CALLE PESANTES MANUEL J.

PERIODISTA Y LITERATO.- Nadó en Cuenca el 24 de Diciembre de 1866 y fue bautizado con los nombres de Manuel Jesús. Hijo de un vecino de Paute llamado Manuel Aguilar y abogado por más señas y de Teresa Pesantes “abnegada y gran mujer, abandonada en suma pobreza y viuda de un señor Calle. Ella se esforzó por darle a este hijo débil, enfermizo, de ojos saltones aunque pequeñitos, feo y tuerto, una esmerada educación.” En realidad el niño nunca fue tuerto pues contaba con ambos ojos, pero así le decían porque como era estrávico acostumbraba cerrar uno de ellos para enfocar mejor a las personas y a los objetos. Cuando su madre salía a trabajar, su tía Jesús Pesantes quedaba cuidándole y como era muy llorón a veces le castigaba metiéndole la cara dentro de una pipa llena de agua. Con el paso de los años al llegar a ser un famoso periodista, el mayor del país, quiso su padre reconocerlo y hasta darle el apellido, pero el escritor protestó indignado diciendo que era demasiado tarde, que ya no lo necesitaba.

Pronto ingresó a la escuela de los Hermanos Cristianos y luego al Seminario de Cuenca donde aprovechó los libros de la biblioteca para convertirse en un erudito en Historia y Literatura.

En 1881 apareció en la revista ambateña “El Átomo” su primer artículo que tituló “Romance”. El 85 y con su compañero de estudios Víctor León Vivar editó “El Pensamiento”, periódico mordaz e irreverente para con las celebridades del terruño. Por uno de sus escritos su madre lo obligó a retractarse y escribió una “Vindicación” en el estilo burlón que le serviría de distintivo para el resto de su vida. Por eso días le apodaban “El Sapo” y formaba parte de una pandilla de jóvenes poetas, músicos y cantantes que hizo historia en las calles de Cuenca, integrada por el Cusmi Remigio Aguirre, el Coco Leopoldo Márquez, el Cervini Emiliano Hinostroza. Manuel R. Balarezo después llamado el Cojo cuando perdió una de sus piernas, el Lupe Nicolás Duran, el Tocho Justo Abad, el Repe José María Astudillo Regalado, el Chagra Vicente Fajardo y el Tacacho Miguel Espinosa.

Con su amigo Víctor León Vivar comulgaban y hacían versos al mes de María, pero se daban mañas para conseguir y leían a escondidas libros prohibidos. El 87 presenció el fusilamiento del Coronel Luís Vargas Torres en una esquina de la plaza central de Cuenca y escribió unas sentidas estrofas dedicadas a su memoria que tituló “Domingo de cinco panes” que fueron cantadas por más de medio siglo con una tonadilla lúgubre.

El 88 editó “El Lamento del Poeta” poesía en dos hojas, y un escrito urticante denominado “Ojo por ojo y diente por diente o Don Manuel Flor conjugado por activa y por pasiva” en 12 págs defendiendo a su hermano Ezequiel Calle, quien había sido acusado injustamente de ser autor de una hoja volante bastante injuriosa, defendiéndose de otra escrita por el tal señor Flor, oriundo del pueblecito de Girón, que había confundido al Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba vencedor de las guerras de Italia en tiempo de los Reyes Católicos, nada menos que con el oscuro General Ignacio de Veintemilla, a quien sus áulicos, cuando era dictador, también le decían El Gran Capitán. En esta primera producción Manuel J. Calle hizo gala de conocimiento del idioma, de picardía y gracejo para contar historias hilarantes.

En esos días también fundó el hebdomadario “La Libertad” con José Peralta, Gabriel Ullauri y otros jóvenes de su tiempo, vapuleando a la sociedad cuencana, sus usos y costumbres. Entonces formaba parte de un grupo de escritores liberales – casi muchachos – que se reunían en casa de Rafael Torres Beltrán junto a Peralta, Arsenio Ullauri, Luís Vega Garrido, Joaquín Uriguen. etc. y unos más y otros menos, todos terminaron metidos en líos con el fanático Obispo de Loja, el español fray José María Masiá y Vidiella quien se creía con derecho a fiscalizar a la prensa del país, lanzando excomuniones a diestras y siniestras como si estuviera viviendo en casa propia.

