CARBO BRAVO EDMUNDO

EDUCADOR.- Nació en Jipijapa, Manabí, el 16 de Noviembre de 1907. Hijo legítimo de Francisco Carbo López, agricultor, dueño de la finca Matapalo en esa jurisdicción productora de plátanos y verduras y de algodón en tiempo de sequía, de varias recuas de mulas para el transporte de la mercadería hasta Puerto Cayo, pero en 1926 que se cambió el puerto a Manta decayó el negocio pues ya no arribaron los buques como antes; y de Rosario Bravo Cabrera, naturales de Jipijapa.

El cuarto de una familia compuesta de cinco hermanos. Estudió la primaria en la escuela Daniel López y tuvo de profesores a Medardo López y a José María Santana. En 1923 pasó al Colegio Olmedo de Portoviejo donde su hermano Plutarco era profesor, pero al poco tiempo ocurrió una huelga contra el Rector Feliciano Pazmiño Subía, que capitaneó Wilfrido Loor. Su padre lo mandó interno al Normal Juan Montalvo de Quito donde se graduó en 1930 de Profesor de Educación Primaria y pasó a dictar clases en el primer grado de la escuela “Vicente Rocafuerte” con cien sucres mensuales de sueldo. Poco después le promovieron a la dirección de la escuela “México” en el barrio de San Diego y el 31 contrajo nupcias en El Pasaje con Leonor Salgado Serrano, normalista que estudiaba en el Manuela Cañizares. Tuvieron cinco hijos y una unión estable.

En 1932 ingresó a la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Por esos días el Diputado Manuel Eduardo Rumazo había solicitado la creación de una escuela correccional de Menores que comenzó a funcionar con los siguientes profesores: Gonzalo Abad Grijalva, Ermel Velasco Mogollón, Eduardo

Rodríguez, el propio Carbo, quienes introdujeron en los menores el método de la autodisciplina, el Plan Dalton de contrato con el alumnado y hasta crearon talleres de aprendizaje. El sueldo era de ciento veinte sucres más habitación y comida, pues la escuela comenzó como un apéndice de la Policía y los profesores debían controlar día y noche al alumnado.

En 1933, el rector de la escuela anexa al Normal Juan Montalvo, Pedro Castrillon, le llevó de profesor y al mismo tiempo de bedel de los cursos superiores con ciento ochenta sucres mensuales, habitación y comida. El 36 fue nominado por el profesorado joven para el Vicerrectorado del Normal, pero como se opusieron los profesores antiguos, los alumnos se declararon en huelga. El Ministro de Educación, Carlos Zambrano Orejuela, tras estudiar detenidamente el caso, llamó a los principales profesores jóvenes y les propuso una beca en Bélgica. Algunos aceptaron, entre ellos Gonzalo Abad, Edmundo Carbo, Joaquín Mena, Lucía Saguero de León, Elisa Ortiz de Aulestias, etc. otros pidieron trabajar en sus sitios de origen: Ernesto Guevara Wolf y Gerardo Larrea fueron designados rectores en Cuenca, Víctor Hugo Maldonado en Guayaquil.

Ese año, tras recibir un curso Intensivo de francés en Quito, viajaron los becarios a bordo del “Reina del Pacífico” de la Grace y se matricularon en el Instituto Latinoamericano – Francés y en la Universidad Libre de Bruselas. Recibían cien dólares mensuales, vivían en la residencia de una familia judía alemana escapada del nazismo y eran visitados de continuo por el Cónsul ecuatoriano Dr. José Ramón Boloña Rolando, pero al producirse la salida de Zambrano del ministerio, dejaron de llegar las pensiones mensuales y tuvieron que regresar antes del año. En Bélgica recibieron una formación del prof. Tobías Jonkheere, a base del método de Juan Federico Herbart, llamado de los Pasos Formales.

