REVOLUCIONARIO.- El 19 de marzo de 1743 nacía en Tinta, provincia de Canchis, Departamento del Cusco, un niño que fue bautizado como José Gabriel Condurkanki, hijo legitimo del Cacique de Tungasuca, Surimana y Pampamarca don Miguel Túpac Amaru, a su vez descendiente directo del Inca Felipe Túpac Amaru que reinó en Vilcabamba y que fuera asesinado a fines del siglo XVI por orden del Virrey Francisco de Toledo; y de Rosa Noguera, de raza blanca.
De pequeño fue educado por el maestro López y los curas de Pampamarca y Yanaoca, luego pasó al Colegio de los Nobles del Cuzco y fue un alumno aplicado. Para 1760 era Cacique por muerte de su padre y ese año contrajo matrimonio en Surimana con Micaela Bastidas, mujer valiente, de arrestos varoniles y gran decisión de mando, a la que hizo Colla de Pampamarca.
Dedicado al acarreo de mercaderías, hacía frecuentes viajes al Collao boliviano y al norte argentino y en algunas ocasiones llegó hasta Buenos Aires con su recua de trescientas mulas. También viajaba a Lima y a causa de ello pudo darse cuenta de la triste situación de sus medios hermanos de raza.
En 1775 fue aumentado el tributo indígena y al querer aplicarse la nueva tasa comenzaron los disturbios y alzamientos. Entre 1776 y 1780 se produjeron más de 20 insurrecciones solamente en Perú.
El 4 de noviembre de 1780 Condurkanki promovió una reunión social en casa del Cura de Yanacca, arrestó al Corregidor Arriaga y lo llevó a encerrar a su casa. Allí lo obligó a darle una orden de dinero para la Tesorería Provincial y merced a ésta hábil estratagema se apoderó de veinte y dos mil pesos, joyas, armas y mulas. El 10 de noviembre le hizo ahorcar en la Plaza pública de Tungasuca y arengando a las masas les manifestó que “No era una guerra contra Dios ni contra el rey, sino contra las malas costumbres”. Muchos españoles simpatizaron de inmediato con él; mientras tanto, Micaela Bastidas había logrado formar un ejército mal armado y peor vestido. En ese momento pudo asaltar fácilmente el Cusco, que se encontraba desguarnecido, pero no lo hizo, justamente por su índole pacífica y para evitar inútiles derramamientos de sangre. Eso perdió su causa.
Para entonces tenía un ejército de seis mil hombres que se movió rápidamente hacia Quiquijana pueblo que ocupó sin resistencia y de allí avanzó a Sangarara donde lo esperaban los cuzqueños realistas a los que derrotó después de seis horas de lucha, tomándoles mucho botín; sin embargo, los realistas lograron reagruparse bajo el mando de Tiburcio Landa en Huayrapata y de allí siguieron a Tinta a batir a los rebeldes. El 18 de noviembre se produjo el choque en dicha población, los realistas fortificados en la iglesia sufrieron numerosas bajas y al final les estalló la pólvora y fueron exterminados. Varios generales rebeldes interceptaban los caminos a Lima y Cusco y mantenían aislada esta región.
Túpac Amaru II, que así es como se hacía llamar el Cacique rebelde, avanzó a Azángaro y la tomó el 13 de diciembre. Su mujer le comunicó que el Cusco se estaba armando en su contra, por eso cambió de rumbo, regresó apresuradamente y topándose con un grupo de realistas en Sayllu fue derrotado y pasó a Picchu. El 1° de enero de 1781 atacó el Cusco y la lucha se generalizó por siete días, aún el 7 se batían los indios de Túpac Amaro con los realistas en las alturas circundantes.
En el Alto Perú, hoy Bolivia, también se había iniciado la insurrección al mando de los hermanos Tomás Dámaso y Nicolás Catarí y del Sacristán de la iglesia de Ayoayo, Julián Apasa, que cercó a La Paz. En el norte argentino existía zozobra, en Colombia ocurrió el alzamiento de Cipa y en el Ecuador se apresó a Eugenio Espejo. El descontento era general en América del Sur y hasta se ha llegado a sostener que todos los grupos alzados estaban en comunicación directa entre sí.
El 12 de marzo se dio otra acción militar en Cotabambas donde murieron dos valientes capitanes Tomás Parvina y Felipe Bermúdez, pero el rigor del clima hizo que los ejércitos desearan la paz y el 18 anunció Túpac Amaru que el día siguiente, día de San José, concluiría la contienda; en cambio, aprovechó un descuido y se alejó de los realistas hasta una quebrada, desde donde esperaba atacarlos por las espaldas y de haberlo hecho hubiera ganado la guerra; pero, a última hora, fue descubierto por Zuniaño Castro, que dio aviso al General realista José del Valle, quien, prontamente desocupó su campamento.
De allí en adelante las fuerzas de Túpac Amaru fueron a la defensiva batiéndose bravamente contra un ejército de línea muy superior en todo concepto. Así sucedió en Checacupe, Combapata y Tinta y las cabezas de sesenta y siete jefes indios fueron clavadas en picas y llevada en triunfo a la población de Tinta. Túpac Amaru escapó con su familia a Langui, pero engañado por su subalterno Ventura Landaeta, que lo entregó a las autoridades, fue obligado a entrar al Cusco el 14 de abril, a pie y con la cabeza descubierta.
De inmediato se les siguió juicio a él y a sus parientes y el 18 de mayo le hicieron presenciar el suplicio de su señora, que como tenía el cuello corto no alcanzó a ahogarla el tornillo del “garrote vil” y los verdugos le echaron un lazo al pescuezo jalándolo por los extremos y pateando su vientre hasta que acabó. Otros caudillos fueron ahorcados. Su tío Francisco Túpac Amaru y su hijo Hipólito, de solo veinte años, fueron ahorcados, pero antes les cortaron las lenguas con cuchillo. Túpac Amaru tuvo que presenciarlo todo, luego le despojaron de sus grillos de manos y piernas y le cortaron la lengua, derribado al suelo, le abrieron de manos y piernas y lo amarraron a cuatro caballos, que montados por mestizos partieron en diferentes direcciones manteniéndolo en el aire pero no moría y su hijo menor Fernando, que estaba presente, lanzó un grito desgarrador que se escuchó en toda la plaza. El Juez Areche miraba el espectáculo y ordenó que le cortaran la cabeza, las piernas y los brazos, que aunque ya estaban desgonzados no se habían desprendido del tronco.
El Joven Fernando – el del grito – fue condenado a prisión perpetua en una cárcel del norte de Africa y sólo tenía once años de edad. ¿Se puede disculpar tanto crimen? Por todo esto, veinte y ocho años después se dio el primer grito de independencia y América empezó a ser libre.