HUMANISTA.- Nació en Guayaquil el 24 de Julio de 1841.- Hijo legítimo del Dr. José Antonio Campos Barrón (1805-1884) abogado recibido en Quito en 1828, Vicerrector del Colegio Seminario de Guayaquil, Secretario del Cabildo y de la Gobernación del Guayas, Diputado a los Congresos de 1835, Subsecretario del Ministerio del Interior y Relaciones Exteriores en 1861, Juez principal del Consulado del Comercio, Gobernador del Guayas, Ministro Juez de la Corte Superior de Justicia de Guayaquil que presidió en varios períodos, “ilustrado jurisconsulto y uno de los hombres más notables de la época,” y de su prima hermana María de Jesús Coello y Barrón, guayaquileños de gran religiosidad, a ambos les venía una antigua tradición de cultura a través de médicos, anticuarios y bibliógrafos en la colonia por sus ancestros de Barrón y Ruiz.
Hijo mayor de una familia compuesta de catorce hermanos, creció en la casa de sus padres en Las Peñas y estudió en el San Vicente del Guayas con gran aprovechamiento. En 1857, de diecisiete años solamente, emprendió su primer viaje a Europa. Su madre le había criado para poeta y su padre para jurisconsulto. Cruzó el istmo de Panamá a caballo y en un bergantín enfiló a Génova. En Roma ingresó interno al tradicional Colegio Americano, fue presentado al Papa Pío IX, conversó con él y terminó recibiendo su bendición. Este tipo de educación clásica y religiosa gravitaría en su futuro; pues, nunca, a pesar de la sorda pugna existente en su siglo entre ciencia y fe, dejaría de ser un católico practicante.
Los domingos salía a casa de su tutor, un honesto comerciante que tenía una hija quien solía tocar al piano, a la cual amó como buen romántico honesta y silenciosamente, pero dado su temperamento ordenado no creyó caballeroso causar un problema a la familia. A esta damita, su primer amor, haría aparecer en su novela de carácter fantástico denominada “La Receta” con el supuesto nombre de Sara, relatando las aventuras de un hombre centenario que descubre a Guayaquil devastada por los cataclismos.
El joven Campos “era un criollo de frente tersa coronada de cabellos rubios y ojos celestes, ingenuos y ávidos, su labio inferior ligeramente saliente, por eso sus compañeros en Roma le apodaban el español de Guayaquil. Estudió con ahínco diversas materias e idiomas de manera que recibió una excelente educación” pero no se doctoró en Medicina o en Derecho, carreras que le hubieran permitido ganarse la vida honesta y provechosamente en su Patria.
Antes de volver escribió una carta a su padre solicitando permiso para emprender un largo viaje. Con la respuesta recibió una letra contra un banco de Paris y pudo recorrer Italia, Suiza, Francia e Inglaterra.
En la capital francesa observó con asombro las obras de modernización ejecutadas por el barón Huissman de orden del Emperador Napoleón III y adquirió numerosos libros de las ediciones de Didot y Lemerre en la orilla izquierda del Sena. En Londres observó con curiosidad que ya no se viajaba tanto en diligencia pues el ferrocarril las había reemplazado exitosamente. También se percató de la importancia del desarrollo de las fábricas, las máquinas y la educación. Antes de su regreso paseó por Escocia e Irlanda y se embriagó de poesía, finalmente conoció el sur del continente sudamericano en 1863 pues su regreso fue por Argentina y Chile tras casi siete años de ausencia.
Al día siguiente de su vuelta a Guayaquil hubo elecciones, se formaron dos bandos, sus amigos de Las Peñas le incitaron a unírseles, sus primos Coello a tomar partido por la candidatura oficial. Se negó en ambos casos. Pasó la mañana bañandose y leyendo un largo artículo de Montalvo. Por la tarde observó con horror que la caballería disparaba contra los miembros de los clubes electorales. Hubo varios heridos, sintió asco de esto que llamaban la política. Lo que había que hacer era enseñar y escribir, de manera que para conocer bien a su Patria decidió trasladarse al interior del país, tratando de captar en detalle la forma de ser y de pensar del pueblo, en síntesis, su idiosincrasia.
