EDUCADOR.-Nació en Vínces, Provincia de los Ríos, el 14 de Julio de 1901 y fueron sus padres Manuel Antonio Coello Arauz, hacendado natural de Machala y Maria Icaza Olvera, de Vínces, hija mayor de Miguel Angel de Icaza Paredes en Magdalena Olvera Montalván.
El menor de tres hermanos que crecieron con su madre en la pequeña y acogedora finca de su abuela materna Magdalena Olvera y Montalvan cercana a Vinces, en la placidez de la campiña siempre verde en esa zona; por eso fue un niño estudioso, equilibrado y tranquilo, de tez blanca, pelo oscuro y ojos glaucos que cambiaban constantemente con la luz del sol. Luego se transformaría en un joven más bien alto que en su vida adulta engrosó.
Estudió la primaria en el Centro escolar No. 1 de Vínces – única en esa población y por las tardes solía concurrir a la valiosa Biblioteca Municipal (1) ganando todos los años el Premio al mejor alumno.
En 1914 la Municipalidad le becó al Normal Juan Montalvo de Quito. Su madre se opuso y hasta rompió a llorar cuando los delegados la visitaron pero ellos le preguntaron: Si no vas Carlitos ¿Quién podrá representarnos tan dignamente?
Su estadía en Quito estuvo matizada de espléndidas experiencias pues trató a los profesores de la II Misión
Pedagógica alemana que establecieron en el Ecuador el método de los pasos formales y un sano ideal nacionalista con algo de socialismo y mucho del arielismo en boga, a la sombra de sus excelentes maestros, que pretendían realizar la transformación del Ecuador a base de una educación integral. I tras seis años de constantes esfuerzos egresó de Maestro Normalista el 15 de Julio de 1922. Entonces tuvo varias propuestas para quedarse en la capital pero prefirió volver a Vínces donde cultivó la poesía y por su temperamento romántico hasta enamoraba en verso; sin embargo, su poesía, influenciada por la lectura de los modernistas del tiempo, especialmente de José María Egas no poseyó características de originalidad.
Por esos días enviaba colaboraciones sobre temas educacionales a “El Guante” de Guayaquil, clausurado el 26 por las autoridades de la revolución Juliana. El 27 publicó en “El Universo” y el 29 en “La Prensa” con sus temas de siempre: la educación nacional, la formación de los maestros laicos y el folklore del montubio del litoral, esto último con cuentos cortos, más bien naturalistas, agudos por su chispeante humor muy a lo Jack the Ripper, que aparecían iluminados con dibujos y llamaban poderosamente la atención. A veces utilizaba el pseudónimo de “Germán del Río”. Entre estos cuentos cabe destacar: La Posada mágica, El trágico del 28 y Guasabajo y de haber tenido un poco más de penetración social, le habría correspondido abrir la literatura ecuatoriana hacia el realismo que ya se imponía en otros países hispanoamericano como corriente literaria y sociológica, pero siempre fue más maestro que escritor.
El 28 fue designado Director del Liceo primario Tiburcio Macías de Portoviejo y luego de la escuela Miguel H. Alcívar de Manta y figuró como redactor fundador del diario “El Mercurio” de esa población, donde apareció en folletín su cuento “Sonámbulo”.
El 29 recibió el título de Preceptor de Instrucción Primaria con S/.170 mensuales de sueldo, ocupó la dirección de la escuela Central de Vinces con general beneplácito de la población y le dio al alumnado una nueva tónica pedagógica, más acorde con los tiempos que vivía el país, reformando el pensum e impuso la práctica de gimnasia sueca, las horas sociales, redujo al mínimo la repetición
memorística y a través de útiles excursiones a los lugares cercanos les inculcó el amor a la naturaleza. En Junio de ese año salió en El Universo su artículo largo titulado “Reflexiones de monte adentro: el Montubio”.
En Julio ocupó la Dirección de Estudios de los Ríos con sede en Babahoyo. Allí conoció a Germania Cañizares Lamadrid con quien casó el 32 y al año nació su hijo Carlos, muerto años más tarde de la apéndice complicada con peritonitis por error de los médicos que le trataron en la sierra.
