CARDENAS MOREIRA OLIMPO

CANTANTE INTERNACIONAL.- Nació en el recinto Playas de Vinces, cantón Vinces, provincia de Los Ríos, el 2 de julio de 1927 y recibió en el bautizo los nombres de Olimpo León. Fueron sus padres Manuel Cárdenas y Rosario Moreira, agricultores en ese sector. Huérfano de madre a los tres años y de padre a los cinco, fue entregado a su madrina María Orellana viuda de Morejón, quien lo llevó a Guayaquil, crió “en buena educación” y le inculcó el gusto por la música popular. Tuvo dos hermanos de padre llamados Silvia y Cornelio Cárdenas.

Solía admirar de muchacho a los artistas del cine mexicano, especialmente a Tito Guizar y Lorenzo Barcelata, tarareaba sus canciones todo el tiempo y como tantos otros jóvenes de su época soñaba con ser algún día como ellos. Sus amigos lo incitaron a presentarse en el espacio del Tío Pepe de la Voz del Litoral y logró cosechar los primeros aplausos que serían definitivos, pues perdido el miedo al micrófono perseveró hasta llegar en 1945, cuando frisaba en los dieciocho años, al programa La Corte Suprema del Arte que trasmitía los días jueves Pablo Ney Vela Rendón en la Radiodifusora del Ecuador, donde se recibía como único premio el derecho a presentarse los domingos en el American Park. Ese año contrajo matrimonio con Vitalia Cobo, pero se separaron sin hijos.

En esos años cuarenta cantaba tangos de Carlos Gardel y Agustín Magaldi por acomodarse mejor a su voz. En 1946, tras laborar como simple albañil pintando paredes para sobrevivir, pero habiendo acumulado suficientes aplausos como cantante de radio, se unió con el compositor Carlos Rubira Infante e integraron el dúo Cárdenas – Rubira.

El 23 de Junio grabaron el pasillo “En las lejanías”, música de Rubira y letra del poeta Wenceslao Pareja y Pareja, que constituyó el primero de sus grandes éxitos y al mismo tiempo fue el primer disco producido en el Ecuador, por la recién fundada Industria Fonográfica Ecuatoriana S. A. IFESA, que en reconocimiento le entregó el Diploma de Honor al mérito musical, pero la unión con Rubira duró poco, más tarde se uniría a Gonzalo Moncayo y en 1948 lo encontramos en Colombia integrando el trío “Los Trovadores del Ecuador” hasta que a consecuencia de la violencia desatada en dicho país, prefirieron regresar al Ecuador.

Emprendió entonces la aventura de recorrer su país en buses destartalados, taxis desvencijados y trenes obsoletos que lo llevaron por Ambato, Riobamba, Tulcán y Quito, además de las muchas poblaciones intermedias. “Fue un recorrido de tres años de la sierra hacia la costa y viceversa. “Me enfrenté a toda clase de públicos y fue entonces cuando – cansado de escenarios tan pobres y estrechos, decidí ampliar mis horizontes, triunfar en el extranjero”.

En 1954 se unió con Pepe Jaramillo y Plutarco Uquillas para formar el “Trío Emperador” y viajaron por tierra a Colombia, cruzando los estados de Nariño, el Cauca y a finales del año arribaron a Cali, capital de ese último departamento. Olimpo viajaba junto a su hijo Freddy, de solo tres años de edad, quien siempre fue su acompañante.

Se presentaron en la antigua radio RCO de la carrera Primera y allí se enteraron de la existencia de la fábrica de discos Victoria. Su propietario Mario Méndez, tras escucharlos, llamó aparte a Olimpo para ofrecerle un contrato como solista. Esa noche, en la modesta pensión donde se hospedaban, comunicó a sus compañeros que abandonaba el grupo pues había decidido aceptar la oferta. La reacción de enojo de Jaramillo y Uquillas fue tal, que la emprendieron a golpes y puntapiés con el desertor, quien quedó tan maltrecho que jamás olvidó la paliza. “Fue lo que me lanzó al éxito. Allí nació el Olimpo Cárdenas que se conoce hasta hoy”, contaría años después. Pepe Jaramillo se quedó un tiempo más en Cali y Plutarco Uquillas siguió a Venezuela.

