COMERCIANTE.- Nació en Daule el 12 de Abril de 1896 en la casa familiar del callejón de atrás de la Iglesia Matriz que existío hasta bien entrada la década de mil novecientos sesenta que se derrumbó la iglesia de madera para reconstruirla en cemento. Hijo legítimo de Juan Doroteo Carchi Suárez, último Cacique reconocido de los indios Daules y de Jesús Vargas Guillen, nativos de esa jurisdicción (1)
Julio Carchi Vargas fue el cuarto de una familia que llegó a ser de cinco hermanos varones pero en 1902 falleció su madre de parto. Poco después comenzó sus estudios primarios en una escuelita en Daule bajo la dirección del culto y hábil educador Carlos Matamoros Jara, quien llegaría a destacar como historiador, periodista y Director de la Biblioteca Municipal de Guayaquil.
En 1908, al finalizar la primaria, Matamoros le envió recomendado a Guayaquil a su amigo el profesor Fermín Vera Rojas, quien lo llevó a la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas, donde laboraba como Rector. Mientras tanto vivía en casa de la profesora Inés Landázuri, después casada con Auz, que era muy amiga de su familia; en el décimo tercer grado, optó por regresar a Daule como profesor auxiliar del Instituto Nacional Vicente de Piedrahita y allí permaneció dictando clases en los primeros grados hasta 1917 que ocupó la secretaría de la Jefatura Política Cantonal.
En 1 91 8 acompañó al Dr. Tomás Abad Jaúregui y a otros intelectuales en una publicación cultural fundada ese año bajo el nombre de “El Atalaya” que apareció breve tiempo dejando gratos recuerdos.
Su antiguo maestro Vera Rojas le solicitó que aceptara la corresponsalía del diario “El Telégrafo”, enviando sus periódicos remitidos por algunos años y bajo el seudónimo de “Gabroche”.
Entonces decidió asociarse con Neptalí Villena y establecieron un almacén de artículos generales en los bajos de la Municipalidad (donde hoy se levanta el Banco de Fomento) Siempre les fue bien y cuando la sociedad se liquidó en 1924 y recibió su parte, pudo adquirir por S/. 5.000, el histórico edificio del Cacicazgo de Yanco, ubicado en el malecón y al pié del río, en el sitio Puerto Yanco, así denominado hasta ahora.
Dicha casa había sido construida por sus antepasados, que la vendieron a una familia Alvarado muy antigua en Daule y éstos, a su vez, a Mercedes Florencia de Robles. Allí se decía que estaba enterrado un oro, propiedad de varios “españoles,” entiéndase blancos, llegados de Manabí y de paso a Guayaquil, quienes al regreso habían fallecido súbitamente a causa de la fiebre amarilla en 1842; pero, por más esfuerzos que se hicieron para encontrar dicho entierro, nunca
fue hallado. La Casa fue demolida en la década de los años sesenta por disposición de unos estultos Concejales, aduciéndose que como era muy antigua y se encontraba salida de la línea de fábrica del moderno malecón del río, estorbaba el paso vehicular. Así perdió la costa ecuatoriana su edificio más antiguo y Daule una joya arquitectónica del pasado colonial. Hoy solo nos resta su recuerdo a través de una vieja y amarillenta fotografía. El histórico Cacicazgo de Yanco estuvo ligado a la familia Cayche por generaciones, con el Cacicazgo de Daule y el de Quijo
Daule
En épocas precolombinas los indios Quijos del oriente amazónico eran los mayores productores de coca y extendían su comercio a la sierra y costa, llegando a las riberas del Daule. Tanto poder les dio la coca que establecieron una alianza con los Chonos o Chonanas de Daule, entregándoles la concesión del comercio de la coca en los demás pueblos de la costa, especialmente con los Colonches, aliados naturales e inmemoriales de los Daules. De suerte que la coca se vendía entre Quijos en el Oriento y Colonche al pie del mar, a través de Daule.
Los Quijos eran soberanos y por eso su Cacicazgo se llamó hasta bien entrada la época colonial con el nombre de Quijo – Daule, aunque sucesivos matrimonios de familia unieron los tres históricos Cacicazgos de Daule, Quijo
- Daule y Yanco en la familia Cayche, emparentada muy cercanamente con otras nobles y principales familias chonas como los Saracuaya, Banepo, Dauli, Chonana, Chaquise, Chaune, Guayaquile, etc.y hasta con los desdeñosos y altivos Tomalá de la Isla Puná.
