CARBÓ BRIONES PEDRO PABLO

VICARIO DE LA DIOCESIS DE GUAYAQUIL.- Nació en Vinces el 22 de febrero de 1825. Quinto hijo legítimo de los diez que tuvieron José Joaquín Carbo Mesa y Damiana Briones Guilino, propietarios de varias haciendas en esa zona aunque vivían en Guayaquil en una gran casa con patio y jardín, ubicada a la altura del primer puente de Ciudavieja -hoy calles Panamá e Imbabura- con sus numerosos hijos, parientes y personal de servicio. Justamente para ellos don José Joaquín escribió el 22 de enero de 1848 un “Reglamento” compuesto de 14 artículos “para el régimen doméstico de mi familia”, documento único en la historia porteña por minucioso y porque da una idea cabal de cómo vivían las familias pudientes en el Guayaquil de mitad del siglo pasado.

En enero de 1840 ingresó al Seminario de Guayaquil y el 19 de Febrero recibió las órdenes menores. El 1° de Agosto de 1843 ascendió a Capellán. El 3 de mayo de 1846 a Subdiácono y el 14 de mayo del siguiente año a Diácono, en ceremonia celebrada en la Capilla episcopal. En 1848 fue Presbítero y luego Sacerdote.

En 1849 estuvo de Capellán de Coro, el 50 fue Secretario del Obispado. El 23 de febrero de 1853 y ante el Dr. Antonio Gómez de la Torre Gangotena, Rector de la U. de Quito, rindió el grado de Maestro en Filosofía con la máxima nota de tres A. De allí en adelante inició su ministerio en los campos comarcanos de Vinces. Su figura se vuelve patriarcal, las gentes de las haciendas lo llaman “Taita Padre” y las de la ciudad lo conocen como “Papa Carbó”.

En 1853 salió electo diputado por el Guayas y concurrió al Congreso. En 1857 fue Tesorero de la Catedral. En Mayo del 62 formó parte con otros vecinos de la Junta Municipal de Beneficencia creada por su tío segundo Pedro Carbo Noboa, que ejercía la presidencia de dicho organismo. Mas, la citada Junta de Beneficencia, tuvo una vida muy breve debido a los asares de la política.

En 1863 su antiguo maestro en el Seminario Monseñor José Tomás de Aguirre, que ocupaba el Obispado de Guayaquil, lo designó Prebendado Menor y en 1864 Prebendado Mayor de la Catedral. En 1867 nuevamente fue electo Diputado por el Guayas y asistió a las sesiones del congreso que fue memorable en muchos aspectos, no solamente por la calidad de los sujetos que lo compusieron sino también por las medidas que asumieron y leyes que dictaron. Al año siguiente volvió a la Cámara de Diputados, lo eligieron Canónigo de la Catedral de Guayaquil y Rector del Seminario. En Enero de 1869 figuró entre los opositores al golpe de estado de García Moreno que desestabilizó el régimen democrático de entonces.

También actuó de “consejero y confesor de Mercedes de Jesús Molina”, pero como no le quiso mandar penitencias ni ayunos muy severos dada su condición de señorita; ella lo abandonó por el padre Vicente Pástor y cuando éste viajó a Cuenca, siguió con el padre Amadeo Millán y de la Cuadra que gozaba de una merecida fama de santidad pero estaba tuberculoso, finalmente acudió al padre García Bovo, jesuita italiano recién llegado al país.

En 1870 hizo causa común con su primo Luis de Tola y Avilés injustamente postergado por García Moreno para llenar la vacante dejada por Monseñor José Tomás de Aguirre Anzoátegui. El recién llegado Obispo de Guayaquil, José Antonio de Lizarzaburo y Borja, S. J. apeló a la bondad de Tola y de Carbó y consiguió disuadirlos. A Carbó premió con el título de Protonotario Apostólico y Tola fue designado I Obispo de Portoviejo, superándose el cisma en el clero guayaquileño.

En 1872 era Sacristán Mayor de la Catedral y vocal del Comité para la erección de la estatua de Bolívar. En 1874 fue electo miembro de la “Sociedad Humanitaria del Guayas” que antecedió a la actual Junta de Beneficencia.