Pero tal joven, con su educación y cultura no podía pasar desapercibido y Pedro Carbo, presidente del Concejo Cantonal, le llevó a ocupar la dirección de la recién fundada Biblioteca Municipal, a poco también le nombraron profesor de Matemáticas y Física en el Colegio Seminario cuyo rector era el Presbítero Luís de Tola y Avilés, sacerdote caduco de ideas, aunque inteligente, laborioso y de fuerte temperamento. El 4 de Diciembre de 1867 participó en la sesión inaugural de la Junta Universitaria del Guayas y redactó el proyecto de Reglamento Interno para el funcionamiento de la primera Facultad, que fue la de Derecho.
El 68 renunció a la Biblioteca para aceptar el rectorado del Colegio San Vicente del Guayas que ejerció durante un año pues el Colegio fue dado a los jesuitas por el gobierno centra, conjuntamente con las cátedras de Física y Astronomía, concibiendo el proyecto de dar a la luz algunos apuntes sobre estas materias. El 69 publicó como texto “Elementos de Física y Astronomía” en 212 págs cuya segunda edición es de 1878 en 174 págs. El 70 comenzó a colaborar en “Los Andes” escribiendo crónicas de sabor científico a lo Camilo Flammarion o leyendas a lo Ricardo Palma.
Estaba casado con su deuda Manuela Rivadeneira Olvera, matrimonio feliz con numerosos hijos. El 71 ejerció la secretaría del Banco Nacional y dedicó a sus padres una novela sobre el drama del cristianismo que denominó “Plácido,” ingenua y romántica en la vuelta al clasicismo, con sabor de juventud y poesía y en estilo fresco que le mostró “hábil para el relato, de fe denodada y limpieza en la forma artística” y se publicó por entregas en “La Esperanza”, luego salió en la Imprenta de Calvo y Cia. en 211 págs. La segunda edición apareció a destiempo y por entregas en 1898 en la revista Guayaquil, en 336 págs más bien como una muestra de arqueología literaria pues su tema, por el exotismo en que se mueve, era ajeno a la realidad que se vivía en nuestro país.
En 1871 era Inspector Escolar del Guayas conjuntamente con el notable anticuado Ignacio Casimiro Roca Molestina. En l874 fue designado miembro de la Sociedad Humanitaria del Guayas, entidad dedicada a realizar obras de beneficencia. En dicha institución también estuvieron Tomás Gagliardo, Pedro Pablo Carbó, Rafael Guerrero González, Belisario Boloña, Luís S. García, Jerónimo Avilés Aguirre, Miguel Valvede Letamendi, Rafael Caamaño y Cornejo, Francisco Avilés y Antonio Elizalde entre otros, pero la Sociedad no duró por mucho tiempo, y colaboró en “El Porvenir Nacional”. Entre el 75 y el 76 fue director y redactor de “El Comercio de Guayaquil.”
Con el asesinato de García Moreno salieron los jesuitas del San Vicente y ocupó el rectorado el Canónigo Carlos Alberto Marriot Saavedra pero solo actuó hasta finalizar el año lectivo. Entonces fue reemplazado por Campos, que dirigió el curso del 77.
El 20 de Abril instaló por segunda vez la Junta Universitaria de Guayaquil y la presidió en su calidad de rector del Colegio; en Octubre logró que comience a funcionar la Facultad de Medicina y el Colegio de Obstetricia y dirigió la Junta hasta el 4 de Agosto de l.878, siendo reemplazado por el Dr. Francisco Xavier Aguirre Abad.
