CORNEJO VIZCAINO JUSTINO

ESCRITOR.- Nació en Puebloviejo, Provincia de los Ríos, el 9 de Agosto de 1904. Hijo de Alberto Victoriano Cornejo, pintor, escultor, mecánico y músico guayaquileño afincado en esa población (Hijo a su vez del Coronel Pastor Cornejo y nielo del General José María Cornejo Maruri) y de Ninfa Silvia Vizcaíno Viten, hija del Escribano de Puebloviejo.

Le enseñó las primeras letras el Preceptor Guillermo R. Medina en su lugar natal, después ingresó a la Escuela Municipal “Miguel S. Seminario” que dirigía Agustín Emiliano León. En 1917 concluyó la primaria y entró de muchacho de mostrador en la tienda de Santiago Valle. El 19 fue seleccionado como el alumno más distinguido del cantón, viajó a competir a Babahoyo donde también triunfó y obtuvo una beca de veinte sucres mensuales para estudiar en el Normal “Juan Montalvo” de Quito, cuando ejercía el rectorado Leonidas García.

En el Normal fue alumno de la II Misión Pedagógica Alemana, aprendió francés y se graduó de Normalista en 1924 distinguiendo entre sus compañeros por su contracción al estudio, clara inteligencia y viva imaginación. Enseguida comenzó su carrera en el magisterio como profesor de la escuela Superior “Tiburcio Macías” de Portoviejo donde enseñó tres años. El 27 pasó a Director- fundador de la primera Escuela de Comercio que funcionó en Manta con el nombre de “Manta – Mercantil”, que Cornejo cambió por el de “Juan Jacobo Rousseu”.

Desde entonces se dedicó a la investigación de aspectos lingüísticos y gramaticales del idioma castellano y confeccionó una lista de refranes tomados de “Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes” de Montalvo, Dicho trabajo lo dedicó al Profesor Gustavo Adolfo Lemus Ramírez que se convirtió en su amigo y le obsequió los dos tomos del Diccionario de Refranes del padre José María Sbarbi, libro de consulta que le sirvió al joven Cornejo para sus posteriores trabajos.

Hasta 1931 colaboró asiduamente en los periódicos dé Manabí y fue de los fundadores de “El Mercurio” de Manta, recorrió ese año catorce provincias del país acompañado de siete alumnos en una gira cultura! que duró seis meses. A su regreso enfermó gravemente de pleuresía pero sanó en Guayaquil por las atenciones y cuidados recibidos del Dr. Julio Álvarez Crespo.

Durante su convalecencia fue llamado a Quito por el Ministro de Educación Dr. Manuel María Sánchez para promocionarlo dentro del magisterio. El Subsecretario le prometió una cátedra en el “Juan Montalvo” pero como pasaban los días y nada se concretaba, terminó por aceptar una plaza en la escuela fiscal “Simón Bolívar” de Quito, que le ofreció el Director de Educación, Leopoldo N. Chávez.

En 1932 el nuevo Ministro de Educación Dr. Leopoldo Izquieta Pérez le extendió el tan ansiado nombramiento para el “Juan Montalvo”, donde realizó una notable labor pedagógica y formativa y fundó la revista “Proteo”, de clara tendencia arielista y que tanta importancia tuvo en la década de los años treinta en el país.

Entonces inició estudios de Jurisprudencia pero como estaba dedicado al magisterio a tiempo completo solo logró aprobar el primer curso y se retiró. De esta época son sus comienzos como periodista y escribió largamente para el diario “El Día” de Quito, donde se había iniciado como simple corrector de pruebas y luego ascendió a redactor y militó activamente en el socialismo. El 31 de Diciembre de 1934 había contraído nupcias en la parroquia Caranqui, Cantón Ibarra, con Emma Cousin Carrión, fueron felices y tuvieron tres hijos. Ella siempre fue su admiradora, le cuidaba y quería, acompañándole en las buenas y malas épocas con gran paciencia.

En la huelga de 1935 y a pesar que se había opuesto a tal medida de hecho, fue apresado junto a sus alumnos y estuvo veinte y un días detenido por orden del Presidente José María Velasco Ibarra, quien reorganizó el Normal.

Entre el 35 y el 37 fue profesor del Colegio Nacional “Manuela Cañizares”. El 36 ocupó por tres meses la prosecretaria de la Cámara del Senado, El 37 actuó de Secretario de la Inspección General de Policía, editó “Refranes Castellanos en la Obra de Juan Montalvo” y regresó al Normal donde enseñó hasta 1942.