Entre sus principales trabajos de investigación aparecidos en ambas revistas están: 1) Las Pruebas

Objetivas de rendimiento escolar, 5 págs. Educación, 1936.-2) Medida de Acuidad Visual, 2 págs. Cuadernos Pedagógicos 1944.- 3) La Medida de la acuidad auditiva en la escuela, 1 págs. C. P. 1941.- 4) Tres Problemas relacionados con las pruebas de instrucción, C. P. 13 págs. 1944.-5) Investigaciones Educacionales.- 42 págs. Educación.- 1964.- 6) Conversión de los puntajes brutos de diferentes pruebas en valores equivalentes, en 11 págs. C. P. 1948.- 7) Trabajos de investigación educativa iniciados con alumnos del Instituto Superior de Pedagogía, 8 págs. C. P. 1949.- 8) El desarrollo Físico en la infancia y su significado en la educación, 18 págs, C. P. 1950.- 9. La evaluación del rendimiento en la segunda enseñanza, 16 págs, C. P. 1959.-10) Cómo la Psicología ayuda a resolver los problemas de la educación, 8 págs. Revista Ecuatoriana de Educación, 1965.- 11) Aumento de la educación infantil y la planificación educativa, con Ermel Velasco y Franklin Ramírez, en 45 págs. R.E. de E. 1967.

En 1937 se graduó de Profesor en Educación Media y ganó el concurso de merecimientos para enseñar Psicología en el Normal Juan Montalvo con doscientos treinta sucres mensuales. El 39 editó el texto “Iniciación Psicológica” para uso en la secundaria y los normales, del cual existe una segunda edición en 1941 en 338 págs. También es obra suya “El Niño y el Adolescente” en 137 págs. prólogo de Emilio Uzcátegui y comenzó a colaborar en las revistas “Educación” y “Cuadernos Pedagógicos” donde han aparecido sus numerosísimos trabajos con estudios e investigaciones teóricos y prácticos.

Igualmente el 39, con Ermel Velasco editó en 144 págs. “Pruebas Mentales” con carácter colectivo y las debidas instrucciones. El 40 aparecieron las “Pruebas de rendimiento instructivo” escritas con Gerardo Larrea y Ermel Velasco en 441 págs. dando a conocer los resultados de la aplicación de pruebas estandarizadas de rendimiento instructivo y la elaboración, aplicación y valorización de resultados de pruebas de conocimiento obtenidas por los mismos autores. Ese año empezó a dictar Psicología en el Instituto Superior de Pedagogía.

En 1942 dio a la luz pública con Gonzalo Abad y Ermel Velasco “Pruebas de Instrucción ACV” en 136 págs. obra que se compone de una Guía para uso de los maestros en la corrección, valoración e interpretación de los resultados y de seis folletos con las pruebas de rendimiento instructivo para los grados de las escuelas primarias. Estas pruebas vinieron a llenar un gran vacío en la educación ecuatoriana. Se requería una valoración objetiva más que subjetiva del alumnado primario, El Ecuador fue uno de los primeros países latinoamericanos en poner en práctica la educación activa y en valorarla.

En 1943 sustentó una conferencia en el Instituto Superior de Pedagogía y Letras de Guayaquil sobre las concepciones modernas del aprendizaje y sus proyecciones en la enseñanza secundaria.

En 1944 fue designado Subsecretario del Ministerio de Educación por el titular de esa cartera Dr. Alfredo Vera, con quien se había conocido en el Colegio 24 de Mayo donde ambos fueron asesores. Lo acompañó durante los sietes meses que duró en funciones y luego permaneció dos meses más con el siguiente Ministro Jaime Chávez Ramírez.

A principios de 45 fue Secretario de la recién fundada II Escuela Politécnica del Ecuador con S/. 800 mensuales, siendo rector Luciano Andrade-Marín Baca y bajo el asesoramiento de la Misión francesa.

A fines del año ascendió a Funcionario técnico del Servicio Cooperativo Interamericano bajo los auspicios de la Unesco. Allí laboró diecisiete años hasta 1961 que el Servicio dejó de funcionar. Principió ganando mil seicientos sucres mensuales y terminó en seis mil quinientos.

En 1947 dio a la luz “El Texto educativo” en 138 págs. destinado a dar orientación para la elaboración y uso de textos educativos. El 48 adquirió una casa en la Carchi y Benalcázar, altos de la loma de San Juan, que reformó totalmente y aún habita.

El 49 editó “El material didáctico” en 80 págs. e ilustraciones, en colaboración con el Ayudante Técnico Luis Soria.

En 1951 asistió como miembro del Servicio Cooperativo a las Conferencias Interamericanas de Educación y Cultura celebradas en Lima, donde se aprobó el I Plan de Extensión de la educación primaria para todos, que fue adoptado por la Unesco para que los países concedieran mayores presupuestos al ramo de la educación. José Blast Gimeno fue designado Asesor de la Conferencia para el Ecuador y Carbo le una gran ayuda en Quito.