El mismo año 77 formó parte de una sociedad con su cuñado y con Pablo Indaburo Ortiz que adquirió a Belisario González Benítez la empresa de baños de mar del Estero Salado. Importaron una pequeña locomotora y su vagón que entró al servicio en Julio del 78 pero se accidentó e inutilizó a poco. Los socios no se dieron por vencidos, se endeudaron con una segunda locomotora financiada por la Casa Luzarraga, que pronto llegó al puerto, pero el acreedor se hizo cargo del negocio por la deuda, terminando la sociedad.
El 77 publicó “Viaje por la Provincia de Guayaquil” en 16 págs escrito en forma imaginaria y novelesca, con noticias, historias, tradiciones, crónicas antiguas, biografías y datos estadísticos pero no siendo propiamente un historiador, los datos que aporta son conocidos y hasta superficiales. El 78 editó “Viaje de Guayaquil a Cuenca” en 94 págs con noticias igualmente superficiales del Ecuador interandino y desempeñó la secretaría de la gobernación del Guayas hasta 1880 que se trasladó con su esposa a los Estados Unidos y a Europa. Por entonces colaboraba en el diario “La Nación” de Juan Bautista de Elizalde Pareja.
De regreso en 1881 escribió para el periódico “El Comercio” con José Matías Avilés Giraud, con el notable filólogo panameño Ramón Pérez Pareja y apareció su obra “De Guayaquil a Washington”, páginas descriptivas y panorámicas dentro del género naturalista, muy del gusto de entonces, relacionadas con su reciente viaje.
En 1884 falleció su ilustre padre, recibió una herencia disminuida que para colmos no supo conservar y fue primer redactor de “El Telégrafo.” Allí apareció su Galería Biográfica. El 85 dio a la luz un folleto necrológico titulado “A la memoria del Dr. Francisco X. Aguirre Abad” en 11 págs reimpreso al año siguiente en la Corona Fúnebre. Entre Campos y Aguirre había existido una gran amistad nacida al rescoldo de un parentesco político. Ese año dio a la publicidad su hermosa “Galería biográfica de hombres célebres ecuatorianos” en 111 págs. de gran utilidad pedagógica en su tiempo con datos sobre cada personaje pero sin las interioridades tan necesarias para conocer sus motivaciones y pensamientos, así como “Viajes por Inglaterra, Escocia e Irlanda” donde consta su leyenda de Rixdener y Vercingetorix.
Se le consideraba un humanista. No tenía enemigos y su figura era conocida y respetada no solo en la ciudad si no en el país. Modesto, educado, amable, la frente alta, el bigote bien cortado, el brío de los ademanes prestigiaban su señera presencia.
En 1886 ascendió a la presidencia del Concejo Cantonal de Guayaquil y de inmediato dispuso el ordenamiento del histórico archivo de la ciudad, especialmente en lo tocante a las Actas del Cabildo que personalmente separó a buen recaudo, clasificando la mayor parte de la documentación que yacía hasta entonces como una masa informe en un viejo armario de la casa consistorial.
También proyectó la dotación de agua potable convocando a una Junta de Notables y formando una comisión técnica y económica, elevó un Informe al Congreso indicando algunas reformas y solicitando ciertas prerrogativas como el aumento de dos Concejeros más para atender los ramos de beneficencia, cárceles, obras municipales, ornato, fábricas, instrucción pública, alumbrado, terrenos municipales y matadero. Igualmente para dotar con una renta al Presidente del Concejo, a fin de que pudiera consagrarse por completo a las labores administrativas a su cargo, una autorización para gravar y reglamentar la matanza de ganado menor, otra para que pudiere vender fajas de terreno y rectificar calles, facultad para crear fondos destinados a la canalización y desague, reducción del impuesto a la policía rural y comenzó la labor de localización de una fuente de aprovisionamiento de agua para la ciudad, que finalmente se logró encontrar en el sitio Agua Clara, en las estribaciones occidentales de los Andes, etc.
