PERIODISTA.- Nació en Quito en 1848. Hijo del General José Maria Cornejo Maruri, militar quiteño, liberal y urbinista herido en 1865 durante el combate de Santa Rosa en la provincia de El Oro contra las fuerzas gobiernistas de García Moreno, y de la guayaquileña Teresa Naranjo.
Estudió las primeras letras en Quito, después estuvo en el Colegio San Felipe Neri de Riobamba, en 1860 acompañó a su padre al exilio en el! Perú. Regresaron en 1876 para la revolución del General Ignacio de Veintemilla y pelearon en la batalla de Galte el 14 de Diciembre contra los constitucionales que defendían al Presidente Antonio Borrero. Después del triunfó ingresó al ejército e hizo vida de cuartel en Quito.
En 1877 pasó a la Artillería Sucre de Guayaquil a órdenes del General José Vicente Maldonado que lo ascendió a Capitán. En 1878 viajó a Cuenca y estuvo en la Comandancia General del Azuay donde captó simpatías en la juventud e intelectualidad por su ilustración, cultura y nobles prendas de carácter Allí conoció a la que sería su esposa, el 79 fue Alférez de Artillería y el 80 Capitán.
En 1881 regresó por corto tiempo a Guayaquil y fundó “El Crepúsculo Militar” primer periódico militar que tuvo el país. Nuevamente en Quito y de servicio en la Artillería formó parte de las unidades Catorce de Diciembre y Convención, sobresaliendo en 1882 en la defensa del régimen dictatorial recién instaurado por Veintemilla pues entre Junio y Noviembre combatió en las batallas de Pisque, Cayambe y Chambo.
El 10 de Enero de 1883 cayó prisionero en manos de los Restauradores, en el interior del Palacio presidencial, herido levemente y al lado de Marietta de Veintemilla. Entonces pidió sus Letras de Retiro y contrajo matrimonio con Angela Cordero, guayaquileña, hija del Dr. Luís Cordero Crespo miembro del Pentavirato y en 1892 Presidente Constitucional de la República y de Juana Paredes.
Entre 1883 y el 86 se dedicó abnegadamente al ejercicio del magisterio en Tabacundo y Cayambe y logró formar discípulos de mérito como el educacionista Marco A. Reinoso que tantos éxitos cosecharía en Guayaquil.
En 1884 su pariente el Presidente
Plácido Caamaño Gómez – Cornejo, en visita por los pueblos del norte de la República, se sorprendió que un oficial ameritado estuviese sirviendo en posición tan humilde y le pidió el reingreso al ejército, sin los grados concedidos por Veintemilla, pero después le ascendió a Sargento Mayor y a Tercer Jefe del Regimiento de Artillería de Campaña.
En 1888 estableció en Quito los periódicos El Cometa y La Cartilla Militar, este último fue acogido con el siguiente comentario: “Se ha
presentado ante nosotros un periódico salido de los cuarteles, tan bien escrito y tan digno y tan elevado, que nadie puede ser indiferente a suerte” Poco después fue ascendido a Teniente Coronel.
El 91 entró en polémicas con los redactores de El Progresista desde El Boletín del Pueblo que había fundado en Mayo. El 92 pasó a la categoría de yerno del Presidente de la República y fundó La Revista Militar de aparición mensual, fue enviado al oriente a debelar los motines promovidos por los caucheros y mineros contra las misiones religiosas. Esta expedición duró tres meses y fue desempeñada a satisfacción de sus superiores que lo promovieron a la Subdirección del Colegio Militar. Entonces editó un periódico quincenal, político y de crónica que empezó a salir en Abril del 93 con el titulo de Boletín del Pueblo.
En el Colegio Militar permaneció hasta principios del 94 que viajó a Esmeraldas con el titulo de Gobernador de esa provincia, realizando una positiva labor, pues hizo construir puentes, edificios y caminos, instaló el servicio del telégrafo y entre Octubre del 94 y Marzo del 95 editó “El Independiente” a tres columnas con Anibal Dousdebes, polemizado con “El Porvenir” de Julio Concha Campuzano, hasta que el negociado de la venta de la bandera desencadenó la protesta nacional y consiguiente renuncia de su suegro.
El 39 de Abril de 1895 estalló un golpe militar en Esmeraldas y Cornejo fue apresado. La población proclamó la Jefatura Suprema del General Eloy Alfaro y designó Jefe Civil y Militar a Carlos Concha Torres.
A los pocos días, varias tropas de refuerzos enviadas desde Manabí cercaron Esmeraldas y durante los combates del 3 y 6 de Mayo fue ignominiosamente amarrado y expuesto a los fuegos cruzados de los combatientes.
