INVESTIGADOR Y ETNÓLOGO.- Nació en Riobamba el 8 de Junio de 1925. Hijo legítimo de Alfredo Costales Cevallos, agricultor en Cajabamba y dueño de tierras en Latam, quien llevaba un diario de sucesos de su vida y dejó una gran cantidad de libretas escritas. También fue autor de un estudio histórico de la virgen titulado La Azucena de Puruhá, de la monografía Riobamba y su Provincia y del ensayo biográfico Pedro Vicente Maldonado y la posteridad. Miembro fundador en 1944 del Núcleo del Chimborazo de la Casa de la Cultura y su tesorero por algunos años; y de María Samaniego Chávez, natural de Punín y “buena chacarera”.
Su nodriza indígena María Tacuri le enseñó el quichua puruhay y de seis años recibió las primeras letras en la escuela municipal Simón Bolívar de Riobamba donde también cursó la primaria, pasando al San Felipe Neri de los jesuitas en la secundaria, hasta que se graduó de Bachiller.
Desde pequeño sintió una innata vocación por la investigación en todas sus fases. En 1942 asistió durante los tres meses de vacaciones a los arqueólogos John Coller y John Murray que excavaron en el Chimborazo. Después atendía en horas libres al deán Juan Félix Proaño, quien le enseñó el pasado regional de la provincia desde los antiguos tiempos puruhaes.
El 46 viajó a Quito, arrendó un cuarto en la casa de las señoritas Ampudia, se matriculó en la facultad de Jurisprudencia solo para complacer a su padre y dio a la luz el resultado de sus primeros trabajos arqueológicos bajo el título de “Los Puruhayes” en la revista de la Facultad de Filosofía y Letras en 76 páginas y “Puruhá estudios arqueológicos”. Mientras tanto también asistía a la Facultad de Periodismo donde conoció a Piedad Peñaherrera Araque, se casaron y pasó a vivir con los padres de ella.
En 1950 se licenció en ambas facultades y aunque no le agradaban las leyes culminó esos estudios el 52. Escribía incesantemente artículos de los más variados temas aunque principalmente de arqueología, pero comprendió que no tenía los conocimientos científicos para ser arqueólogo y que dicha ciencia además era árida y costosa. Por ello cuando el Dr. Félix Webster Mac Bride arribó a Quito con varios cartógrafos y geógrafos y fundó el Instituto Ecuatoriano de Antropología y Geografía, contando con la ayuda del sabio Paúl Rivet que acababa de regresar al país después de una larga ausencia, de la Dra. Dorothy Wieber, del Dr. Carlos Andrade – Marín Baca, de César Cisneros que enseñó estadísticas y Ciencias Económicas y de los antropólogos Aníbal Buitrón y Bárbara Salisbury de Buitrón, “nos matriculamos Piedad y yo en el primer curso que se inició para sacar investigadores de campo, aprobamos un año de teoría y otro de prácticas y recibimos el título de investigadores sociales. Entonces el Ministerio de Previsión Social contrató un estudio de las Comunidades Indígenas para ver si era factible crear el Seguro campesino.”
Alfredo había destacado desde el primer momento por su dinamia y preparación y fue designado Jefe del equipo de investigación y editor de los Informes que salieron publicados en 1952 en la revista del Instituto llamada “Llacta” que en quichua significa tierra o Patria y que apareció hasta el 74 con el No. 25 e impactó largamente en la conciencia del país por contener material etnográfico de primer orden. El Instituto fue además el pionero de esta clase de trabajos en el Ecuador y cuando salieron los profesores extranjeros venidos con Mac Bride, quedó enteramente en manos del elemento nacional con una pequeña asignación inicial de setenta mil sucres anuales concedida por el gobierno, y no sin correr riesgos y trabajos como cuando el 66 el ejército incautó cinco mil mapas explicativos y a colores de la División política territorial del País, con la indicación de las provincias, cantones y parroquias y cuando el director Alberto Flores González denunció el abuso al presidente
Clemente Yerovi, se supo que habían sido quemados en el interior del Ministerio de Defensa como material subversivo.
