CHILCHE CAÑARI FRANCISCO

CACIQUE CAÑARI.- Hacia fines del siglo XV, efectuada su conquista, los Cañaris fueron trasladados por Tupac Yupanqui y luego por Huayna Cápac a una reducción en el Cusco, en calidad de Yanaconas o servidores del emperador (1)

El historiador Garcilado de la Vega en sus Comentarios Reales asegura que Chilche fue un indio cañari, de los nobles de su nación, que cuando niño y muchacho había sido paje del gran Huayna Cápac.

Los Cañaris vivieron algunos años oprimidos por los Incas, pero al arribar los españoles al Perú en 1532, vieron que se les ofrecía la oportunidad de liberarse haciendo alianza con los extranjeros. Por eso, cuando Francisco Pizarro se acercó al Cusco en Noviembre del 33 fue visitado por Chilche y tres cañaris. En dicha histórica ocasión Chilche le dijo: “Yo te vengo a servir y no negaré a los cristianos hasta que muera,” sellándose la alianza con esas palabras.

Desde entonces fueron amigos pues Pizarro se había dado cuenta que tenía frente a si a todo un hombre. Chilche le acompañó en algunas campañas y debió asistir a la fundación española del Cusco el 23 de Marzo de 1534.

Durante los siguientes sucesos de la conquista los Cañaris daban aviso a los españoles de las celadas de los indios y de los hoyos para que cayeran los caballos e iban adelante, pues Chilche y los suyos tenían conciencia de que el nuevo orden español había restaurado su libertad en parte.

A mediados de 1536, “durante el cerco del Cusco por las tropas de Manco Inca II (Manco Inca Yupanqui) pasados cinco meses de él, sucedió que un indio capitán del bando de los Incas, que se tenía por valiente, por animar a los suyos quiso tentar fortuna, a ver si le iba mejor en la batalla singular más que en las comunes. Con esta presunción pidió licencia a los superiores para ir a desafiar a algún Viracocha y matarse con él uno a uno y porque vio que los españoles de a acaballo peleaban con lanzas, llevó él la suya y una hacha pequeña que llaman Champí y no quiso otra arma. Así fue y puesto delante del cuerpo de guardia, habló a grandes voces diciendo que si habría algún Viracocha que con él osase entrar en batalla singular, saliese del escuadrón que allí le esperaba con las armas que le veían. No hubo español que quisiese salir al desafío por parecerles poquedad y bajeza reñir y matarse con un solo indio. Entonces Chilche pidió licencia a Juan, a Hernando y a Gonzalo Pizarro hermanos de su señor y les dijo que él quería salir al desafío. Que les suplicaba le permitiesen. Y salió con las armas que el otro traía y pelearon mucho, llegando tres o cuatro veces hasta los brazos y no pudiendo derribarse se soltaban y tomando las armas, volvían nuevamente a la batalla”.

Así anduvieron hasta que el Cañan mató al otro de una lanzada que le dio por los pechos y le cortó la cabeza y haciéndola por los cabellos fue a los españoles con ella. Con lo cual nació su fama de valiente y cuando el suceso fue conocido por Francisco Pizarro le nombró su criado de confianza, haciéndole bautizar y dándole su nombre.

Poco después, derrotado Manco Inca II, los cañaris fueron trasladados al barrio de San Cristóbal en la Imperial Ciudad del Cusco y por ser grandes perseguidores de los Incas alzados, les dieron en remuneración la libertad de tributos y no fueron encomendados, perteneciendo a su Cacique Francisco Chilche, obligándoles únicamente a que sirvieran a la justicia (algunos indios asistían al Corregidor) en los casos en que se requiriera guardar a algún delincuente retraído en lugar sagrado o algún preso que fuere necesario verlo con guardia, seguir a los delincuentes que huyeren y llevar cartas y despachos que tocaren a la ejecución de la justicia hasta las ciudades que confinaban con los límites de ésta. Cosas que hacían de balde pues, con no pagar el tributo, se tenían estos indios por contentos.

Por eso se ha escrito que la colaboración

Cañari será el inicio de una nueva organización que suplantando a la incaica, se servirá del Curaca o Cacique para una mayor y eficaz explotación de la masa indígena, especialmente en las zonas mayormente privilegiadas como el valle de Yucay a solo cuatro leguas del Cusco.

Varios autores han dado noticias sobre el asentamiento de los Cañaris en el valle de Yucay, hoy Provincia de Urubamba, Perú, calificado como pedazo de paraíso por ser sitio ameno, de frescos y suaves aires, de lindas y delgadas aguas, sin frio ni calor, ni moscas ni mosquitos, con suntuosos edificios y andenes de cultivos mandados a construir en tiempos de Huayna Cápac, y teniendo al fondo un hermosísima sierra nevada, valle que aún es considerado sagrado por haber sido propiedad personal de los Incas.

