CHIRIBOGA TERAN JOAQUIN

IDEOLOGO DEL LIBERALISMO.- Nació en Riobamba el 7 de Junio de 1821. Hijo legitimado en 1832 por el matrimonio de sus padres Antonio Chiriboga y León, viudo de Maria Andrea Marañón Egüez, de los anfitriones de Bolívar en Riobamba en Julio de 1822, y de Ana María Terán Valencia, riobambeños de clase económica media.

Muy joven entró al Seminario llevado por su ferviente amor al estudio. En 1840 era Presbítero y fue designado Presidente suplente de la Junta Directiva del Hospital de San Juan de Dios en Quito. Sin embargo, su carácter asaz diligente y aventurero le hizo viajar a la costa en busca de mayores horizontes y establecido en Guayaquil pronto se hizo conocer por su fina sensibilidad, gran inteligencia y tras numerosos estudios le ordenó el 21 de Noviembre de 1847 el Obispo Francisco Xavier Garaycoa.

Entre el 48 y el 53 fue párroco de Chanduy. Ese año fue candidatizado al Curato de Yaguachi pero no salió electo. El Vicario José María Yerovi le estimaba en alto grado. El 56 vivía en Lima y concurría a las tertulias del gran sacerdote heterodoxo Francisco de Paula Vigil, que dirigía la Biblioteca Nacional del Perú, de quien asimiló las ideas relativas a la separación de la Iglesia y el Estado en las nuevas repúblicas latinoamericanas, por esta razón tomaría partido en defensa de la memoria del ex presidente Rocafuerte en la dura polémica que se produjo entre la viuda de dicho Repúblico y el Presbítero Tomás Hermenegildo Noboa, de lo cual éste último se quejaba amargamente pues Chiriboga resultó ser un polemista formidable.

Entre el 58 y el 63 fue Vicario parroquial del Morro y en la tranquilidad de esa comarca leía y meditaba, fueron años de formación y aprendizaje político. En 1864 el despotismo del Presidente Gabriel García Moreno se hizo ostensible en el país exasperando a los ciudadanos de ideas liberales que anhelaban un ambiente de libertad y democracia. En 1.865 se vio comprometido en la revolución urbinista que fracasó en aguas del estrecho de Jambelí y tuvo que salir al destierro salvandose de un seguro fusilamiento.

Instalado en Lima acogióse a la generosidad de la prensa peruana y colaboró asiduamente en “El Comercio”. Entonces tomó parte en la feroz polémica desatada entre la viuda de Rocafuerte y el Clérigo Tomás Hermenegildo Noboa sobre un artículo de Juan José Flores quien llegó a afirmar que “había elevado de la tumba a Rocafuerte para colocarlo bajo el solio de la primera magistratura”.

Su permanencia en la capital peruana se deslizó tranquila y feliz, bajo las modestas condiciones de vida que se había impuesto, impartía clases particulares o lo hacía bajo contratación en colegios de esa capital. Siempre fue un dómine excelente, amaba la cultura y sentía un grande afecto por la juventud.

En 1866 siguió viaje a Chile y encontró en Santiago la protección del doctor José Santiago Urmeneta y de una sociedad ilustrada. Terminada la primera presidencia de García Moreno empezaron a volver sus víctimas. En Enero de 1868 fue párroco en Puebloviejo y allí permaneció hasta Julio del 69 que volvió a salir de su Patria a causa del golpe dictatorial de García Moreno. Tenía cuarenta y ocho años de edad y un futuro que labrarse en tierras extrañas.

Nuevamente en Chile, en Agosto fue bien recibido y ese mismo año publicó en Valparaíso el folleto de carácter político titulado “El Ecuador y García Moreno, una página para la historia de esa República” en 69 págs. excitando a la juventud para que rompa la vergonzosa coyunda y destruya al tirano. La situación de la iglesia frente a la unificación de Italia constituía el problema internacional del momento, por eso dio a la prensa meses más tarde otro folleto “Ojeada Filosófica sobre la civilización” que le valió elogios entusiastas de los primeros talentos de Chile y Argentina y siguió colaborando en la prensa de ambos países.