El 27 de enero de 1884 publicó en el diario “La Nación”, el siguiente aviso: “Avisos de preferencia.- Suplico a las personas que me dirijan cartas, no usen de las iniciales de mi nombre ni dejen tampoco sin acentuar mi apellido en la última vocal. Toda correspondencia que no tenga mi nombre entero, como dice la firma del presente aviso, no la abriré en adelante.

(F) Pedro Pablo Carbó.

En realidad su apellido es acentuado y así lo había usado en la colonia su abuelo don Francisco Carbó Unzueta de quien se conservan algunos documentos firmados con la tilde.

En   1875 figuró como Canónigo

Penitenciario de la Catedral y allí continuó hasta 1887, que fue ascendido a Tesorero del Cabildo eclesiástico. Ese año se posesionó el nuevo Obispo Roberto María del Pozo Marín, jesuita intemperante, que nombró Canónigo al Dr. Miguel Ortega Alcócer; mas el Coro Catedralicio no aceptó tal designación por no haber sido consultado y los canónigos apelaron a Roma.

Mientras tanto el Obispo del Pozo se ausentó a la isla Puná dejando de Vicario al Presbítero español Dr. Joaquín Salvadores, sujeto de pocas pulgas, que trató de alejar de Guayaquil a los Canónigos Pío Vicente Corral y Leonardo Sotomayor, dándoles los curatos de Puná y Milagro respectivamente. Ambos interpusieron reclamaciones eclesiásticas y Corral hasta se negó a viajar, siendo suspendido por Salvadores, que nombró en su reemplazo al Dr. Miguel Ortega Alcócer.

El 15 de Octubre ingresó Salvadores al Coro de la Catedral mientras los Canónigos se encontraban rezando los oficios divinos y tras interrumpir los rezos y en presencia de un Escribano y dos testigos llevados a propósito, manu militari dio posesión a Ortega. Este suceso escandaloso conmocionó a la urbe. Al día siguiente el mismo Salvadores ordenó al Tesorero Carbó el inmediato pago de emolumentos para el nuevo Canónigo; Carbó se negó y entabló juicio de competencia, que le fue contrario y apeló ante la Corte Superior. Ya por entonces el asunto se había convertido en escándalo nacional.

La Corte pidió los autos para estudiarlos y emitir dictamen. Salvadores se opuso mediante un escrito muy descortés y fue multado con veinte sucres, que se negó a pagar.

En tales circunstancias los Ministros Jueces ordenaron apremio real sobre sus bienes hasta por el total del monto de la suma multada. Salvadores excomulgó a los Ministros firmantes del auto Dres. Espiridión Dávila y Joaquín Febres-Cordero y también al Canónigo Carbó. Las damas guayaquileñas protestaron en “La Nación” y durante dos días, 23 y 24 de enero de 1888, el primero de esos días las turbas apedrearon el Palacio episcopal y la casa del Abogado de la Curia. Dr. Ignacio Neira, a quien se conocía desde tiempo atrás con el apelativo de “El Pícaro Neira” por las tropelías que solía cometer en el ejercicio de su profesión. El 24 salió el ejército a las calles, hubo disparos y murieron cinco jóvenes de la sociedad. El 25 amaneció el día sombrío, la noche anterior se había formado el “Comité de la Tumba” y se rumoraba que iba a producirse una masacre, pero el Intendente de Policía Benigno Cordero fue a buscar al Dr. Salvadores y lo llevó hasta el muelle, salvandole de la tumba que le quería linchar donde lo embarcó a condición de que no regrese jamás. Poco después se ofició una misa en la Merced y el cortejo fúnebre de cinco ataúdes siguió al Cementerio. El Gobernador destituyó al Intendente, responsabilizándole de las muertes, pues como siempre, “la soga se rompe por el lado más débil”. Ortega Alcócer también se ausentó en forma callada de la ciudad. El Obispo del Pozo salió de Puná con destino a Lima donde murió veinticinco años más tarde, en 1912, sin haber vuelto a su Dióesis. A estos luctuosos sucesos la historia conoce con el nombre de “El Motín de los Canónigos”.