Meses después aparecía su “Informe sobre Agua Potable” que suscribió con Teodoro Wolf y Fernando García Drouet, obtuvo un préstamo en el Banco Hipotecario garantizado con emisión de bonos municipales y el trazo y la colocación de la red de cañería hasta Durán, la instalación de la red subfluvial para lo cual tuvo que traer al país buzos especializados, la colocación de los aljibes en la cumbre del cerro y su sistema de bombeo. Las obras continuaron hasta que el 7 de Julio de 1892 se logró inaugurar el servicio de agua potable, obra de vital importancia para la salubridad de nuestra urbe, pues con anterioridad el líquido se repartía en barricas y toneles y por ello el índice de morbilidad era elevado. Entonces la Juventud le dijo: “Hijo de Guayaquil, predestinado para llevar a cabo una gran idea. Habéis resistido con fe y abnegación de mártir y por eso os declaramos vencedor.”
Era el perfecto ciudadano, ejemplo viviente de lo que la cultura europea podía hacer en los americanos y por su formación tradicional de liberal católico figuraba en política como Progresista. El 18 de Septiembre de 1887 propuso que con motivo de las fiestas octubrinas se realice una función de teatro a fin de iniciar una colecta para levantar en el malecón de la ciudad, una columna que perpetuara la memoria de ese gran día (9 de Octubre de 1820) conforme habían sido los deseos de la Junta Superior de Gobierno del Estado Libre de Guayaquil, según decreto publica el 13 de Octubre de 1821 en El Patriota de Guayaquil. La feliz iniciativa del Presidente del Concejo dio el resultado anhelado y se creó el Comité Columna Nueve de Octubre que estuvo integrado por importantes personalidades de la urbe quienes lograron que el Concejo Cantonal de 1891, presidido por el Dr. Pedro José Boloña Roca, aprobara por unanimidad un proyecto presentado el 15 de Julio de dicho año, en que se proponía una columna de bronce y mármol para conmemorar la gloriosa gesta.
El 19 de Diciembre del 87 dictó la Ordenanza de creación de la Junta de Beneficencia Municipal que reemplazó a la extinta Sociedad Humanitaria del Guayas, procediendo a su instalación el 29 de Enero de 1888 y le asignó una pequeña subvención anual. Originalmente eran treinta y cinco miembros honorarios y sin sueldo (tres natos y treinta y dos designados por el Concejo Cantonal) El Cabildo les entregó la administración del Hospital General, el Manicomio Vélez y el Cementerio General. Como antecedentes cabe mencionar que Campos había logrado el 8 de Agosto anterior, que el Congreso Nacional reforme la Ley de Régimen Municipal para la creación de la Junta que pasó a ser una institución privada de servicio público bajo la dirección de Eduardo Manuel Arosemena Merino, Francisco Fernández – Madrid y Guillermo Terán como Inspector y Subinspector del hospital, respectivamente, y empezaron a menudear las donaciones, de manera que pronto la Junta cobró fuerza y aumentó sus áreas de trabajo, que no eran meras caridades sino servicios asistenciales, como hasta hoy ocurre.
En 1887 también publicó el “Informe del Presidente del I. Concejo Cantonal al Jefe Político” en 97 págs considerado un importantísimo estudio histórico y socio económico de la ciudad, contiene las invasiones piráticas, pestes, incendios y otras calamidades, así como las principales obras públicas y monumentos históricos, con la lista de los Presidentes del Concejo Cantonal a partir de Olmedo en 1820, cuadros estadísticos de la producción y otras noticias. Por esta publicación así como por las obras del Agua Potable y por la fundación de la Junta Municipal de Beneficencia ha sido considerado el ejecutivo municipal de mayores logros en nuestra vida republicana enell siglo XIX siendo el Ing. León Febres Cordero.