Los trabajos iniciales del 52 son: 1) La Paz, un pueblo mestizo de la provincia del Carchi, en 127 páginas. 2) Human, 3) San Vicente de Pusir, 4) Chunazana, estudio de comunas jurídicamente organizadas, 5) Jaramijó, una comunidad de pescadores del litoral ecuatoriano, 6) Samborondón, en 64 páginas, 7, 8 y 9) Chobo, Gualzaqui y Manglaralto, en 142 páginas, y 10) El campesino de la provincia del Chimborazo, en 152 páginas. Igualmente ese año apareció un estudio suyo de etnología con el título “Mitología Puruhá” así como el ensayo de lingüística “Breve consideraciones sobre el idioma de los indios de los Colorados” y. “El Indio del Chimborazo, hombre desconocido”.
En el Instituto recibió la invalorable influencia del sabio etnólogo- antropólogo Paúl Rivet que unida a su formación como investigador recibida del deán Juan Félix Proaño le permitió descollar inmediatamente. Cabe indicar que cultivaba estrechísima amistad con su profesor de Sociología en la Universidad Central Pío Jaramillo Alvarado que lo formó historiador. El 53 editó “Pacha Duchicela madre de Atahualpa y “Riobamba la ciudad mártir del siglo XVIII”. El 54 la biografía con documentos de fray Pedro Bedón Pineda en 38 páginas, y un estudio sobre la independencia de Riobamba llamado “Década sangrienta”. El 55 expedicionó hacia el territorio de los indios colorados examinando sus usos y costumbres y al año siguiente sacó en “Llacta” en 125 páginas “Los Indios Colorados” cuya segunda edición es del 65, así como “Fernando Daquilema” en 138 páginas, también con una segunda edición el 62. El 57 apareció “Algunos artefactos prehistóricos esmeraldeños” en 37 páginas y “Los Shuaras” en 91 páginas.
El 58 pasó a la Junta Nacional de Planificación como Sociólogo del Departamento de Bienestar Social con S/. 3.000 mensuales y trabajó junto a Gonzalo Rubio Orbe y Agustín Cueva Dávila. Su nombre como especialista en esa ciencia era conocido.
Jaramillo Alvarado le había dirigido en sus monografías. Alfredo tenía la costumbre de visitarle todos los fines de semana en su quinta. “La Montaña” en la ciudadela “Las Casas” de Quito y allí charlaban interminablemente.
El 58 realizó un estudio sobre la ley de Reforma Agraria que denominó “Recolonización de las haciendas de la Asistencia Social”, el 59 publicó “Investigación socioeconómica de la ciudad de Esmeraldas” y la Junta le confirió una beca para estudiar en la Escuela de Antropología de la Universidad Autónoma de México hasta el 60. Su tesis versó sobre los indios de las tierras de Tepic y obtuvo el título de antropólogo. En México editó una monografía sobre la Provincia del Pichincha llamada “Karapungo” que no ha circulado en el Ecuador.
De regreso el 62 publicó “Condiciones del trabajo agrícola en la costa” en 51 páginas y un “Mapa arqueológico de la provincia del Pichincha” con la ubicación de los pueblos y ruinas arqueológicas y fue contratado por la Unesco como experto en sociología rural para estudiar la tenencia de la tierra y las condiciones del trabajo agrícola en Centroamérica. Ese fue un año de intensos trabajos y emociones, conoció las cinco repúblicas centroamericanas y un resumen de ese estudio apareció en la revista “Panorama” de México el 65 y en “América Latina” de Río de Janeiro salió “Modismos y regionalismos centroamericanos” en 37 páginas.
Nuevamente en Quito como miembro de la Junta de Planificación formó parte de la Comisión de redacción de la Ley de Reforma Agraria y prestó servicios en el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales. El 64 dio a la luz “Evaluación de los recursos naturales y humanos de las parroquias San Antonio de Lulubamba y Pomasqui (Pichincha) Colimes (Guayas) San Juan Bautista de Punín (Chimborazo) y Santa Teresa de Ingapirca (Cañar) en 127 páginas, y con su esposa lanzó la biografía de Huayna Cápac en 326 páginas comenzando una colaboración entre ambos que se ha plasmado en numerosísimas publicaciones y continúa exitosamente, siendo el único caso que registra nuestras letras patrias en que unos esposos se complementen y armonicen intelectualmente tan bien.