En los bajos de la Casa del Cacicazgo de Yanco estableció Carchi en 1925 su nuevo almacén, que empezó a funcionar bajo la razón social de “Almacén de Julio Carchi V.” y pronto se acreditó y hasta se hizo famoso
por ser el mejor surtido del lugar y quizá de toda la zona, por cuanto su propietario era proverbialmente amable y la clientela le quería mucho; su compañera Primitiva López Plúas, oriunda de la parroquia de Pedro Carbo pero de ancestros manabitas de Jipijapa, con quien contrajo matrimonio en 1931, era quien mejor cuidaba sus intereses, con inigualable competencia, por eso se decía que ella era el motor del negocio, mientras Carchi se dedicaba a planificar y llevarlos a cabo en Guayaquil, donde escogía y compraba las mercancías, viajando en los años cuarenta a bordo de la lancha de su propiedad, bautizada con el nombre de Marcia en honor a una de sus nietas.
En 1930 decidió invertir en tierras el fruto de sus ganancias y adquirió a Pedro Canuto Cabrera parte de la antigua Hacienda San Ignacio de seiscientas hectáreas, que bautizó con el nombre de El Prado, ubicadas en el recinto Valdivia, Parroquia Daule, donde inició una ganadería criolla que fue mejorando con sucesivas compras de sementales Santa Gertrudis en las Ferias Agrícolas pecuarias de Guayaquil.
En 1931 la población de Daule realizó un Cabildo abierto dada la tremenda crisis económica que atravesaba esa Municipalidad, cuyas exiguas rentas, inferiores a los cuarenta mil sucres anuales, solo permitían atender los más elementales servicios. Ante esa situación se hizo necesaria la convocatoria de una gran Asamblea Popular, que le escogió para la presidencia del Concejo. Entonces ocurrió el milagro que todos habían esperado, pues en poco tiempo se ordenaron las finanzas, restableciéndose el servicio de alumbrado público al repararse el viejo motor marca Fairbanks que debía funcionar por las noches, aunque tal medida fue únicamente provisional pues se terminó por adquirir un nuevo equipo electrógeno a la firma S.K.F. de Iván Bohmann en Guayaquil.
En cuanto a los otros ramos logró la creación de la escuela taller para señoritas “Cornelio E. Vernaza”, las calzadas de las calles Piedrahita, Guayaquil, 10 de Agosto y Pedro Carbo hasta el cementerio, cuya construcción se inició con sesenta nichos. Dio luz eléctrica a la parroquia Las Ramas, abrió trochas de verano y se entregó un solar a la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso de Daule para la construcción de la sede social.
En 1933 volvió a invertir en tierras y pagó S/. 10.000 a Wenceslao Briones Ponce por tres cuartas partes de su hacienda Pedregal, cuyo nombre cambió por Aricia. Esas tierras se constituían por mil doscientas hectáreas improductivas de peligrosos pantanos plagados de lagartos, pero con trabajo y paciencia las fue disecando hasta transformarlas en arrozales de vega, iniciando la agricultura mecanizada de esa región y con el paso de los años formó un emporio de riqueza agrícola que comenzaba a un kilómetro de la población de Daule y llegaba hasta el recinto Las Animas, entre los ríos Daule y Pula.
Entre 1936 y el 37 nuevamente fue Presidente del Concejo Cantonal. El 37 publicó un informe. En la década de los años 40, bien cimentada su fortuna personal, extendió sus negocios a la distribución y venta de gasolina y kerosene pues había adquirido un vehículo Ford-T que solamente podía utilizar en verano y acompañándose de un chofer, pues nunca quiso aprender a manejar.
El 42 comenzó a fabricar quesos y mantequillas con la leche de su ganadería. El 43 instaló una fábrica de hielo. Ya estaba casado con Da. Primitiva López y sus dos hijos le ayudaban en los negocios, sobre todo Carlos Julio Carchi López, que era Contador comercial.
En 1946 ocupó la presidencia del Centro Agrícola Cantonal de Daule y logró la expropiación de los terrenos del norte de Daule, donde proyectó y planificó la instalación de campos experimentales tendientes a la organización, mecanización y modernización de la agricultura, pero esos terrenos pasaron luego a ser propiedad municipal para el ensanche de la población.
En 1948 y merced a sus gestiones personales ante el presidente Galo Plaza se fundó en Daule la Escuela Tropical de Agricultura. Carchi cedió a precio ínfimo las hectáreas de tierra que se requerían y el presidente le agradeció su gesto de desprendimiento. Durante los años cincuenta desempeñó las funciones de Jefe Político Cantonal y presidente del Club de Leones de Daule, ayudando a la construcción del cuartel del Cuerpo de Bomberos, y fue declarado miembro honorario de dicha institución. Por entonces donó las cuatro hectáreas de terreno que requería el Coliseo de Football.
En 1958 falleció su esposa, viajó a Guayaquil, habitó una casa propia de cemento en a venida Olmedo y Chile, se enamoró y contrajo segundas nupcias con Victoria León Cousin, muy menor a él, en quien tuvo cuatro hijos. Entre el 64 y el 66 fue nuevamente Jefe Político.
