CARRION AGUIRRE ALEJANDRO

PERIODISTA.- Nació en Loja el 11 de Marzo de 1915. Hijo legítimo del poeta y maestro universitario José Miguel Carrión Mora, Rector de la Universidad de Loja, Diputado en dos ocasiones y de Adela Aguirre, lojanos.

Nació entre libros, “lo primero que recuerdo haber visto son libros y el hecho de que todo el mundo en mi familia escribiera: Mi papá, mis tios, mis abuelos, me motivó a la lectura y al estudio.”

“Las vacaciones transcurrían en una hacienda sembrada de caña de azúcar en un verde valle lojano. Allí, en las noches profundas, con estrellitas transidas de fragancia a miel en punto, a guarapo recién nacido, a mangos, a resedas, a río cercano y rumoroso, pobladas del incesante murmullo que hace el viento al transitar entre los bananales de mansas hojas o entre las verdes lanzas de los cañaverales, allí, antes de rezar el santo rosario y entregarme al dulce sueño, escuchaba antiguos cuentos que brotaban de labios muy amados…no los he olvidado, algunos eran provenientes de la vieja Castilla. Ese Juan soldado que iba al país de irás y no volverás y volvía, hablaba con los reyes y les decía Su Sacra Real Majestad. Otros como Oidín oidón el hijo del buen Oidor, como Soplín soplón el hijo del buen soplador, como Carguín cargón el hijo del buen cargador…”

Siguió las primeras letras en la escuela José Antonio Eguiguren de los Hermanos Cristianos de su lugar natal. Muchas experiencias en tan temprana edad constan en seis relatos con momentos autobiográficos que componen “La Manzana dañada” (1948) calificada de novela que no llegó a terminarse por una autenticidad poética infantil que desconcierta. Crónicas de lo cotidiano y humano, relatos llenos de emoción que la tersura de su lenguaje clásico no alcanza a velar.

Cursó la secundaria en el Bernardo Valdivieso, leía a los grandes escritores españoles de la Revista de Occidente: Valle Inclán, Gómez de la Serna, de Sudamérica a Rómulo Gallegos, Azuela, Lugones. Uno de los más jóvenes profesores del plantel, Ángel Felicísimo Rojas, descubrió su talento literario y se interesó en él.

Sus primeras producciones fueron un poema satírico titulado “Nariz,” “El Cuento que se perdió sin que lo lean” dramático relato que despertó curiosidades por su originalidad, el cuento “Diez y seis años míos” reminiscente aunque no pueril, el “Poema de un portero” casi infantil y el poema “Valle de la sierra” dedicado a sus amigos Juan Iván Cueva y Jorge Suárez Burneo con quienes colaboró entre el 32 y el 33 en la célebre revista “Hontanar” – fuente y manantial – de su profesor Carlos Manuel Espinosa, destacándose Carrión por su precocidad.

Mantenía una vida intelectual intensa y en Agosto del 32 se matriculó en el Instituto Mejía de Quito para graduarse de Bachiller y seguir estudios universitarios, comunicándose con otros escritores. “Nos reunimos varios jóvenes de mi generación alrededor de una revista de muchachos llamada Elan que dirigía Ignacio Lasso. Eramos José Alfredo Llerena, Augusto Sacoto, Jorge Fernández, Atanasio Viten, Pedro Jorge Vera, Nelson Estupiñán, Arturo Montesinos, Francisco Alexander y yo. Un grupo muy compacto surgido después de la generación de “Los que se van.”

“Escribíamos de todo y nos dio por atacar a los poetas melifluos de Cuenca – Remigio Romero y Cordero, Luis Cordero Crespo (el nieto) Remigio Tamariz Crespo – que organizaban la fiesta de la lira y cuyas composiciones estaban llenas de pastoras, cisnes y otras dulzuras. En cambio, nosotros íbamos a acompañar a los trabajadores en las huelgas, pertenecíamos al Partido Socialista Ecuatoriano y escribíamos poesía revolucionaria o social. En eso asomó Jorge Carrera Andrede que encabezó el movimiento por la salvación de la poesía y yo me adherí. Los resultados están en los libros que vinieron más tarde. Otro que ayudaba era Enrique Terán, teórico que formuló nuestro Manifiesto. Mis ideas me ocasionaron problemas. Escribí un artículo irreverente contra ciertos dómines de las letras arcaizantes, quienes contestaron diciendome portero. Les respondí con Poemas de un portero que dediqué a Pablo Palacio en estilo vanguardista, muy cercano al de Manuel Agustín Aguirre en Poemas Automáticos, colmado de imágenes y sobre todo de una luminosa hermosura. Después insistí con Poema del cuerpo luminoso. Poema de la sonrisa y Poema de los ojos inútiles, en la misma línea nueva en el país.”

