CHOCANO Y GASTAÑODI JOSE SANTOS

POETA.- Nació en Lima el 14 de Mayo de 1875 en un hogar de clase media y siempre se sintió entre indio y español, gravitando el mestizaje de su raza en muchos de sus poemas primerizos cuando se decía tataranieto de don José Santos Chocano y Fernández de Córdova y Fernández Cornejo // Me ha dicho un viejo infolio que apenas una gota / de sangre de Gonzalo de Córdova hay en mí / no sé, pero yo he sido de aquella edad remota / y siento la grandeza del siglo en que viví. // Por eso a vos me llego ¿lo comprendéis ahora? / con majestad de Inca y orgullo de español. // En otro verso dirá // Esto de los amores imposibles me viene / como una infausta herencia de mis antepasados / el árbol de mi heroica genealogía tiene / de Gonzalo de Córdova, el gran nombre, soldados / mandar supo en cien guerras, más rindiose a una dama. // También escribió lo siguiente: // Al preludiar mis notas de indígena o de hispano / una mitad soy Inca y otra mitad Virrey. //

Sus comienzos fueron matizados por numerosas correrías políticas que le llevaron a guardar seis meses de prisión en las casamatas del Callao y por eso no pudo concluir los estudios de derecho en la Universidad de San Marcos a la que había ingresado de solamente catorce años de edad. En 1902 el gobierno le envió de Cónsul General en Guatemala y allí estuvo dos años. Enseguida pasó de Encargado de Negocios a Colombia, el 5 fue designado Consejero de la embajada peruana en el arbitraje de límites con el Ecuador, el 6 pasaría con iguales funciones a Madrid y pudo brillar en escenario más grande cuando en el Ateneo “de pié, abombado el pecho, retorcido el bigote nigérrimo, peinado hacia atrás el cabello duro aunque no superabundante, alto y agresivo el cuello y notoria la corbata de plastrón herida por una piedra preciosa, el sinsonte perulero declamaba algunas primicias tomadas de su libro “Alma América”, editado ese año con prólogo de su amigo Rubén Darío a quien Chocano había acompañado en sus últimas horas. Declamador nato, la voz estentórea dejaba arrastrar las eses numerosas y plurales como séquito incaico. La mano trazaba solemnes rúbricas en el aire como Capitán de Tercio ibérico y Madrid fijó su atención en el inusitado poeta. Le pudo oír entonces extrañas declamaciones.”

Para esa fecha había publicado mucho teatro y nueve poemarios donde su estro tropical y al mismo tiempo poeta de los Andes, había danzado en homéricas andanzas. Por ello, al decirle alguien que era homérico, le respondió que Homero era chocanesco, pues se creía a la altura del padre de la poesía griega debido a que siempre fue más épico que lírico – sobre todo en su juventud – cuando desafió a los poetas de España y se hombreó de igual a igual con ellos, quejándose de no saber inglés para competir con Walt Withman, a quien admiraba por creerle el mayor poeta del norte.

En 1912 estuvo en Cuba, después siguió a Guatemala, Centroamérica y México, admirando durante la revolución al presidente Madero y a Pancho Villa, de quien fue su partidario. De regreso a Guatemala fue Consejero del dictador Estrada Cabrera y a su caída en 1920 estuvo a punto de morir fusilado, salvando a última hora merced a las múltiples gestiones que realizaron a su favor los intelectuales de América y España.

Nuevamente en el Perú fue recibido por la intelectualidad de su Patria, la prensa le alabó sin reservas, la Municipalidad le declaró Hijo Predilecto de la ciudad de Lima, las multitudes se agolpaban para aplaudirle, logró la protección del dictador Augusto B. Leguía, el 31 de Octubre de 1922 se dispuso su solemne Coronación realizada en el Palacio de la Exposición la tarde del 5 de Noviembre, otorgándosele el título de Poeta de América en hermosísima ceremonia seguida por agasajos y convites donde su musa se prodigó en felicísimos versos. Fue su hora máxima, la de su exaltación como poeta continental, heredero de la corona de mirtos dejada por Darío, tenía cuarenta y siete años de edad, se le veía aún joven, pero su triunfo pasó y advino la hora de su declinación y su desgracia, explicable por cuanto sus motivos heroicos habían dado paso a lo social, al arielismo y la raza cósmica, criollismo en Lima e indigenismo en el resto del Perú.

