JEFE SUPREMO DE ESMERALDAS.-
Nació en la hacienda San José propiedad de su madre, situada a las orillas del río Teaone, a solo dos horas de la población de Esmeraldas y muy cercana de la antigua capital de San Mateo, el 11 de Agosto de 1864. Hijo legitimado de Uladislao Concha Piedrahita, Vice Cónsul de la Nueva Granada cuya biografía puede verse en este Diccionario y de Delfina Torres de la Carrera, viuda del comerciante colombiano Luís Vargas natural de Tulúa. Abuelos: Ignacio Prieto de la Concha Grafe, de Popayán, y Teresa Piedrahita Racines, de Buga. – Xavier Torres Betancourt, de Quito, y Lucía de la Carrera y Portocarrero, olim Castro, de Atacames.
Estudió la primaria con profesores particulares en Esmeraldas. Dotado de una personalidad vibrante y carismática se destacó desde los primeros años entre sus compañeros de estudios por su calidad de líder, aventajando a todos en correrías, aventuras y bromas, algunas de ellas en extremo pesadas. “Tenía la particularidad de imponerse sobre los que le rodeaban y llegó a ser el jefe de la juventud de su tiempo”.
En 1877 falleció su padre en Guayaquil a causa de una afección hepática de origen amebiano ordenando en el testamento que sus hijos pasaran a estudiar a Europa. La familia se trasladó a Guayaquil y adquirieron una casa en el barrio del Conchero. De catorce años de edad fue enviado con su hermano mayor Jorge y su sobrino Enrique Valdés Concha. En París aprendió francés y al bachillerarse, tras una temporada en Berlín que le fue muy útil para mejorar el alemán, como no tenía una idea clara sobre su futuro volvió a Guayaquil trayendo una bien surtida biblioteca. Era un discutidor excelente, lógico y muy duro.
De conformidad con su madre viajó a hasta graduarse de Odontólogo a los veinte y cuatro años. Era un espíritu tan vivaz que no encontraba felicidad más que en la libertad, las aventuras y el cambio que producen los continuos viajes, a la par que lector voraz de todo cuanto caía en sus manos y por eso llegó a ser considerado un hombre docto.
Cuando regresó a Guayaquil hablando idiomas, a mediados del 87 puso consultorio, ejerció la profesión por escasos meses y sin gran interés en la calle del Teatro No. 146, pero sus continuos viajes a Esmeraldas le restaron éxito y clientela y terminó por vender el instrumental traído de Europa al recién llegado médico colombiano Germán Lince Lalinde.
En 1882, luchando contra la dictadura del General Ignacio de Veintemilla, había resultado mortalmente herido su hermano mayor Clemente Concha Torres, que falleció días más tarde en un rancho situado a orillas del rio Teaone. En 1887 había sido fusilado en Cuenca su hermano materno el Coronel Luís Vargas Torres prisionero tras la fracasada invasión a Loja. Este asesinato político se debió a la acción intransigente del gobierno del presidente Plácido Caamañoy desde entonces la familia Concha Torres dejó de ser católica practicante, finalmente se volvieron teistas que prescindían de los ritos y los mitos y solo creían en un Dios lejano y frio para los seres humanos.
Entre el 84 y el 87 su madre y hermanos fueron víctimas de persecuciones políticas y la casa del barrio del Conchero varias veces allanada por la policía. Por entonces formó familia con Ramona Zambrano natural de Chone.
Entre marzo y diciembre del 89 desempeñó la gobernación de Esmeraldas. A finales de año viajó a Lima para las curaciones de su hermano Jorge quién falleció el 6 de Enero de 1890 a causa de una infección generalizada en la laringe. De regreso Guayaquil solo estuvo el tiempo imprescindible, volvió a Esmeraldas con Emilio Espinosa fueron los corresponsales de mayor confianza de Eloy Alfaro en esa provincia. En Agosto de 1891 editó con José Antonio Campaín el tabloide “El Porvenir,” que dirigía su hermano Julio César Concha Campusano, luchando por el triunfo de las ideas liberales contra las autoridades progresistas en Esmeraldas. Concha escribía sobre asuntos políticos y la publicación duró dos años.
En esta etapa de su vida se dedicó a la atención de las haciendas de la familia que eran en su mayoría lecheras y ganaderas, con sembríos de cacao y frutales, comenzando una vida de trabajos, bromas y tempestuosos romances que fueron la comidilla de la población.
Tenía veinte y cinco años de edad, era un mozo rico y de buen ver, de piel blanquísima, ojos de fuego, contextura musculada, personalidad desbordada y tan irresponsable y bromista que por donde pasaba hacía fiesta y jolgorio con su sentido del humor, por ello las matronas viejas lo adoraban y las jóvenes lo perseguían. I como no tenía un padre que lo contenga, abusaba del cariño consentidor de su progenitora haciendo lo que realmente le venía en gana, sin disciplina ni concierto y siempre sería así, pues ni con los años cambiaría su irresponsable conducta.
Aún se recuerda las siguientes bromas: Una mañana anunció a sus hermanas menores que debían acicalarse para recibir en el portal de la casa de hacienda nada menos que al Gobernador de los indios Cayapas quien había anunciado visita. Les explicó que debían hacerle una reverencia y enseñarle la dentadura, que así era el saludo entre los indios en la selva profunda. Las chicas se emperifollaron para tan elegante recepción y tal como lo anunciara, se presentó acompañado del señor Gobernador que estaba descalzo y era un anciano desdentado, quien muy ceremoniosamente saludó en su idioma Chachi. Las chicas, para no quedarse atrás le hicieron la reverencia y quedó roto el protocolo. Lo que no sabían es que el bromista de su hermano le había prometido al Gobernador entregarle en matrimonio a la chica que más le agradara, de manera que el visitante sintiéndose con toda confianza se acercó y les fue abriendo las bocas para examinarles detenidamente las dentaduras. Finalmente indicó a una de ellas (nunca se me quise decir con cual, si María, Esther, Teresa o Delfina) y la tomó del brazo para llevarla a su tribu. La elegida al principio no sabía de qué se trataba, pero viendo que el asunto se volvía serio, comenzó a tratar de zafarse. Intervino Carlos y explicó al Gobernador que la elegida estaba muy agradecida de la deferencia pero aún era pequeña para comprender el honor recibido y le propuso a cambio entregarle un traje nuevo y hasta lo bajó de la casa y se lo puso, de suerte que el Gobernador se fue muy satisfecho, vestido de casimir, sombrero de copa, bastón pero sin zapatos, mientras las chicas lo observaban desde el primer piso, donde habían tomado distancia.
Marcel Pérez Estupiñan en el primer volumen de su Historia General de Esmeraldas le ha descrito: Hombre de amplísima cultura adquirida en sus días de estudiante en Francia y mejorada cuando se graduó de odontólogo en los Estados Unidos. Leía permanentemente a los clásicos y a los más famosos literatos y filósofos. Era capaz de concitar la atención de un auditorio por horas gracias a su verbo fluido y elegante, el magnetismo que irradiaba mantenía en un estado de semi hipnosis a los escuchas. Su generosidad le permitía favorecer a los necesitados y se esforzaba por brindar a los negros seguridad en su futuro. Los trataba de igual sin distingos: comía con ellos, se acostaba con ellos, concurría a sus fiestas y se complacía en poderles regalar adornos, pañolones y prendas de vestir. Competía con los peones en la doma de potros salvajes, en las prácticas de tiro y a veces en fingidos combates a machete.
Les gastaba toda clase bromas y en una ocasión quiso aparecer como fantasma en “La Propicia.” Inicialmente causó pánico pero una noche un moreno salió en su persecución y estuvo a punto de matarlo El fantasma no volvió a aparecer. Para los negros, que seguían siendo conciertos en las propiedades familiares Carlos Concha era un ser superior, casi una divinidad. I a la misma conclusión habían llegado sus parientes Gaztelú y sus amigos Martínez, Otoya, Cortés, Lemos, Villacrés, Franco y Villacís. Pero así como un numerosos grupo lo veneraba, comenzaron a aparecer sus detractores, los que criticaban su descuido en exigir al gobierno atención a los problemas de la comunidad, la educación y la salud. A ellos se sumaron los que habían sido víctimas de graves ofensas. No se puede desconocer que por su influencia la Municipalidad presidida por Carlos Díaz dictó las Ordenanzas por medio de las cuales se crearon dos escuelas, una de varones y en 1898 la primera de niñas, que funcionó en una bodega situada en la parte posterior del Palacio Municipal.
Cuando Luís Tello Ripalda asumió la gobernación, su hermano paterno llamado Gregorio que era retrasado mental, había tomado la costumbre de irse a parar por las tardes frente al balcón al que se asomaba la delicada y simpática María Viten Weir, a la cual su madre, la orgullosa Isolina de Arroyo, no le permitía alternar en las reuniones sociales porque según opinaba, no existía alguien con los méritos suficientes para cortejarla. La intransigencia materna la condenó a la soltería eterna. Concha se enteró de las ilusiones de Tello y aprovechando una ausencia de su hermano le hizo llegar una falsa misiva en la cual la joven le correspondía. De inmediato se ofreció para ayudarle en la primera entrevista. Vistieron elegantemente al pretendiente, le colocaron un sombrero tipo hongo y un bastón. Lo montaron sobre una carreta tirada por dos caballos debidamente adornada y guiada por un chiquillo vestido con traje de payaso. Atrás venían bailarines negros semidesnudos y un grupo disfrazado de soldados conservadores. El original cortejo motivó la chacota general. Las gentes se sumaron y todos se dirigieron hacia la casa de los Arroyo Weir, en donde los esperaba la fuerza pública que había sido alertada y que sin dificultad dispersó al grupo, el cual siguió riéndose de la cruel burla. Cuando el gobernador se enteró de la broma mandó a citar a su enemigo y como éste no se dio por informado, lo desafió a batirse en duelo a muerte con el arma que tuviera a bien escoger. Concha le contestó que esos retos eran prohibidos en el país y que si quería enfrentarse con él tendría que hacerlo en las riberas del río Mataje en los límites con Colombia a dos días de camino terrestre y uno en canoa. Tello aceptó, se fijó el lugar, el día y la hora. Acompañado por sus padrinos Donato Yannuzelli, Rafael Palacios y Alejandro Montaño (Concha había designado a dos facinerosos colombianos) emprendió Tello el largo viaje a la frontera provistos de alimentos, botellas de agua hervida, y llevando los consabidos trajes oscuros y formales en sus maletas, cual lo dispone el famoso Código de don Julio Ceballos y Escalera, Marqués de Cabriñana. Allí esperaron inútilmente pasando calores infernales, hambre y sed, pero el contrincante jamás se movió de la ciudad. Al retornar el Gobernador y sus amigos, todos maltrechos, tras una semana de constantes molestias y fatigas. Concha siguió burlándose con una carta en la que le preguntaba cómo le había ido. Posteriormente se dirigió a Guayaquil donde permaneció por largos meses hasta que se le fue pasando lentamente el coraje a su contrincante. bromista contumaz, jamás dejó de hacer chanzas sin importarle la dignidad de las víctimas.
En 1892 apoyó con sus hermanos – bravamente – para sacar Senador por Esmeraldas al Dr. Adolfo Páez y finalmente lo consiguieron. La campaña fue sucia pues las autoridades gobiernistas tenían sus propios candidatos. Cierta noche tuvo que refugiarse en uno de los nichos del cementerio pues le perseguían para matarlo.