Finalmente, sintiéndose enfermo a consecuencia de un mal cardiaco, pidió que lo trasladaran a Daule, donde expiró a la avanzada edad de ochenta y seis años, el día 28 de Agosto de 1982, en su casa de las calles Vicente Piedrahita entre Guayaquil y Colón donde frente a su Capilla Ardiente desfilaron numerosas personalidades de Guayaquil y Daule para testimoniar el respeto y simpatía que había logrado en vida como benefactor y amigo. Hoy se levanta sobre dicho solar un Centro Comercial propiedad de sus descendientes.
Fue un patriarca local que supo granjearse la confianza de todos en la zona y benefició a su tierra con sucesivas donaciones. Su estatura mediana, frente ancha, grandes ojos, rostros trigueño, facciones finas y bastante calvo.
II.-EL PADRE DON JUAN DOROTEO CAYCHI SUAREZ.- Nació en la casa de sus padres ubicada en el callejón de atrás de la Iglesia Matriz que ya era antigua pues había sido construida a finales del siglo XVIII con maderas incorruptibles y techo de tejas a la usanza española. Cuando su padre don Juan se sintió morir, llamó a una prima y comadre espiritual llamada Tomasa Chonana y le dijo señalando al niño Juan Doroteo que no tendría ni cinco años de edad: “Cuídalo mucho porque es el último de nuestro linaje,” palabras que se le quedaron grabadas al menor para siempre. Acto seguido, el moribundo le dió a Doña Tomasa un bototo lleno de pepitas de oro. Más, fue el caso, que la buena señora cometió la imprudencia de entregar el bototo y el oro a su hijo Tomás, para que las hiciera producir, con el resultado de que a los pocos años dicho capital había sido disipado en dudosos negocios. Por tal motivo, un vecino de la población llamado Ramón Falcones, tomó a cargo la crianza y educación del joven Juan Doroteo. Falcones era un personaje conocido y respetado de la localidad, realizaba curaciones reputadas como milagrosas valiéndose de hierbas y vegetales y su fama trascendía los límites de la comarca dauleña. Juan Doroteo desde los diez y seis años se dedicó al negocio de abacería con tienda en los bajos de la casa paterna, prosperó medianamente como para mantener su status de Cacique Principal en la histórica villa de Santa Clara de Daule de los años 1880, al punto que cuando mensualmente arribaban las balsas de los indios Colorados, con el fin de cambiar y vender sus productos y artesanías, sobre todo objetos de chonta y petates, iban a visitarle portando obsequios que era la forma tradicional de rendirle vasallaje pues ellos recordaban su origen Chono o Chonana. Don Juan Doroteo tenía la costumbre de agasajarlos con comida y bebida durante el tiempo que permanecían en la población, que a veces se prolongaba por una semana o más y hasta les hablaba en safiki, idioma que dominaba. Cuando estuvo en edad casadera contrajo nupcias con María de Jesús Vargas Guillen, fallecida al dar a luz el quinto hijo varón, evitándose así que desapareciera tan esclarecida familia de Caciques, cuyo origen noble es inmemorial. Viudo, contrajo segundo matrimonio con Dolores Gavilanes, de Guayaquil, de este enlace no tuvo sucesión. Para explicar el cambio de su apellido se cuenta que don Juan Doroteo Caichi Suárez tenía relaciones comerciales con el súbdito italiano Pio Frugone, quien le llegó a tener mucha confianza y consideraciones a la par de un entrañable afecto y semanalmente le enviaba por lancha diferentes mercaderías para la venta. Desde un primer momento, Frugone, que no entendía bien el español y peor las voces indígenas, facturó equivocadamente, remitiendo a la orden de Juan Doroteo Carchi, y aunque el interesado le aclaró en varias ocasiones que así no se escribía su apellido, el italiano persistió en su error, presentándole y recomendándole como excelente cliente y magnífico amigo con dicho apellido Carchi, a los demás connacionales y comerciantes del puerto y hasta le hizo empadronar así en el libro de Comerciantes de Guayaquil, de manera que, como los negocios progresaban, no le quedó a Don Juan Doroteo otra alternativa que aceptar el cambio, sin darse cuenta que perdía un apellido antiquísimo y distinguido, por otro que no significa nada en la historia regional de la Cuenca del Guayas, pero que hoy lleva su descendencia con honor. Lo interesante de esta relación es que los actuales indios Colorados, antes llamados Chonos o Chonanas, hacia 1880 aún habitaban formando pequeños grupos o parcialidades a las orillas del río Daule, dentro de las bocas de sus numerosos afluentes y aún frente a esa población, de donde se desprende que su migración al interior de las selvas de Santo Domingo debió producirse a principios del siglo XX para escapar de la esclavitud económica que les imponía la civilización, pues en 1930 Joaquín Gallegos Lara en el liminar de la obra “Los que se van” cuentos del cholo y el montubio, anotó con toda razón // Porque se va el montubio, los hombres ya no son / los mismos, ha cambiado el corazón / de la raza morena enemiga del blanco. // La victrola en el monte apaga el amorfino / tal un aguaje largo los arrastra el destino / los montubios se van pbajo del barranco//.