CAMPOS YÁNEZ LUIS MIGUEL

ESCRITOR.- Nació en Guantánamo, Cuba, el 7 de Noviembre de 1960. Hijo legítimo de Luis Campos Martínez, antropólogo y humanista, y de Alicia Yánez Cossío, novelista. Ambas biografías pueden ser consultadas en este Diccionario.

Como su familia paterna era propietaria de tierras fueron perseguidos y tuvieron que salir de Cuba. El cuarto de una familia de cinco hermanos, en Quito creció en un ambiente intelectual rodeado de libros, revistas y desde pequeño jugaba con la colección Billiken en la casa de la calle Madrid. De cinco años aprendió a leer en solo dos meses y a partir de entonces decidió ser escritor. Las primeras novelas que leyó le impresionaron mucho: “María” de Jorge Isaac y “Amelia” de José Mármol y “como las heroínas morían, me dio alta fiebre y temí por mi vida” pues su inconsciente le asimilaba a las figuras femeninas de ellas. En su casa existían libros hasta en los baños y por eso leyó de todo, desde Shakespeare hasta los griegos y el siglo de Oro español.

Asistió a la primaria en la escuela Borja II Los Andes, de los hermanos Maristas. “Mi profesor de Gramática, el hermano Teófilo Diez, me enseñó a amar el idioma y cuidar la gramática. Leía todos los días pero tenía pocos amigos. A partir de los doce años tomé la disciplina de escribir cuatro horas diarias, anotaba fábulas y empecé a formar una novela. También escribí mis primeros cuentos, que enseñaba a mi padre, quien opinaba que eran malos, pero los guardaba. “En el tercer curso mi padre fue a pedirle al profesor que no me envíe deberes, y como no le hizo caso, entonces me cambié al colegio Einstein donde él era profesor y descubrí la posibilidad de refugiarme en las salas de cine.”

El 77 trabajó varios meses en la librería “Librimundi” con gran éxito. “Vendí mucho pero me cansé”. El 78 asistió a un Programa de Intercambio estudiantil en los Estados Unidos. Vivió cinco meses en el pueblo de Badhase, Michigan y se regresó a Quito en mitad del año lectivo, desilusionado del ambiente que allí encontró.

El 79 culminó sus estudios en Quito, reescribiendo en clase su novela- fábula “La zorrilla del Cañaveral” que presentó como monografía para graduarse de Bachiller. El argumento es autobiográfico y se desliza a través de dos historias (una zorrilla y un joven, perseguidos ambos, en el primer caso por una jauría de perros en el cañaveral y en el segundo por sus propios compañeros y profesores debido a sus inclinaciones homofílicas) como es de suponer el asunto se volvió escandaloso y atrajo infinidad de comentarios pues en Quito aún se vivía mas épocas pacata en materia sexual.

Ingresó a la Facultad de Antropología de la Universidad Católica, pero a los tres años se aburrió debido a la politización allí reinante y porque cuestionaba a sus compañeros y prefirió retirarse pues es de aquellas personalidades fuertes que sin embargo no luchan para cambiar el entorno sino que lo abandonan.

Mientras tanto se había ayudado en el pago de los estudios mediante trabajos en el Centro de Investigaciones para la Educación Indígena CIEI donde percibía S/.        800 mensuales por

escudriñar en las Bibliotecas de los jesuitas de Cotocollao y Municipal de Quito, así como en el Archivo Nacional de Historia, todo lo concerniente a la historia de los indígenas, a través de relatos de ellos mismos, pues dichos testimonios son los únicos válidos para desentrañar sus puntos de vista. El programa funcionó hasta el 86 mediante contrato con el Ministerio de Educación, ese año se rescindió por mutuo acuerdo y se suspendieron los trabajos. “Por entonces seguí varios cursos de paleografía en el Banco Central, que a decir verdad, no me sirvieron de mucho’’

Entre el 81 y el 82 tomó clases de idioma italiano y habiendo sobresalido entre sus compañeros ganó una beca por dos años para estudiar Cinematografía en Roma, mas al cabo de los dos primeros meses de vivir en esa capital, fue notificado por la Cancillería que su beca era sólo por dos meses y tuvo que volver, no sin antes conocer Marruecos.

