REPUBLICO.- Nació en Guayaquil a la una de la tarde del 19 de Mayo de 1813 día que el santoral romano dedica a la memoria de San Pedro Celestino y fue bautizado el 21 en la Catedral, recibiendo los nombres de Pedro José, siendo apadrinado por sus tíos Gaspar de Santisteban Ruiz – Cano y Luisa Noboa Arteta.
Hijo legítimo del segundo matrimonio del Coronel José Carbo Unzueta, heredero de vastas propiedades agrícolas en la zona de Daule, cadete distinguido del Regimiento de Infantería de Milicias disciplinadas de Guayaquil en 1773, Subteniente el 76, Alférez el 79, Teniente el 80, Capitán el 88 y por Real Despacho el 96, sirvió hasta fines de Diciembre de 1800, Alcalde de la Santa Hermandad entre el 80 y el 81, Alcalde Ordinario el 83, Capitán de Milicias de Guayaquil desde 1792 a 1807 siendo Administrador Interino del Real Ramo de Tabacos pidió certificación de sus empleos en 1793, Teniente Coronel entre 1808 y el 16, Regidor del Cabildo el 13, defensor de Guayaquil en Febrero de 1816 durante la invasión del Almirante Guillermo Brown, Coronel del ejército de Colombia de 1822 al 27, Juez de Hecho en 1827, de los firmantes del Acta abierta que se colocó en la sala capitular para que inscriban sus nombres los verdaderos patriotas el 9 de Octubre de 1820, casó dos veces: 1) Con Ignacia de Arteta y Larrabeitia, sin hijos y 2) con la sobrina de ella Josefa Noboa Arteta, guayaquileños, con numerosa descendencia.
Niñez feliz en un hogar próspero, no conoció la pobreza ni la orfandad por eso siempre fue un niño enteramente normal. Inició sus estudios en Guayaquil y muy joven acompañó a su pariente Vicente Rocafuerte en calidad de Secretario – el parentesco era en España por el apellido Martí de su abuelo paterno – en sus viajes por el exterior, pasando numerosas aventuras en México, donde escaparon de ser fusilados por una partida de guerrilleros rebeldes. En 1833 retornó a Guayaquil varándose la embarcación en que venían a la altura de la isla Puná. De inmediato ingresó al servicio exterior de la República como Oficial Mayor de la Cancillería. En 1836 su pariente el Presidente Vicente Rocafuerte le designó Secretario de la Comisión Codificadora de Leyes nombrada por el Congreso. En Mayo del 37 Secretario de la Legación que ejercía en Bogotá el Dr. Francisco Marcos y Crespo para solucionar las diferencias existentes por la aplicación del Tratado de Pasto y el reparto de la Deuda Inglesa.
El 39 Marcos retornó a Quito a encargarse de la Cancillería y Carbo quedó al frente de la Misión. A principios del 42 fue enviado a Bolivia y aun cuando el Prefecto del Departamento de Puno le arrebató sus papeles, redactó un Tratado de Alianza recíproca con esa cancillería y obtuvo su aprobación del Presidente boliviano Méndez el 8 de Mayo.
Casi enseguida estalló la guerra peruano – boliviana y el Presidente Juan José Flores concedió asilo en el Ecuador al Mariscal Andrés de Santa Cruz que acababa de ser deportado de Bolivia, lo que perjudicó nuestras relaciones con esa nación. Por eso no llegaron a canjearse las Ratificaciones y el Tratado no entró en vigencia.
A principios del 44 entregó en Quito el archivo pues su posición política se había tornado contraria al gobierno del Presidente Flores y cuando estalló en Guayaquil la revolución del 6 de Marzo de 1845, se encontraba pasando la estación invernal en una hacienda de Baba, entonces fue designado Ministro General del Gobierno Plural que se instauró, correspondiéndole organizar las milicias armadas que viajaron a combatir en la hacienda La Elvira. En Junio fue comisionado con el General José María Urbina para discutir los convenios de la Virginia con Flores pero no llegó a acuerdo. Según Flores, por la terquedad de Carbo, a quien comenzaría a llamar “Pedro el Recio”. Enseguida obtuvo la aprobación de los Tratados de parte de José Félix Valdivieso, que había quedado encargado del poder en Quito y asistió como Diputado por el Guayas a la Convención Nacional celebrada en Cuenca, donde votó por José Joaquín de Olmedo a la presidencia de la República, pero dicho candidato perdió frente a Vicente Ramón Roca. Como diputado asumió una firme posición en defensa del derecho del Patronato por parte del Estado, pero fue contradicho por el Obispo de Botrén José Miguel Carrión y sobre todo por el Cura Villamagán y hasta por miembros de la bancada liberal como fue el caso del Dr. Manuel Angulo, de manera que el asunto Patronato no se hizo constar en el texto constitucional.
En 1846 hizo editar en la imprenta del Comercio, en Lima, un valioso volumen de carácter pedagógico titulado “Manual del Preceptor o Principios Generales de Pedagogía” para uso de los preceptores y de los alumnos, que tradujo del francés, y desde esta primera publicación se mostró tal como será siempre, un ciudadano de ideas avanzadas, es decir, un civilizador, por ser el perfecto ciudadano, cumplidor de sus obligaciones, preocupado del progreso material e intelectual de sus conciudadanos.
En 1847 publicó en Quito, imprenta de Rivadeneira, “Vindicación”, folleto para conocimiento de los miembros de la Convención Nacional, explicación documentada de sus actuaciones políticas y diplomáticas, y tras el fallecimiento de Rocafuerte pasó a reemplazarle en Lima como Encargado de Negocios ante el Perú y Plenipotenciario al Congreso Americano que se instaló el 24 de Agosto de 1847 para tomar medidas ante el peligro de la invasión floreana a América. En 1849 apoyó la Jefatura Suprema de su tío Diego Noboa Arteta. En 1850 concurrió a la legislatura y presentó un proyecto de abolición de la pena de muerte para los delitos políticos y depuesto Noboa en 1851, pasó a engrosar la oposición a Urbina.