Liberado tras un canje de prisioneros se retiró a descansar en Manta, pero el Teniente Coronel José Alvarez, Jefe del Batallón No. 4 de Línea, en guarnición en Portoviejo, le llamó para que lo ayude a sostener al gobierno en el centro de la Provincia de Manabí.
La posición era desesperada. El Batallón No.2 de Línea se había desintegrado por falta de sueldo y las guerrilleras liberales de Plutarco Bowen amagaban desde Daule. El 5 de Junio Guayaquil plegó a la revolución liberal y Cornejo y para evitar el quedar cercados de insurgentes en Portoviejo, propuso a las autoridades militares de Manabí, como recurso verdaderamente heroico, la retirada del Batallón No. 4 de Línea hacia la capital, atravesando las espesas selvas de Chone y Santo Domingo.
El día 20 salieron de Portoviejo, unos soldados a pie y otros a caballo. A última hora se les había unido el Obispo alemán Pedro Schumacher, varios sacerdotes y unos pocos seglares aprensivos. En Junín y en Calceta fueron hostilizados por las guerrillas liberales comandadas por Carlos Concha. En esta última población se produjo un incendio general, acusándose ambos bandos de tan criminal atentado, aunque parece que más bien fue un hecho fortuito. La marcha continuó por caminos fragosos hasta Santo Domingo, revistiendo caracteres heroicos y en extremos peligrosos y tras un mes justo, de durísimas jornadas, entraron los sobrevivientes en la capital el 20 de Julio “bajo arcos coronados de triunfo y entre flores, palmas y laureles, que ostentaban las banderas pontificia, ecuatoriana y alemana con inscripciones en latín, castellano y alemán”. Cornejo fue nombrado Jefe de Estado Mayor de la Segunda División y partió a enfrentar al ejército liberal que ya estaba en el centro de la sierra ecuatoriana.
Mientras tanto el Encargado de la Presidencia, Dr. Aparicio Rivadeneira Ponce, conocedor de la derrota gobiernista en la batalla de Gatazo, decidió organizar la última resistencia, para lo cual salió de la capital con el parque de municiones cargado en cuarenta mulas y se dirigió a la frontera con Colombia, siempre hostilizado por grupos liberales que le seguían los pasos sin darle descanso ni tregua. Cornejo le acompañaba y el 22 de Septiembre combatieron con las fuerzas de los Coroneles Nicanor Arellano en Caranqui y con las de Juan Francisco Navarro en Chapúes y aunque fueron acciones indecisas, cundió la desmoralización entre los gobiernistas y conservadores que se desbandaron antes de llegar a la frontera con Colombia. Cornejo estuvo, sin embargo, entre los pocos que pasaron las aguas del río Carchi, pues siempre había sido fiel a sus principios y hasta necio en sus empeños.
Instalado en el sur de Colombia escribió y editó “Retirada del Número cuarto” contando su marcha a través de las selvas con interesantes noticias de la prensa liberal de esa época, a la que responsabilizó del triunfo de la revolución.
En Febrero de 1896 figuró nuevamente en Quito, fue apresado y sometido al martirio de los baños de agua helada en el panóptico. En Mayo estaba libre y el día 29 logró reunir cien hombres, pero aunque carecían de armas se lanzaron contra el punto de Cabras defendido por el General Nicanor Arellano con quinientos soldados y varias piezas de artillería, siendo rechazados. En la huida Cornejo tuvo que arrojarse de su caballo al río Chota y como no apareció le creyeron muerto y la prensa de Quito publicitó su deceso, que fue desmentido al poco tiempo.
Después de esta acción volvió a Colombia y se instaló a vivir en Barbacoas, publicando en 1898 los folletos “El Ilustrísimo Señor Schumacher”, “Vera Efigies” y “La Prensa Radical del Ecuador” pues se las tenía con sus colegas periodistas.
En 1899 intervino en la Campaña Militar del Norte y Centro de la República. Con un contingente armado a su mando repasó el río Carchi y el 7 de Enero tomó Ibarra y San Antonio venciendo al Coronel Alejandro Sierra y como no pudo atacar Quito, se desvió por la ruta oriental y en Patate entregó el mando al General José Maria Sarasti, pero fueron vencidos el día 23 y tuvo que volver de incógnito a Colombia.
En 1901 ascendió el General Leonidas Plaza al poder y decretó un Indulto General a los exiliados, entonces pudo regresar a Guayaquil y el 4 de Julio de 1903 fundó el Semanario “El Ecuatoriano” de formato grande, a cuatro planas de cinco columnas, que transformó en diario meridiano el 12 de Enero de 1905.
