COBOS MANUEL J.

COLONIZADOR.- Nació en Cuenca y fue bautizado con los nombres de Manuel Julián en la iglesia del Sagrario el 18 de Marzo de 1835 como hijo de María Dolores Cobos. Nada se conoce de su niñez y juventud a no ser que desde 1856, cuando apenas tenía veinte y un años, ya figuraba como comerciante en la zona de Chanduy con otros paisanos que emigraron a causa de varios años de sequía en el Azuay. El 58 fundó la “Casa Cobos hermanos” con su hermano Ángel, también tendría sociedad con su cuñado José Monroy y Cedillo.

Chanduy era por entonces un sitio poco poblado que se prestaba para caleta de contrabandistas. Las naves iban a Panamá cargadas de productos y con el dinero de esas ventas se adquiría mercadería extranjera para introducirla al Ecuador. Varios comerciantes practicaban tan lucrativa actividad.

En 1862 con el arribo a Santa Elena de algunos buques balleneros cuya tripulación comentó haber descubierto arboles de orchilla en los bosques de las Galápagos, se dio inicio al boom de su extracción para la venta pues algunos vecinos de la península, entre los cuales se puede mencionar a Cobos, José A. Rubira, Manuel Jurado, el peruano José Valdizan, el francés Sicouret, el manabita Solórzano, se interesaron en su extracción. El 62 arribó Cobos por primera ocasión a las islas Galápagos en busca del valioso liquen tan utilizado para teñir alfombras y telas en general, que alcanzaba gran precio en México, Panamá y los Estados Unidos, antes que se inventaran las anilinas químicas en Alemania, pues la orchilla se vendía a gran escala en los mercados internacionales en Londres y Hamburgo. Por eso pasó a ser considerada el mayor negocio en la zona.

Primero partieron a las Galápagos dos expediciones, la de Rubira y la de Jurado, pero tras varias semanas buscando los bosques de orchilla, sin encontrarlos, regresaron con graves pérdidas económicas. Dos extranjeros de apellidos Norton y Gurdue también andaban en las Galápagos tras la orchilla y aunque comenzaron los cultivos sus vidas terminaron pronto, asesinados por sus trabajadores, que abandonaron las islas.

Por entonces Cobos se unió a Aurelia Baquerizo de la Rosa oriunda de Santa Elena en quien tuvo una hija llamada Josefina Cobos Baquerizo, que casó con Rogelio Alvarado Villamar con tres hijos pero terminaron divorciados en Guayaquil.

En 1866 fue Concejal en Santa Elena y contrajo matrimonio con Adelaida Monroy Cedillo, tuvo dos hijos llamados Adelaida María y José Francisco que debieron fallecer niños pues no se ha tenido más noticias de ellos.

El 16 de Septiembre zarpó desde Chanduy con setenta hombres y el 28 de dicho mes arribaron al punto denominado Puerto Chico (hoy Baquerizo Moreno) en las desiertas playas de la la isla Chatham (San Cristóbal) cuyo interior boscoso exploró asentándose a ocho kilómetros hacia el interior sobre unos terrenos vírgenes que adquirió a bajísimo precio; fueron sus socios en la “Empresa Industrial de Orchilla y Pesca” – su hermano Ángel y su cuñado José Monroy Cedillo – le enviaron cincuenta hombres más. El primero de sus socios se retiró al poco tiempo y la sociedad continuó con Monroy por casi cuarenta años. Monroy recibía la mercadería en Guayaquil y la vendía a terceros mientras Cobos se dedicaba a la administración y producción en la isla. Personas que le conocieron y trataron le han calificado de sujeto “de conversación muy agradable, práctico, de buen sentido del humor, honesto en sus transacciones financieras”.

Ambos socios llevaron agricultores a las Galápagos para sembrar vegetales y en seis meses tuvieron las primeras cosechas. También se dieron cuenta que aparte de la orchilla se podía explotar los cueros de las numerosísimas reses salvajes que pastaban libremente en el interior de la isla y que las pieles de las focas o lobos marinos de las playas eran muy solicitadas y siendo relativamente fácil viajar hacia Panamá, donde todo tenía mejor precio que en el Ecuador, hacia allá se iban a venderlas en sus goletas Paulita, Salinas, Estrella del Norte y Amelia y con el producto compraban mercancías extranjeras y regresaban a Chanduy, completando el periplo con estas nuevas ganancias, pero entre el 68 y el 69 sufrieron varios juicios instaurados por el Gobernador del Guayas, Vicente Santisteban Rocafuerte, quien dispuso la incautación de las goletas “Paulita” y “Estrella del Norte”, por contrabando.