Al mismo tiempo dictaba clases de lengua española y literatura en la Facultad de Letras de la Universidad Central de Quito, pues ya era reconocido como uno de los primeros lingüistas del país. El 38 ocupó la Dirección del Departamento Cultural del Ministerio de Educación, publicó “Máximas morales de Fray Vicente Solano” en 12 págs. “Homenaje a Eloy Alfaro” en 11 págs. y la Fundación Internacional Eloy Alfaro con sede en Panamá le confirió la Condecoración Institucional.

También dio a la luz un hermosos folleto titulado “Doña Zoila”, bosquejo de la biografía novelada de la gran feminista ecuatoriana Zoila Ugarte de Landívar en 47 págs. a quien conoció y trató en la capital, De esa época fueron tres obras mayores suyas, fruto de varios años de incesantes búsquedas lingüísticas, de luchas clasistas y de curiosidad intelectual, a saber: 1) “Fuera del Diccionario” en 341 págs. con tres mil voces y acepciones que no constaban en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, considerado oficial para España y los países de habla hispana, 2) “Huellas de una labor” en 79 págs. con tres trabajos sobre la Lengua española y Literatura realizados con sus alumnos de la Facultad de Letras de Quito y 3) “Pedagogía y Anti pedagogía” encendidas crónicas sobre la labor del Magisterio Nacional en 268 págs.

Por ello se puede afirmar que el 38 se dió a conocer como gran escritor y también como orador que atraía por el ritmo y la sonoridad de su cláusula, tanto como por la emotividad de sus pensamientos. De allí en adelante se tornó ampliamente aceptado pues había nacido un gran y sólido gramático, considerado por muchos como el mejor del país.

En 1940 publicó “Hijos” en 178 págs. con grabados de Víctor Mideros, que ha conocido cuatro ediciones y fue el libro más querido porque consideraba que sus hijos eran el mejor pedestal para su gloria. En ellos gastó años de esfuerzo moldeándoles el carácter, templando sus voluntades, alentándoles en la vida.

En esos meses trabó amistad con el profesor Ralp S. Boggs. fundador de la Sociedad Internacional “Folklore Américas” que le incitó a iniciar los estudios de esa ciencia en el Ecuador. De allí arrancó su interés por investigar el alma de nuestro pueblo, lo vernáculo, ahondar en las raíces del negrismo y dar a conocer las manifestaciones populares. En esos aspectos Cornejo fue pionero y luchador incansable junto al profesor Darío Guevara quien trabajaba lo suyo en la sierra. Por eso se habla de la fase Cornejo – Guevara como la iniciadora de los estudios modernos de folklore en el Ecuador y va de 1.940 al 70.

Entre 1940 y el 43 fue Director del Departamento de Prensa de la Presidencia de la República, representó al gobierno del Presidente Arroyo del Río ante el Servicio Interamericano de Educación y fue el funcionario encargado del Comité de Coordinación para el Ecuador. Más, su colaboración con el Gobierno duro de Arroyo del Río le atrajo muchas enemistades y hasta que lo acusaran de fascista, por supuesto, sin serlo, porque como buen pedagogo siempre puso sus altos ideales intelectuales y humanísticos por encima de lo circunstancial y político.

En 1942 editó “Comentarios a arcaísmo españoles usados en América” en 54 págs. glosando un libro del autor uruguayo Carlos Martínez Vigil y ocupó la Dirección General de Estudios. El 43 salió su folleto “El Anuncio, enemigo de la lengua” en 75 págs. investigación de campo que se anticipó a los modernos métodos empleados en publicidad.

Con la Revolución el 28 de Mayo de 1944 cesó como Director General de Estudios y meses después, a principios del 45, viajó a Guaranda y se posesionó en el rectorado del Colegio Nacional “Pedro Carbo”.

El 45 no fue considerado su nombre para miembro del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, por ridículas retaliaciones políticas originadas en su colaboración con el arroyismo. Este error garrafal de los dirigentes culturales del Guayas ocasionó una legítima reacción en Justino, quien años más tarde cuando le fue ofrecida una designación en la institución se negó a aceptarla pues siempre tuvo un alto concepto de su valía personal así como un temperamento justo sobre los sucesos y las cosas aunque tempestuoso.