En 1904 había apoyado la candidatura presidencial de Lizardo García y por eso estuvo contra la revolución alfarista del 1 de Enero de 1906 y se volvió su opositor, por eso la noche del 17 de Septiembre sufrió la destrucción de los talleres de imprenta, por parte de un grupo de empleados de los muelles y del Resguardo de Aduanas, sin embargo, el padre Jacinto Palacios, Superior de la Orden dominicana en el puerto, movió a un crecido número de damas quienes reunieron una apreciable suma de dinero y el periódico pudo reaparecer el día 24, aunque en pequeñísimo formato y así continuó casi un mes hasta recobrar sus antiguas medidas en una sola hoja de cinco columnas. El 3 de Diciembre volvió nuevamente a la normalidad con nuevos talleres, más modernos por supuesto. Allí escribieron Rafael Piedrahita Cabello, Ezequiel y Manuel J. Calle, Vicente Paz Ayora, Antonio Alomía Llorí, Carlos Carbo Viten’, el Tte. Cor. Julio F. Cornejo, César Borja Cordero, el Profesor Gustavo Lemos Ramírez y otros connotados periodistas no afectos al régimen.
El 19 de Julio de 1907 estalló una revolución de tinte placistas en Guayaquil comandada por Enrique Baquerizo Moreno. El padre Palacios y Cornejo fueron apresados y conducidos al Cuartel de Artillería donde permanecieron varios días detenidos sufriendo malos tratos, pero los aflojaron al que dar comprobada su inocencia. En Septiembre de 1911 se batió a duelo con Francisco H. Elizalde sin consecuencias para las partes aunque Elizalde disparó primero y al cuerpo pero sin atinar en el blanco y Cornejo – en gesto por demás caballeroso – decidió disparar al aire pues como buen católico no creía en esta clase de lances. La noticia se supo, Elizalde resultó mal parado y Cornejo fue el héroe del momento.
En Enero de 1912, a la caída de Alfaro, “El Ecuatoriano” no solicitó su linchamiento como lo hicieron otros periódicos del país, pues Cornejo guardaba el más elevado respeto a sus adversarios políticos, con mayor razón si se encontraban en desgracia. En esto se portó mucho mejor que muchos sacerdotes y políticos opositores; sin embargo, continuó combatiendo el sistema liberal de los gobiernos y el Presidente Plaza lo expatrió al Perú en 1914 por una corta temporada.
De regreso a la dirección anunció el 25 de Febrero de 1915 la captura de Carlos Concha en Esmeraldas tras diecisiete meses de continuas guerrillas que mantuvieron en vilo al país y al gobierno, el 16 sufrió un derrame cerebral y aunque se repuso por completo, empezó a sufrir de agudos dolores de cabeza que le atormentaron hasta la muerte. “El
Ecuatoriano” había ganado fama de seriedad, mucho prestigio y estaba considerado entre los primeros periódicos de la ciudad y la república. En 1925 hizo activa oposición a la revolución Juliana. El 15 de Mayo del 26, el Ministro de Gobierno, Julio Enrique Moreno Peñaherrera clausuró el periódico por un artículo titulado “Después del Acto Primo”. Cornejo se encontraba anciano, achacoso y casi exhausto pues nunca se recuperó totalmente de su enfermedad. No pudo defenderse y prefirió vender las máquinas que ya estaban poniéndose obsoletas al periodista español Luís Guevara Travieso, quien después las cedió a Pompilio Ulloa Reyes y sirvieron para fundar con ellas el diario “La Prensa”. Así fue como terminó ese gran diario guayaquileño que fue “El Ecuatoriano”.
Su director falleció en Guayaquil el 14 de Diciembre de 1930 de ochenta y dos años de edad. Entonces se dijo “El que tanto luchó, no sintió ni fomentó odios y a pesar de sus escabrosos debates y sus polémicas, como la sostenida con Ezequiel Calle Pesantes, nadie acabó por aborrecerlo sino por admirarlo.” Manuel J. Calle, le había elogiado en los siguientes términos “Sabía gramática como nadie” y efectivamente. Cornejo siempre fue un atildadísimo escritor. Alfaro había dicho de él “con enemigos como Ricardo Cornejo se honra cualquier humano. Yo de mi sé decir que miro con beneplácito a este género de opositor. Una oposición así es provechosa y enaltece a todo gobernante.”
Ni alto ni bajo, muy delgado siempre. Blanco, marcial. Ojos, pelo y grandes bigotes negros. En su forma de vestir y de andar correcto y pulcro pero sin ostentaciones vanas. Parco en la palabra y cumplidísimo caballero, Con los suyos cariñosos. Con sus amigos y extraños obsecuente, justo y hasta servicial. Tal su retrato físico y moral que ha llegado por los recuerdos de muchas personas que aún viven y lograron tratarle.