CHAVEZ FRANCO MODESTO

ESCRITOR. Nació en Santa Rosa, cuando dicha población aún formaba parte de la Provincia del Guayas, en un viaje que realizó su madre, el 22 de Noviembre de 1872. Fueron sus padres Modesto Chávez Cora (1833-1.899) del comercio de Guayaquil asociado con Marco Castillo de la Paz vecino de Santa Rosa fundaron la sociedad comercial “Modesto Chávez y Cia.” Con un capital de tres mil pesos en 1865, Comandante Juez de Incendios, y Mariana Franco Luna. Tuvo dos hermanos que murieron niños, por eso se crio con un medio hermano el Dr. José Vicente Balarezo Franco, pero su padre fue el mejor de sus amigos y a su memoria dedicará algunos artículos por haber sido un sujeto muy popular como jefe de los bomberos y haberle condensado su experiencia en sabios aforismos.

“Mi buen papa tenía el piadoso hábito de concurrir todos los domingos a la misa del alba de San Francisco. Después íbamos a tomar desayuno a un confortable café asiático, luego de lo cual echábamos a andar no sé si al azar o con programa hacia las afueras de la ciudad. En todo el trayecto íbame enseñando muchas cosas que hoy me sirven enormemente en algunas de mis crónicas. Aquí y allá le salían compadres al paso, ahijados, amigotes, conocidos, etc. y en esto era mañana plena y casas amigas nos invitaban a subir para llenarme de regalitos y cariños. La última etapa era generalmente un recorrido de la plaza del Mercado y muro de la orilla fronteriza entre las calles Sucre y de la Aduana, hoy Ballén” (1)

Estudió la primaria en el plantel de don Tomás Martínez y la secundaria en el San Vicente del Guayas pero no terminó pues a los catorce años se metió a conspirar contra el régimen del Presidente Plácido Caamaño y cayó preso. La poetisa Dolores Sucre, amiga de su padre, habló con las autoridades y obtuvo que no lo condenen a prisión alegando que era de familia muy antigua y por eso solamente le sacaron deportado al Perú.

A los pocos meses regresó de Piura y ayudó como dependiente de mostrador en la tienda paterna ubicada en el Malecón a la altura de Sucre y Ballén.

“Yo era un muchacho pacato y tímido que aún olía a sahumerio y cantaba el kyrie en el seno de una familia muy piadosa, que hacía mis versos y mis prosas para los solaces de mi buen padre. Mi primer artículo fue corregido y dado a la prensa por Nicolás Augusto González, quien vivía pobremente en uno de los callejones de Ciudavieja, me tomó gran aprecio por nuestro ideario liberal y me permitió colaborar en “Los Andes” a cuya vecina imprenta mandaba mis escapatorias”.

En 1891 entró de periodista en “El Tiempo”, escribía con el pseudónimo de “Pepito”. En 1892 editó el semanario “El Obrero”. El 93 la comedia satírica “En el Portal” que subió a escena en Lima, para luego transcribirla en tonalidad de zarzuela a nuestro medio con el título de “En el Parque”. Esta obra fue publicada en 1899 en 14 págs. como revista político – social, crónica en acción y poesías.

En 1894 comenzó a componer versos decadentes, situándose entre los precursores del modernismo en el Ecuador. Vivía en casa de una parienta desde la muerte de su progenitora, asistía a las sesiones del “Circulo Literario Guayaquil” que dirigía Federico Reinel en las oficinas de la Compañía de Seguros de Vida “La Equitativa” y acostumbraba reunirse con otros intelectuales jóvenes como Emilio Gallegos del Campo en una bohemia literaria.

