CEMENTERIO BLANCO

Para Carmen Rosa

En el blanco cementerio fue la cita. Tú viniste toda dulzura y misterio, delicadamente triste…

Tu voz fina y temblorosa se deshojó en el ambiente como si fuera una rosa que se muere lentamente.

Íbamos por la avenida llena de cruces y flores como sombras de ultravida que renuevan sus amores.

Tus labios revoloteaban como una mariposa, y sus llamas inquietaban mi delectación morosa.

Yo estaba loco, tú loca, y sangraron de pasión mi corazón y tu boca roja, como un corazón.

La tarde iba ya cayendo; tuviste miedo y llorando te dije: -Me estoy muriendo por ti que me estás matando.

En el blanco cementerio fue la cita. Tú te fuiste dejándome en el misterio como nadie, solo y triste.

Carmen Rosa era de tez canela, de cuerpo grácil, de conversación activa, pasaba por musa del grupo modernista por su gracia y viveza naturales y como se pertenecía a una familia culta y pudiente, ya que su padre Modesto Sánchez Carbo desempeñaba la gerencia de la sucursal del Banco Comercial y Agrícola en Quito, todos veían con simpatía la relación. De esa época es una postal en prosa poética dedicada a su futura cuñada bajo el título de “Rosa Lírica”.

Para Laurita Sánchez. // Prende sobre tu seno esta rosada rosa / ebria de brisa y ebria de caricia de sol / para que su alma entera se deshoje amorosa / sobre la roja y virgen flor de tu corazón. // Tu hermana primavera cante un aria gloriosa / ensalzando tus quince primaveras en flor / y las hadas en coro celebran la armoniosa gracia / de tu mirada de luz y de pasión. // Que el ideal te guíe por todos los caminos, / él a su vez guiado por tus ojos divinos / y que anide siempre en tu alma el amor. // Para que sea tu vida bella como la rosa rosada y perfumada / que se muere amorosa / sobre la rosa y virgen flor de tu corazón! Al mismo tiempo hacía una intensa vida social con los Navarro Gardín en el alegre reservado número ocho del Café Central, en animada compañía de Carlos de Veintemilla, Emilio Alzuro, Alfonso Aguirre Guarderas, Pancho Guillén el de las corbatas brumelianas y los chalecos floridos, Pancho Bustamante, el Bibí Cárdenas, Ernesto Fierro “a través de lo cual el poeta camuflaba sus intensos, dolorosos y verdaderos sentimientos depresivos” según el psiquiatra e historiador Dr. Fernando Jurado Noboa, y quizá por eso renunció a la cátedra de francés, la noticia de la aceptación por parte del Ministerio de Educación apareció en la edición de El Comercio el jueves el 10 de Octubre de 1912.

Ese fin de semana le ofrecieron sus amigos un banquete de despedida de soltería y el poeta agradeció diciendo que se casaba solo por un mes, algo que a todos sonó a broma, pero resultaría cierto.

El martes 15 de Octubre Arturo y Carmen Rosa contrajeron nupcias y fueron a pasar la luna de miel a una hacienda cercana a Guápulo propiedad de los parientes Pérez, donde estuvieron tres semanas. Regresaron a Quito en la mañana del sábado 12 de Noviembre, Arturo visitó a su madre y como ésta le viera desmejorado, le respondió: ¡Ay madre¡ es esta vida tirada a cordel la que me mata…. Abrazó a todos con mucho afecto y sin decir palabra se retiró.

A eso de las dos de la tarde pasó con Carmen Rosa a la finca que tenían sus suegros en el barrio de La Magdalena al norte de Quito. Arribaron en un carruaje a caballos de los que entonces circulaban en la capital, fueron recibidos con grandes muestras de alegría y permanecieron la tarde en familia, pero cuando quisieron volver empezó a llover a cántaros y se escucharon varios truenos que anunciaban tempestad. De común acuerdo se decidió prepararles una recámara en el segundo piso y tras cenar normalmente se retiraron los recién casados.

