazada zona cercana”. El 15 de Marzo ordenó el embargo de la fragata ballenera inglesa “Cowtland” por la situación de declaratoria de guerra con esa potencia y luego procedió a su remate. “En 1805 el malestar de la sociedad guayaquileña era tan marcado que el Procurador Síndico pidió al Cabildo afianzar de alguna manera la autoridad del Gobernador, pues arreciaba la campaña de difamación contra él y existía un grupo de incansables opositores suyos cuya jefatura ostentaba el Coronel Jacinto de Bejarano Lavayen y formaban el Ab. José Joaquín Pareja Mariscal y el Cura de la Matriz José Ignacio de Cortázar y Requena, quienes lo denunciaron ante el Virrey Abascal del Perú consiguieron en 1 807 que designe al Regente de la Audiencia José Fuentes y
González-Bustillos para que practique las correspondientes pesquisas en Guayaquil, contra Cucalón, de lo que a la postre no salió nada en claro”.
Reinstalado en sus funciones continuó su pugna contra el grupo de Bejarano; a mediados de Agosto de 1809, al conocer los detalles de la revolución de Quito, ordenó confinar a Bejarano y a su sobrino Vicente Rocafuerte a 25 leguas de su domicilio. Enseguida lanzó una Proclama, hostilizó y hasta martirizó a los partidarios de la independencia, y comenzó a embargar los bienes de los comerciantes quiteños y los caudales de quiteños en manos de comerciantes de diversas nacionalidades. Al genovés Carlos Lagomarcino le quitó su almacén de ropa de mas de sesenta mil pesos, casa y materiales de construcción y ciento cuatro mil pesos de créditos que pertenecían a cuentas del quiteño Guillermo Mariano Valdivieso. En lo militar tomó providencias para la marcha a Quito y se puso en contacto con varias autoridades seduciéndolas; mientras tanto había permitido que el Coronel Manuel Arredondo y Mioño, enviado del Virrey Abascal del Perú, arribe a Guayaquil y continúe a Quito con los soldados del batallón Real de Lima, quien entró en esa capital el 25 de Noviembre y la pacificó.
Cucalón salió de Guayaquil con su hijo José María recién en Diciembre y anunció que también irían los refuerzos de Panamá, pero Arredondo se había ganado la confianza del anciano presidente Manuel Urríez, Conde Ruiz de Castilla, quien ya no necesitaba a Cucalón. Para colmos, el Virrey del Perú también apoyaba a Arredondo, quien siguió de Jefe Militar de Quito haciéndo sufrir a Cucalón algunos desaires, al punto que éste tuvo que regresar a Guayaquil el 7 de Febrero para encontrar que le habían sustituido en la gobernación con el Ing. Luis Rico y Pérez, sobrino político de su enemigo el Coronel Bejarano.
Rico había mandado copias de las quejas de los vecinos perjudicados al Virrey y Cucalón acusó a Rico de tratar de sustituirlo en la Gobernación y como no pudo llegar a mayores con él, se desquitó con el joven Vicente Rocafuerte Bejarano a quien hizo vigilar.
Sin embargo las quejas del vecindario y sobre todo la de Lagomarcino motivaron al Virrey Abascal a deponer a Cucalón de la Gobernación el 7 de Agosto de 1810 y encerrar en prisión a su Asesor el Dr. Pedro Alcántara Bruno. La orden recién llegó a Guayaquil el 1 de Diciembre de 1810. Cucalón viajó a defenderse a Lima y estando en dicha capital le llegó el nombramiento de Presidente de la Audiencia del Cusco. Ya era Brigadier y el asunto cayó como bomba pues Abascal se negó a posesionarlo, destinandolo a las Juntas de Guerra, para sostener en ese destino a su protegido, el sumiso General José Manuel Goyeneche y en esas circunstancias se entabló entre Cucalón y Abascal un largo trámite ante el Consejo de Indias, mientras tanto Cucalón solo tuvo que contentarse con hacer vida militar y sirvió en las campañas de Pasto y Popayán a las órdenes del General Toribio Montes, luego de ello le propuso Abascal que marche al Alto Perú, quizá para mantenerlo solo como militar, pero Cucalón “se excuso por hallarse quebrado”.
En 1815 volvió a Guayaquil y pidió un auxilio para pasar España donde estuvo alegando que no habían existido razones ni motivos para su separación de Guayaquil. En 1818 el Consejo de Indias opinó que se le debía decir al Virrey “que solo tenía jurisdicción en cuanto a la defensa de Guayaquil, que no había motivo para separar a Cucalón de aquel gobierno y que se le debía reponer en la presidencia del Cusco para la que fue nombrado” pero ya era demasiado tarde pues Cucalón se hallaba muy apesadumbrado (deprimido) Su hijo José María era su único acompañante y le ayudaba a defenderse.
Había testado el 24 de Marzo de 1817 en Madrid y designó heredero a su hijo José María y Albacea al Coronel Blas Lamota.
Murió poco después “pobre y lleno de deudas contraídas solo para defender su honor después de cuarenta años de servicios”. Al año siguiente el Fiscal Militar informaba en el expediente de su separación del gobierno que “no puede leerse la historia de este desgraciado militar sin estremecer cualquier ánimo imparcial a vista de la terrible y no interrumpida persecución que ha sufrido desde entonces por el Coronel de Milicias de aquella plaza don Jacinto Bejarano y algunos de sus parientes coaligados, pero al fin de tan largo tiempo ha tenido la dulce satisfacción de fallecer después de haber vencido en juicio a la multitud de émulos que se le conjuraron”. El Fiscal togado informaba a su vez que “Tres respetabilísimos Consejos Supremos han sellado con su Informe aprobación la conducta del desgraciado Brigadier Cucalón en todo sentido y por todos términos con elogio y satisfacción” y
recomendaba que se atendiera con un buen empleo a su hijo José María y que se publicare en la Gaceta (1) que su conducta había sido pura. ¡Paradoja cruel!
El caso Cucalón muestra hasta la saciedad la degradación a que habían llegado las autoridades virreinales en los postreros años del colonialismo y cómo se daba mañas Abascal para asegurar a sus protegidos en los mas pingues cargos quizá para compartir con ellos algunas de sus ventajas. Igualmente revela a las claras el horroroso sistema de palanqueo que se había instaurado en la península para la distribución de las funciones y la lentitud criminal, por decir lo menos, de los juicios de la época, muchos de los cuales solo finalizaban con la muerte del interesado y en otros casos ni siquiera con ella, por eso se ha dicho siempre que “justicia a destiempo no es justicia” y con toda razón.
Su estatura alta, talla nerviosa y musculada que luego se hizo corpulenta, tez blanca tostada, ojos y pelo negro. Muy viril y de gran gentileza y donjuanismo, pues en el juicio de residencia que se le siguió en Guayaquil en 1810 le acusaron de haber empreñado a tres de las más linajudas damas de la ciudad con los hombres en cambio era tosco y poco político pues siempre fue más militar que gobernante y sus largos años en Bocachica le había convertido en un hombre déspota y autoritario.