En 1954 salió “Ejercicios del Lenguaje” texto para el tercer grado en 128 págs. El 57 dio a la publicidad “Ensayos de aplicación del test de inteligencia Pieron” en 110 págs. traducción y ensayo de aplicación del mencionado test, creado por el Psicólogo francés Henry Pieron. El 60 “Aritmética” texto para el tercer grado de las escuelas primarias en 164 págs. y poco después “Aritmética” para el cuarto grado y “Didáctica para la Aritmética”.

Entre 1961 y el 63 fue Director del Instituto Nacional de Capacitación del Magisterio con S/. 6.000 mensuales y realizó la planificación para la titulación de los maestros con cursos a nivel de todo el país. Entre el 63 y el 68 dirigió el Departamento de Planeamiento Integral de la Educación, hoy Dirección Nacional de Planificación y concurrió a la V Conferencia Interamericana Cultural realizada en Maracay, Venezuela. El 66 recibió la Medalla al Mérito Educacional de Primera Clase.

En 1968 el Ministro de Educación Alfonso Arroyo Robelly le envió a la VI Conferencia Interamericana Cultural efectuada en Puerto España, capital de Trinidad -Tobago y logró que la central de la CIESPAL (Centro Internacional de formación de periodista para la América Latina) permaneciera en Quito.

En 1976 publicó con Ermel Velasco “Antecedentes y realizaciones de la investigación Psicopedagógica en el Ecuador” obra de compilación y síntesis muy valiosa en 282 págs. El 83 “Mejoramiento cualitativo del rendimiento de la Educación Media” en 115 págs.

Jubilado pero no retirado, seguía atendiendo su cátedra en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Central. Su estatura baja, tez blanca, pelo castaño, ojos café claros, contextura menuda.

Su influencia en la educación nacional del siglo XX siglo no ha sido bien estudiada aún, sus actuaciones al frente de varios Departamentos del Ministerio y su incesante labor en pro del mejoramiento de los programas de estudio del país, así lo acreditan. Falleció en Quito lugar de su residencia.

JUAN MODESTO CARBO NOBOA

INVESTIGADOR. – Nació en Guayaquil el 23 de Julio de 1890 y fueron sus padres legítimos Juan Modesto Carbo Amador, Colector de la Junta de Sanidad en 1907 durante la epidemia de fiebre bubónica que asoló el huerto y Tomasa Noboa Baquerizo, guayaquileños.

El segundo de una larga familia patriarcal compuesta de trece hermanos, ninguno de los cuales contrajo matrimonio para poder cuidar a la mamita hasta el final de sus días. I ella vivió muchos años.

Su tía Mercedes Carbo Amador le enseñó las primeras letras. Para el Incendio Grande de 1896 viajaron a Daule, donde permanecieron varios meses pues habían perdido todos sus bienes. En 1897 fue matriculado en el Colegio de San Luís Gonzaga, primeramente dirigido por el Canónigo José María Santistevan Plaza y luego por los Hermanos Cristianos. Luego realizó la secundaria en el Vicente Rocafuerte. Fue el mejor alumno y se graduó de Bachiller en Filosofía el 1 3 de Abril de 1 909 sin perder Jamás un solo punto. Su profesor de Ciencias Naturales, Francisco Campos Rivadeneira, premió su devoción al estudio y le consiguió el nombramiento de Profesor agregado en esa materia.

Movido por su deseo de servir a la humanidad doliente ingresó a la Facultad de Medicina y sobresalió de inmediato entre los mejores alumnos. En 1913 colaboró en el Boletín de Medicina y Cirugía y el 7 de abril de 1914 se licenció y la Junta Administrativa de la Universidad de Guayaquil le nombró interno de la Sala San Vicente del Hospital General y prosecretario de ese establecimiento, donde actuó en varias ocasiones como Secretario encargado y solo tenía veinte y cuatro años de edad.

En 1915 colaboró en la revista “Ciencias y Letras” con artículos científicos y conquistó el codiciado Premio Julián Coronel de Clínica interna por ser el mejor alumno en esa materia, consistente en un hermoso reloj de oro tipo bolsillo con su cadena del mismo metal. I en ausencia de Coronel le reemplazó en la Sala San Vicente.

También actuaba en otros campos de la medicina. Era Jefe del Laboratorio de Bacteriología de dicho Hospital donde se aficionó a la investigación científica. Ese año colaboró con un artículo largo “Un caso raro de Paraplejia de Erb” que presentó al I Congreso Médico Ecuatoriano realizado en Guayaquil en 1915.