El 20 de enero de 1895, con Vicente Paz Ayora y José Tomás Ampuero sacó “El Cáustico” bajo el título de Remedio de Actualidad que se editó en la Oficina Tipográfica, calle Pedro Carbo No.93 y luego en la Tipografía del Pueblo de Francisco J. Landín. Como ya se conocía el asunto de la venta de la bandera su vida se volvió una vorágine pues al periodismo de combate sumó la agitación política del momento, el día 22 había salido “El Grito del Pueblo” y figuró entre los redactores de planta. Dicho diario era radical y denunció el negociado antes referido. En abril fueron deportados a Lima numerosos escritores liberales, entre otros Chávez, Álvaro Llona y Vicente Paz Ayora. El Cáustico siguió apareciendo hasta mayo pero ya sin contar con sus fundadores cerró.

(1) Modesto Chávez Franco tenía guardado en el interior de un arcén de su propiedad, un manuscrito sobre la historia de su familia y de la ciudad, escrito en letra muy menuda y oprimida, con muchas pestañas y patitas, arcaica ortografía y estilo para hoy confuso, en 569 págs, de la autoría de su abuelo Francisco Xavier Cora y Erazo, nacido en Guayaquil en 1767, quien tuvo casa propia en Ciudavieja, frente a la iglesia de Santo Domingo, a fines de la época colonial. Este manuscrito, con otros papeles herencia por su padre en la sucesión del dicho abuelo, penosamente se quemaron durante el Incendio Grande del 5 al 6 de Octubre de 1896, pero de su recuerdo le quedaría a Chávez Franco, de por vida, una permanente curiosidad por su genealogía familiar, que lamentablemente no cultivó, aunque siempre fue su amor secreto.

Después de la revolución del 5 de Junio Chávez y Llona pudieron volver

a Guayaquil. Regresaron el día 7 y fueron recibidos como héroes en el muelle. Chávez se reintegró a El Grito del Pueblo donde escribió artículos de fina y sutil ironía a medias con José Antonio Campos (indistintamente el uno los comenzaba y el otro los terminaba) eso lo hacían más para chancear y como simples ejercicios, pero cuando Reinel se enteró de esa muchachada dispuso la terminación de la sociedad intelectual. A Campos le ordenó que escoja un seudónimo apropiado a su humor destripador y nació “Jack the Ripper” y a Chávez se lo dio escogiendo. Desde entonces comenzó a firmar el “’Amigo Fritz” en la columna diaria titulada “Broma en Todo”, artículos que pronto se hicieron célebres. Lo de Broma en Todo lo tomó del periodista peruano Federico Blume.

Manuel J. Calle opinó “usa una sutilísima aguja de ironía que penetra a los más profundos y delicados tejidos.” I en “El Grito del Pueblo” se mantuvo hasta que el diario cerró sus puertas por razones económicas en 1911.

En 1896 envió poesías a la revista “América Modernista” donde también escribían otros jóvenes de iguales ideas avanzadas como los hermanos Joaquín y Emilio Gallegos del Campo y Manuel Antonio Campos Rivadeneyra el de “Campánulas” que si bien recordaba al sevillano (Becquer) autor de las inmortales Rimas, ya no escribían Octavas Reales, Epinicios, Silvas, Ovillejos a la moda de la época ni nombraban insistentemente a Filis, Filomelas, Cloris, Boreas, Rosicleres, Pontos, Aquilones ni otros gastados clisés de aquellos tiempos. De esa época también fueron sus colaboraciones para “El Ecuador Pintoresco” donde alternó con los hermanos Gallegos del Campo.

En octubre sufrió la pérdida de su casa y de todos sus haberes en el Incendio Grande y quedó en la miseria. Tuvo que trasladar un coy de campaña al local de “El Grito del Pueblo” y lo instaló debajo de una prensa porque los demás sitios estaban ocupados.

En 1897 se graduó de Bachiller en Filosofía y Letras y en Latinidad. Tenía veinte y cinco años, poco después viajó a Quito a cubrir las sesiones del Congreso en calidad de Cronista. Esa fue su época despreocupada de poeta joven y libre y por eso le llamaban “El Alegre bohemio”, porque le agradaba reunirse a conversar y a contar chistes, fumando cigarrillos de envolver, de tabaco negro. Rodríguez Castelo ha expresado que tenía “un humor muy porteño, cuyo recurso más socorrido y eficaz es el juego de palabras picaresco”.