A principios de 1895 el país se levantó contra el régimen del Presidente Luís Cordero que ante el escandaloso caso de la “venta de la bandera” terminó por renunciar y fue remplazado en Quito por Vicente Lucio Salazar y luego por Carlos Matheus y Pacheco.
El día 19 de Abril Concha fue nombrado Jefe Civil y Militar de Esmeraldas. A las tres de la madrugad del 23, en compañía de compañeros que se habían escondido en la tienda del comerciante Mariano Guerrero, asaltaron el cuartel, pero los gobiernistas contra atacaron al mando del Coronel Ricardo Cornejo Naranjo y se sucedieron cruentos combates los días 3, 16, 21 y 23 de Mayo sin embargo, falto de apoyo popular se retiraron Cornejo, las autoridades del gobierno y el batallón Cuarto de Línea pues las poblaciones de la costa se habían alzado en armas protestando por el negociado de la venta de la bandera..
Estas acciones le dieron a concha la posibilidad de continuar con la mística de la revolución a través de la lucha de guerrillas; pues, libre la población y la provincia de Esmeraldas, de manera que inició operaciones con los Comandantes Medardo Alfaro y José Pazmiño hacia el norte de Manabí, en persecución de Cornejo. El 21 de Junio desembarcó en Bahía de Caráquez y el día 22 derrotó en el combate de Chamizas a los trescientos hombres del Coronel José Álvarez que huían a la sierra llevando consigo al odiado Obispo de Portoviejo Pedro Schumacher. Y siempre hostilizando de cerca al batallón “Cuarto de Línea,” lo obligó a internarse por las selvas de Santo Domingo de los Colorados y luego de superar enormes vicisitudes pudieron arribar los gobiernistas a Quito, donde sus miembros fueron recibidos por el Arzobispo Rafael González Calisto entre arcos triunfales, pues se les creía héroes cuando en realidad eran los penúltimos defensores de la teocracia vencida en el Ecuador, los últimos serían los derrotados del General Sarasti en Gatazo.
Ya a figuraba con el grado de Coronel otorgado por sus guerrilleros en combate y ocupó gran parte de la provincia de Manabí con el batallón Esmeraldas que había formado. El cinco de Junio Guayaquil acababa de proclamar la revolución liberal. Como a su arribo al puerto principal encontró que los dos ejércitos guayaquileños habían salido con dirección a la sierra, subió por Guaranda y el 24 de Agosto lanzó una Proclama anunciando a su gente que tras la célebre batalla de Gatazo los efectivos esmeraldeños habían sido llamados al Cuartel General de los liberales en Ambato donde les esperaba Alfaro. En septiembre todos arribaron a la capital y ayudó a organizar la administración pública. Enseguida pasó a Latacunga a hacer vida de cuartel de donde le sacó Alfaro en Enero del 96 para designarle Gobernador de Esmeraldas.
Ese año fue Jefe de una de las brigadas que intervinieron en la Campaña del Centro. Su hermano José María, famoso por ser el más “volado” de la familia y su escuadrón de macheteros de raza negra ayudaron a tomar por las armas la ciudad de Cuenca entre el 23 y el 24 de Agosto y pasearon en triunfo la bandera que éste les había creado. Negra entera y en el flanco superior izquierdo pintadas en blanco una calavera y dos tibias cruzadas. La bordura roja en flequillos. Esta bandera se hizo célebre y su sola presencia causaba pavor en los hombres y amor en las mujeres serranas, que jamás habían visto un batallón de soldados negros.
Con su hermano Pedro dieron una soberana paliza al Mayor Mariano (Abad) Estrella, que ocho años antes había intervenido en calidad de Comisario de Policía en el fusilamiento de su hermano Luís Vargas Torres, negando al cadáver el ataúd que el poeta Miguel Moreno generosamente había conseguido. (Abad) Estrella era tan fanático, que creí que Vargas Torres era un criminal (por el simple hecho de no haberse confesado) por lo que debía ser lanzado a la fosa común que existía en la quebrada de Supay Huayco, Quebrada del Diablo, para que su cuerpo se confundiera con los réprobos y suicidas.
Entre el 5 y el 6 de Octubre – durante el llamado Incendio Grande de Guayaquil – la casa materna ubicada al sur, en el antiguo barrio del Conchero, se salvó del fuego. El día 9 asistió como Diputado por el Azuay a la Asamblea Nacional Constituyente reunida en el edificio de la Gobernación. El 6 de Marzo del 97 mocionó con otros diputados el reconocimiento oficial de los patriotas cubanos en su lucha contra España, contribuyó a redactar la Constitución que estableció el laicismo como política oficial de Estado, separándole de la influencia de la Iglesia Católica, y formó parte de las Comisiones de Guerra, Agricultura y Obras Públicas.
El 8 de Junio le fue reconocido por la Convención Nacional el grado de Coronel graduado, el 20 de Agosto nuevamente fue designado para ocupar la gobernación de Esmeraldas, permaneciendo en dichas funciones hasta 1901, preocupado del adelanto y la educación del pueblo. Durante su mandato seccional se fundaron dos escuelas, una para varones y otra para niñas, así como una Escuela de Artes y Oficios, inauguró el correo en Santo Domingo para una rápida comunicación con la capital, mejoró la Biblioteca Municipal. En lo personal ayudó a los sacerdotes Salesianos desterrados entregándoles ropas y alimentos y le hizo más llevadero el confinio político en Esmeraldas al Dr. Ángel Polibio Chávez.
Tras su renuncia en la gobernación viajó por cortos meses a Chile en plan de negocios. En ausencia el presidente Alfaro obtuvo del Congreso su ascenso al grado de Coronel Efectivo.
Nuevamente en Esmeraldas, continuó con sus bromas, ésta vez, magnéticas, pues habiendo anunciado al público un acto muy peligroso, logró reunir un gentío en una calle céntrica y a un débil mental de apellido Viña le hipnotizó para que se arroje de un balcón asegurándole que no le pasaría nada y cuando tras el peligroso salto Viña salió caminando, el público aplaudió emocionado pues todos le daban por muerto.
Para las elecciones presidenciales de 1901 se separó de la línea oficialista lo que le costó un distanciamiento con el Presidente Alfaro y apoyó la candidatura presidencial del liberal radical Manuel Antonio Franco que ganó en Esmeraldas aunque perdió en el resto del país frente a Leonidas Plaza, quien tenía el apoyo oficial del presidente Alfaro.
Retirado de la política un tiempo volvió en 1904 a representar a Esmeraldas como Diputado al Congreso Nacional en oposición al régimen del Presidente Plaza pero estuvo a favor en las deliberaciones para dictar la Ley de Cultos y la prohibición de la migración de órdenes religiosas al Ecuador. En las elecciones presidenciales de 1905 nuevamente apoyó al General Franco que volvió a perder, pero esta vez con fraude, frente al banquero Lizardo García, candidato oficial del presidente Plaza.
Conla revolución alfarista de Riobamba del 1 de Enero de 1906 empezó a conspirar y asumió el día 19 la Jefatura Civil y Militar de Esmeraldas, deponiendo al Gobernador Leonidas Drouet Ávila que fue reemplazado por Carlos Otoya. Al día siguiente viajó a Manabí, derrotó a la oficialidad militar y se hizo cargo de esa provincia donde ejercía la Gobernación el General Juan Francisco Navarro, quien entregó el mando.
Al conocer de estos hechos, Alfaro lo llamó a Quito para darle un abrazo de reconciliación. “Su ascenso por segunda ocasión ya no fue sino una acción política, un paso de avance, un intento de retomar el camino de la historia pero ya nadie se hizo ilusiones como en 1895,” sin embargo, los radicalistas ecuatorianos hablaban de llevar adelante el ideal revolucionario como en los tiempos de antes para lo cual era necesario unir a las dos regiones más importantes del país a través de la terminación del ferrocarril trasandino. Carlos Concha era un idealista.
Entonces ocurrió un nuevo escándalo en su vida de por si llena de sobresaltos e irregularidades pues de más de cuarenta años y estando de novio con su parienta Jesús Palacios Portocarrero y hasta dada palabra de matrimonio, se le ocurrió sacar de su casa a su hermana Adelaida Palacios Portocarrero quien estaba casada y con familia con uno de los mayores comerciantes exportadores de tagua el francés Dumarest y la condujo a una de sus haciendas. Como el asunto tenía múltiples connotaciones prefirió salir hacia Europa con un cargo que solicitó y el 3 de Mayo fue designado Cónsul General del Ecuador en París con jurisdicción extendida a Bélgica estableció sus oficinas en el No. 91 de la elegante Avenida Wagram; volvía tras casi un cuarto de siglo de ausencia, esmerándose en rodear de atenciones a todo compatriota y especialmente a los que iban en calidad de desterrados, aunque su carácter siempre jovial se había vuelto algo reservado y por ello sus enemigos sacaron la conseja que estaba morfinómano, lo cual no era verdad.
Hombre eminentemente social, tuvo la oportunidad de disfrutar la maravilla del mundo europeo. Sus noches eran llenas de espectáculos. Novelistas, poetas, músicos, pintores y escultores, magos, adivinos, hipnotizadores ayudaban a conformar el ambiente mundano. Como jamás bebía licor solía gastar su tiempo alternando en reuniones culturales, conoció a un gran número de intelectuales, políticos y diplomáticos latinoamericanos, cultivó la amistad de un selecto grupo de notabilísimos personajes rusos con quienes celebraba reuniones prácticas de magnetismo, ocultismo e de hipnotismo, ellos le obtuvieron la Gran Cruz de la Orden de San Estanislao en 1908.
Ayudaba generosamente a todos sus compatriotas de paso por Francia, fue entones donde conoció al Dr. Luís Felipe Borja (hijo) desterrado tras los graves acontecimientos ocurridos el 25 de Abril de 1907 en Quito a causa de la protesta de los estudiantes universitarios, a quien se esmeró en rodear de atenciones, igualmente al Comandante Juan Manuel Lasso Ascázubi, cuñado del General Plaza, al joven intelectual Gonzalo Zaldumbide, etc. de manera que su remuneración era insuficiente para sostener tan nutrido tren de gastos, que suplía con dinero de su fortuna personal pero terminó endeudándose con un grupo económico, del que recibió noventa y cinco mil francos como anticipo por futuras exportaciones de tabaco.
En París vivió con Adelaida en quien tuvo a Carlos Concha Palacio que falleció niño. Adelaida estaba casada en Esmeraldas y tenía hijos de su esposo, le criaba a otra hija llamada Elba Concha, muerta en 1922 de tuberculosis en el palacio presidencial pues vivía con la familia de sus tíos el Dr. José Luís Tamayo, Presidente Constitucional de la República, esposo de Esther Concha Torres. Se decía la conseja en familia que el espíritu de esta joven se le presentó a una de las hijas de Adelaida, con quien era muy unida, para anunciarle su muerte.