En Enero del 16 fue designado Médico suplente de la Sala Santa María del Hospital de niños Alejandro Mann porque desde estudiante le agradaba ejercer dicha especialidad conjuntamente con su amigo y compañero de estudios el Dr. Francisco de Icaza Bustamante.

Desde el 1 de Septiembre logró la titularidad en dicha Sala donde permanecería medio siglo sirviendo a la niñez. Examinaba con detenimiento, charlaba y finalmente dejaba un consejo y la receta. Era el clásico médico de familia, amigo querido, respetado y hasta confesor de secretos peroa medida que trauscurrían los años se fue quedando obsoleto.

El 20 de Mayo había alcanzado el doctorado en Medicina y Cirugía con cincos primeras equivalente a Muy Sobresaliente. Su maestro, el Dr. Coronel, que le quería y apreciaba como a hijo, quiso enviarlo por su cuenta a especializarse a París. Modestito le agradeció emocionadamente el generoso gesto pero decidió quedarse, sacrificándose en aras de la tranquilidad económica de sus padres y hermanos que no tenían lo suficiente para vivir y puso su Consultorio en la Avenida Olmedo.

Otros de sus maestros, el Dr. José Ramón Boloña Rolando, le designó Profesor sustituto de la cátedra de Parasitología y Medicina Legal, desempeñando durante sus primeros diez años del 16 al 26, las siguientes materias: Medicina Legal, Parasitología, Moral Médica, Patología General, Semiologia, Patología Interna, Clínica Médica Pediátrica, Psiquiatría, Clínica Psiquiátrica y en los siguientes veinte años, del 26 al 46, Patología Tropical y Clínica Médica Tropical.

En 1918 se convirtió en uno de los más asiduos colaboradores que tuvo en nuestra ciudad el sabio investigador japonés Hideyo Noguchi, de quien aprendió numerosas técnicas como la preparación de los caldos de cultivo, etc. y para la solemne inauguración de la Columna del centenario de la independencia el día 9 de Octubre, tomó la palabra con los Drs. Juan Bautista Arzube Cordero y César Borja Cordero.

Entre el 22 y el 23 aparecieron en diversas publicaciones científicas varios artículos suyos escritos en francés, idioma que había aprendido con los Hermanos Cristianos de esa nacionalidad en el San Luís Gonzaga, comentando hechos y personajes relacionados con la medicina.

En 1922 comenzó a enviar artículos al diario “El Telégrafo” y a los “Anales de la Sociedad Médico Quirúrgica del Guayas” sobre temas científicos y de actualidad, con presentación de cuyes, colecciones experimentales de hictero hemorrágicas, etc. pirexias tropicales, diagnóstico bacteriológico de la fiebre amarilla, nuevos casos de lectopirosis astenoalgia, el síndrome cefaplégico de Fernández Figueira en el Ecuador.

En eso de la fiebre amarilla siguió el error de su maestro Noguchi que confundió esa enfermedad con la leptospira hictero hemorrágica hallada en Guayaquil y que en ciertos casos puede coexistir con la fiebre amarilla, siendo dos enfermedades parecidas pero con un origen totalmente diverso. La Leptospira se origina en una bacteria y la fiebre amarilla en un virus, que para entonces no podía ser observado con el microscopio común a base de electrones de luz y fue recién en 1930 con la invención del microscopio electrónico a base de fotones y con una potencia miles de veces mayor que el anterior, que se logró observar los virus, aislarlos y trabajar con ellos, pero dada la pobreza de nuestro país el microscopio electrónico con un costo elevadísimo solo pudo llegar al Ecuador en la década de los años 1950.

En 1925 publicó dos casos de Leptospirosis hictero hemorrágica ecuatoriana, Etiología del dengue y algunos casos de Deptorísis Astenoalgica en Guayaquil.

El 27 falleció su padre y tomó a cargo el sostenimiento económico de su extensa familia, a la que no abandonaría jamás, pues le correspondió enterrar a todos sus hermanos menos a uno. Por eso y por su bondad increíble, ha sido calificado acertadamente de santo laico. Fue, pues, un hijo y un hermano sacrificado y totalmente responsable. En 1928 recordó a Noguchi al conocer su muerte en el Africa Occidental a causa de la mordedura de un macaco previamente infectado.