En el siglo XX su paso también sirvió para publicar entre el 87 y el 88 en la Gaceta Municipal su “Diccionario Geográfico y Biográfico Ecuatoriano” que se anunciaba monumental pero que solo llegó hasta la letra G quedando lo restante inédito y a estos originales debieron referirse los editores de las “Lecturas” en 1931 cuando advertían que Campos era poseedor de una ilustración poco común y que nueve décimas partes de todo cuanto escribió seguía inédito. Nosotros hemos tenido la rara fortuna de ver encajonados millares de cuartillas, agregaron.
Igualmente colaboró en el semanario “El Guayas” y en “La Palabra”, editó “A través de los Andes”, leyenda histórica formada con materiales y episodios del tiempo de la conquista en 90 págs. y “El Castillo de Mislis” novelina que apareció por entregas en La Nación, sus “Estudios sobre el Calendario” donde lució erudición en matemáticas, historia y astronomía y “Un Cuaderno histórico sobre los Concilios Ecuménicos” posiblemente trabajado desde su época estudiantil en Roma. También colaboraba en el diario de la tarde “La Opinión”, de formato pequeño y a dos columnas.
Durante la presidencia de su amigo personal el Dr. Antonio Flores Jijón sirvió de consejero al régimen. En l.889 ocupó la Jefatura del cantón y al poco tiempo reemplazó a José Toribio Noboa Baquerizo en el Ministerio de Hacienda, trabajando en los proyectos de Acuerdo de Conversión de la deuda externa y del Ferrocarril.
Al renunciar a dicha cartera le fue ofrecido un cargo diplomático en Europa, que no pudo aceptar pues ya no contaba con los medios económicos necesarios para esos lujos; sin embargo, volvió a la Jefatura Política y al desempeño de la Visitaduría fiscal. I a la par de estas funciones meramente burocráticas, prestaba sus servicios gratuitamente a la “Sociedad Protectora del Cuerpo de Bomberos” desde 1890 hasta 1920 que se retiró por vejez.
En 1893 dio a la luz los “Programas de Instrucción secundaria que sostendría en certamen público la señorita Aurelia Palmieri” y en “El Globo Literario” apareció por entregas “La Receta” o relación fantástica que trata sobre un experto en física, astronomía y matemáticas que consigue en Austria cien gotas de un elixir mágico que permite dormir durante cien años. El protagonista cierra los ojos en 1892 y los abre en 1992 maravillado de ver los adelantos ocurridos durante un siglo en Guayaquil que Campos presentó al lector. Su visión de lo que sería nuestra ciudad en esa fecha, una ciudad con submarinos en la ría y tranvías en las calles, un segundo malecón en el Estero Salado y un puente sobre el río Guayas, todo lo cual causó la natural sensación y revuelo que era de esperarse en una ciudad tranquila y alejada de las novedades y descubrimientos científicos. El 99, la editó en 107 págs con un recuerdo amistoso a su amigo Aurelio Noboa Baquerizo.
Del 94 son sus “Narraciones fantásticas,” recopilación de sus artículos de ciencia ficción con la fantasía que después distinguiría a G. H. Wells, con anticipaciones científicas a lo Julio Verne, que recogió en 119 págs
y tuvo gran éxito porque fueron muy al gusto de la curiosidad de la gente. De allí que a los pocos meses, en 1895, se formó una “Sociedad de Amantes de las Ciencias” bajo los auspicios del Dr. Alcides Destruge Maitín, en la que Campos fue Presidente de Honor.
Igualmente el “Compendio Histórico de Guayaquil desde su fundación hasta el año de 1820” en 256 págs. Imprenta de la escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica, que cronológicamente constituye el segundo estudio histórico realizado en Guayaquil pues el primero corresponde al padre Jacinto Morán de Buitrón. Esta obra de Campos le muestra conocedor de la historia de González Suarez y de la documentación del archivo municipal de nuestra ciudad que debió revisar a profundidad, contiene noticias sobre los tiempos prehistóricos, la conquista y colonia, así como una lista de las invasiones piráticas, incendios y otras calamidades sacados de las Actas de Cabildo, los Cantones, parroquias y recintos, la denominación de las calles, las principales obras públicas y monumentos históricos, los Corregidores y Gobernadores en la colonia y república, los Presidentes de Concejo desde Olmedo en 1820, cuadros estadísticos de la producción y otras noticias.