A principios de 1910 regresó al Ecuador. Se encontraba en la plenitud de su vida, con hijos habidos en varias señoras, a los que mantenía con el fruto de su esfuerzo agrícola en las haciendas familiares ubicadas a lo largo de los ríos Teaone, Esmeraldas y Viche con fértiles vegas y hermosos valles que producían tagua, café, cacao, árboles frutales y pasto para el ganado. San José tenía cañaverales y un trapiche que había pertenecido a su abuelo Javier Torres. Las otras haciendas llamaban Propicia, Victoria, Mútile, Timbre, Tatica, Tabule, Guabal, Tachina, Clemencia, Pambilar, etc. que unidas a las de sus sobrinos los Gaztelú Concha, formaban un imperio cuyos límites a través de ciento cincuenta kilómetros a lo largo del río Esmeraldas se perdían en la espesura de las montañas vírgenes de las selvas esmeraldeñas llegando casi hasta las estribaciones de la cordillera; pero como sus numerosos hermanos eran condueños, prefirió independizarse e instaló su gabinete dental en Esmeraldas y “fue un profesional de moda durante pocos meses” pues eso de la dentistería definitivamente no iba con él.
Ese año 10, con su hermano Pedro y dos unidades de voluntarios negros partió a la frontera durante la movilización armada contra el Perú, patrullaron las zonas de El Oro desde Machala hasta el Pasaje. También se opuso a cualquier alquiler o venta de las Islas Galápagos planteado por el gobierno de los Estados Unidos al Congreso ecuatoriano.
Para las elecciones de 1911 estuvo en el ala radical del liberalismo ecuatoriano apoyó a Flavio Alfaro que triunfó ampliamente en Esmeraldas por 841 votos contra 2 del oficialista Emilio Estrada y 4 de Alfredo Baquerizo Moreno pero perdió en el resto del país. Esta posición independiente de Concha disgustaba sobremanera al Viejo Luchador.
Concha gozaba de fama de hombre docto y honesto, jovial, sencillo y dicharachero, pero no respetaba a nadie pues solía raptar a las mujeres y embromar a los hombres y cuando hacía sus famosas “pasadas”, muchas de ellas de tan subido gusto que le acarreaban enemistades, se volvía peligroso. Su anecdotario podría cubrir las páginas de un libro por ser incansable para tomar el pelo al prójimo, de allí su enorme ascendiente en la población esmeraldeña y entre los peones de sus haciendas que le querían como a un ídolo, pues les ofrecía pan y circo casi a diario.
En lo físico era más bien delgado y musculado, y muy nervioso. Numerosas venas azules le cruzaban el rostro caracterizado por un fino bigote. Fumaba mucho pero nunca bebía y tenía unos ojos negros que lanzaban chispas. De joven había sido apuesto y ya en edad madura, aunque seguía conservando rasgos de su carácter alegre, numerosas decepciones amorosas – porque siempre fue un romántico inveterado – habían tornado dura su faz y poco comunicativo su forma de ser. I tras la revolución se adentró a vivir en su hacienda San José de la que no salió más.
Al morir el Presidente Emilio Estrada en Diciembre de 1911 se proclamó en Guayaquil la Jefatura Suprema del General Pedro J. Montero y en Quito la candidatura de Leonidas Plaza, que al principio contaba con el apoyo del Encargado del Poder Ejecutivo, Carlos Freile Zaldumbide. De Guayaquil llamaron a los Generales Flavio y Eloy Alfaro que se encontraba en Panamá. Concha decidió tomar partido. El 21 de Diciembre de 1911 hizo pronunciar a Esmeraldas en favor de Eloy Alfaro y se trasladó con refuerzos a Guayaquil, mientras Flavio Alfaro organizaba las tropas.
El 8 de Enero de 1912 Flavio le situó de Jefe de la Segunda División formada por cuatro batallones (Vencedores, Alajuela, Flavio Alfaro y Montero) y cuatro escuadrones de caballería (Daule, Balzar, Taura y Yaguachi) que el día 12 combatieron casi siete horas en Huigra, peleando con la acostumbrada bravura. Finalmente, tras apoderarse de varios prisioneros y de una pieza de artillería, tuvieron que retirarse a Yaguachi agotadas las municiones.
El día 13 Concha y los suyos se batieron nuevamente en Naranjito y como el gobierno del interior se valió de la pugna existentes entre Milagro y Yaguachi, su sobrino el Coronel Enrique Valdez Concha se sumó a las tropas serranas bajo la promesa de la cantonización de Milagro, lo que efectivamente sucedió en 1913.
En tales circunstancias se produjo la batalla de Yaguachi. Concha se parapetó varias horas en la torre de esa iglesia disparando sin cesar. La acción fue una de las más sangrienta que registra la historia de la República y en el campo quedaron tendidos entre muertos y heridos mil quinientos soldados, es decir, la tercera parte de los combatientes. Flavio Alfaro resultó herido en una pierna y Concha lo retiró del sitio y en una canoa lo trajo a Guayaquil navegando por el río Yaguachi, pero ante la superioridad del ejército Constitucional que les duplicaba en número, dirigido por los Generales Leonidas Plaza y Julio Andrade que no combatieron, pues hizo de jefe el General Moisés Oliva, las fuerzas revolucionarias se concentraron en Guayaquil, en tanto que las del interior situaban en la vecina población de Durán, rio Guayas de por medio, y sus jefes militares pedían mediante una Hoja Volante que circuló masivamente el fusilamiento por la espalda y como traidores de setenta y seis oficiales del bando flavista, entre ellos los hermanos Carlos y Julio César Concha. El primero había sido electo diputado pero no le hicieron valer el fuero.
Plaza no contaba con lanchas para cruzar el río, de manera que optó por la vía de la conciliación para superar el problema y el 22 de Enero de 1912 con la intervención de los Cónsules Herman Dietrich y Alfred Cartwright de Gran Bretaña y los Estados Unidos respectivamente, consiguió en Durán la firma de un Tratado de Pacificación y solo así pudo llegar a Guayaquil pero lejos de respetar el Tratado siguiendo ese forma de conducta había caracterizado, dispuso la prisión de los jefes del bando vencido.
El día 25 Concha fue llevado al local del Colegio Vicente Rocafuerte aunque sin embargo salió poco más tarde por gestiones de su cuñado José Luís Tamayo y de su amigo personal el Dr. Julián Coronel y salvó la vida. Enseguida huyó a la isla San Ignacio propiedad de su cuñado Emilio Cucalón Pareja, situada a la salida del golfo de Guayaquil, permaneciendo escondido durante varias semanas, salvándose del arrastre del Ejido, pero hasta allí le fueron a buscar sus enemigos políticos, acusándole de tener conexiones con un lote de fusiles encontrado al interior de una casa en la calle Febres Cordero de Guayaquil y de haber hecho adaptar una balandra para transportar esas armas a Esmeraldas y volvió a prisión, en ésta ocasión en el Panóptico de Quito, donde permaneció cosa de un mes hasta el 10 de Septiembre de 1912 volviendo a Esmeraldas.
El 24 de Octubre fue atacada la guarnición de Limones en Esmeraldas, por gente enganchada en la vecina ciudad colombiana de Tumaco. El ataque duró una hora y finalmente fue repelido, de cuyo hecho de armas se le sindicó y nuevamente guardó prisión, esta vez en Guayaquil. El gobierno de Leonidas Plaza lo reincorporó el Ejército como Jefe de la Sección Técnica del Estado Mayor, para tenerlo vigilado de la policía de Quito porque el cargo era más bien simbólico pero le obligaba a realizar vida de cuartel, donde permaneció varias semanas. Una madrugada, con la ayuda de su hermano Pedro partió subrepticiamente por la ruta de La Magdalena y Chillogallo hacia Santo Domingo de los Colorados acompañado del Capitán Tulio Caicedo. En el camino destruyó dos postes telegráficos y trató de dañar a machetazos un puente colgante para evitar su captura, pero fue detenido, llevado al Panóptico y finalmente al edificio del Curso de aplicación de Oficiales inferiores donde se le siguió un Consejo de Guerra presidido por el General Moisés Oliva que lo condenó a seis meses de prisión. El Fiscal había solicitado diez y seis años de reclusión mayor extraordinaria dizque por los daños ocasionados que a su juicio constituía una traición a la Patria. Su defensor el Dr. Luís Felipe Borja hijo, apeló de la sentencia y obtuvo el sobreseimiento de la Corte Suprema Marcial.
“Había sido víctima de persecuciones que no estaba dispuesto a olvidar, se creía llamado por el destino a lavar la afrentosa muerte de los personajes con los cuales había luchado. Sostenía que los principios del liberalismo estaban siendo traicionados por la presencia de una voraz oligarquía en alianza con los conservadores. Estaba seguro que había llegado la hora propicia de levantar la bandera del auténtico radicalismo ecuatorianoy tomó la decisión de luchar. Era un autócrata y nada le haría cambiar de parecer. Tenía fe en sí mismo y confianza en sus pocos seguidores… Otros pensamientos también martirizaban al político esmeraldeño. Tenía conocimiento que el Tribunal de Comercio de Bruselas iba a expedir un fallo en su contra”.
En casa de su cuñado José Luís Tamayo en el barrio de Las Peñas se reunió con los más importantes liberales, ellos estaban de acuerdo con el plan secreto de insurrección que les presentó Concha, que sacó una chequera y elaboro un cheque de diez mil sucres que entregó a quien hacía las veces de secretario pero los concurrentes presentaron diversas excusas y no pusieron un solo centavo. Concha les gritó: La guerra se hace con plata no con palabras, y tomando su sombrero abandonó la reunión. El secretario corrió detrás – lo encontró cuando ya estaba en la calle – para devolverle el cheque. Entonces regresó a conspirar contra el régimen en sus haciendas.
“El gobierno encargó al Intendente de Policía Benigno Ayora mantener vigilancia permanente sobre Carlos Concha, quien desde que llegó a la provincia de Esmeraldas se dedicó a acusar al Gobernador Luís Tello Ripalda de haberse convertido en cómplice del asesinato de los Alfaro. Este, con su prudencia característica, dispuso que la fuerza pública no ingrese a las haciendas de los Concha y evite provocaciones”.
El 28 de Agosto sostuvo una reunión con Miguel Villacrés, Adolfo Cruel, Víctor y Manuel Martínez, Simón Plaza, Rogelio Escobar y otros amigos más entre los cuales destacaba el coronel colombiano Jorge Enríque Martínez, formó tres batallones de ciento cincuenta hombres cada uno en su mayor parte peones conciertos sacados de las haciendas del Teaone que armó con machetes Collin y planearon la revolución que estalló al amanecer del 24 de Septiembre de 1913, aprovechando las festividades de la Virgen de la Merced, patrona del ejército ecuatoriano.
El día anterior, 23 de Septiembre, salieron de La Clemencia y se presentó en Esmeraldas con varios peones de sus haciendas y una partida de treinta cabezas de ganado para embarcarlos en la Boca (barrio Las Palmas) con destino a Guayaquil. Luego se dirigieron a beber unas copas y a las tres y media de la mañana del día siguiente, 24 de Septiembre, asaltó con ciento cincuenta hombres el Cuartel de la Policía (actuales calles 8 de Octubre y Sucre) que fue tomado con facilidad pues contaban con la complicidad de ocho hombres en su interior, quienes ayudaron a desarmar a sus compañeros, al grito de ¡Abajo Plaza¡ ¡Mueran los arrastradores¡ ¡Viva Concha¡ En esta acción no se disparó un solo tiro, quedando en poder de los conchistas treinta y un fusiles y varios cientos de proyectiles.