En 1889 – cuando contaba veinte y tres años de edad, polemizó con su amigo Vivar pues ambos tenían el carácter inquieto y el genio irascible, entró a estudiar leyes y debido a la reproducción de una “Carta Abierta al Ilustrísimo Sr. Obispo Dr. Dn. Miguel León” suscrita por Emilio Arévalo, terminaron por expulsarlo, aduciendo que la medida se tomaba por su costumbre de burlarse y criticar a los profesores.

En 1890 mantenía una pequeña imprenta manual, con tipos de madera, en los bajos de la casa de Rafael Torres Beltrán que era liberal. José Peralta polemizó con González Suarez y le dijo que orinaba sentado como las mujeres (por una fístula que éste tenía en la parte baja del miembro viril) La noche de navidad Víctor León Vivar, su padre Víctor Vivar Ríos, David Neira y el padre de éste, atacaron con armas de fuego la casa de Torres. Calle estaba en el interior celebrando con la familia de su jefe, hubo un muerto, a los atacados los llevaron detenidos y entonces, en el colmo del castigo, fue reclutado en el ejército y hasta le siguieron Consejo de Guerra verbal por desobediencia, pero lo defendió José Peralta que logró sacarle libre, sin embargo ya no pudo continuar en Cuenca.

En Agosto de 1891 salió con dos cajas de tipos y una prensa de madera envueltas en esteras y colchones, mientras el retrógrado Masiá y Vidiella prohibía la circulación de “La Libertad”.

Calle arribó indigente a Guayaquil, pronto trabó amistad con su paisano el Coronel Belisario Torres Otoya y por su intermedio ingresó a la plana de escritores pagados del “Diario de Avisos”, y tras desempeñar diversos menesteres llegó a ganar un salario de cuarenta pesos mensuales, suma no despreciable para entonces. Ese año también formó parte de la redacción de “El Tiempo”.

El 1 de Junio de 1892 sacó el semanario “El Intransigente”, cuyo lema era “Ahora o Nunca”, en formato grande y en los talleres de la Imprenta Comercial, como tribuna de ideas alzadas contra el gobierno del presidente Luís Cordero, pero solo aparecieron cinco números a causa de la pobreza de sus redactores. El 94 en Quito, en 5 págs. “La Inmigración Negra” lectura anticlerical.

En 1895 se sumó a la revolución liberal y hasta le dieron de alta en uno de los cuarteles. Al año siguiente el Incendio Grande del 5 al 6 de Octubre le dejó en soletas y tuvo que viajar a Quito en busca de la protección del Presidente Eloy Alfaro. Allí editó “La Semana literaria del nuevo régimen” donde apareció por entregas su novela “Carlota” con pasajes autobiográficos por ser la historia de un primer amor idealizado en tono menor con la joven cuencana Eudofilia Carrión Jaúregui, que volvió a salir igualmente por entregas en la “Revista Quito”, semanario de política y literatura, noticias y variedades, que tampoco duró mucho tiempo. “Carlota” apareció por tercera ocasión en 1 899 en “El Progreso” y finalmente su autor la editó en 1900 en 165 págs. y como constituyó un fracaso por el poco interés que recibiera del público, no volvió a insistir en dicho género. De todas maneras “Carlota” constituyó un avance en la narrativa ecuatoriana, que del simple naturalismo intentó entrar de lleno al realismo, fórmula literaria más acorde con el avance de esos tiempos. “Carlota” antecedió en seis años a “A la costa” de Luís A. Martínez, donde se nota más el uso de las nuevas técnicas del realismo.

Se ha dicho que en “Carlota” vale únicamente su intensión y la espontánea belleza de su lenguaje, así como la cruda exposición de los problemas del bajo pueblo ecuatoriano y de las mujeres de vida airada. El argumento es como sigue: una ingenua serranita arriba a Guayaquil y se prostituye al no encontrar otro género de vida por la pobreza de su círculo social. Luego deja la mala vida y trata de enmendar rumbo pero es conquistada por el padre Ramón, pícaro jacarandoso, jugador de baraja y cantorzuelo, que enseguida se dio cuenta que “por haber sido de la mala vida era fácil de gozarla”. En medio de este círculo vicioso “Carlota” enferma de tuberculosis y en situación desesperada por sus hijos menores va al Hospital donde las monjitas de la Caridad la atormentan con ridículas exigencias religiosas propias de su fanatismo y falta de cultura. Finalmente muere después de haber arrastrado una vida triste y gris, de pobrezas, penurias y desazones.