El 82 editó en la Casa de la Cultura su novela psicológica “Precipitación a la alborada, a raíz del estupor que produce un cuarto oscuro” en 236 páginas, con sus experiencias en los Estados Unidos. El libro había sido escrito el 77 y recibió los más elogiosos comentarios de la crítica, especialmente de Hernán Rodríguez Castelo, quien saludó a un nuevo escritor ecuatoriano.

Ese año ingresó a la Facultad de Historia de la Universidad Católica de Quito pero terminó siendo echado por revoltoso pues armaba discusiones conceptuales y hasta ganó una elección estudiantil.

El 83 tiró los libros por la ventana y decidió vivir la vida de puertas para afuera, de manera que viajó por Francia y España varios meses, estuvo en Bayona, investigó en el Archivo de Indias de Sevilla y en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Madrid y queriendo ser actor de cine habló con los directores Carlos Saura y Mario Camus, pero no llegó a concretarse nada aunque el segundo le ofreció hacerlo su asistente, sin sueldo al comienzo.

“Entre el 83 y el 84 trabajé con Enrique Ayala Mora y con Arturo Andrés Roig, hice para ellos una recopilación de materiales con todo lo escrito sobre Estética en el Ecuador y Teoría artística y como también tenían un convenio con una revista inglesa para escribir sobre algún militar, estudié a Carlos Montúfar.”

“En Abril del 84 publicó un libreto de carácter subversivo y polémico: “Obra infantil no apta para niños” en 41 paginas y numerosos dibujos, más bien un ensayo en prosa escrito en forma de teatro basado en “El Cuento de Federico” de su autoría, que había montado para un grupo de amigos centenares de veces, en Hospitales, Casas de Hogar y Orfanatos. Esta publicación le motivó a seguir escribiendo, especialmente para el teatro.

En Septiembre editó su drama “Juana de Jesús” cuyo lanzamiento se efectuó en el coro de las religiosas del monasterio de Santa Clara. La obra tiene 60 páginas y se desarrolla a través de diez personajes enclaustrados y el frío como permanente estado de ánimo en toda la obra. De este drama se ha dicho que “nuestras letras han llegado a una cumbre” pues intervienen hasta los coros; coincidencialmente, mientras preparaba el acto de lanzamiento descubrió en una de los claustros y medio abandonado y sucio, un óleo antiguo con la efigie de Sor Juana de Jesús, religiosa mestiza quiteña del siglo XVII, sobre uno de cuyos episodios de vida se basa el drama, y desde entonces se ha expuesto dicho óleo a la veneración de los fieles. Su drama se origino en un encuentro casual del Diario del padre Antonio Fernández Sierra, confesor que escribió sobre la vida de la monja Juana de Jesús. Dicho Diario fue plagiado casi en su totalidad y con pésimo estilo por el jesuita Santa María, quien ha venido apareciendo hasta hace pocos años como el descubridor de las virtudes de la citada madre Juan de Jesús.

Campos Yánez entró en tal estado de emotividad con dicha lectura que escribió en solo diez días las sesenta páginas de su obra y obtuvo por primera vez el franco y decidido reconocimiento de su padre, que siempre fue su más estricto y hasta despiadado crítico. Hernán Rodríguez Castelo le calificó de joven brillante con destellos de auténtico talento, inconfundible sabor a vida y brillantez narrativa.

El 85 inició varios trabajos de investigación histórica y habiendo presentado su novela “La zorrilla del cañaveral” rescrita el 82, al Concurso convocado por la Sociedad Ecuatoriana de Escritores, obtuvo el segundo puesto, pero no pudo publicarla inmediatamente por el rechazo que produjo su crudeza y sinceridad en los círculos tradicionales que seguían considerando todo lo relacionado con el sexo y más aún a la homosexualidad, como un tabú social.