Las casas comerciales con sede en las Galápagos eran solamente tres: La de Valverde y Hno. que duró hasta el 69, la de José de Valdizan, casado con una de las señoritas Rubira de Santa Elena, hizo su base de operaciones en San Cristóbal, fue propietario de las goletas Paulita, Salinas y Amelia pero murió asesinado y terminó su empresa y la viuda vendió a Cobos dos de las tres goletas ya nombradas.

Cobos – Monroy tuvieron mejor suerte y a la larga fueron los únicos que perduraron, pero en 1869 Valdizán les hizo una mala jugada pues ganó entre gallos y medias noches el remate de los derechos de explotación de la orchilla por doce años, pagando al gobierno de García Moreno la ridícula suma de cuatro mil pesos, lo cual obligó a sus competidores a llegar a un entendimiento.

Para colmos el presidente García Moreno había dictado orden de captura contra Cobos bajo la acusación de ser un contrabandista y éste se trasladó en 1870, con el Capitán de un barco ballenero y con su amigo Rubira, a la península de Baja California, pues dicho Capitán les había referido que allá había orchilla.

En tan lejana región mexicana adquirió en el punto desolado llamado Bahía Magdalena tres mil hectáreas de terreno con bosques de orchilla, mientras su socio Monroy pleiteaba para que se permitiera el zarpe de las goletas “María Ester” y “Estrella del Norte” de su propiedad.

El 71Monroy le envió a Cobos trescientos trabajadores ecuatorianos con destino a la nueva población de La Magdalena en la península de la baja California. Los migrantes fueron a bordo de la goleta “Amelia” y recogieron orchilla hasta el 79 que por la paralización de la industria textil europea a causa de la guerra ruso – turca y la competencia de las anilinas recién descubiertas en Alemania, el negocio dejó de ser productivo. Cobos fue un pionero en esa apartada zona y su éxito económico – ganó muchísimo dinero – atrajo nuevos migrantes, al punto que el gobierno mexicano construyó un puerto en Bahía Magdalena. Hoy en día la Península de Nueva California está enteramente dedicada al turismo ecológico y/o vacacional, a la siembra de uva y producción de vinos.

El Cónsul norteamericano en 1871 en esa zona mexicana informó a su gobierno de ciertos actos de Cobo reñidos con la ley. Efectivamente, en horas de la noche un pelotón de gente armada comandado por Cobos y su capataz Francisco Tomalá, quien aseguraba ser el administrador de la bahía pero sin mostrar documentos, se apoderaron de un barco de esa nacionalidad y aprisionaron a sus desprevenidos pasajeros. Se ignora el final de esta aventura pirática. Mientras tanto el 75 Chatham fue visitada por el marino y viajero español Francisco Vidal Gormaz que encontró la hacienda “Progreso” de Cobos y Monroy de tres mil hectáreas de terreno con treinta y siete trabajadores. Teodoro Wolf también recorrió la hacienda en su viaje científico de Agosto a Noviembre de ese año. El 78 fue asesinado Valdizan en la isla Floreana y cien peones de los suyos pasaron a Chatham (San Cristóbal) Estos peones habían sido convictos entregados en la prisión de Guayaquil para realizar trabajos en las Galápagos.

Tras nueve años de ausencia en México (1870-79) volvió Cobos a la Chatham en compañía solamente de tres de los trescientos colonos de la baja California pues la casi totalidad decidió quedarse. Encontró que la caña sembrada cuatro años antes había crecido y estaba apta para producir. También halló a los veinte operarios miembros de las ocho familias dejadas para domesticar ganado y descuajar ciertos bosques destinados a potreros. Su socio Monroy se trasladó nuevamente a Guayaquil comerciando los productos de la hacienda.

Desde el 80 construyó en su hacienda “El Progreso” nuevas casas y los edificios administrativos utilizando las maderas de los bosques de la isla. Ya tenía doscientos trabajadores voluntarios que en 1900 habían aumentado a cuatrocientos por la inclusión de los penados que le remitían las autoridades de policía desde Guayaquil. Todos ellos se dedicaban a la agricultura, a la cacería de ganado por sus pieles, el cuidado de los cañaverales para la producción de melaza y la cacería de tortugas. Los productos de exportación eran aguardiente, café, aceite de tortuga, azufre del volcán Sierra Negra en la Isabela, orchilla, etc.