Los primeros años de la Revolución Liberal fueron buenos para Calle pues le permitieron vivir intensamente y escribir mucho y bien. Por eso aparecieron en rápida sucesión “Historia de un crimen, páginas de un libro inédito” en 40 págs. primero de sus dos trabajos sobre el fusilamiento del héroe liberal Coronel Luís Vargas Torres, “Un viejo artículo y algunas reflexiones oportunas” en 24 págs, “Cuestiones del Día. Algunas palabras sobre el partido Conservador ecuatoriano” en 20 págs, “Los Dominicos italianos en la República del Sagrado Corazón” en 168 págs. donde defendió a su antiguo maestro del Seminario el entonces presbítero Federico González Suárez y justificó la actitud asumida por el gobierno contra las comunidades religiosas, especialmente contra las que estaban dirigidas por sacerdotes extranjeros, en su mayor parte españoles o italianos. “El Triunfo del Radicalismo” opúsculo histórico y “Un manojo de artículos” en 266 págs, con artículos y conversaciones familiares.

Para entonces había popularizado sus numerosos seudónimos de “Benvenuto”, “José María Dieguez”, “Seguismundo”, “Arturo”, “Un Cura, de aldea” etc.

En enero de 1898 fundó “La Revista de Quito” y tuvo de principales colaboradores a Luís A. Martínez Holguín, al poeta Julio Arboleda Armero famoso por su neurosis pues vivía sin salir de su casa en El Ejido de Quito, Celiano Monge Navarrete, Nicolás F. López, etc. donde semanalmente repartía algunos pellizcos literarios, siendo por ello esperada, temida y respetada, aunque en teoría solamente era literaria y de actualidad política. Calle era considerado el líder de los “escritores radicalistas” por su gran Inteligencia, carácter explosivo y don de mando. Su poder había crecido a la sombra del alfarismo, tomó vuelo con el placismo y era fama que hasta le escribía a éste último los mensajes presidenciales dirigidos al Congreso Nacional.

En 1897 había contraído matrimonio con Rosa Solano de la Sala Guerra, hermosa y rica copropietaria de la cervecería alemana, tuvieron seis hijas y un hijo, éste último falleció de corta edad; pero ella terminó por separarse de él porque no producía lo suficiente para el hogar y por eso se acabó el capital de ella, pero sobre todo porque no podía soportar su afición al licor iniciada desde 1906. El vulgo dio en decir que además era algo agarrado con el dinero, tenía mal carácter y cuantas veces le venía en gana le daba pellizcos sin razón alguna, solo por simple neura machista. Ella y las chicas permanecieron en Quito y él en completa soledad vivió en Guayaquil pero hay que reconocer que siempre fue un excelente padre, cariñoso y dedicado en extremo. Su hija María Luisa me ha referido, que le recuerda generoso y brindador con sus amigos, a quienes acostumbraba agasajar en casa con vinos y conservas, sobre todo con mariscos enlatados, qua prefería a cualquier otro platillo. Bromista y hasta juguetón con sus hijas, las cuidaba y mimaba en exceso, le encantaba verlas probándose los vestidos o peinándose frente al espejo y hasta llegaba a aconsejarles tal o cual adorno que a su criterio masculino les asentaba mejor. Lector incansable, cuando no estaba escribiendo leía y hasta recitaba con una bien timbrada y sonora voz de barítono, que no le iba con su constitución pequeña y debilucha. En el vestir esmerado y hasta meticuloso, siempre de casimir. Usaba camisas con cuellos y puños almidonados que cambiaba con harta frecuencia. Por las mañanas salía a las calles a oír noticias e intercambiar impresiones, almorzaba frugalmente y se quedaba a trabajar en casa cuando no se requería su presencia en alguna de las imprentas donde tenía sus artículos. Lamentablemente, tan buenas disposiciones fueron terminándose a medida que el licor minaba su voluntad.