Ese año escribió en la sección editorial y en las páginas del diario “El Imparcial”, comenzó a colaborar en la revista semanal de literatura y artes “Guayaquil” que dirigía el Dr. Cesáreo Carrera Padrón.
Pocas horas más tarde de producida la revolución del 5 de Junio de 1895 los alumnos del Colegio San Vicente del Guayas asaltaron las habitaciones del Canónigo José María de Santisteban Plaza, al grito de “Abajo los clérigos, las misas y confesiones”, pusieron su sotana encima de una mesa y le prendieron fuego con gravísimo escándalo social cuando se regó la noticia por la ciudad pues se trataba de un agravio a la persona del señor rector del plantel. Comprendiendo que la teocracia había concluido en el Ecuador éste presentó su renuncia y no volvió al rectorado. Los mismos alumnos fueron a la casa del jefe Civil y Militar Ignacio Robles y Santisteban, a solicitarle que designe un nuevo rector y éste formó una terna para reemplazar a su pariente, a saber: 1) Dr. Felicísimo López, 2) Francisco Campos, y 3) Ramón Matheus.
El 7 de Julio fue llamado por el Ministro General de la revolución liberal para proponerle formalmente el rectorado pues el Dr. López estaba excomulgado y hubiera sido mal recibido su nombramiento. Campos aceptó y cuando en Agosto renunció Luís Felipe Carbo y Amador a sus funciones como Ministro de Instrucción Pública, fue llamado a reemplazarlo pues formaba parte de su grupo liberal (también llamado de los partidarios del desaparecido don Pedro Carbo) encargandose en Septiembre y por dos semanas, de los Ministerios del Interior y de Relaciones Exteriores.
Su designación fue política pues Alfaro no quería romper con el ala liberal moderada pero las diferencias ideológicas se hacían cada vez mayores pues mientras los radicales eran masones y anticlericales, los liberales tradicionales aún usaban escapularios, aunque no aceptaban la ingerencia de la iglesia en política. Por esta razón su paso fue corto y precario en los ministerios y volvió a ocupar el rectorado del San Vicente.
Fiel a su programa científico y positivista – tan en boga durante el siglo XIX – dio impulso a las ciencias naturales y fundó los Museos de Zoología, Botánica y Mineralogía. El 10 de Octubre inauguró el Observatorio Metereológico y se empeñó en sacar los “Anales del Colegio San Vicente” (1)
En el San Vicente del Guayas enseñaba las materias de Retórica Poética y Literatura, suprimió el confesionario y la comunión obligatoria, subsistiendo la misa dominical y las clases de religión, lo que originó nuevos reclamos y protestas de los alumnos que deseaban un laicismo a raja tablas, hasta que dichas misas también fueron suprimidas con la cátedra de religión incluida.
Su labor fue sumamente provechosa en el San Vicente del Guayas pues llenó el tiempo que el alumnado dedicaba a prácticas memorísticas y piadosas propias del anticuado
dogma católico con clases científicas e instructivas, así como también con clases experimentales pues creó las cátedras de Física y Química con sus respectivos Laboratorios que importó de Paris, adquirió una imprenta con buena prensa y surtidos tipos e impuso el método inductivo de pensamiento lógico al revés del antiguo método deductivo propio del dogmatismo del Concilio de Trento de 1563.
