CALDERÓN CHICO CARLOS

BIBLIOGRAFO.- Nació en Guayaquil el 14 de Junio de 1953, hijo legitimo de Carlos Calderón Moncayo, agente vendedor y de Olga Chico Parra, ambos guayaquileños.

“Recuerdo que cuando tenía diez u once años acompañaba a mi padre a Ducur, en la provincia del Cañar, a vender confites. Allí, en medio de la lluvia, cuando ya habíamos vendido dos paquetes de golosinas, mi padre me mandaba de vuelta a casa para la comida del día. Vivíamos en una estrechez tal que cuando terminaba la noche debíamos recoger los colchones y envolverlos para tener algo de espacio, incluso, alguna vez, una persona, cuando vio que vivíamos en una especie de sótano, dijo en voz alta ¡Ve¡ Ratas humanas. Algunos años después, cuando en algo habíamos progresado y mi padre tenía una camioneta en la que vendíamos fideos y otros productos, inicié mis estudios en el escuela Fiscal “Velasco Ibarra”, donde obtuve el 65 el primer puesto en el Concurso Inter escolar de Oratoria sobre el tema El 9 de Octubre de 1820. Inicié la secundaria en el Colegio particular Trece de Abril, sucediendo que durante el cuarto año me mandaron a confeccionar unos balances y como no pude cuadrarlos me amenazaron con dejarme de año, por lo que decidí cambiar de Colegio e ingresé al Particular “Pedro Carbo”, especialización Filosóficas Sociales,” pero no tuve ningún profesor que me motivara hacia la lectura; uno de ellos dictaba seis materias. En esas condiciones Quien puede aprender algo? El Profesor que daba casi todas las materias me reclamaba porque no había leído El Capital de Carlos Marx ¡Ud. no sabe nada! me decía, como queriéndose burlar de mi.

Allí conocería a Raúl Márquez Bararata y a Fernando Naranjo Espinosa con quienes llegó a tener una entrañable amistad, organizando la Asociación Cultural del colegio, que permitió implementar una buena biblioteca y llevar a escritores para que brindaran conferencias. Esto no gustó a las autoridades del plantel que le pretendieron expulsar. La especie de taller literario que formaría con las personas citadas permitió abordar toda clase de lecturas, principalmente literarias e históricas. Recuerda que una vez su padre le llevó dos libros: “El estado y la Revolución” de Lenin y “Del Crimen del ejido a la Revolución del 9 de Julio de 1925” de Oswaldo Albornoz y fueron los primeros libros que leyó orgánicamente según propia confesión.

“Cuando mi padre regresaba del trabajo colgaba de un clavo una maleta con la plata ganada. Cierta vez, metí la mano en la maleta y encontré un cheque de cuatro cientos sucres, una gran suma para la época, lo cambié a través de una empleada, me dirigí a los puesto de libros usados y compré una pequeña colección de cien autores de literatura ecuatoriana y unas obras de Lenín; sin embargo, no me considera leninista, sino que lo admiraba por su actitud de gran revolucionario y humanista. La golpiza que recibió no la olvidaría jamás e influyó para que sus relaciones no fueran desde entonces del todo armónicas, aunque con los años fueron mejorando un poco.

Vivía en Riobamba y Piedrahita, cerca de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, y por las tardes concurría al café “La Macarena” o “Montreal”, donde conversaba hasta avanzadas horas de la noche con amigos escritores. Allí conoció a los poetas Fernando Nieto, Fernando Artieda, Edwin Ulloa, Jorge Velasco, Juan Villafuerte y Humberto Moré, entre otros.

El 71 pasó varias temporadas en casa de su amigo Fernando Naranjo dedicado a leer las obras del bom latinoamericano, el 72 se graduó de bachiller de nada o lo que era lo mismo, en Humanidades Modernas, y entre ciertas dudas entre Sociología y Psicología, terminó escogiendo la Facultad de Filosofía y Letras. En la especialización de Literatura y Castellano. Para ganarse la vida comenzó a enseñar en el Colegio Particular “Latino Alemán Goethe” donde trabajó un año por un sueldo mensual de ochocientos sucres. Dictaba Castellano, organizaba actos culturales en el mencionado establecimiento.