En dicho valle fue Chilche uno de los principales proveedores de mano de obra a los españoles afincados allí, ejerciendo poder como amigo de confianza de Francisco Pizarro hasta su asesinato en Lima el 26 de Julio de 1541. Desde entonces la encomienda del valle de Yucay fue tomada por su hermano Gonzalo Pizarro y Chilche continúo en el sitio.

En 1552 el hijo de Mano Inca II, llamado Sayri Tupac, salió de su reducto en Vilcabamba y pactó con los españoles. Al efecto, viajó con su esposa la Colla Cusí Huarcay a la ciudad de los Virreyes donde fue agasajado por las principales autoridades. El Marqués de Cañete, Andrés Hurtado de Mendoza, para congraciarse con él, le cedió graciosamente la encomienda de Sacsahuana en el valle de Yucay con su respectivo Palacio, que Sayri Tupac tomó en posesión, pero los indios vieron dicho arreglo con malos ojos y le trataron como a traidor.

En 1559 Gonzalo Pizarro contradijo la posesión de esa encomienda. Ya las guerras civiles entre los conquistadores habían finalizado y nuevas oleadas de inmigrantes peninsulares reforzaban el gobierno colonial. Muchos de ellos se establecían en el Cusco y otros penetraban al valle de Yucay. Chilche se resistió a que se les entregara las chacras y solares porque una Real Provisión autorizándolos, se había librado sin su conocimiento y por ende sin siquiera oírle, y alegaba no sin derecho que todo el valle de Yucay era de él.

Para entonces la situación en el valle se había complicado. Gonzalo Pizarro aducía tener la Encomienda pues se la habían revocado sin reconocerle nada a cambio. Sayri Tupac la había recibido de la corona por medio del Virrey. Chilche y sus Cañaris ejercían actos de posesión de las tierras y los nuevos españoles sostenían ser los dueños a causa de una Real Provisión.

Chilche comprendió que iba paulatinamente a perder la pelea pues sus servicios ya no eran como antaño, vitales para los conquistadores. Sus amigos habían fallecido y nuevos españoles gobernaban el Perú, gente que ni siquiera conocía de su heroica conducta pasada. Quizá por eso decidió recordarles quien era.

Garcilaso nos cuenta que celebrándose una fiesta religiosa en el Cusco, desfilaban en procesión todas las parcialidades con sus tradicionales costumbres, su propio idioma y que pasando las cuadrillas como hemos dicho, para ir en procesión, llegó la de los Cañaris, que aunque la provincia de ellos está fuera del distrito de aquella ciudad, iban con sus andas en cuadrillas de por si, porque hay muchos indios de aquella nación que viven en ella y el caudillo de ellos era don Francisco Chilche Cañari.

Don Francisco subió las gradas del tablado muy disimulado, cubierto con sus andas sin ornamento de seda ni de oro, más de que iban pintadas de diversos colores y en los cuatro lienzos de capitel llevaba pintadas cuatro batallas de indios y españoles. Llegado al alto, desechó el indio cañari la manta que llevaba en lugar de capa y uno de los suyos se la tomó de los hombros y él quedó en cuerpo con otra manta ceñida.

Llevaba en la mano derecha una cabeza de indio contrahecha, asida por los cabellos. Apenas la hubieron visto los incas, cuando cuatro o cinco de ellos arremetieron contra el Cañari y lo levantaron alto del suelo, para dar con él de cabeza en tierra. También se alborotaron los otros indios que había de una parte y de la otra del tablado donde estaba el Santísimo Sacramento, de manera que obligaron al Licenciado Monjaraz a ir a ellos para ponerlos en paz. Preguntó a los Incas porqué se habían escandalizado. El más anciano de ellos respondió diciendo: Este perro auca, en lugar de solemnizar la fiesta, viene con esta cabeza a recordar cosas pasadas, que estaban bien olvidadas.

Entonces el teniente preguntó al Cañari de qué era aquello. Respondió diciendo: Señor, yo corté esta cabeza a un indio que desafió a los españoles que estaban cercados en esta plaza. Entonces yo les pedí licencia para salir al duelo y me dieron los cristianos y así salí y combatí con el desafiador y le vencí y corté la cabeza en esta plaza. Diciendo esto, señaló con el dedo el lugar donde había sido la batalla y volviendo a su respuesta dijo: Estas cuatro pinturas de mis andas son cuatro batallas de indios y españoles en las cuales me hallé en servicio de ellos. Y no es mucho que tal día como hoy me honre yo con la hazaña que hice en servicio de los cristianos. El Inca respondió: Perro traidor…No sabes que tu y tu linaje era de nuestros esclavos.