El periodista Orión Llaguno escribió: Carlos Coello Icaza, un hombre útil, generoso, instruido y bueno. Periodista como la mayoría de los literatos de Hispanoamérica, que maneja con soltura y propiedad la lengua nativa, nos ha regalado, no siempre por desgracia, con sesudos y amenos artículos en la prensa babahoyense y guayaquileña. Pero su vocación lo ha conducido a más encumbrados ideales. Como director de Estudios de su provincia natal ha hecho un inmenso bien a esos pueblos, donde la pedagogía, antes que él se hubiera hecho cargo de ese puesto, era apenas conocida de nombre. Como fruto de sus estudios y experiencia ha escrito una obra de instrucción moral y cívica. En literatura tiene en preparación Guasabajo, obra que según los que la conocen, será una revelación de sus excelentes dotes de literato y de buen psicólogo.
En Mayo del 31 comentó elogiosamente la aparición del libro de cuentos “Los que se van”, que encontró admirable por el tratamiento realista de los personajes del agro, siendo el segundo en el país en hacerlo tras el español Francisco Ferrandiz Albors, a) Feafa, que escribía en “El Telégrafo”. El 36 renunció por intrigas políticas, volvió a Vínces y fundó la revista gráfica, literaria y de actualidades “Espigas”.
(1) Fundada años atrás con un legado de libros que habían sido de José Gómez Carbo, a) Jece, ilustre periodista especializado en asuntos económicos. |
En Febrero del 37 colaboró con la “Monografía y Album de Los Ríos” que editaron Manuel Quintana y Luís Palacios, con un artículo titulado “Cuestiones de Antropo – Geografía Rioenses, el suelo y el hombre”. Al poco tiempo el Ministro de Educación, José A. de Rubira Ramos, le designó Visitador escolar del Guayas y profesor de Geografía y Geopolítica en el Vicente Rocafuerte, y pasó con los suyos a un departamento alquilado en Chimborazo y Sucre.
Tras la revolución del 28 de Mayo del 44 salió del Vicente Rocafuerte y el 45 fue profesor de Problemas Pedagógicos en el Curso de Administradores realizado en Quito por el Servicio Cooperativo Interamericano de Educación. Su amigo el Ministro Alfredo Vera, considerando que el Dr. Carlos Hurtado Flor no se había posesionado en el rectorado del recién creado Colegio Nacional Aguirre Abad, nombró a Coello, igualmente en forma ad – honorem porque no había la partida presupuestaria, suplicándole que acepte tan difícil misión y tras varias semanas de trabajo agotador EL Colegio abrió sus puertas y recibió el día 2 de Mayo del 45 al alumnado mixto, con un personal sin sueldo pero lleno de patriotismo, dinamismo y tesón.
Habiendo nacido el Colegio el 43 por decreto del Presidente Arroyo del Río, quien no pudo crear la partida presupuestaria por que se interpuso la revolución del 28 de Mayo del 44, tuvo su rector que alquilar con dinero propio un edificio de madera de tres pisos altos, en cuyos bajos funcionaba el Cine Aladino, calle Chimborazo entre Vélez y 9 de Octubre. El primer piso fue destinado al Colegio, el segundo a un Pensionado para alumnos de provincias y el tercero lo habitó para estar más cerca de su obra.
Esta fue su mejor época, trabajaba hasta altas horas de la noche, los fines de semana organizaba útiles y provechosas excursiones y editó sus “Palabras para el Maestro,” breviario ético y didáctico de gran utilidad al profesorado del Ecuador, aparecido en pequeño formato en octavo y 92 pags. También escribió un Manual de Cultura Cívica y un texto de Historia del Ecuador, que mandó a imprimir pero le perdieron los originales y nunca circuló.
Su hija María del Pilar (Chanena) que estaba pequeñita, le recuerda por su dedicación al alumnado, por los hermosos cuentos que inventaba su fértil imaginación de maestro y poeta y por sus juegos didácticos; pues, aprovechando que a ella le gustaban las muñecas, se las dividió en buenas y en malcriadas, en atención a sus reacciones ante diversas situaciones que él les planteaba, como si se tratara de personas mayores frente a la vida. I así, tan sencillamente, fue modelando su carácter para el bien.
El 46 fue ratificado como Rector, le asignaron un sueldo, igual que al personal, también recibió la medalla de la Orden Nacional al Mérito.
