HISTORIADORA.- Nació el 14 de mayo de 1920 en los Angeles California, USA y fueron sus padres legítimos Cyrus E. Johnson, Quiropráctico y Beatrice Venator, profesora de Colegio. “Mis padres se mudaron de lowa a California en 1917 porque mi abuelo materno William Venator no estaba de acuerdo con el matrimonio. Asistí a las escuelas públicas de Los Angeles con especialización en las ciencias biológicas y después recibí una licenciatura en Quiropráctica. Ya que todavía sufríamos de la depresión económica de los años 30, pensaba que no tendría éxito como quiropráctica y cuando comenzó la II Guerra Mundial decidí trabajar en la Lockeed Aircraft. Trabajé allí por espacio de cuatro años y el 46 me casé con Harry Myers Crawford y nació mi hijo Rusell el 46 y mi hija Anne el 48. Harry trabajaba como piloto y vendía aviones, uno de ellos a un arrocero que fue a vivir a Ecuador. Harry le llevó el avión, un Navión, y conoció en Guayaquil a Juan X. Marcos, quien quería otro Navión a condición que mi marido lo piloteara un año… Marcos exportaba banano asociado con Luis A. Noboa Naranjo y fue arreglado que viajara yo en un barco de la Standard Fruit con mis hijos”.
“Al llegar conocimos a Vicente Santistevan A. en el Malecón. Nos alojamos en el hotel Metropolitano y cuando observé que el cuarto era muy pequeño nos cambiaron a la casa del director del ingenio San Carlos. Allí nadie hablaba inglés y pude perfeccionar mi español. No sabía nada de la historia o geografía del Ecuador o de la estadounidense. Recuerdo que un día, cuando fuí por avión al cumpleaños de Lorenzo Tous F-C. en su hacienda y después tomé un tren a su casa, el embajador Dillon se sentó a mi lado y me contó que la semana anterior se había sentado con el Presidente Truman. Llevando mis vestidos de algodón de California cenaba con los amigos de Marcos (la familia Tous, V.E. Estrada, Augusto Dillon, Avilés, Puga, Guzman, Wright, Lucho Noboa casi nunca vino porque trabajaba hasta muy tarde y a veces veíamos su luz cuando regresábamos a casa. Las señoras me aconsejaban comprar telas negras en las tiendas de los libaneses, y así comencé a llevar ropa apropiada”.
“San Carlos arrendó para nosotros una casa grande en el barrio del Salado donde trataba de organizar cenas y fiestas como las que había asistido, y al mismo tiempo intentaba entender a mis criados. Jugaba golf a las 7 de la mañana, tenis a las 10, brigde por las tardes y de noche cenas. Cada fin de semana íbamos a Salinas por avión y llegábamos a la casa de Juan Marcos, donde los huéspedes tomaban decisiones importantes para la economía y política del país. Durante ese tiempo era muy ignorante de la vida de los ricos y poderosos.
La amistad y consejos de Margarita Tous y Rosemarie Estrada me ayudaron a evitar los peores errores. Viajé a Quito algunas veces. Una con Gloria Gorelik. Su esposo acababa de abrir una fábrica de Pepsi Cola, después donaría algunas de estas ganancias para construir la nueva biblioteca municipal. Gloria compró muchas pinturas para llevar a Nueva York, y así conocí a Guayasamín y otros artistas. Aunque entonces no me di cuenta de ello, todas estas experiencias me ayudarían un día. La información de los libros y archivos no podrían sustituirlas”.
“Hubo dos aspectos que me dieron pesadillas. El primero fue la pobreza por todas partes. Mis criadas vivían en casa hecha de bambú y el piso de tierra al lado del muro alto de mi villa. El segundo fue el consumo llamativo de los ricos y la presencia de todas partes de los franceses: hablaban en francés, apartamentos en París, el servicio al Hotel Ritz, la temporada en Biaritz y los recuerdos de su niñez en Francia. Ellos hablaban en francés cuando se reunían.
“En 1952 decidí regresar a los Estados Unidos. Les dije a mis amigas que mi hermano tenía que irse a Corea, pero en verdad había terminado con Harry quien no quería que yo trabajara, que solo cuidara de mis hijos. Asistí a clases de la Universidad mientras mis hijos iban a la escuela. Tenía 30 años, una edad ideal para aprender, estudié historia americana, europea y latinoamericana. También Filosofía y estudios liberales. Traía mis tareas a casa, corregí exámenes para mis profesores y luego escribí a máquina mis manuscritos. Cuando apliqué al programa de PHD en UCLA, el doctor Julián Nava y otros profesores me apoyaron”.