Ese año volvió a salir del país, vivió en las selvas del Matto Grosso del Brasil por varios meses, estudiando la tenencia de la tierra y las modalidades del trabajo agrícola y para el Instituto de Reforma Agraria del Ecuador editó “Comunidades de la Península de Santa Elena” e “Informe sobre estructura agraria ecuatoriana”. El 65 investigó la socio-economía de la hacienda Zulia de la Curia de Riobamba. El 69 “Área de Pimampiro. Los Micro proyectos”, salió de la Junta y aceptó ser profesor de prácticas de campo en la Escuela de Sociología de la Universidad Central, colaborando con su señora que dictaba Métodos y Técnicas.
El 70 dio a la luz la biografía del General Bernardo Dávalos León bajo el título de “El Lancero, historia de un pueblo y de un soldado” en 227 páginas. Existe una segunda edición y fue contratado por la Misión Andina para trabajar como investigador en el Ecuador por S/. 45.000 mensuales.
La Misión dependía de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que permitió a Costales realizar contactos y estudios en el país. Entonces aconsejó una política de fomento y desarrollo de las comunidades y editó tos Informes “Área de Pucayacu” en 157 páginas y “Área de Pimampiro” en 103 páginas y cuando Velasco declaró su dictadura en 1970 pasó la Misión a depender de la aviación y luego del Ministerio de Previsión Social.
En tiempos de Morejón Almeida ordenaron estudiar los curriculums de todo el personal y Costales fue designado Director Técnico, mas con Rodríguez Lara el 74 decidieron desaparecer a la Misión. “Yo me opuse a ello y me mandaron a llamar a la presidencia, donde perdí los estribos y me insolenté con el dictador, quien no me dijo nada pero envió a poner centinelas a la vista en mi villa, para que me apresaran cuando saliera de ella. Entonces llamé por vía internacional al Dr. Carlos Dugart, Director de la OIT para Latinoamérica y el Caribe, quien llegó al día siguiente a Quito en el vuelo de las once de la mañana y me trajo un pasaporte de las Naciones Unidas con el que pude salir sin problemas a Lima, designado experto en grupos de selva para Perú y Bolivia. Los centinelas quisieron apresarme pero viendo mi pasaporte me dejaron pasar al aeropuerto”.
“Mi sueldo mensual fue fijado en dos mil quinientos dólares y poco después se me unieron mi señora e hijos; en el Perú trabajé un año en estudios etnográficos y antropológicos, fruto de ellos fue un extenso informe a la OIT que escribí en inglés y se publicó en los Estados Unidos.
“Entonces, olvidado el incidente por el dictador y ya sin peligro alguno, pude volver a mi Patria el 74 y con mi señora editamos la “Historia social del Ecuador” en tres volúmenes, pero al poco tiempo el General Raúl
González Alvear nos mandó a llamar para avisarnos que el estado mayor quería apresarnos porque no les había gustado un capítulo del libro y que corríamos peligro inminente; así pues, tuvimos que trasladarnos al convento de los franciscanos donde permanecimos cuatro días en espera de los acontecimientos hasta que salió en El Comercio la noticia de que el Municipio nos había discernido el Premio Tobar por ese libro y eso nos salvó pues en la sesión solemne del 6 de Diciembre, aniversario de Quito, recibimos el premio justamente de manos del militar que desempeñaba el Ministerio de Educación. Coincidió ese suceso con mi nombramiento de Director del Archivo Nacional de Historia con siete mil quinientos sucres mensuales, funciones que me permitieron hacer un gran acopio de datos sobre nuestro pasado”.
La labor de Costales en el Archivo no ha sido aún convenientemente evaluada pues no solamente se desempeñó con entera dedicación sino también con la innata pasión, disciplina y esfuerzo que le distinguen. Tres veces estuvo al borde del surmenage, leía incansablemente, descifraba la paleografía de la colonia y república velozmente, apuntaba hasta los últimos detalles queriendo conocerlo todo y así pudo llenar docenas de libretas y cuadernos, enriqueció su archivo de tarjetas y escribió sin descanso.
El 76 dio a la publicidad “Relaciones Geográficas de la Presidencia de Quito (1776 – 1815) en 158 páginas compilación erudita con sus respectivos análisis. El 77 se cerró definitivamente el Instituto Ecuatoriano de Antropología y Geografía por falta de asistencia económica, por la competencia del Instituto Geográfico Militar y porque se acusaba a sus profesores de ser pro izquierdistas y de levantar a las comunidades y a los indios contra los propietarios so pretexto de realizar trabajos etno antropológicos. Los militares, incapaces de competir en materias científicas sociales, por su escaso saber científico, decidieron destruir a la institución.
