CRESPI CROCI CARLOS

ETNOLOGO.- Nació en el pueblecito de Legnano cerca de Milán, Italia, el 29 de Mayo de 1891 y fueron sus padres legítimos Daniel Crespi, Administrador de una hacienda de los contornos y María Croci, ama de casa. El tercero de una larga y religiosa familia compuesta de trece hermanos, de los cuales ocho fueron varones y cinco mujeres, uno de sus hermanos fue misionero cristiano en Tailandia.

“Cuando era todavía niño me privaba de una parte de los alimentos para darla a los pobres” y estudió la primaria en un Gimnasio salesiano de

su lugar natal y en uno de Milán. En 1903 inició la secundaria en Balsalise cerca de Turín; pero en 1906, debido a su carácter serio y circunspecto y a la admiración que sentía por sus profesores salesianos, decidió entrar a dicha Orden, ya tocaba muy bien el piano así como otros instrumentos de cuerda y viento pues tenía gran oído para la música.

El 8 de Septiembre de 1907 ingresó al Noviciado salesiano de Foglizzo, profesó sus votos; era de buen ver, baja estatura, contextura gruesa, ojos celestes, pelo castaño y hablaba con profunda convicción. Representaba más edad de la que realmente tenia. En 1910 juró los votos perpetuos, estudió filosofía en Turín y luego magisterio en Valsalice. El 14 pasó al Colegio Manfredine ubicado en la antigua ciudad de Este, donde ejerció el magisterio, alternado con Cursos de Teología sobre temas trascendentes y doctrinas relativas a la fe y tras seis años de estudios el 29 de Enero del 17 recibió el Orden Sacerdotal en Verona.

De allí en adelante cursó en la Universidad de Padua diversas asignaturas humanísticas tales como Estética, Pedagogía, Música, Prehistoria y Etnografía hasta Arquitectura y ciertas materias técnicas del tipo de Ingeniería Hidráulica, Topografía y Economía hasta doctorarse el 15 de Julio de 1921 en Etnología

A principios de 1923 abandonó Italia por el puerto de Génova para iniciar la vida misionera en Sudamérica. Primero estuvo en Guayaquil, el día 23 de Abril llegó a Cuenca como organizador de la Exposición Internacional Arqueológica y fue inmediatamente destinado al Oriente, haciendo de los necesitados su predilección y dedicándose a recolectar tiestos arqueológicos y objetos varios. Llevado por esta afición se adentró en la selva, “fue un encuentro maravilloso con la naturaleza feraz de la Amazonía que le deslumbró.

Todo era nuevo, desde los grandes ríos y espesos bosques hasta el hombre primitivo que los habitaba y tras varios
meses y expediciones en lo que él calificó de viaje pintoresco para un valiente aficionado a la naturaleza salvaje, pero bien pesado para el noventa y nueve por ciento de los mortales, logró completar una hermosa colección etnográfica; mas, al cabo de dos años de estos intensos recorridos, volvió a Turín. Su trabajo había sido duro, pues también recopiló millares de anotaciones sobre “los salvajes” así como un cajón con fotografías, otro con cabezas disecadas (tzanzas) planos, etc. y con todo ello participó en la primera Exposición Misionera Salesiana que presentó en Roma, en cuya Clausura pronunció un discurso. Su muestra formada con multitud de collares, coronas de plumas, pieles de jaguar y león, serpientes venenosas, pájaros vivos y otros disecados, causó una honda impresión, sobre todo las tzanzas, que fueron materia de más de un debate y horrorizaron a las tranquilas damas concurrentes.

De esta época son sus artículos “L’ Oriente equatoriano e sue possibilita di colonizzazione” aparecido en Milán y “Un explorazione al Santiago (Equatore)” primeros de sus múltiples trabajos en el Bolletino Salesiano de Turín, al que siguieron “Au Milieu des sauvages de Gualaquiza”, “Gli indii della sierra equiatoriana”,”XXX aniversario della Missiones di Gualaquiza” y “Tra y selvaggi di Gualaquiza (Equatore)” que revelan su amor por la “floresta inmensa de millones de kilómetros, siempre verde, siempre nueva”, según frase que describe todo su amor por esa poderosa naturaleza.