Enseguida se dirigieron al batallón de
Infantería Manabí No. 16 a solo dos cuadras del lugar y que guarnecían la ciudad pero encontraron a sus ocupantes debidamente preparados pues los vecinos les habían alertado. La acción duró dos horas y cuando los defensores estaban a punto de rendirse, teniendo heridos a su Comandante Manuel Villavicencio y al Jefe Político de Esmeraldas Alejandro Montaño, fueron ayudados por veinte y dos infantes de marina del cañonero Cotopaxi, arribado en días anteriores, quienes portaban una ametralladora, abrieron fuego contra los conchistas, que de pronto se vieron entre dos frentes y con varias bajas en sus filas optaron a las seis de la mañana por dirigirse en completa formación a la hacienda La Propicia y de allí enfilaron a Tachina, donde acamparon, destruyendo a su paso las luminarias y volteando los tanques de combustible que abastecían el generador eléctrico de la población de Esmeraldas que se quedó sin luz. La refriega dejó dieciséis heridos y siete muertos. Al día siguiente 25 de Septiembre el Gobernador Luís Tello Ripalda avisaba a Quito que casi toda la población apoyaba a los rebeldes.
La contestación fue: No hay que darles importancia a esos cuatro pelagatos, ya mando a Ycaza para que dé buena cuenta de ellos…El 26 el Gobernador designó a un nuevo Jefe Militar para la defensa de la población pues se temía el inminente regreso de los alzados. El día 27 al retornar a Esmeraldas la lancha El Cisne con tropas del gobierno, fue atacada por francotiradores camuflados en la orilla de la isla Bambuco. En total de víctimas fue un muerto y siete heridos, de los trece pasajeros. I el ataque hubiera continuado de no haber sido por el fuego de cañón que disparó el buque Cotopaxi. Ese día Sara Concha Campuzano de Gaztelú estableció en el malecón de Esmeraldas un hospital de sangre para atender a los heridos de ambos bandos, en esta labores ayudaba el Dr. Carlos V. Coello Salvador.
Ese mismo 27 de Septiembre Concha lanzó desde su hacienda Tachina un histórico Manifiesto a la Nación, que impreso en Tumaco circuló en Quito y Guayaquil, acusando al Presidente Plaza de autor principal de crímenes horrendos y de ser tiranuelo, inicuo personaje, e indigno de ostentar insignias de mando y al Congreso de agrupación inmunda de seres abyectos, cómplices de sus crímenes, quedando establecida que la única causa de la insurrección era derrocar y castigar a Plaza.
Fragmento: “Ecuatorianos, siguiendo el patriótico dictado de mi conciencia. abro hoy campaña en esta heroica sección de la República en demanda del honor y de la justicia que los pueblos reclaman…La causa por la cual hoy se levanta la bandera de la Patria es causa evidentemente nacional y por eso acuden a sostenerla cuantos se sienten animados de patrióticos sentimientos. Santa misión la que vamos a cumplir con el ánimo exento de odios y venganzas, pero con el firme propósito de establecer el verdadero imperio de las leyes y libertades que
ellas garantizan…. ”
La población negra, que odiaba a las autoridades policiales por haber sido sometida a toda clase de abusos, inclusive el cepo de manos y piernas, corrió a sumarse a la revuelta y habiendo seguido en sus días a Eloy Alfaro, se hallaba dispuesta a vengar su muerte. Mas, en el resto de la República, el sentimiento alfarista se había apagado y por eso la revolución terminó estancada en Esmeraldas. Esta equivocación de Carlos Concha, de creer que la revolución se propagaría por todo el país, es la causa del fracaso del movimiento que no por eso dejó de tener tintes épicos de tragedia y dramatismo.
El día 28 de Septiembre arribó a la rada de Esmeraldas el Cazatorpedero “Libertador Bolívar” trayendo a bordo al Ministro de Guerra Juan Francisco Navarro y cien hombres del batallón Guayas No. 5 a las órdenes del Mayor Héctor Ycaza Valverde que salieron al siguiente día en persecución de los rebeldes, buscándoles infructuosamente en el vecino valle del rio Teaone y en el trayecto saquearon la hacienda La Propicia y se robaron todos los caballos. El 1 de Octubre Navarro volvió a Guayaquil en la misma nave de guerra que lo había traído, no sin antes calificar a los revoltosos de “necios perturbadores del orden.”
Mientras tanto en diferentes poblaciones comenzaban a alzarse las guerrillas contra el gobierno. Los primeros focos de insurrección se dieron en las poblaciones de Baba, Vinces y Palenque en Los Ríos, Samborondón en Guayas, La Victoria en El Oro.
El Gobernador Luís Tello Ripalda a la sazón mantenía el bloqueo de las costas y enviaba al Mayor Héctor Icaza Valverde, al Capitán Oviedo y a cien hombres del batallón Guayas, en persecución a los alzados. El 14 de Octubre, formados en dos columnas avanzaron, la primera compuesta por veinte hombres logró arribar hasta el estero de vinzade y fueron sorprendida por la guerrilla, murieron dos clases y un soldado, dispersándose el resto del pelotón. Con el armamento recolectado los revolucionarios atacaron el día 18 a los de la segunda. que se había quedado en Majua, con igual resultado. Icaza logró huir y tras un largo trayecto salió por Atacames con su tropa dispersa y cansada. Finalmente se produjo otro combate a la altura de Río Verde, que también favoreció a los revolucionarios. El día 23 los gobiernistas ocuparon pacíficamente la hacienda Propicia vecina a la población de Esmeraldas, considerado un punto estratégico para facilitar el ingreso de víveres a la ciudad.
Ante la gravedad de la insurrección el Presidente Plaza se trasladó a Esmeraldas en el Cotopaxi pero no se atrevió a desembarcar por temor a que los hicieran prisionero y tras impartir numerosas órdenes, regresó a Quito. Desde allí envió un Ejército al mando del General Manuel Velasco Polanco, militar que no tenía experiencia en combatir guerrillas y por eso dió manotazos de ahogados.
Con el auge de las partidas conchistas que amagaban los campos de Manabí, Guayas y Los Ríos dirigidas por Víctor Martínez, Federico Lastra y Julio Sixto Mena guerrilleros del 95, Hermógenes Cortés, Gumercindo Villacrés, Tiberio Lemos, la situación se volvió en extremo conflictiva para el gobierno nacional mientras el país veía con sumo interés el desenvolvimiento de las operaciones militares y los éxitos de las guerrillas.
El 6 de Noviembre de 1913 el Concha movilizó a los suyos a Viche para recibir los refuerzos rebeldes que llegarían del norte así como también a un destacamento de voluntarios manabitas y ordenó formar las siguientes columnas: “24 de Septiembre” al mando de Víctor Martínez y Simón Plaza Medina y “Esmeraldas” con Federico Lastre y Julio Sixto Mena, y “Carlos Concha” con Hermógenes Cortés y Miguel Villacrés.
Velasco Polanco en cambio, el día 7 recibió en un punto de la costa norte de la provincia, a las tropas provenientes de Guayaquil, compuestas del Regimiento Constitución No. 8 al mando del Comandante Alejandro Andrade Lalama con un total de mil doscientos cuarenta y cuatro soldados de línea divididos en cuatro batallones, más dos cañones Krupp de montaña traídos por la Artillería Sucre y cincuenta hombres de la policía nacional.
Presionado por el Presidente Plaza a través de su Edecán Celin Astudillo que fungía de Jefe de Operaciones y contaba con la entera confianza de éste, Velasco Polanco estaba realmente asustado pues tras la mala experiencia de Icaza suponía no sin razón que si ingresaba con su gente a la selva forzosamente terminarían emboscados, pero el 26 de Noviembre finalmente se decidió a iniciar la marcha hacia el norte a sabiendas que tenía casi todas las posibilidades de perder, pues su gente no conocía ni estaba acostumbrada al calor de la manigua. Entonces ocurrió que vino en su apoyo el Coronel Rafael Palacios Portocarrero sumado a las tropas gobiernistas por todas las indelicadezas familiares recibidas de Carlos Concha, quien tuvo la viveza criolla de hacer propalar la noticia que por la entrada de agua su gente estaba en pésimas condiciones sanitarias, enferma, sin armas ni municiones y que diariamente le desertaban.. lo que al saberse, dio ánimos a los constitucionales.
Entre Velasco y Palacios resolvieron recién entonces aprovechar esta nueva situación que se les presentaba y atacar a Concha en su reducto boscoso para lo cual dividieron sus fuerzas en dos columnas que avanzaron por las dos riberas del río Esmeraldas hasta una suave colina ubicada entre los sitios Chinca y Tahigue a solo treinta y seis kilómetros de la población de Esmeraldas.
Los jefes iban confiados en su enorme superioridad numérica. A la derecha los batallones Constitución, Guayas, Quito y Policía de Quito con 1.046 soldados y a la izquierda iban 198 hombres con el General Velasco Polanco y el Coronel Rafael Palacios Portocarrero, quien hacía de guía. Los revolucionarios solo tenían 153 elementos de tropa. El día 9 de Diciembre arribaron a la hacienda El Guayabo del colombiano Peregrino Marmolejo quien les brindó comida y abundante aguardiente de su destilería. Juan del Monte le decían al alcohol de consumo humano en Esmeraldas. Todos se emborracharon. A las 8 y / de la mañana del 10 estaban en pésimas condiciones (chuchaquis) y así emprendieron la marcha hacia la cordillera del Guayabo que declina suavemente hacia el rio, realizaban el paso en fila india, por un camino húmedo y resbaladizo, mientras caía una fuerte llovizna y no se alcanzaba a ver nada a diez metros de distancia y cuando se habían alejado tres kilómetros de la casa de hacienda, siendo las diez y cuarto de la mañana, los de la margen derecha entraron a un claro formado entre la tupida selva y un barranco alto que daba al río, donde fueron emboscados y cuando quisieron retroceder encontraron que estaban cercados en un sitio que más parecía un hueco profundo y no les permitía avanzar ni retroceder. Allí murieron los de la vanguardia y la mayor parte de las Compañías Segunda y Tercera del Constitución, salvándose en parte la Primera Columna que logró trepar el barranco. Quedaron sin vida el Coronel Alejandro Andrade Lalama, los Mayores Jacinto Garaycoa, José R. Almeida, Emiliano Hinostroza, los Capitanes Manuel Valarezo, Augusto Rivadeneira, Alfredo Flores, Rodolfo Suarez y Antonio Quevedo, y los recién graduados Oficiales Remigio Medina Terán, Luís E. Tapia, Miguel F. García y Humberto Garcés a manos de los soldados de raza negra que salían abruptamente desde la espesura o parecía que caían de los árboles.