Por eso se ha dicho que entre 1936 y el 44 atravezó por su primera etapa poética a la que corresponden sus obras “Luz del nuevo paisaje” del 37 cuando recién tenía veintidós años, “Agonía del árbol y la sangre,” ‘”Laurel de sombra” y “La noche oscura.” En el segundo de ellos cantó la soledad en que cayó su tío Héctor Manuel Carrión Mora (espíritu cultivado y de selección que se perdió por tímido en brazos del alcohol) justamente al cumplirse vienticinco años de su muerte. En 1937 figuró en el “índice de la Poesía Ecuatoriana” de su tio Benjamín Carrión y editó “Luz del nuevo paisaje”, entusiasta poesía social en 37 págs. premiada por la revista Hispanoamericana de Buenos Aires. En 1938 !Aquí España Nuestra! tres poemas en esperanza y amargura en 7 págs. y fue designado prosecretario de la Asamblea Nacional Constituyente hasta que el ejecutivo la disolvió en Noviembre enviando a los diputados al panóptico.

De vuelta a Loja con tan mala experiencia política el 39 se enamoró de su pariente Amelia Anda Aguirre y cuando ésta cumplió los veinte y un años le escribió el poema “Pequeña Ciudadana” que llevó a la casa de Segundo Cueva Celi, quien se encantó, escogió tres estrofas, se sentó canturreando al piano y dos días más tarde “estábamos cantando al pié de la ventana de Amelia”

En 1941 enseñó Historia de la Literatura española y americana en el Bernardo Valdivieso. El 42 fue secretario por cortos meses del Juzgado III del Crimen y hastiado de un ambiente por demás estrecho optó por el regreso a Quito y consiguió trabajo en la redacción del diario socialista “La Tierra” de Ricardo Jaramillo permaneciendo cortos meses.

En 1943, nuevamente en Loja, hizo periodismo como Jefe de Redacción en el semanario “La opinión del Sur” que se transformó en el primer periódico que tuvo la provincia aunque solo llegó al número diez en Julio. Vivía en casa de sus padres, leía indistintamente todo cuanto caía en sus manos, tenía veinte y ocho años pero no era feliz.

En 1944 desempeñó la Prosecretaría de la Asamblea Nacional Constituyente y fue seleccionado por la Editorial New Directions, junto a Tennesse Williams,

Eve Merriam, John Frederick Nims y Jean Garrigue. Sus textos aparecieron en una Antología de poemas traducidos por Dudiey Fitts y Francis Saint John al inglés en “Five young american poets, 3rd. Serie, Norfolk, Connecticut, 1944.

Al fundarse la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Agosto siguiente fue miembro de Número por la Sección de Poesía y dirigió la editorial. El 45 fundó y mantuvo contra viento y marea durante su primera etapa, la Revista de la Casa de la Cultura y el semanario de literatura “Letras del Ecuador “, órgano de la institución, de gratísima recordación pues llegó a acreditarse en los medios culturales de Latinoamérica. Allí colaboró intensamente hasta 1950. En ambas publicaciones lucieron sus escritos y dibujos los más altos exponentes del arte y la cultura nacional.

Ese mismo año 45 salieron su “Poesía de la soledad y el deseo” escrita entre 1934 y el 39 en 65 págs. en la U. Central, con un poema de Augusto Sacoto Arias. En 1946 fue nombrado profesor del Colegio Nacional Montúfar.

En 1947 participó en la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa realizada en Bogotá. En dicha capital dio a la luz “Tiniebla” en 16 págs. con poesía y fue redactor del diario “El Tiempo” y de la revista “Sábado.”

En 1948 volvió al diario “La Tierra” y mantuvo la columna “Puesto de Vigía” a la que nadie prestó mucha atención. Gabriel Pino Icaza le llevó a escribir al diario “El Universo.” Presentado a Ismael Pérez Castro firmó un contrato de prueba por tres meses y se quedó veinte años, quizá demasiado tiempo. Al principio su columna “Esta vida de Quito” era trisemanal y después fue diaria apareciendo bajo el título de Esta vida de Quito tomado del primer verso de la Epístola de Arturo Borja a Ernesto Noboa y Caamaño. El seudónimo de Juan sin Cielo, en cambio, lo prestó de un poema de Jorge Carrera Andrade y éste decía en broma que Carrión debía pagarle arriendo por el uso del pseudónimo y hasta hubo ingenuos que creyeron que el poeta había titulado a su poema en homenaje al periodista, cuando era lo contrario. Seis cualidades distinguieron su labor: la disciplina, el formato, la investigación, la agilidad, la claridad y la ironía.

