CORNEJO CEVALLOS MANUEL

POLITICO.- Nació en Quito y fue bautizado el 5 de Septiembre de 1848. Hijo legítimo de José Gómez-Cornejo y Ribera, comerciante adinerado, dueño de haciendas y de una casa ubicada al frente de la iglesia de la Compañía de Jesús, y de su segunda esposa Dolores Cevallos Acosta, quiteños. Fue el decimosexto hijo de una familia compuesta de dieciocho hermanos.

Estudió las primeras letras en la escuelita que tenían los padres Mercedarios y la secundaria en el Colegio de San Luis.

Para 1869 era un joven simpático, amable, inteligente, muy dado a la lectura de obras serias tanto políticas como literarias, que practicaba un liberalismo romántico debido a que su familia materna había sido casi toda urbinista. Locuaz, extrovertido, primario, activo y agradable, de estatura mediana, tez blanca mate, pelo negro, bigote ligero y amplia la frente, unos bellos ojos garzos y las manos finas y cuidadas completaban su imagen.

Vestido casi siempre de levita y chaleco negros y por su discreción parecía de más edad y nada indicaba la violencia de sus pasiones, a no ser sus labios carnosos y entreabiertos en gesto de sensualidad.

En la noche del 16 al 17 de Enero de ese fatídico año, el grupo liberal de Quito, a quien el historiador Legouir llama “Círculo avanzado”, llegó atener noticias seguras de que el Dr. Gabriel García Moreno iba a abortar su conspiración contra el régimen constitucional del presidente Javier Espinosa y para impedirlo se reunieron en la casa de Domingo Paz en la calle de San Sebastián, en número de ochenta. Entre los principales estaban los Dres. Carlos Casares y José Baquero Dávila, Teodomiro y Alejandro Rivadeneira, Antonio Cevallos Salvador, Isidro y Federico Cevallos, Juan B. de la Gala, Santos Cevallos, Manuel Semblantes, Marcos Espinel Cornejo, Víctor Guerra, Rafael Suárez, Rafael Quijano, Rafael Portilla, Manuel Cornejo Cevallos, etc. pero García Moreno les ganó de mano, se tomó los cuarteles en inicuo golpe de estado y salió a patrullar las calles con sus partidarios. A la madrugada, vista la imposibilidad física de cualquier acción, los liberales se disgregaron.

El 19 de Marzo ocurrió en Guayaquil la contrarevolución del General José de Veintemilla, dominada no sin esfuerzo por el Gen. Secundino Darquea. El dictador dispuso el destierro de Ignacio de Veintemilla, que al salir a Paris aconsejó a Cornejo “el asesinato del pícaro”.

A mediados de año Cornejo reunió una noche en la barranca de Jerusalén a los más connotados liberales de Quito, a los que se sumaron el Dr. Alejandro Cárdenas, Alejandro Cevallos, Manuel Ignacio Aguilar que salió de su escondite y que había sido atrozmente atormentado en Guayaquil en 1865 porque como empleado de la Casa Luzarraga no declaró que su Jefe el General Wright era cómplice en la invasión de Urbina; pero, uno de los más entusiastas, Carlos Casares, se ajumó y comenzó a disparar tiros de revólver, disolviéndose los comprometidos en el acto ¡Así terminó ese complot!.

El 1° de Diciembre tuvieron otra reunión con el Comandante Diego Pimentel Villamar confinado en Quito; el Dr. José Antonio Sánchez que acababa de soportar prisión y grillos en compañía de Verdesoto, Gamarra, Manuel Ignacio Aguilar y otros; Juan Elías Borja hijo del mártir Juan Borja muerto en la barra, Manuel María Maldonado hijo del General Maldonado fusilado en la plaza de Santo Domingo; Rafael Gonzalo, Rafael Suárez, Rafael Quijano, Manuel María Zambrano, Antonio Marcos y los militares A. Dalgo y Gregorio Campuzano. Los guayaquileños propusieron de entrada el asesinato del tirano y Cornejo pidió también el del Jefe del Cuartel de Artillería de Quito, General Julio Sáenz Salvador, para llevar a cabo exitosamente la revolución.