Con Discos Victoria grabó un primer sencillo compuesto de los temas “Tu duda y la mía” del ecuatoriano Julio César Villafuerte y el vals peruano “Fatalidad”, que lo consagró en el gusto del público colombiano, aunque el contrato era tan desventajoso que solo le rendía cien pesos por grabación. Con este dinero adquirió en los almacenes Everfit, en ochenta pesos, su primer vestido completo.

Comenzó entonces una etapa de grabaciones y presentaciones personales en teatros y en centros nocturnos mientras sus discos se escuchaban por todas partes. Vinasco Rojas recuerda haberlo visto en un cine local – vendí mi colección de comics para pagar la entrada – ya entonces lucía como un artista con dominio de la voz y el escenario. Los viejos caleños deben añorar su sentida versión de la pavorosa explosión que en 1956 destruyó media ciudad por la imprevisión de las autoridades militares. “El siete de agosto a la una temprano, estaba la gente empezando a dormir, de pronto escuchamos, un ruido terrible, sentí tanto miedo, que me estremecí…”

Cuando Olimpo había grabado cosa de cuarenta canciones encontró a Guillermo Domínguez quien le ayudó a deshacer en los tribunales el lesivo contrato con Victoria y le llevó a Medellín, donde pasó a cantar para “Discos Sonolux” en condiciones económicas muy mejoradas, haciendo conocidas varias piezas musicales, entre ellas “Nuestro juramento”, del compositor portorriqueño Benito de Jesús Negrón, boleros que no solo fueron éxitos en Colombia sino que lo hicieron conocido en otros países, México entre ellos, donde abrió camino para que después puedan triunfar otros artistas ecuatorianos como Julio Jaramillo.

Tras permanecer tres años en Colombia salió en 1957 con Guillermo Domínguez, contratado por una de las más grandes firmas disqueras mexicanas, la famosa “Discos Orfeón”, inicialmente por dos años, pero se quedó viviendo en México más de una década y grabó veinte discos de larga duración.” De esos días son sus grabaciones “Lágrimas de amor”, “Temeridad”, se presentó con mariachis en plazas de toros, coliseos, teatros y clubes nocturnos, sus canciones se escucharon en el cine y tan alta era su nombradía que cantantes tan buenos como Javier Solís aparecía junto a Olimpo como simple figura secundaria.

Además de promocionarse en toda América incluyendo los países del Caribe (recorrió Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, Centroamérica, en Cuba se hizo acompañar de una Sonora) fue en México donde inició vida conyugal con su compañera Omayra Cruz Marín, “una muchacha de Armenia que conocí en Cali”, declaró a una entrevista.

Regresó a Colombia en 1970, radicó en Bogotá pero realizaba constantes viajes al exterior para cumplir compromisos artísticos.

Integraban su repertorio setecientas cincuenta canciones en cerca de setenta L.P. las cuales le dieron para vivir bien, aunque la fortuna siempre se mostró esquiva con él y debió trabajar hasta el último día de su vida para sostener a su extensa prole (incluyendo hijos fuera del matrimonio) pues siempre fue un mujeriego y bohemio impenitente. I así, dentro de esa línea de conducta zigzagueante, vivió los siguiente veinte años, recogido por su público que jamás le abandonó en Colombia, donde fue querido como pocos artistas lo han sido, al punto que en cierta ocasión tuvo quince días seguidos de llenos completos en uno de los principales teatros de dicha capital.

Aunque su nombre ya no estuviera en primeros planos de popularidad, sus discos seguían vendiéndose y el público continuaba siéndole fiel.