El 46 fue promovido a la Inspectoría General de Colegios de la República y editó un Curso de Ética para uso del Ministerio de Educación denominado “Bosquejo de una de ontología para los maestros” en 107 págs. con reflexiones sobre la vida, acción y circunstancias en que el maestro debe desenvolver su acción en torno a la niñez, y “Plumadas, páginas de amor, de lucha y verdad” en 178 págs. con artículos sueltos de prensa.

En Junio pasó a la Dirección Provincial de Educación del Guayas y obtuvo la cátedra de lengua española y literatura en la recién fundada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil, que desempeñó magistralmente y en propiedad hasta obtener los beneficios de la jubilación veintidós años después el 68. Pocas veces se ha dado el caso de un maestro más dedicado a lo suyo, lo que se dice a tiempo completo, pues sus enseñanzas magistrales abarcaban muchos aspectos de vida y obra, motivando al alumnado a la investigación y sobre todo a formarse – más que para simples conocedores – para eruditos.

En 1949 dio a la luz en Buenos Aires “Adivinanzas ecuatorianas” en 64 págs, dentro del folklore puro, la segunda edición data de 1958 en Quito con el título de ¿Qué será? en 29 más 88 págs.

El mismo año 49 salió “San Jacinto y su pueblo, un momento de conversa con el patrono de Yaguachi” con dibujos de Telmo Abad en 16 págs., que sus amigos los parroquianos vendieron el día del santo, a las puertas de ese templo.

En 1950 fue electo miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. El 51 publicó una Conferencia dictada en la U. de Santiago de Chile titulada “Poesía Ecuatoriana” en 28 págs. que conoció una segunda edición en Buenos Aires, comenzó a escribir los editoriales del diario “La Nación” de Guayaquil y esporádicamente los del vespertino “La Prensa”, sin afiliarse a la C.F.P. pues siempre se creyó un socialista por vocación espiritual y solidaridad con el prójimo.

En 1952 sacó “Microsofía” máximas de sabiduría” en 80 págs. En 1953 fue apresado con otros dirigentes y escritores de “La Nación” y permaneció tres meses injustamente detenido en la cárcel pública municipal por orden del Presidente Velasco Ibarra, tiempo que aprovechó para componer entre otras obras unas meditaciones sobre el caudillismo tituladas “Celda carcelaria, lengua y vida” en 20 págs. y su gran libro “Diccionario del hampa guayaquileña” aparecido en Buenos Aires con el auspicio de la Academia Argentina de Letras; cuya segunda edición data del 58 en la U. de Guayaquil y que el Profesor Giovanni Meozilio, de la U. de Florencia, pidió para editarlo en Europa.

El 56 había dado a la luz el folleto “San Francisco el de mi tierra” y “Bello, precursor universal” en 35 págs. con la biografía de Andrés Bello que dedicó a su hija Aura, con motivo de su graduación de Bachiller pues como siempre fue un padre dedicado y amantísimo, no desperdiciaba ocasión para motivarlos con lecturas especiales.

El Ministerio de Educación le solicitó unas “Bases para la reforma de la enseñanza de la lengua española en los colegios del Ecuador”, que publicó el 59 en 50 págs. y también “Chigualito – Chigualó” con el folklore navideño y del país en general, en 228 págs., libro bellísimo que recuperó enorme cantidad de datos que de otra manera se hubieran perdido irremediablemente para la memoria colectiva del país. Mas hay que indicar que aparte del libro Justino había seguido una campaña periodística contra el teatro rural de Rodrigo Chávez González con ridículas acusaciones por decir lo menos, pues todo en Rodrigo era rápido y tenía la vena de lo popular, contrario a la producción de Justino en donde sus obras macizas, tendían a lo clásico. Pues bien, al presentarse en escena la obra “Chigualito -Chigualó” de Justino, no solamente que no gustó si no que fue un terrible fiasco pues ni siquiera la intervención de la gran bailarina nacional Patricia Aulestia pudo salvarla; el público asistente no gustó ni comprendió su mensaje folklórico por elegante y clasicista.