En 1895 Monseñor Carbó se presentó a Alfaro y a pesar de sus setenta años cumplidos, como aún estaba sano y fuerte fue designado “Capellán General del Ejército Liberal” que subió a la sierra y concurrió a la célebre batalla de Gatazo que se libró en las goteras de la población de Cajabamba, vistiendo sotana negra y sombrero manabita adornado con cintillo rojo; durante el primer día de la batalla atendió a los heridos y su presencia causó conmoción en las filas enemigas que no se explicaban cómo un sacerdote pudiera estar con el “anticristo” Alfaro. Al segundo día, las fuerzas enemigas habían desocupado sus posiciones y el triunfo fue de Alfaro. Sus compañeros de armas quisieron llevarlo a Quito pero papá Carbó prefirió regresar al puerto porque no tenía ambiciones políticas ni aspiraba a ocupar un obispado.

En 1896 fue profesor del “Liceo Rocafuerte” y Tesorero del Cabildo eclesiástico. El 19 de junio de 1898 se encargó temporalmente del obispado de Guayaquil, vacante por fallecimiento del titular monseñor Barriga. El 21 de octubre de 1901 volvió a la Vicaría General por fallecimiento del Canónigo Pío Vicente Corral.

Por mucho tiempo fue Capellán del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil. En 1902 lo era de las compañías “Comercio”, “Salamandra” y “Guardia de la Propiedad”. Ese año y a solicitud de su sobrino político Lautaro Aspiazu Sedeño fue electo miembro de la Junta de Beneficencia. En 1903 ejerció la subinspección del Asilo “Calderón Ayluardo”. El 14 de junio de 1906 portó el Santísimo en la solemne procesión de Corpus. El italiano Carlos Valenti registró vistas de cuadros y figuras locales” donde aparece la procesión y la figura de Carbó con el Santísimo, estas vistas y cuadros se presentaron con llenos completos en el teatro Olmedo. Este fue el primer noticiero fílmico y documental del cine mudo guayaquileño.

El 7 de abril de 1907 Pío X lo nombró “Protonotario Apostólico con derecho a vestir de morado y los Canónigos no se quedaron atrás y le hicieron “Maestrescuela de la Catedral”. En 1909 y con motivo de una de las visitas de su amigo el presidente Alfaro a Guayaquil, presidió la delegación de profesores del Liceo Rocafuerte que lo visitó y saludó en el interior del edificio de la Comandancia general donde tomó la palabra a nombre de los presentes el entonces joven profesor Francisco Campos Rivadeneira.

El 18 de marzo de 1918 fue autorizado a celebrar “Misa Votiva” en su domicilio y recibió el honorífico empleo de “Deán de la Catedral” mediante el respectivo rescripto. Al cumplir cien años fue objeto de reiteradas muestras de cariño por parte de sus numerosísimos sobrinos, el clero y la sociedad. Con tal motivo celebró una Misa de Acción de Gracias en el templo de la Merced, del que era muy afecto, luego recibió en el amplísimo chalet de madera donde vivía con sus sobrinas las Carbo Macías, ubicado en la esquina de Chimborazo y Avenida Olmedo, pero fue tan grande la concurrencia que fue la primera fiesta guayaquileña donde gran parte de los invitados se acomodaron en el patio pues no entraban en el interior. Entonces se dijo de él que era “manso y humilde, oportuno e inspirado en el consejo, fiel y cariñoso con sus amigos, amante y tierno con sus familiares, prudente y obsequioso con ellos, sencillo en sus gustos, moderado en sus deseos”. Como tenía una parentela muy extensa, siempre protegió a las ramas familiares menos pudientes, con plata y persona, haciendo de todo, desde componedor de matrimonios hasta fiador de deudas, de manera que al final de sus días había gastado la casi totalidad de la herencia de sus padres.

