CARBO PLAZA ETELVINA

POETISA.- Nació en Daule el 18 de marzo de 1834 y fueron sus padres legítimos Manuel José Carbo Noboa, Guayaquileño (1810-1886) Consejero Cantonal de Guayaquil en 1838-39, Gobernador del Guayas en 1851 por designación de su tío el Presidente Diego Noboa Arteta, cargo que perdió con la revolución del General José María Urbina. Entonces partió al destierro en Lima donde se le unieron su tío Diego y su primo hermano Vicente de Piedrahita Carbo. El General Juan José Flores obtuvo la ayuda del Presidente peruano Rufino Echenique y organizó una expedición armada contra Guayaquil, en la que participó Piedrahita, el Comandante Matías Sotomayor Luna Miró y varios parientes del defenestrado presidente Noboa pero el asunto fracasó. En 1887 fue Administrador de Aduanas; y su deuda Mariana Plaza del Campo, fallecida joven.

La mayor de siete hermanos, fue bautizada como Josefina Etelvina y tuvo profesores privados en casa, demostrando excelentes disposiciones intelectuales, pues desde los quince años comenzó a escribir poesías como estas: // Decir que admiran en mi / con efusión mi talento / ¡Ay amiga! Es cumplimiento / que no puedo perdonar. // I menos aquel sarcasmo / de decir que en la poesía / quien me igualara en maestría / sería difícil hallar. // ¡Aquí fue Troya! Minerva / Su ser al ver profanado / al niño quiso arrojar / Mas Venus lo impidió. // I, como madre amorosa, / cubriéndole con un velo / dejó libre al rapazuelo / pero un consejo le dio. // Cuidado niño, cuidado / con volver a profanar / el templo que hace guardar / Minerva con gran rigor.// Mira que si de él las puertas / Te cerraren, quedarías / sin poder, como querrías / Tus talentos prodigar. //

El 51, cumplidos sus diecisiete años de edad, al producirse el destierro de su padre, volvióse su carácter sombrío. Desde entonces fue Dios, la religión y la Patria los que ocuparon su pensamiento pues había recibido una educación convencional, propia de las señoritas de sociedad, sin que sus dómines se atrevieran a romper el velo del silencio que celosamente se tejía sobre la revolución francesa y sus consecuencias políticas para obtener el triunfo de las democracias en occidente. El 54 se reunió nuevamente la familia en la casa de Ciudanueva, pasando también largas temporadas en Daule, donde su padre tenía la hacienda que después llamaría Jericó. E1 58 visitó Guayaquil el poeta y dramaturgo español Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873) y Etelvina asistió a la velada que le preparó Vicente Piedrahita Carbo,

El 59 se produjo la Jefatura Suprema del General Guillermo Franco Herrera y al poco tiempo la armada peruana del Almirante Mariátegui bloqueó Guayaquil. Con tal motivo la familia Carbo Noboa se reunió en casa de Doña Josefa Noboa de Carbo ubicada en el malecón de la ría y la actual calle Roca, casa grande con jardín, patio y amplio corredor hacia la ría, heredada por Manuel José Carbo Noboa a la muerte de su madre. En dicha casa vivieron esa temporada los primos Carbo Amador, Piedrahita Carbo, Vernaza Carbo, Carbo Plaza y Noboa Carbo.

