CASTILLO JOSE ABEL

DIRECTOR DEL DIARIO ELTELEGRAFO.

Nació en Atocha, en la vecindad de Ambato, el 17 de noviembre de 1854. Hijo de Inés Castillo Albornoz natural de la población de Izamba, jurisdicción de Ambato (Hija legítima a su vez de los ambateños José Castillo Bayas y Alegría Albornoz) Se desconoce el nombre y apellidos de su padre, quien posiblemente debió ser un indígena del sector.

Sus abuelos maternos lo cuidaron a la muerte de su madre en 1857 pero después fallecieron y el niño pasó a vivir con su tío Francisco Xavier Castillo Albornóz que lo alojó en los bajos de la escalera de su casa donde se sintió mal y en 1861 pidió a su otro tío Gaspar Castillo Albornoz que lo llevara a Guayaquil donde “su primer trabajo fue barrer la tienda”, solo tenía diez años pero era un niño valiente y precoz.

En 1866 empezó a comprar útiles escolares para estudiar por las noches. En 1870 se cambió a una Casa comercial alemana con mejor sueldo y aprendió contabilidad por su cuenta, mas tarde logró emplearse como Tenedor de Libros, de manera que se puede afirmar que tuvo una niñez y adolescencia esforzadas.

En 1876 visitó Jipijapa y formó una compañía de cabotaje en la costa aunque parece que no le fue del todo bien y dos años más tarde regresó a Guayaquil para continuó en el comercio.

En 1883 marchó de voluntario al campamento de Alfaro en Mapasingue llevándole una bandera y dinero, actuó como Ayudante de Vargas Torres y en la acción militar del 9 de Julio fue designado Capitán. Ese año comenzó a trabajar para el bazar de modas “La Juventud Elegante” de José Guillamet, quien le llegó a tomar tanto aprecio que fue padrino de su matrimonio y se convirtió en su benefactor.

En 1887, a los treinta y tres años de edad, tras muchos años de amores casó con su prima hermana Betsabé Castillo Martíz, profesora titulada, natural de Jipijaja, hija legítima de Francisco Xavier Castillo Albornoz y de Virginia Martíz Cuesta y tuvieron un matrimonio feliz y numeroso descendencia.

En 1890 negoció con medicamentos homeopáticos y tres años después fue llevado por su amigo el Coronel Belisario Torres Otoya a dirigir la contabilidad y la administración de El Diario de Avisos. El 94 fue Agente comisionista de la empresa que editó “El Ecuador en Chicago”, obra lujosa, clásica en nuestras letras por sus hermosos retratos y fotografías. Era un sujeto joven, solo tenía treinta y seis años, activo, lúcido, cumplidor y muy competente que se hacía apreciar de sus superiores.

Entonces ocurrió el negociado de la venta de la bandera y desde la redacción de “La Nación” descifró con Aurelio Noboa Baquerizo redactor de “El Imparcial”, los cables y telegramas cruzados entre los intermediarios de Chile y el Gobernador del Guayas Plácido Caamaño, descubriendo que existía una jugosa comisión de ochenta mil libras esterlinas por parte de la Casa Flint. Esta noticia fue publicada y excitó los ánimos en todo el país dando al traste con los regímenes progresistas pues el 5 de junio de 1895 Guayaquil proclamó Jefe Supremo al General Eloy Alfaro en un Acta de Pronunciamiento.

Castillo figuró entre los primeros firmantes. Al poco tiempo editó en la imprenta del Diario “El Tiempo” de Guayaquil su único libro conocido: “Proceso de Esmeraldas” en 121 págs. con los detalles e incidentes del caso, más 67 páginas de documentos, reeditado en la imprenta de la Universidad de Guayaquil en 1990.

En 1896 pasó de administrador del diario “El Telégrafo” en su segunda época, pero en el Incendio Grande del 5 al 6 de octubre perdió todos sus bienes y tuvo que trasladarse con su familia a los bajos del hipódromo donde nació su hija Celeste Graciela. El 30 de junio de 1897 ingresó a la Logia Luz del Guayas, siendo recibido por el maestro Oscar Alexander.

El 21 de diciembre de 1897, cuando Juan Murillo Miró viajó a Quito a ocupar la dirección de la Escuela de Artes y Oficios, asumió la dirección de “El Telégrafo.” Dos años más tarde se hizo cargo del pasivo “comprando asimismo las acciones” de Murillo. También se dedicó a editar libros y a realizar trabajos de imprenta con una nueva maquinaria importada de Francia.