En esos días escribió su novela más querida y que quizá jamás publicará “El Hermes de Praxísteles” en 248 páginas y se dio cuenta por primera vez que la literatura no es contenido sino forma – al revés de la historia – y compuso una teoría a base de juegos de estructuras.

Como investigador a contrato con el Museo del Banco Central por S/. 8.000 mensuales, recopiló durante ocho meses numerosa documentación relacionada con la Capilla de San José del Tejar y especialmente con la Casa de Ejercicios vecina y escribió un ensayo en aproximadamente 80 páginas. “Con Támara Estupiñán estudiamos después a la familia Martínez. Ella hizo sola la parte relacionada con la historia de la propiedad. Yo escribí las biografías, es decir, la casi totalidad del libro, que después salió con su nombre, como tesis doctoral. Juan Freile Granizo corrigió todo con estilo ampuloso y literario y así se publicó por cuenta del Banco Central”. Cuando Luís Miguel se enteró en el comedor del Banco, durante un lunchn, cómo iba a salir a libro, le reclamó a Tamara, se armó un fuerte cruce de palabras que terminó sonora “Chirlazo”. El escandaló llegó hasta la subgerencia General era donde se maquinaba estos bochornozo asuntos (plagios, apropiaciones de trabajo de investigación, etc.) pero todo lo taparon y no sucedió nada.

Fruto de esos meses de trabajo son los siguientes ensayos que mantiene inéditos: 1) “Génesis y decadencia de una familia republicana:     los

Martínez”, 2) “Luis A. Martínez y los tres gozos” biografía en 1 50 páginas, dividida en capítulos: a) Gozo de la soledad, b) En la Utopia, y c) Gozo en la Muerte (viudez y depresión final) y 3) “Catálogo del Fondo Martínez del Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador”, que entregó al Dr. Irving Zapater para su publicación por el CIC – Quito y que éste, como era su costumbre, guardó para publicarse algún día.

Para esa fecha había salido de la Facultad de Historia por problemas con el Decano el padre Manuel Corrales Pascual ya que este sacerdote peca de acartonado por sus estructuras anacrónicas y se dedicó a escribir hasta el 86 numerosas tesis de Licenciatura en la U. Católica, graduando con honores a muchos estudiantes.

Fuera del Banco Central y de la Universidad Católica se llenó de teatro y literatura y compuso su “Medardo” que presentó en la sala de teatro Estudio – Escena con enorme éxito. Es un monólogo, el poeta suicida Medardo Angel Silva se dirige a su madre, narrándole en verso prosado lo que acontece en su interior; desdoblándose en cuatro personalidades: el niño, el adolescente desesperado, el fantasma de Medardo Angel Silva que regresa a aclarar las causas de su muerte aparentemente inexplicable a no ser por que comprendió en todo su horror su morfinomanía y el muchacho Punk que representa a la generación de 1980 que ve la destrucción nuclear del mundo, “mata esta noche a Medardo, dile que la vida en Ecuador, no es para él, que 1980, son solo para adultos”, versión contemporánea del drama intimo que mató al poeta, a quien se le iban cerrando todas y cada una de las puertas de la esperanza. Su “Medardo” fue representado por el actor Adolfo Macías, quien declaró que actuar en este monólogo es algo parecido a caminar sobre una cuerda floja con las manos en los bolsillos o a tocar las variaciones rítmicas de un piano: se requiere una tensión permanente, pero sin perder en ningún momento el control ni la espontaneidad necesarios. Pieza imaginativa, texto elaborado a la manera de un collage sobre la base de un ritmo sostenido utiliza a la palabra como elemento de la repetición constante y fuerza dinamizadora de la obra, por eso se le puede llamar un texto o un Apocalipsis con personajes.

Su autor tuvo que dirigirla preocupándose hasta de los efectos de la escenografía y la música y como había dejado todo a un lado, contó con todo el tiempo libre y pudo hacerlo.