En 1925 existían cinco proyectos misionales salesianos en el Ecuador y la necesidad de documentar tan difícil tarea le llevó a escribir esas Monografías, como simples diarios de viajes graficados con fotografías, etc.

En 1926 trasladó su Exposición a New York “a fin de ofrecer al público curioso una variada colección de objetos autóctonos, piezas prehistóricas y otras de uso común propias de la Etnografía” y de regreso a la amazonía tuvo la oportunidad de filmar en Santiago de Méndez y en el valle del río Upano, más de dos mil quinientos metros de negativos con cincuenta escenas diferentes, que finalmente quedaron reducidos a la mitad, con la colaboración del fotógrafo Rodrigo Bucheli y de Carlos Bocaccio que dirigió. Estas tomas se realizaron también en las riberas de los ríos Yaupi, Morona y Manseriche. Para la edición primitiva de “Los invencibles Shuaras del Alto Amazonas” (El triunfo de los Shuaras o los Jíbaros del Amazonas) contó con el trabajo del operador Vitey de Fontana, editor de afamadas películas italianas como “Quo Vadis” y “Los últimos días de Pompeya,” la película fue silente pues aún no se había inventado el cine sonoro y con ella se situó Crespi entre los pioneros del cine ecuatoriano.

El film relata como documental la vida de los Jíbaros, sus quehaceres, sus viviendas sencillas, vida tan extraña y tan llena de raras costumbres en medio de aquella región donde el sol y el aire se presentaban con mayor generosidad. Consta de cuatro partes: la primera en el mar de Génova y posterior llegada al oriente. La segunda trata sobre las costumbres de los Jíbaros y sus formas de caza. La tercera sobre la fiesta de la tzanza o cabeza reducida y la cuarta muestra la obra salesiana en las misiones del oriente y la del Comité Patriótico orientalista de señoras (1).

Su autor la comentó de la siguiente poética manera: “En el ecran se proyectan lindas escenas naturales de armadillos, guatuzas, faisanes, pavos predicadores y preciosísimos adornos como un collar de cinco mil dientes de mono, un tejido hecho con quinientos fémures de pájaro, otro hecho con seis mil alitas de insectos, un sombrero de última moda y finalmente las ceremonias de la gran fiesta de la tzanza que termina con una interesantísima serie de bailes a cual más original y sugestivo.”

(1) En 1950, cuando yo cursaba el quinto año de primaria en el Colegio San José La Salle de Guayaquil, nos llevaron los hermanos cristianos a admirar la película del padre Crespi en el antiguo teatro Olmedo, con un lleno completo como no podía ser de otra manera, tratándose de un film de emocionantes aventuras en las misteriosas selvas orientales, demás está indicar que para la mentalidad mágica de los muchachos de entonces que casi no conocíamos la radio ni otros inventos de la modernidad, el asunto de la película se presentaba por demás truculento: fieros guerreros indios, pintorrajeados, salvajes, casi desnudos, que utilizaban mortales cerbatanas para asesinar a sus víctimas y para colmo reductores de cabezas humanas, aparte de las espeluznantes tzanzas; animales y plantas exóticos y desconocidos, todo se prestaba a múltiples comentarios pues el oriente ecuatoriano seguía siendo una región sin caminos y casi sin poblaciones, sumergida en la inmensidad de la selva amazónica; pero el documental se desgastó con el tiempo y las múltiples proyecciones, sus fragmentos se dispersaron en el incendio del Instituto técnico salesiano Cornelio Merchán de Cuenca ocurrido en 1962; sin embargo, la Cinemateca Nacional de la CCE recogió las imágenes que habían quedado y contando con filmaciones de la época, relativa a los trabajos misioneros salesianos, logró copiar las imágenes, cuadro a cuadro, para obtener negativos nítidos. Luego se efectuó la edición incluyendo fotos fijas y textos, obteniendose un nuevo copiado al que se le incorporó música y trucaje, todo ello gracias al apoyo de la UNESCO y de los laboratorios de la UNAM de México. Hoy, recuperado el film, constituye una obra clásica, una de las mayores joyas de la cinematografía ecuatoriana de todos los tiempos.