El diario siguió al principio la línea política alfarista de Murillo y para las elecciones presidenciales de 1901 apoyó la candidatura oficialista del general Manuel Antonio Franco; pero al exhibir el Viejo Luchador la del general Leonidas Plaza Gutiérrez cambió el periódico de rumbo “asumiendo una actitud discreta” y al ocurrir el triunfo placista colaboró con él.

Plaza firmaba en Quito como “Corresponsal X” las noticias que quería hacer conocer en Guayaquil de suerte que “El Telégrafo” se mantuvo con el liberalismo y apoyó la instauración de las leyes de matrimonio civil, divorcio, beneficencia o manos muertas, etc. a tiempo que materialmente progresaba con un Suplemento Ilustrado a colores.

Para el Incendio del Carmen el 16 de junio de 1902 se quemó parcialmente su edificio en la calle Pedro Carbo con las maquinarias, la publicación fue suspendida pero diez días volvió a aparecer utilizando parte de los talleres de su competidor El Grito del Pueblo, pero el 8 de noviembre dejó otra vez de salir. 1902 fue un mal año para la empresa y sus acciones se fueron a la baja.

El 16 de Julio de 1903 y tras realizar numerosos esfuerzos económicos “El Telégrafo” reapareció con formato agrandado a cuatro páginas de seis columnas, en su nuevo edificio y taller de Aguirre No. 425 entre Chile y Chimborazo. Castillo “ya era propietario único de la empresa y aunque no tenía la calidad de periodista profesional resultaba hábil y atinado para la organización y dirección económica y bien dirigido desarrollo del Diario y de la empresa en general, y así fue en prosperidad creciente” según frases de Camilo Destruge.

En 1904 “El Telégrafo” publicaba diariamente fragmentos de novelas cortas en un espacio denominado Folletín y tenía por redactores principales a José Antonio Campos y a Camilo Destruge. En 1905 organizó con León Becerra la Sociedad Protectora de la Infancia, apoyó al candidato oficialista Lizardo García y después del triunfo colaboró más estrechamente. Con el advenimiento de la revolución alfarista del 1 de enero de 1906 hizo una moderada oposición junto a otros diarios guayaquileños. En la noche del 17 de septiembre numerosos pesquisas, soldados y empleados del muelle y resguardos atacaron los talleres de “La Nación”, “El Ecuatoriano”, “El Grito del Pueblo”, “El Telégrafo”, “La Dictadura” al grito de Viva Alfaro.

“El Telégrafo” fue de los mejor librados pues solo sufrió la destrucción de una prensa y le empastelaron los tipos. Casi al año las autoridades le permitieron entrar nuevamente en circulación (7 de agosto de 1907) pero el día 19 otra vez aparecieron los talleres empastelados y Castillo tuvo que salir al exilio unas semanas, reapareciendo “El Telégrafo” enseguida. El 25 de junio de 1908 celebró la llegada del ferrocarril a Quito y realizó una contribución económica para la construcción del edificio de madera de tres pisos de alto donde funcionó el Colegio salesiano Cristóbal Colón.

A finales de 1909 se produjo una de las tantas crisis diplomáticas entre el Perú y Ecuador, “El Telégrafo” defendió los intereses nacionales a ultranza y cuando al siguiente año, el presidente Alfaro se trasladó a la frontera durante la movilización nacional, tuvo editoriales de gran contenido patriótico.

El 22 de octubre se solidarizó con los directivos del diario “El Guante”, Miguel E. Neira, Heleodoro Avilés Minuche y Miguel García M. cuyos talleres habían sido asaltados por las turbas alfaristas. El 14 diciembre comenzó la campaña electoral y Emilio Estrada fue lanzado como candidato oficial, triunfando ampliamente en las elecciones. En agosto del 11 se produjo la caída del presidente Alfaro, enemistado con Estrada, quien subió a la presidencia. Poco después Castillo se opuso con otros “notables” al arrendamiento de las islas Galápagos a los Estados Unidos, ya el diario había superado la crisis económica.

Producido el asesinato de los Alfaro en enero de 1912, el 29 de febrero siguiente “El Telégrafo” lanzó la candidatura presidencial del General Leonidas Plaza quien salió electo y se posesionó el 1 de septiembre.