Vivía con su madre, varios hermanos y sobrinos en la extensa casa familiar de madera y un piso alto ubicada en la esquina de las actuales calles Roca y Malecón, conocida con el nombre de la casa de la mama Noboa.
En 1854 visitó los Estados Unidos y desde el 57 al 59 viajó por Europa, recorrió las principales capitales y regresó en circunstancias que la ciudad había proclamado la Jefatura Suprema del General Guillermo Franco Herrera, quien le propuso el Ministerio General de su gobierno, que Carbo no aceptó.
En 1860 el Triunvirato Provisorio de Quito planteó a la Jefatura Suprema de Franco la necesidad que ambos gobiernos renuncien y sus miembros salgan del país, encomendándole a Pedro Carbo el Poder Supremo de la República, proposición que fue rechazada por Franco, que desde ese instante persiguió a Carbo, creyendo que era un competidor por el poder, esto es, un sujeto de peligro, obligándole a asilarse en un consulado y viajar al exilio en Lima, donde estrechó su antigua amistad con el célebre escritor Francisco de Paula Vigil, Director de la Biblioteca Nacional del Perú, cuyo pensamiento liberal y regalista ejercería enorme influencia sobre Carbo.
Iniciadas las hostilidades militares, el ejército del Triunvirato de García Moreno comandado por el General Juan José Flores el 24 de Septiembre tomó la ciudad de Guayaquil. Franco y los suyos salieron al Perú, Carbo pudo retornar al seno de los suyos y aceptó el desempeño de la Gobernación del Guayas, convocó a elecciones, fue electo Diputado pero no concurrió a la Convención en protesta contra el autoritarismo de García Moreno que ya se hacía presente en los primeros actos de su gobierno. Enseguida renunció y fue reemplazado por José Antonio Gómez Valverde, partidario del tirano.
Desde entonces el Presidente García Moreno le empezó a tener como opositor, a él y a su círculo, que llamó los Provincionalistas, por una hoja suelta publicada en Guayaquil con el título de “Abstención”, dada la constante intromisión del régimen en el proceso de elección de los diputados.
Mientras tanto Carbo se había constituido en el líder de Guayaquil, educando a su población en la buena doctrina liberal, pero sin salir de los límites de la iglesia Católica. Por eso Muñoz Vicuña ha calificado esta etapa de su vida como constructiva para la ciudad y profundamente ideológica para el Ecuador. A principios del 62 fue electo en votación popular para el desempeño de las funciones de presidente del Concejo Cantonal y en los años posteriores le reeligieron por dos ocasiones y actuó hasta 1864.
Durante su administración en Febrero del 1862 creó la Gaceta Municipal para establecer una comunicación directa entre la municipalidad y la ciudadanía llenando las mismas expectativas que el desaparecido Registro Municipal. El 19 de Mayo fundó una Junta de Beneficencia conformada por Mariano Sáenz de Viteri en la presidencia, José Mará Plácido Caamaño en la Vicepresidencia, Juan José Plutarco Vera secretario, Pedro Segarra tesorero, Pedro Pablo Carabó, José María Avilés, Ildefonso Coronel de Mora y Narciso Medina como Vocales, pero el gobierno de García Moreno se encargó de que esta noble inicitiva no progresara.
A los pocos meses fundó la Biblioteca Municipal y donó el primer lote de libros. Al año siguiente convocó y realizó la I Exposición Nacional de Muestras con notable concurrencia de expositores y público en general, el 15 de Octubre mocionó y el Concejo aprobó, el establecimiento de varias Cajas Mutualistas de Ahorro, pero la brillante iniciativa no prosperó por falta de interés de la ciudadanía.
Entonces, alarmado por el sesgo clerical de la política garciana que el 19 de Abril había realizado el canje de ratificaciones entre la Santa Sede y Ecuador, mediante misa pontifical de acción de gracias celebrada por el Arzobispo de Quito en esa Catedral y oración laudatoria que estuvo a cargo del padre Francisco Xavier Hernáez de la Compañía de Jesús, logró que el Concejo Cantonal apruebe el día 14 de Mayo, y publique en la Gaceta Municipal, una “Exposición de Protesta contra la suscripción del Concordato entre el Gobierno Nacional y la Santa Sede” elaborada por el propio Carbo, pidiendo al Congreso del Ecuador que desapruebe “un pacto tan contrario a los imprescriptibles derechos de la República y en tan abierto antagonismo con el espíritu liberal y civilizador del siglo actual,” a más que el Presidente de la República no tenía la facultad para hacerlo así se lo hubiera autorizado el Congreso, pues la aprobación de los Tratados es una facultad indelegable.
Su Exposición de Protesta sostiene que la República se fundamenta en la soberanía del pueblo, asegurando a los ciudadanos sus derechos imprescriptibles, tales como el de la vida, la libertad, la propiedad y la igualdad ante la Ley. Que la República no tiene ningún poder superior a ella y que toda tentativa de establecer lo contrario es un ataque a su soberanía.
Plantea extensa y doctamente la historia de la Iglesia Católica, desde las raíces del cristianismo cuando los apóstoles vivían sometidos a los príncipes paganos y a las autoridades establecidas sin que jamás hayan osado disputar sus prerrogativas, pasando por la forma de elegir a sus pastores, acto en que el pueblo tenía el derecho a rechazarlos. Analiza la época en que la Iglesia colmada de honores tenía la protección de los Príncipes cuando el pueblo quedó privado de elegir a sus párrocos, y termina mencionando todos los Concilios celebrados hasta la fecha del Concordato.