Era un trabajador metódico y constante que renunciaba a muchas comodidades y no hacía vida social para ganar tiempo. Sus artículos nunca eran mayores en extención que un jeme, pues sabía que de lo bueno poco y si es poco es mejor.

De su labor diría después “El periodista no escribe, conversa. Establece un diálogo vivo con el lector, sin elegancias rebuscadas ni tecnicismo” y como era un estilista nato reducía a lenguaje simple los temas más abstractos e incomprensibles, con soltura que causaba placeres estéticos. I tal fue su éxito que pronto se convirtió en el paño de lágrimas de cuantos tuvieron una queja justa. Carrión sabía contar anécdotas, popularizaba apodos, hacía caricaturas y cosechaba odios profundos, así como simpatías sin fin pues poseía chispa hasta para las situaciones más difíciles por eso aún se cuenta que en una noche de tragos había hundido el sombrero a un parroquiano que resultó ser militar, quien respondió retándole a duelo y ante la solicitud de que escogiera las armas, Alejandro respondió rápido y con voz muy firme: Cañón con la consecuente risotada de los presentes quienes comenzaron a planificar donde ponerlos, si en el Panecillo el uno y en el Itchimbía el otro cañón, a ver qué pasaría cuando los dispararan.

El mismo año 48 editó los interesantes ensayos “Los compañeros de Don Quijote” en 44 págs. y “Elogio de la novela policiaca”, asi como su colección de relatos “La Manzana Dañada” con prólogo de Alfredo Pareja Diez Canseco, quien le pidió que tentara una novela, para la cual estaba tan bien dotado.

También es del 48 un tomo de poesía “Agonía del árbol y la sangre” en 57 pags. con ilustraciones de Eduardo Kingman. En 1950 asistió el Congreso de Escritores en Berlín, fue Vicepresidente de la Unión de Periodistas del Ecuador y redactor del diario “El Sol”, pero el Dr. Emilio Gangotena Moran, Secretario del Partido Socialista ecuatoriano, le visitó para entregarle las directivas del partido y como Carrión no aceptó tal proposición, solicitó su propia expulsión que le fue concedida. Desde entonces quedó en total libertad para escribir a su antojo y sobre cualquier tema.

En 1951 publicó la revista política “El Alacrán” con el subtitulo de Semanario profiláctico dedicado a la erradicación de la curuchupería y sus cómplices, que atacó a tirios y troyanos por igual, a conservadores y a cefepistas. “El Alacrán” se vendió bien porque el Dr. Carlos Guevara Moreno y su partido se encontraba en el cenit de sus éxitos y alguien tenía que contrarrestar la campaña de insultos que la revista cefepísta. “Comentarios del Momentos” lanzaba en cada número. Carrión era un escritor de corte liberal que de continuo daba giros hacia la izquierda o derecha de acuerdo a los acontecimientos y a su admiración o fobia por políticos y hombres públicos. “El Ecuatoriano” de Arne y “Momento” del CFP le endilgaron numerosos insultos, tales como sabandija, plumario del membrete (el presidente Galo Plaza) que su tío Benjamín se había opuesto a que le concedieran una beca en la Unesco, etc.

El 52 fue profesor de Historia de la Cultura Americana en la U. Central y prologó la segunda edición de “El Árbol del Bien y del Mal “con las poesías completas de Medardo Ángel Silva. El 54 sacó “La noche oscura” en 64 págs. y “Cuaderno de Canciones”, ambas con poesías propias y pasó a enseñar en la Facultad de Jurisprudencia de la U. Central. Igualmente, salió en Cuenca su “Canto a la América Española” en 20 págs.

Ese año editó “Primicias de la Poesía Quiteña” con un enjundioso estudio crítico preliminar. La obra contiene la edición facsimilar de la Relación en verso que de la fiesta del Patriarca San José hizo en 1651 el licenciado don Juan de Oviedo, cura de la Parroquia de San Marcos y de los elogios que del Sermón predicado en dicha fiesta por el muy reverendo padre maestro Juan de Isturizaga, hicieron ese mismo año los poetas Francisco Mosquera, José de Lizarazu, Cristóbal de Arbildo y Juan de Oviedo, todos de esta ciudad de Quito (sic)

En 1955 fue electo Secretario General del Sindicato de Escritores y Artistas del Ecuador. Mientras tanto, a través de su columna en El Universo combatía al III Velasquismo señalando los atracos y peculados que casi semanalmente se sucedían. El ministro de Gobierno, Camilo Ponce Enríquez, le hizo detener a la salida del sepelio del poeta Rafael Vallejo Larrea, con sus amigos Pedro Jorge Vera, Jorge Enrique Adoum y otros y fue condenado a cuatro días de injusta prisión y treinta sucres de multa dizque por conspirar contra el gobierno.

