CORONEL OYARVIDE JULIAN

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD.- Nació en Guayaquil, el 16 de Junio de 1845. Hijo de José Julián Coronel Matheus, miembro del comercio y la banca porteña, Inspector del Banco Hipotecario en 1886, y de Ignacia Oyarvide Acevedo, hija de un militar venezolano que arribó a Guayaquil en 1821, naturales de Guayaquil y Montecristi respectivamente.

Nació enfermizo y hasta se temió por su vida, pero logró superar la debilidad y recibió las primeras letras del preceptor Camilo Echanique Morán, sobresaliendo por su clara inteligencia.

En 1858, su padre lo llevó al Colegio San Vicente del Guayas que al poco tiempo cerró las puertas a causa del bloqueo de Guayaquil por la flota peruana del Almirante Ignacio Mariátegui. Entonces lo envió al Seminario de San Luis en Quito y allí se graduó de bachiller en 1865 con espléndidas calificaciones. Enseguida viajó a New York recomendado a varios agentes de la casa comercial “Sucesores de Ildefonso Coronel”, quienes lo matricularon en la New York University y cursó tres años de estudios de medicina, obteniendo la licencia para curar en 1868.

De viaje a Londres, donde pensaba hacer su especialización, se informó que la facultad de Medicina de la Sorbona de París estaba más adelantada y cambiando de planes se quedó en la capital de Francia, ingresó al primer curso y siguió nuevamente toda la carrera.

“En el Hotel Dieu aprendió de los grandes clínicos de ese tiempo los Drs. Dieulafoy y German See y en el Hospital Neker recibió enseñanza de dermatología y oftalmología. Aprendió de Potain, Bouchard, Jacoub y Graucher en sus servicios de Medicina Interna de los Hospitales y en la cátedra de la facultad. Igualmente cobró interés por la Neurología a través de las magistrales lecciones que el doctor Charcot dictaba en la Salpetierre sobre la histeria y a las que concurría le tout París”.

El 16 de Mayo de 1873 sustentó su tesis doctoral escrita en francés, titulada “L’Hemiplegie hystérique” que imprimió en francés, en 56 páginas, inspirándose en las enseñanzas de Charcot. Este trabajo fue citado por el eminente Dr. George Dieulafoy en su “Manual de Patología Interna”, grande honor para el recién graduado que realizó dos años más de estudios especiales en oftalmología y dermatología.

En 1875 regresó a Guayaquil doctorado en París y licenciado en New York, poseyendo una sólida formación científica y dominando el inglés y el francés y fue a trabajar al Hospital Civil con los Drs. Modesto Jaramillo Vargas y Honorato Chiriboga Nájera, al mismo tiempo que iniciaba sus visitas profesionales y como era costumbre abonarlas con un billete de a cuatro reales de los que emitían los primeros bancos del país, protestó diciendo: “Yo no soy médico de cuatro reales”, imponiendo precios especiales a quienes podían pagarlos, pues era certero en sus diagnósticos clínicos. Las vsitas las realizaba a caballo como era usual en esos tiempos.

El 7 de noviembre de 1877 colaboró con los Dres. Federico Matheus Capelo, Pedro José Boloña Roca y Manuel del Tránsito Pacheco Herrera al establecimiento de la Facultad de Medicina de la Junta Universitaria de Guayaquil y fue profesor de Terapéutica, Materia Médica e Higiene, cátedras que estaban fuera de su especialidad, pero a las que se dedicó con todo empeño y en 1883 fue electo Subdecano. Como anécdota se cuenta que acostumbraba matizar sus lecciones con citas de textos latinos o de autores clásicos. Este año contrajo matrimonio con su prima hermana Teresa Espinosa y Coronel, fortaleciendo sus vínculos familiares con una tan feliz unión que originó trece hijos.

En 1895 estuvo entre los firmantes del Acta de pronunciamiento liberal de Guayaquil, al año siguiente Alfaro consideró su nombre cuando reorganizó las Universidades con miras a modernizar la docencia y Coronel empezó a dictar la cátedra de Clínica Interna.

En 1897 fue electo Decano de la facultad de Medicina “dotándola de implementos de enseñanza y laboratorios, en la que tuvo que luchar contra los perjuicios, pobreza y rutina establecida, que venció por su carácter conciliador y su autoridad moral y profesional”.

Durante la primera administración del General Leonidas Plaza el Congreso lo designó Rector de la Universidad de Guayaquil, actuando hasta la caída de Lizardo García en Enero en 1906 en que renunció.