Al terminar la procesión, los alborotados indígenas comenzaron a desfilar hacia sus casa gritando a Chilche, auca, auca; más, el inteligente Cacique, cumplido su propósito de recordar a los nuevos españoles su valeroso gesto, no hacía caso.

En 1559, durante el gobierno del Marqués de Cañete, se redujeron en el Cusco sus seis parroquias principales formadas por indígenas que tenían sus habitantes en los alrededores, correspondiéndole a los Cañaris la nueva parroquia de Santa Ana. Años más tarde, en 1572, los españoles volvieron a reestructurar las parroquias del Cusco en base a los ayllus tradicionales y cesaron otras con el propósito de que aprendieran con más facilidad la doctrina cristiana. El Virrey informó a Felipe II que había cuatrocientos cañaris en el Cusco, que por ser gente valiente y de diligencia y cuando los españoles entraron en la ciudad, les dieron obediencia y siempre han servido con fidelidad.

Mientras tanto, en 1561, Chilche se había dado mañas con los príncipes Alonso Tito Atauchi y Carlos Inca y el Cañari Vasca Sucha, para envenenar a Sayri Túpac dándole ponzoña, porque su gobierno en el valle de Yucay les causaba engorros y molestias; de donde se infiere que Incas y Cañaris seguían manteniéndose en dicho Valle y ejercían actos de dominio, aunque cada vez se hacía más notoria la penetración española.

Tras la muerte de Sayri Túpac se abrió un juicio. Chilche fue tomado preso pero logró salir libre al año porque nada le pudieron probar y se casó con la concubina del Inca muerto, llamada doña Inés Coya, en quien parece que dejó descendientes que figuraban con algún poder y dinero hasta el siglo

XVII, sobre todo en la jurisdicción de Santiago de Oropesa, en el valle de Yucay, donde consta que tuvo bajo su mando a los Cañaris y a indios de otras parcialidades tan distintas como los Collaguas y Aymaras.

En 1572 el Inca Túpac Amaru I (Hijo de Manco Inca II y hermano entero de sus predecesores Sayri Túpac y Titu Cusi Yupanqui) se levantó en armas contra los españoles en Vilcabamba y el Virrey Toledo mandó una expedición a reprimirle, pero fueron derrotados los españoles en Chuquichaca y muerto su Capitán Atilano de Anaya.

Entonces el Virrey ordenó una campaña de exterminio al mando de Martín Hurtado de Arbieto y gran número de esforzados capitanes. “Junto a los españoles marchó un grueso contingente de servidores nativos, guerreros y cargueros, entre los que destacaban los Cañaris, Chachapoyas, y algunos cusqueños que con Cayo Topa renegaron de su raza. “Los combates se sucedieron con inusitada violencia hasta que los españoles ocuparon Vilcabamba. Los derrotados quisieron huir al Paititi pero a mediados del mes de Julio fueron apresados la mayor parte de ellos.

Hurtado de Arbieto regresó al Cusco, la marcha fue infamante pero el Inca Túpac Amaru I conservó el gesto majestuoso. Se siguió un ridículo Consejo de Guerra que terminó con su condena a muerte. Lo bautizaron a último momento y fue sacado sobre una mula adornada de luto, llevando a sus costados a cuatro frailes y una escolta numerosa de arcabuceros y lanceros españoles, además de cuatrocientos cañaris con las armas anhiestas. Por eso se ha dicho que fue Chilche el capitán de los ejércitos para el prendimiento de Túpac Amaru I y para su decapitación los Cañaris sus guardias y verdugos.

En el patíbulo levantado en medio de la plaza el verdugo cañari alzó el cuchillo para decapitar al Inca y con un certero golpe le seccionó la cabeza, que fue puesta sobre una pica para escarmiento de la concurrencia, aunque al día siguiente se la enterró junto al cuerpo en la Capilla Mayor de la Catedral cusqueña.

Esa fue la última actuación de Chilche, de allí en adelante no se tiene noticias de él. Debió morir más que octogenario en su casa del Cusco o quizás en las tierras que aún le quedarían en el valle de Yucay.

Waldemar Espinosa Soriano, notable historiador peruano, trae otras noticias sobre los primitivos Cañaris, pues no solamente fueron llevados como Yanaconas al Cusco y a Yucay sino también a otras regiones del Perú como simples mitimaes y entre ellas a Cajamarca, Huancabamba, Guamanga, Copacabana y Lima.

Finalmente cabe indicar que no fue Chilche el jefe máximo de los cañaris del Cusco por derecho natural sino tan solo uno de los indios nobles de esa parcialidad; sin embargo, por sus actos heroicos y por el empeño en servir a los españoles a través de más de medio siglo, supo captar posiciones, hacer amigos y lograr su cierto mando en el Cusco y el Yucay y por su matrimonio con la Colla extendió su radio de influencia, adquirió renombre social y un mayor poder.