“Tenía alma de niño, conquistaba amigos por donde pasaba con su campechanería y sinceridad comprando corazones con la limpia moneda de su afectuosa manera de portarse y su pródiga mano para aliviar en silencio muchas necesidades”. Acostumbraba viajar los inviernos a una de sus fincas ubicada en las cercanías de Vinces en una canoa de su propiedad llamada “La Cazadora”, porque durante esos viajes iba disparando a los lagartos que encontraba durmiendo o tomando sol en las orillas. Con el tiempo fue reemplazando las canoas y llegó a tener nueve sucesivamente, siendo la última “La Cazadora Nueve”

Muy aficionado a labores de mano, hacía bonitos muebles y hasta construyó una mesa de tres patas sin clavos, que le servía para sesiones de espiritismo con sus amigotes, que casi siempre eran motivo de chiste por su buen humor.

De gran diente en la mesa, comía de todo y nada le hacía daño, su salud era de hierro, quizá por eso jamás engordó. Una noche quiso repetir una hayaca que había encontrado muy sabrosa y siendo tardecito, fue reprendido por una de sus sobrinas, quien le advirtió que el potaje le caería mal al estómago. ¿Quién te ha dicho que el estómago sabe que estamos de noche? Fue la sabia respuesta.

Su sobrina nieta Fanny Carbo de Romero recuerda que todas las semanas iba a almorzar a su casa y le hacían un ajicero especial que tenía que picar y al mismo tiempo ser fragante – con cebolla finamente cortada y muchas hierbas finas – pues era el que más le agradaba, lo mismo que la cola frutal que pedía obligatoriamente. A ella le obsequiaba la bolita que sacaba de la tapa.

Visitado y visitador, su sotana era negra, franja y botones morados y sombrero de teja con borla morada que le caía a un lado. Su figura inconfundible en dicho atuendo era reconocida y respetada en Guayaquil y los saludos y palabras afectuosas le menudeaban cada vez que salía a las calles y era fama que salía mañana y tarde sin excepción pues era lo que se dice un ente social.

Gracioso y amante de las bromas, gustaba hacerlas y que se las hagan, contaba chistes y era fácil para reír y hacer reír. Cuando iba a casa de su sobrina María Carbo de Aspiazu pedía tres huevos pasados que comía con deleite. Un día le preguntaron por qué siempre comía tres y haciéndose el sorprendido contestó con mucha gracia: “Lo hago en honor al Padre, al hijo y al espíritu santo”.

Fervoroso liberal, odiaba todo lo que tuviera relación con García Moreno, de quien había sufrido larga tiranía. En cierta ocasión le comentaron que querían hacerlo santo y levantándose de un salto gritó ¡Sacrilegio] de manera que jamás le volvieron a tocar el tema. En su juventud gustaba sacar muelas y dientes en el campo donde no había dentistas y no faltó Obispo que se lo prohibiera porque dizque tomaba posiciones sobre los pechos de las damas cuando jalaba con el gatillo.

“Papá Carbó” falleció en Guayaquil, sin agonía, “pues se fue quedando dormido como un pajarito”, a la avanzada edad de ciento seis años y veinte y dos días, de vejez que no de otra cosa, siendo las dos de la tarde del 16 de marzo de 1931 y su deceso causó notable consternación en la ciudad. Eu sepelio fue concurridísimo, encabezaron el duelo la Municipalidad y la Curia. Está enterrado en el Cementerio General, entrando por la Puerta Principal, que es la número tres.Mi mamá contaba que en los años veinte papá Carbó era asiduo comensal en la casa de mis abuelos en Vélez entre Boyacá y García Avilés, un día de cada semana iba sin avisar a las once de la mañana en compañía de un empleado de mano. Después del almuerzo se sentaba a conversar en una hamaca grande con mi bisabuela Angela Baquerizo Ordeñana con quien guardaba parentesco por Unzueta (eran hijos de dos primos segundos) y ambos fumaban cigarros, pues habían sido amigos y vecinos desde la infancia, se querían y respetaban mucho. A las dos de la tarde se levantaba y despedía con gran aparato, dando la bendición a toda la familia, ya que tenía otras visitas que realizar porque era muy sociable y hasta tenía la costumbre de besarse con las damas cualesquiera que fuera su edad, así era de cortesano.