Ese año 98 también fundó con su amigo Armero el periódico “El Diez de Agosto” y el 99 “El Progreso” ambos de corta duración. En 1899 imprimió “Unas palabras sobre el ferrocarril”, “La devoción del Sagrado Corazón” en 61 págs. y en el diario “El Progreso” que editaba con Celiano Monge fueron apareciendo numerosas semblanzas que reunió en un tomo bajo el título de “Figuras y Siluetas” con las biografías de los liberales Abelardo Moncayo, Felicísimo López, José Peralta, Francisco Hall y Manuel Benigno Cueva en 312 págs. Dentro del mismo género editó en 1900 “Juan Murillo Miró, muerto en Quito en la mañana del 25 de Diciembre de 1900, rasgos biográficos” en 29 págs. pues justamente con Murillo había redactado ese año el diario “El Quiteño” en apoyo a la candidatura presidencial de Leonidas Plaza Gutiérrez.

En 1901 salió a la luz “Señores y amigos, cuatro palabras al partido Liberal Ecuatoriano” tratando sobre el candente tema de la sucesión presidencial. Igualmente “Censuras Pueriles, algo sobre las cuestiones religiosas en el Ecuador y la conferencia de Santa Elena” en 39 págs. recogiendo sus editoriales de “El Día” de Quito.

En 1902 dirigió “La Mañana”, publicación que dio no pocas ediciones ilustradas con retratos de personajes políticos, de hermosas señoritas y numerosas vistas de diferentes lugares del país. En 1903 colaboró con el Dr. Aparicio Ortega en “El Derecho”, diario ministerial que dirigieron Teodomiro Duarte Cueva y Pedro Pablo Jijón.

Desde el mes de Marzo de 1904 editó el diario “El Radical”, de gran formato, bien impreso y escrito a seis columnas por página en la Imprenta Nacional. Ese año publicó “Un Viejo articulo y algunas reflexiones oportunas” en 24 págs. “Un manojo de artículos, folleto de mala prosa que contiene algunas observaciones acerca del episodio ecuatoriano” en 266 págs, de corte anticlerical como todo lo de esa época e “Historia de un crimen, páginas de un libro inédito sobre el fusilamiento del Coronel Luís Vargas Torres” en 32 págs. actualizando en esta segunda entrega el sacrificio del héroe esmeraldeño cuya muerte presenció en la plaza central de Cuenca en 1887, cuando contaba veinte y un años de edad.

En 1904 fue un año pródigo en libros y actuaciones porque también editó “Cuestiones del Día, actualidad política y gobierno del General Plaza” en 238 págs. y “Tengo la polémica política” en 44 págs. situaciones y asuntos meramente electorales pues apoyaba incondicionalmente la candidatura presidencial oficialista de Lizardo García, quien triunfó arrolladoramente.

En 1905 dio a la luz un pequeño libro de lectura sobre la emancipación ecuatoriana dirigido principalmente a los niños y que tituló muy a lo Ricardo Palma con el sonoro epígrafe de “Leyendas del Tiempo heroico, episodios de la guerra de la independencia”. La obra salió en los talleres del diario “El Telégrafo” de Guayaquil por cuenta de la “Biblioteca de la Juventud ecuatoriana” en 306 págs. y constituyó un éxito editorial. Ese mismo año apareció la segunda edición en Quito, la tercera salió en Madrid en 1918 y la cuarta en los Talleres Gráficos Nacionales de Quito en 1929, etc. consta de dos partes, una trata sobre los episodios y otra trae lecturas para niños. Cabe mencionar que la descripción que realiza de la muerte del héroe niño Abdón Calderón con detalles propios para la niñez por su carácter superficial, eminentemente didascálico, fue tomada durante muchos años por el vulgo como algo real, de donde nacieron los ecépticos que hasta llegaron a negar el hecho.