Llamado tan civilizado a la cordura despertó en el país la ira de los fanáticos que calificaron a su autor de hereje, cismático y con otros epítetos y hasta los demás miembros del Concejo Cantonal de Guayaquil empezaron a sufrir la presión de los intemperantes.
Dos Pastorales se lanzaron contra el Concejo Cantonal, una del Arzobispo de Quito y otra del Canónigo Carlos Alberto Marriot Saavedra, Secretario particular del Obispo de Guayaquil, José Tomás de Aguirre Anzoátegui, que tuvo la simpleza de firmar el opúsculo titulado “El señor Pedro Carbo, desmentido por sí mismo” en 80 págs. folleto que causó sensación y fue leído hasta en la capital cuando era público que sus escasas luces no le daban para tanto.
Carbo no podía quedarse atrás y replicó con “La República y la Iglesia y defensa de la Exposición del Concejo Cantonal de Guayaquil sobre la inconstitucionalidad del Concordato celebrado entre el Presidente del Ecuador y la Santa Sede” en 66 págs. donde dice que “se cierne sobre la República la sombra de un inmenso hábito negro” y del Concordato asegura que “pone al Ecuador a los pies de la silla romana”, sin embargo, es menester aclarar, que el autor de la parte jurídica de este segundo folleto fue el Dr. Francisco Xavier Aguirre Abad, corriendo a cargo de Pedro Carbo lo polémico e histórico.
Entonces surgieron muchos compatriotas para defender o atacar el Concordato que entregaba el diezmo a la Iglesia, es decir, el diez por ciento de las cosechas anuales, así como la dirección de los centros de educación a la Compañía de Jesús, establecía la censura en la importación de libros, etc. La prensa sudamericana concedió una gran importancia al asunto y la figura de Carbo adquirió características internacionales, pues, en medio de la vorágine, sin ser ateo ni agnóstico y mucho menos anticatólico, pasaba por todo ello ante el común de las gentes. En cambio, él solía llamarse con mucha gracia, en frase que hizo famosa “Católico apostólico pero no romano porque romanos son los gatos,” refiriendose a unos gatos gordos y de franjas anaranjadas hasta hace pocos años muy comunes en nuestra ciudad, pero lo que afirmaba entre comillas es que antes que todo, incluso que católico, era ecuatoriano.
Sin embargo, a pesar de la Protesta de la Municipalidad de Guayaquil sobre la inconstitucionalidad del Concordato, éste fue aprobado y puesto en vigencia con grave escándalo para los sectores cultos y progresistas del país, que veían aparecer en el horizonte político ecuatoriano el inicio de una teocracia retrógrada, perversa y oscurantista, propia del medioevo, cuando la Iglesia Católica dominaba a los príncipes y a los estados.
I mientras tales sucesos se producían en el Ecuador, en Italia el rey de Saboya – Cerdeña, Víctor Manuel II, amenazaba a la Santa Sede con tomar militarmente la Ciudad Eterna. Por eso el padre José María Le Gohuir Raud, S.J. declara en su Historia del Ecuador que “la oposición de Guayaquil, unida al carácter de los guayaquileños, hizo que esta ciudad se mantuvieran al margen de la gran obra garciana” y esto ocurría cuando “el Ecuador se había convertido en un gran convento” según opinión del Dr. Murillo Toro, político liberal colombiano de clarísima visión internacional.
Su oposición al Concordato le convirtió en indiscutible Jefe del naciente partido liberal y en el principal opositor de García Moreno, que no teniendo qué contestar recurrió al atajo de la burla diciendo que Pedro Carbo y Pedro Moncayo se petrificarían (en referencia a que el nombre de Pedro viene del latín Petrus que significa piedra) y hasta les hizo hostilizar valiendose de medios de prensa indignos.
Mientras tanto el 19 de Mayo de 1862 había formado una Junta de Beneficencia Municipal con Mariano Sáenz de Viten, Plácido Caamaño, Juan José Plutarco Vera, Pedro Segarra, Pedro Pablo Carbó, José María Avilés, Ildefonso Coronel y Narciso Medina que no funcionó por mucho tiempo dada a intemperancia del régimen garciano, opositor al Concejo Cantonal y a Carbo especialmente.
A principios de 1864 García Moreno vino a Guayaquil a desbaratar una conjura cuyo jefe visible en Quito era el Dr. Marco Espinel, del bando urbinista. Se dijo que los agentes en el puerto principal eran el General Tomás Carlos Wright en lo militar y Pedro Carbo “y su círculo de partidarios” en lo civil. Wright fue buscado y le encontraron en Babahoyo. Traído a Guayaquil guardó varios días prisión. Carbo no fue molestado.
En Mayo se conoció en Guayaquil que la escuadra española había venido al Pacífico y en son de guerra ocupado el archipiélago de las islas de Chinchas propiedad del Perú. El Concejo Cantonal de la ciudad estaba presidido por Pedro Carbo y figuraban de Concejales Ignacio A. Ycaza Paredes, José María Sáenz, Francisco J. Suárez, Pedro Camacho, Honorato Chiriboga Nájera, José Matías Avilés Giraud y Francisco Carbo Noboa, actuaba de Procurador Síndico el periodista Sixto Juan Bernal. Se convocó a sesión urgente y el día 3 de ese mes Carbo explicó que había redactado un Manifiesto titulado “A las armas americanos”, que a su juicio debía lanzar a la publicidad el Ayuntamiento como un acto de solidaridad continental y para ser consecuente con la fraternidad y comunidad de intereses que une a los pueblos de América. Aprobado por unanimidad el Manifiesto, fue impreso con dicho título y comenzó a circular al siguiente día mientras el Síndico Bernal ponía en conocimiento del presidente García Moreno, quien casualmente se hallaba en Guayaquil, tan “peligrosa publicación.”