Poco después un grupo de pesquisas enviados por el nuevo Minitro de Gobierno, Dr. Manuel Araujo Hidalgo, en el mismo régimen velasquista, le vejaron y golpearon hasta romperle el tabique de la nariz. Quedó abandonado, sangrando y casi muerto. “Me sacaron de mi casa con orden judicial y me golpearon la cara bárbaramente, que tuvieron los médicos que reconstruírmela. No sé si hoy será mejor que antes. Nunca fue gran cosa”, diría con ese tono de ironía sardónica que tanto le caracterizaba.

El escándalo fue nacional y realizadas las investigaciones por presiones de la prensa, en el siguiente gobierno se estableció que los autores materiales del delito habían sido unos agentes apodados “Los Pichirilos”, pagados con cheques provenientes de los fondos reservados de ese Ministerio pero aunque a nadie se castigó, Araujo Hidalgo cargó con el sambenito de su abuso por el resto de la vida. La palabra Pichirilo en el argot popular de ese entonces provenía del nombre de los carros viejos y destartalados que circulaban en el país, uno de los cuales había servido a los pesquisas para realizar sus aviesos propósitos.

En 1956 intervino como activista en la campaña electoral del candidato del Frente Democrático Nacional, Dr. Raúl Clemente Huerta. La Municipalidad de Loja le honró con la designación de “Ciudadano Distinguido”.

En 1957 enseñó Sociología en la Escuela Nacional de Policía y mantuvo por cortos meses un programa radial con Pedro Jorge Vera a las seis de la tarde en Radio Victoria, propiedad del actor Gonzalo Proaño, con noticias tomadas del diario de la tarde, un Comentario de Juan sin Cielo y un skech cómico de Ernesto Albán.

En la primera semana de Marzo fundó con Pedro Jorge Vera el semanario político “La Calle” que nació con estilo y producción agresiva y una causticidad impresionante a raíz de una propuesta de financiamiento de Eduardo Alban y tal fue su éxito que desde el cuarto numera vendió siete mil ejemplares. Guillermo Lasso fue designado Administrador. Otros colaboradores fueron Jorge Vivanco, José Félix Silva, Mentor Mera y Germán Carrión, Patricio Cueva componía las Coplas, Benjamín Carrión publicó la segunda Serie de sus Cartas al Ecuador. También mandaban artículos Manuel María Borrero, José María Plaza Lasso, Luis Maldonado Tamayo y Jorge Enrique Adoum. Durante el gobierno de Ponce Enríquez (1956-60) luchó contra la penetración masiva de sacerdotes extranjeros y sus redactores fueron excomulgados por la Iglesia. Manuel Jijón – Caamaño y Flores, que recién había rehabilitado el título de Conde de Casa Gijón desafío a duelo a Carrión por las burlas de éste contra el título nobiliario que acababa de rehabilitar en España, pero el lance no prosperó.

“La Calle” se solidarizó desde los comienzos de la lucha armada de Fidel Castro contra la dictadura del Fulgencio Batista. Posteriormente adquirió una moderna imprenta en la Avenida 24 de Mayo contando con el apoyo de Alfredo Albornoz, Gerente del Banco de Préstamos, pero cuando advino la campaña electoral de 1960 y Vera apoyó al binomio Parra – Carrión se terminó la sociedad. Vera puso tienda aparte y con Benjamín Carrión y Rodrigo Cabezas fundaron el semanario político “La Mañana”.

Entre el 57 y el 58 aparecieron sus dos tomos de 374 y 490 págs. de “Los Poetas quiteños del Ocioso de Faenza” en la editorial de la CCE. El primero contiene noticias históricas y crítica y en el segundo constan los textos poéticos seleccionados del manuscrito “Colección de poesías varias hechas por un ocioso en la ciudad de Faenza,” obra del padre Juan de Velasco, S.J. Este nuevo esfuerzo a su constancia mereció de la Municipalidad de Quito el codiciado premio Tobar y marcó el momento más lúcido de su carrera. Esta obra definitoria sobre dicha colección de poesías fue el producto de un estudio tenaz, aunque en las partes escritas en latín y en italiano se apoyó en dos competentes traductoras, que sin embargo se tomaron ciertas libertades (traductore traditore) cambiando fondo y forma, como por ejemplo en la poesía “A una mirla blanca que mató un cazador” de la autoría del padre Ambrosio Larrea, cuyo original en latín consta trastocado, conforme lo revela el padre Aurelio Espinosa Pólit en su erudita introducción al Volumen dedicado a los jesuitas quiteños del extrañamiento, de la Biblioteca Ecuatoriana Clásica, editada por Cajica de México en 1960, con motivo de la Conferencia Panamericana programada para ese año y que jamás llegó a realizarse en Quito.

