PINTOR.- Nació en Babahoyo el 23 de Julio de 1881. Hijo legítimo del Teniente Coronel Félix Constante Romero, militar alfarista fallecido en Guayaquil en 1916 y de Ángela García Villamar, naturales de la Provincia de Los Ríos.
Cursó sus estudios en el San Vicente del Guayas y tuvo por maestros a los padres jesuitas, manifestando desde muy temprana edad sus inquietudes artísticas. En 1897 sus padres radicaron en Guayaquil y el joven Teobaldo empezó su arte como empiezan los inspirados casi jugando y un buen día notó que sus amigos le estimulaban a ejercitarse en una habilidad tan rara, como es la del retratista. Siguió dibujando y cosechando aplausos para terminar recogiendo aplausos y pesetas” según dijera años después un chusco cronista amigo suyo en El Guante, pues eso de dibujar era considerado una rara habilidad en Guayaquil. También se ha indicado que acostumbraba visitar al Dr. Francisco Martínez Aguirre para conocer y admirar sus dibujos y caricaturas.
En un viaje a Yaguachi pintó varios paisajes tropicales que a su regreso vendió. Se ganaba la vida como dibujante de Diplomas que iluminaba con gran destreza cromática, pero también hacía aguadas, acuarelas, carboncillos y hasta pasteles sobre cartulinas.
Era tan buen pintor como plumillista y pasaba largas horas ejercitándose en desnudos. Tenía el corazón bohemio y hasta sabía torear, peligrosa afición que se practicaba en una placita de toros que se levantaba cada vez y cuando en la llamada plaza de la Concordia donde en 1938 se construyó la Piscina Olímpica. Allí apareció primeramente actuando como rejoneador junto a sus amigos Juan Tanca Marengo y Antonio Moya que era hijo de un ciudadano español. Entre los años 10 al 20 participó en muchas faenas junto a los diestros españoles que visitaban nuestra ciudad, habiendo llegado a vestir el traje de luces y a adquirir fama de valiente por “arrimarse a los toros.” Hizo algunos amigos representantes y toreros y conservó su relación con varios de ellos pues tenía suscripción de revistas taurinas tales como “El Ruedo”.
También gustaba del amor de las mujeres hermosas, era serenatero y en su conversación hacía gala de un lirismo muy a lo fin de siglo, a lo “belle epoque.” En 1899, de dieciocho años de edad, contrajo matrimonio con María Esther Farfán Herrera, quien falleció de pulmonía dejandole cuatro hijas.
En 1910 comenzó a editarse el semanario “El Guante” bajo la dirección de Miguel García Morales. Tan novedoso nombre se debió al hecho de ser cinco – como los dedos de la mano – los jóvenes fundadores. Primero tuvo un pequeño formato y se editaba en los talleres de E. Rodenas, luego se convirtió en bisemanario y finalmente en diario. Constante estaba a cargo de las caricaturas, género novedoso en el periodismo del país pero que ya se había impuesto en el exterior.
En 1911 “El Guante” apoyó la candidatura presidencial de Emilio Estrada sin esbozos ni timideces, con artículos y dibujos políticos de tono airado y desafiante. Pronto se hizo famoso y en la edición del 27 de agosto de ese año, dedicada a conmemorar el primer aniversario de fundación, aparecieron sus caricaturas de Heleodoro Avilés Minuche, César Borja Cordero, Miguel E. Neira, Manuel J. Calle y Adolfo F. Simmonds y tal fue su éxito que de allí en adelante comenzaron a salir en todas las ediciones, por eso se ha calificado a Constante de ser el abanderado de la caricatura política en el Ecuador.
En 1915 fue llamado por Carlos Manuel Noboa Ledesma a trabajar en la revista Patria bajo las órdenes de Secundino Sáenz de Tejada Darquea, dibujando caricaturas. “Patria” había sido fundada en 1905 y era la más importante revista del país.
El 16 grabó la portada del libro “Sintiendo la batalla” de Francisco J. Falques Ampuero. En 1917 “Patria” lo envió como delegado al Congreso Latinoamericano de Periodistas celebrado en New York, ciudad que le encantó tanto por su ambiente cosmopolita como por la apertura que recibió, habiendo decidido permanecer más de un año en ella, ganándose la vida como dibujante de diversas publicaciones. Durante ese tiempo vivió en un hotel de la calle 21, hizo numerosas amistades y tuvo la oportunidad de gozar de las delicias del invierno con nieve en Central Park. Existe una hermosa fotografía en poder de su hija Anita, tomada en dicho parque; se le ve joven, con un grueso abrigo, guantes y sombrero de fieltro, cubierto por el frío.
Volvió a finales de 1918 y empezó a trabajar esculturas y óleos. De esa época fue su primera serie costumbrista sobre el Guayaquil del siglo XIX, acuarelas pequeñas de 30 x 40 centímetros que tuvieron gran aceptación.
Entonces ingresó a la Logia Masónica Cinco de Junio No. 2, estudió libros de teosofía, colaboró en el Boletín Masónico de 1928 y ascendió paulatinamente en su Logia hasta llegar a la categoría de Maestro.