Castillo apoyó al nuevo gobierno, realizó su primer viaje a los Estados Unidos y Europa en compañía de dos de sus hijos y adquirió dos linotipos para las ediciones diarias (una matutina dirigida por José Vicente Peñafíel y otra vespertina por Carlos Alberto Flores)

El 9 de octubre del 13 nació “El Telégrafo Literario” – revista de literatura que aparecía los días lunes de cada semana – que pese a su corta duración de catorce meses pues el último número salió el 22 de enero de 1914, se convirtió en un foro para la corriente modernista que llegaba de Francia. Fueron sus directores José Antonio Falconí Villagómez, Miguel ángel Granado y Guarnizo, y Manuel Eduardo Castillo.

El 1 de agosto de 1914 adquirió la primera rotativa plana marca Duplex que permitió al diario un considerable aumento en el número de sus páginas y ejemplares pues tenía capacidad para imprimir a ocho planas hasta cuatro mil quinientos diarios por hora. Apadrinaron el acto el Dr. Cesáreo Carrera Padrón y María Piedad Castillo de Leví. Para asombro de los invitados la rotaplana imprimió doscientos cincuenta ejemplares en menos de cinco minutos. Intervino el Centro Musical Bethoven que amenizó el acto con escogidas piezas. Entonces suprimió la edición vespertina por no ser negocio y comenzaron a aparecer los Jueves Literarios con diversas colaboraciones de todo el país. En esta página se inició Medardo Ángel Silva, trabajando como redactor y luego como director hasta su muerte ocurrida en 1919 y los sábados sacaba la columna “Para la mujer y el hogar.”.

Durante la Primera Guerra Mundial contrató los servicios de la Agencia Havas para cubrir los despachos bélicos de los sucesos europeos. El 16 estuvo con la candidatura de Alfredo Baquerizo Moreno. El 19 se afilió a la Agencia Informativa “The Asociated Press,” regresó de Europa su hijo José Santiago y se hizo cargo de la parte administrativa del diario, funciones en las que se mantuvo casi hasta su muerte, pues fue el hijo que mejores disposiciones de trabajo demostró siempre.

El Telégrafo decidió mantenerse neutral frente a la candidatura de José Luis Tamayo, el 12 de enero del 20 anunció su triunfo presidencial. El día 16 “El Telégrafo” celebró el trigésimo sexto aniversario pero aún seguía funcionando en su viejo edificio de la calle Aguirre. El 4 de abril se refirió a la entrevista sostenida entre los presidentes de Ecuador y Colombia (Alfredo Baquerizo Moreno y Marco Fidel Suárez) en el puente fronterizo de Rumichaca.

Con el ciudadano italiano Bettino Berrini fundó ese año la caja de Ahorro y Crédito “La Previsora” que con el transcurso del tiempo llegaría a convertirse en la más importante institución bancaria de la República bajo la inteligente y atinada gerencia del joven Víctor Emilio Estrada.

Miguel Valverde, Cónsul del Ecuador en Roma – movido por ese ímpetu que jamás y ni con los años perdería, a pedido expreso de Castillo, había motivado a varios pilotos italianos a venir al Ecuador donde aún no se conocía los beneficios comerciales  que se podían obtener de la aviación, de manera que su oferta fue aceptada por el joven Elia Liut, héroe italiano de la Gran Guerra y su mecánico Ferruccio Guicciardi.

Al arribar a Guayaquil procedente de Panamá Liut fue inmediatamente contratado por José Abel Castillo, Gerente propietario del diario El Telégrafo para que inaugure el sistema de vuelos aeropostales en el país, pero fue más allá y el 3 de Noviembre realizó el primer vuelo a través de los Andes, iniciándose en esta forma la historia de la aviación comercial ecuatoriana.

Esa mañana Castillo dijo en el improvisado campo de aviación: Os he congregado para que asistáis a un acto trascendental de nuestra vida nacional. Aquí va a sembrarse en el alma patria la semilla de una nueva inquietud, la inquietud de volar.I ha querido la fortuna que sea El Telégrafo, quien señale la nueva senda y despierte el dormido entusiasmo. En el deseo de contribuir a la gran obra del progreso del país, concebimos la idea de adquirir un biplano de la mejor factura industrial y traer un aviador y un mecánico profesionales para iniciar la navegación aérea nacional y estimular así la creación de una escuela aeronáutica, dedicada a la defensa de nuestro territorio. El Telégrafo I, cuyo vuelo vais a presenciar, será conducido por Elia Liut, uno de los pilotos más diestros y audaces del ejército italiano, pero ese primer vuelo a Cuenca fracasó debido a los intensos vientos que encontró en el camino; mas, al siguiente día, 4 de Noviembre, volvió a despegar de Guayaquil, aunque más temprano, y tras recorrer en una hora y cuarenta y cinco minutos la distancia que nos separaba con la ciudad de Cuenca, logró aterrizar sin mayores contratiempos en un sitio cercano a esa ciudad, en terrenos de la hacienda Jericó, siendo recibido como un héroe. Al año siguiente, tras el vuelo inaugural Guayaquil – Cuenca y otros más realizados exitosamente por Liut y por Guicciardi, el Telégrafo I fue empleado en la primera escuela de aviación que se llamó Cóndor y funcionó en Durán, prestando servicios por espacio de varios años.