A su regreso se matriculó en la Universidad de Guayaquil, siguió los estudios de leyes y aunque llegó a graduarse de abogado nunca ejerció la profesión pues su vocación eran las bellas letras. En 1898 contrajo matrimonio con Mercedes González Triviño, a quien había conocido en una fiesta familiar de los Infante Morante en Mocache y hubo larga descendencia. La boda se realizó en casa de Bartolomé Fuentes Robles porque a la novia se le había quemado la suya en el barrio del Bajo (La Merced) Ella era una joven hermosa y de mucho carácter.

Ese año dio a la imprenta “Cuentos populares y Broma en Todo” en 273 págs. que consta de dos partes, en prosa y verso respectivamente. La primera fue escrita por Alberto Arias Sánchez, literato peruano, artista de sentimiento e inspiración. Broma en Todo es la parte de Chávez y salió con un prólogo de Emilio Gallegos del Campo. Se anunciaron dos obras más de Chávez tituladas “Cuadros” y “Pasatiempos y Tonterías” que jamás dio a la imprenta, por lo menos, no con esos nombres.

Arias Sánchez mantenía amistad y correspondencia con su paisano Ricardo Palma, influyendo sobre Chávez para que intentara crónicas de carácter histórico y tuvo una muerte trágica cuando desempeñaba el Consulado General del Ecuador en Valparaíso pues apareció asesinado con un tiro de revólver en la sien, sentado en un banco del malecón de ese puerto, y con una pistola en la mano causando su deceso un gravísimo escándalo internacional pues se culpó del crimen al grupo de emigrados políticos ecuatorianos, con quienes anteriormente había mantenido pendencias.

En 1900 publicó la Comedia “Políticos del Día” y en noviembre salió en la revista “Guayaquil Artístico”, dentro de la más pura línea rubendariana, el verso “Receta”, que fue como una anticipación a los que después se hicieron dentro de tal género. Fragmento: // Para quien quiera ingresar / en la escuela modernista / y sin ser decadentista / consiga decadentear. // Hácense fáciles estrofas lánguidas / para las cítaras de oro y marfil / en que a las tísicas núbiles náyades / cante nostálgico el paje Abril. // en referencia a abril, sinónimo de Primavera, usado por Rubén Darío.

Chávez Franco fue un sujeto de gran cultura y de no menor humor, su humorismo salía a flote en cada producción de su autoría, era algo innato en él. I habiendo comenzado mofándose de los decadentistas concluyó haciendo versos como ellos. También tiene el honor de haber sido el precursor de la poesía social en el Ecuador con su verso “Brindis Bohemio” aparecido en 1913.

En 1901 viajó por el Perú y Chile. Entre 1902 y el 3 ejerció la cátedra de francés en el Vicente Rocafuerte pues hablaba varios idiomas y desde 1906 dictó la de Literatura e Historia Literaria Universal.

En 1908 se interesó en un extraordinario agujero aparecido en la falda norte del cerro Santa Ana similar a una cueva. En 1910 editó las comedias “La Bomba” y “Sierra y Costa” y la primera Revista nacional estrenada en el país y titulada “Exposición Nacional” que constituyó una sangrienta burla al régimen del Presidente Alfaro y a su famosa Exposición Conmemorativa del Centenario de la Independencia. Entonces publicó un Monólogo festivo y en verso titulado “El Juicio Final”, burlándose de los cándidos que creían que se iba a acabar el mundo por el paso del cometa Halley y que no es solamente de Chávez sino también de su amigo Emilio Gallegos del Campo según se afirma en “Las Bellas Letras” de Carlos A. Rolando y el drama realista ‘’Sarcasmo”, e inició colaboraciones en “El Guante” y en “El Universal”.