Al intentar socorrerles, sus compañeros de la margen izquierda, descubrieron que por falta de embarcaciones les era imposible, de manera que solo pudieron utilizar unas canoas que llevaban para el transporte de provisiones, en las que embarcaron de apuro dos cañones, pero uno se hundió y el otro no atinaba en sus disparos pues los rebeldes estaban dispersos y no ofrecían un blanco fácil por lo espeso de la vegetación boscosa. Todo era confusión en el bando gobiernista, que desmoralizado por la muerte de su jefe, intentaba huir mientras los morenos del Comandante Lastre continuaban sus ataques. De esta tragedia salió el canto esmeraldeño que dice así // Del pobre Constitución / que terminó en El Guayabo / no quedó ni un solo Cabo / pa que cante esta canción. //
Al día siguiente, 11 de Diciembre los gobiernistas de la columna de la derecha continuaban en precarias condiciones, sin haber descansado ni alimentado, agazapados continuaban disparando sin atinar. Las canoas con provisiones habían sido tomadas por los rebeldes. El día 12 finalmente, perdida toda esperanza de recibir ayuda, se rindieron casi sin municiones,, sufriendo por la sed y fueron amontonando las armas que portaban. Entre la oficialidad que cayó prisionera se contó a los Jefes de Estado Mayor Francisco Baquero, Capitanes Aurelio Baquero, Julio Zaldumbide y Nicanor
Martínez, Tenientes Luís G. Neira Cueva y Luís A. Vallejo, Subtenientes Agustín Neira, Ernesto Robalino Ruíz, Aurelio Ponce y Belisario Olarte, Alférez de Fragata Ernesto Vásconez y el Contador Misael Ruíz quienes fueron conducidos a Majua.
Los revolucionarios cruzaron el río en persecución de la gente de Velasco Polanco que había logrado zafarse del cerco. Esta tropa había dado un largo rodeo de dos días de camino pero al arribar al pequeño recinto de Chinca, tras superar numerosas vicisitudes pues el guía contratado en doscientos sucres perdió el rumbo, nuevamente fueron rodeados y tuvieron que izar bandera blanca, firmando el 13 de Diciembre el Acta de Rendición a las 3 de la tarde. Concha se comprometió a dar raciones a quinientos soldados del gobierno y los correspondientes pasajes, lo cual fue escrupulosamente cumplido, quedando de todo esto la siguiente frase esmeraldeña, que se repitió muchísimo y dice así // Arreglado dijo Concha, cuando capituló Polanco. //
En el interim, como cosas propias de este tipo de guerra de guerrillas, Velasco Polanco fue robado en sus pertenencias y dejado en calzoncillos y el Mayor Héctor Icaza que también había caído prisionero fue enviado a la población de Esmeraldas a dar parte de lo sucedido al Capitán Rafael Andrade Lalama, Comandante del Crucero Esmeraldas, quien se enteró de la muerte de su hermano Alejandro así como de la derrota del ejército Constitucional, en tanto que Icaza – quien había quedado con los suyos en regresar trayendo noticias – aprovechó el paso de un mercante para liar sus bártulos y regresar a Guayaquil dejandoles en angustiosa espera en la hacienda Victoria, quienes tuvieron que dirigir un posta al Comandante del Cotopaxi que generosamente les ofreció llevar a Bahía de Caráquez, De manera que el total de prisioneros en Chinca y el Guayabo fueron conducidos a la playa de Coquitos en la desembocadura del río Esmeraldas y entregados a sus compañeros de la armada.
Una vez en Quito el General Manuel Velasco Polanco fue sometido a Consejo de Guerra del que salió exculpado pues su derrota se debió a su inexperiencia en la guerra de guerrillas y no a falta de valor personal. Aquí viene al caso relatar el incidente con el personal de la Cruz Roja.
Al final de esa tarde – ya rendido Velasco
Polanco – el Coronel revolucionario Jorge Enrique Martínez dio un salvoconducto al Capitán Clodoveo Castillo, médico de profesión pero al servicio del ejército del gobierno, quien había dirigido personalmente el combate de Viche y así era reconocido de manera que no podía ser miembro de la Cruz Roja y al mismo tiempo Jefe combatiente, para que al siguiente día 14 de Diciembre traslade con la luz del amanecer y en dos lanchas, a un grupo de heridos; pero Castillo partió esa misma noche a Esmeraldas y lejos de utilizar tal documento, atravesó los dos primeros retenes y cuando quiso hacer lo mismo con el de Chinca no respondió al clásico ¡Quien vive! e irresponsablemente disparó su revólver contra los soldados de la garita, siendo atacado con varios disparos que pusieron nervioso al timonel maniobró mal y encalló la nave en un islote, donde fueron masacrados Castillo, el timonel y los heridos, salvándose únicamente dos tripulantes que se lanzaron al agua aprovechando la oscuridad de la noche. A este incidente, llamado de la Cruz Roja, pues dicha enseña había sido pintada en las lanchas, el gobierno dio enorme importancia y gran publicidad, a fin de desprestigiar a los revolucionarios. Es de anotar que la Cruz Roja Ecuatoriana recién se fundaría un año más tarde en Diciembre de 1914 en Quito y la enseña internacional de la institución era desconocida, más aún por los miembros del retén de Chinca, personas ajenas al significado de tal símbolo europeo por vivir en un medio selvático y alejado de la civilización. Concha, en público y en privado, lamentó este nefasto incidente.
La rendición en Chinca, calificada de sangrienta y aparatosa derrota gobiernista, hizo ver claramente al país que la revolución de Concha era una guerra civil declarada e infundió ánimo en los revolucionarios, al punto que a las once de la mañana del día 15 entró Carlos Concha triunfante en la ciudad de Esmeraldas al mando de setecientos hombres organizados en cinco columnas, que en los días sucesivos aumentaron a mil doscientos y nombró a las nuevas autoridades administrativas de la provincia.
Mientras, Velasco Polanco era entregado como simple prisionero, su segundo el Coronel Rafael Palacios Portocarrero, que por su cercano parentesco con doña Delfina Torres de Concha mereció un mejor trato, fue llevado a la hacienda Propicia donde ella en persona le lavó y curó las heridas de las piernas durante varios días, pues las tenía llagadas.. El total de bajas gobiernista sumó 312 muertos, 57 heridos y 707 prisioneros. Del lado revolucionario las bajas fueron insignificantes 23 muertos y 13 heridos, pero en esta acción fallecieron dos hermanos del Comandante Julio S. Mena.
La situación política del país era gravísima pues aparte de la revolución en Esmeraldas considerado un hecho escandaloso a los ojos de América y de los brotes armados que a cada momento se producían en las demás provincias de la costa, el gobierno carecía de rentas suficientes para mantener el conflicto, pagar a los empleados de la administración y otros gastos menores, existían numerosos liberales perseguidos y/o exiliados, una parte de la prensa le era desafecta y como no había obra pública aumentaba el número de los desempleados. Tal el triste panorama de la administración del Presidente Plaza al iniciarse el año 1914 de manera que la opinión pública consideraba que la dimisión del presidente era la única manera rápida para devolver la paz a la República.
El pueblo formado como siempre por la gente más sencilla y llana seguía incondicionalmente a Carlos Concha y los exilados en Lima le nombraron General y jefe Supremo del Partido Liberal ya que el alma de la nación se había refugiado en Esmeraldas durante esos días trágicos, convertida esa provincia en el punto supremo de la ecuatorianidad.
Como anécdota cabe indicar que al ocupar Esmeraldas se halló entre la documentación administrativa un telegrama de Plaza dirigido al Gobernador Tello al principio de la revolución, que decía “No hay que darle importancia a esos cuatro pelagatos. Ya mando a Icaza para que dé buena cuenta de ellos. A lo cual Concha le respondió con otro telegrama “Presidente Plaza. Le agradecemos los dos mil y más rifles que se sirvió mandarme. Le devolvemos sus conductores para que nos mande unos cuantos más. Si no lo hace, iremos por ellos. F) Pelagatos de Esmeraldas.
Cuando el Presidente Plaza se enteró de la derrota de su ejército montó en cólera y ordenó el bombardeo de la población de Esmeraldas, El 1 0 de Febrero de 191 4 los buques Constitución, Libertador Bolívar y Cotopaxi, el Aníbal Santos y el remolcador Monte Alto ocuparon la rada de la ciudad. El General Juan
Francisco Navarro envió un mensaje al Cuerpo Consultar y el Comandante Roberto Stone, se entendió con los Agentes Henry Conwall vicecónsul de Gran Bretaña, John Hedin de los Estados Unidos y Plasencio Trujillo vice cónsul de Colombia, los propietarios de las casa comerciales y los vecinos principales de la población y de común acuerdo se ofreció amagar las zonas vecinas, pero no disparar sobre la población, promesa que finalmente no fue cumplida.
A las cinco de la tarde del 26 de Febrero el Cotopaxi se adentró en el río Esmeraldas, el Libertador Bolívar al nivel del sitio Las Piedras y el Constitucional en la boca frente a Las Palmas. Así dispuestos, como formando una hilera de un pelotón de ejecución, el Constitución abrió fuego sobre varios grupos rebeldes en dirección a Las Piedras, usando sus cañones de 76 min. Echart. Otros disparo pasó de largo y fue a dar en unas colinas sin causar daño.
El Cotopaxi en cambio, situado frente a la cuidad, disparó y dio al filo del río en el malecón, muy cerca de la casa del Gobernador Luís Tello Ripalda, destruyendo la cañería madre de agua potable. Luego se hicieron tres disparos más. Finalmente el Libertador Bolívar y el Cotopaxi dispararon simultáneamente. Uno cayó sobre una casa del malecón cuya techumbre salió volando, era la casa de Vicecónsul Trujillo de Colombia y la Bomba metálica para la extracción de agua que alimentaba a la población quedó destruida.
Con reflectores encendidos el Libertador Bolívar hizo un quinto y último disparo de granada que impactó el portal de una de las casas del malecón. En total se lanzaron quince proyectiles en once minutos, se incendiaron tres casas, la del Vicecónsul, la de su hijo Julio y la Gobernación. Los señalamientos para los disparos los hizo el Coronel Enrique Valdés Concha y el ejecutor un experto contratado llamado Alejandro Matheson, de nacionalidad británica. El incendio comenzó a las seis y media de la tarde y solo terminó a la una de la mañana del día siguiente. En cambio el Capitán chileno Roberto Srone Navajas que no había querido cubrir el desembarco con los cañones del Libertador Bolívar salió del ejército constitucional y volvió a su patria en señal de protesta.
El bombardeo de Esmeraldas constituye uno de los más repudiables crímenes de la historia ecuatoriana, porque se violaron las normas legales establecidas para la guerra entre países civilizados. El incendio provocado en el malecón duró casi siete horas era un espectáculo terrible y conmovedor a la vez y tras el bombardeo, las fuerzas conchitas abandonaron la cuidad.
El General Navarro desde el puente de mando del Cotopaxi, observaba el desarrollo de la fatal operación e impresionado exclamó: Yo no he ordenado incendiar la ciudad. Siendo respondido por el Comandante Roberto Stone Navajas de la siguiente manera: Pues mire, las granadas no se cargan con bombones. Stone era Capitán de la Misión Naval chilena y no quiso cubrir el desembarco con los cañones del Libertador Bolívar, porque estimó que hubiera sido un sacrificio inútil al ser repelidos por los revolucionarios, poco después del bombardeo salió asqueado del ejército constitucional y volvió a su patria aduciendo que su misión era patrullar las costas solamente no destruir bienes de gente inocente. Posiblemente esta actitud se debió al grito que todos escucharon en el buque: ¡Mi familia¡ ¡Mi casa¡ y vieron caer a un hombre desmayado. Era Julio Trujillo Gutiérrez, quien llegaba desde Bahía de Caráquez y sollozando exclamaba después: Esto es peor crimen que el de Lastre.