Cuando ocurrió el incendio llamado del Carmen en 1902 y se quemó el edificio del Hospital, se trasladó con los enfermos al edificio del Hipódromo ubicado al sur de la urbe, que el Ing. Alejandro Mann ayudó a habilitar con dinero de su propio peculio. Allí se instalaron los servicios de Clínica Interna y Externa, el primero a cargo del Dr. Coronel.

En 1903 se dedicó a impulsar la formación de gabinetes en el nuevo edificio del Hospital (Civil) situado en la loma de los Tamarindo, ubicación actual, y desde 1907 dictó la cátedra de Clínica Interna nuevamente.

En 1908 fue fundador de la “Sociedad Médico Quirúrgico del Guayas” y durante el conflicto armado con el Perú, fue miembro de la Junta Patriótica del Guayas. Entre 1912 y el 16 volvió a ejercer el rectorado de la Universidad. En el ler. Congreso Médico ecuatoriano celebrado en Guayaquil en 1915 presidió la primera Comisión y fue condecorado con Medalla de Oro en razón de sus méritos. Con tal motivo estableció un premio consistente en un valioso reloj de oro al mejor alumno interno de su sala en el hospital General, posteriormente obsequió unas cédulas bancarias a la Asociación Escuela de Medicina, para que con los intereses se premie anualmente al estudiante vencedor en un concurso promovido por dicha Asociación.

Una de sus alumnos escribió el siguiente verso: // Ved al Dr. Coronel / va camino de su sala / llevando por toda gala / sobre su terno el bastón / y su sombrero elegante. // Es un clínico de nota / que hace honor a su ciudad / y del corazón nos brota / la frase sincera y fiel / como rector su papel / fue distinguido y brillante / lo afirma posteridad. //

En 1919 la Universidad, inició la construcción del anfiteatro anatómico sobre un solar donado por los conyugues Nevárez – Pombar y se colocó el nombre del Dr. Coronel en la entrada del edificio, pues él había contribuido con generosidad a la terminación de la obra.

Estaba retirado de la cátedra pero seguía ejerciendo, aunque una antigua tuberculosis bien controlada disminuía sus fuerzas de por sí frágiles; se decía que diariamente se medicaba un pollo y una botella de champagne, pero esto es una exageración.

Sus últimos tiempos fueron difíciles. Una insuficiencia cardiaca agravada por el esfuerzo de la respiración extenuada le redujo a guardar cama: una tarde, que su amigo y discípulo el Dr. Juan Modesto Carbo Noboa lo fue a visitar, incorporándose en su lecho de enfermo le dijo: “Modestito, tú no podías faltar al rendes vou de tu antiguo maestro” y poco después cayó en estado de coma, falleciendo de ochenta y cuatro años, a las ocho y media de la noche del viernes 29 de mayo de 1929.

Al día siguiente la ciudad estaba de duelo, la Municipalidad resolvió que se colocara su retrato en la galería de Hombres Ilustres de la ciudad y dio su nombre a la antigua calle del cerro llamada Manuel Matheus que es larga y lo va orillando.

Fue el primero en diagnosticar el dengue y la enfermedad de Addison en nuestro medio. En 1930 numerosos grupos de profesionales y amigos suyos obsequiaron a la Universidad el busto de este sabio, que se colocó a la entrada de la vieja Casona, junto al de Alejo Lascano.

En 1952 se editó su tesis doctoral en edición facsímil y traducción al español del Dr. Juan Tanca Marengo, otro de sus notables discípulos, pues la tesis no había perdido actualidad a pesar del tiempo transcurrido.

“Magro y estevado, casi enjuto, con palidez ascética, lucía una nariz aquilina y unos ojos negros y brillantes en los que se concentraba el fuego de su inteligencia. Con mostachos hacia arriba y una barba en punta a lo Sadi Carnot, vestido generalmente de negro y empleando su palabra un tanto enérgica y precisa, su continente se volvía más severo y respetable”.

Uno de sus antiguos discípulos escribió el siguiente elogio:

// En Nueva York bebió amplia ciencia: / graduado en Medicina y Cirugía / y otros cursos con mucha gallardía / tornó a la Patria lleno de experiencias. // A curar dedicó su competencia, / con tratamiento y métodos al día / a la Universidad lo que sabía / dictó como Rector, con suficiencia. / / Le dotó de edificio confortable / por su acción la salud se vio amparada / altruista, con su nombre fundó un Premio. // Aquilina nariz, magro, honorable, / ojos negros de vívida mirada, / con mostachos y barba sin apremio. // Justa celebridad de este prohombre, / que hinchó de tanto honor su claro nombre. //

Su vivienda, ubicada en la esquina de Malecón y 9 de Octubre, ha sido trasladada al Parque Histórico de Guayaquil como modelo de las casas porteñas de principios del siglo XX.