El plan fue estudiado en todas sus detalles, primero falsificó Cornejo la firma del General Secundino Darquea, Ministro de Guerra, en una carta que pretendía provocar la insurrección de la guarnición militar de Guayaquil, ofreciéndole ascensos al Coronel Manuel Avila y la pusieron en la valija del gobierno con otras más, valiéndose de la amistad que Cornejo tenía con el Comandante Martínez Fallares, a quien sorprendió con el cuento de que sus amigos guayaquileños estaban tan pobres que carecían de dinero para las estampillas.

Todo parecía perfecto pero cometió el error de dirigir una carta a un señor Fuentes, hijo de un notorio liberal del puerto, lo que hizo entrar en sospechas al Secretario de la Presidencia Rafael Borja Villagómez, que abrió la comunicación y se enteró del complot justamente en la mañana del 14 de Diciembre, día en que se había programado el asesinato en la esquina de la iglesia de la Compañía, al momento en que saliera García Moreno de la casa de su suegro.

Esa mañana el tirano bajó de la casa llevando del brazo a su esposa y los comprometidos, colocados detrás de la cruz que se alza delante del atrio y desde las tiendas de enfrente, para no herir a la dama decidieron postergar él crimen. Gesto caballeroso y galante que les perdió, pues, a los pocos minutos, al llegar a palacio, fue enterado García Moreno y con la celeridad que le era característica tomó las medidas del caso declarando el estado de sitio en las provincias de Pichincha y Cotopaxi y lanzando una proclama a los sorprendidos habitantes de la capital. De Juez audaz y exterminador le calificó por ello J.L.R.

Atronando contra los revolucionarios y amenazando a diestras y siniestras logró asustar al Dr. José Antonio Sánchez, que se presentó voluntariamente esa tarde a las autoridades y delató a los conspiradores. Cornejo fue inmediatamente apresado y delante del tirano declaró todo, incluso lo que le había dicho Veintemilla antes de salir al destierro en Paris.

Mientras tanto, en Cuenca, el día 15, a las dos de la tarde, en lugar de entrar a sus clases del Colegio de los jesuitas, los estudiantes se congregaron en la plaza principal y acaudillados por Manuel Ignacio Aguilar tomaron el Cuartel y el palacio de la Gobernación, apresaron al Gobernador Carlos Ordóñez Lazo y al Secretario Juan Bautista Vázquez entre otros, a quienes condenaron a sufrir la pena de fusilamiento, aunque sólo alcanzaron a herir al primero. El 16, repuesto los garcianos, atacaron con gente traída de las haciendas de los Ordóñez por tres puntos y se tomaron la ciudad. Manuel Ignacio Aguilar, Cayetano Moreno y Vicente Heredia fueron pasados por las armas y numerosos comprometidos salieron al Perú o se escondieron en sus haciendas. Así volvió la tranquilidad a Cuenca.

El 18 fue conducido Cornejo, de la cárcel de Quito al Cuartel No. 2, donde un Consejo de Guerra espúreo le condenó a sufrir enseguida la pena de fusilamiento; pero, en la madrugada, logró convencer a su amigo el Coronel

Miguel Dalgo a que lo llevara a la casa de García Moreno, y arrodillándosele abrazado a sus rodillas, lloró.

El tirano le sirvió un vaso de vino y conmutó la pena por la del destierro ocho años, bien es verdad que se trataba de un joven de sociedad, de escasos 21 años, sin antecedentes, con numerosa parentela y en que su asesinato hubiera acarreado una severa repulsa. ¿I en qué quedó la sentencia del tribunal? pues, como había sido obra de unos cuantos paniaguados esbirros adyectos de la tiranía, a nadie conmovió que García Moreno la hubiere tirado al tarro de la basura.

Al otro preso -Pimentel- que también había sido condenado a muerte, le fue conmutado la pena a diez años de trabajos forzados sirviendo en las obras públicas del camino a Esmeraldas, pero a los once meses quedó en libertad por buena conducta.

Cornejo salió del país por la frontera con Colombia. En Ipiales se entrevistó con Juan Montalvo, de quien fue desde entonces y por muchísimos años su corresponsal. Enseguida pasó a Panamá, conoció a Eloy Alfaro y se sumó al grupo de liberales que vivían en Centroamérica. En el istmo publicó en 1870 “Cadalso del 18 de Diciembre de 1869. A la juventud quiteña” en 13 pags. folleto admirable por venir de un joven idealista y puro que de sólo 21 probaba las amarguras del destierro, pero no faltaron ciertos inicuos que en forma anónima le refutaron en “Los revolucionarios del 14 de Diciembre” en 63 pags.

