CONCHA TORRES CLEMENTE

GUERRILLERO.- Nació en la Hacienda San José, propiedad de su madre, provincia de Esmeraldas, el 22 de Agosto de 1862. Hijo legitimado de Uladislao Concha Piedrahita, Cónsul General de Nueva Granada en Esmeraldas y de Delfina Torres de la Carrera, naturales de Buga y de Esmeraldas, respectivamente.

Estudió las primeras letras con su madre y abuela materna Lucía de la Carrera Portocarrero (Castro) y ayudó a su padre en el manejo de las haciendas y de un almacén que tenían a la altura del Malecón.

En 1874 fue enviado interno a Londres con sus hermanos menores Jorge y Carlos. “En 1877 sintió que alguien le tocaba la puerta del cuarto de baño y decía su nombre. Reconoció la voz de su padre, se vistió, fue al rectorado a inquirir por su progenitor, pero no había sido él. Sin embargo el rector tuvo la precaución de anotar el día y hora del suceso y luego se enteraron por el correo que era el mismo día en que había fallecido en Guayaquil”.

En 1881, tras obtener su bachillerato en Filosofía, pasó a vacacionar en Francia con sus dos hermanos menores y vivieron varios meses en París, recorrieron la ciudad, sus principales sitios y monumentos públicos, tomaron cursos de francés.

A principios del 82 estaban nuevamente en el país. Veintemilla acababa de ser proclamado dictador en Quito. Los tres hermanos volvieron de Europa, Clemente dejó a sus dos hermanos menores estudiando en el San Vicente del Guayas y viviendo en casa de su hermana Victoria Concha de Valdés y siguió a Esmeraldas a hacerse cargo de la administración de las haciendas que habían quedado en manos de mayordomos.

El país se encontraba convulso, en Junio partió Alfaro desde Panamá, costeando sin brújula las costas desembarcó en el norte y tras una lenta y difícil marcha por la playa arribó a Tábule con la Columna Libertad, decidido a atacar la población de Esmeraldas que se hallaba fuertemente resguardada. Entonces, comprendiendo que requería ayuda, retrocedió a San Mateo y de allí a Puebloviejo, a marcha forzada, donde formó la columna Colombiana con numerosos paisas que recogían cascarilla. Con ellos regresó en Agosto por Tontavaca, el día 6 atacó Esmeraldas y fue recibido a cañonazos.

“Las metrallas atruenan la selva y destrozan las arboledas, pero nuestros soldados entran y entran sin ningún esfuerzo de los jefes y tendiéndose bocabajo disparan. No obstante esa valentía, la derrota no tarda en producirse a las dos horas de iniciarse el combate. Alfaro la atribuyó a la heroica precipitación de un Sargento Merchán, que en vez de atacar por la izquierda, enardecido de patriotismo al ruido de las balas, se lanzó a un temerario ataque de frente. En el campo quedaron cuarenta cadáveres de los revolucionarios, la mayor parte colombianos, que soportaron el fuego de frente. Alfaro y algunos de los suyos subieron por el río Esmeraldas y pasaron finalmente a Colombia”.

Clemente Concha se había sumado desde el primer momento a las fuerzas alfaristas y en dicha acción fue herido. Su hermana, mi tía abuela Delfina Concha de Cucalón, me ha referido el suceso: “Se combatió con violencia y crueldad y hubo bajas en ambos bandos. Las fuerzas del gobierno estaban atrincheradas y eran muy difíciles de derrotar. A las diez de la mañana, luego de dos horas de lucha, se decidió la acción contra los revolucionarios, que retrocedieron para escapar. En la primera carga de la brigada Colombia, cuyo segundo Jefe era Clemente Concha Torres, las esquirlas de una metralla lesionaron sus piernas, tumbándolo al suelo dentro de las trincheras enemigas, donde lo recogió un peón de raza negra, llamado Pío Quinto Garcés que armado de un machete hizo dos violentas entradas y logró ahuyentar a los soldados gobiernistas” blandiendo su arma.

Concha fue conducido a un paraje de la hacienda La Propicia, porque Esmeraldas seguía ocupada por el gobierno y no pudo atenderlo ningún facultativo a pesar de los intensos dolores que sufría. Allí le hizo compañía su novia, cuyo nombre no ha pasado a la historia, pero que debió ser una Joven muy guapa por la descripción del Dr. César Borja Lavayen, quien fue llevado el siete, a examinarle, encontrando al herido en un bohío de guadua tosca, alumbrado por un haz de caucho.