El Presidente convocó a los miembros del Concejo en su casa para que reflexionen sobre “el acto peligroso de ayer” que entrañaba a su juicio una idea anárquica pues los Concejos Cantonales no estaban autorizados a intervenir en asuntos internacionales. Carbo contestó que el Manifiesto ya se encontraba circulando y García Moreno le replicó que eso constituía un atentado a la neutralidad declarada por el Canciller Pablo Herrera en el conflicto hispano peruano que se venía desarrollando. Como las conversaciones no prosperaron García Moreno notificó a Carbo de salir al destierro.
Esa tarde se reunió el Concejo nuevamente y aprobó suspender la circulación de los ejemplares que aún quedaban en la imprenta, con los votos en contra de Ycaza y Carbo, pues éste explicó que “habiendo recibido orden de salir del país, se atribuiría su asentimiento a una cobardía de que no era capaz.”
Pero el asunto no quedó allí porque el Síndico Bernal desde su periódico “Unión Americana” se dedicó a dar otros móviles al Acuerdo para desprestigiar al Concejo, mientras Carbo defendía a la institución y al ideal de americanismo desde la “Gaceta Municipal”; a la postre, falto de apoyo popular, el Síndico tuvo que presentar su renuncia, que fue aceptada el día 18 de Junio y García Moreno, no queriendo ahondar un asunto asaz escandaloso, revocó la orden de destierro dictada contra Carbo.
El Manifiesto de Guayaquil “A las armas americanos”, tuvo gran resonancia en el Perú, donde numerosas sociedades patrióticas y hasta varias municipalidades agradecieron el gesto del Cabildo que representaba el sentir de todos los guayaquileños.
A finales del 64 fue candidatizado a la presidencia de la República por diversas sociedades liberales del país pero el Presidente García Moreno comenzó a hostilizarlo y hasta le puso espías. En carta a sus amigos le describe así: Carbo es inaceptable por sus ideas religiosas y lugareñas y sobre todo por haber permitido que los factores de la última tentativa revolucionaria tomen su nombre (la invasión urbinista).
Ante tales muestras de animadversión Carbo prefirió exiliarse en París, no sin antes renunciar a la candidatura en memorable manifiesto donde aconsejó la unidad liberal y la lucha permanente contra la tiranía. En París hizo amistad con Montalvo y lo protegió económicamente, regresando durante el gobierno constitucional del Presidente Jerónimo Camón en 1865.
Ya era considerado el jefe indiscutible del liberalismo ecuatoriano como bien lo anotó en su Informe de 1898 el Encargado de Negocios de la Santa Sede en Quito, Giambattista Guidi: Carbo: Hombre honesto, él daba su nombre al partido aunque otros lo dirigieran de hecho, pero el partido hasta su cristiana muerte ocurrida en 1894 en Guayaquil, estuvo siempre unido y compacto. Montalvo y Alfaro, teniendo gran influencia en el liberalismo, reconocieron siempre a Carbo como Jefe nominal. Esta cohesión dio bastante fuerza al liberalismo para hacer fuerte y enérgica la oposición a los presidentes García Moreno, Borrero y Veintemilla.
El año 65 fue electo Senador por el Guayas y presidió la Cámara hasta el 67. En la sesión celebrada el 24 de Agosto votó por la exclusión de García Moreno del Senado posesionando a Manuel Angulo. En lo principal creó la Junta Universitaria del Guayas que funcionó con una sola facultad, la de Jurisprudencia, fundó el Colegio Nacional de Guaranda que aún lleva su ilustre nombre, entre otras obras. Ese Congreso fue famoso por la talla intelectual de sus miembros y la elevación de sus miras al punto que se activó la pugna del Congreso contra el Presidente de la República Jerónimo Carrión y su Ministro General Manuel Bustamante, que terminaron destituidos.
García Moreno, resentido en su contra pero impotente ante su ilustración y patriotismo, tomaba el atajo de la burla e inventaba frases: Una tarde que le vio subiendo una cuesta del brazo del Dr. Javier Endara – otro notable liberal de esos días – declaró ante sus áulicos que ambos: Carbo y Endara, constituían la nulidad en dos tomos. A los pocos días doña Rosa
Cabezas, famosa por sus sarcasmos, algunos muy ingeniosos, agregó “I por el color de la piel, forrados de pergamino”.
En 1867 editó “La verdad sobre la cuestión de libros”, el 68 en Quito dos folletos “La Cuestión de Libros y otras cuestiones relacionadas con ella”, reimpreso en Guayaquil, respuesta al Canónigo Carlos Alberto Marriott Saavedra en 80 y 24 págs. protestando por el abuso que cometían las autoridades aduaneras al impedir el ingreso de ciertos libros, tal el caso de los Tratados de Medicina con láminas del cuerpo humano al desnudo, calificadas de obscenas por tan estultos funcionarios, así como la libre circulación de impresos, so pretexto de la aplicación del celebérrimo Concordato. García Moreno, como siempre, le seguía los pasos sin atreverse de frente a atacarle, pero a sus amigos escribía: Si don Pedro José muriese – refiriéndose a Arteta Calisto – que estaba de Vicepresidente de la República, tendríamos a Carbo, quien presidía la Cámara, el más impío y torpe de los urbinistas, de Jefe de Estado, lo cual nos obligaría a tomar las armas.
Ese año fue nuevamente candidatizado a la presidencia de la República por el Partido Liberal pero se excusó de intervenir y renunció en favor del Dr. Aguirre Abad, quien tenía menores resistencias por no haber sido tildado de anticlerical como Carbo.