Poco después siguió a Paris y allí trató a numerosos desterrados: Pedro Carbo, Manuel Gómez de la Torre, José María Avilés Pareja, Mariano Mestanza, Ignacio de Veintimilla, Manuel Semblantes, aprendió el francés. presenció los efectos producidos por el célebre discurso del Conde de Montalamber en el Congreso Católico de Malinas de 1863, donde se planteó por primera ocasión la necesidad de que la iglesia aceptare el laicismo y los descubrimientos y adelantos de la ciencia.

De vuelta en Quito tuvo un hijo natural en 1873. Para el asesinato de García Moreno en 1875 no tuvo participación alguna. Trabajaba en el comercio y no intervenía en política, pero al producirse la revolución del 8 de Septiembre de 1876, apoyó frenéticamente a su amigo el General Veintemilla y cuando entró en Quito se hizo cargo de la policía con tino y discreción, civilizadamente.

El 20 de Enero de 1877 sorprendió a la República con un opósculo titulado “Carta a los Obispos”, escrito en 28 págs. para que dejaran a un lado las caducas teorías y estructuras que contrastaban con las nuevas de los Obispos contemporáneos de Francia. “Creía el autor que se debía innovar en nuestra Patria ciertas costumbres religiosas, reclamaba la separación de la iglesia y el estado, la libertad de conciencia, la tolerancia de cultos, la libertad de imprenta; pero eran imposibles aquellas innovaciones a causa del orgullo del Clero, por primera vez amenazado y requerido, cuando a su devoción estaba el pueblo sumido en la más absoluta ignorancia.

¡Aconsejar a los Prelados; afirmar que la Iglesia debe separarse del estado, cuando ella es madre y él es hijo, y ella debe dirigirlo hasta el fin de los siglos! ¡Sostener que los Obispos de Europa dijeron verdades, cuando, si las dijeron, erraron, porque debieron quedarse en silencio! El opúsculo había sido escrito con el apoyo de varios pasajes de las Sagradas Escrituras, con el de las opiniones de varios Obispos europeos, con el modo de pensar de escritores ultramontanos distinguidos como Chateaubriand, Dupanloup, Montalamber y si bien con cierto desorden en la argumentación e inoportunidad en las citas, solicitaba las innovaciones ya señaladas sin separarse del comedimiento debido a las personas a quienes se dirigía.

El escándalo político religioso fue mayúsculo y dada su enorme trascendencia social, el Promotor Fiscal denunció la publicación al Arzobispo Ignacio Checa y Barba, que nombró una Consulta General Eclesiástica.

El día 1 ° de Febrero de 1877 sus miembros presentaron un Voto razonado en 20 págs. “calificando la Carta de subversiva y sediciosa, tendiente a predisponer a los fieles contra las autoridades eclesiásticas legítimamente        constituidas,

procurando el desprestigio y menosprecio de los Obispos, conteniendo imputaciones altamente injuriosas a su dignidad”.

Por su parte el Obispo de Cuenca, Remigio Estévez de Toral, encargó al Presbítero Federico González Suárez un Informe y éste indicó” que se había sorprendido grandemente al leer tantos errores en tan pocas páginas, como la negación del Derecho Natural, el materialismo, la separación de la Iglesia del Estado, la libertad de conciencia, la tolerancia de cultos, la absoluta libertad de imprenta, el desconocimiento de la divinidad del cristianismo y la aseveración de que el génesis está en contradicción con las ciencias físicas” agregando que para sostener esos errores se había valido Cornejo de textos de las Sagradas Escrituras, de la autoridad de algunos padres de la iglesia, y del testimonio de los prelados de Francia.

El punto clave de la Carta era la acusación de servilismo por haberse puesto los Obispos a los pies del déspota García Moreno, aplaudiendo sus abusos y no oponiéndose a sus crímenes.