En 1871 se encontraba ejerciendo sus funciones eclesiásticas en la parroquia de San Mateos en Osorno. Ya había terminado de escribir “La Luz del Pueblo, o sea el criterio para juzgar cuestiones político – religiosas” En Noviembre viajó a Cobija y a Copiapó donde esta obra fue acogida con tanto entusiasmo que algunas personas que la leyeron en borradores, en pocos días reunieron un número de suscriptores que no bajaban de trescientos y comenzó a editarse por entregas. De regreso a Valparaíso fue arrestado por el Intendente por haber abandonado su parroquia sin el permiso de su superior eclesiástico. Asunto tan nimio le hizo entender el estado de postración moral al que habían llegado ciertos religiosos. Entonces se separó del sacerdocio, pues realmente le era incompatible con sus ideas y como simbólica protesta contra el incondicional apoyo de la jerarquía eclesiástica a la sanguinaria dictadura garciana de su patria el Ecuador-

De allí en adelante su vida transcurrió muy modestamente, del producto de las clases particulares que anunciaba mediante avisos por la prensa de Valparaíso.

Por esos días y con ocasión de publicar un artículo titulado “El gran modelador ecuatoriano” denostando la política terrorista y teocrática de García Moreno, el redactor de “El

Diario” al comentarlo agregó: Una gran oportunidad se ofrece a los jóvenes que deseen estudiar filosofía, literatura y otras ramas de hacerlo con don Joaquin Chiriboga, distinguido escritor ecuatoriano, director que ha sido de algunos importantes Colegios en el Perú.

I habiendo recopilado en un volumen el cuerpo de sus principales doctrinas democráticas bajo el título de “La Luz del Pueblo” como ya se dijo, dedicado al Doctor Urmeneta, lo imprimió a principios de 1874 en Lima. Su éxito fue inmediato, en Marzo la Gran Logia de Chile recomendó su adquisición mediante circular y le admitió como hermano masón en su seno pero la Compañía de Jesús recogió la mayor parte de los ejemplares y los hizo quemar como advertencia de la iglesia a los que pusieran en entredicho su posición onmnímoda e indiscutible.

Mas, el hecho de ser un libro peligroso para el sistema teocrático imperante en el Ecuador hizo que circulara subrepticiamente en nuestra Patria aunque solo entre el elemento liberal, de manera que no tuvo una difusión mayor.”

La “Luz del Pueblo” es el conjunto de argumentos razonados para establecer la necesidad de separar a la Iglesia y al Estado y causó enorme revuelo en la conciencia de los países más avanzados del continente, al punto que el emperador Pedro II del Brasil le hizo un brillante elogio manifestando que era un maravilloso librito; también, como es lógico suponer, concitó en contra de su autor el odio del clero y el furor de las teocracias.

En 1875 vivía en Buenos Aires bajo la protección intelectual del Dr. Onésimo Leguizamón, “donde disfrutaba de una ventajosa posición social y de las consideraciones que me dispensaba ese país civilizado”, cuando conoció el asesinato de García Moreno; entonces “renuncié al puesto con que se me había honrado en el ramo de instrucción pública y lo renuncié a pesar de las sólidas y muy sensatas reflexiones del ilustrado presidente doctor Nicolás Avellaneda y del no menos ilustrado Ministro doctor Leguizamon, quienes se opusieron a mi determinación de volver al Ecuador, pronosticándome que no regresaría sino para ponerme bajo la influencia del más recalcitrante fanatismo y de furibundas pasiones políticas”. De clérigo apóstata lo acusarían sus enemigos políticos, sin tener otro adjetivo peor que endigarle.

De Argentina pasó a Chile y de allí siguió al Perú y estando en Lima en Septiembre de 1876 ocurrió la revolución del General Ignacio de Veintemilla que se levantó en armas en Guayaquil contra el gobierno Constitucional del Presidente Antonio Borrero. El golpe de estado parecía liberal y contaba en su seno con figuras prominentes de ese partido como Pedro Carbo; por eso Chiriboga abrazó la causa y viajó a Piura donde residía su hermano José María y allí publicó “El gabinete de Lima y el de Quito”, folleto de denuncia, frustrando los planes del presidente Antonio Borrero, quien había nombrado al General Secundino Darquea Iturralde agente confidencial cerca del Perú, con amplias facultades para recabar de ese gobierno dos vapores de guerra, tropas de desembarco y todo género de auxilios, hipotecando para el pago las islas Galápagos.