El bombardeo de Esmeraldas, dispuesto personalmente por el Presidente Plaza desde el 26 de Diciembre, es decir, desde varias semanas antes, constituye uno de los más repudiables crímenes de la historia ecuatoriana porque se violaron las normas legales establecidas para la guerra entre países civilizados, a más de que fue una maldad, tan mal recuerdo dejó, que al Cotopaxi le fue cambiado el nombre en 1938 y pasó a llamarse cañonero Calderón, demás está indicar que en el dicho bombardeo no intervino directamente ningún oficial de la marina de guerra ecuatoriana.
Dos días más tarde se procedió a cañonear el sitio de la boca del río y el 23 de Febrero ocurrió el ataque contra el sitio Balao donde una de las granadas mató al caballo del asistente de Concha, quien se encontraba al lado, lo cual reforzó la creencia de los negros esmeraldeños de que su líder era un ser casi místico, inmortal, pues quince días antes cuando el Constitución había lanzado dos cañonazos contra La Tola ocasionando la muerte de varias personas y entre ellos la del Mayor Arsenio Ponce, quien se hallaba junto a su jefe, éste había salido un minuto antes del sitio y resultó milagrosamente ileso, sin siquiera sufrir un rasguño.
El 27 de Febrero fondeó el Cotopaxi en las afueras del puerto de Esmeraldas. El Presidente Plaza iba a bordo y al siguiente día siguió a La Boca. El 5 de Marzo hubo un intento de desembarco en Atacames. A las dos de la tarde del día 6 bajaron a esa playa y al ser repelidos se trabó un combate. Los conchistas peleaban en desventaja pero se sostuvieron un tiempo para finalmente huir al monte. Se ha dicho que fue un error táctico de Concha no haber guarnecido debidamente la plaza de Esmeraldas; mas es el caso, que de haberlo hecho, la población hubiera sido nuevamente bombardeada e incendiada.
Los gobiernistas pudieron bajar un mil seiscientos hombres y establecieron el campamento en Atacames. Esa noche se bombardeó Coquito y Balao que estaban despobladas. En la madruga del 9 de Marzo marcharon a Esmeraldas formando dos columnas bajo el mando del General Navarro y el Coronel Enrique Valdes Concha. Por la tarde se encontraron para ingresar a la población. En la mañana del 13 Plaza arribó a Coquitos, el 14 de Marzo estuvo en Esmeraldas, fue recibido con honores militares, aunque muy escasos civiles presenciaron el acto, tal el repudio que ocasionaba entre los pobladores por el bombardeo e incendio. A las cinco se hospedó en la casa Dumarest Brothers y designó nuevo Gobernador a Carlos Díaz e Intendente General a Ricardo Navarrete. Al conocerse la noticia en Quito el encargado del poder ejecuto Alfredo Baquerizo Moreno levantó el bloqueo, quedando el puerto libre al tráfico comercial con todas las naciones. Enseguida asumió la dirección de las operaciones militares, que se estancaron por las lluvias, de manera que tuvo que volver a Quito sin haber conseguido sus fines y con el inri del crimen cometido, que sin embargo la prensa gobiernista del país, trataba de minimizar o callar.
Mas la población civil no se engañaba y presumiendo que la guerra iba a prolongarse por la presencia de las guerrillas comenzó el éxodo a Manabí, de suerte que todo comercio cesó, la vida urbana se había extinguido cuando las casas empezaron a quedar abandonadas y la población disminuyó casi a la mitad. Esmeraldas pasó a ser un puerto bloqueado y militarmente ocupado.
El gobierno nacional, debiendo asumir los millonarios gastos de la guerra acudió al banquero Francisco Urbina Jado, Gerente del Comercial y Agrícola, quien en connivencia criminal con Plaza continuó emitiendo billetes sin respaldo y al finalizar el conflicto la deuda gubernamental ascendía a la fabulosa cantidad de casi quince millones de dólares más lo que se adeudaba de anteriores administraciones que subía a cinco millones. Total: la fabulosa cantidad de veinte millones de dólares. Este fue el inicio de la vergonzosa era de dominio bancocrático en el país, que finalizaría con la revolución Juliana de 1925, mientras tanto el gobierno adquiría una gran cantidad de material de guerra a la firma “Heather Steamship Co.”, un barco carbonero británico para el transporte de tropas, armas, municiones, pertrechos, etc, etc.
Para colmos el dinero del Banco Comercial y Agrícola solo sirvió para enriquecer a unos cuantos proveedores del ejército y vendedores de armas pues a los empleados se los mantenía impagos – a los profesores se les llegó a adeudar más de un año de sueldos – las obras se paralizaron y en fin, la actividad económica no existía en muchas provincias.
Plaza había dispuesto que el Coronel Moisés Oliva, en reemplazo del General Navarro, se traslade desde Guayaquil para asumir el mando. Las fuerzas gobiernistas habían sido aumentadas por el Tercer Ejército compuesto de mil ochocientos hombres bien armados. Al arribar el Coronel Oliva a Esmeraldas el 5 de Abril declaró pomposamente delante de todos: Ya estoy aquí para concluir con esto antes de una semana.
En los siguientes dos días se dieron varios combates de guerrillas y el doce de Abril las fuerzas del gobierno volvieron a ser hostilizadas. Aunque a nivel nacional se anunciaba por la prensa estos “triunfos,” obtenidos en los sitios Lagarto, Ostiones y Río Verde, para levantar de este modo la débil moral del país, muy baja tras la rendición en Chinca.
Oliva no se daba descanso pues su objetivo era ocupar militarmente Las Piedras y seguir por la playa hasta el rebelde campamento en Tachina, atravesando el sitio Camarones, donde pensaba destruir finalmente el último refugio revolucionario. I tal era su euforia triunfalista que desechó los consejos del Coronel Valdés quien deseaba dividir a la tropa en dos, una que siguiera por la playa apoyada por la marinería y la artillería del buque Cotopaxi y otra por la selva para evitar sorpresas del enemigo. Es menester anotar que entre la playa y la selva existe un barranco con un suave declive de casi diez metros de altura, fácil de bajar pero difícil de subir.
En esos momentos la superioridad del gobierno sobre las fuerzas revolucionarias era incuestionable. Las primeras poseían tres buques de guerra (Libertador Bolívar, Cotopaxi, Tarqui) dos remolcadores (Aníbal Santos y Monte Alto) un transporte (Constitución) un Guarda costa (Patria) quince cañones, cinco balandras, tres ametralladoras y disponía de un mil quinientos hombres mientras los rebeldes solo contaban con novecientos, dos ametralladoras, quinientas carabinas, un cañoncito en malas condiciones y escaso parque.
El día 12 de Abril por la mañana muy lentamente avanzaron por la playa los nuevos batallones gobiernistas afanados en buscar y enfrentar a los rebeles que ocupaban las zonas del norte, partieron desde el sitio de la Tola hasta el estero de Camarones sin encontrar mayor resistencia, pues los rebeldes fingían pequeñas derrotas y se retiraban del campo de batalla.
A las diez llegaron al punto Colope. A las once con marea aún baja el camino se presentaba sin problemas pero ya la marea empezaba a subir y cuando atravesaban el estero de Tacusa el agua les llegaba arriba de la cintura. El desplazamiento era protegido desde el Tarqui y el Cotopaxi, en el cual se hallaba el Presidente Plaza.
Era domingo de resurrección y a las once y diez minutos de la mañana de ese 12 de Abril de 1914, estando la playa todavía extensa y el mar embravecido, en una playa estrecha porque la montaña se acerca al mar, fangosa y difícil de caminar, fueron sorprendidos por un toque de corneta que salió de la espesura al tiempo que numerosos disparos de la gente dirigida por los Comandantes Federico Lastre y Tiberio Lemos los diezmaba con gran puntería y los soldados negros de Julio Sixto Mena abandonando sus rifles bajaban del barranco a la carrera machete en mano y amenazaban a los aterrorizados soldados que no atinaban por donde huir. En pocos minutos se decidió la acción, de allí en adelante los soldados del gobierno solo se cubrían de los balazos de los rebeldes que les pajarearon sin descanso desde el barranco, otros trataban de defenderse luchando cuerpo a cuerpo pero el machete tiene mayor movilidad y siempre se impone sobre la bayoneta. Finalmente todo cesó a las seis de la tarde cuando el Teniente Coronel Luís Alberto Dueñas izó la bandera blanca de rendición. Oliva se retiró como pudo hacia los barcos y logró arribar a la hacienda La Propicia, propiedad de mi abuela Teresa Concha Torres, a solo cinco kilómetros de Esmeraldas.
Mientras tanto Valdés había recibido un disparo de fusil en la parte superior de la pierna derecha. Su gente intentó retirarlo hacia el Cotopaxi pero no aceptó pues su orgullo de militar valiente pudo más, prefiriendo seguir en el campo de batalla aunque esta decisión era suicida, finalmente cayó del caballo y su cuerpo permaneció en la playa hasta que fue llevado por varios rebeldes negros a la montaña donde expiró. Primero le colocaron una planta de muyuyo en el sitio donde fue enterrado pero el Comandante Mena dispuso que la sacaran y en su reemplazo se alce una rústica cruz de madera. Días después fueron entregados sus restos a las autoridades gobiernistas y el 1 de Mayo recibió sepultura en el Cementerio General de Guayaquil con honores militares y solemne acompañamiento.
Los revolucionarios pudiendo tomar la población de Esmeraldas prefirieron atacar por el norte de Manabí en espera de encontrar algún respaldo, lo que no sucedió, aunque la lucha continuaba en ciertos puntos aislados de esa provincia.
La víspera del combate las fuerzas del General Concha ocupaban Tachina y La Concordia. Concha ordenó por la noche salir a Lastre con los suyos sigilosamente de Tachina y pasando el río y abriendo trocha colocarse a retaguardia del enemigo en Propicia. Previamente, y para asegurar la retaguardia de Lastre, se situó a la gente de Mena también sigilosamente en la altura de Gatazo, todo esto a merced de la oscuridad. A la claridad del alba el General revolucionario rompió fuego de cañón desde Concordia. Las tropas gobiernistas ocupaban sus trincheras que miraban a Concordia desde seguros parapetos y comenzó igualmente el ruido vibrante de la fusilería. Concha pretendió pasar el Tiaone y Oliva reforzó sus líneas con las Reservas, mas ¡Oh genio de los grandes recursos y de las infinitas creaciones¡ Lastre, arrastrandose cayó como un aluvión sobre las espaldas de esas posiciones y comenzó el sálvese quien pueda.
Un posta del Gobierno logró romper las vigilancias negras llegar a Esmeraldas y dar parte al Generalísimo de la situación del ejército. Oliva y su gente ya no existen, el que no ha muerto está prisionero, pero Salcedo se defiende aún. Plaza ordenó salir a trescientos hombres de auxilio y sin saber qué hacer gritó “Id a auxiliar esa tropa de Propicia que yo me quedo aquí por lo que pueda ofrecerse” pero esa gente fue detenida en el sitio Gatazo. Solo bastaron dos descargas cerradas con sus consecuencias inevitables y sobre todo la sorpresa, para que la Columna de refresco volviera en completo desorden a Esmeraldas gritando ¡Allí viene Carlos Concha¡ ¡Allí viene Carlos Concha¡ mientras un guiñapo blanco – la camisa de un soldado – se elevaba en los desolados campos de Propicia en señal de total rendición.