Estaba en la plenitud de su vida, considerado un joven pero experimentado          investigador,

especializado en enfermedades tropicales. Disponía de un vehículo marca Ford modelo Coupe, color café, capota alsable, con el que se trasladaba a visitar a sus pacientes y que usó hasta los últimos días de su dilataba vida, convirtiéndose en una figura conocidísima y hasta folklórica de la ciudad por eso su carrito se guarda actualmente en los patios del Museo Municipal, como prueba de los méritos y virtudes cívicas de su propietario.

En 1929 tomó la palabra en los funerales de su maestro el Dr. Coronel y fue citado por el Profesor E. Brunmt, Decano de la Facultad de Medicina de París, en el capítulo correspondiente a las Espiroquetas en general, del tomo V de la “Nouveau Traite de Medicine” de G. H. Roger, F Widal y P. J. Teissier, obra monumental de veintidós volúmenes. En 1930 el Profesor A. Petit también le citó en L’ estudes des Spirochetides”.

Esta fue su mejor época, pero de aquí en adelante se comenzaron sus temas y manías recurrentes propias de una personalidad monomaníaca.

En 1933 alarmó a la ciudadanía con un artículo periodístico indicando que había descubierto un brote de fiebre amarilla pero fue contradicho por el Dr. Alfredo Valenzuela Valverde quien aclaró debidamente el asunto, también por los diarios, manifestando que solo se trataba de casos de infección a causa de Leptospirosis en su forma hemorrágica, enfermedad más bien benígna.

Tras la revolución del 28 de Mayo de 1944 y al producirse la excusa del rector de la Universidad Dr. Rafael Mendoza Avilés, que ascendió a otra posición, se encargó del rectorado como Decano más antiguo y colaboró en la redacción del proyecto de la nueva Ley de Educación.

En Febrero del 47 dio a la luz sus descubrimientos sobre “El Germen específico del cáncer” en una página entera del diario El Telégrafo, lo que causó una enorme conmoción nacional, indicando que tras muchos anos de investigación había logrado aislarlo al microbio. Era – según su teoría – un parásito protozoario, de la clase esporozoario, al que denominó Carcinozoom Aequatorianum por cuanto dicho organismo no había sido anteriormente descubierto por ningún científico y como era lógico, adolecía de nombre y tampoco había sido clasificado científicamente.

Para colmos el cáncer venía a ser una enfermedad contagiosa, resultante del tumor formado por la acumulación irregular de celulas producida por la toxina que generaba el gérmen. El tratamiento debía ser quirúrgico para extirpar el tumor y sus raíces, luego había que combatir el gérmen – ya debilitado por la extirpación del tejido en que habitaba, a base de los nuevos antibióticos que estaban apareciendo y llegando a los mercados del mundo.

Tan certeras afirmaciones atrajeron numerosos comentarios dentro y fuera del país. Varias publicaciones internacionales insertaron sus conclusiones como no podía ser de otra manera, viniendo del Decano de la Facultad de Medicina de una Universidad casi centenaria, pero la teoría microbiana no encajaba en la etiología de la enfermedad y al no hallar eco en los medios científicos, empezó a sentir el embate de sus colegas y terminó por renunciar al decanato y a las cátedras, tal la reacción contraria que ocasionó su error.

Indudablemente que en sus tumores de laboratorio pudo hallar en múltiples ocasiones, parásitos, microbios y bacterias, pero de allí a que hubieren originado esos tumores, hay mucho trecho. Fue una equivocación de buena fe, propia de un maniático pues vivía obsesionado por sus experimentos.

El 49 dio a destiempo un estudio largo sobre “El Germen específico del cáncer” con numerosas fotografías de tumores pero su hora había pasado; sin embargo, la investigación del cáncer continuó siendo su obsesión permanente, una especie de monomanía que no le abandonaba jamás. Pasaba jornadas enteras hasta la medianoche encerrado en su laboratorio de la Dirección Nacional de Sanidad, auxiliado económicamente por María Luisa Luque Rohde de Sotomayor, quien le permitió adquirir caballos y conejillos de indias así como un refrigerador para depositar los tumores, fruto de sus inoculaciones a dos caballos. Tantos años de agotadores esfuerzos en pro de la verdad sin embargo no rindieron frutos apetecidos pues le hacía falta el equipamiento moderno y sofisticado que ya se conocía (el microscopio electrónico)… quizá si hubiera vivido en un medio económicamente más desarrollado, en contacto con otros científicos y mantenido por alguna Fundación. I tenía talento y vocación suficientes pero trabajaba solo y en un país pobre y subdesarrollado.