El 81 sacó la “Guía del Archivo Nacional de Historia” en 192 páginas con la historia de la creación y vida del archivo y un índice de la documentación colonial completa. El 82 un estudio histórico sobre la Casa de la Moneda en Quito (1534 – 1863) en 98 páginas y habiendo descubierto las Ordenanzas Reales de la Audiencia, las recopiló y publicó analizando y comentándolas. El 83 realizó un trabajo difícil y delicado, tradujo al quichua la crónica de una muerte anunciada de García Márquez en 133 páginas que salió bajo el título de “Mushuc quellca huañuyta Yachaspa Huillarca”. También publicó el índice de documentación producida por la Real Audiencia y el Departamento del sur en el período de Enero a Diciembre de 1822 en 260 páginas con comentarios y análisis.
Sus artículos etno antropológicos sumaban más de un centenar en numerosos periódicos y revistas del país y del exterior y su nombre era ampliamente conocido, pero de nada le sirvió aquello pues al crearse el Consejo Nacional de Archivos, se sacó al Archivo de la dependencia de la Casa de la Cultura y se procedió a reemplazar a Costales sin ninguna explicación. El golpe le afectó moralmente, no por los pilches S/.
13.500 Mensuales de sueldo que percibía, sino porque se le vetaba la oportunidad de seguir investigando.
Ese año 84 lanzó en 192 páginas reelaborada con documentación inédita la tercera edición de su “Daquilema, el último Guaminga” y con su hija la antropóloga Ximena Costales editó “Rumicucho” recopilación de datos sobre las minas arqueológicas de San Antonio, en 54 páginas.
Entre el 84 y el 86 escribió mucho y bien. Ese último año fue designado por el Consejo Provincial del Pichincha para las funciones de Jefe del Programa de Investigación y conservación de las pirámides de Cochasquí con S/. 23.500 mensuales y encontró que las pirámides Nos. 9, 13 y 14 excavadas por Uhdo y Oberem en diferentes etapas, se encontraban parcialmente en ruinas.
El 87 fue enviado por el Consejo de Universidades y Politécnicas a obtener tres mil fotoramas en el Archivo de Indias en Sevilla, especialmente de documentos relacionados con encomiendas y encomenderos. Presentó su solicitud de jubilación. Sus seis hijos estaban especializados en ciencias sociales, lo que constituye un triunfo si se considera lo anodino del medio para esta clase de profesiones. Su hijo Jaime ha elaborado su bibliografía.
Costales es un políglota que habla desde las lenguas nativas que tuvo que aprender en razón de sus trabajos y son el cayapa, el colorado, el shuar y el aymará, ésta última en Bolivia. En cuanto al quichua, su lengua primera como ya se dijo, habla y entiende los cuatro dialectos de oriente, norte, centro y sur del Ecuador, más los dos de Perú y Bolivia. En total seis dialectos quichuas y ocho idiomas.
Simpático y de personalidad atrayente, buen conversador, toca la guitarra, el bandoneón y el piano sin maestros. Vivía en una villa propia de la calle Edmundo Chiriboga No. 537, Ciudadela La Concepción.
Alto, delgado, musculado, tez trigueña y curtida por el sol, pelo y ojos negros, grandes dientes blancos, optimista de amplia y fácil sonrisa, juvenil y con planes y proyectos, siempre atareado por lo que hay que hacer. El país no le había hecho justicia ni ha valorado debidamente sus méritos. Estaba con su esposa en la línea primera de los investigadores ecuatorianos mayores del siglo XX, dentro del ámbito etnológico.
Tiene inédito lo siguiente:
1) Biografía del deán Juan Félix Proaño y 2) Poesía quichua. Cuando trabajaba con su esposa casi siempre seguían el mismo patrón o metodología. Primero estudiaban y analizaban los documentos entresacando sus aspectos económicos, luego ella realizaba la interpretación socio-histórica. Enseguida él hacía el borrador y ella lo corregía, ordenaba y lo pasaba en limpio. No está demás indicar que los esposos Costales Peñaherrera disponían de un archivo de datos sumamente extenso, quizá el mayor de la república a nivel privado.