A la redacción de “El Telégrafo” concurrían con asiduidad numerosos intelectuales como Alfredo Baquerizo Moreno, Modesto Chávez Franco, Francisco J. Falqués Ampuero, entre otros.

El 21 adquirió la primera rotativa cilíndrica para “El Telégrafo”. El 19 de junio fue electo Primer Diputado Gran Maestro de la Logia Masónica del Ecuador, independizada ese año del Oriente peruano.

Entonces se dirigió al presidente José Luís Tamayo anunciándole su deseo de obsequiar al país el biplano El Telégrafo I que acababa de realizar el raid Pasto – Cali con la única condición de que se le devuelva la hélice que tiene puesto que ya estaba en Quito una nueva de repuesto y que cuando ya no preste buen servicio dicho biplano se lo conserve en el Museo Militar como testimonio del establecimiento práctico y definitivo de la aviación nacional. I como la oferta fue aceptada, se procedió a inaugurar el domingo 12 de junio, a las ocho y media de la mañana, la Escuela Militar Cóndor de Aviación, en la población de Durán.

En relación a los severos conflictos obreros patronales que empezaron a surgir en la ciudad El Telégrafo siempre se manejó neutral, dándolos a conocer a través de sus páginas, prestándose para ser el vocero de los trabajadores y por eso, al siguiente día de la matanza de pueblo y obreros ocurrida la tarde del 15 de noviembre de 1922, masacrados a bala por el ejército nacional, protestó enérgicamente ante el Consejo de Estado, en histórico Editorial que causó sensación en el país. Por eso se ha dicho que el viejo radical y masón que había sido Castillo en su juventud, emergía en su vejez a los sesenta y ocho años gloriosamente, tras un largo período como  comerciante, con toda la fuerza de sus años mozos. El gobierno se mostró cavernario y dispuso su prisión y traslado al Penal García Moreno de Quito pero varios amigos interpusieron sus buenos oficios y se logró que saliera al exilio, dejando encargada la dirección del diario a su hijo Manuel Eduardo y la administración a José Santiago. La Compañía Anónima “El Telégrafo” giraba con un capital de doscientos mil sucres, suma más que considerable para entonces.

En Europa permaneció varios años y durante una estadía en Alemania adquirió una rotativa marca Albert con la que se inauguraron los nuevos talleres en el suntuoso edificio de cemento armado, torre y seis pisos de altura, que comenzó a funcionar en 1925, siendo el primero levantado sobre pilotes de mangle que tuvo Guayaquil. En la torre central, copia de la del Parlamento en Londres, colocó años más tarde un hermosísimo reloj público de fabricación alemana que aún funciona.

En 1923, instalado en San Remo, hizo vida tranquila. Acostumbraba pasear con su señora, recibía noticias de su familia en el Ecuador y de los avances del diario que había robustecido con su trabajo y empeño. En el verano del 1925 buscó en San Remo al escultor Enrico Pacciani y le encargó la confección del monumento funerario de su hija Celeste Graciela para el Cementerio de Guayaquil. Por ese tiempo mandaba unas crónicas fugaces firmándolas como el Reportero Viajero “Jack Wheel”.

En Abril del 27 volvió al puerto principal tras casi cinco años de ausencia y encontró que el nuevo diario “El Universo”, recién fundado en 1921, había crecido peligrosamente haciendo dura competencia conjuntamente con “El Guante” que sería clausurado pocos meses después por causas políticas, por eso alertó a sus hijos sobre la conveniencia de seguir siempre la línea liberal y democrática de la ciudad y el país, pero no le hicieron caso, cayendo en la década de los años treinta y siguientes en la trampa del liberalismo decadente, sin comprender las buenas intenciones del largo período velasquista, que con alzas y bajas dominó la política del Ecuador entre 1944 y el 72, época en que el diario “El Universo” tomó la delantera con noticias sensacionalistas como aquella famosa del retrato de la víctima, tan del gusto aplebeyado de las mayorías.