“He abandonado los horarios, los jefes y los oficios para darme de lleno a este nuevo quehacer. Un giro de noventa grados, urgente y necesario en la evolución de todo ser humano. Nada me importa caer, darme con la piedra o tropezar cuando la caminata recién comienza. He querido en todos mis actos, en los de antes y después, ser siempre yo mismo, en la tormenta y también en el sueño. Vivir con intensidad la piel de mis personajes, de mis héroes, de mis santos y mis mártires, es la meta mas grande a la que haya podido aspirar…” y como para quien piensa y siente así, nada hay de extraordinario que pueda superar a su vida misma, siguió como un poseso escribiendo obras y ese año salieron de su pluma: “Miguelito eres tú” que trata sobre una pareja que inventa cosas para no aburrirse, a través de diálogos cotidianos y absurdos, muy a lo lonesco.”Cumbia”, obra con treinta personajes, donde racionalizó su método teatral y por eso es la que más le agrada de todas las suyas. Cada personaje narra su historia, que por coincidencia se origina en su mito. La chica principal “tenía un zoológico encantado con bosques de azafrán y animales del bestiario: pero todos, todos ellos, del dragón a la gárgola, eran de frágil cristal – Necesidad tenía de un guerrero, con unicornio de plata, que adentrarse en el zoológico pretendiera, para a las bestias de su virginidad domarlas (sic.)

Cuando se representó “Cumbia” la crítica puso el grito al cielo y hubo protestas, quejas, dijeron que era un atentado contra el buen sentido estético del teatro, una burla a los métodos tradicionales de los genios Stanislavski, Brecht y otros, que adolecía de muchos defectos, que los personajes no estaban caracterizados, que los actores no sabían qué hacer ni qué decir y por eso cada uno hacía y decía lo que le daba la gana y por último, que el director y escritor (Campos Yánez) había cometido un serio desacato contra las artes teatrales. Mas, el hecho de revolucionar las técnicas tradicionales con guiones extraños y argumentos fuera de lo común, le convirtió en el más controvertido dramaturgo de la novísima generación, en el innovador genial que tanto está necesitando el teatro ecuatoriano y por ello cada una de sus obras ha despertado los más enconados sentimientos.

El 86 finalmente logró editar en la Casa de la Cultura “La Zorrilla del cañaveral” en 194 páginas, historia de unos escolares que condicionados por un castrante sistema educativo, llegan a fabricar un subterfugio con el cual escapar de la realidad; sin embargo, pese a los intentos, terminan por ser atrapados y obligados a adoptar los modelos de la normalidad. Las páginas dulces y grises con las que el autor desenmascara a una sociedad nunca antes analizada en ese contexto, de oscuras connotaciones más bien sexuales, pretenden evidenciar la realidad vivida por un escolar, desde su primer día de clase hasta el último, en el que decide abandonar fantasía para comenzar a luchar en el mundo de los hombres”.

Campos Yánez se situó entre los grandes por la novedad del tema, libertad de tratamiento, ataque a los tabúes sexuales y de cualquier otra índole, presentándose como un ser comprometido con la libertad y solidario con sus semejantes, raro ejemplo de escritor de estilo seguro, que cuenta dos historias al mismo tiempo, una de humanos y otra de animales, que al final se funden en un solo personaje ante el estupor del lector, en razón de las mismas experiencias en dos mundos primitivos (la llamada civilización y la naturaleza bravia).

También fue del 86 su obra de teatro: “Devuélveme la Música”, con 60 personajes y 5 escenografías sobre la vida de la gran poetisa María Ramona Cordero y León, a) Mary Corlé, que envió a los Concursos de teatro de la Universidad Central y Católica y quedó finalista en ambos, pero no obtuvo el primer premio porque los Jurados opinaron que es imposible de representar dada la magnitud de escenarios y cantidad de los actores; realismo mágico, superposición de la realidad cotidiana al sistema de vida neoclásica cuencana. Su argumento es poético y simbolista: La poetisa tiene un moreno amante imaginario de apellido Cuesta y aquí entra la parte mística, pues ella obtiene su amor entregando a cambio el don de su poesía; al final, arrepentida exclama: Devuélveme la música … ! pero mientras tanto Ramona enfrenta al cura Terán Centeno que condena su poesía calificandola de indecente. Su personaje tiene vida propia, el ambiente clerical de Cuenca está bien recreado y la música se constituye en la columna vertebral de la obra a través de una banda del pueblo que anuncia y termina cada acto, ingresando por la puerta del teatro y situándose a un lado del proscenio.