I a la par de estos adelantos Cobos registraba un cambio en su personalidad, volviéndose un tirano con sus peones y empleados, casi todos desterrados en las islas Galápagos en calidad de criminales peligrosos, a los que trataba con el revolver al cinto, imponiéndoles severísimos castigos – muchas veces mortales – que eran ignorados sistemáticamente por los Jefes Territoriales del Archipiélago.

Con la Constitución de 1884 las Galápagos pasaron ser una jefatura territorial aunque en la práctica esta disposición resultó poco efectiva. El primer jefe duró corto tiempo y lo regresaron al continente aquejado de ataques de locura pues no pudo soportar la soledad de las islas.

El 85 los socios Cobos y Monroy dieron el gran paso e iniciaron un ingenio de azúcar con ochenta hectáreas de caña. El 89 importaron la maquinaria de Escocia y llevaron el personal extranjero para ponerla en funcionamiento.

En 1886 hizo fusilar a cinco trabajadores acusados de rebelión. La ejecución tuvo lugar uno por uno a cien metros de distancia de la casa de hacienda en cinco estacas a las que fueron atados a última hora.

Uno de sus peones llamado Felipe Lastre había descubierto casualmente ese año, en las inmediaciones de Puerto Chico, una mina purísima de cal que resultó de gran utilidad para refinar el azúcar del ingenio y volverla apta para su exportación a Guayaquil. Ese año Cobos comenzó a emitir unos bonos de papel de cincuenta centavos cada uno y a acuñar sus propias monedas llamadas las “cobonas”, redondas, marcadas al fuego y de cuero de res, para uso en el almacén del ingenio pero justamente por ello, el trabajo se volvió esclavista pues condenaba a los trabajadores a vivir eternamente en Las Galápagos o a morir de hambre en el exterior, donde dichos vales y monedas no hubieran tenido valor.

El 87 el comandante Federico Chaignau, de la fragata chilena Chacabuco, describía la hacienda de la siguiente manera: Un camino conduce desde la playa de Puerto Chico hacia la parte superior de la isla donde está establecida la hacienda El Progreso propiedad de don Manuel J. Cobos; el cual, a la sazón, se hallaba en otras islas con sus colaboradores, recogiendo orchilla. El terreno, de un color rojo, produce los frutos más variados de la zona tropical conjuntamente con otros de la zona templada, así, al lado de la caña de azúcar, plátanos, piñas, camotes y yucas, se ven producirse las patatas, los frijoles y los melones. Rara es la semilla que no ha germinado de los muchos ensayos que se han hecho para saber de lo que es capaz el terreno de la isla, siendo el cacao el único que no ha surtido buen efecto. La principal producción agrícola de la isla es la caña de azúcar, de la cual se extrae el aguardiente por medio de un pequeño trapiche y de un alambique que sirve para la destilación de la miel que aquella produce.

El 89 importó un ferrocarril e instaló rieles móviles y portátiles que arrastraban bueyes para transportar la caña de azúcar. Igualmente construyó un muelle de madera para cargar y descargar las mercaderías pues el anterior estaba casi destruido.

El 89 y el 91 la expedición del científico Alexander Agassiz realizó el segundo y tercer viaje por el archipiélago. En la Chatham fueron atendidos por Cobos que había aumentado a doscientas diez las hectáreas sembradas de caña para alcanzar una producción anual de dieciséis mil quintales aparte del ron y el puro de caña anisado que se enviaba para su comercialización en Guayaquil. Después renovaría la maquinaria original por otra nueva.

Para el abastecimiento de agua al Ingenio y uso de la población había construido un canal artificial que descendía por las montañas centrales de la isla desde un manantial de agua pura en las alturas y desembocaba en una cañería de fierro de un kilómetro de largo que terminaba en la fábrica tras recorrer siete millas y tres puentes tendidos entre zanjas profundas.

“El Progreso” también producía café de la variedad conocida como Bourbon que es de excelente calidad, había como diez mil cabezas de ganado vacuno que se mataba para aprovechar los cueros, de suerte que al poco tiempo disminuyó su número. A veces la carne seca y salada se exportaba al continente. En 1.900 otro rubro excelente fue la exportación de bacalao secado en las superficies lisas de lava llamadas por eso secaderos.