En 1959 fue seleccionada su novela “ La espina “ de 204 págs por la editorial Losada de Buenos Aires que la publicó. Unica novela de Carrion, cuenta las disquisiciones interiores del protagonista Nicolás Salarear quien pretende reconstruir la imagen y la vida de su madre a través de los recuerdos de quienes la habían conocido. Narración escrita con arte indudablemente pero crudísima por ser una anatomía de la soledad. Prosa diferente, tema original, intensidad poco común, donde los vocablos parecen ir subrayando el clima espiritual del protagonista, que se expresa a través de un largo discurso pidiendo cuentas al creador. Desgarramientos, conflictos, mundo abigarrado, denso y agónico, hundido en oscuros dolores y oscuras esperanzas. Por eso se ha dicho que La Espina puede figurar al lado del chulla Romero y Flores de Jorge Icaza y de El Exodo de Yangana de Ángel Felicísimo Rojas como las mejores novelas de las décadas de los años treinta al sesenta. Se conoce tres ediciones.

En 1960 viajó en representación del gobierno por los países de sudamérica con la finalidad de exponer la tesis de la nulidad del Protocolo de Rio de Janeiro, misión que cumplió a satisfacción conforme lo declaró el Congreso Nacional. De regreso trabajó por la candidatura presidencial de Galo Plaza Lasso. Para ese tiempo había realizado un largo viaje a los Estados Unidos pagado por el Departamento de Estado de ese pais y estaba cambiado. Ya no era el izquierdista de antes que había acuñado la célebre frase !Ay Fidel! ¿Por qué tardas tanto? empleada varias veces en sus escritos y el hecho de apoyar abiertamente la inoportuna candidatura placista y pro yanqui en plena euforia anti imperialista latinoamericana por el reciente triunfo castrista, le hizo notoriamente impopular en todas las esferas del país. Si hasta allí hubiera avanzado estaba en su derecho, pero su error fue tomar partido y atacar por la prensa a sus anteriores amigos y ex socios, pidiendo a la policía nacional que los investigue cuando salían al exterior y llenándoles de insultos. También es necesario anotar que Fidel Castro subió al poder como revolucionario para restaurar el sistema democrático y al poco tiempo, por la presión de los dirigentes del Movimiento Veinte y Seis de Julio, dejó a un lado la oferta de convocar a elecciones y desató una reforma agraria como parte de la demagógica campaña contra las empresas de la isla, las que producían la mayor parte de los productos exportables (azúcar sobre todo) ganando la odiosidad de los propietarios, en su mayor parte ciudadanos norteamericanos que habían invertido en Cuba honestamente. Castro se equivocó de plano al asumir este tipo de política económica, que no aumentó la producción ni benefició al pueblo, para colmos, a corto plazo lo enfrentó con los Estados Unidos, que decretó el embargo de las exportaciones y la economía cubana entró en gravísima crisis, a la par de estos abusos inició una etapa de represión sangrienta contra los colaboradores de la dictadura de Batista a los que fusilaba diariamente en el paredón, y en general contra cualquier cubano que no estuviere de acuerdo con sus sangrientos excesos, consiguiendo el éxodo de miles de ciudadanos a Miami y dividiendo a las familias de por vida. Finalmente terminó prohibiendo la salida de la isla y entró a la órbita rusa y luego a la de cualquier burdo demagogo izquierdoso latinoamericano tipo Hugo Chávez. Cuba dejó de ser la isla próspera y bonita, abierta al turismo mundial y La Habana una de las capitales del mundo y se transformó en una ciudad semi destruida donde sus ciudadanos no pueden expresarse ni vivir libremente. Tras la caída del muro de Berlín en 1989 y la ruina del comunismo mundial, el castrismo continúa como un sistema de gobierno cruel y tiránico en el que ya nadie cree, con atrasos tan visibles como la falta de Internet, de periódicos, de revistas y hasta de artículos de primera necesidad como jabones, cepillos, pastas de diente, etc.

En 1961 recibió el Premio María Moors Cabot de periodismo de la Universidad de Columbia y en Quito le editaron un tomo de poesías, desde sus primeras composiciones juveniles y balbucientes hasta sus cantos últimos, trascendentes y cargados de acedos dolores y viejas alegrías. Cumplía por esos días veinticinco años de escribir poesías y era uno de los mayores líricos del país y quizá hasta del continente. En el gobierno de Arosemena Monroy ocupó una de las Vocalías del Instituto Nacional de Previsión Social en representación de los trabajadores privados.