Del 86 igualmente es su farsa para teatro “La Marujita Donoso se ha muerto de leucemia” que escribió en sólo dos horas y por simple divertimiento. La farsa se desliza a través de tres actoras que representan a Quito, Cuenca y Manabí, sentada en un cómodo sofá de la sala de cualquier casa, a chismear frente a una mesa de té, mientras una amiga común se encuentra en agonía. Al final suena el teléfono y reciben la mala noticia, se deprimen, pero vuelven a tocar temas baladíes y aquí no ha pasado nada. La obra no ha sido publicada pero es algo especial. La Marujita se estrenó finalmente en 1990, fue un sonado éxito y desde entonces se viene representando en todo el país porque es una obra nimia y hace reír, constituye una caricatura de tres regiones distintas y porque no toca temas sexuales, que como se sabe, siguen siendo inconfesables en nuestra sociedad burguesa, atrasada y tonta. De paso como en realidad existía una dama con ese nombre y apellido y que de paso estaba sufriendo un proceso canceroso, hubo que quitarle el apellido a la protagonista, quedando en solamente “La Marujita” así a secas.

Enseguida escribió otra novela, pues se empezó a entusiasmar por el género policiaco y salió: “La muerte del contenido” en 150 páginas, donde el asesino es la lingüística; pero, de eso se entera el lector en el capítulo final si descifra un acertijo o formula lingüística, pero se requiere de mucha chispa para llegar a tal descubrimiento. El 87 hizo un receso en sus escritos después de “La Marujita” y “La Muerte” atacado de surmenage debido principalmente a que no podía domar sus demonios interiores y estuvo tres meses dedicado a leer vidas de santos, de niños mártires, y encontró en el pasaje de San Sebastián, joven de diez y seis años asaetado por orden de un Pretor romano y ayudado a bien morir por Fabiola, un capítulo digno de las teorías de la iglesia de la Liberación. Su San Sebastián se desarrolla en el mundo contemporáneo, aún inédita, consta de 1 1 cuadros y 5 personajes, y su autor, ingenuo como joven inexperto, cometió la debilidad de enviarla al Congreso de la Casa de las Américas en La Habana, donde tan burdos críticos – enseñados únicamente a premiar a los desvergonzados aduladores del sanguinario tirano Fidel Castro – ni siquiera le contestaron, aunque se han de haber admirado de su talento indiscutible, al tiempo que en Ecuador ganaba con ella uno de los Premios del Concurso Nacional de Teatro de la CCE.

Ese año entró a trabajar al MAAC, realizó una labor de investigación de metodología y presentó un amplísimo Informe sobre la implantación de un modelo educativo en la población indígena en doscientos colegios.

Con tal motivo también publicó un texto de “Gramática del Uso “ e incursionó con un ensayo innovador en procedimientos lingüísticos y teatrales titulado “Forma del teatro de Forma”, creación verdadera en su género.

El 88 adaptó la novela de su madre “Mas allá de las islas” al teatro, en sólo cinco días, pero no la llegó a presentar porque después de cinco meses de ensayos, el actor principal, José Ignacio Donoso, se salió de la obra. Entonces escribió un ensayo sobre la “Autoeducación Indígena Alternativa” y con motivo de la visita a Quito de un grupo alemán para filmar una coproducción germano – ecuatoriana sobre el viaje de Humboldt por el territorio quiteño, solicitaron sus notas sobre Carlos Montúfar y como gustaron mucho, le fue ofrecido el papel de dicho prócer y pudo, al fin, después de varios intentos, trabajar en el cine y ser actor.