El estreno se realizó en el teatro Edén de Guayaquil el sábado 26 de Febrero de 1927 y pocos días después en el Sucre de Quito en función de Gala y asistencia del Presidente Isidro

Ayora y su esposa la bella y elegante Laurita Carbo Núñez y sirvió para la recolección de fondos en favor de la obra misionera salesiana. Por otra parte probó la estimación de Crespi a la raza “Jíbara” y a la exaltación de los abnegados misioneros. Su paisano el sabio jesuita Luis Sodiro, clasificó con el nombre de “Crespiones” a una familia de helechos muy bellos y grandes que descubrió en el film donde aparecen fotografiados.

En materia misional Crespi inició un tipo nuevo de colonización a través de la introducción de herramientas sencillas al trabajo de los nativos, construcción de vías de comunicación y puentes sobre ríos y el aporte de la fe religiosa sobre la conciencia de los mal llamados Jíbaros, término peyorativo que significa salvaje en quichua y que entonces se usaba como nombre genérico para mencionar a las tribus indígenas de la región oriental del Ecuador.

Ese año editó “Quarente giorni di escursioni nella regione di Indanza” y una Monografía del oriente azuayo en 16 págs., y en el Bolletino Salesiano salió “Tray Kivari”. El 27 “Equatore (Misslone dei Kivaros) tragli stregnoni di Arapicos”. El 28 “Un excursione alla Misiones di Mendes”, “Entro giorni di escursioni nella valle dell’Upano” que también se publicó en francés. El 30 “Ou en est 1’evangelisation des kivaros.”

Entre el 28 y el 29 organizó otra Exposición Misionera Ecuatoriana con la cual cerró a los treinta años justos de edad, esta primera etapa de su vida, la del misionero etnólogo en las selvas profundas del alto Amazonas, entre las tribus shuaras. Etapa romántica pero no por ello excenta de peligrosas aventuras. “Se lanzó en una frágil canoa por los rápidos terrificantes del pongo de Manseriche y artista delicado y exuberante plasmó en una película cinematográfica, la primera expresión documental de la vida indómita de los Shuaras, mientras su pentagrama recogía las dulces entonaciones de las Campanas de Macas, la avanzada por entonces más importante del Vicariato de Méndez y Gualaquiza” pues era uno de los pocos que llegó hasta el famoso pongo en el Marañón, atravesando la cuenca del rio Cenepa, famoso en la historia ecuatoriana porque sirvió de barrera infranqueable e impidió la colonización de esas extensas regiones, pues constituye una sucesión de peligrosísimos rápidos y cascadas que corren sobre un lecho de piedras con poca profundidad, capaces de destruir cualquier embarcación.

Nuevamente en Cuenca, entre 1937 y el 41 decidió dedicarse por entero a la parte urbana en la pequeña iglesia o santuario de María Auxiliadora que se levantaba frente al parque Guayaquil, así como las confesiones con filas separadas para hombres y mujeres pues siempre fue muy decimonónico en materia de sexos, pero no se crea que había perdido su capacidad de acción pues fundó la Escuela Agrícola de Yanuncay y dio inicios en Cuenca a la construcción de la Escuela de Artes y Oficios (que con el tiempo pasó a ser Instituto técnico salesiano con el nombre de Cornelio Merchán por la donación de éste personaje) y mientras procedía a la excavación para los cimientos halló un gran número de tiestos entre los cuales sobresalió una olla de grandes dimensiones y al seguir excavando logró otras más. Desde entonces, siguiendo las huellas de Max Uhle, se dedicó a la arqueología de la zona pero sin utilizar el método científico de dicho sabio alemán, de suerte que no estableció conclusiones generales y por eso su nombre no consta entre los arqueólogos ecuatorianos del siglo XX.