En Marzo de 1869 protestó contra el golpe militar de García Moreno, que había derrocado el 16 de Enero al Presidente Javier Espinosa para evitar el triunfo electoral de Aguirre Abad a la presidencia de la República. Por esta protesta sufrió un nuevo destierro a Lima y de allí siguió a Paris en 1870, donde residió hasta el sangriento asesinato del tirano ocurrido cinco años más tarde en el pretil del palacio presidencial en Quito.
En la capital francesa frecuentaba la colonia de ecuatorianos y acostumbraba visitar la casa de su amigo el también liberal Manuel Eusebio Rendón Treviño, quien solía reunir en su mesa a numerosos exilados. Víctor Manuel Rendón Pérez – hijo del anfitrión – le retrataría así: De mediana estatura y complexión robusta, con el rostro completamente afeitado, la voz suave, casi apagada, mirada dulce y resignada, que se dirigía más al suelo que a la altura, modales reservados, causaba la impresión de un cultísimo y discreto sacerdote que hubiera abandonado la sotana sin despojarse de la timidez de un alma sencilla, casta, indulgente, transparentada por su palabra y actitud en el trato social. Agregando lo que un hijo de Andrés Bello había dicho de José Joaquín de Olmedo cuando le conoció de paso por Guayaquil: Su aire y sus maneras revelan excesiva timidez, que quien lee el Himno a Bolívar no podría sospechar en su autor, para aclarar que Carbo no aparentaba que pudiera ser el que escribió vibrantes y elocuentes páginas en que palpita un acendrado patriotismo, un abnegado corazón, luchando por la causa liberal y el bien de la clase proletaria… Su alma recta fue incapaz de intrigas para elevarse y menos para ir a la silla presidencial de la República.
En 1874 la “Revista Latinoamericana” publicó en Paris sus ensayos sobre “Ecuatorianos Ilustres” con las biografías de Olmedo y Rocafuerte en 1 4 y 27 págs. Dichos trabajos vieron una segunda edición en 1884 costeada por Baltazara Calderón de Rocafuerte, ardiente defensora de la memoria histórica de su esposo.
A raíz de la muerte de García Moreno regresó al Ecuador. En Julio del 76 hizo escala en New York, asistió a la Exposición Mundial, en Filadelfia visitó los lugares históricos donde se acababa de celebrar el Centenario de la Independencia y declinó el Ministerio de Hacienda que le propuso el recién electo Presidente Dr. Antonio Borrero que por su falta de sentido político no comprendió que debía producir un cambio en la Constitución y las leyes, lo que a la postre causó su derrocamiento.
Siguió a Panamá donde se detuvo algunos días por indisposición de salud. Al arribar a Guayaquil tras la revolución del 8 de Septiembre a favor del General Ignacio de Veintemilla, se sorprendió con el nombramiento de Ministro General de esa revolución y tras las victorias liberales de Galte y la Loma de los molinos se trasladó a la capital pero a mitad del camino sufrió una caída, se dislocó el brazo derecho y estuvo un mes inactivo en la capital.
El 31 de Enero del 77 se posesionó y dirigió una circular a los Gobernadores conteniendo un Programa Administrativo, sancionando la libertad de estudios, restableciendo la Universidad Central clausurada por García Moreno cuando abrió la Escuela Politécnica. El 23 de Febrero dictó el Decreto Orgánico de Instrucción Pública que facilitó la fundación de establecimientos de libre enseñanza y durante varios meses soportó la oposición de los terroristas o garcianos. El 1 de Marzo acabó con el motín popular del padre Gago, franciscano demagogo, de nacionalidad italiana, célebre por sus sermones sediciosos, cuando subido a una tarima colocada en el medio de la plaza de San Francisco comenzó a latiguearse la espalda dizque en señal de expiación por los pecados cometidos por los radicales y masones venidos de Guayaquil contra Jesucristo y su Sacrosanta religión católica.
En tal ocasión Carbo sin decir una palabra y sin estar acompañado de nadie, se abrió paso entre la gente simplemente pidiendo permiso muy educadamene para poder pasar por el medio, dominando a la multitud con su sola presencia, ordenó al fraile que baje y le entregó a la policía para que lo encierren en su convento por mentiroso, pero cuando la guardia lo conducía a la portería, una multitud compacta formada por la gente que estaba dentro de la iglesia y la que se había amontonado en la plaza, tomó al fraile en hombros y lo llevó en triunfo a la legación francesa, donde se asiló y días más tarde partió apresuradamente del país. En cambio, en la plaza, el pueblo gritaba “Viva la religión”, “Mueran los herejes”, “Muera Veintemilla” y empezó a lanzar piedras (eran como cinco mil personas) pero tres batallones de línea hicieron algunas descargas al aire y se amedrentaron. Felizmente, Veintemilla que se había hecho presente, dispuso que las descargas no fueran al cuerpo, de suerte que se calmó el tumulto y nadie resultó herido.
En los días siguientes la prensa conservadora le tildó de enemigo de Cristo, impío y masón y la liberal de político inmaculado, pero a mediados del 77 renunció por discrepancias con la difícil personalidad del dictador quien vivía atormentándole para que decrete el destierro de Juan Montalvo, a quien injustamente acusaba de ser el autor de los periódicos que le hacían oposición en el país y hasta en Lima. “Este Veintemilla es ya una mortificación pues todo lo que ocurre en el sur y en el norte es cosa de Montalvo”.
Libre del cargo asistió a la Asamblea Nacional de 1878 y en la sesión del 4 de Febrero presentó un proyecto de Decreto derogatorio de las Facultades extraordinarias del ejecutivo (embargo de bienes y contribuciones de guerra) vigente desde la época de García Moreno que así solía perseguir a las familias (esposas e hijos menores) de sus enemigos políticos presos, exiliados o fusilados.