Como las heridas eran profundas y empezaran a infectarse, al siguiente día fue trasladado en un esquife a la casa de su hermana Sara Concha de Gaztelú, situada en el malecón de Esmeraldas, donde el mismo Dr. Borja opinó que debía amputarle ambas piernas, pero que como no tenía anestesia, había que esperar. Clemente le respondió que era necesario que lo hiciera enseguida para que su madre doña Delfina, que estaba en camino, no lo viera en tan tristes circunstancias. El médico comenzó a operar con serrucho. Clemente solo tenía un cigarrillo en la boca y no dijo nada durante la operación, que duró quince minutos. Entonces el médico se lo quedó viendo y le dijo: “Concha, diga algo”. Su hermana Sara le pasó una copa de licor y Clemente dijo: “A la salud de Alfaro” y la bebió. Después quedó inconsciente y murió a consecuencia de la hemorragia, casi enseguida. Era el 8 de Agosto, iba a cumplir veinte años de edad, soltero, alegre, jovial, hablaba inglés y francés, alto, delgado, blanco canela, pelo crespo y rubio oscuro, ojos melados tirando a amarillos. Su muerte desencadenó una serie de tragedias familiares pues hizo que su medio hermano Luis Vargas Torres entrara a la lucha y luego Jorge, José María, Carlos y Pedro, etc., muriendo Luis Vargas Torres, Jorge y José María Concha Torres por esta causa.

El trágico fallecimiento de Clemente fue muy comentado en toda Esmeraldas y la gente se horrorizó con los detalles. Borja Lavayen en 1901 publicó “Paisajes y Recuerdos” y allí contó lo sucedido: “II.- Ya puesto en ira, ladró el melano / de ojos ardientes al pié de un lecho / donde una bella joven tenía / la faz de un mozo sobre su pecho. // Dulce trigueña de garzos ojos / de esas que en Tiaone la vega cría. / que andan con gracia, meciendo el talle, / y hablan con dejo de melodía. // “Velaba el sueño del mozo herido, / sueltas las ondas de su cabello, / cual Venus triste que en la espesura / gimió abrazada de Adonis bello. // “Separó al joven de su regazo;/dándome a su lado rústico asiento, / y, puesta en llanto, bajó los ojos, / triste el semblante y el pensamiento, // “Con honda pena miré al mancebo; / con honda pena pensé en su suerte / ¡Viril renuevo de sangre hermana / con germen de odios hasta la muerte! / “De sus dolores en el letargo, / gimiendo a veces como convulsa / dormido estaba, marchito el rostro, / la piel ardiente, febril el pulso, // “Con voces queda probé a sacarlo / de entre las sombras de su beleño. / y lento y débil abrió los ojos / donde piadoso flotaba el sueño. // ¡Con cuanta pena le vi dormido! / de pocos años, al dolor rendido / no por el hierro de traidora flecha, / sino por Marte, en el combate, herido. // “Se irguió a mirarme, iluminado el rostro, / vivo aunque mustio, por la roja tea / y me tendió su diestra valerosa, / herida en el ardor de la pelea. // “La fiebre le animó, con fácil verbo / y en voz nerviosa, me contó su historia, / su credo libre, su pasión de guerra, / y la batalla en que cayó con gloria, // “Pintó el horror de la sangrienta ruta, / cuando él ya en tierra y destrozado y yerto, / quedó en el campo en abandono impío, / por las malezas del jaral cubierto. // “Mas -me dijo y señaló a la joven- / poniendo en ella una mirada intensa / “Voló el amor y me arrancó a la muerte, / y aquí me trajo su ternura inmensa”, // “Y ya me veis, cómo el feliz Adonis / de amor cuidado para dulces vidas”, / Y, así diciendo, me mostró sus carnes / por la metralla del combate

heridas…. !! “ ¡Cuánto sarcasmo en

dolor había! / ¡Cuánto amargo dolor en su estoicismo; / y, en sus labios sardónicos, que amarga, / la expresión del cruel escepticismo, // “Volvió a mirar a la afligida joven, / y me habló de una nueva enamorada, / la muerte – esa segura prometida – / que nos besa en la sombra de la nada….