En Diciembre editó “Tetragrama” en 28 páginas y en verso, obra épica – histórica contada por cuatro mujeres tejedoras del tiempo, que narran la historia de la Audiencia de Quito a través de asuntos de identidad nacional. Intervienen como personajes Baltasar Inga, Mariana de Jesús, el padre Juan de Velasco, Manuela Cañizares y las dos hijas del prócer Rodríguez de Quiroga que presenciaron su asesinato en el interior del Cuartel Real de Quito. Tetragrama” demuestra que nuestra Patria si tiene pasajes de suprema heroicidad y no como se ha venido repitiendo, que su destino es meramente agrícola; pero, a pesar de ser una obra de carácter esencialmente patriótico, aún no se ha podido llevar a las tablas.

El 89 comenzó a colaborar en el Consejo editorial de la revista “Aleph”, publicación quiteña trimestral, de acción ecológica, donde mantuvo varias columnas, unas con su nombre y otras sin firmar. En ella ha tentado los comics subversivos con su personaje americo-latino y soluciones alternativas no ortodoxas sobre la Deuda Externa, las situaciones Hombre-Mujer, los Empleos; etc.

También se dedicó a escribir guiones para la TV: 1) La sopa de piedra, sobre un relato de su madre y 2) Yo vendo unos ojos negros, a medias con su madre y abandonó la novela, no así el teatro, que le parece un género difícil y fascinante por la complejidad y rapidez de sus situaciones.

Por esos años contrajo matrimonio con Maria Aspiazu Nebel, hermosa, culta, inteligente y divorciada de Salame, con dos hijitas a las cuales Luís Miguel aprendió a querer como propias, haciendose querer. De esta unión nació su hija Baltasara, pero el matrimonio terminó en divorcio a los tres años cuando Maria viajó a los Estados Unidos. Durante un tiempo Luís Miguel cuidó a la niña y para subsistir se dedicó a cocinar y a vender tamales pero la daba mucha vergüenza. “Yo cocino con amor, la cosa es que no tenía ni para el litro de leche de la niña” que fue reclamada por su mamá y ahora vive con ella en el gran país del norte, a donde Luís Miguel la visita una vez al año.

Entonces volvió a escribir para la televisión nacional y así salió la serie titulada “Las Zuquillo” que se pasa en la sierra los domingos de noche. También tiene otra serie titulada “Mamá ¿Porqué soy fea? Protagonizada por Travestidos. Ha adaptado para el cine la novela de su madre “Sé que vienen a matarme” sobre la vida de García Moreno. “El gran propósito de la cinta era motivar una discusión académica que no se dio”.

En eso comenzó a sentirse mal de salud e investigada la causa resultó ser un tumor maligno, estuvo malísimo pero tras varios meses de tratamiento sanó al punto que logró vencer a la enfermedad.

Alto, blanco, delgado, pelo largo y café, ojos de igual color y miopes. Usa lentes y denota menor edad que la que tiene. Su conversación es sagaz, alegre, intelectual, variada. Es uno de los más importantes escritores del país por su profundidad psicológica, novedad temática, complementando su estilo con un excelente humor que salta en todos sus pasajes y es otra de sus facetas primordiales.

Tiene muy avanzada “Las Voces anónimas” especie de autobiografía imaginativa que espera terminar este año, “Lectura al Día” que ha entregado al librero Grossman de Quito para su publicación y es una Guía muy completa con especializaciones.

Jorge Dávila Vásquez ha escrito que la obra teatral de Luis Miguel contiene diálogos de gran riqueza, está poblada de sugerencias y fluye normalmente con frescura y vitalidad. Las situaciones son apasionantes y los enfrentamientos se llevan con equilibrio, sin excesos. La imaginación es el rasgo más saliente y los recursos escénicos constituyen parte activa de una autentica renovación. Le apasiona la música y hasta da su vida particular a sus piezas. La utilización de la poesía enriquece y vigoriza el lenguaje de las obras, como se puede juzgar en todo lo que a escrito.