En 1960 dictó una charla en el Núcleo de Esmeraldas de la CCE sobre Bolívar, salió “Apostillas a un Diccionario” glosando un Diccionario de Agricultura editado en Washington y “La Rica Lengua castellana”, una prédica en el desierto, sobre el habla corriente del pueblo, en 56 págs., así como “Pro Terra Patrum” por la tierra nativa, con cantos, cosas, elogios, alabanzas y costumbres de su lugar natal Puebloviejo, donde quedó ordenado que el día de su muerte el campanero de la iglesia doble a difuntos, en señal del mucho aprecio que ese hijo le guardaba a su pueblo. Por esos años desempeñó diversas cátedras en el Colegio Americano y en la Academia Speedwriting de Guayaquil pues requería de otros sueldos para mantener un standard de vida aceptable.

En 1960 falleció su hijo Lenin tras larga y dolorosa enfermedad. Justino quedó afectado, entró en depresión severa, pero fiel a su consigna de superar los problemas de la vida trabajando y escribiendo, compuso el 61 en memoria del querido hijo, un enternecedor folleto titulado “Epilogo en dolor y tinieblas” en 81 págs. pues su muerte constituyó el mayor dolor de su vida.

En 1963 sacó “Lengua y Folklore” recopilación de articulos suyos aparecidos en el diario “EI Telégrafo” en 144 págs. allí había comenzado a escribir diariamente desde el 48 una columna titulada Del Cercado propio y del ajeno, y lo siguió haciendo hasta que el mencionado periódico cambió de dueño. En esa labor puso lo mejor de sí, invirtiendo mucho de su tiempo pues visitaba por las tardes el periódico para corregir personalmente sus pruebas, enseñando y deleitando a la vez, superando el periodismo apresurado y volandero con una respetable labor de gramático y folklorista, reconocido a nivel internacional. Así mismo, en  ocasiones escribió editoriales, reemplazando al titular Juan Emilio Murillo Mazzini cuando enfermaba o tomaba vacaciones.

En 1964 sacó “Breve sondeo del refranero popular ecuatoriano” en 340 págs. El 67 “El quichua en el castellano del Ecuador” eruditísimo trabajo donde estableció las relaciones existentes entre ambos idiomas en nuestra Patria, en 116 págs. El 70 “Animales y plantas en la poesía popular ecuatoriana” cuya segunda edición apareció en Guayaquil el 84. El 72 “Sembrando al boleo” en 46 págs, El 74 conmemoró su medio siglo de normalista que él denominó Bodas de Oro por la Cultura dando a la imprenta “Lo que tenemos de Mandinga” en 186 págs. sobre el tema del negrismo, libro escrito a medias entre lo histórico y literario, pero que no profundizó en ninguno de estos cauces y está considerada una obra bien intencionada pero nada más. Existe una segunda edición. El 75 “Olmedo y sus críticos contemporáneos” que también ha visto dos ediciones. El 76 “Bagatelas lexicográficas” con notículas sobre el lenguaje común en 182 págs. que como todo lo suyo es de gran importancia. Por esa época, empezó a colaborar en el diario “Expreso”, tras años de servicios en “El Telégrafo”.

Entre 1976 y el 79 dictó una cátedra en la Universidad Libre de Manabí. Iba y venía cada semana de Portoviejo, por un carretero que no era del todo bueno, fue, pues, un gran esfuerzo dada su edad. Ese último año dio a la luz “Apellidos pueblovejences de hace cincuenta y cinco años”.

Entre 1981 y el 83 se tomó con su esposa dos años de vacaciones, pues ya estaba jubilado y vivió en New York, en el hogar de su hija Aura, tiempo que no fue del todo desaprovechado porque consultó y estudió en la Metropolitan Library.

En 1984 apareció “Una vida al servicio de la Cultura y de la patria” con motivo de su año jubilar por cumplir ochenta de vida y “Migajitas abolenses” que primeramente quiso titular “Bocadillos abolenses”, con pensamientos filosóficos que dedicó cariñosamente a sus nietos porque hasta el final de su vida fue un hombre profundamente hogareño dado por entero a los suyos, a sus alumnos y a sus conciudadanos. Lo que se dice, un hombre de bien.

Ese año 84 le dediqué un estudio biográfico que apareció en el diario “El Telégrafo” justamente al cumplir el primer centenario de su fundación. Le visité esa mañana en su hogar, leyó con fruición, me agradeció cumplidamente y conversamos largo como si yo hubiera sido su discípulo y en cierta forma lo era, por haber leído buena parte de sus libros.