Entre los años 1973 – 75 enseñó Gramática e Historia y Geografía en el Colegio Oriente ubicado en Portete y Guaranda; allí pernoctaba, porque se había separado de su casa. El 74, conjuntamente con el escritor Jorge Velasco Mackenzie viajaron invitados por la Universidad del Valle al IV Congreso de la Nueva Narrativa Hispanoamericana, aprovechando de esta permanencia para entrevistar a varios escritores como Eduardo Gudiño y Femando Alegría, entre otros. Este viaje le sirvió para marcar sus gustos por la literatura en general, especializándose en entrevistas a los intelectuales.

El 75, con el poeta Hugo Salazar Tamariz publicó en la prensa de Núcleo del Guayas una antología titulada “Nuevos cuentista del Ecuador” dentro de la Colección Letras de la mencionada institución; Calderón fue el autor de la selección de cuentos y de las fichas bibliográficas y escribió el prólogo, mas, como toda antología, forzosamente pecó de incompleta y fue acusado conjuntamente con el poeta Fernando Nieto Cadena de ser “parricidas culturales”.

El 76, en la Revista Puesto de Combate de Bogotá, dirigida por el escritor Melciades Arévalo, publicó la entrevista titulada Agustín Cueva y los Problemas del Subdesarrollo. De allí en adelante continuó realizando entrevistas cortas a diversos intelectuales y surgieron “Presencia de Fernando Nieto en la Literatura Ecuatoriana”, “Dialogando con Pedro Saad Herrería’” y “Entrevista a Eduardo Gudiño Kieffer” en la revista Puño y Letra, de creación y análisis, que editaba en la Universidad de Guayaquil, de la que aparecieron dos número, pues al comenzar a levantarse los textos del tercero fue censurada a causa de un cuento de Fernando Artieda, equivocadamente calificado de pornográfico.

El 75 y el 76 dictó literatura en la Academia Speedwriting, vivía en una pensión sórdida, en el 76 salió en Expreso su artículo “Bis a Bis con Miguel Donoso Pareja”, reproducido en el diario El Tiempo de Quito. Esta entrevista originaría una dura respuestas de sectores intelectuales de la ciudad, por la amarga carga critica de Donoso. El 77, como profesor sustituto, dictó la cátedra de Literatura Ecuatoriana en el Colegio de señoritas Guayaquil. Ese año publicó un artículo sobre el poeta argentino Jorge Alejandro Boccanera en la Revista Alero de la Universidad de San Carlos de Guatemala y sustentó su tesis previa a la licenciatura en Literatura que versó sobre “Literatura y compromiso político en el Ecuador del siglo XX, en 160 páginas, aún inédita, pues la considera llena de imperfecciones y deficiencias. Ese año El Telégrafo público el primero de sus tres artículos sobre el poeta Jorge Enrique Adoum titulado “En torno a entre Marx y una mujer desnuda”, después saldría “Informe personal sobre la situación” en la Revista El Guacamayo y la serpiente del Núcleo del Azuay de la Casa de la Cultura, reproducida el 78 en la revista Pijao de arte y literatura de Ibagué, Colombia. Finalmente el 81, en el número 31 de la revista Ariel internacional, editó “Jorge Enrique Adoum había sobre literatura, Marx y una mujer desnuda”.

Ese año vivió en Caracas tres meses, dando conferencias en las Universidades de Oriente y Casa de la Cultura de El Tigre y Cumaná, donde publico su artículo “Fernando Alegría y su recuerdo de Chile” y una novedosa selección de narradores ecuatorianos bajo el titulo de “Nuevos Cuentitas del Ecuador”, en el Suplemento Cultural Racha de Cumaná; luego pasó un mes en Bogotá, se alojó en casa del escritor Isaías Peña Gutiérrez, participando de las tertulias literarias de entonces.