Triunfante la revolución en las batallas de Galte y los Molinos, quiso ingresar por Guayaquil pero el nuevo dictador se opuso. La fama de Chiriboga como hombre de pensamiento, pluma y corazón, le cerraba las puertas de su Patria, pero el Ministro del Interior Pedro Carbo lo autorizó y por eso después fue seriamente reconvenido. El mismo Carbo arregló un encuentro entre Veintemilla y Chiriboga que se realizó en Quito. De entrada chocaron ambos personajes porque Veintemilla le manifestó que los jesuítas eran sus mejores amigos y Chiriboga se declaró enemigo mortal de ellos. De regreso al puerto le fue ofrecida la dirección del bisemanario “El Comercio”, fundado en Abril del 75 por el periodista panameño Ramón Pérez, editado en la imprenta de su nombre, que había sido la imprenta de La Prensa, de cuatro planas a cuatro columnas, propiedad por esos días del escritor revolucionario, ateo y catalán José Paul y Angulo.

Aceptado el cargo, emprendió por su cuenta, una activa campaña de propaganda de la doctrina liberal, fustigando al clero, enemigo declarado de la Revolución de Septiembre, sobre todo el de las provincias interandinas.

Mientras tanto José Paúl y Angulo, combatiente exaltado contra la Iglesia Católica y sus dogmas pronunciaba una Conferencia en el teatro de la ciudad que produjo gran sensación. Las autoridades, no queriendo que la especie lanzada por los partidarios de Borrero, quienes afirmaban que la revolución era anticlerical y anticatólica, tomaron medidas, y después de muchas aclaraciones hicieron salir del país a Paúl y Angulo. Leónidas del Campo, otro de los redactores de El Comercio, sufrió vejámenes y persecusiones.

A fines de 1876 escribió “que no teniendo el Estado, derecho a intervenir en materia de creencias o cultos, no se podía declarar en la Constitución Política, la religión oficial, sin colocarse en pugna el pensamiento del Eterno y sin cometer el monstruoso atentado de subyugar la conciencia, poniéndola bajo la presión de las armas”. Esta declaración levantó gran alboroto y las damas de Guayaquil publicaron un “Clamor”, haciendo que el Redactor de El Comercio se abstenga de seguir escribiendo sobre el tema.

A principios de 1877 “El Comercio” – cuya imprenta había pasado a ser de propiedad del gobierno – sostuvo una activa campaña contra las conspiraciones ultramontanas que exaltaban hasta el delirio a las masas fanatizadas de la sierra. Chiriboga se había amistado con el dictador Veintemilla, no de otra manera se puede explicar su posición de Director de un periódico cuasi oficial.

En Guayaquil, el diario conservador “Los Andes”, de propiedad de los hermanos Luis y Bartolomé Calvo Fernández, consideró que “La Luz del Pueblo” era obra inútil y perjudicial y las gentes dieron en llamar a Chiriboga con el apelativo de clérigo apóstata, pero éste les replicó en 1878 medianteun folleto de 24 páginas denominado “Juicios que respecto a la Luz del Pueblo se han informado en los países ilustrados y que se han manifestado en el Ecuador”. Poco después la iglesia incluyó a “La Luz del Pueblo” en el índice de los Libros Prohibidos justamente por recomendar la separación del Estado y de la iglesia y ordenó su retiro de circulación con grave escándalo en los sectores progresistas del país pues los ejemplares desaparecieron de las librerías y la obra pasó a ser rara y valiosa por ser de actualidad en la defensa del laicismo, que entonces comprendía la defensa del divorcio, la libertad de conciencia y de religión, etc.

Poco después llegó de Quito una Pastoral del Arzobispo Ignacio Checa y Barba, prohibiendo la lectura y circulación de “El Comercio” de Guayaquil y “La Razón” de Quito. El 31 de Marzo ocurrió el asesinato del citado Arzobispo con estricnina puesta en el vino del caliz de consagrar. “El Comercio” abrió campaña para que se esclareciera el crímen, pero los ultramontanos aprovecharon de la situación para acusar a los liberales y como aún se comentaba el incidente de la Pastoral, Chiriboga – quien se encontraba en Quito – fue “acusado de haber participado en el hecho” y el 24 de Junio lo detuvieron y llevaron al Panóptico junto a otros liberales como José Gabriel Moncayo, Manuel Ignacio Pareja y Manuel Cornejo, únicamente por profesar ese credo, pues nadie tenía pruebas contra ellos.