Sus últimos años fueron tranquilos, como había sido la mayor parte de su vida. En su villita del Barrio Orellana, con su esposa que nunca se separó de su lado, afectado por el mal de Parkinson, que no le permitía ejercitar mayormente sus piernas. El 85 regresó su hija Marigloria acompañada de su hijito, quienes infundieron al sabio maestro nuevas energías y ánimo. I así, calladamente, se fue apagando el viejo estilista, gramático y folklorólogo, alejado de todo y de todos, hasta que tranquilamente falleció en Guayaquil el 24 de Julio de 1988, de lo mismo que le había aquejado, el parkinson, a los ochenta y cuatro años de edad.

En el estudio que sobre las coplas ecuatorianas realizara su amigo Pablo de Carvalho Neto se señala la existencia de tres etapas del folklore ecuatoriano, a saber: 1) Los Precursores o simples recolectores 1883 – 1930, Los Modernos 1930 – 1963 y 3) Los Contemporáneos (Fase del Instituto Ecuatoriano del Folklore 1963. En la segunda, los más destacados en el Ecuador fueron Justino Cornejo y Darío Guevara en su orden

Suyas son estas confesiones: Mis estudios sobre esta actividad – folklore – comienzan a muy temprana edad. Siempre me interesó ese mundo mágico secreto que son las expresiones anónimas de los pueblos. Me dediqué a hurgar en la memoria colectiva de cada uno de los pueblos de la costa: Conversaba en largas sesiones con sus habitantes. Prefería a los de mayor edad puesto que ellos eran depositarios de una tradición oral a la que había que rescatar. Todo esto permitió que yo vaya recogiendo adivinanzas, consejas, amorfinos, poemas y otras especies de esta naturaleza, todo lo cual no solo que permitía reconstruir parte de la historiado los pueblos de la costa, sino su psicología, sus modos de vida, su religión aparecían en vivo en estas creencias, que además eran expresadas de la manera más natural. Una mirada atenta nos permitía entender que esos personajes dotados de una gran facilidad para versificar, no eran personas cultas; simplemente se trataba de gentes sencillas a quienes se podía llegar mediante un lenguaje llano pero cargado de concitaciones lingüísticas sumamente ricas.

De estatura más que regular, tez blanca, calvicie pronunciada, pelo negro y ensortijado, carácter vehemente y extrovertido, temperamento nervioso y apasionado, autodidacta y amante de “su” verdad. Vocación innata por la lingüística, gramática y estilística, iniciador e impulsor de los estudios del negrísimo en nuestro país. En ese aspecto, como en otros muchos, fue un desbrozador de caminos para las siguientes generaciones. Maestro erudito y exigente. Humanista en el estero sentido de la palabra pues quiso entender a la humanidad a través de las ciencias relativas al habla del hombre. De prosa convincente y docta, que tuvo resonancias poéticas y rigor de investigación y crítica.

Quedaron sin publicarse “La Vida de la cárcel” relatando su experiencia en prisión, “Apodos, chapas o agnomentos en la lengua y el folklore” colección completísima de los sobrenombres y apodos, trabajo originalísimo, único en su género y  que su autor subtituló “Los hepáticos no pueden apodar” en 364 págs. que su hija Marigloria editó al cumplirse el centenario de su nacimiento, “Simón Rodríguez o la historia de una vida sacrificada”. “Divertimentos gramaticales”, “Cazando gazapos” y la casi totalidad de su inmensa labor en la prensa, sobre todo su columna diaria titulada “Del cercado propio y del ajeno”, los discursos necrológicos “Haz de necrología o lágrimas que siguen manando de un corazón amigo”, que también sacó Marigloria, pues su padre Justino siempre amó sus obras y las mantenía  guardadas y  encarpetadas en su biblioteca. Así como “Cantores y Cantares de mi tierra” con un estudio folklórico y cuatro mil coplas recopiladas in situ, “La voz de la tierra” con artículos sobre la tradición ecuatoriana, especialmente de la costa.

Desde 1989 el Banco Central estaba publicando sus obras completas aunque muy lentamente.

Otro aspecto importante de su vida constituyen sus viajes al exterior a cumplir compromisos culturales y la concurrencia a los Congresos donde su presencia destacaba  de la generalidad. Su nombre consta en numerosas  bibliografías, diccionarios y enciclopedias  y está considerado entre los mayores escritores ecuatorianos y cientistas ecuatorianos del siglo XX.