El 8 de Marzo de 1991 cantó en Radio Cristal de Guayaquil. A los pocos días regresó a Colombia y el domingo 28 de Julio, en la feria ganadera de Tulúa, departamento del valle del Cauca, en horas de la tarde salió a cantar al escenario vestido de blanco y saludando al público. Fumaba mucho pero su voz seguía igual. Las guitarras entonaron “Tu duda y la mía” // Si es verdad lo que me dices / que tu amor tan solo es mío / no comprendo porque tardas / en unirte junto a mi… // y cayó al suelo con un fulminante infarto muriendo de contado. Tenía sesenta y seis años recién cumplidos. Curiosamente, en su propio país, su nombre fue opacado por el de Julio Jaramillo, quien aprovechó el exilio de Olimpo en México para grabar sus canciones y hacerse conocido, desarrollando desde entonces su propia carrera triunfal, pero con los años los dos se reencontraron, hicieron una gran amistad y grabaron a dúo seis discos de larga duración.

El fenómeno de la vigencia de Olimpo Cárdenas sólo puede explicarse con ayuda de sicólogos que estudian el comportamiento humano y mucho tiene que ver su tipo amestizado, de baja estatura, con nariz y labios gruesos y sensuales, pelo crespo y negro, ojos achinados y los temas de las canciones que escogía, todas emparentadas por el factor común de la tristeza y la nostalgia que tanto agrada a la gente del pueblo llano.

Las lejanías “las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo, abandoné mi casa para ver la capital” de “El provinciano”;

Las diferencias sociales “y que sufriendo va esa infamante ley de amar a una aristócrata siendo un plebeyo él” de “El plebeyo”;

Los dramas de la calle “y a punto fijo no sé si el dolor que sentí fue escuchando la voz de la nena” de “La cieguita”;

El dolor propio “aquí dentro de mi alma está lloviendo, como lluvia de llanto” de “Lágrimas de amor”;

El amor filial “y a su pobre madrecita le diré que usted se ha ido y que pronto va a venir” de “Dios te salve, mi hijo”;

La pasión no correspondida “tú siendo mi esperanza, como no, lo íntimo de mi alma, así, así, virgen a quien reclama mi corazón piedad” de “La fe verdadera”.

Los periódicos atribuyeron a sus canciones muchos suicidios de gente con problemas. “Lo mató Olimpo Cárdenas”, rezaba el titular de un diario en aquellos años, la nota argumentaba una serie de conjeturas asociando las causas de la tragedia con el cantante. “Si por mi culpa se suicidan tantos, y esto lo castigara la ley, yo tendría más cárcel que si hubiera asesinado siete obispos” contestaba con filosófica resignación.

Sobrevivientes al tiempo y a las modas, sus temas continúan siendo escuchados en los lugares de siempre y sus adeptos siguen siendo los mismos seres abandonados de la suerte y del amor. I aprovechando que la nostalgia está de moda, algunos cantantes modernos los han retomado para hacer versiones estilizadas, que están muy lejanas al sentimiento de las grabaciones originales.

Era Olimpo de baja estatura y rostro que denotaba las incontables noches de desvelo, había recorrido el continente de un extremo a otro, donde sus canciones y su voz de terciopelo eran reconocidas tanto por humildes obreros como por encumbrados ricachos. Se había presentado en el Manhattan Center de Nueva York y en
el Teatro Blanquita de México, pero lo hacía con el mismo gusto en casas de citas con luces y cortinas rojas pues siempre fue un hombre sencillo que gustaba de la natación y el futbol, de la bohemia de amigos simpáticos como era él y del amor de las mujeres, pues en su largo peregrinar por los caminos de América llegó a tener algunas.

Su reino estaba definitivamente en fondas camineras de campos y veredas y en ambientes populacheros de grandes ciudades, sitios de humo y alcohol donde los hombres del pueblo acuden a descargar la libido y a llorar penas de amor… hasta acabar con el dinero para regresar la siguiente semana.

Este gran cantante ecuatoriano es poco conocido en su Patria pero en Colombia su fama no decae ni con el paso de los años pues numerosos autores se han ocupado de su vida.