En la sesión del 19 de Febrero y solicitó la abolición de la pena de muerte para todos los delitos sin excepción pero los diputados, habiendo aprobado la primera parte, exceptuaron al parricidio (asesinato de los padres) por 27 votos a favor y 18 en contra, propuso el establecimiento de los Jurados de Imprenta y la libertad religiosa, sin conseguirlo. También se opuso a que el período presidencial se prolongue a seis años, a que se le conceda las facultades extraordinarias y aumente el sueldo al ejecutivo, aunque también inútilmente, porque la mayoría era abyecta y pro gobiernista.
En la sesión del 31 de Marzo estuvo entre los nueve diputados que votaron por Pedro Moncayo para la presidencia de la República, razonando que no existía causa de resentimiento contra el General Veintemilla en su voto, sino de admiración al repúblico liberal exilado ya tantos años en Valparaíso. I cuando en sesión del 29 de Mayo la Asamblea incluyó en la Constitución la potestad del legislativo para conceder en una sola discusión, las facultades extraordinarias al ejecutivo, cuando la misma Constitución exigía tres discusiones para todo acto legislativo, prefirió retirarse del seno de la Asamblea, en señal de airada protesta cívica.
Nuevamente en Guayaquil, invitó a los ecuatorianos a formar parte del Comité pro homenaje al centenario del nacimiento de Olmedo a celebrarse el 19 de Marzo de 1880 y para el efecto convocó a la II Exposición Nacional Agrícola e Industrial, realizada en el antiguo teatro Olmedo, donde se exhibieron por primera ocasión en el país inventos de tanta utilidad como el teléfono, una máquina para fabricar hielo, etc. que causaron enorme conmoción pues a cada asistente se le obsequiaba un cubito de hielo, artículo que la gran mayoría jamás había visto o tocado. Era el advenimiento de la ciencia que todo lo puede se decía en las calles jubilosamente al comentarse este asunto y otros manifestaban asombrados: Nos estábamos insertando en la civilización, son los tiempos de la modernidad. Hay que aclarar que la nieve del Chimborazo si se conocía, pero en las boticas, pues solo era utilizada con fines médicos, para bajar la temperatura de los enfermos si subía a más de cuarenta grados y evitar el daño cerebral permanente que se conoce como meningitis.
El Septiembre del 78 publicó “Páginas de la Historia del Ecuador” en la imprenta de Ezequiel Gómez, en 50 págs. aclarando sus actuaciones en la Asamblea del Año anterior.
En 1879 hizo editar en la imprenta La Nación de Fidel Montoya “La Ciencia del buen hombre Ricardo o el camino de la fortuna” pot Benjamin Franklyn, precedida de un Compendió sobre la vida de su autor escrito por Pedro Carbo, y encabezó la comisión de prestantes guayaquileños que se trasladaron a Daule a recibir los restos de su célebre sobrino Vicente de Piedrahita Carbo, asesinado en la hacienda La Palestina por un asunto de faldas pero entonces se pensaba que era a causa de la política.
Ese año hizo reimprimir por su cuenta el “Compendio Histórico de la Provincia de Guayaquil” de Jacinto Morán de Buitrón, aparecido como de la autoría de Donisio de Alsedo y Herrera y mantenía escrita una Historia del Ecuador en su casa propia ubicado en la esquina noroeste de las actuales calles Ballén y Chimborazo, pero la destruyó un incendio intencional que empezó en la tienda de un zapatero ubicada bajo su aposento. Lamentablemente no tuvo la paciencia y el valor de reiniciar el trabajo ni quiso poner en peligro la vida de varias hermanas y sobrinas solteras, quienes le acompañaban. Así fue como el país perdió “un hermoso y útil testimonio”.
En 1880 dio a luz su “Biografía de Olmedo” que se reimprimió para recaudar años más tarde, los fondos destinados a la erección de su estatua y el “Estudio sobre el proyecto del canal Interoceánico a través del istmo de Panamá” demostrando una no superficial versación sobre el problema, que venía estudiando desde 1874 cuando publicó si artículo largo “Panamá antiguo y moderno” en la Revista Latinoamericana de París. El 81 su célebre “Memoria sobre el río y el puerto de Guayaquil y las mejoras que ambos necesitan” en 34 págs. donde reveló la profundidad de sus conocimientos en geopolítica, planteando por primera ocasión la necesidad de dragar anualmente el río para que las embarcaciones de mayor calado puedan subir fácilmente hasta Babahoyo. La construcción de una exclusa para manejar las aguas del río y el estero al sur de Guayaquil y otras obras de notoria utilidad en la cuenca del Guayas.
En 1882 sonaba su ilustre nombre para candidato a la presidencia de la República por el Partido Liberal cuando fue injustamente acusado de conspirador y obligado a exiliarse nuevamente a Lima. Desde allí combatió a Veintemilla que se había proclamado dictador. En Julio de 1883, al caer la plaza de Guayaquil, fue designado Jefe Supremo del Guayas y volvió al país. Entonces creó la Universidad de Guayaquil y la inauguró con un importante discurso el 15 de Octubre: “no habiendo razón alguna para negar a las mujeres el derecho a aspirar a las carreras científicas, se les admitirá en la Universidad de Guayaquil, para seguir los cursos que en ella se dicten, y para obtener los grados y diplomas correspondientes”, pidió la creación de una Facultad de Medicina, otra de Filosofía y Literatura, la de Ciencias Políticas y Administrativas, y la de Ciencias Físicas y Matemáticas. También se creó una partida presupuestaria de 24.600 pesos anuales. El 9 de Octubre de 1883 se instaló la directiva de la Universidad en el salón de honor de la Gobernación del Guayas de la siguiente manera: Carbo en la Presidencia, Francisco Pablo Ycaza Paredes en la secretaría, Rosendo Carbo Plaza en la subsecretaría, José Mercedes Matheus como Subdirector de Estudios, y los siguientes catedráticos: Juan
Emilio Roca Andrqade decano de Jurisprudencia, Manuel Ignacio Gómez Tama profesor de Legislación y Ciencia Constitucional, Alejo Lascano de Patología y Clínica Externa, Homorato Chiriboga Nájera de Patología General y Química, Orgánica, Manuel Tránsito Pacheco de Anatomía Descriptiva, Julián Coronel Oyarvide de Terapéutica e Higiene, y Francisco Martínez Aguirre de Anatomía Demostrada. Se designó primer rector a Pedro Moncayo que se hallaba muchos años en Valparaíso y cuando éste se excusó fue propuesto Numa Pompilio Llona que tampoco aceptó. La Universidad comenzó funcionando en el local del Colegio San Vicente del Guayas eligiéndose rector al Dr. Federico Matheus y Vicerrector a Lorenzo Rufo Peña León.