En Noviembre del 1895 el Presidente Eloy Alfaro le reconoció una pensión mensual de cien pesos para aliviar en algo su situación de severa pobreza. En 1899 editó el diario “El Cóndor” de esmerada redacción y ameno material informativo. Lamentablemente el 27 de Noviembre de ese año un voraz incendio declarado consumió la manzana entera donde funcionaba el plantel, llevándose el edificio del teatro Olmedo y la iglesia de San José y por supuesto también el Colegio, que allí venía funcionando desde 1851 con repetidas ampliaciones a fin de optimizar sus servicios. Mas, como el flagelo había comenzado en un edificio algo distante al del plantel, los alumnos internos pudieron darse el tiempo necesario para salvar la biblioteca, el museo, los gabinetes de física y química y el archivo de la secretaría.
(1) El San Vicente del Guayas en 1900 pasó a ser llamado Vicente Rocafuerte en homenaje a su benemérito fundador, había iniciado su labores en 1842 como colegio laico. El primero existente en la República. Desde 1851 funcionó en un edificio propio. En 1869 el Presidente García Moreno entregó su dirección a los padres jesuitas, pero a su muerte volvió a manos seglares conservando las dos secciones de alumnos y de internos. En 1884 ocupó el rectorado el padre Roberto María del Pozo Marín, S.J. que al poco tiempo fue designado Obispo de Guayaquil, que renunció el rectorado en la persona del Regente y profesor de latín del plantel, el Canónigo Mateo R. Viñuela, que solo estuvo dos años, siendo sucedido por el gran poeta Numa Pompilio Llona y Echeverri. En 1888 fue Rector el Dr. Vicente Paz Carrión. El 89 le sucedió el Profesor Leonardo Aulestia distinguido maestro del colegio. El 89 se hizo cargo del rectorado el Canónigo José María de Santisteban Plaza a quien depusieron los estudiantes en Junio de 1895 como ya se expresó. |
Tras el incendio las autoridades educativas, las del Cabildo y las del Gobierno formaron una Junta Reconstructora que quedó conformada de la siguiente manera: El Gobernador del Guayas Roberto Cucalón, Luís Adriano Dillon Reina, Miguel Campodónico, Eleodoro Avilés Zerda, Gumercindo Yépes y Yépes, Emilio Estrada Carmona, y el Rector Francisco Campos Coello. Estrada quedó encargado de dirigir las obras de reconstrucción del plantel. La Junta le entregó cincuenta mil sucres que mantenía el Colegio en depósito en uno de los bancos locales y lo autorizó a manejar todo cuanto se pudiera recoger. En Septiembre de 1900 se cambió de nombre al plantel, que desde entonces se llama Colegio Nacional Vicente Rocafuerte y el 10 de Agosto del 901 se inauguró el nuevo edificio que ocupaba toda la manzana y tenía tres pisos de altura, En el primero planta baja funcionarían las clases y el amplio patio de recreo, en
el primer alto el Salón de Actos con capacidad para ochocientas personas, los comedores, la Biblioteca, el Museo de Historia Natural, el Observatorio Astronómico y una planta eléctrica con motor a gas para abastecer de energía al edificio. En el segundo alto estaban los dormitorios para el personal de vigilancia y para doscientos alumnos internos.
Campos publicó un “Informe de Labores” en 29 páginas y en 1901 renunció al rectorado, figurando con varios trabajos en la “Miscelánea Popular” que editaba en Quito Celiano Monge, así como en “La Idea” donde aparecían las Tradiciones Históricas y sus Rayos Catódicos.
Ese año 901 ingresó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua donde solamente figuraban escritores progresistas y conservadores y editó su “Viaje a Saturno” con el encuentro de un extraterrestre que invita a un científico a visitar su planeta, idea que no era nueva en nuestra ciudad pues en 1896 el joven literato Alberto Arias Sánchez había publicado “Ratos de Ocio”, colección de cuentos en los que figura “Un viaje a prueba” que trata sobre un ilusorio viaje a la luna, en una nave que se asemeja a un cóndor, inventada por un ingeniero norteamericano, en la que participa un ecuatoriano.