“Busqué entender porqué muchos ecuatorianos eran pobres, y quería enseñar a los Norteamericanos este problema. Pensaba que si ellos sabían acerca de esto podrían ayudar, que el progreso repartía las riquezas a todos lados. Muchos norteamericanos no sabían donde quedaba Ecuador. Todavía están ignorantes e inocentes con respecto a los problemas de desarrollo social y económicos latinoamericanos. Por fin estaban conociéndolos por los libros, los profesores y compañeros de mis clases en UCLA”.
“Cuando tenía que buscar el tema de mis investigaciones, decidí explorar la vida de los francófilos. Aprendí que sus riquezas vinieron del cacao y decidí cambiar mi enfoque a “Qué pasó con la riqueza de la exportación”. Al principio debía aprender del comercio mundial y de las economías exportadoras. Pasé un año leyendo bajo la tutela de los profesores de UCLA. Me reuní con el doctor Lewis Hanke, el líder de los estudios latinoamericanos. Me mandó a Princeton para estudiar los papeles Kemmerer y a los archivos nacionales del Consulado Americano de Guayaquil. Todos fueron escritos en inglés, pero sabía que un día debería ir a Ecuador y usar mi débil español”.
“Arturo Serrano Rolando me invitó a quedar en su casa y como él tenía muchos amigos del mundo intelectual y artístico, además de una rica biblioteca, hice buenos contactos. También tenía mis amigos de antes. Hice entrevistas con los jefes de las familias exportadoras, banqueros, dueños de haciendas, presidentes anteriores y muchas otras personas. Estas me pusieron a la orden sus recursos de información. Por ejemplo, un amigo me contó que Isabel Puga podría llevarme a su hacienda cerca de Ventanas. Fuimos por avión. El piloto fue mi hijo Russell Crawford. Echamos un paquete con una nota cerca de la varanda y nos mandaron un transporte a la pista de aterrizaje de tierra. Me dió papeles privados, colecciones de la familia y registros de fincas provinciales. En Quito hice contactos, también en Guayaquil, la vieja Biblioteca Rolando estaba abierta y pude examinar sus impresos”.
“El más valioso y duradero contacto para mis investigaciones fue Julio Estrada Ycaza, periodista historiador, y un tesoro para todos los americanos que tenían que hacer investigaciones en Ecuador. Paseaba los domingos con él y hablábamos sobre mis progresos y frustraciones. Me aconsejaba. Después me mandaba a buscar más recursos nuevos. Traté de conocer la gente que vivió durante la época de la riqueza del cacao”.
“Buscaba libros sobre la época del cacao pero me decían los historiadores ecuatorianos que el siglo 20 era demasiado reciente para ellos. Uno de mis compañeros de UCLA observó que yo hacía mal en escribir del siglo 20 porque todavía nadie había escrito la historia de los siglos anteriores. Solo hacían libros sobre política y mis estudios se centraron en la historia social y económica”.
“Regresé y pasé un año escribiendo el manuscrito y un año más en redactarlo. Me casé con un judío de Checoslovaquia, Fred Weinman, un refugiado del holocausto. Fue un hombre muy amable que había sufrido mucho. Por fin encontró paz en Los Angeles en medio de otros refugiados. Yo tenía 50 años en 1970 y las universidades estaban llenas de profesores de la historia latinoamericana pero encontré un trabajo con la Universidad del Estado de California en Long Beach. Durante este tiempo un compañero llevó mi manuscrito al Archivo del Guayas y aceptaron publicarlo. Alguien lo tradujo pero pasaron algunos años.
Mientras tanto lo puse en University Microfilms en Ann Arbor, Michigan. Fue la primera tesis de la historia ecuatoriana publicada por ellos. Pedí a la prensa de la universidad de California publicarlo también pero el editor me preguntó que porqué no había escrito sobre México o Argentina. ¿Quién compraría un libro sobre Ecuador?”
“En 1978 el doctor Rafael Quintero López en Quito me dijo que su compañero Andrés Guerrero había visto en microfilm de “Ecuador y Cacao” en París. A ellos les gustó y la Universidad Central en Quito quería publicarlo. Escribí al Archivo del Guayas y pedí su permiso pero no me contestaron, Rafael Quintero López y su mujer Erika Silva, de la escuela de Sociología de la Universidad Central de Quito, lo tradujeron gratis. Por fin los ecuatorianos lo leerían. El libro tituló “’El Ecuador en la época cacaotera”, fue todo un éxito, apareció en 1980 en 276 págs. y hasta despertó envidias”. (1)
“Enseñé a centenares de alumnos acerca de los problemas de desarrollo en América Latina. Subrayé su historia colonial porque fue esta historia que influyó profundamente en las culturas e instituciones latinoamericanas. Más pobre de algún modo y rico de otro modo. Pienso que de algún modo la economía ecuatoriana es mejor, pero sé que los pobres piensan que sus problemas son aún grandes. Cuando vivía allí tuve un sirviente Genaro Cifuentes. El tiene ahora noventa y tres años. Me escribe acerca de su barrio y el crimen allí. En 1952 repartimos dulces a los niños de su barrio desde entonces lo ha hecho por mí cada año. Tenía ganas de hacer algo y me quedé satisfecha cuando adopté una niña. Fue abandonada en la Maternidad en Guayaquil. Me dió tanta alegría que solamente puedo decir que yo recibí más de lo que yo pude darle. Aunque Fred tenía 68 años estuvo de acuerdo conmigo porque creía que podría ayudar a alguien. El murió el siguiente año. Esta inmigrante tiene ahora 24 años y está estudiando en UCLA para ser maestra bilingüe en las escuelas públicas de California. Mi otra hija vivió en Ecuador por 12 años y ahora está de profesora de estos hijos de inmigrantes, por más de 10 años, en California”.