El 50 mi abuela Ángela Yépes Baquerizo de Pimentel se empezó a quejar de una molestosa llaga en el paladar. Llamado el Dr. Carbo, que era su primo por Noboa, tras examinarla detenidamente, declaró que era un cáncer que recién le estaba comenzando. Mi mamá casi se muere de susto, no así mi abuela a quien le había comenzado la arterio esclerosis y se daba poca cuenta de la gravedad del diagnóstico. Esa misma noche hubo Junta de dos médicos, como entonces se acostumbraba, quienes ordenaron que había que cambiarle la plancha (dientes postizos) que por quedarle grande le había provocado la lastimadura y con unas tocasiones de violetas de genciana se fue la llaguita, mi abuela superó “el cáncer” y mi mamá recobró su natural tranquilidad, pero Modestito (como cariñosamente le decíamos en familia) jamás se enteró de todo esto y hasta parece que olvidó el dictamen y a la paciente.

En 1952 denunció la existencia del dengue en Guayaquil, enfermedad que reapareció en 1990 aunque en su forma más benigna, la no hemorrágica. El 53 constituyó la Junta Cívica de Guayaquil con Francisco Arízaga Luque y Rafael Mendoza Avilés entre otros “patricios”.

El 7 de Noviembre de ese año el Congreso Nacional expidió un honrosísimo Acuerdo por su labor. Su figura amable y patriarcal y su carrito que ya no tenía pique ni velocidad y solo desarrollaba hasta treinta kilómetros por hora, le hacía parte importante de la ciudad, bien es verdad que los choferes de la urbe le cedían respetuosamente el paso, evitando dificultades y hasta colisiones, pues como sufría de escoliosis pronunciada, apenas si podía mantener la cabeza erguida y casi ni se le veía al volante, de tan inclinado que estaba. La prensa nacional se hizo eco y menudearon las felicitaciones.

Como anécdota paso a contar que años después, encontrandome una tarde en la calle Chimborazo a la altura de Luque, vi como el policía de tránsito veía venir con horror el carrito del Dr. Carbo Noboa a treinta kilómetros por hora y pensando no sin razón que se le haría difícil frenar, paró el tráfico en ambas esquinas y se volteó para darle paso preferencial, lo cual causó mucha gracia a los transeúntes, que terminaron aplaudiendo la inteligente medida. Realmente que a esas alturas el carrito del Dr. Carbo Noboa era un peligro público, pero cosa rara, nunca tuvo un accidente debido a la bondad de los conductores.

En 1955 recopiló sus publicaciones en “Los Gérmenes específicos de los cánceres” en 166 págs. con numerosas fotografías, libro que pasó casi desapercibido.

El 62 ya tenía un nuevo tema: el de la religión y escribió en “El Universo” un curioso artículo titulado “Ninguna dignidad es superior a la Virgen María” y otro sobre “La reafirmación de la doctrina de la Virgen y el Concilio Vaticano II” (que recién se estaba celebrando en Roma) que fueron aplaudidos únicamente por su antiguo amigo el Cardenal Carlos María de la Torre, quien le felicitó por telegrama.

Durante el homenaje que la ciudad rindió a Pedro Carbo ese año, con motivo del centenario de fundación de la Biblioteca Municipal, tomó la palabra al pie de la estatua y en nombre de la familia, pero no habló de Carbo ni de la importancia de la Biblioteca sino de otros temas intrascendentes. Dijo que en 1851 su bisabuelo el Presidente Noboa había dispuesto celebraciones nacionales con motivo de la adopción del dogma de la Inmaculada Concepción y explicó el porqué la vecina Basílica menor de la Merced goza del privilegio de tener siempre abiertas dos de las tres puertas, asunto realmente baladí, que causó una negativa impresión en los oyentes.

Varios caballeros liberales radicales que se habían dado cita en el parque por ser un acto de honor al ínclito Carbo se morían de las furias. José Carbo Puig llegó a decir que el homenaje se había despersonalizado, que el criterio liberal de su familia estaba en franco retroceso y que cuando se inauguró el monumento a principios de siglo, quien tomó la palabra por la familia fue su padre el Dr. José María Carbo Aguirre que describió los méritos de don Pedro y sobre todo hizo énfasis en su buena doctrina como entonces solía mencionarse a la ideología liberal radical, pero el asunto no pasó de allí dado el respeto y cariño que inspiraba el orador. Otro pariente aseguró que nadie podía disgustarse con Modestito porque era un ángel de caridad y el ser más bueno de la ciudad. Dicho criterio, enunciado sin ninguna malicia, reflejaba fielmente el consenso popular sobre sus virtudes. Ángel de amor, recalcó una dama. Protector de sus hermanas viejas, solteras, enfermas y desvalidas agregó otra que se las picaba de erudita conocedora del medio, era profesora municipal y por añadidura fea y próxima a jubilarse.

