CHARTON DE TREVILLE ERNEST

PINTOR. – Nació en París el 22 de marzo de 1816, el menor de los cuatro hijos de Claude Edmé Charton y de Julie Thiessen de Treville, acomodados burgueses de la capital de Francia.

Incitado desde temprana edad por sus aficiones artísticas ingresó a la Academia de Bellas Artes y se graduó de dibujante y pintor. En 1839 emprendió algunos viajes por Francia para dibujar sus paisajes y contrajo matrimonio en El Havre con Elizabeth Lagremoire Severin, a quien abandonó a los pocos años para viajar a Sudamérica en plan aventurero. Primero visitó Río de Janeiro donde se ganó la vida vendiendo cuadros. Después pasó a Montevideo; en Buenos Aires estuvo seis meses; pero, cansado al fin de esa capital, dio la vuelta por el Cabo de Hornos y llegó a Valparaíso en 1843 con otros artistas como el acuarelista Word y el pintor Raymond Monvoisin, ganando la vida como retratista.

En 1848 le ocurrió la peor de sus aventuras, porque el viernes 25 de octubre se embarcó con rumbo a California en la goleta de cien toneladas denominada la “Rosa Segunda” propiedad de un señor Montes de nacionalidad italiana, pues había decidido probar suerte como buscador de oro motivado por un proyecto fantástico de su gran amigo Lavignet; sin embargo, a los quince días de navegación el piloto de la nave avisó que faltaba agua y aconsejó hacer rumbo a las islas Galápagos aunque ese era solamente el pretexto para abandonar a los pasajeros y quedarse con un cofre metálico propiedad de Lavignet lleno de monedas, que éste llevada para instalar un hotel. Una vez en la playa de la isla Floreana los diez pasajeros fueron abandonados y el piloto y dos marineros cómplices levaron anclas. Solos y a novecientas cincuenta millas de la costa continental más cercana el joven Charton vivió horas de mucha amargura, temiendo constantemente por su vida en dichas desoladas lejanías. Las horas se le hacían penosas y monótonas pero felizmente encontraron a varias personas que pudieron prestarles alguna ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos de abandonar la isla Floreana, los náufragos fueron rescatados por la tripulación de un ballenero de bandera norteamericana y recién en marzo del 49 pudo desembarcar en Guayaquil sin dinero ni ropas, pero sano y salvo tras cinco largos meses de constantes penurias. La noticia había llegado a París donde sus parientes se mostraban muy inquietos.

El Cónsul de Francia monsieur Girardot, dice Charton, nos miraba con una especie de duda. Nos preguntó nuestros nombres, nuestras profesiones y cuando me presenté, no pudo ocultar su sorpresa ¡Qué! ¿Es Ud. el hermano del Consejero de Estado Edouard Charton? ¿Es Ud. pintor? Análoga sorpresa mostró el Cónsul cuando Lavigne – otro pasajero – se declaró “antiguo Capitán de largos viajes” y propietario de un molino de trigo en Chile. Oyó luego la espantosa historia que le refirieron y aunque el Cónsul manifestó que “semejantes piraterías ya no se cometían en nuestros días” terminó por creer y solícito se ocupó de las gestiones más urgentes para ayudar a los viajeros.

Entonces salió de apuros merced a la protección de su paisano el señor Sicouret que tenía una hacienda en la península y casa de comercio en el puerto de Guayaquil y del ciudadano argentino Juan Antonio Gutiérrez, gran bibliógrafo y hombre de cultura exquisita además de muy rico, quienes le encargaron dibujos y paisajes para que pudiera ganarse la vida y estuvo “ocupado, buscado y festejado” y reparó rápidamente las pérdidas sufridas, al punto que escribiría agradecido lo siguiente: “Considero a Guayaquil como a una segunda patria y habría cedido a la tentación de establecerme aquí, si mis afecciones y mis deberes no me hubieran llamado a Francia”. De esta etapa son varias escenas naturales de Guayaquil y sus alrededores y aprovechó para enseñar las nuevas técnicas fotográficas y pictóricas y comercializó equipos fotográficos pues sabía tomar fotografías, procesar e imprimir los negativos y fue de los primeros en iluminar las fotografías para reemplazar exitosamente a las pinturas al óleo sobre óvalos.