Ese año recibió una singular rechifla literaria pues el académico Quintiliano Sánchez Rendón, a quien había satirizado en algunas ocasiones porque era – según su criterio – un poeta mediocre y hasta ramplón – a pesar de su condición altísima de Académico de la Lengua y porque había pertenecido al derrotado partido Progresista, dio a la luz una novela de tesis socio – política titulada “Amar con desobediencia” en 637 páginas, analizando los cambios que se venían produciendo en la sociedad ecuatoriana desde el ascenso del liberalismo al poder. En ella interactúan varios personajes reales, fáciles de detectar, uno de ellos llama Malbenuto Pillastrón, deformación del pseudónimo de Benvenuto utilizado por Calle en varias de sus crónicas. I para curarse en sanidad, el buenazo de don Quintiliano puso en la primera página de su obra: Al que no le guste, que se la coma con su propio pan. I quedó muy orondo y satisfecho pues “Amar con desobediencia” desde que salió a la venta se transformó en la obra más vendida del momento, como quien dice fue un best  seller, pero desde entonces su fama se ha venido guarda abajo, al punto que en los actuales momentos nadie la recuerda y ha quedado como un monumento de arqueología político – literaria.

La buena época le duró poco a Calle, pues habiendo ascendido Lizardo García el 10 de Agosto de 1905 a la presidencia de la República, en menos de cuatro meses cayó del poder a consecuencia de la revolución del l de Enero de 1906, provocada por el General Emilio María Terán en Riobamba.

Calle había escrito muchos artículos contra de Alfaro y tuvo que viajar a Guayaquil sin un centavo en el bolsillo y lo que era peor, sin el apoyo oficial que le había permitido escribir tanto y tan bien. Entonces se volvió anti alfarista furibundo como “Enrique de Rastignac”. En 1907 publicó “Hombres de la revuelta”, su más cáustica obra, pues contiene las biografías caricaturizadas de los principales gestores del nuevo gobierno: Terán, Peralta, Moncayo, Alfaro, Arévalo, Cueva, Estrada, Arellano, Treviño, Mestanza, López, etc. El libro es tan fuerte que circuló bajo su pseudónimo y son verdaderas sátiras políticas, de carácter desgarrador en algunos casos, donde prácticamente hizo flecos a sus personajes y como es de suponer causó el escándalo mayor que registraron las filas liberales en mucho tiempo, sirviendo para separar definitivamente a los miembros de la cúpula de ese partido.

Se ha dicho y no sin razón que con “Hombres de la Revuelta” Calle inauguró la prosa periodística del Ecuador en el siglo XX por su poder de síntesis, la profundidad psicológica de sus descripciones tanto físicas como espirituales y aquellas tremenda arma que usó siempre, la burla. Lo malo de la obra es el rencor que contiene, que le hace caer en exageraciones por las cuales se hizo justamente temido y aumentó su fama de amargado; pues, para dar salida a la sobrecarga psicopática que le atormentaba, escribía, insultaba y bebía, defecto que se le irá acentuando a la par con la tuberculosis incubada por su mala alimentación, Además, su venida a Guayaquil coincidió con la separación de su hogar, de allí en adelante solo vería esporádicamente a su familia. Entre 1907 y el 10 colaboró en el gran diario “El Ecuatoriano” propiedad del conservador Ricardo Cornejo. En 1909 varió el tema abandonando por un momento la política y publicó “Leyendas Históricas de América”, cuya segunda edición apareció en 1921 en Madrid. También colaboró para varias revistas literarias como “Guayaquil Artístico”, “Actualidades”, “Revista Nueva”, “Patria”, “Primavera Literaria”, “Crónica Ilustrada” y trabajó en los diarios “El Telégrafo” y “El Grito del Pueblo” con salarios de hambre que le sumergían en estados de agudas depresiones de los que solo podía escapar ingiriendo licor.

Había pasado su época de oro cuando joven y con bríos escribía leyendas para levantar el espíritu patriótico de los niños; se había vuelto prematuramente envejecido y sentía que la revolución por la que tanto había luchado estaba muerta. Vivía en la indigencia, minado por la tisis, sin amigos porque todos le temían y sin hogar porque los suyos habían quedado en Quito. Por eso se fue convirtiendo en un misántropo que solo alternaba con Heleodoro Avilés Minuche, copropietario de “El Guante”, quien lo protegía económicamente, de manera que casi toda su producción en este período anti alfarista es necesario localizarla en las colecciones de dicho impreso.