El resto era una acusación a la jerarquía ecuatoriana por su ignorancia supina en relación con la ilustración del alto clero católico francés, Inglés, alemán, norteamericano y mencionaba al Arzobispo Checa y a los obispos de Riobamba y Cuenca, Ignacio Ordóñez Lazo y Remigio Estévez de Toral. Eran los tiempos de orgulloso oscurantismo teocrático, fresco estaba aún el recuerdo la triste actuación del Obispo de Guayaquil, José Antonio de Lizarzaburo Borja, S.J. que llegó a quejarse del civilizado médico Alcides Destruge Maitín porque en sus escritos periodísticos trataba temas científicos que el prelado juzgaba peligrosos por contrarios a las Sagradas Escrituras, especialmente al Génesis (Darwin, el evolucionismo, el mito de Adán y Así las cosas el Presbítero Juan de Dios Campuzano y “Un sacerdote” (sic.) refutaron la Carta por la prensa y se encendió más la polémica.

El 5 de Febrero de 1877 el Arzobispo Checa, que era persona culta, viajado por Europa y representaba al ala liberal de la iglesia ecuatoriana, no tuvo mas que publicar un Decreto conformándose con el Voto y Parecer de la Consulta General Eclesiástica y reprobó “los errores contenidos en la Carta a los Obispos” prohibiendo bajo pena de excomunión ipso tacto incurrenda a todos los fieles de la Arquidiócesis, la lectura, retención y circulación de ella.

El Ministro General del régimen, Pedro Carbo, anciano de los más respetables del país, protestó el 27 de Febrero contra la Pastoral, indicando que la había leído con no poca sorpresa por las ideas exageradas en ella, por el lenguaje apasionado revelador del hombre político más que del pastor evangélico, misionero de paz, de concordia y caridad…etc. Dicho artículo provocó una pronta réplica arzobispal y hasta intervino el fanático Arsenio Andrade, finalmente ocurrió el motín del padre Gago en la plaza de Santo Domingo de Quito, que fue pacíficamente controlado por el propio Ministro Carbo, en gesto valiente y digno.

Así finalizó el incidente político religioso de la Carta a los Obispos, que sirvió para mostrar al país las tremendas diferencias ideológicas surgidas de la dictadura teocrática garciana, Carta que convirtió a su autor en caudillo popular (1) y al mismo tiempo el escritor Galano y ensayista, fiel y genial representante en el país de las modernas ideas políticas ya aceptadas por la jerarquía eclesiástica y católica en Europa pero aún impregnadas por el retrógrado ignorantísimo y fanatizado clero ecuatoriano tras la dictadura de García Moreno. .

Poco después, el Viernes Santo 30 de Marzo, oficiando de pontifical el Arzobispo Checa, manos criminales envenenaron el vino de consagrar poniendo estricnina. Checa bebió todo el brebaje pues creyó que tenía cascarilla para el paludismo y al concluir la ceremonia cruzó la plaza con dirección a su Palacio, acompañado del Canónigo Vicente Pastora quien había invitado a almorzar. En ¡a mesa sintió las primeras nauseas y dolores, luego vinieron las horribles contracciones, murió casi enseguida.

La ciudad se consternó de inmediato y Veintimilla ordenó la instauración del Sumario de Ley. Cornejo había estado en la parte superior del Presbiterio con varios amigos liberales entre los cuales figuraban José Vicente Solís Terán hombre del pueblo, Manuel Pareja llamado el gato, de los Pareja de Quito por ser hijo de un Pareja Arteta, José Gabriel Moncayo hijo del político liberal de ese nombre, Jorge Villavicencio, etc. pues Veintimilla concurría como Presidente de la República al solemne acto y debían cuidar su seguridad por ser miembros de la policía. Esa tarde imprimieron en los talleres de Juan Pablo Sánz, Comisario de la Policía, una hojita volante titulada “Duelo”, que habían redactado Miguel Valverde, Liborio Rosales Llaguno y Agustín Tola Dávalos, donde se manifestaba que el Arzobispo, por ser de contextura pletórica – había sufrido una violenta apoplejía. Cornejo cometió la imprudencia de salir a repartir personalmente y como andaba excolmugado por el difunto Checa, la gente dio en decir que tenia interés en el asunto y que estaba comprometido con sus amigos liberales, muchos de ellos llegados de Guayaquil pocos meses antes y empleados por la revolución, lo que les había doblemente antipáticos a los ojos quiteños.