En 1962 publicó “Ensayos, Trece años de cultura nacional 1944 -57” y otro sobre la novela en 19 págs. También apareció uno de sus trabajos más eruditos “El Diccionario de la Literatura Latinoamericana” editado en la Unión Panamericana de Washington, que recogió un amplio espectro literario y poético y sirvió grandemente a estudiantes y profesores de segundo y tercer nivel. La Casa de la Cultura lanzó su “Galería de Retratos” con esbozos más bien literarios.

En 1963 tomó partido por la dictadura de la Junta Militar de Gobierno que desató una feroz persecusión macartista en el país y fue vocal por el periodismo a la Junta General de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Vivía modestamente de sus sueldos, que no eran gran cosa, pues siempre los periodistas han sido explotados en el

Ecuador; quizá por eso aceptó el 64 una vocalía en el Instituto Nacional de Colonización recien creado por influjo de Galo Plaza, para empujar la reforma agraria decretada por los Estados Unidos. Ese año sacó su poemario “El Tiempo que Pasa”.

En 1965 concurrió al Semanario Latinoamericano de Prensa celebrado en New Orleans. El 66 fue designado Observador de la Organización de Estados Americanos OEA para las elecciones en Bolivia y República Dominicana y concurrió a las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas ONU en New York.

Al finalizar la Junta Militar de Gobierno perdió terreno y al expresar posturas críticas hacia Fidel Castro, sus compañeros intelectuales y socialistas empezaron a separársele: sin embargo el 67 concurrió a las Conversaciones Siglo XX celebradas en Cuernavaca.

En 1968 El Universo le retiró su confianza después de veinte años de contar con su columna y es que había caído en una gran impopularidad porque se le tenía por renegado. Entonces viajó al Congreso de Escritores en Caracas y tan necesitado se encontraba de dinero que aceptó ser redactor en el pequeño vespertino “La Razón “ durante un año, pero su columna no sobresalió como antes.

En 1969 publicó en Barcelona su libro de narrativa “La Muerte en la Isla” que recibió el codiciado premio Leopoldo Alas. Su revista “La Calle” ya no salía por consunción tras largos y gloriosos trece años de exitosa circulación y venta. Empezó a colaborar en la revista “Vistazo” y viajó a Washington llevado por Galo Plaza como Asesor de la presidencia del CIAP. Esta colocación más bien burocrática en el exterior, le salvó de la debacle económica que le amenazaba en Quito, pues nadie le daba trabajo ya que los años sesenta fueron de eclosión izquierdista entre la juventud y la intelectualidad de Latinoamérica; la revolución castrista se encontraba en su mejor momento pues aún la gente creía que Fidel Castro no era el feroz tirano que ya se perfilaba.

Después, con el paso de los años, Castro pasó a ser un malvado, vividor y pedigüeño a nivel internacional, porque su discurso revolucionario y coherente, tras la caída del muro de Berlín y la Perestroika, quedó sin piso. I como ningún tirano renuncia, pues todos mueren, los matan o los botan y en este último caso corre sangre, su figura fue languideciendo hasta concluir aborrecida por propios y extraños, tras dejar el liderazgo de la izquierda a un Chávez en Venezuela, así como el gobierno de Cuba en manos de su hermano Raúl Castro. Finalmente murió el 2016 en la soledad en que había vivido desde que asumió el poder en 1959, dejó un país desesperanzado y en la miseria.

En 1970 entró a la redacción del “Diario las Américas” de los cubanos exiliados en Miami, anturevolucionario y anticastrista (entonces no significaba lo mismo ambos términos aunque se parecían) y de la “Revista de las Américas” de la OEA en Washington. También publicó un libro de cuentos “La Llave Perdida” en 192 págs. en la editorial Monte Avila de Caracas.

En 1971 fue jefe de la División de Servicios Editoriales de la OEA. en Washigton, gozando por primera vez en su vida de un sueldo digno. El 74 pasó a jefe de la Biblioteca Conmemorativa de Colón en la OEA pero siguió participando como secretario de la Junta de Publicaciones aunque su influencia había declinado.

En 1976 regresó al Ecuador tras vivir casi siete años en los Estados Unidos. El 78 colaboró en la revista “El Guacamayo y la Serpiente” editada en Cuenca y en la “Revista Nacional de Cultura” de Caracas, reincidiendo en sus relatos con un volumen titulado la “Mala Procesión de Hormigas” en 243 pags. que dio mucho que decir por la bondad del material contenido. Relatos contados con el ánimo de distraer y no de persuadir, con discursos llenos de ironía, dejando al descubierto una extensa gama de fragilidades humanas, personajes a los que el autor jocosamente llamaba “los fruncidos”.