El 80 había asistido al seminario que sobre crítica literaria dictó en Guayaquil Hernán Rodríguez Castelo y contrajo matrimonio con la Lcda. Angela Salazar Guevara; tres hijos, pero divorciaron. En el mismo año publicó una larga entrevista titulada “Preguntas a un fabulador: Jorge Velasco Mackenzie” en el diario El Telégrafo.

El 81 viajó en plan cultural a Lima con el escritor Edwin Ulloa, lo que les permitió un contacto enriquecedor con escritores peruanos, ese mismo año se desempeñaba como catedrático de Economía Ecuatoriana en el Instituto Normal “Leonidas García” y de Historia y Literatura del Ecuador en el Colegio particular “Naciones Unidas” y desplegó una intensa actividad, organizando conferencias, mesas redondas, llevando escritores, etc., lo cual fue mirado con entusiasmo por los estudiantes, no así por muchos de sus colegas.

En el mismo diario apareció su entrevista con el teórico de la literatura argentina: Oscar Tacca: “Las Voces de la Novela” reproducida en la revista “El Guacamayo y la serpiente” y vieron la luz dos largas conversaciones con Hugo Mayo y Miguel Donoso Pareja, que otra vez criticó a todos. El año 82, en la Revista Letras del Ecuador, órgano de Literatura de la casa de la Cultura Ecuatoriana, apareció una nueva entrevista con el sociólogo Agustín Cueva Dávila. Era considerado un especialista en entrevista para la prensa, la revista cubana Casa de las Américas, en su número 1237, editó una “Selección de Narradores Ecuatorianos”, trabajo realizado conjuntamente con Iván Eguez y Francisco Proaño Arandi.

Entre el 82 y el 84 se desempeñó como redactor político y cultural del diario Meridiano (matutino) y la Segunda (Vespertino) además coordinó el Suplemento Meridiano Cultural, que ejercitó una significativa promoción de nuevos valores literarios y lamentablemente dejó de circular porque no representaba réditos económicos a sus empresarios.

El 83 se mudó a una villa propia con su familia, en la ciudadela Guangala, acondicionando su ya extensa biblioteca de más de tres mil volúmenes entre libros, colecciones de periódicos y revista ecuatorianas, considerada una de las mejores de autores nacionales pues era un estudioso de todo aquello que tiene que ver con las ciencias sociales ecuatorianas.

Semanalmente recorría los puestos de libros usados y a veces realizaba canjes de libros repetidos, tiene corresponsales en diversos partes del país que le remiten las novedades bibliográficas. Contaba con un archivo de la palabra, formado por un centenar de cassetts de larga duración conteniendo los diálogos de sus entrevistas. Igualmente un archivo de publicaciones periodísticas especializadas tanto de literatura e historia de los últimos diez años, casi único en la República, pues no conozco que nadie más lo haya formado, a excepción de G. h Mata en Cuenca y del Banco Central de Quito, que lo tiene empastado, por materia y por autores, con los más importantes escritores de la prensa ecuatoriana y algunos del exterior. Tanto amor por las letras lo había convertido en bibliómano y bibliógrafo.

Ese año 83 concurrió al seminario sobre crítica literaria contemporánea dictada por Miguel Donoso Pareja en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil, como parte de su preparación para el doctorado en literatura, que no ha querido continuar. Su amigo Alejandro Martínez Estrada, en un gesto de amistad verdadera, auspició la publicación de su primer libro titulado “Literatura, autores y algo más”, que contiene una veintena de conversaciones con escritores hispanoamericanos, en 262 págs. convertido en una especie de texto para profesores y estudiantes de literatura porque contiene notas bibliográfica sobre los autores y recoge una interesante discusión que se diera en torno a la novela “Entre Marx y una mujer desnuda” de Adoum. Con esta obra reafirmó su condición de interpelante crítico sobre las letras nacionales, pues obliga a sus entrevistados a pronunciarse sobre autores, libros y tópicos en general.