Eran como las ocho de la noche cuando Arturo le propuso a su esposa inyectarse las venas y sacó las ampollas de veronal. Ella, enamorada como estaba, aceptó en principio, pero luego le dio miedo y se arrepintió pues jamás lo había hecho y era la primera vez que le veía en estas andanzas.

Para darle confianza Arturo le indicó que nada malo pasaría y se inyectó él, pero la dosis fue mal calculada porque resultó muy alta, como para matar. Quizá Arturo tenía en mente el suicidio, de manera que pronto quedó dormido y Maria Rosa se recostó a su lado impresionada por la escena pero sin imaginar la magnitud de la acción. Esa noche tuvo el sueño entrecortado y en la madrugada despertó en medio de sobresaltos y viendo que su esposo no se movía, comprendió su muerte, dio grandes voces, subieron los parientes y se llamó a un médico amigo, quien solo pudo dar fe del trágico suceso y certificar la defunción en términos que relevaran a las autoridades del formulismo de una autopsia.

Entonces se comentó en Quito que ambos habían hecho un pacto de autodestrucción y que a última hora ella no lo cumplió, pero como se logró ocultar las evidencias y se hizo aparecer su muerte como fruto de un colapso cardiaco, el escándalo social no se produjo, aunque de todas maneras la gente adivinó el drama y al pasar el entierro hacia el cementerio, llevado el ilustre poeta en hombros de sus amigos, no faltó quien comentara ¡Allí van los morfinómanos!.

Al morir tenía escasamente veinte años de atormentada existencia vivida en forma rápida, precoz y breve, acibarada por un pesimismo, una nostalgia y una tristeza más intelectivas que sentimentales, que solo pueden explicarse en quien había madurado en el dolor inenarrable de saberse en una ciudad estulta y pueblerina, con ambiente municipal y espeso, de la que deseaba evadirse a toda costa a pesar que sabía a ciencia cierta que jamás lo podría hacer, pues estaba eternamente condenado a sufrir ese horror intelectual ya que las puertas de Francia no se le podrían abrir nuevamente por su falta de dinero, por su renuencia a suplicar funciones diplomáticas, por su dejadez a toda labor física.

Fue un aeda sensible e innovador, humilde a veces como en “Primavera mística y lunar” y en otras soberbio e irónico como en la epístola dirigida a su amigo el también poeta Ernesto Noboa y Caamaño, en cuyos últimos versos anunció visiones de extraña hondura, pues le atraía el misterio de lo impreciso y su refinada sensibilidad disonaba con el ambiente; mas, en su técnica poética, era musical y sutil.

Al final de sus días había mencionado varias veces que tenía la intención de publicar un libro que titularía “La primavera apasionada” pero jamás pudo llegar a concretar su deseo.

Sus amigos literatos le consignaron sentidas ofrendas líricas en el No. 4 de la revista “Letras” que había ayudado a hacer y en Agosto de 1 920 tres jóvenes pintores Nicolás E. Delgado, Antonio Bellolio y Carlos Andrade Moscoso emprendieron la tarea de editar su parva producción – 28 poemas solamente – bajo el título de “La Flauta de Ónix”, en la imprenta de la Universidad Central, en 60 páginas ilustradas con dibujos de mérito de los artistas referidos.

La obra apareció anacrónica en relación al avance de la literatura, empero sirvió para innovar el gusto literario en el Ecuador pues el movimiento modernista, que ya había madurado en otras partes del mundo, aun pugnaba por entrar a nuestra Patria. En 1958 su sobrino Luis Felipe Borja del Alcázar puso en manos de Alejandro Carrión Aguirre cinco poemas inéditos: A misteria, Soñación, Era un sueño, Dos viajes e Idilio Estival, truncos el primero, tercero y quinto, que se editaron en la revista “La Calle”.