El 4 de Octubre apareció su “Mensaje del Jefe Supremo de la Provincia del Guayas, a la Convención Nacional, decretos expedidos por él mismo” imprenta de Gómez hnos. aboliendo el reclutamiento, disponiendo de cinco mil pesos para la estatua de Olmedo, organizando la policía de orden y seguridad, creando el empleo de Ingeniero de la provincia, de Director de Obras Públicas de la provincia, estableciendo la Escuela
Náutica de Guayaquil, fundando la Universidad, disminuyendo los gastos de justicia en las causas de menor cuantía, estableciendo una Oficina de Estadísticas, estableciendo una Escuela Normal, apropiando quinientos ochenta y un sucres para la escuela de la Sociedad de Artesanos.
Viejecito, encorvado y pequeñín, metido dentro de un levitón siempre negro, cruzado y abrochado, que caminaba por el centro de la ciudad a pasitos cortos, con el buche de pelo en la cabeza y en la diestra un bastón de cañita flexible más por costumbre que por necesidad, acostumbraba leer los periódicos en la célebre barbería de Chichonís situada en los bajos de su casa, pero no era raro que se sentara a conversar en cualquier mentidero con amigos y conocidos y como siempre había sido un perfecto demócrata que saludaba a todos, incluso a los más humildes, el pueblo le amaba, respetaba, le tenía por su caudillo y era considerado el protector de las libertades y el padre espiritual de la ciudad.
También del 83 fueron sus “Nociones de los Derechos y Deberes del Ciudadano” que sin tener la pretensión de ser un Tratado de Derecho Constitucional, fue dirigido al pueblo ilustrado para que conozca la estructura constitucional del país. El 84 apareció en la Imprenta de los hermanos Calvo y Cia. el primer número del periódico “El Federalista” que se anunciaba cada sábado. En él escribieron prestantes liberales como Montalvo, Emilio Estrada, Eduardo Hidalgo Arbeláez y colaboró Carbo con varios artículos defendiendo dicho sistema de gobierno, que tan buenos resultados estaba dando en los Estados Unidos, en el Brasil, etc. pero fue refutado por Pacífico Arboleda y por José Gómez Carbo a) Jece, quien llevó la polémica al plano personal sin ser respondido. “El Federalista” dejó de salir al llegar al número once, porque su Editor Emilio Estrada fue apresado por orden del gobierno, bajo la falsa acusación de poseer armas ocultas en el interior de su domicilio, con el fin de fomentar la revolución y derrocar al régimen.
Ese año 84 editó en Lima su “Biografía del ilustre ecuatoriano señor D. Vicente Rocafuerte, tomada de la Revista Latino Americano de Paris donde ya se había publicado por entregas. El 87 Memoria sobre las bibliotecas públicas populares, circulantes y escolares de Europa y América” obra erudita y muy completa, iniciada en París y finalizada en Guayaquil En 1888 sacó la “Declaración de los Derechos del Hombre, su origen y sus fundamentos, tercera edición, con un apéndice conteniendo el juicio emitido sobre este escrito por el periódico La Lira de Bogotá.
Tantas y tan profundas investigaciones le volvieron un sabio en asuntos políticos ecuatorianos e
internacionales, afianzando aún más su fama de hombre superior, pero ya los años le comenzaban a pesar, quizá por ello, durante los gobiernos de los presidentes Caamaño y Flores Jijón se abstuvo de intervenir en política por su avanzada edad y mala salud, o porque Eloy Alfaro había iniciado sus campañas políticas como Jefe del Partido Radical y no hubiera sido justo que le hiciera difícil su camino al poder dividiendo al gran partido Liberal ecuatoriano.
En 1890 se instaló en Quito el primer Congreso Liberal y en la sesión inaugural se le tributó un merecido homenaje junto a Pedro Moncayo que ya había fallecido. Entonces Abelardo Moncayo escribió un ensayo muy elogioso para ambos y dijo de Carbo lo siguiente: Con pecho de paloma y sonrisa de virgen y tan sereno siempre como si en el Olimpo respirase, es la misma razón cuando toma la pluma, la filosofía misma cuando combate y la misma tranquilidad vencido o vencedor, y es porque su voz podría ser ahogada por la grita de desenfrenadas pasiones, pero nunca enmudecida en leal contienda. No hemos dado jamás con un escrito en que conteste arrebatado o con amargura a sus enemigos y eso que de ordinario los ha tenido ruines, de aquellos que, a más no poder, buscan las púas de lo ridículo y sudan por deshacerse de su adversario a alfilerazos, como si dijéramos. Tranquilo y cristalino arroyo el hijo del Guayas, su paso es como su río y fúlgido espejo su superficie, donde fielmente se retratan el cielo y los árboles de sus orillas, pero sin volver atrás ni detenerse nunca, porque por raro privilegio, corre y corre a par del siglo que representa.