Durante los gobiernos de los presidentes Leonidas Plaza y Lizardo García entre 1901 y el 5 ocupó la Dirección de Estudios del Guayas, y se retiró a la vida privada a raíz del triunfo del alfarismo en Enero de 1906. En 1903 apareció su primer tomo de “Miscelánea” en 105 págs con una Instrucción de su amigo el profesor Luís Wandemberg.
Sus ideas políticas, estancadas en un liberalismo erudito y católico, estaban rezagadas y eran diferentes al radicalismo en boga que desembocaría en los años veinte en el socialismo teórico. Por eso, de allí en adelante solo colaboró en diferentes revistas y periódicos más bien culturales, instructivos y de índole no política.
Habitaba en su casa propia de Sucre y Morro con su esposa Manuela Rivadeneira Olvera y numerosos hijos, de los cuales Antonio era literato y Francisco entomólogo. La Municipalidad le tributó un grandioso homenaje, fue declarado “benemérito de la Patria y su retrato colocado en vida en la Galería de ecuatorianos notables”, también recibió numerosas condecoraciones como reconocimiento a su saber y asidua labor de progreso.
Modesto Chávez Franco lanzó la iniciativa de una colecta pública, a través de su columna en “El Grito del Pueblo”, pues era preciso sanear su casa hipotecada en un banco y había el riesgo de que la terminara perdiendo. La colecta y arrojó en poco tiempo una suma considerable que sirvió para cancelar la deuda.
En 1913 colaboró en la revista “Mundo Nuevo” con tradiciones y trozos de nuestra historia tales como “La Odisea de Orellana”. El 14 ya no podía salir a la calle por su estado de general postración, más por vejez que por enfermedad visible aunque estaba cardiaco y después de una corta dolencia falleció tranquilamente y sin asfixia a las nueve de la noche del 24 de Abril de 1916, a causa de ese mal, a los setenta y cinco años de edad y en extrema pobreza, considerado como el más ilustre de los guayaquileños de esos tiempos pero paradójicamente sin haberse integrado a la Junta de Beneficencia Municipal que él forjó, porque a ninguno de sus miembros se le ocurrió llamarlo. Así es a veces con las figura de la historia, mueren en el olvido. Su esposa e hijos quedaron prácticamente en la indigencia pero su sepelio constituyó un acontecimiento tumultuoso y en todos los semblantes se notaba la más profunda tristeza, las cabezas se descubrían al paso del cortejo que ocupaba más de tres cuadras. Se cerraron los establecimientos de enseñanza, el Concejo Cantonal costeó los funerales, el gobierno declaró duelo nacional, y se enlutaron las columnas de la prensa del país sin que surgiera una sola nota discordante, tal su fama de maestro, benefactor y hombre público, patriota sin tacha.
En 1931 apareció el primer tomo de sus obras completas bajo el título de “Lecturas del Dr. Francisco Campos” en 87 págs y se anunció nueve tomos más que nunca aparecieron y la continuación del Diccionario tan esperado.
De faz hermosa y sabia, todo en él denotaba al caballero que había pasado la vida entera en el estudio y la meditación. Amplia la frente, calvicie pronunciada, cabello castaño, ojos azules, nariz recta y grandes bigotes blancos. Su mejor obra es el “Compendio histórico de Guayaquil desde su fundación hasta el año de 1 1820” y sus mayores realizaciones la dotación de Agua Potable a Guayaquil y
la creación de la Junta de Beneficencia Municipal.
La crítica le ha asignado el sexto lugar entre los guayaquileños más importantes del siglo XIX después de Olmedo, Rocafuerte, Carbo, Aguirre Abad, y Llona, pues García Moreno constituye una línea aberrante debido a su mentalidad cavernaria, contraria a la forma democrática, amplia y abierta de ser, de sentir y de pensar de los guayaquileños.
Bien entrado el siglo XX la Junta de Beneficencia le erigió un solemne Mausoleo en el Cementerio general y años más tarde colocó un busto en bronce en los bajos de su sede principal frente a la Plaza de San Francisco.