El 85 publicó “Pedro Jorge Vera se confiesa: Política y literatura en 123 págs. su primera entrevista de larga duración e inicial intento por abordar a través de conversaciones la vida y obra de aquellos personajes que han hecho literatura y política en el país, el libro trae noticias sobre el quehacer intelectual y político del Ecuador a través de un polémico personaje como era Vera, también revela los notables progresos culturales de Calderón, de su maduración y conocimiento histórico del país y marcó un hito en el periodismo nacional. Sin embargo, no recibió premio ni reconocimiento por parte de institución alguna. Entonces, cabe el cuestionamiento ¿Que se entiende por periodismo en nuestro país? ¿La entrevista corta, nimia, vacua y superficial, ciertamente mediocre pero fácil de leer?

El 84 ocurrió que durante el desarrollo de una entrevista a Blasco Peñaherrera lo cercó tanto y tan bien, que en cierto momento el entrevistado perdió las paciencias y de un sonoro manotazo apagó la grabadora.

En el 85 y el 86 dirigió el suplemento Semana de Expreso y salió a la luz un nuevo libro “Palabras y realidades en el no. 2 de la colección Viento del Pueblo, en 223 págs. reafirmando su posición de intelectual bien enterado de libros y autores, incisivo y penetrante en sus cuestionamientos con once entrevistas realizadas desde el 85, seis inéditas, una rechazada a causa de rencillas personales y cuatro ya conocidas a través de la prensa. En este mismo lapso publicó un libro de compromiso y bastante inoficioso vió Bulgaria de hoy (vista por ecuatorianos) escrito conjuntamente por Pedro Jorge Vera, Nelson Estupiñán Bass, Rene Mauge y otros; igualmente ve la luz otro libro “Manuel Medina Castro homenajes”, en 102 págs.

A fines del 86 salió en la colección la Rosa de Papel del Núcleo del Guayas “Poemas de Hugo Mayo” (Introducción y Selección) aparte realizó prólogo y notas introductorias a varios libros: La Perspectiva, cuento de Alsino Ramírez Estrada. La Rosa Navegable, poesía del nicaragüense Ciro Molina. Dimensión del dolor, poesía de Horacio Hidrobo Peñaherrera. Ecuador:                                  estado de

emergencia, ensayo periodístico de Alejandro Martínez. El Libro nacional: ese desconocido, de Edgar Freire. Incursiones en el mundo literario del Ecuador, de Michael Handelsman, entre otros.

Desde el 85 al 86 se desempeñó como

Secretario coordinador de la Revista de la Universidad de Guayaquil, posteriormente pasó a Coordinador de publicaciones de la misma Institución, y fue corresponsal de la revista “Diners” y editor de Crónica del Río del Núcleo del Guayas. Sus colaboraciones lo llevaban a las principales publicaciones del país. Dirigió el suplemento dominical Matapalo de la Editorial El Conejo que circuló con el Telégrafo y estaba empeñado en sacar adelante un ambicioso proyecto cultural consistente en la preservación a través de entrevistas, los recursos, las impresiones y vivencias de políticos y literatos. Ya había realizado las seis primeras a Ángel F. Rojas, Leopoldo Benites Vinueza, Adalberto Ortiz, Carlos Julio Arosemena Monroy, León Roldós Aguilera, Alfredo Pareja Diezcanseco, como testimonio de un ayer reciente a través del dialogo de un periodista calificado de “pura dinamita” por un escritor de la vieja guardia. Caso extraño el de Calderón Chico pues siendo profesor titulado se colocaba al margen del magisterio y así lo ha confesado.

Su experiencia en la docencia universitaria estaba centrada en la Universidad de Babahoyo, cuando entre el 75 y el 76 dictó la cátedra de Realidad del Ecuador, y en el mismo período fue ayudante de dicha materia en la Universidad de Guayaquil.