El doctor Luis Felipe Borja Pérez actuaba de abogado acusador particular de la familia Checa y Barba y so pretexto de estudiar el juicio lo mantuvo en su poder más de tres semanas, tiempo en el cual no se despacharon providencias. Este abuso exacerbó el ánimo de Chiriboga, quien permanecía prisionero y hubo una violentísima polémica entre ambos personajes.

Al fin, después de casi dos meses recobró la libertad, viajó inmediatamente a Guayaquil donde dio a la luz “La Infamia. Envenenamiento del Arzobispo Checa”, en 28 páginas, calificando a la sociedad ecuatoriana de estar enervada por los vicios y siguió colaborando en “El Comercio”. Poco después pasó a Latacunga y escribió el folleto “Caracteres de los libelistas. El Regenerador y el Libelista” donde trató malamente a Juan Montalvo, que ya había declarado su oposición frontal a Veintemilla.

Reunida la Convención en 1878 y elegido Presidente Veintemilla “El Comercio” ya no tuvo otros asuntos que los concernientes a la administración públca en sus diversos ramos y a las cuestiones de interés seccional. Por eso en el No. 371 correspondiente al día 5 de Noviembre apareció la despedida de Chiriboga, acompañada de un editorial donde decía al ejecutivo que toda contemporización con los enemigos de la causa de Septiembre no hace más que abrir un anchuroso camino que precipitará en el abismo – refiriéndose al entendimiento de Veintemilla con el círculo conservador de Quito – y agregó que con la sinceridad en el corazón y la franqueza en los labios se va del país avergonzado de salir en plena teocracia, pidiéndole a su suerte que en lo sucesivo no turbe, como antes, mi reposo, el dulce recuerdo de la Patria.

En Junio de 1879 editó en Panamá una “Manifestación” en 13 páginas: “Donde quiera que la Providencia dirija mis pasos, desempeñaré con infatigable constancia el apostolado de la verdad y justicia, de esos dos grandes principios que son la base incontrastable del universo moral”. Enseguida siguió a Guatemala, trabajó en labores de imprenta y radicó finalmente en El Salvador, en cuya capital falleció en 1886, de 65 años.

Lamentablemente no poseo mayores datos sobre su vida, pero no pierdo la esperanza de dar con ellos y sacar a relucir al eximio compatriota, ideólogo del pensamiento racionalista más avanzado, eximio luchador por la instauración del liberalismo en el Ecuador y autor de “La Luz del Pueblo”.

Joaquín Chiriboga Terán, gloria de Riobamba y de su Patria, era alto, blanco, barba poblada y bien cuidada, contextura regular, indeclinables ideales e infatigable luchador por la consecución de las libertades públicas en una época de oprobio, atraso y fanatismo. Fue mucho más radical y de más avanzada ideología que Juan Montalvo; además, cabe indicar, que como notabilísimo intelectual acostumbraba vivir de las cátedras y por eso fue profesor de Filosofía en Lima, Ayacucho, Concepción y Mendoza, lo que revela claramente cómo se ganaba la vida en sus destierros del Perú, Chile y Argentina. Está considerado entre los grandes escritores ecuatorianos de todos los tiempos.

En 1899 apareció en Guayaquil una segunda edición de “La Luz del Pueblo” en 289 págs, prologada por el Dr. Felicísimo López, quien también corrió con los gastos. “La obra se constituyó en un valioso elemento para legitimar una de las medidas más trascendentales que tomó el liberalismo en el poder, la sepración de la iglesia y el estado.

(1) El Dr. Onésimo Leguizamón (1837­1886) fue un notable jurisconsulto argentino, Profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Buenos Aires, ocupó el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública entre Octubre de 1874 y Junio de 1877 en la Presidencia del Dr. Nicolás de Avellaneda. Hizo aprobar la Ley que estableció las Escuelas Públicas y desempeñó la dirección del Diario La Razón. Está considereado uno de los grandes civilizadores argentinos de su tiempo junto a Sarmiento, Mitre, Avellaneda, Gutiérrez, etc.