Este bacalao era de consumo masivo sobre todo en los días de la semana santa.

El 91 se trabajó un camino carretero que partía al sitio Playa Prieta, recorría el centro de la isla y torcía hacia el sur donde había existido una población denominada Las Cuevas. El mar entregaba abundancia de peces, había una mina de cal cercana y una salina natural en la isla Santiago y otra a corta distancia de Puerto Chico. Azufre y madera tampoco faltaban, plátano, papas, maíz, fréjoles y legumbres completaban el panorama agrícola de la hacienda “Progreso” y en cuanto a frutas las naranjas, papayas, piñas, sandías, badeas, melones y bananos.

El 93 transportó en dos veleros de su propiedad quinientas toneladas de azúcar anuales, panelas, ron, anisado, aceite de tortuga y ballena para iluminar Guayaquil, café, cueros, carne, azufre, cal y pescados secos. En 1897 murió su hijo.

Entre los trabajadores se contaban delincuentes penados en la isla, gente campesina y hasta peones conciertos que recibían un salario mínimo en – Cobonas – que solo circulaban en la hacienda donde tenían obligatoriamente que aprovisionarse de víveres dada la soledad de la isla. Esta mescolanza de agricultores y delincuentes daría resultados fatales en el futuro.

El imperio económico de la hacienda “Progreso” se asentaba en la miseria de los trabajadores que sufrían toda clase de vejámenes por el despotismo sin límites de Cobos, sus mayordomos y demás preferidos. Eran usuales las violencias físicas y las violaciones. Azotes, palos o látigos eran repartidos casi a diario y con tanto ensañamiento que a veces se producían muertes.

La proporción entre hombres y mujeres eran de tres a uno. La escasez de mujeres acarreaba una serie de crímenes y desórdenes que a Cobos nunca pareció preocupar mientras no ocasionaran una disminución del trabajo duro en su hacienda. Tenía por costumbre imponer multas elevadas a “sus trabajadores”, que por ello vivían condenados a eterna esclavitud económica sin la oportunidad de una vida mejor y como no había escuelas la moral casi se desconocía y el atraso era pavoroso. Nadie era dueño de nada, todo pertenecía al patrón, incluso la vida. Los días de descanso anual solo eran tres, el primero de

Enero, el martes de Carnaval y el día del onomástico del patrón.

También tenía la mala costumbre de desterrar a los más alzados a otras islas a que sobrevivan a su propia suerte o mueran en esas soledades, se cuenta que durante los últimos años de su gobierno desterró a más de veinte personas. En 1901 desterró al peón Camilo Casanova a la isla Santa Cruz donde sobrevivió tres años en soledad porque encontró agua y un campo cultivado en años anteriores por otros desterrados. Varios navegantes le daban alimentos pero no querían sacarlo. Tras el asesinato de Cobos en el ingenio El Progreso, las comisiones enviadas desde el continente para averiguar los detalles se enteraron de su destierro y le rescataron en Mayo de 1904 a la vida civilizada. Cuando Casanova salía de la bahía pudo encontrar con grave sorpresa y no menor disgusto, un letrero puesto por orden de Cobos sobre una pequeña roca que decía en inglés y español: No saquen a este hombre porque es veinte veces criminal, y solo entonces comprendió porqué los visitantes no quisieron sacarle de su destierro.

Desde 1900 Cobos había dejado de ser el único ejecutivo en las Islas pues aunque nadie le disputó su dominio absoluto en San Cristóbal, en cambio Antonio Gil establecido en La Isabela estaba formando la hacienda Santo Tomás y enviaba equipos de cacería a los cerros para matar al ganado remontado y aprovechar su carne y cuero. La carne salada y seca se llama Charqui.

A principio de Enero de 1904 tenía casi sesenta y ocho años de edad pero aún era robusto aunque sufría de una llaga varicosa en una pierna, que se hacía curar diariamente y cuyo dolor le mantenía con el carácter serio y el rostro avinagrado. También se decía que una rebelde eczema en todo el cuerpo le picaba con insistencia y solo le disminuía cuando tomaba baños de alcohol diluido en agua en una tina de metal ubicada cerca de su dormitorio, pero esto no llegó a comprobarse.