Designado Rector de la Escuela de Artes y Oficios logró formar los pabellones de mecánica, ebanistería, sastrería, imprenta y zapatería y como Jefe del Oratorio Festivo, que funcionaba los domingos de tarde, daba cursos técnicos para niños entregando galletas y caramelos así como un paquetito de harina, azúcar y arroz. En las fiestas principales había reparto de cortes de tela y se mantuvo largos años al lado de los niños por ser esa la labor preferida de Don Bosco.

Como sacerdote perseverante en sus obligaciones dabase tiempo para acrecentar el edificio con nuevas obras, de manera que también formó un gimnasio, un salón de conferencias, una banda de música, otra de guerra, que entregó a la dirección de un señor Gazzolli.

Los padres Cadena y Delgado habían montado en Cuenca un pequeño teatro infantil que hacía las delicias de todos por igual y Crespi lo transformó en Cinema en 1932 con fotogramas de imágenes fijas (sin movimiento) que al poco tiempo dieron paso a las primeras películas sonoras que se pasaron en Cuenca a través de un pequeño proyector importado de Italia. Todo ello movido únicamente por un afán cultural y moralizador pues solo exhibía películas de escenarios animados y temática universal. Los niños eran sentados a un lado y las niñas al otro.

Si la película tenía escenas de besos, las cortaba para que no se vieran. Si tenía escenas de abrazos, explicaba que era entre hermanitos y cuando algún mocoso se portaba malcriado o hacía bulla le daba un campanillazo en la cabeza Sus principales series eran las de Chaplin, las del gordo y el flaco como se llamaba a los cómicos norteamericanos Stand Laurel y Oliver Hardy, las de Tarzán de los monos con Johnny Weissmuller, en otras ocasiones presentó la del indígena Juan Diego visionario de la Virgen. El Cinema, con múltiples refacciones, funcionó hasta el incendio ocurrido en 1962 pero como fue prontamente reconstruido, volvió a prestar sus servicios a la comunidad cuencana.

Ese año 32 se trasladó a la población oriental de Macas a fin de preparar la luz eléctrica. Cuando todo estaba listo hizo que llevaran en hombros de varios colaboradores el dínamo, la turbina, los alambres, fue un recorrido de ciento veinte kilómetros por trochas a veces intransitables pero el día 16 de Septiembre pudo inaugurar el servicio de luz eléctrica que permitió al año siguiente el funcionamiento de una cepilladora de tablas y una piladora de arroz, primeras industrias que conoció dicho poblado.

El 31 de Octubre de 1936 finalmente inauguró la Escuela Cornelio Merchán con cuarenta niños pobres. El 37 viajó a Italia y a su regreso vino con personal técnico salesiano y maquinaria para los talleres de carpintería, ebanistería, sastrería, zapatería, tipografía, encuadernación y para la escuela de agricultura.

El 38 figuró entre los organizadores del primer Congreso Eucarístico celebrado en Cuenca. En Octubre del 39 tuvo listo un edificio de tres pisos en Yanuncay y comenzó a funcionar allí el Noviciado salesiano y el Normal orientalista. Su rectorado sirvió para orientar a los maestros salesianos en el ideal amazónico. Diligente, generoso, paternal, recibía a cientos de niños analfabetos, encauzándoles por la buena senda del trabajo y del deber y les “entretenía con recreaciones de índole y sabor autóctono, dándoles a holgar al aire libre con deportes apropiados, ejercicios gimnásticos y breves chapuzones en una pileta de natación”.

Tal comportamiento repetido a través de los años le ganó millares de corazones agradecidos y los cuencanos dieron en estimarle como si fuera un santo, por su sinceridad en hacer el bien a los demás sin pedir ni recibir nada a cambio.