I tal fue el desconcierto suscitado en el alto mando oficial que el Presidente Plaza esa noche no durmió en el edificio de la Casa Alemana pues previendo un asalto a la población, se trasladó con los altos jefes a bordo del crucero Cotopaxi y salieron a medio mar y solamente dos días más tarde reasumieron sus respectivos mandos para cambiar de táctica, limitándose a conservar la capital que empezaron a fortificar con alambradas, dejando la ofensiva a cargo de los revolucionarios. Para colmos, las enfermedades tropicales causaban graves estragos a los soldados serranos (fiebre amarilla, malaria, paludismo, disentería, amebiasis, etc.)
La acción militar de Propicia afianzó el alzamiento revolucionario en toda la provincia de Esmeraldas, quedando el gobierno solamente con el dominio de la capital pero cercada por los cuatro costados, en una guerra inútil que desgastaba a los combatientes, mientras que la revolución intentaba propagarse en las demás provincias de la costa con expediciones militares sobre Cano, Chamizas (Chone) Quevedo, Santo Domingo de los Colorados, Paján. I hasta se trató de ocupar de Guayaquil a través de dos conatos revoltosos en Pascuales y en Petrillo.
Tantos hechos notables convirtieron a Carlos Concha en un auténtico líder y los numerosos exiliados políticos reunidos en Lima hacían conocer internacionalmente su figura. El pueblo negro le cantaba // Oigame señor Darío, / yo le quiero preguntá / cuantas vueltas da el río / hasta llegar a la mar…? / Del pobre Constitución / que terminó en El Guayabo / no quedó ni un solo cabo, / pa que cante esta canción. // Carlos Concha é mi papá / bajao de lo injuinito / si Carlos Concha se muere / el negro queda solito. // Vargas Torres fue el primero / gritó con todo való / por la libertad yo muero / de mi Patria el Ecuador. // y el gobierno solo atinaba a calificar a la revolución de “la traición de unos cuantos negros que ansiaban cortar cabezas de serranos”, infundio racial y regionalista que algunos autores pueblerinos y muy mal informados como Oscar Efrén Reyes inocentemente pero con gravísima ignorancia, han repetido en sus textos de historia.
Empero la revolución había quedado circunscrita a la provincia donde era mayoritaria. El gobierno seguía adueñado de esa capital, convertida en una ciudad muerta pues sus tropas eran prisioneras de un sistema de fortificaciones construido por el Teniente Coronel Alcides Pesantes Villacís, rodeada de casamatas, retenes, alambradas de púas, minas y toda clase de obstáculos pues vivían asustadas por que en cualquier momento los revolucionarios intentarían un ataque masivo y exterminador. La población de Esmeraldas había quedado prácticamente vacía, las principales familias emigraron hacia otras provincias, en Diciembre lo hizo doña Delfina Torres vda. de Concha, madre del caudillo. El nuevo Jefe gobiernista Pesantes mandaba sobre una población fantasma, pues todo comercio cesó, la agricultura también se extinguió por la guerra y la población sumida en gravísima pobreza emigraba hacia otras provincias, por eso se ha dicho queI los combates siguieron produciéndose (dos en la isla Zapotal, tres en Cojimíes, en Camarones, en Río Verde, en La Tola, Borbón y sobre todo en la Isla Prado frente a Esmeraldas. ”El gobierno tuvo el dominio del mar durante la campaña y el ejecutivo sufrió revés tras revés pero siempre halló en nuestra diminuta escuadra el amparo que necesitó. Se cometieron errores a cada paso, pero dueño del mar, nunca su situación fue mala, a pesar de la superioridad que obtuvo sin disputa su adversario.”
Esmeraldas era un ciudad mártir, sacrificada y heroica, que en esos momentos trágicos representaba la dignidad nacional, mientras en Guayaquil la corrupción campeaba y el Banco Comercial y Agrícola seguía emitiendo billetes fraudulentos (en descubierto)o bajo la consigna de continuar con los préstamos al gobierno Por eso la Deuda Pública aumentó y Plaza continuó aferrado en el poder, detestado por el pueblo y envilecido en sus crímenes, no cejaba. La revolución de Concha es gloria de Esmeraldas y página reivindica ti va nacional.
1914 había sido un año terrible. A principios de 1915 Concha se sintió muy enfermo de amebiasis intestinal. Una fuerte depresión le mantenía decaído y estando en su cuartel general en la hacienda San Matheo, sitio Mútile, a orillas del río Esmeraldas, resolvió dirigirse a otra propiedad suya, la hacienda San José, sobre el río Teaone, con dos ayudantes. En la hacienda encontró a tres domésticos, a su esposa y a su hermano Julio Concha Campuzano, quien acababa de arribar de Lima con noticias de los emigrados en el Perú y se quedó a cuidarle. Las vías de acceso estaban rodeadas de retenes, su hermana Sara Concha de Gaztelú que era una persona muy adinerada le ofreció el dinero suficiente para que viajara a curarse en Europa, pero con el agradecimiento debido le llegó la nota que decía: Solo aceptaré el dinero si lo destinas a la revolución…
A la una de la mañana del 24 de Febrero una partida gobiernista conducida por el traidor Nicanor Bodero, conformada por Benicio Reyes, Octavio Montaño y José Domingo Jaén llegó a la hacienda San José distrayendo los retenes de seguridad, pasando por amigos de Concha. Un tiro anunció la presencia de ellos, el Caudillo se levantó y acercó a la ventana de la sala, en el momento en que ingresaban los soldados a esa pieza y se produjo la captura de Amalia Andrade, Carlos Concha y su hermano Julio, que se hallaban descansando. Concha estaba muy debilitado y enfermo a causa de los primeros síntomas de la tuberculosis que le llevaría cuatro años después a la tumba. Su gloriosa revolución, que no solo fue suya sino también de todo un pueblo, había durado diez y siete meses.
Sus guardaespaldas y los miembros del servicio fueron llevados a la sala de la casa amarradas las manos y con una soga al cuello, donde ya se encontraban ambos hermanos Concha y allí no faltó alguien de la tropa que quiso machetearlos, pero uno de los jefes dijo: Aquí nada, abajo pueden hacer lo que quieran.. Al bajar de la casa fueron asesinados los dos primeros prisioneros, pero el tercero, que era un negro de grandes proporciones, logró emprender la carrera sorprendiendo a sus verdugos y se internó en la espesura salvando su vida.
De inmediato Concha fue amarrado sin miramientos y conducido a Esmeraldas junto a su hermano, siendo instalados en la casa que fue de Esther Ledesma. El día 25 el Comandante en Jefe del Ejército Miguel Rivadeneira, comunicó al Juez de Letras de Esmeraldas Dr. Luís Eliseo Prado que levante el auto cabeza de proceso por rebelión y delitos comunes, pero ningún Juez se atrevió a condenarle por esto último y fue sobreseído. No así por la rebelión. Entonces le trasladaron por mar a Duran, y le embarcaron en el tren a Quito. Cuando se detuvo la locomotora en Chiriacu el Presidente Plaza entró al vagón y saludó: “Hola Carlos ¿Que tal viaje ha tenido? Muy bien General, fue la respuesta. Plaza lo llevó a terminar el viaje en el automóvil presidencial y en la puerta del penal le dijo: La paz de la República depende de una orden, de la firma suya. “La firma mía – respondió Concha – no tomarían en cuenta en Esmeraldas, menos en Manabí, Guayas y Los Ríos, provincias en que ha tomado gran incremento el movimiento. En cambio, la firma de Ud. puesta en un mensaje de renuncia, daría inmediatamente la paz anhelada. Plaza no contestó, pero se alejó pensativo, meditando en toda la verdad de esa respuesta” mientras la revolución continuaba en las selvas dirigida desde la hacienda Mútile por el Coronel Enrique Torres Concha, hermano del caudillo (Hijo de Uladislao Concha Piedrahita y de Adela Torres de la Carrera) que acababa de arribar de Lima.
“En Agosto de 1916 bajó Plaza del poder odiado por el pueblo que despreciaba sus crímenes. El nuevo Presidente Alfredo Baquerizo Moreno recibió al país en armas pues continuaban los combates en diversos puntos de la costa. El día 8 de Septiembre se decretó la amnistía y propuso la paz. Concha salió en libertad el día 13 luego de pasar más de un año y medio en prisión. En carta del 3 de Octubre, de acuerdo con el Ministro de Guerra José María Barona, dirigió a los “Jefes de la revolución de Esmeraldas” y a las guerrillas del ejército revolucionario, la orden de deponer las armas que fueron entregadas el 6 de Noviembre en Chinca y en Ostiones y el 11 en San Matheo. La revolución había costado más de siete mil vidas ecuatorianas sin olvidar el contexto social, cultural y económico pues la provincia de Esmeraldas quedó destruida, las familias dispersas, las haciendas arrasadas, las poblaciones desiertas, el ganado y los cultivos desaparecidos.
Tras un mes en la finca de su hermano Pedro en La Magdalena (Quito) decidió trasladarse a Guayaquil. Su arribo fue anunciado por la prensa nacional, el 21 de Octubre miles de ciudadanos utilizando los vapores Mariscal Sucre, San Pablo, Fénix y numerosas lanchas, pasaron a la vecina población de Durán y a las cinco de la tarde acompañaron al ínclito General (así lo menciona la hoja volante que circuló con profusión en la ciudad) hasta el departamento de su cuñado el Dr. Federico Pérez Aspiazu, casado con Teresa Concha Torres, situado en el segundo piso de la calle Bolívar entre Pichincha y Pedro Carbo, en Guayaquil, donde se alojó. Al día siguiente la prensa llenó sus columnas, el Gobernador de la Provincia le expresó su bienvenida, delegaciones de obreros lo visitaron y el pueblo se situaba en la calle y pedía que saliera a saludar al balcón. Estas obsequiosas atenciones, tanto oficiales como particulares, sirvieron para demostrar al país que su revolución no había sido en vano y que el ideal liberal radical seguía latente en los corazones de todo buen ecuatoriano, Carlos Concha no solamente fue un líder guerrillero, también encarnó un nacionalismo apasionado y se mantuvo como un pensador radical.
El Presidente Alfredo Baquerizo Moreno le dirigió un telegrama con motivo de la pacificación de Esmeraldas, haciendo votos porque las armas queden en brazos de la paz. Poco después le ofreció la embajada en Venezuela que el caudillo declinó cortésmente pues nunca se prestó a medias tintas ni a componendas y su alma nunca estuvo hecha para las sinvergüencerías y en las últimas chozas de la selva esmeraldeña se guardaron las banderas de la revolución confeccionadas con un humilde trozo de tela negra, fileteada en sus cuatro costados de rojo y en el recuadro superior izquierdo dibujada en lino blanco una calavera con dos tibias cruzadas, lábaro que fue la enseña esmeraldeña de la revolución y que ya había tremolado vencedora en la toma de la ciudad de Cuenca en 1896 conducida por el batallón Esmeraldas, compuesto de 960 negros al mando del Coronel José María Concha Torres, de los cuales el 75% murieron heroicamente en dicha acción..
En 1917 regresó a su hacienda San José y no volvió a salir de allí pues casi no podía respirar y se hallaba aquejado de un cansancio general. De la antigua fortuna familiar (suya, de su madre y hermanos) que en 1913 ascendía a la astronómica cifra de más de cuatro millones de dólares entre haciendas, ganado y sembríos, no quedaba nada y en sus haciendas propias San José y la Clemencia, que estaban devastadas y el gobierno las había embargado a causa de la guerra, no existía sembríos de ninguna clase y hasta el ganado había desaparecido.
