CASTELO DE RODRÍGUEZ MARIA ESTHER

EDUCADORA.- Nació en Ibarra en 1911. Hija legítima de Tomás Castelo Jácome hacendado que dejó sus tierras ibarreñas – Yaracrucito -para irse a trabajar propiedades ajenas, ricas en cañaverales en el Chota y de su segunda esposa Mariana Peñaherrera Yépes, naturales de Ibarra.

Estudió en el colegio de La Inmaculada de las monjas de la Caridad en la misma ciudad. Apreciando una precoz disposición, las religiosas le confiaron un grado antes de concluir su bachillerato. Alternó entonces brillantes estudios con una excelente docencia y se orientó definitivamente por el magisterio.

De Ibarra pasó en 1927 a Cotacachi a dirigir la escuela fiscal “Manuela Cañizares”, poco después fue promovida a la “González Suárez” de Caranqui donde permaneció hasta principios de 1928 que siguió a la “Gabriela Mistral”, primera escuela laica de niñas que funcionó en Otavalo. Entonces escribió a la poetisa patrona del plantel y recibió cálida respuesta. En 1957, al conocer la noticia del fallecimiento de la gran chilena, escribiría: “Su muerte ha enlutado mi corazón, he sentido lo que debe sentir la amiga íntima que pierde para siempre a su amiga”.

En Otavalo contrajo matrimonio con Humberto Rodríguez (bisnieto de Simón Rodríguez, el célebre maestro del Libertador), director de la escuela de varones. “Son años de intensa actividad pedagógica y cultural en Otavalo. En Junio del 32 apareció el primer número del Boletín de la Asociación de preceptores de Otavalo.” Allí escribió junto a otros valiosos educadores.

En 1933 la pareja se trasladó definitivamente a Quito. María Esther estudió en los segundos cursos intensivos del normal “Manuela Cañizares” y obtuvo su título de Profesora Normalista, tras prácticas que le granjearon admiración y afecto de sus profesores. Por esa época adquirió con su esposo una casona en la calle Portilla, a su propietario Benjamín Carrión. La vivienda era de piedra, grande y muy antigua, pues “había pertenecido al arzobispo González Suárez, que al morir se la había dejado en legado a un pajecillo.”

En 1935 ganó por concurso la Subdirección del Liceo Municipal “Fernández Madrid” y halló en ese plantel el medio ideal para ejercitar un magisterio de altura y con intensa proyección. Vivía el Liceo bajo la dirección de María Angélica Idrovo una hora de extraordinaria irradiación cultural. María Esther Castelo estrechó especial amistad con la gran escritora Zoila Ugarte de Landívar, profesora de

Literatura del establecimiento. Esa amistad duraría hasta la muerte de la gran escritora orense y tuvo a cargo la materia de Puericultura – a la que contribuyó a prestigiar y dar forma. El 41 editó “Nociones elementales de puericultura y maternología”. El libro conoció una segunda edición (1955) y agotada ésta, seguiría siendo requerido.

En el año 1942 la invasión peruana a la provincia de El Oro deja sin hogar a muchos niños y jóvenes. Para ellos, el ministro de Previsión Social, Leopoldo N. Chávez, fundó las colonias de recuperación física. Llamó el ministro a colaborar a María Esther Castelo, cuyas dotes de educadora le eran conocidas, y ella se entregó con pasión a tan patriótica tarea, dirigiendo la colonia “Machala”, situada en donde se halla actualmente el hospital Baca Ortiz, edificio demolido en 1995. Vivió varios meses en la Colonia y la convirtió en un establecimiento modelo, cuidando desde la alimentación diaria hasta la formación cultural y religiosa de los internos orenses. Los viajes en que acompañaba a los internos a sus casas en la provincia sureña se convierten en giras triunfales, en que los cantones orenses expresan su agradecimiento a la educadora.

Solo diferencias graves con otro ministro hicieron que deje en Febrero del 45 la dirección de la Colonia “Machala”, que a su salida, se sumió en incontenible decadencia física, intelectual y moral, pero ella continuó su magisterio en los colegios “La Providencia” y “La Inmaculada”. El 53 publicó un segundo libro: “Economía doméstica”. Ese año ingresó su hijo Hernán a la Compañía de Jesús y el 54 su hijo Rodolfo viajó a Guayaquil a continuar estudios de medicina.

En Octubre del 55, a pedido del P. Aurelio Espinosa Pólit, aceptó colaborar con la Señorita María Espinosa, como Vicerrectora del Hogar-Colegio “La Dolorosa”. El 56 publicó “Retazos”, pequeños relatos de clase que daban a su enseñanza un especial calor humano que sus alumnas siempre recuerdan.

Jubilada en 1960 concentró su atención en sus hijos. “Mucho de ese admirable magisterio quedó en cartas de alta tensión cristiana y admirable prudencia humana”.

Como educadora cumplió siempre un ideal: “La maestra -decía- debe ser como una segunda madre”. Y la vida le enseñó que en los casos conflictivos, esa segunda madre merecía de sus discípulas más confianza que la propia madre. Ese ideal confirió a su magisterio un admirable poder de penetración en los problemas de sus alumnas y un extraordinario don de comunicación.

En sus clases ejercitó el arte de los grandes maestros: la digresión oportuna y amena, más formadora que la pura enseñanza. Y se ufanó siempre que sus clases fuesen esperadas con verdadero interés y seguidas con entrega.

Modestísima, jamás consintió en que se la honrase y a su muerte, no ha dejado ni el más sencillo curriculum. “El lema de mi vida -ha podido leerse en una carta dirigida a su hijo Hernán- fue nunca hacer publicidad de algo que fuera en mi honor. Recordarás que rechacé asistir a la colocación de mi retrato en la galería de directores y benefactores de la Escuela Otavalo”.

En 1989 empezó a sufrir de pequeños derrames cerebrales que disminuyeron notablemente su capacidad y tuvo que someterse a un período de rehabilitación. Ese año quedó viuda y agravada su condición, falleció en Guayaquil, el jueves 11 de Enero de 1990, en casa de su hijo Rodolfo en Guayaquil, donde había vivido sus últimos tiempos. Sus restos fueron llevados a Quito y allí reposan.