En 1911 dio a la luz su episodio histórico en verso “Abdón Calderón” en 8 págs. A fines del año entró en la conspiración de su compadre el General Flavio Alfaro Santana contra el régimen del Encargado del Poder Ejecutivo Carlos Freile Zaldumbide y producida la revolución del General Pedro J. Montero, fue designado Ministro de Relaciones Exteriores, pero tuvo que renunciar a los pocos días cuando se enteró que habían llamado a Eloy Alfaro, postergando a su sobrino Flavio.

Desde ese momento se retiró de la política, pero de todas maneras su nombre figuró en la lista de personas que debían ser apresadas y conducidas a Quito. Así pues, temiendo por sus vidas, con su amigo el Dr. Alfonso de Arzube Villamil a) Morrongo, se escondió a bordo del vapor Chile y a los pocos días pasaron al barrio del Astillero. Chávez permaneció dos días en casa de una lavandera conocida. Finalmente se trasladó al chalet de su propiedad en la calle Ecuador, donde fue visitado por su compadre el General Delfín B. Treviño, Gobernador del Guayas y primo lejano de su mujer, que le condonó la prisión por el confinio en Daule, donde permaneció el tiempo que duró la parte álgida de la revolución de Carlos Concha Torres, es decir hasta 1914.

Ese año fue trasladado a Catarama y finalmente pudo volver a Guayaquil en 1916, acogiéndose al indulto decretado por el nuevo Presidente Alfredo Baquerizo Moreno. Durante el confinio y quizá para matar el tiempo escribió a medias con José Antonio Campos los tres volúmenes de “El Lector Ecuatoriano” que aparecieron en 1915, 17 y 19 para uso en los primeros años en las escuelas primarias, profusamente ilustrados, con lecturas selectas y explicaciones científicas adaptadas a la mentalidad infantil. El tercer    volumen dice “El Lector ecuatoriano es el texto nacional de lectura más popularizado en nuestra Patria por     lo claro, natural y rápido de su sistema. Por su enseñanza nacionalista y lo económico de su precio”. La Municipalidad de Guayaquil patrocinó la        colección imprimiendo diez mil ejemplares para sus escuelas y el tercer volumen salió con “La Cartilla compendiada de Higiene Popular” del Dr. Alfredo Espinosa Tamayo como apéndice.

En esta etapa gris y pobre escribió su poesía proletaria, anticipación de lo que después se dio en llamar poesía social, de cartelista la calificarían otros y tuvo numerosos seguidores entre “los poetas del pueblo” porque emergían de la clase proletaria, tales como Juan Buenaventura Navas, Venancio Larrea, Secundino J. Méndez.

“Brindis Bohemio”, octubre de 1913, una de cuyas estrofas dice así: // Con los del tugurio, del zaquizamí / los de la bohardilla, los del cuchitril, / los de la taberna, los del cabaret, / los de los presidios y los del sprit. // Con los de la pica, con los de la aguja, / con los de la cofia, con los de la blusa, / con los del arroyo, con los de la inclusa, / con los del viaducto, con los del umbral, / por los de la morgue y del hospital. //

El 19 su joven amigo el poeta Medardo Ángel Silva en un artículo titulado “Nosotros” y publicado en el diario El Telégrafo, se expresó así: Maestro bondadoso a quien se quiere por igual que se admira. Cuyas irónicas páginas guardan un tan sabroso encanto y era al lado de (Falqués Ampuero) la figura inquieta, febril y nerviosa (del grupo de poetas jóvenes del Guayaquil de entonces) siendo como era generacionalmente más viejo, pues frisaba los cuarenta y siete años de edad. Pero así fue siempre, ágil para la acción, imaginativo para el trabajo literario, excepcionales cualidades que heredaría su hijo Rodrigo, quien no solo prolongó su pluma sino también los trabajos como revitalizador del folklore montubio del litoral.