También recopiló algunos relatos históricos en “La Otra historia” contados con tintes novelescos. Existe una segunda edición. Estos trabajos habían sido publicados en el Suplemento dominical de El Universo. En Octubre del 79 Galo Plaza, entonces Secretario de la OEA. lo invitó a dirigir el Departamento Editorial en Washington y volvió a dicha capital.

En 1980 Humberto Vacas Gómez le llevó a trabajar a “El Comercio” retomando parte del perdido liderazgo periodístico con su causticidad de siempre, vulnerando a las izquierdas con frecuencia y por ello el odio que volvió a despertar su ilustre nombre. La Revista Diners le contó igualmente entre los suyos con la columna mensual “Una cierta sonrisa”.

En 1981 ocupó la Vicepresidencia de la Sociedad Jurídico -Literaria y la presidencia de la Comisión Nacional de Conmemoraciones Cívicas, entidad que jamás ha servido para nada más que para mantener a unos burócratas capitalinos.

En 1983 viajó a Madrid y participó en el “Encuentro en la Democracia” y a la República Dominicana por la Comisión Nacional conmemorativa del V Centenario del descubrimiento de América.

En 1984 apoyó al gobierno del Ing. León Febres Cordero. Quizá sus demasiadas experiencias negativas le habían desengañado tanto que no se resistió en seguir una línea cesarista y autocrática, tan contraria al sistema democrático del país. Simón Espinosa Cordero anotaba que el cambio de mentalidad de Carrión había sido tan completo, que de anticlerical en “La Calle” había pasado a colaborador de la revista “Mensajero” de la Orden jesuita del Ecuador.

Los intelectuales respondieron sus ataques a través de las paginas del diario “Hoy” de Quito. Su pluma volvióse más acida que nunca y trocó su buen humor, fina ironía de altos vuelos, en acívar que a veces hasta tornábale ácido.

Ese año dio a la luz “Nuestro Simón Bolívar” con ensayos. Su hora como poeta, ensayista de estilo, novelista, relatista, crítico y erudito anticuario, había pasado. Vivía en permanente guerra periodística, más personal que de ideales. El gran hombre de letras se había desdibujado en un periodismo repentista y momentáneo, por ende, poco rescatable, lo que agrada a la mediocridad reinante en el Ecuador, que pretende que solo se discuta asuntos del día, casi intrascendentes.

En 1985 fue observador de las elecciones en ese desgraciado país que se llama El Salvador donde los escuadrones de la muerte hacían diariamente de las suyas y donde la juventud aún se pierde ingresando a las pandillas urbanas y tatuadas – los Mara – salvatrucha.

El 85 recibió el Premio Nacional Eugenio Espejo y en la ceremonia de Entrega dijo “Me ha sido concedido crear belleza con mi mente y vida con mi amor: mi compañera y mis hijos me miran en este instante solemne, y se que son mi vida, lo mismo que mis libros y el artículo con el que cada día dialogo con mis conciudadanos desde hace cincuenta años        Se le veía joven y saludable, lleno de vitalidad y con deseos de seguir dando guerra en su columna en “El Comercio”. Era el primer comentarista político del país y lo sabía perfectamente pero sus enemigos ideológicos no le dejaban en paz y cuando la revista Difusión Cultural del Banco Central le entrevistó, Alejandro indicó con mucha gracia que los monstruos también somos mencionables, declarándose ciento por ciento burgués y en efecto lo era. Hubo escándalo en Quito, pero el proscrito tenía mucho que decir.

Diariamente se levantaba temprano en su casa – quinta ubicada en Conocoto – para escribir a máquina pues jamás lo hacía a mano y opinaba que dictar a una secretaria era un acto impúdico, algo así como confesarse. Las plumas fuentes y las esferográficas le molestaban por cuanto le manchaban horriblemente, oprimía los lápices hasta romperles las puntas. Escribir no le llevaba mucho tiempo, jamás hacía borradores y era fama que junto a sus artículos de prensa componía dos o tres libros al mismo tiempo. Leía periódicos, desayunaba y se iba a Quito al medio día para visitar amigos, recorrer librerías y escuchar el pulso político.

Gran conversador, gracioso, anecdótico, erudito, sabía muchísimo de asuntos de familias escuchados de labios de sus mayores o vividos a través de una agitada existencia. ¿Qué es lo que no sabía Alejandro Carrión? Cuando hablaba por teléfono conmigo mucho me enseñaba… y el también aprendía, modestia aparte.