De estatura mediana, robusto, piel canela, ojos café, pelo negro y barba, sus grandes lentes de cristal mostraban al lector inveterado y su estilo rápido, incisivo, directo y claro, como debe ser para periódico, dejaba entrever una erudición poco común, pues sus trabajos enseñaban deleitando y por ellos eran usado como textos en colegios y universidades. Había recibido la Medalla al Mérito Cultural del Ministerio de Educación y era miembro de la Academia Nacional de Historia, Capítulo de Guayaquil.

De ideales elevados, militaba en la izquierda sin estar afiliado a partido político alguno, aunque por dos ocasiones fue detenido durante su vida estudiantil, siendo la primera el 69 cuando fue brutalmente golpeado y la segunda el 76, a raíz del asesinato de su hermano, miembro de Alfaro Vive, a manos de miembros del servicio secreto de la policía nacional. En
1988 editó “Jorge Enrique Adoum”, entrevista en dos tiempos; en 93 pags. Quito.

Separado de su señora y vuelto a unirse a ella, alquilaba una villa en la calle Tulcán No. 1.200 que mantenía atestada de libros de ciencias sociales, historia, literatura, pues los tenía regados por todos los cuartos incluyendo la cocina y los baños “donde al parecer, en estado de trance digestivo también se puede disfrutar de un verso de Neruda. Quien vive así no puede ser otro que un amante de la cultura (sic.) ya que su biblioteca particular era la mejor de la ciudad y no dejaba de tener unos quince mil libros, casi todos ediciones ecuatorianas, pero le perseguían las deudas pues Carlos vivía únicamente de sus colaboraciones y cátedras, aunque por un corto lapso trabajó para la UEES (universidad de especialidades espíritu santo) y hasta sacó una importante publicación mensual, pero no supieron valorarlo debidamente y dado su carácter conflictivo, tuvo que separarse amigablemente.

Entonces se le ocurrió realizar una obra de “reconstrucción” en el Archivo Histórico del Guayas, fundado por Julio Estrada y bien dirigido por José Antonio Gómez Iturralde, para lo cual habló con la Ministra de Cultura, quien vino a Guayaquil, realizó una descalabrada sesión en dicha institución y sucedió algo insólito, pues a última hora – actuando con doblez – se hizo la desentendida con Carlos y su grupo y en lugar de designarle nuevo Director, como había sido la idea original aceptada por ella, terminó nombrando a una tercera persona, conocida como pintura y arqueóloga.

Desde hacía varios años sufría de diabetes y no se cuidaba lo suficiente pues siempre había sido de buen comer y cuando dirigía la parte cultural de “Barricaña” – frente al parque del Centenario – le servían por las noches verdaderos chimborazos de arroz revuelto con lentejas llamados en el argot criollo con el nombre de moros y cristianos, humeantes y con queso, y cebolla blanca picada, que aunque delicioso no le hacía bien a su dolencia.

Estaba considerado el primer biblíómano y bibliógrafo de Guayaquil sin disputa alguna y tenía pensado
crear una fundación que se hiciera cargo de su magnífica biblioteca.

Al mediodía del 30 de Diciembre del 2012 se encontraba escribiendo en su computadora cuando su esposa llegó apresuradamente de la calle pues debía cambiarse de ropa para salir a un compromiso. Llevaba un pan de Pascua que le habían obsequiado y lo depositó inopinadamente sobre el escritorio de Carlos, quien empezó a probarlo, al final se lo terminó y para acompañarlo abrió una botella tamaño familiar de Cola Tropical, que tiene sabor de fresa y es la más dulce, y se la bebió toda. Esa tarde le vino un coma diabético y fue internado en el hospital Abel Gilbert Pontón, donde no logró recuperarse y falleció el 4 de Enero del 2013 a la temprana edad de cincuenta y nueve años.

Fue todo un carácter y un temperamento, sabio en lecturas y en libros, llegó a especializarse en sus últimos años al punto que se le conocía por erudito en historia y literatura ecuatorianas.