Borja “supo cantar a la melancolía orgullosamente, que exaspera y acerba cuando, como en Amiel, encuentra en el paisaje, estados del alma: la lluvia, la tarde sombría, son para el poeta, monótonas y melancólicas; sobretodo, la lluvia, que Borja consideraba implacable. Aunque más es la pena que va royendo la vida, y la amargura le martiriza hasta exclamar desesperado” ¿Por qué tengo, Señor, esta pena, siendo tan joven como soy? Es la pena que se filtra a través del paisaje, la lluvia que aniquila su voluntad y hace más dolorosa la llaga incurable del fastidio. Dulce acabamiento, presentimiento de lo que se va y de lo que se muere, misticismo desesperado que para hacer más intensa la queja, eleva los ojos al cielo”.

Murió envenenado por su propia tristeza hasta caer exhausto en los brazos amados de la muerte después de haber saboreado los placeres del amor y la morfina. Como poeta fue musical y espontáneo, ingenioso, triste, melancólico y profundo. Adolescente y sin embargo el primero que agitó en el Ecuador la bandera de la rebelión y de la simpatía en las letras en el siglo XX, por eso se le considera un luchador glorioso que abrió en su Patria las puertas de un nuevo estilo y de otros tipos de belleza.

Su viuda, sucumbió años más tarde a los requiebros de un joven quiteño de apellido Zaldumbide, quien era un atleta, miembro de una de las más conocidas familias capitalinas pero pobre y sin profesión. Este Zaldumbida había mantenido con Luís Clemente Concha Enríquez, menor a él, sonadas trompizas, por el amor de Carmen Rosa.

Se casaron pero no fueron felices, él terminó mal en Colombia sujeto a una silla de ruedas y ella se empleó en la Caja de Pensiones en Quito, laborando entre los años 30 y 50 en dicha institución, de la que obtuvo un crédito hipotecario que invirtió en la adquisición de una villita en el barrio del Centenario en Guayaquil.

Después se dedicó a vender mercadería a crédito con dinero de una de sus hermanas – Laura de Guzmán – que era pudiente y finalmente murió de algo más que mediana edad y sin hijos, a causa de un cáncer generalizado, dejando el recuerdo de una vida marchita por el suicidio de su primer esposo y el abandono del segundo, pero más que todo por su pobreza final.

I aunque han transcurrido muchos años sus sobrinas la recuerdan con gran afecto porque fue una mujer buena y bella que sin embargo no tuvo suerte en la vida y porque cuando eran pequeñines y ella venía en tren a Guayaquil les traía con gran generosidad panes, quesos de hoja, aplanchados, quesadillas, dulces confitados, frutas de la estación y otras muchas golosinas, de manera que sus visitas eran de lo más sonadas. Carmen Rosa siempre mantuvo el acento serrano.

VAS LACRIMAE

Para Alfonso Aguirre

La pena…La melancolía… la tarde siniestra y sombría. la lluvia implacable y sin fin. la pena…La melancolía. la vida tan gris y tan ruin.

La vida, la vida, la vida!

La negra miseria escondida royéndonos sin compasión y la pobre juventud perdida que ha perdido hasta su corazón.

¿Por qué tengo, Señor, esta pena siendo tan joven como soy?

Ya cumplí lo que tu ley ordena: hasta lo que no tengo lo doy.

POR EL CAMINO DE LAS QUIMERAS

Para Carmen Rosa.

Fundiendo el oro

de tu belleza con el tesoro de mi tristeza,

fabricaré yo un cáliz de áurea realeza en donde, juntos, exprimiremos el ustorio racimo de los dolores, en donde, juntos, abrevaremos nuestros amores.

Será una copa sacra. Labios humanos no mojarán en ella; decorarán sus bordes lirios gemelos como tus manos,

como tus labios habrá pétalos rojos, y en su fondo un zafiro que fue una estrella

como tus ojos.

El sortilegio

declinará. La magia de nuestro encanto tendrá un veneno de sacrilegio; la última gota

la absorberemos, locos, mezclada en

llanto;

la copa rota,

se perderá, camino de las quimeras. tú estarás medio muerta. Mi último beso

morirá en tus ojeras, mi último beso

se alejará, camino de las quimeras.