En 1920 vivía en casa propia en Diez de Agosto entre Pedro Carbo y Chile, ocupando el primer piso y la buhardilla con su esposa y numerosos hijos. Ese año formó parte del Comité político tamayista y al triunfar esa candidatura ocupó el cargo de Revisor del Tribunal de Cuentas de Guayaquil.

En 1921 editó la comedia “Sierra y Costa”. El 22 fue electo Diputado por el Guayas, apoyó con su voto a la moción presentada por otros colegas, para que se abriera un concurso para la composición de una nueva letra del Himno Nacional con adaptación a la música original y sin contener frases hirientes a la Madre Patria.

El 23 y pronunció en el cementerio la oración fúnebre en memoria de Esther Concha de Tamayo, primera dama de la Nación, fallecida de cáncer al seno tras un año de sufrimiento. Entonces hipotecó su casa en catorce mil sucres y publicó en Quito “Cartilla Patria” en 238 págs. y un Mapa, con el sub título de “Epitome de Historia y Geografía referentes a las fronteras entre Ecuador y Perú de 1531 a 1921” declarada por el Congreso Nacional como de estudio obligatorio pero no pudo pagar la deuda con su trabajo profesional y optó por aceptar varios empleos en diferentes periódicos para salvar la propiedad. Por eso colaboró en los diarios “El Guante” y “El Universal” y en su continuador “El Universo” y al mismo tiempo se desempeñó como Administrador de Correos pero esa vida tan agitada y llena de obligaciones, sumado al hecho de la deuda y la hipoteca, terminó por disminuirle las defensas orgánicas y enfermó de amebiasis, que se trató con el Dr. Alfredo Valenzuela Valverde, quien al verle tan exaltado le aconsejó unas vacaciones de varios meses en Puná, donde la calma, el clima y el agua de potasa sacada de un pozo cercano a las minas de cal, tan abundantes en esa isla, le aliviaron definitivamente.

Entre 1924 y el 29 concurría por las mañanas al Registro de Anotación de Hipotecas, en Diez de Agosto y Chile, al lado de la Biblioteca Municipal, conversando en francés con su amigo el Director Pedro Valdés Macklif quien había desempeñado el Consulado General del Ecuador en París y falleció en Guayaquil en 1929 de peste bubónica.

En 1926 publicó la novela corta “Expiación en su estatua o el secreto de un triunfo” en 34 págs. y dibujos de Espinel y Diez y produjo desde entonces sus famosas Crónicas históricas, por su designación como Director de la Biblioteca y Museo Municipales, tras la renuncia el año anterior de Camilo Destruge, a fin de acogerse a la jubilación.

Este año Chávez Franco solicitó para uso de la dirección de la biblioteca, y obtuvo de la Municipalidad la entrega de una de las tres colecciones que José Gabriel Pino Roca había hecho sacar a máquina, con la transcripción paleográfica de las Actas de Cabildo, comenzando desde la más antigua que se conserva y data de 1624 hasta las últimas que llegó a transcribir y corresponde a 1839. Pino Roca se encontraba muy enfermo de tuberculosis vesicular y casi no salía a la calle, tenía en su poder una copia que se había reservado para sí y la Municipalidad contaba con otra en el Archivo General del Cabildo. La de Pino Roca pasaría en garantía a poder de su compadre Jorge Marcos Aguirre y a su muerte fue obsequiada por su viuda Delia Icaza Overweg al notable genealogista Pedro Robles y Chambers. La tercera colección se conserva en el archivo municipal.

En la Biblioteca y Museo hizo una gran labor cultural. Dirigió la Revista Municipal insertando unas interesantísimas Crónicas sobre la vida en el Guayaquil Antiguo que continuaron hasta 1944, inició la clasificación de las piezas del Museo, compuso una Guía aún inédita y escribió sus famosas “Visitas al Museo”. De esta época fue una activa militancia masónica y por supuesto sus continuas lecturas y sesiones de espiritismo, pues siempre fue un ser agnóstico de la divinidad y curioso del más allá.