El 47 celebró sus Bodas de Plata Educacionales y ocurrió un incidente por demás desagradable: Caminaba Rafael Guerrero Valenzuela una mañana por la acera del frente del Colegio, cuando fue visto por varios alumnos que por estar en recreo se habían asomado a la gran ventana central de edificio y todo fue verle y formarse una algarabía al grito de: Su Muchacho, su Muchacho, apodo con el que era conocido dicho político por un telegrama cursado al Coronel Carlos Mancheno Cajas, hallado en el escritorio de dicho dictador en el despacho presidencial, tras su caída del poder. Esto parece que le alteró el ánimo y subiendo las gradas del plantel a grandes zancadas y no pudiendo enfrentarse con la muchachada pues eran muchos, se fue directo al rectorado donde se dio el lujo de amenazar no solamente al señor Rector sino también a toda la superioridad del plantel. Felizmente el asunto no pasó a mayores porque nadie reaccionó con violencia, pero de todas maneras se produjo el bochorno consiguiente y como la ciudad era pequeña, a las pocas horas la gente se reía del infeliz suceso.
El 48 desocupó el tercer piso donde habitaba para dar paso a nuevas aulas. Entonces arrendó un departamento del Edificio Calero en Chile y Aguirre y con un préstamo de la Caja de Pensiones adquirió una villa en el barrio Orellana, que por alejada del centro prefirió arrendar.
Tenía por costumbre estudiar y escribir por las noches, enviaba colaboraciones al suplemento literario del Diario “La Nación” con temas montubios que titulaba “Cromos Campesinos” y que pensaba recopilar. Allí apareció su Canción a Vínces titulada “El Romance del afecto” escrito en verso.
El 50, la Asociación Hijos de los Ríos le consideró uno de los tres más prestigiosos fluminenses por su valía como educador y escritor. Ese año renunció en el Aguirre Abad y pasó a dirigir el Colegio Nacional Diez de Agosto en Vinces, aunque con su salud muy desmejorada por su antigua diabetes complicada con cataratas en ambos ojos. Su médico el Dr. José Miguel Varas Samaniego no se decidía a operarlo dado el alto riesgo de que sufriera hemorragias, aunque de todas maneras tuvo que hacerlo el 51, quedando bien.
El 52 fue declarado Hijo Predilecto de Vínces por el Concejo Cantonal de esa población y recibió un público homenaje. El 55, agobiado por diferentes trastornos, especialmente por una retinopatía provocada por la diabetes, que le atormentaba con una visión empequeñecida y defectuosa, se acogió a los beneficios de la jubilación y volvió a Guayaquil, ocupando su villa en el barrio Orellana.
Salía poco y se accidentó dos veces en la calle con fracturas de sus brazos atendidas en la Clínica Alcívar. Finalmente quedó ciego. Sus amigos de siempre no le abandonaron: El Dr. Nicolás Coto Infante, Rodrigo Chávez González, José María Egas. Su hija le leía los periódicos pues hasta el final se preocupó por el destino y la suerte de su Patria con esperanzada emoción.
Poseía tres pequeñas fincas en las cercanías de El Empalme que bautizó con el sobrenombre de su hija, sembró de banano para entregarlo a la Corporación Ecuatoriana Europea, de árboles frutales y pastizales para ganado. Su hermano Miguel Antonio, que era soltero y le admiraba mucho, le acompañó de lazarillo y en alguna ocasión que un peón de apellido Rosado se apostó en un camino, le confundió y disparó una carga de perdigones a Miguel Antonio, matando la cabalgadura y dejándole herido, pero sanó.
En varias ocasiones había tenido que ser internado en la Clínica del Seguro aquejado de comas diabéticos pues era muy dulcero. Tenía casi sesenta y cuatro años de edad cuando ocurrió su deceso en Guayaquil, el 14 de Mayo de 1965. Al día siguiente fue el sepelio, que revistió de la solemnidad propia de un maestro pues concurrieron delegaciones de varios Colegios y escuelas de la ciudad.
La crítica le señala como un gran cultor del tema montubio en el Ecuador por sus cuentos y romances. Dos escuelas primarias, una en Guayaquil y otra en Vínces, llevan su ilustre nombre.