Otra de sus facetas fue la del coleccionista de múltiples objetos. Desde 1931 empezó a adquirir cuadros al óleo, al fresco, al temple, al pastel, al crayón o al lápiz con imágenes de santos y vírgenes o con paisajes idílicos y comarcanos, hasta hermosísimas esculturas sobresaliendo los famosos crucifijos llagados de Vélez o Ayabaca, algunos de los cuales – se comentaba – había sacado al exterior a fin de lograr fondos para sus obras sociales.

En 1938 el Padre Elias Brito anotó en su obra “Misiones salesianas en el oriente ecuatoriano” en tres tomos, que el padre Crespi pasaba por uno de los más importantes miembros de la Orden en nuestra patria, no solamente por su aporte científico sino también por su obra misionera pedagógica y social pues era una figura muy conocida en el austro, pero tantos viajes y sobre todo la carga de horarios interminables de trabajo, le ocasionó una bronquitis crónica que se le mejoró comiendo ajos que él mismo se recetaba y mantenía en uno de los bolsillos de su verdinegra por muy usada sotana y con la visión de una señora luminosa, quien le indicó que aún le faltaban muchos años de labor. El siempre creyó que se había tratado de una milagrosa aparición quizá de Santa Teresita del Niño Jesús de quien era muy devoto, lo cual, sabido por el pueblo, acrecentó su fama.

Para la Segunda Guerra Mundial el consulado americano en Guayaquil no se atrevió a ponerlo en la Lista Negra por el escándalo que este ultraje hubiera ocasionado en la conciencia del país.

Los niños le preferían para las confesiones porque no era exigente con ellos ni acostumbraba retar. Solo les preguntaba en alta voz porque había comenzado a quedar sordo:    ¿Habéis peleado? ¿Habéis

desobedecido? ¿Habéis insultado? I cuando le respondían que si, decía “Es natural” y allí quedaba todo, luego les gritaba “Bendición”. Los grandes tampoco le faltaban pues como buen sordo por más que le confesaran pecados mayores que entonces eran los relacionados con el sexo, bendecía por igual y salían aliviados a rezar un Padre Nuestro y tres Avemarias; pasado el susto, los muy pícaros volvían a las andadas aunque no faltaban de cuando en cuando algunos arrepentimientos verdaderos. En cambio era fama que en la iglesia de San Alfonso los redentoristas sádicamente daban látigo por penitencia, sobre todo a las adulteras, de suerte que los maridos acostumbraban llevar a esa iglesia a sus mujeres, cuando dudaban de ellas, para saber la verdad. Y si había látigo de penitencia, entonces les cargaban a palos en las casas, pues habían probado de qué pie cojeaban. Estas costumbres medioevales aún se practicaban en la Cuenca que yo conocí a finales de la década de mil novecientos sesenta, cuando iba a vacacionar a la finca de los Puig Mir en la Avenida Solano al pié de la virgen de Bronce y tuve la oportunidad de conocer y tratar al padre Crespi.

El 4 de Noviembre de 1956 le designaron Canónigo Honorario de la Catedral por manos del Obispo Manuel de Jesús Serrano Abad y todos estuvieron de acuerdo en lo merecido de la elección menos Crespi, quien sonriendo indicó que jamás se pondría la faja morada pues ¿Qué dirían mis chicos si me vieran así? Estaba de sesenta y siete años de edad y para conservarse sano se ayudaba bebiendo mucha agua – sobre todo mineral – y alimentándose casi exclusivamente de verduras.

El 7 de Noviembre el Ministro de Educación, Humberto Vacas Gómez, le concedió la Medalla al Mérito Educacional de Primera Clase. Esos fueron sus momentos de triunfo, aunque ya había pasado su mejor época, la del etnólogo y constructor del edificio del Instituto Técnico Salesiano. El 3 de Noviembre del 61 la Municipalidad de Cuenca le declaró “Hijo Ilustre” siendo Alcalde Luis Cordero Crespo (el nieto) La sesión solemne fue muy emotiva.

El 19 de Julio de 1962 a eso de la una de mañana un cortocircuito incendió varias secciones del edificio del Instituto (la primaria, la secundaria, parte del museo, el teatro) pero desde el siguiente día se aplicó a su reconstrucción hasta que logró volverlo a poner en funcionamiento.