“Ganarse la vida se hizo una prioridad
después de la muerte de Fred. Ya que no tenía un empleo permanente, tuve que trabajar a veces en tres Universidades cada día. Me convertí en una historiadora arquitectónica y escribí algunos informes ambientales. Mi primer informe fue muy grande sobre una inspección completa de la historia de los puertos de los Angeles y Long Beach. Durante este tiempo aprendí a reconocer un recurso histórico e interpretar edificios históricos. El U.S. Army Corps of Engineers necesitaba esta inspección y mientras hice investigaciones y escribía, ellos me entrenaron. Afortunadamente sabía algo de las épocas mexicanas y españolas en California y cómo hacer las investigaciones. Ésta inspección me introdujo a la época de las haciendas en California, ya tenía la experiencia y fue fácil. Hice algunos informes. Uno de ellos acerca de la historia del desierto Californiano, tuve que buscar minas y caminos hechos por carros. Cada informe necesitaba una historia local y completa con fotografías históricas y mapas. Por ejemplo, me pidieron que haga una historia de alguna de las islas en la Costa de California. Comencé con el descubrimiento de California por Juan Rodríguez Cabrillo, un español. Se publicaron dos libros acerca de ambas islas, ambos ganaron premios. (Coke Wood Award y Westerners International). En 1980 asistí a clases en UCLA en la escuela arquitectónica, quería aprender más sobre el lenguaje arquitectónico”.
“Ese año me casé con Bill Roberts, un ingeniero aeronáutico y cansada de manejar en las autopistas de Los Angeles nos mudamos a Carmel, California. He enseñado solo a una clase cada verano así que puedo pensar más acerca de investigaciones en Ecuador. He oído de los Isaías y tuve huéspedes libanesas. Me gustó su calor agradable, su ética de trabajo y su generosidad. Sabía del éxito en la política y el comercio y del problema de los prejuicios. En los libros de la historia ecuatoriana no hay ni una sola palabra acerca de los libaneses. Fue un grupo muy interesante y surgieron como líderes. Cuando pregunté a otros historiadores sobre este tema, ellos estuvieron de acuerdo que sería un buen tema”.
“Cuando comencé ésta investigación pensaba que los libaneses merecían un libro acerca de ellos y yo podría escribirlo. Un compañero me animó a
escribir un manuscrito para publicarlo en los Estados Unidos, interesó a una editorial y lo corregí para que se ajuste a un marco más universal. Traté de ser honrada y justa y ojalá no haya ofendido a los ecuatorianos o a los libaneses. Me entrevisté con más de 100 descendientes de libaneses y naturales ecuatorianos. Aunque los libaneses estaban muy ocupados con sus trabajos me ayudaron mucho con las entrevistas y a contactar a otras personas. Por ejemplo, aunque habían 20 personas esperándolo en su oficina familiar, Pedro Isaías Bucaram me atendió y llevó al Centro Biblos, a la tienda de su tío y a otra oficina familiar. Finalmente concluía “Una historia de éxitos: Los Libaneses en el Ecuador” que salió en marzo de 1997”.
“Desde 1995 ayudo en la compilación de la historia de Los Angeles Distric of the Army Corps of Engineers (19651995). Tengo que escribir acerca de la historia de las construcciones militares del sur de California y partes de Arizona. Incluye la historia de la plataforma de lanzamiento en Vandenber Air Force Base construida como la que esta en Cape Cañaveral.
Cuando termine estas investigaciones empezaré un proyecto que heredé de Julio Estrada. Algunos meses antes de su muerte sugirió que hiciéramos en colaboración la época del cacao, a base de mi libro y manuscrito. El escribiría y trataríamos de publicarlo en los Estados Unidos. Cuando murió, su hija y su esposa me preguntaron si yo podría acabarlo, así es que las dos obras ya fueron escritas en disquete. Continuo jugando tenis, nadando y enseñando un poquito”.