En octubre del 29 formó parte del Jurado con Adolfo H. Simmonds y Carlos Arroyo del Río del concurso literario promovido para la celebración del Día del Montubio. En 1930 le volvió la curiosidad por las cuevas en las faldas del cerro Santa Ana cuando se descubrió otra cercano al sitio donde apareció la primera en 1908. Esta nueva a varios metros de profundidad y la gente dio en decir que contenía el tesoro enterrado por los piratas en el siglo XVII. Hay que aclarar que Pino Roca también había conocido estos cuentones que fundamentaron su leyenda “El Hada del Santa Ana”.

El año 30 la Municipalidad abrió un Concurso para obras históricas, Intervino con sus “Crónicas de Guayaquil Antiguo” en un tomo y logró el Premio único por unanimidad. El libro se publicó en la imprenta Municipal en 641 págs. y se vendió en la calle Diez de Agosto No. 308 a seis sucres el ejemplar, resultando un acontecimiento. En el Prólogo explicó que estas crónicas tenían por objeto dar a conocer cómo había sido la ciudad, sus costumbres, su carácter, su vida, sus habitantes, su sociedad, su comercio, sus industrias, sus comienzos, en otras palabras, su infancia.

El edil José Vicente Peñafiel propuso que la Municipalidad le concediera el título de Cronista Vitalicio de Guayaquil, lo que fue aceptado y al día siguiente recibió el título, pero a los pocos meses, en 1932, una nueva administración municipal, por simple compromiso de un Concejal le reemplazó en la Dirección de la Biblioteca y Museo con Carlos Matamoros Jara. El Cronista Vitalicio aceptó la injusticia con gran estoicismo y pasó al Vicente Rocafuerte a dictar la cátedra de castellano.

En 1933 concurrió como Delegado a la Asamblea Nacional de Municipalidades. El 2 de agosto pronunció el discurso de clausura en la Velada Solemne de la Bandera de la Paz y de la Raza que se llevó a efecto en el Paraninfo de la Universidad de Guayaquil.

En 1934 fue reintegrado en sus funciones de Director de la Biblioteca y Museo Municipales que desempeñó hasta su fallecimiento diecinueve años después. Desde esas dependencias y con el dibujante José Antonio Hidalgo Checa descubrió y popularizó los motivos punaes tomados de las cuentas de barro cocido de esa cultura, inició la publicación de la Biblioteca Guayaquil con “Selección de obras de autores ecuatorianos” en cuyo tercer volumen apareció en 1938 sus “Átomos Negros” con el subtítulo de “Herejías contra el sentido común” en 355 págs, recogiendo sus crónicas de “Él Guante”, bajo el título de “Síntesis sin tesis”, que trataban sobre fenómenos ocultistas y magnéticos y sobre prácticas espiritistas, de las que era muy asiduo desde su juventud y a las cuales jamás renunció. Se conoce una segunda edición en 338 págs. del 2000, auspiciada por sus “Herederos.”

En 1936 había editado “Reflexiones para los encarcelados” el 5 págs, y concluyó una extensa y erudita “Historia del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil” que entregó a esa institución, a la que había pertenecido por muchos años al igual que su padre. También ordenó sus discursos necrológicos en un volumen “Desde el andén o mis hasta luego a quienes tomaron trenes anteriores al mío que permaneció inédita por muchos años al igual que varios tomos de “Misceláneas” con su producción teatral y literaria, recogida y ordenada por su hijo Raúl.

En 1938 la Asamblea Nacional Constituyente lo declaró “Ciudadano Ilustre de la Nación”. En 1940 editó la biografía de quien fuera su amigo y protector Federico Reinel en 43 págs, y “Biografías Olvidadas” obra sumamente valiosa en 304 págs.