I así, en unión de su esposa Pepita Eguiguren Burneo, de sus hijos casados y nietos, pasó sus últimos años en paz y tranquilidad viendo cómo se desmoronaba el sistema comunista mundial en 1989 principiando con la caída del muro de Berlín, hasta que el sábado 4 de Enero de 1992, a eso de las dos y media de la tarde, le acometió un violentísimo infarto que le arrebató la existencia en escasos minutos.

Su sepelio dio lugar a una sincera manifestación de duelo. El país honró al ilustre hombre de letras cuyos méritos habían sido superlativos; porque sin ninguna duda fue el mayor periodista de los años 50 al 70, el más esperado diariamente, el mas leído.

El Embajador Paúl C. Lambert de los Estados Unidos y la Junta de Beneficencia de Guayaquil publicaron unas curiosas, por decir lo menos, esquelitas fúnebres, que más bien le hicieron daño.

Jamás llegó a ocupar un Ministerio aunque de habérselo propuesto lo habría logrado. Liberal de adolescente, socialista en su juventud al influjo intelectual de su tio Benjamín, declinó en los años sesenta a otras formas de ideología pues siempre fue un individuo brillantísimo, polemista terrible y de pasiones violentas para el amor y para el odio, según acertada frase de su amigo el Dr. Ángel Felicísimo Rojas.

Sus obras completas – realmente no lo son pues existen miles de artículos de prensa de su autoría que andan sueltos por allí en periódicos y revistas de dentro y fuera del país – abarcan diez volúmenes y fueron publicadas desde 1984 por el Banco Central. Contienen trabajos en prosa y verso de esencia de exquisitez, sensibilidad conceptual y artística. Su dominio absoluto del idioma le permitía expresarse con los giros más audaces. Su humorismo le daba una agradabilísima conversación. La ironía le prestaba un cierto sarcasmo, aumentando el poder de persuación de sus textos, amenos y con una cierta gracia transformada fácilmente en sonrisa.

Erudito naturalmente y sin poses, de gran memoria que le ofrecía acertadamente dar la tónica exacta a cada una de sus pormenorizaciones. Fue poeta de sentimientos profundos y de grandeza humana existencial pocas veces dada en nuestra literatura. Con Manuel J. Calle que escribió como Ernesto Mora, Pío Jaramillo Alvarado como Petronio, Raúl Andrade Moscoso, Adolfo H. Simmonds como Porthos y Leopoldo Benítes Vinueza como Alcino, forma la plana mayor del periodismo ecuatoriano del siglo XX, por eso el Núcleo de Loja de la CCE. le dedico en 1993 el No. 47 de la revista “Mediodía” en 191 págs recogiendo las diversas opiniones vertidas en la prensa nacional con motivo de su muerte.

I para sus enemiguitos de siempre, los perruños corifeos del tirano Castro, quien mantuvo más de cincuenta años a la hermosa Cuba en la más absoluta de las miserias, queda la ilustre memoria de quien escribió hermosas páginas de literatura ecuatoriana desde la mitad hasta el final del siglo XX tentando todos los estilos, desde la poética, pasando por el cuento, el relato, la novela, el ensayo, el periodismo, etc.

Uno de sus poemas más conocidos “Pequeña   Ciudadana”,        obra de

juventud,   homenaje a una bella

lojana de nombre Amelia, que acababa de regresar de Quito, graduada de Normalista, fue musicalizado por el maestro Segundo Cueva Celi alcanzó gran popularidad en ritmo de pasillo y está considerada un clásico de la música ecuatoriana. Cueva ha descrito el asunto: El joven bardo que me había visitado para entregarme esa letra, lo leyó con emoción. Me senté al piano, examiné la primera expresión que tenía siete sílabas como el título del poema y directamente afronté la creación de la melodía con algo que me pareció haber encontrado en la voz de Alejandro cuando leyó el primer verso: do, do, si, si, la, do, la negras. Estaba la frase clave con tres notas en las teclas blancas, que serían las que más se repitieron en el desarrollo del tema que dice: su devoción ardiente, por sus manos de seda y su cuerpo pequeño…

El 24 de Noviembre del 68, en un artículo largo titulado “Diario Intimo” esclareció su posición religiosa. Dijo que la fe no es una farsa si no una tranquilizadora ilusión, que su padre aceptó confesarse antes de morir para que su esposa e hijas no sufrieran y que al confesor su amigo de antaño le recibió diciendo “Que bella es la religión católica, consuela mucho” esto último, refiriéndose a su esposa e hijas que quedaron consoladas con su confesión, pero no dijo que la religión fuera verdadera pues por lógica despiadada – que lleva a examinar las ilusiones y a matarlas – se llega al convencimiento sincero del agnosticismo y del ateísmo diría yo.