MI JUVENTUD SE TORNA GRAVE.

Mi juventud se torna grave y serena como

un vespertino trozo de paisaje en el agua:

la ebullición sonora de aquel primer asomo

primaveral, deshízose lentamente en mi fragua.

tu risa de oro, de cristal, de plata, rememora un scherzo ya lejano. en tu risa hay un eco de sonata, de pizzicato de violín tzingaro. Jugueteando en el nido de tu boca, tu fina carcajada es ritmo ufano que me recuerda una fontana loca, y el pizzicato de violín tzingaro. Límpidas, sonoras, cristalinas, son cadencias del trío veneciano; tienen reminiscencias argentinas de pizzicato de violín tzingaro.

MELANCOLÍA, MADRE MÍA!…

Melancolía, madre mía, en tu regazo he de dormir, y he de cantar, melancolía, el dulce orgullo de sufrir.

Yo soy el rey abandonado

de una Thulé dorada donde nunca viví

y al verme pobre y desterrado

vuelvo los ojos hacia ti

Melancolía, tú eres buena,

tú aliviarás este dolor;

para esta pena,

serán tus lágrimas de amor.

¿Qué me ha quedado de aquella hora primaveral?

La melancolía pasó. Ahora sólo hay un eco funeral.

¿Y la mujer a quien quisimos?

¡Ay! Se fue ya.

¿Y la mujer que en sueños vimos? Nunca vendrá Y así, la vida: las estrellas mintiendo amores con su luz, cuando muy bien pudiera que ellas sean los clavos de una cruz. Melancolía, madre mía, en tu regazo he de dormir, y he de cantar, melancolía, el dulce orgullo de sufrir

A LOLA GUARDERAS DE CABRERA Te haré una rima de encaje con sutil hilo de luna,

cantaré a tus ojos puros una canción de cristal

y soñaré con el oro de tus cabellos en una mañana primaveral.

Te evocaré yo a la grupa de un negro corcel de ensueño

conducido por el mago caballero Lohengrín.

Tendrán tus hondas pupilas ese místico beleño de las vírgenes del Rhin serás una dogaresa veneciana. Por la noche

te cantará barcarolas algún pobre trovador, y se unirá a la del bardo que te dice

su reproche la canción del ruiseñor.

.y repasando tus sueños por ignoradas riveras,

en la tarde, bajo el fuego del crepúsculo estival,

recordarás a un bohemio que un día quiso que oyeras una canción de cristal.

VISIÓN LEJANA A Ernesto Noboa.

¿Qué habrá sido de aquella morenita, trigo tostado al sol -que una mañana me

sorprendió mirando a su ventana?

Tal vez murió, pero en mí resucita. Tienes en mi alma un recuerdo de hermana

muerta. Su luz es de paz infinita.

Yo la llamo tenaz en mi maldita cárcel de eterna desventura arcana Y es su reflejo indeciso en mi vida una lustral ablución de jazmines que abre una dulce y suavísima herida. ¡Cómo volverla a ver! ¿En qué jardines emergerá su pálida figura?

¡Oh, amor eterno el que un instante dura!

PRIMAVERA MÍSTICA Y LUNAR A Víctor M. Londoño El viejo campanario toca para el rosario.

Las viejecitas una a una van desfilando hacia el santuario y se diría un milenario coro de brujas, a la luna.

Es el último día del mes de María.

Mayo en el huerto y en el cielo: el cielo, las rosas como estrellas; el huerto, estrellas como rosas… hay un perfume de consuelo flotando por sobre las cosas.

Virgen María, ¿son tus huellas?

Hay santa paz y santa calma. sale a los labios la canción. el alma

dice, sin voz, una canción.

Canción de amor, oración mía, pálida flor de poesía

Hora de luna y de misterio, hora de santa bendición, hora en la que deja el cautiverio para cantar, el corazón.