Para el centenario de la creación de la República el 13 de mayo de 1930 lanzó una edición conmemorativa y extraordinaria de 88 págs. y realizó el primer Concurso Nacional de Belleza que fue todo un éxito pues tuvo características nacionales aunque finalistas quedaron las cuatro señoritas Guayas y triunfó la candidata del barrio del Astillero Sarita Chacón sobre las otras tres; Blanche La Rose Yoder Campi, Adalgisa Descalzi Gallinar y mi mamá Maruja Pimentel Yépes. 

El 6 de Junio de 1931 “El Telégrafo” comenzó la publicación de la revista sabatina y vespertina “Semana Gráfica” dirigida por José Santiago Castillo, que revolucionó el mercado nacional de revistas porque aparecía en papel coushet, con elegante diseño y valiosos artículos, pero este esfuerzo terminó en 1939 por falta de publicidad. En esta publicación figuraron numerosas intelectuales como Rosa Borja de Ycaza, María Piedad Castillo de Leví, Carolina Febres Cordero de Arévalo, Aurora Estrada y Ayala de Ramírez. El humor gráfico corría a cargo de Virgilio Jaime Salinas y entre los nuevos escritores Pablo Palacio, Leopoldo Benítes Vinueza, Ángel Felicísimo Rojas, Humberto Salvador, Benjamín Carrión, José de la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil Gilbert, Demetrio Aguilera Malta, Nicolás Kingman. También salieron los dibujos y óleos de Antonio Bellolio.

El 32 hizo activa oposición al caudillo conservador Neptalí Bonifaz que habiendo ganado las elecciones no pudo posesionarse por la cerrada negativa del Congreso, motivada a causa de su dudosa nacionalidad ecuatoriana.

En 1934 presidió las Bodas de Oro de “El Telégrafo” y recibió las condecoraciones de los gobiernos del Ecuador y Chile. El 37 se opuso al noviazgo de su hijo Abel Romero con la joven Alba Celeste Rivas, quien pasaba por intelectual de ideas de izquierda debido a que era uno de los miembros de la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes de la ciudad y viajó con su esposa e hijo Abel Romeo a tratarse a la Clínica de los doctores Mayo en Rochester, Minesota, donde le operaron un cáncer a la prostata pero él no lo supo. De regreso celebró sus Bodas de Oro Matrimoniales y a los pocos meses tuvo que someterse a sondeos en el “Memorial Hospital” de New York, donde le desahuciaron y falleció en Guayaquil el 22 de junio de 1940 de ochenta y cinco años de edad, tenido y considerado el propulsor de la aviación nacional, fundador de uno de los diarios mayores de la República y Gran Maestro grado 33 de la Logia Masónica del Ecuador.

Su hija María Piedad le cantó: // “Yo tuve un padre, todo bondad y mansedumbre / a quién oí en mi infancia sediento de justicia” / soñar con ese día, conque su Patria fuera / de todas las naciones, del mundo la primera… // Siempre atento a las normas de la vida presente / nunca de su trabajo estuvo una hora ausente / no se rindió jamás ni a duelos ni a fatigas / que tuvo la paciente constancia de la hormiga. // Nunca su voluntad la doblegó la duda / ni el efímero triunfo donde el necio se escuda / se complació su alma que eternidad quería / para su obra en silencio, pensaba y decidía //

De trato amable y fuerte, tuvo el alma dinámica para el comercio y las grandes empresas. Fue todo un carácter que se formó en la pobreza y en la lucha contra la adversidad. “Gustaba del elocuente silencio, sonreía apenas en los días de festejo y en los duelos escondía la lágrima en el alma y los gritos en el pecho, al decir de su hijo Abel Romeo, quién le dedicó un sentido y hermoso “Romancillo a mi Padre”.

Realizó un periodismo moderno, tecnificando los métodos a base de sofisticadas y costosas maquinarias y renunciando al romanticismo de apasionados arrebatos, tan comunes en el periodismo ecuatoriano del siglo XIX que le correspondió cerrar.

Nuestro siglo XX no ha sido de intrépidos escritores sino de enormes empresas que deben vigilar sus intereses concordándolos con los de la nación en lo posible. A veces si, a veces no ¡Depende!

Su estatura menos que mediana, faz canela, amplia la frente, ojos negros, pelo escaso, nariz y bigotes prominentes que le daban prestancia al rostro donde se adivinaba la chispa radiante de una no común inteligencia.