Parecía que estaba al borde de una depresión pues se sentía cansado y pensaba retirarse al continente a contraer matrimonio con la dama limeña Manuela Tábara tras vender la hacienda a un consorcio norteamericano en la suma de quinientos mil dólares, suma de dinero por demás exorbitante para el Ecuador de entonces.

La sociedad con su cuñado Monroy había terminado por la compra de sus acciones y ya nada le retenía, solamente la inercia o el deseo de seguir enriqueciéndose.

Contaba entre sus mayordomos al colombiano Elías Puertas, de quien se decía que había dado muerte a un trabajador en Balao y que por eso vivía prácticamente desterrado en Chatham. Puertas ejercía notable influencia sobre varios sujetos que deseaban vengarse de los malos tratos sufridos y hasta se había apropiado de un revólver de Cobos, quien lo había hecho buscar insistentemente y al no encontrarlo se mostraba nervioso, suponiendo que algo se tramaba en su contra.

Los conspiradores habían estudiado la posibilidad de enviar una queja a las autoridades de Guayaquil, pero cambiaron de parecer cuando no encontraron a nadie de confianza que pudiera llevarla. Entonces decidieron asesinarlo a través de un cocinero llamado Jaime, que por vivir en la casa del patrono tenía facilidad para hacerlo, pero éste se asustó y no quiso inmiscuirse en el asunto.

En la mañana del 12 de Enero Cobos empezó a indagar los detalles de la conspiración para lo cual hizo apresar a varios sospechosos de la sustracción del revólver y dispuso trescientos palos para Daniel Parra y el 13 para P. García. El 14 para Juan Ignacio Torres pero no consiguió ninguna información. Un peón colombiano de raza negra llamado José Prieto comentó “Cuando será el día en que vea arder los canteros”, pero fue denunciado por José Higueras, reducido a prisión y puesto en la barra para darle cuatrocientos palos al día siguiente. El anciano Jefe Territorial Leonardo Reina Sono se solidarizó con el abuso y exclamó: Han de ser quinientos porque tengo orden del Gobernador de Guayaquil para darles palo y hasta para fusilarlos.

Los conspiradores comprendieron que si no se adelantaban a Cobos éste indagaría toda la verdad y resolvieron asesinarlo con las primeras luces del día siguiente, 15 de Enero de 1904, cuando saldría a dirigir el inicio de las faenas. Llegado el momento Puertas subió y le dijo Don Manuel ¿Ud. no le va a dar palos a Prieto? Si, fue la respuesta. —- ¡Usted no mata más! y acto seguido Puertas le disparó dos veces con el revólver perdido, que había mantenido oculto debajo del poncho, hiriéndole de gravedad. Después se sabría que de los dos balazos uno le perforó a Cobos un pulmón y el otro le entró por el estómago. Sosteniendo el calzoncillo con la mano. Cobos se retiró rápidamente a su cuarto no sin antes recibir dos machetazos leves en la cabeza de parte de otro de los conjurados Pedro Jiménez.

El ruido de los disparos reunió a los demás conjurados mientras Cobos se defendió con una escopeta y de un disparo hirió a Elías Ramírez. Mientras tanto el grueso de los conjurados, dándolo por muerto, fueron a buscar a Reina que estaba en la llamada Casa de Gobierno, quien viéndose perdido se lanzó por una ventana pero fue rodeado y a pesar de que se arrodilló e insistió en que le perdonaran la vida, fue ultimado al grito de maten a ese viejo bandido, con un solo disparo que le realizó Puertas, le entró por el cuello, desde arriba hacia abajo y se le alojó en la caja toráxica. Enseguida fueron a ver a Cobos a su casa y a pesar que algunos subieron al primer piso no le pudieron hallar, porque se había lanzado por la ventana de su dormitorio y permanecía en el suelo del patio, inmóvil y con la pierna izquierda rota. Allí fue rematado a balazos.

La turba no perdió en ningún momento la compostura porque el mayordomo Puertas impuso orden y hasta tuvo la prolijidad de vaciar los toneles de aguardiente para evitar todo exceso. Primero fueron al almacén de la hacienda que hicieron abrir para que los pobladores se apropiaran de los víveres necesarios, dejando la tienda cerrada con llave. Luego retiraron los malditos libros de cuentas y con ellos hicieron una pira en el patio de la hacienda.