Para la construcción de una nueva Capilla a la Virgen, mayor y mejor adecuada que la otra antigua que se estaba derrumbando, había recibido del padre Castognoli la orden de visitar las parroquias y allegar fondos y por eso se acostumbró a recorrer hasta los últimos rincones del Azuay y con el tiempo pudo terminar el nuevo y moderno templo de María Auxiliadora; En 1967 fue uno de los principales promotores del Congreso Eucarístico de Cuenca y cuando le conocí el 68, ancianito y encorvado pero con una eterna sonrisa en los labios, me atendió en su museo con aquella afabilidad propia de los espíritus elevados y generosos.

Cordialmente hacía de guía y respondía a las preguntas que se le formulaban, con su singular sonrisa y rostro de benevolencia, pero como estaba sordo a veces respondía incoherencias. Parecía chocho pero creo que más bien se hacía pues siempre fue juguetón y bromista.

Junto a un Colmillo quizá de marfil, tallado íntegramente en quien sabe qué lugar del planeta que no ha de haber sido el oriente ecuatoriano por algún artesano bastante mediocre que el atribuía erróneamente al Giotto, había un rallador de hojalata de uso común y corriente en las cocinas de esos que se podían adquirir en cualquier mercado popular ecuatoriano en la escasa suma de tres a cinco sucres. Tampoco faltaba un guitarrón metálico burdo y folklórico al lado de multitud de tiestos arqueológicos puestos unos encima de otros en singular desorden y sin clasificación pues nunca había sido un arqueólogo en el sentido estricto del término ni llegó a interesarse siquiera en usar el Carbono radioactivo 14 para lograr una exacta datación. Todo empolvado y en el suelo o sobre destartaladas mesas dentro de un barracón en mal estado.

El desorden era pintoresco y los turistas y sus familiares cuencanos, porque la visita al “Museo del Padre Crespi” era casi una obligación para quien llegaba a la ciudad, tenían que inclinarse a recoger y examinar lo que más les llamara la atención pues de todo había. Era el sobrante de un Museo artístico y etnográfico que debió ser grande y completo y mantenía oculto de la vista del público pero aún quedaban algunos óleos republicanos, casi todos primitivos o de pintores muy mediocres. La gente decía que las piezas finas habían tenido que ser vendidas a fin de proveer al Instituto Técnico salesiano de los fondos necesarios para el mejor servicio a la comunidad azuaya. Por eso nadie le reprochaba nada.

Años más tarde me enteré que eso que se mostraba al público era simplemente el basurero del Museo, pues el Museo estaba bien guardado por los superiores salesianos de Cuenca y finalmente fue vendido en 1979 al Banco Central del Ecuador en un precio irrisorio y a despecho del padre Crespi, que solo aceptó este despojo por obediencia, pues bien sabía su verdadero valor y del perjuicio cultural que se ocasionaba a la ciudad de Cuenca con su traslado a Quito. Emilio Estrada Icaza contaba que estando con Crespi en Cuenca, allá por los años cincuenta, este le había mostrado un par de tablillas de arcilla impresas con escritura cuneiforme, las últimas que quedaban del perdido idioma de los primitivos Cañaris, no de los mitimaes incásicos llegados con Tupac Yupanqui. Emilio las tuvo en sus manos y se admiró de su antigüedad y rareza.

El padre Crespi era de una pobreza absoluta, sus hábitos hacia muchísimo tiempo que habían dejado de ser negros para convertirse en verdosos por el desgaste y el uso. Desaliñado, con una larga y descuidada barba blanca que casi le cubría la cara y daba apariencia de sucio, inspiraba sin embargo una respetuosa admiración. Era un venerable comarcano muy dado a las chanzas y a la sonrisa fácil pues en él todo era inocencia y hasta candor y según decían los que le conocían, en su trato habitual era como muchacho porque le agradaba bromear con la gente, de suerte que se festejaba con chicos y grandes por igual y se disminuía voluntariamente acostumbrando a decirse a sí mismo “gringo” o “burro.”