En 1924 se celebró el centenario de la célebre batalla de Ayacucho que puso fin a las guerras de independencia en Sudamérica. A Lima arribaron numerosos intelectuales de las nuevas escuelas latinoamericanas, alejados por supuesto del verso fácil, estentóreo y chocanesco. Nuestro poeta cometió el error de elogiar públicamente a las “dictaduras organizadoras” de tinte fascista, como las de Leguía en el Perú y de Gómez en Venezuela y fue respondido y coreado por el argentino Leopoldo Lugones quien afirmó que había llegado la hora de la espada para el continente. El mexicano José Vasconcelos le calificó de bufón pero

Chocano le respondió usando los más duros términos. La intelectualidad que le había recibido en triunfo, se volcó en su contra y firmaron una declaración que no llegó a publicarse en “La Crónica” pero el texto llegó a Chocano, quien llamó por teléfono a uno de los firmantes , el joven escritor Edwin Elmore Letts y le preguntó ¿Hablo con el hijo del traidor de Arica? Siendo respondido ¡Eso no se atrevería Ud. a decírmelo en mi cara¡ Poco después, la tarde del 31 de Octubre de 1925, en un encuentro casual que tuvieron Elmore y Chocano en la imprenta de El Comercio, el primero le asestó una bofetada y Chocano disparó a quemarropa al cuerpo de Elmore, que cayó herido de suma gravedad y dos días más tarde falleció. Chocano fue a dar en la cárcel, de donde le trasladaron al Hospital Militar y sometido a juicio le condenaron a tres años de prisión, pero fue indultado a los dos años y en Octubre del 28 pasó a Chile donde vivió poco tiempo, llevando sobre su corona de poeta el inri del crimen y no de cualquier crímen porque Elmore se pertenecía a familiares de la aristocracia limeña.

Mas, su carácter funambulesco le motivó a escribir para la prensa y a dar recitales pero no le fue bien. Entonces buscó fortuna en la bolsa y perdió casi todo su dinero, cayó en manos de un clarividente y se afanó en hallar el famoso tesoro perdido de los padres jesuitas en el centro de la ciudad de Santiago, para lo cual obtuvo el permiso de las autoridades, pues pensaba hacerse millonario de la noche a la mañana, lo cual le devolvió si no la fama por lo menos la espectativa pública. Algunos ilusos iguales a él gravitaban en sus planes, uno de ellos llamaba Martín Bruce Badillo, era de profesión obrero y no estaba bien de sus facultades mentales y la tarde del 13 de Julio de 1934 en que Chocano iba sentado en un tranvía, le asesinó de cuatro puñaladas, dos por la espalda y dos en el pecho, porque en su locura pensaba que el poeta le había sustraído un valiosísimo plano del tesoro, poniendo fin a su tragedia con un tinte griego antiguo, tal como lo hubiera deseado el poeta, cuando solo tenía cincuenta y seis años de edad.

En sus últimos tiempos había escrito mucho, sosegado por las penas de la vida En “Notas del alma indígena” dijo // La raza espera, espera, espera, / hila que hila sin cesar / es por la sangre de tal raza / que en todo trance soy igual. //

Creía ser indio honorario más que indio racial cuando escribió // Indio que asomas a la puerta / de esa tu rústica mansión / ¿Para mi sed no tienes agua? / ¿Para mi frío cobertor? / ¿Parco maíz para mi hambre? / ¿Para mi sueño mal rincón? / ¿Breve quietud para mi andanza? / Quien sabe señor. // Indio que labras con fatiga / tierras que de otros dueños son / ¿ignoras tu que deben ser tuyas? / ¿Ser, por tu sangre y tu sudor? // ¿Ignoras que audaz codicia / siglos atrás te las quitó? / ¿Ignoras tu que eres el amo? / Quien sabe señor. // Indio de frente taciturna /y de pupilas sin fulgor / ¿qué pensamiento es el que escondes / en tu enigmática expresión? / ¿que es lo que sueña tu silencio / que es lo que oculta tu dolor? // ¿Qué es lo que buscas en tu vida / que es lo que imploras a tu Dios? / Quien sabe señor. // ¡Oh raza antigua y misteriosa / de impenetrable corazón / que sin gozar ves la alegría / sin sufrir ves el dolor / eres augusta como el Ande / el grande océano y el sol¡ // Ese tu gesto que parece / como de vil resignación / es de una sabia indiferencia / y de un orgullo sin rencor… // Corre en mis venas sangre tuya / y por tal sangre, sin mi Dios / me interrogase qué prefiero / Cruz o laurel, espina o flor / beso que apague mis suspiros / o hiel que colme mi canción / ¡respondería dudando / Quien sabe, señor¡ //

Fue un caudillo modernista y un poeta épico, aunque propiamente no fue ni lo uno ni lo otro pues gustaba de la grandilocuencia y del canto clamoroso, teniendo como escenario la grandeza de una América que él presentía inmensa – la raza espera, espera – No fue intimista ni gustaba de lamentaciones amorosas. Se creyó el gran poeta de Latinoamérica y en efecto lo fue, por eso compuso en su mejor época modernista, cuando vivía en España: // Soy el cantor de América, autóctono y salvaje / mi lira tiene un alma, mi canto un ideal. // Mi verso no se mece colgado de un ramaje / con un vaivén pausado de hamaca tropical. // Cuando me siento Inca le rindo vasallaje / al sol, que me da el cetro de su poder real / cuando me siento hispano y evoco el coloniaje / parecen mis estrofas trompetas de cristal. // Mi fantasía viene de un abolengo moro / los Andes son de plata pero el León de oro / y las dos castas fundó con épico fragor. // La sangre es española e incaico es el latido / y de no ser poeta quizá yo hubiera sido / un blanco aventurero o un indio emperador. //