El Juez de Instrucción Dr. Camilo de la Barrera era sujeto de pocos arrestos, más bien un timorato que se dejaba manejar de todos y especialmente de la opinión pública, por eso comenzó a inculpar a numerosas personas, actuando a tontas y a ciegas. Cornejo fue detenido entre el 7 y el 8 de Abril junto a Solís, Moncayo, Pareja y Joaquín Chiriboga por simples sospechas sin fundamento, pero como las mayores recayeron sobre el Canónigo Manuel Andrade Coronel; al declararse concluido el Sumario el 4 de Junio, el Dr. Luis Felipe Borja Pérez, abogado del Acusador Particular Manuel Checa y Barba, tomó el juicio y se lo llevó a su casa, donde lo mantuvo más de quince días sin saber qué camino tomar, pues tampoco se atrevía a acusar al Canónigo, quien, tras caer preso, había interpuesto su fueron de eclesiástico. Finalmente Borja se salió por el atajo más sencillo acusando a Solís Terán, que semanas después, el 29 de Agosto, fue absuelto por un Jurado de Decisión “por no haber presunciones suficientes de culpabilidad en su contra”.

El crimen del Arzobispo Checa quedó sin sanción porque la familia no quiso perseguir al Canónigo culpable y el Abogado de la acusación particular equivocó rumbos. Cornejo abrió contra Borja una durísima campaña a través de una hoja suelta titulada “Los envenenadores del Arzobispo” que apareció en las calles el 22 de Junio firmada por “Los Liberales del Guayas” aunque el estilo era de Montalvo y al día siguiente recobró su libertad tras setenta y cinco días en presidio.

El escándalo de su reciente excomunión hacíale imposible su estadía en Quito, traspasó la tienda de comercio a su empleado Ignacio Baca y con veinte mil pesos entregados por su madre a cuenta de su herencia y puesto a interés en la Casa Vélez de Guayaquil, invitó a su amigo Juan Montalvo a viajar a Europa, pero éste no quiso aceptar por la situación política que amerita su presencia en el país. Así, pues, Cornejo viajó solo, primero vivió varios meses en Panamá con Alfaro, trabajando para el diario “La Estrella de Panamá”. En 1881 pasó a Estados Unidos ya Europa. Estuvo en Paris,| recorrió Alemania, llegó a Rusia en plan de estudio y conocimiento, pe vuelta a la capital francesa trabajó en la editorial “Garnier Hnos.” y en ese año dio a la luz en la Association Ouvriere de París, el folleto de 38 págs. titulado “García Moreno. Borrero, Veintimilla” ensayo a vuelapluma sobre los magistrados que estudió en sus aspectos políticos y humanos. De allí en adelante, poco se conoce de su vida, que debió transcurrir en Francia, gozando de los beneficios que proporciona esa Nación civilizada y falleció en 1885, según afirmación del Dr. Antonio Flores, porque mientras caminaba por una calle de Paris le cayó una comisa y lo aplastó.

A su sepelio concurrieron pocos ecuatorianos pues hasta su muerte le había acompañado su fama de excomulgado y aunque por la vida pasó como un enfant terrible, solo fue un rebelde impetuoso, con el apuro de las almas que desean mejores días para su Patria, sin transfugios ni componendas. Por ello sacrificó vida y fortuna y nos dejó a los ecuatorianos su célebre Carta a los Obispos, testimonio que marcó un hito en nuestra historia como documento político de vital importancia para el conocimiento de las ideas religiosas imperantes en aquellos atrasados tiempos.

Enrique Ayala ha escrito de estos liberales que se sentían parte de un cristianismo santo y civilizador basado en el amor y la libertad, frente a otro que nada había tomado de Cristo, que por eso era corrompido, enemigo de las conciencias y del progreso, espúreo puntal de tiranos José Peralta en “Años de Lucha” defendió al Liberalismo Teológico diciendo “La religión ha sido siempre enseña de libertad, fuente de luz, palanca de progreso, baluarte de justicia y de derecho para los verdaderos creyentes; y bandera de guerra fratricida, símbolo de opresión, emblema de tinieblas y muerte en manos de los especuladores del templo.

Como literato descolló en el ensayo político, difícil género para el que estaba muy bien predispuesto con un amplio bagaje de lecturas selectas, estilo fácil y lleno de lógica.