A la subida por segunda ocasión de Plaza en 1912 fue llamado a Quito pero no pudo viajar a causa de sus postraciones físicas ya que se ahogaba en la altura. Avilés diariamente le encerraba en su oficina de “El Guante” con pluma y papel para que escriba y no beba. Así continuaron apareciendo las famosas “Charlas de Ernesto Mora”, columna de primera categoría, la más leída del país. El nombre de Ernesto Mora había sido tomado de una lista de pasajeros del ferrocarril, aunque otros han indicado que se trataba de un sujeto conocido por el escritor, cuyo nombre usó únicamente para fastidiarlo, lo cual es poco creíble. Estaba considerado el más grande periodista del país aunque era un enfermo que solo pesaba cien libras y casi no podía ver ni sostenerse en pie. Solo sus grandes y negros ojos, hundidos en dos cuencas cada vez más vacías, revelaban el fuego interior de su inquebrantable espíritu de luchador. Tanta era su fama que en 1914 el gran diario “La Prensa” de Buenos Aires le ofreció un jugoso contrato de trabajo en esa capital, que tuvo que rechazar por su mal estado de salud, que le impedía emprender el largo viaje.

Al final de sus días acostumbraba poner tinta en un plato para no equivocarse al mojar el canutero y cierta tarde, que aguzado por el deseo de beber perdió por un instante la conciencia, dicen sin ninguna prueba en concreto que hasta intentó beber el contenido del plato, lo cual le hubiera provocado un envenenamiento por ingestión de las tóxicas anilinas. Se asfixiaba, guardaba cama, no podía levantarse y cuando se conoció su gravedad numerosas personas del pueblo llano empezaron a hacer guardia en los bajos de su pobre departamento – ubicado en un piso alto – por si acaso hubiera necesidad de comprar algún remedio. Tal era su popularidad.

Finalmente a las siete y quince minutos de la noche del 6 de Octubre de 1918 murió de cirrosis complicada con tisis. Su sepelio constituyó un acontecimiento nacional. El país tomó plena conciencia que había perdido al mayor periodista ecuatoriano de todos los tiempos.

Sus funerales se celebraron a la una y treinta de la tarde siguiente. El catafalco, sobrio con sus cortinajes negros, se vio rodeado de ofrendas florales y de un gran concurso de gente de toda condición social y económica. El Regimiento Sucre No.2 se constituyó en Guardia de Honor al empezar el cortejo que partió de la calle Pedro Carbo hasta la plaza Rocafuerte, para ingresar al boulevard Nueve de Octubre y seguir por General Córdova, intersección Bolívar, hacia el cementerio. Abundaron los discursos y homenajes. María Piedad Castillo de Leví dijo: Me ilusionaba la idea de volver a encontrarlo en plena salud, de volver a escuchar su voz sonora y clara, esa voz ya persuasiva, ya irónica, que atraía y subyugaba ¡Pero qué loca es la ilusión¡… I soy yo la que de pié ante su cadáver, evocando tantos recuerdos, rememoro todo lo que hubo en él de bueno y leal. y que tan pocos conocieron. Sus restos quedaron en la bóveda 1235-C del Cementerio General de Guayaquil.

En 1921 se editó “Biografía y Semblanzas” en 294 págs. solamente conteniendo seis de ellas: Luís Cordero, Remigio Crespo Toral, Federico González Suárez, Luís A. Martínez, Juan Benigno Vela y Honorato Vásquez.

En 1929 apareció una recopilación de su obra de los últimos años, es decir, con parte de sus famosas “Charlas”, en 291 págs. bajo el sub título de colección completa de 1911 a 1918.

De “Biografías y Semblanzas” se ha dicho que es su obra más hermosa y armónica y de Calle se cuentan aún numerosísimas anécdotas que lo presentan en toda su grandeza de hombre y escritor, pues con Montalvo y Calle la prosa ecuatoriana alcanza las más altas cimas de perfección en todos los tiempos.

En 1917 un anónimo poeta le endilgó el siguiente soneto Fragmento: // Hay en la prensa ecuatoriana un hombre / pequeñito, nervioso, desgreñado, / que tiene de Voltaire el desenfado, / y supera a Pierrot en el renombre, // Te lo digo lector, y no te asombre. / que tan buena memoria le ha dotado, / que puede que la Biblia y del tostado, / de todo, recitarnos fecha y nombre. // Charapotó no tiene en sus salinas, / el sabor de sus charlas matutinas, / ni hay pimientos