El 29 de Julio del 69 celebró sus Bodas de Oro sacerdotales. En 1972 se provocó un alboroto entre el húngaro argentino Janos Moricz pretenso descubridor de las cuevas de los Tayos (pájaros que habitan en las enormes galerías del interior de dichas cuevas) por las obras imaginativas y de realismo mágico del escritor alemán Erich von Daniken tituladas “El mensaje de los dioses” y “El oro de los dioses” donde apareció Crespi retratado, y hasta los Mormones se interesaron en Crespi, su museo y la cueva pensando que la palabra Morona tenía algo que ver con el mítico ángel Moroni de ellos, que según la leyenda de Joseph Smith, en 1824 le entregó unas supuestas tablas de oro conteniendo mensajes divinos, aunque nadie más que él las había visto ni se sabe donde están.

En Julio del 76 arribó a la cueva la expedición británica con el primer hombre que pisó la luna, el astronauta Neil Amstrong. Vinieron, bajaron, vieron, recogieron piezas en varios cajones y se fueron fruncidos por el gasto efectuado. Años más tarde el ufólogo ecuatoriano Jaime Rodríguez, quien cree en la presencia de platillos voladores y seres extraterrestres, ha vuelto sobre el tema de la cueva de los Tallos pero sin mencionar al padre Crespi, pues pretende que ellas fueron bases de culturas extraterrestres por las manifestaciones pictográficas encontradas en sus paredes interiores.

Aparte de estas noticias nuevamente informativas vale recalcar que el Ministerio de Educación designó un Colegio con su nombre, el 74 le tocó a una calle cuencana ese honor, el 28 de Noviembre del 78 recibió la insignia Santa Ana de los Ríos de Cuenca del Cabildo de la ciudad.

El 9 de Enero del 82 el Presidente de Italia le otorgó la Orden al Mérito en el grado de Comendador y Cuenca le declaró su Hijo adoptivo. Se le veía activo y de movimientos rápidos, después supe que se fue debilitando con el paso de los meses, a consecuencia de una vieja dolencia al estómago que no le permitía alimentarse bien, hasta que le llegó el día en que casi no probaba comida, a duras penas una fruta, unas galletas, siempre compartidas con alguno de sus chiquillos del Merchán.

En Febrero sufrió una caída y se fracturó el fémur, fue operado en la clínica Santa Inés, se recuperó y hasta empezó a dar unos pasos, pero mayormente permanecía sentado en una silla de ruedas; el 20 de Abril empezó a sufrir de una afección bronquial y falleció el día 30 a las seis de la tarde, de un aplanamiento cardiaco, de noventa y un años de edad, en dicha Clínica. La ciudadanía, que había seguido de cerca el desarrollo de su gravedad, le lloró. Su sepelio se realizó en la iglesia de María Auxiliadora, luego fue llevado a la Municipalidad, a la Catedral y finalmente al mausoleo destinado para sus restos. Se calculó que el acompañamiento pasó de las veinte y cinco mil personas.

Su aspecto físico era muy desaliñado, más bien bajito de estatura, sobresalía su rostro sonriente, la frente alta y espaciosa, poblada la barba blanca y el pelo del mismo color, respetadísimo por la santidad de sus costumbres y por el gran bien realizado en favor de la niñez del país. Hablaba con fluidez el latín, italiano, español, francés y shuara, tocaba el piano desde niño y hasta componía melodías, de suerte que era infaltable miembro de todo Jurado para los concursos artísticos en el Azuay

Entonces se recordó que uno de sus mayores méritos había sido haber amado la amazonía ecuatoriana, calificándola con palabras poéticas y proféticas de “floresta emporio de riquezas que atraerían irremediablemente la codicia del hombre sobre ella”.

Por eso se ha dicho que los más importantes salesianos que arribaron de Italia al Ecuador fueron Costamagna, Comín y Crespi por haber ejercido en el Vicariato Apostólico de Méndez y Gualaquiza entre los shuaras del oriente ecuatoriano.