A las pocas semanas emprendió su primer viaje a Quito donde fundó y dirigió el Liceo de Pintura “Miguel de Santiago” por consejo del Ministro Benigno Malo Valdivieso y bajo el patrocinio económico del señor Ángel Ubillús, entusiasta amigo de las artes, siendo una de las primeras instituciones de esta clase en el país, pero duró poco tiempo, dando paso a la Escuela democrática Miguel de Santiago dedicada a la cultura y las artes que floreció durante la etapa marzista. La primera escuela de pintura y oficios se había fundado en Cuenca en 1822 bajo la dirección del escultor Gaspar de Sangurima de manera que el liceo fundado por Charton debe ser considerado la segunda escuela de pintura que funcionó en nuestro país. En 1859 se estableció en Quito una Academia de Arte y Pintura.

Casi enseguida volvió a Guayaquil donde practicó su arte del retrato al carboncillo. Acaba de aparecer en San Francisco en poder de una rama de la familia Game, el retrato fechado en 1850 del cónsul norteamericano en Guayaquil Mathew P. Game en color sepia. El personaje aparece sentado delante del libro consular, al costado izquierdo figura la baranda de la escalera que accedía al despacho, y tras varias semanas embarcó con destino a Francia donde publicó su libro “Robo de un barco en el Océano Pacífico, en 1848, referido por Ernest Charton, uno de los pasajeros”.

De su estadía en Guayaquil ha quedado una hermosa colección de vistas pintadas al óleo en gran detalle y de la que se conocen seis, a saber: Tres del malecón de la urbe, una de la calle Real, otra del Cerro Santa Ana mirando a la Ciudavieja y finalmente una de la Casa del Cabildo. Todas ellas tienen el formato de 0,58 x 0,40 cmtrs.

En 1854 volvió a Chile con su familia, se estableció en Valparaíso y destacó como acuarelista, pintor y retratista, ganó numerosas Medallas en las Exposiciones que realizaba la Sociedad de Instrucción Primaria de Santiago, también polemizó sobre la dirección de la Academia de Pintura de esa capital. En marzo de 1862 visitó por segunda vez Quito. Numerosos grabados en blanco y negro y otros en colores, en los que plasmó a la raza indígena con el colorido de sus trajes especiales, quedan como testimonio de este segundo viaje.

También existen algunos grabados a tinta sobre nuestra ciudad, que ha publicado el Banco Central del Ecuador en un libro muy interesante sobre imágenes del siglo pasado. Fue un artista completo pues pintó temas urbanos, rurales, costumbristas, al óleo, la acuarela y al pastel, todos de gran importancia por su valor artístico y documental.

Su muerte tuvo ribetes insospechables pues tras permanecer en Chile algunos meses, siguió hacia Buenos Aires donde encontró trágico final por envenenamiento a manos de una de sus “despechadas admiradoras”.

Su hermano Edouard Charton (1807­1890) fue abogado, publicista, periodista y político, escribió “Lettres sur Paris”, fundó y dirigió en 1833 la revista semanal “La Magasin Pinttoresque” que se extendería hasta 1870. También figuró entre los fundadores de “La Ilustration” y el 47 editó “Donter d un pauvre citoyen”. En el Magasin aparecieron por entregas la historia y la evolución de los viajes comenzando por el realizado por Hannon, célebre viajero cartaginés que recorrió las costas de Libia quinientos años antes de la era común, hasta los últimos viajeros del siglo XIX, es decir, los contemporáneos del autor.

Estos trabajos salieron recopilados e impresos en Paris en dos volúmenes finamente ilustrados con biografías y bibliografías, notas e indicaciones iconográficas de notable belleza, de cada uno de los viajeros estudiados. Existe una versión traducida al español en dos tomos por Mariano Urrabieta, Paris (1860-62) conteniendo las mismas láminas de la edición original, pero coloreadas, lo cual otorga mayor importancia a esta última publicación. Edward Charton fue Comisionado del gobierno francés para la recepción de las obras de arte que debían exponerse en la Exposición Mundial de París ese año. Ya dirigía la célebre publicación, a medias turística y a medias científica, de circulación mundial, denominada “La tourt du monde” que tanta trascendencia tuvo en la vida cultural sudamericana.