Hora de luna, hora de unción, hora de luna y de canción.

La luna es una

llaga blanca y divina

en el corazón hondo de la noche.

¡Oh luna diamantina, cúbreme! ¡Haz un derroche de lívida blancura en mi doliente noche!

¡Llégate hasta mi cruz, pon un poco de albura

en mi corazón, llaga divina de locura!

El viejo campanario

que toca al rosario

se ha callado. El santuario

se queda solitario

VOY A ENTRAR AL OLVIDO

Voici le masque pour la fete du Mensonge.-Henrry de Regnier.

A Francisco Guarderas

Hermano, si me río de la vida y sus cosas

notarás en mi risa cierto rezo de angustias,

sentirás las espinas que hay en todas las rosas,

comprenderás que casi mis flores están mustias.

Yo pongo a los cipreses de mi sendero, ahora,

una doliente gracia contradictoria y llena

de la azul ironía que aprendí de la Aurora

que es hija de los rojos Crepúsculos de pena.

Se apagaron aquellos ojos que me sonrieron

diabólicos y brujos detrás de una ventana,

y esta tarde yo he visto que en mi jardín murieron

pobres rosadas rosas que enterraré mañana.

Indiferentemente tiene mi herida abierta

el dorado veneno que me dio esa mujer;

voy a entrar al olvido por esa mágica puerta

que me abrirá ese loco divino: BAUDELAIRE!

PARA MI TU RECUERDO

Para mi tu recuerdo es hoy como la sombra

del fantasma a quien dimos el nombre de adorada.

yo fui bueno contigo. Tu desdén no me asombra,

pues no me debes nada, ni te reprocho nada.

Yo fui bueno contigo como una flor. Un día

del jardín en que solo soñaba me arrancaste;

te dí todo el perfume de mi melancolía, y como quien no hiciera algún mal me dejaste.

No te reprocho nada, o a lo más mi tristeza,

esta tristeza enorme que me quita la vida,

que me asemeja a un pobre moribundo que reza

a la Virgen pidiéndole que le cure la herida.

MUJER DE BRUMA

.comme le souvenir

d’ un grand cygne de neige aux

longues,

longues plumes.

Samain

Fue como un cisne blanco que se aleja y se aleja, suave, dulcemente por el cristal azul de la corriente, como una vaga y misteriosa queja.

Me queda su visión. Era una vieja tarde fría de lluvia intermitente; ella, bajo la máscara indolente de su enigma, cruzó por la calleja.

Fue como un cisne blanco. Fue como una

aparición nostálgica y alada, entrevista ilusión de la fortuna.

Fue como un cisne blanco y misterioso que en la leyenda de un país brumoso surge como la luna inmaculada. Después de haber leído aquellos versos clarísimos y puros

como el cristal sonoro de una fuente, pensé: si yo pudiera abandonar las complicadas sendas, dejar la engañadora florescencia

de los invernaderos agostados,

Hacer canciones buenas,

Escuchar con unción la sinfonía

Interior…Regresar a nuestra casa

Blanca que en el sendero nos aguarda

con las puertas abiertas

y con la mesa puesta -manteles albos,

pan sin levadura y

sentir al entrar una caricia

blanda con la mirada de la hermana

que siempre nos espera,

llenos de labios de perdón y el alma

propicia siempre a derramar ternura.

La tarde está de paz. Ha llovido. Yo

siento

que me ahoga una dulce esperanza abrileña.

hay en mis ojos humedad de sentimiento

y de llanto, y en mi alma una música sueña.

Es una música aérea, llena de tu recuerdo

una música suave y tierna que me canta

que estás en mí y por mí, que sin tus besos pierdo

mi primavera buena, mi primavera santa.

Mi soledad y tu recuerdo ¡Oh qué dulzura!

sentir lejanamente, sentir muy vagamente

una caricia lánguida, deshecha de ternura

que del alma a los ojos sube constantemente!