En 1918 fue derogada la Ley del Concertaje que sujetaba al trabajador a la hacienda a través de la herencia de las deudas de sus padres, pero ya el concertaje había desaparecido hacía muchos años en la costa, quedando únicamente la Ley para el agro serrano, mientras en la provincia de Esmeraldas se vivía un estado de depauperización casi total y el atraso se hacía evidente en todas las actividades.
Así, tristemente, acompañado de Amalia Andrade que le fue fiel hasta el fin y de sus hijos menores César y Marina y preocupado de que se le diera una profesión al primero. Sufría de disentería y dada su condición de tísico cada día desmejoraba a ojos vista hasta que le sobrevino una congestión pulmonar y alta fiebre, empezó a delirar y fue llevado en canoa a Esmeraldas, donde falleció al día siguiente 2 de Abril de 1919, en casa de su media hermana Sara Concha de Gaztelú, prematuramente avejentado, pues solo tenía cincuenta y cinco años de edad pero con la fuerza de su espíritu inquebrantable ante cualquier adversidad. Por su carácter nervioso solía beber varias tacitas de café pasado sin agregarle agua extra ni azúcar y nunca le faltaron sus cigarrillos de envolver.
La noticia se regó inmediatamente por el país y aún en el exterior, tal su fama de guerrillero invencible e incansable. “Sus funerales se realizaron el día 13 de Abril a las diez de la mañana al compás de la marcha fúnebre ejecutada por la banda del Regimiento Calderón No. 3 que le hizo los honores correspondientes a su jerarquía militar. Sus antiguos partidarios y camaradas en armas llevaron el féretro en hombros a pesar de la distancia que mediaba de la casa del duelo al Cementerio y el Regimiento Calderón en gran parada concurrió a darle mayor solemnidad al acto, pero solo cuarenta personas estuvieron presentes en el campo santo, de los cuales siete fueron personas de color y el resto blancos.
Se dijo que era el inolvidable esmeraldeño, convencido radical e indomable luchador y su nombre pasó a ser símbolo de dignidad y valor. “Vivo Concha era una esperanza. Muerto es una doctrina, la de la resistencia a la tiranía” y en su tumba consta el siguiente epitafio: “Encarnó gloriosamente la protesta armada contra los crímenes de 1912”.
“Tuvo ilustración, talento, generosidad. Nunca esbirro ni verdugo, fue un liberal radical de verdad. Abnegado hasta el sacrificio. Una de sus preclaras virtudes era el desprendimiento. Su conversación amena y variada discurría con acierto sobre Derecho Publico, Historia y Agricultura. Viajó con provecho y observador como era encontraba valiosas enseñanzas en las costumbres, historia e instituciones de los pueblos que visitó”.
“Sorprendía cierta altivez con que trataba a sus más devotos partidarios, el desdén con que escuchaba las lisonjas, algo como un sentimiento de superioridad que si no le atraía adeptos hacía que se le considerase como hombre dominador que se imponía por sí mismo y no por que le halagaban las pasiones de nadie.”
Fue la última expresión del alfarismo activo y radical. Personificó la resistencia a la tiranía y el sacrificio individual por el bien colectivo. La revolución llevó la destrucción y pobreza a su provincia. Perdió su fortuna, sus hermanos quedaron arruinados. I aunque en la lucha se cometieron los abusos propios de toda guerra, se logró mantener el ideal de una Patria noble y digna, por eso su retrato está colocado en las Municipalidades de Guayaquil y Esmeraldas.
Poseyó capacidad genial para intuir las variaciones necesarias en el campo de batalla, para transformar simples escaramuzas en brillantes victorias. Su instrucción, imaginación y agilidad mental le hacían un personaje inolvidable cuyas hazañas aún se transmiten por la vía verbal en la impenetrable selva esmeraldeña y son paradigma de hombría de bien.
El pueblo le amó con pasión y los poetas le cantaron // Aquí estoy mi General / que la cusunga del cielo / me alumbre con mucho celo / y me haga su Caporal. // Alfaro y Concha nacieron / como dos buenos hermanos / y cogidos de la mano / a su país redimieron. //
Pero no han faltado algunos papelistas que reniegan de la revolución de Esmeraldas haciendo la pedagogía del oprobio pues se quejan que ocasionó muertes y destrozos, en síntesis, que solo fue un pretexto para numerosos episodios de violencia y hasta utilizan el incidente de la Cruz Roja.
El Himno de la ciudad de Esmeraldas, en sus últimos versos dice en relación a las otras ciudades del país: Fragmento.- // cantan himnos de gloria infinita / tus hermanas rindiendote honor…. // por eso se ha escrito que la revolución es gloria de Esmeraldas y página vindicativa de la justicia política en el Ecuador.
En cambio para su madre que permaneció en su hacienda cercana a Esmeraldas durante la primera parte de la revolución y para sus hermanas, la gesta de Concha constituyó una catástrofe de la que jamás pudieron reponerse. La revolución inutilizó dieciocho haciendas productivas, murieron treinta mil reses, se dispersaron los trabajadores, cesaron las exportaciones de los frutos al exterior, especialmente el cacao (en los mercados internacionales de Londres y Hamburgo la marca D.T. iniciales de Delfina Torres recibía sobreprecio) sin contar lo incuantificable del lucro cesante y el daño emergente, pero así es la vida y está bien que así sea. El dinero va y viene pero el honor es inmutable.
También se ha dicho de parte de autores más bien interioranos, que todo el esfuerzo de la provincia de Esmeraldas y su sacrificio económico y de vidas solo sirvió para enriquecer a unos cuantos comerciantes proveedores del ejército nacional tanto de armas y municiones como de alimentos y que también sirvió para que el Banco Comercial y Agrícola se apoderara de la economía y de la política nacional a través de numerosos empréstitos al gobierno. A consecuencia de estas distorsiones económicas el gobierno socio – cliente había dictado la ley Moratoria que constituyó un atraco del Banco Comercial y Agrícola y del gobierno a la sociedad entera, pues benefició al referido Banco prestamista, al salvarle de la quiebra y liberarle de la obligación de cambiar en oro o plata sus alegres papelitos (billetes) lo cual es absolutamente cierto pues los billetes de un sucre emitidos por el Banco Comercial y Agrícola se tomaban con recelo en el comercio y se aceptaban a la baja, pagándose por ellos hasta ochenta centavos, mientras que los emitidos por el Banco del Ecuador tenían sobreprecio y eran recibidos por un sucres veinte centavos, pues venían de un Banco legalmente encajado, guardando sus emisiones una paridad real con su capital.
Tras la revolución en la provincia mártir se produjo un cambio político notable, pues los gobiernos enviaban desde Quito a las autoridades seccionales (Gobernadores, Intendentes) quienes confeccionaban las listas electorales. El alzamiento cívico y pacífico del Comandante Roberto Luís Cervantes en 1926 logró que los gobiernos de turno se acordaran de la provincia más olvidada del país y promovieran algunas obras públicas. En la década de los años treinta la influencia de mi tío el Coronel Pedro Concha Enríquez, quien actuaba como jefe del radicalismo ecuatoriano conjuntamente con José Peralta, empezó a declinar con el fallecimiento de éste último, en tanto que en Esmeraldas se perfilaba el caciquismo de los años cuarenta al sesenta del Comandante César Plaza Monzón, prolongado a través de su hijo Julio Plaza Ledesma, que agonizó con Gilberto Plaza Chillambo último miembro de esta familia. Clientelismo y violencia fue la consigna de estos políticos, que alcanzaron su mayor figuración en 1956 con Carlos Guevara Moreno, artífice del llamado Pacto de los Caciques (Guevara Moreno por Guayaquil, los Plaza por Esmeraldas y Emilio Bowen por Manabí).
Finalmente no ha faltado un extraviado periodista que sin ninguna vergüenza ha supuesto que la revolución de Concha y la población campesina de color es un hecho que debe estudiarse a la luz de las ideas animistas libertarias que “debieron arribar a Esmeraldas con los primeros esclavos negros y pudieron persistir en la selva profunda en forma de ritos y prácticas de vudú hasta comienzos del siglo XX” asunto que constituye una fantasía, ya que el vudú y la magia negra jamás ha sido parte del imaginario popular esmeraldeño. Otros escritores de izquierda indican que la revolución de Concha no debe ser considerada revolución pues no tuvo una finalidad social ni tintes reivindicativos, lo cual constituye una falacia y un craso error pues la revolución jamás negó sus orígenes, ya que fue eminentemente política, antes que social.
Julio Estupiñán Tello – con criterio oportunista – y en su afán de atacar (darle duro) a los nefastos Caciques Plaza que asolaban la Esmeraldas de esos tiempos (1960) inventaron que Alfaro, al concederle el nombramiento de Cónsul General del Ecuador en Paris a Carlos Concha, dijo para sí ¡Ah Carlos, cuanto me cuesta la sangre de tu hermano Vargas Torres? Tontería, más que mentira cerdosa, que solo se explica a la luz del resentimiento generado por los Caciques Plaza, padre e hijo. Alfaro siempre le fue deudor a la familia Concha Torres. Por él murieron Luís Vargas Torres, Clemente, Jorge y José María Concha Torres, quienes lucharon cada cual en su momento por la doctrina radical, invirtiendo plata, tiempo energía, sin esperar jamás nada a cambio..
En 1951 la revista “Comentarios del Momento” órgano oficial del partido Concentración de Fuerzas Populares, al referirse a Alfaro y a Concha dijo: Alfaro es una fuerza telúrica dislocando las nociones tradicionales de la vida nacional. Es un salto hacia adelante en la historia y en el tiempo, al realizar en el país la única auténtica revolución que hemos vivido hasta el presente. El movimiento de Concha fue un golpe del puño nacional asestado en pleno rostro al usufructuario del gran crimen (Leonidas Plaza) Era la voz de la dignidad y la vergüenza resonando en la selva de Esmeraldas y amenazando castigar al asesino.
Franklin Tello Mercado ha escrito: La provincia quedó arruinada – tras la revolución – cuando regresamos la ciudad (Esmeraldas) era diferente a la que vimos el día antes del bombardeo. Los soldados habían hecho cuarteles de las escuelas, no habían casas en donde vivir y por ejemplo, la casa de mi madre había sido tumbada para hacer trincheras y leña para los fogones de los militares. Había que rehacer la ciudad, buscar profesores para las escuelas. Siempre me he preguntado cómo Leonidas Plaza, un hombre conocedor de la costa, pudo llevar a la muerte a los serranos que no habían visto en su vida un cocodrilo, un alacrán, una culebra, una avispa, una garrapata, un zancudo, ni al río, ni al mar, ni a la selva y a los cuales se mandó perseguir en ese medio a los revolucionarios. Esos soldados vestían un paño verde y muriéndose de calor se los envió a la jungla en persecución del enemigo, como si estos estuviesen esperándolos para que los capturen. El murmullo de la selva es impresionante y atemoriza a quien no la conoce. A estos pobres hombres los mandaron a lo desconocido, a buscar la muerte.. ¿Cómo sería el carisma de Concha, cómo la influencia y atracción que ejercía sobre el negro esmeraldeño, que sin haberles pagado un centavo y sin haberles ofrecido nada, pelearon durante tantos años y le seguían como si fuera un verdadero amo?.