Le conocí muchísimo porque había sido el médico de cabecera de mi abuelo Juan Luis Pimentel Tinajero hasta su muerte por derrame cerebral el 47 y de mi abuela Ángela Yepes Baquerizo fallecida 53, y conocía de su profunda religiosidad, de suerte que no me extrañó su discurso – sermón en esa fecha.

En 1963 fue nombrado Vicepresidente de la Comisión Finlay en el Ecuador y al mismo tiempo un numeroso grupo de choferes muy respetuosamente le solicitó autorización para poner su nombre a una Cooperativa de Transporte que estaban formando. Tal su popularidad entre el pueblo. I como el bondadosísimo galeno no se la negó, comenzaron a proliferar los taxis Carbo Noboa con su efigie en el vidrio posterior.

El 66 recibió la Medalla Municipal al Mérito Cívico equivalente al título de “El mejor Ciudadano”. El 68 defendió desde “El Universo” las garantías constitucionales de la Junta de Beneficencia. El 70 trató en “El Telégrafo” sobre la peligrosa iniciativa del Congreso para lograr la extinción de las entidades autónomas de finalidad social. El 71 renunció en el Hospital Alejandro Mann tras cincuenta y cinco años de continuos servicios y se acogió a una merecida Jubilación. Se dijo que la mayor parte de su esfuerzo lo había obsequiado en su consultorio a la numerosa clientela que atendía gratuitamente y como médico sin sueldo de los Asilos Manuel Galecio, José Domingo de Santistevan y Calderón Ayluardo.

El 72 recibió la Medalla de Oro al Mérito institucional de la Sociedad Filantrópica del Guayas. Estaba anciano, más encorvado que nunca y pasaba momentos difíciles. Muertos sus hermanos, solo sobrevivía Rafael, muy menor, pues se llevaban casi veinte años de diferencia; por eso se sentía solo, como perdido.

Desde hacía mucho tiempo ocupaba un departamentito de madera en la esquina suroeste de la Avenida Olmedo y Chile que llegué a conocer; se subía a un corredor donde estaba una hermosa y antigua pila bautismal de mármol italiano color blanco. En la sala los muebles de esterilla que alguna vez habían sido de lujo ya eran vejeces rotas las esterillas, casi inservibles. En una esquina un busto espléndido del Presidente Diego Noboa también en mármol de Carrara y el resto nada, aunque hermosas ampliaciones de fotos familiares, tanto o más antiguas que su dueño, ornaban las paredes de la sala (Ignacio, Manuel, José Toribio, Diego María, Alejandro, Pedro José Noboa) ¿Qué se habrán hecho? Posiblemente se perdieron cuando su hermano Rafael murió años más tarde de reblandecimiento cerebral y nadie las reclamó.

Por eso, en los años setenta, la soledad en que vivía le fue apretando dentro de una ciudad que había cambiado tanto que ya no era la suya. Salía muy de mañana a sus visitas domiciliarias que en ello fue quizá el último médico que las practicó con el Dr. Rafael Mendoza Avilés, y regresaba a eso de las ocho de la noche del consultorio. Ya no investigaba, le faltaban fuerzas, pero a pesar de que seguía visitando pacientes hasta los fines de semana y como casi no cobraba, estaba más pobre que nunca.

Una hernia inginal, que con el tiempo se le fue pronunciando, limitaba sus movimientos y le provocaba dolores. Sus amigos médicos querían operarle, finalmente cedió a tanta insistencia y entró a la Clínica del Seguro pero estaba tan decaído que falleció sin agonía el 15 de Septiembre de 1973, de agotamiento físico o quizá del corazón, mientras dormía plácidamente el sueño de los justos.

Tenía ochenta y tres años de edad y había sido parte de la historia chica de la urbe. Todos le conocían y aún hoy se le recuerda. La figura recortada en su carrito. Pequeña estatura, piel canela clara, ojos negros profundos, pelo cano pero no tanto como sus grandes bigotes blancos, que por fumar cigarrillos marca El Progreso de los de envolver en papel de arroz se le fueron tiñendo de amarillo.