En 1919 fundó la revista “Momo” con su amigo el también caricaturista Cyrano Tama Paz, quien inventó dos personajes. “Momo” dio gran importancia a los dibujos, se vendió bien, pero solo salieron pocos números. En 1921 fue Director copropietario de la primera revista ilustrada a colores que se publicó en Guayaquil con el nombre de “Siluetas”.
En 1922 contrajo matrimonio con Elena Parra Duran, fueron muy felices, tuvieron cinco hijos, formando una familia numerosa con sus otras cuatro hijas. Años después, cuando salían a pasear, se tomaban del brazo y caminaban unidos como si fueran enamorados.
En 1926 la revolución Juliana clausuró “El Guante” y quedó sin su principal fuente de ingresos; su amigo José Vicente Trujillo, Rector del Vicente Rocafuerte, lo llevó a enseñar Dibujo Técnico y Artístico al primer curso de ese plantel. Posteriormente también le dieron la cátedra de Etica e hizo carrera docente por casi cuatro décadas hasta su jubilación sobresaliendo por sus maneras reposadas y sobre todo por su fino trato, lleno de discreta atención a los alumnos.
Habitaba con su familia en una casa alquilada en Colón y Santa Elena. Al crecer la prole se cambió a Eloy Alfaro y Calicuchima y luego a Sucre y Santa Elena. Su modo de vivir eran las caricaturas comerciales, los pergaminos de homenaje y los dibujos que le solicitaban. Siempre fue un hombre pobre pero pudo educar a sus hijos con dignidad y honor.
En 1925 dio inicio a en la revista “Caritas y Carotas” varias secuencias de dibujos en las que con magistrales caricaturas realizaba denuncias políticas con un humnor cómico y satírico.
En 1928 realizó varias sabatinas de Dibujo con sus alumnos vicentinos cuyos trabajos eran premiados con exposiciones, disertaciones y demás actos. El 32 trabajó los bustos del entomólogo Francisco Campos Rivadeneira y del filántropo Calixto Romero.
El 33 entregó a la Municipalidad una cabeza yacente del Libertador, hoy en el Museo de la ciudad. El 34 comenzó a dibujar para la revista política “Caritas y Carotas”. El 35 hizo caricaturas para “La Tribuna” de Clotario Paz y Rubén Palacios y realizó una segunda serie de plumillas sobre Guayaquil antiguo. Sus trabajos reflejaban los diversos aspectos de la urbe a finales del siglo pasado, pero como se los compraban sueltos, se han perdido en su mayor parte.
El 38 caracterizó a los miembros de la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes. El 39 retrató al óleo al doctor Víctor Manuel Rendón Pérez. Esta hermosa obra reposa en mi poder, por donación de mi pariente Manuel Rendón Seminario.
Manifestaba que había experimentado la satisfacción más profunda cuando descubrió que su hijo Theo, de solo seis años de edad, tenía su creatividad, pues había modelado un busto en arcilla de Eloy Alfaro y tras detenido examen de la obra exclamó alborozado ¡Es magnífico, hasta el gesto le has sacado!
Colaboró con su amigo José Mendoza Cucalón, Director Fundador del “Instituto Nacional” en las cátedras de Dibujo y de Caligrafía, desde sus inicios y por cinco años consecutivos, para ayudarlo.
Su ex – discípulo y amigo Fulton Camacho Navarro le había cedido un escritorio en su oficina ubicada en los bajos de la Municipalidad, donde todas las tardes dibujaba y pintaba, pero la mayor parte de sus creaciones solía realizarlos en casa, exigiendo mucho silencio para lograr una mayor concentración. Mantenía largas tertulias con el Dr. Juan Tanca Marengo y Enrique Martínez Serrano, sobre toros y sobre arte, respectivamente.
El 42 trabajó el hermosísimo busto en bronce de Vicente Rocafuerte con motivo de los festejos del centenario de la fundación de ese plantel.
En 1946 y con un préstamo hipotecario de la Caja de Pensiones, adquirió una villa de cemento armado en Alejo Lascano entre Los Ríos y Esmeraldas, Barrio Orellana, donde vivió hasta el fin de sus días.
El 47 fue llamado para sacar la mascarilla mortuoria del doctor Pedro José Huerta que se conserva en el Museo Municipal y el Rectorado del Vicente Rocafuerte le encargó un retrato del doctor Ángel Andrés García para la Biblioteca del plantel.
En los años cincuenta solía reunirse con otros aficionados taurinos en la Hostería Madrid, que primero estuvo situada en la calle Vélez casi al llegar a Boyacá, donde actualizaba la información sobre ese arte. Como yo era vecino del sector y a diario pasaba por allí, tuve la oportunidad de verle en numerosas ocasiones, disertando sobre toros y toreros con varios aficionados nacionales y españoles, que de todo se daba, había en dicho pequeño restaurant.
El 52 le tuve de profesor de dibujo en el primer curso del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte. Ese año realizó el busto en bronce de su apreciado amigo el doctor Carlos A. Rolando para el hall de entrada de la Biblioteca de Autores Nacionales que lleva ese nombre. El 55 ingresó a la Sección Artes Plásticas del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. El 57 pintó al óleo un hermosísimo lienzo de tamaño natural con su auto retrato.