El 8 de Octubre de 1892, en su calidad de presidente del Comité, inauguró la estatua de Olmedo. Este fue su último acto público pues una pertinaz arteriesclerosis le iba minando. Por lo que debemos entender que la Reseña Histórica de la inauguración de la estatua, con notas biográficas de Olmedo, aparecida en 1893, debió ser obra en conjunto de los miembros del Comité pro erección del monumento pues aparte de los discursos de orden pronunciado en tal ocasión, se acompañan otros documentos relacionados con la estatua.
El 94 le fue propuesta la legación en Lima que no aceptó por sus achaques. Poco después presidió una comisión investigadora del negociado de la venta de la Bandera y falleció el 24 de Diciembre de ese año, a consecuencia de una fulminante neumonía que la contrajo en su cama, pues ya no se levantaba debido a su reblandecimiento cerebral.
La curia metropolitana solicitó el honor – en gesto de sincero reconocimiento que la honró ante el pueblo – de velarlo en la Catedral, pero sus admiradores lo llevaron al salón de honor del Colegio San Vicente del Guayas donde permaneció su cadáver veinticuatro horas para que reciba el saludo del pueblo y un poeta anónimo, en rapto de inspiración recitó el siguiente cuarteto // Tenia la gallardía del que porta una espada / tenía la cortesía del que lleva una flor / y entrando en los salones envainaba la espada / y entrando en los combates arrojaba la flor. // bien es verdad que sus combates siempre fueron cívicos, patrióticos, polémicos y por la prensa.
Para su entierro la población entera se trasladó al cementerio. Nunca antes se había visto tal cantidad de público en un sepelio. El Dr. César Borja Lavayen manifestó “Rara virtud la de un cadáver, congregar tras de sí a todo un pueblo” y es fama que ese mismo día se decidió formar el Comité de su estatua, bellísima pieza de mármol labrado que hoy se yergue en el parque de su nombre, costeada por el pueblo en forma voluntaria, mediante erogación de un peso por persona y en cuya base aparece la historia, personificada por una diosa griega que tiene en sus manos el libro abierto de su vida.
Fue un patriarca como no ha existido otro en Guayaquil. Querido y respetado por la dulzura de su carácter, solidez de sus principios republicanos, profundidad de sus ideas y avanzadas concepciones políticas que lo ubicaron desde 1862 entre los repúblicos más progresistas y civilizados del Sudamérica.
Personas de su familia allá por los años sesenta del siglo pasado (las Carbo Macías, las Carbo Gálvez, las Castro Tola, las Santistevan Carbo, las Amador y Carbo, las Aspiazu Carbo, las Carbo Arosemena y las Carbo Puig) me refirieron sin excepción que el tío Pedrito era el más manso y bondadoso de los hombres, por parco, educado, generoso y bonachón. González Suárez decía “Que bueno era don Pedro Carbo. Yo lo hubiera ordenado”.
En 1900 Celiano Monge incluyó en su “Miscelánea Popular” el estudio de Carbo sobre la “Vía de Panamá preferida por el Congreso Internacional de París”, estudio que trató sobre los problemas inherentes a la construcción de dicho Canal.
Su biografía fue esbozada en 1955 por José Joaquín Pino de Ycaza en “Tres Constructores de la República” pero el estudio general y más completo sobre la obra de este civilizador y su influencia en la formación del pensamiento ecuatoriano del siglo XIX” aún está por escribirse.
Hacia 1840 mantuvo amores platónicos con su lejana pariente por Martí, la señorita Mercedes de Santisteban Rocafuerte, quien años más tarde, ya de treinta y seis, contrajo matrimonio con su también lejano pariente por la misma línea, el ilustre pianista español Manuel Zaporta y Martí, su profesor de piano en Guayaquil, internacionalmente reconocido
como maestro y virtuoso de dicho instrumento, matrimonio tardío y sin hijos aunque muy feliz en Europa.
En cambio Pedro Carbo falleció soltero y sin ser un sujeto misógino siempre fue casto, por sus costumbres victorianas un tanto reprimidas, pues como bien le habían puesto en Quito ateniendo a su carácter sosegado y autocontrol permanente, era el perfecto “hombre sin hiel”.
Piel canela clara, ojos y pelo negros. Rasgos firmes que denotaban sus indeclinables propósitos. Frente ancha y despejada, costumbres austeras, gestos parsimoniosos. Viajado y cosmopolita, liberado de prejuicios raciales, políticos o religiosos, bondadoso inclusive con sus enemigos a quienes no guardó jamás rencor a pesar de los daños que le infligieron. Nunca acostumbraba juzgar a sus semejantes (jamás emitía juicios de valor sobre las conductas) pues trataba de comprender a todos, tanto en sus aciertos como en sus defectos. Creía en la igualdad de las razas, respetaba al trabajador incluso al más humilde jornalero y por todos esos atributos siempre fue considerado un demócrata a carta cabal.
Su vida fue una constante lucha contra el caudillismo y las tiranías, contra toda ignorancia, abuso y fanatismo, con la sola fuerza de su entereza moral y fue ejemplo para los ecuatorianos de honor, por eso su figura histórica no ha envejecido y el país le tiene entre los más gloriosos repúblicos ecuatorianos de todos los tiempos, junto a José Joaquín de Olmedo, a Pedro Moncayo, a Francisco Aguirre Abad, etc.
Su formación liberal fue tomada de su pariente Vicente Rocafuerte a quien admiraba y hasta le sirvió de secretario. Como heredó valiosas tierras en la jurisdicción de Daule, jamás pasó apuro económico y pudo disponer del dinero suficiente para vivir sus exilios decorosa y tranquilamente tanto en el Perú como en U.S.A y en Francia.