Cobos y Reina fueron velados en la casa y sepultados en el sitio donde años atrás habían sido fusilados los cinco empleados; finalmente, al quinto día, una buena parte de los insurrectos – noventa personas: 78 hombres, 8 mujeres y 4 niños – decidieron huir a territorio colombiano en la balandra “Josefina Cobos” pues querían dispersarse, pero los apresaron en el puerto de Tumaco el 16 de febrero y devolvieron a Guayaquil, donde arribaron el día 19 con fuerte custodia policial. Ante la mirada curiosa de cientos de personas que se habían dado cita en el malecón de la urbe y llevados a la Cárcel Pública se les siguió un juicio largo y escandaloso porque el asunto del asesinato a Cobos se hizo noticia nacional. Puertas y otros más fueron condenados a penas de prisión, pero los restantes fueron absueltos y liberados en consideración a los largos años de trabajo esclavo, sufrimientos y vejaciones constantes pasados en El Porvenir.

Dos comisiones de investigación viajaron a las Galápagos para conocer los detalles del suceso y se logró que el país conociera los detalles escalofriantes de su tiranía. Su cadáver y el de Reina fueron inhumados y autopsiados. Finalmente se trajeron los restos a Guayaquil, donde su hija Josefina Cobos mandó a fabricar en Italia un mausoleo de mármol en la entrada número tres, que es la principal del Cementerio General.

Alto, fornido, blanco, de pelo y ojos negros. Fue un trabajador incansable que logró construir un imperio económico en una isla desierta. Pudo haber sido un patrono justo con los empleados pero prefirió ser un déspota atrabiliario y abusivo. El ingenio El Progreso y la hacienda fueron administrados después de su muerte por delegados de su hija, hasta que en 1910 se hizo cargo Rogelio Alvarado Villamar y su esposa Josefina Cobos, pero otro de los herederos llamado Manuel Augusto Cobo recibió una parte importante de la hacienda.

Estos bienes pudieron salvarse aunque por poco tiempo. Rogelio Alvarado Villamar no resultó un ejecutivo a la altura de su suegro, consiguió un empréstito en dinero de la casa comercial Lorenzo Tous de Guayaquil para ser usado como capital de trabajo, pero faltando la mano fuerte de su antiguo dueño para seguir haciendo producir al Ingenio éste cesó en 1917 y poco después Tous remató para sí parte de la maquinaria y formó la “Sociedad Nacional Galápagos” con Alvarado y su esposa Josefina, reteniendo el sesenta por ciento de las acciones, hasta que finalmente adquirió la totalidad del capital social y por ende la hacienda pasó a su poder en la década de los años treinta. Su hijo Lorenzo Tous Febres Cordero ofreció vender la compañía a capitales norteamericanos, pero la operación financiera fracasó por problemas legales.

La hacienda siguió suertes varias en esas nuevas manos y aunque fue abandonada por los peones y los canteros terminaron al poco tiempo, Tous instaló un frigorífico y siguió explotando el negocio de las reses y los cueros que hacía traer a Guayaquil, donde se vendían en buenos precios para su aprovechamiento en la industria del calzado, así como el café de El Porvenir que crecía casi silvestre. Para 1942 con la toma de las islas por la Armada norteamericana se paralizaron las operaciones comerciales y cuando el 48 las fuerzas armadas de los Estados Unidos abandonaron el archipiélago, la Marina Ecuatoriana se hizo cargo de su administración.

En 1911 Nicolás Martínez Holguín en su obra “Impresiones de un viaje, relaciones de un viaje a Galápagos,” había escrito que en 1906 al ver la maquinaria y observar el estado floreciente de toda la hacienda no se puede menos que admirar la energía y constancia que ha debido desplegar Cobos para obtener este resultado. Sería todo lo malo que aseguran y hasta criminal como dicen, pero no por eso se puede dejar de reconocer en él a un hombre de prodigiosa energía y de un carácter indomable; pues únicamente un individuo que posea estas dotes, puede formar una explotación de la magnitud de “El Progreso” en una desierta isla, sin capitales suficientes, sin comunicaciones con los lugares habitados y valiéndose para ello, única y exclusivamente, de los desechos de la sociedad.

Tous instalaría la maquinaria en su hacienda “El Alamo” y nombró administrador de ese ingenio a su cuñado Agustín Febres Cordero Tyler, a quien luego trasladó al ingenio San Carlos con iguales funciones.