El pintor aparece mirando fijamente al espectador, muy a lo Velásquez en el cuadro de las Meninas, con el pincel en la mano y un gesto hierático mientras su señora reposa cómodamente sentada. Al fondo se destaca la villa de su propiedad, los colores son vivos y armónicos y se ve un linoleum grana sobre el piso que sirve para darle profundidad a la obra que es naturalista. Constante siempre se mostró aparte de las corrientes pictóricas de su tiempo, ni las combatió ni las imitó, simplemente las pasó por alto.
En 1960 accedió a una petición de la superioridad del Vicente Rocafuerte y presentó por primera vez una muestra individual. Para ello no tuvo necesidad de prepararse pues tenía numerosas obras en su casa. La muestra se abrió en Diciembre en los salones de la
Biblioteca Municipal y constituyó una prueba del aprecio que le tenían sus alumnos, que coparon masivamente el local, aunque compraron poco. Los diarios se hicieron eco de la bondad de sus trabajos y recibió numerosas felicitaciones. El Dr. Carlos Puig Vi lazar adquirió todas las acuarelas que formaban la cuarta parte de la muestra, pues también había óleos, sobre plástico y pasteles. Las 1diez acuarelas con escenas de costumbre titulaban: Patio, Tamalera, Feria, Venta de Sandía, Flores, Idilios, Velorios, Vaquerita, Sin Trabajo y Madrina.
En 1963 viajó a Cali invitado a exponer, tuvo gran éxito y vendió todo, a su regreso empezó a sentirse mal de salud y se jubiló en razón de sus años de servicio, entonces se le encontró un tumor en el hígado que le fue consumiendo lentamente. Tomó el sufrimiento con mucho estoicismo, demostró hasta el último momento fortaleza espiritual y claridad mental y tras dos meses de guardar cama falleció el 26 de agosto de 1965, a la edad de 84 años.
Se me ha referido que estando en cama y muy cerca de la muerte, su hermana Brunequilda Constante, que vivía en su casa y era muy religiosa, se tomó la atribución de llevarle un sacerdote para que lo confiese y dé la extremaunción. Al verle en su dormitorio, el enfermo se incorporó rápido y lo sacó con cajas destempladas. El asunto se prestó a múltiples comentarios en el barrio, pues unos vecinos aprobaban su conducta calificada de estrictamente masónica y otros no.
Fue un espíritu de selección, lector infatigable de toda clase de libros que solían prestarle y devolvía con religiosidad. No requería de mucho para disfrutar de la vida.
Leyó hasta los últimos días pues su existencia siempre estuvo llena de intereses profundos y elevados propósitos que le agradaba compartir con los que le rodeaban. Amaba la naturaleza en todas sus formas y rindió culto a la belleza. Su espíritu se mantuvo joven y se manifestaba siempre alegre, gustaba de la buena música y en reuniones familiares y de amigos traslucía su buen humor.
Parco en el hablar y ducho en aconsejar. No quiso felicitar a su amigo Fulton Camacho Navarro cuando le designaron Rector del Vicente Rocafuerte pues consideró que el cargo era peliagudo, como quedó demostrado al poco tiempo cuando le fraguaron una terrible huelga estudiantil.
En otra ocasión lo mandaron a citar para hacer guardia en el Colegio y evitar que los alumnos pudieran tomárselo y contestó que su nombramiento decía profesor y no policía, negándose terminantemente a asistir.
Usualmente acostumbraba vestir ternos de casimir oscuro que en los años cincuenta cambió por otros claros, usaba sombrero de paño y era pulcrísimo en su aseo, estatura baja, rostro rosado, pelo plateado.
En 1952 sus clases eran silenciosas, colocaba sobre el pizarrón unos cartones de gran tamaño con hermosas frutas, flores, hortalizas y otros motivos originales suyos dibujados al pastel, que debíamos copiar como ejercicio al carboncillo en nuestras hojas de papel. El maestro caminaba lentamente y cuando descubría algún error, lo señalaba en voz baja. En otras ocasiones nos felicitaba por los aciertos. No se escuchaba en el aula el vuelo de una mosca. Siempre serio, con fama de correctísimo y hasta de victoriano, ni aceptaba ni otorgaba confianza, pero en los recreos se transformaba en un ser bonachón, bondadoso y hasta paternal que conversaba con nosotros y gustaba obsequiar su experiencia y sabiduría con prudentes consejos.
Testimonio de su vida lo dan sus obras, sus hijos, sus discípulos, a quienes trató siempre como amigos. No se concretó a su asignatura sino que transmitió sus conocimientos producto de lecturas y experiencias, procurando también enseñar a vivir.
En el libro “El Fruto de los Dioses” de Guillermo Arosemena Arosemena, publicado en 1991 en Guayaquil, aparecen reproducidas un par de sus plumillas. Una de la calle Chimborazo y Clemente Ballen y otra de la calle 9 de Octubre hacia el parque del Centenario, fechadas en 1935.