Atentísimo con todos especialmente con damas y niñitos. Además, muy servicial, pues era de los que salía a comprar las medicinas a la botica más cercana si no había “caballeros” en la casa, para que el paciente mejorara enseguida. Tenía el trato de nuestros mayores que era cortés sin afectación ni rayano en exageraciones. Ellos poseían delicadezas hoy olvidadas y finuras propias del antiguo régimen que hasta podrían calificarse de cortesanías.

Cuando saludaba con el sombrero que solo dejó por los años cincuenta decía siempre “Mucho gusto mi señora – y repetía – mi señora” para dar cierto énfasis al acto. A mí solía decirme “Como sigue el niñito” y me tomaba en brazos y cosa rara, nunca le tuve temor alguno, lo que no me ocurría con otros galenos que entraban con la inyección lista y en actitud decidida a vacunarnos.

Como era desprendido vestía mal, casi siempre temos de casimir negro que con el tiempo se habían enverdecido, pero sus camisas eran limpísimas y tan blancas que brillaban con la luz, sobre todo el cuello y puños que siempre tenía impecables, duros, almidonados. Alguna vez debió gastar novia porque no era misántropo pero nadie lo recordaba. Poco después de su muerte la Municipalidad le entregó a su hermano Rafael la condecoración post mortem “Estrella de Guayaquil” reservada solamente a los jefes de estado. El 15 de Junio de 1976 como Concejal del Cantón me correspondió colocar su retrato en la Galería de hombres ilustres del Museo Municipal, pero el mejor homenaje que le tributó el pueblo fue asistir masivamente a su sepelio y allí alguien dijo “Fue todo un hombre, el último médico de familia, católico practicante, grande por su modestia, siempre hizo honor a su hermoso nombre”.

El Dr. Eduardo Ortega Moreira en su recopilación de trabajos sobre la Fiebre Amarilla en Guayaquil manifiesta que los primeros médicos que se ocuparon de esa peste desconocían su agente causal, pensando que se trataba de la espora volátil de un hongo que infectaba el ambiente a través de las miasmas delectéreas en los climas húmedos y cálidos. De allí que el Dr. César Borja Lavayen llegó a establecer una Geografía del contagio entre los trópicos de Centroamérica, el Caribe, Colombia y Venezuela. En sus Apuntes sobre la epidemia de 1880 que él llamó de Fiebre Aduanera por haberse iniciado en esos recintos a la llegada de unos fardos envueltos en telas de yute procedentes de Siam donde posiblemente vinieron prácticamente de contrabando algunos mosquitos infectados y luego en su carta al Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos de Lima, diferenció la Fiebre Amarilla de la Fiebre Aduanera, aunque ambas son muy parecidas. Ahora se sabe que la Aduanera es una Leptospirosis Hictero hemorrágica. Por otra parte desde 1881 el Dr. Carlos L. Finlay desde Cuba, había establecido que el agente trasmisor de la Fiebre Amarilla era el mosquito, llamado Stegomya Calopus o Fasciata, pero solo fue en 1902 cuando el Dr. Ronald Rosse demostró el contagio del paludismo por el mosquito, que la tesis de Finlay comenzó a ser aceptada en el mundo científico. En 1918 se produjo la venida a Guayaquil de la Misión Rockefeller con el sabio Hideyo Noguchi, quien equivocó al agente causante de la Fiebre Amarilla como quedó dicho y cuando surgieron serias dudas sobre su trabajo, pidió que le enviaran a Lagos en el África, para seguir investigando sobre el particular.

Entre 1925 y el 32 Carbo Noboa investigó numerosos casos de fiebres asegurando que su maestro Noguchi estaba en lo cierto. Fue, pues, de los últimos médicos en el mundo en sostener ese error. Posteriormente cambió sus investigaciones hacia el cáncer y pensó que podría tener un origen microbiano o bacteriano. No disponía entonces y creo que nunca, del microscopio electrónico compuesto de fotones, que permite ver a los virus y que recién llegó aGuayaquil después de la II Guerra Mundial, aunque fue perfeccionado en 1926 y lanzado al mercado mundial desde 1930, pero su labor investigativa realizada sin ayuda de ninguna clase, con una tenacidad y paciencia a toda prueba, con un desprendimiento de tiempo y dinero verdaderamente heroicos, le acredita superlativamente como patriota, medico e insigne investigador nato.