“Una noche de luna y reunidos hijos y nietos de la mama Noboa en alegre tertulia familiar con un cielo estrellado que invitaba al romance, bailaron lánguidos compases tropicales, hablaron mal del general Urbina, trataron sobre el bloqueo y sus peligros, alguna damita cantó una habanera, otra se sentó al piano y al clavicordio y a eso de las ocho, cuando ya se desmayaban los candiles, los primos Vicente Piedrahita y Cornelio Vernaza, ambos jóvenes y espigados poetas románticos, se fijaron en sus primas hermanas Etelvina de 25 años, Isabel, Mercedes y Ana Carbo Plaza, a cual más bonita, siendo Etelvina la más inteligente y para colmos poetisa. Entonces una voz femenina y coqueta pidió a los presentes que compusieran versos, expresando sus más grandes deseos. Piedrahita aprovechó el momento y sentado en el corredor de toldas al lado de Etelvina, la tomó de la mano y dijo //Quisiera ser una flor nacida/ entre las flores de un jardín ameno/ Verme por ti, del tallo desprendida/ y marchitarme sobre tu albo seno.// Se produjo un silencio comprometedor ante tal declaración de amor, pero nadie se imaginó la reacción de Vernaza, que sentándose ante su prima y también tomándole de la mano dijo: // Si fuera un pensamiento audaz, profundo / que conmoviera el orbe en un instante / desdeñaría de ocupar el mundo / Por ocupar tu corazón amante. // Mas, Etelvina, virginal belleza, fijándoles sus ojos claros, respondió. // Un rayo para Urbina / que acabe con su historia. / De nuestra cara Patria / la espléndida victoria / y acaso si pudieren / acuérdense de mí//.

De una invitación a una amiga a visitar el campo son estas frases // Ven a admirar tan solo de mi cuna / sus playas esplendentes y risueñas / Las orillas más bellas y halagüeñas / que ostenta majestuoso el Ecuador. // Ven a admirar sus espumantes aguas / Mansas, puras, corrientes, cristalinas / Ven a admirar sus auras matutinas / Gratas cual la esperanza y el amor. // Tenía el don del consejo y hasta su padre viudo se aconsejaba con ella en ocasiones. Sin estudios superiores, poseía claras nociones de economía política y privada y así podía manejar, como hija mayor, el hogar doméstico.

El 87, estando en Jericó compuso “Las Flores de mi Jardín” que dedicó a su padre recién fallecido: // !Ay! estas flores que con mano trémula / Me afano en cultivar, son para ti // ellas tendrán mis lágrimas por riego / y en mi aflicción se apiadarán de mi. // Y al cerrarlas del tallo porque vayan / Tu tumba, embellecer y perfumar / Mi alma se irá con ellas y mi llanto / Vendralas cual rocío a refrescar. // Y allí postrada entre sollozos tiernos / Sus plegarias al cielo elevará / y un !Ay! Desgarrador, profundo, inmenso, / en mística oración exhalará//.

“Era inagotable su caridad, al extremo de pedir dinero prestado para socorrer algunas necesidades ajenas y entregada al servicio de la religión atendía al ornato de los templos. Debido a sus empeños, con algo de su peculio particular y erogaciones voluntarias de los fieles construyó el altar de San Antonio situado a mano derecha de la puerta principal de la iglesia de San Francisco de Guayaquil”, que se quemó para el Incendio Grande del 5 y 6 de Octubre de 1896 en que también desapareció la casa de la mamá Noboa donde moraba con sus hermanos solteros.

Desde entonces vivió en Lima, capital que la acogió cariñosamente y donde murió el 22 de marzo de 1902, a la edad de sesenta y ocho años recién cumplidos, de embolia cerebral. Su musa fue siempre romántica pues no tuvo el don del cambio, de suerte que a su fallecimiento representaba el romanticismo decimonónico que no había evolucionado hacia el parnasianismo ni el modernismo en boga por entonces, pero hay que reconocer que al final de sus días versificaba como el sevillano Gustavo Adolfo Becquer.

Su retrato la muestra discreta y bondadosa, muy cara de Carbo, es decir, poco agraciada; aunque unos ojos soñadores – espejos de su alma sensible siempre la acompañaron como señal de nobleza y bondad exquisitas. Una flor en el cabello, peinado a la moda de los años 1860 con bucles escorpiones, delata cierto recato que se acompaña admirablemente con el amplio pañolón de sus hombros, confiriéndole un aire de pueblo, anacrónico en extremo y que debio llamar la atención de la aristocracia limeña cuando se trasladó a vivir en dicha capital en 1897.