En 1942 viajó acompañado de su hijo Atahualpa a la clínica de los hermanos Mayo en Rochester, U.S.A. a operarse de una hipertrofia a la próstata que le venía molestando desde mucho antes, pero llegó tan deshidratado y desnutrido por su costumbre inveterada de no comer casi nada ni tomar líquidos, que tuvieron que ponerlo ocho días en recuperación para luego operarlo.

Presidida por el Dr. Rafael Mendoza Avilés en 1944 la Municipalidad auspició la segunda edición de su Crónicas que aparecieron en 1947 en dos tomos de 473 y 368 págs. respectivamente con índices, constituyen su mayor esfuerzo intelectual y le costaron – las del primer tomo – años de investigación en las Actas del Cabildo y escribanías coloniales, en cambio – las del segundo – se originaron en sus lecturas de periódicos guayaquileños del siglo XIX y por eso son más literarias y fluidas, se dejan leer de corrido y con gran facilidad. El inmediato éxito de esta obra, su popularidad inmensa, sin embargo, opacó a sus restantes libros, al punto que han sido olvidados.

En 1948 perdió a su esposa de quien vivía separado amigablemente hacía algunos años, desde cuando ella se había trasladado al “Bien Público,” pues ambos tenían el carácter fuerte y no les gustaba ceder, y empezó a sufrir del corazón. Leía obras masónicas, era un fervoroso creyente de la humanidad, curioso por todos los misterios de la vida y de la muerte y por eso era espiritista, admirador del cosmos infinito, seguidor de las enseñanzas del maestro francés Alan Kardec y gran lector de las obras de Camilo Flammarion, en materia de religión era agnóstico porque sus ideas filosóficas lo habían conducido a creer que el espíritu es energía y por ende forma parte de la materia. Que Dios no ha creado nada porque todo es Dios mismo. Esas altas concepciones las practicaba sinceramente y por eso dijo: Moriré con el auxilio de mi propia conciencia.

En 1951 recibió la Condecoración Estrella de Octubre de Primera clase que le otorgó el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil. Poco después enfermó de gravedad y falleció de casi ochenta años de edad en la madrugada del 14 de mayo de 1952, dejando un cuantioso legado cultural diseminado en periódicos y revistas pues siempre fue más literato que historiador.

A las ocho de la noche fueron trasladados sus restos a una Capilla Ardiente levantada en su honor en el Salón de la Ciudad. El entierro se realizó el día 15 con solemne acompañamiento cubriendo el Concejo Cantonal todos los gastos.

En 1953 apareció su obra póstuma sobre los bomberos bajo el título de “Historia del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil” en 492 págs. y un apéndice escrito por su hijo Raúl. Existe una segunda edición.

Tez canela, alto (casi un metro noventa de estatura) delgadísimo – casi hueso y pellejo – pelo lacio y negro, mirada penetrante, ceño adusto; virilmente feo, enamorador y hasta coqueto y de carácter festivo y confianzudo, tuvo muchos amigos y gozó siempre de popularidad. Dejó una “Gramática sin maestros”, método simplificado para niños y estudiantes, así como el recuerdo de sus escritos graciosos y profundos a la par de hermosos y delicados. También escribió el drama “Sarcasmo”.

Como periodista poseyó garra y estilo así como patrióticas iniciativas, pues desde la columna de “El Grito del Pueblo” obtuvo que se saneara de deudas la casa de Francisco Campos Coello para que pueda vivir con tranquilidad en ella.

Fue un excelente trabajador de las Bellas Letras, ejemplo de laboriosidad, sobre todo en la tercera edad. I su retrato no estaría completo si dejáramos de indicar que siempre practicó el orgullo y la presunción de quien se sabe útil a la sociedad, pero a la par de estas virtudes era neurasténico y migrañoso y cuando estaba con dolor de cabeza se recluía hasta de los suyos.